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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Kagami acompañó a ambos hasta el parking donde Aomine había estacionado el coche. No pudo evitar sonreír al ver que el pobre no se aclaraba a montar la sillita en la parte trasera. Mientras Aomine luchaba con aquella silla, Tetsu movía su mano con disimulo hacia la de Kagami tratando de cogerle y dudando si hacerlo o no. Al final, con un leve rubor en sus mejillas, prefirió quedarse en el pantalón del pelirrojo, cogiéndolo con fuerza.


Aquel tímido gesto no pasó desapercibido para el bombero, quien sonrió al darse cuenta de que ese niño en el fondo, era toda una ternura. Con una gran sonrisa, Kagami cogió la mano del pequeño sosteniéndola entre la suya, consiguiendo que Tetsu se sonrojase todavía más.


- ¿Quieres que te ayude con eso? – preguntó Kagami.


- ¿Cómo es posible que sea tan complicado montar una simple silla? – preguntó Aomine frustrado.


- Las instrucciones a veces complican más que otra cosa – comentó Kagami al ver aquella hoja de instrucciones – Déjame ayudarte, quizá pueda conseguir algo.


Aomine se apartó para dejarle pasar a Kagami, pero sus pies se chocaron contra los de Kagami cayendo de espaldas hacia él. Su espalda chocó contra el pecho de Kagami sintiendo cómo sus fuertes brazos se enrollaban en su cintura. Los dos se quedaron paralizados un segundo al sentir aquella corriente recorrer sus cuerpos. Ni siquiera para el pequeño Tetsu pasó desapercibido, aquellas dos personas eran importantes para él, les había tomado cariño a los dos y al ver esa escena… su rostro se iluminó mostrando la sonrisa de un pequeño diablillo. Lo había decidido… juntaría a esos dos chicos porque en el fondo, sentía que ambos tenían una compatibilidad única, se notaba que eran tal para cual, pero ni ellos mismos se habían tomado el tiempo suficiente para fijarse el uno en el otro.


- Lo siento, tropecé – sonrió Aomine mientras Kagami le ayudaba a volver a ponerse completamente en pie.


- No te preocupes.


Kagami apartó a Aomine con delicadeza hacia un lateral y apoyó la rodilla en el asiento para meter medio cuerpo dentro del vehículo, comprobando los anclajes de la silla para poder atarla. Tetsu, por otro lado, miraba a esos dos. Quizá era sólo su imaginación o las ganas que él tenía por tener una familia. Le gustaba Aomine y le gustaba Kagami, no veía ningún problema en tratar de juntarles, en querer estar con ellos en una misma casa en vez de tener que turnarse. Por ahora, no diría nada de su plan, pero estaba completamente dispuesto a unirles.


En pocos minutos, la silla estuvo montada para el asombro de Aomine. No podía salir de su asombro, aquel chico la había instalado en tiempo récord y eso le hizo preguntarse si es que él era un patoso.


- ¿Cómo es posible? – preguntó Aomine mirando por un lateral del cuerpo de Kagami la silla ya montada - ¿Tienes hijos y no me lo has contado? –sonrió.


- Nada de eso – sonrió Kagami – soy bombero, ¿recuerdas? Algunas veces lamentablemente, nos toca acudir a accidentes de tráfico y si hay niños… nos toca vérnoslas con este tipo de mecanismos de seguridad. Nada más.


- Oh, claro.


Era increíble que no hubiera caído en una explicación tan simple. Seguramente porque ni siquiera se había molestado en hablar mucho con aquel hombre, no se había interesado para nada en su forma de vida o en su trabajo.


- ¿Así que trabajas para los S.W.A.T? – escuchó que preguntaba Kagami.


- Bueno, eso es terminología americana – comentó Aomine con una sonrisa – pero sí, básicamente seríamos los S.W.A.T japoneses. Nos llaman los Tokushu Kyūshū Butai, pero nos conocen por S.A.T, es más simple – le aclaró.


- Claro. Es que nunca había conocido a alguien del cuerpo de élite. Os escondéis bien.


- Supongo que sí – sonrió Aomine.


- Sólo por curiosidad… Habrás guardado todas las armas de la casa, ¿no? - quiso saber Kagami.


- No hay ninguna – le contestó Aomine – pero la verdad es que no estoy nada acostumbrado a tener niños por casa, pese a haber trabajado con ellos en el pasado… no he tenido que convivir con ninguno.


- No me digas… - sonrió Kagami observando la silla que él no había podido montar – no lo habría imaginado.


- Gracias por la ayuda pero creo que es mejor que nos vayamos ya.


- Claro. ¿Cuándo trabajas?


- Mañana en el turno de noche. De diez de la noche a seis de la madrugada.


- Toma mi dirección y mi número de teléfono, por si necesitas llamarme. Trae a Tetsu antes de irte a trabajar y puedes recogerlo si quieres a la hora de comer, así habrás podido dormir un rato después del servicio.


- Vale, gracias.


Fue el mismo Kagami quien cogió en brazos al pequeño Tetsu y lo sentó en la silla enseñándole a Aomine cómo se abrochaba todo. Una vez terminó, Aomine le agradeció por la ayuda, subió al coche y condujo hasta su casa.


Era casi la hora de comer cuando Aomine llegó al aparcamiento de su edificio. Metió el coche en el parking subterráneo y desató a Tetsu de su silla para subir a casa. En el ascensor, ninguno habló, pero Tetsu no soltaba la mano de Aomine bajo ninguna circunstancia. Para el pequeño, todo era una novedad y aunque estaba contento, no podía evitar sentir nervios. Otras veces había estado en casas de acogida y había acabado regresando al orfanato. No quería hacerse muchas ilusiones de quedarse allí aunque es lo que más deseaba.


- Vamos, entra – le comentó Aomine con una sonrisa abriendo la puerta ante él.


La casa estaba muy ordenada y limpia, apenas había muebles pero eso no le importó a Tetsu. No era una gran casa, ni tenía enormes cristaleras como había visto en algunas revistas de decoración de las que leían las monjas en el orfanato. Era una casa muy modesta pero por extraño que resultase… era acogedora.


- Te enseñaré tu habitación.


- ¿Mi habitación? – preguntó extrañado.


- Sí – le sonrió Aomine cerrando la puerta principal e indicándole que le siguiera por el pasillo.


Tetsu cogió con sus manitas la parte de atrás de la camiseta de Aomine y le siguió. Cuando el moreno abrió la puerta de la habitación, Tetsu asomó su rostro sin apartarse ni un poco de Aomine. No quería soltarle por miedo a que se fuese sin él, a que le devolvieran al orfanato si lo hacía.


- Podemos decorarla como tú quieras.


- ¿Decorarla? ¿Es toda para mí?


- Sí, claro.


- ¿En serio? Nunca he tenido una habitación propia. En el orfanato se comparte con otros niños.


- Pues ésta es toda tuya – le sonrió Aomine – y cuando quieras podemos ir a buscar algo que te guste para decorarla.


La sonrisa de ese chico era lo que más le gustaba a Aomine. Muchas veces había tratado de ayudar a niños de la calle, a niños metidos en bandas y algunas veces lo había conseguido, otras, había sido un desastre. Su trabajo tenía altas y bajas, pero una cosa tenía seguro, desde que vio la mirada de aquel chico, supo que no podía dejarle solo una vez más, le recordaba demasiado a él.


Los dos se sorprendieron al escuchar el timbre. Ciertamente, Aomine no esperaba visitas pero cuando abrió la puerta, se encontró con Kise que subía unas piezas de una bicicleta estática y a su capitán, Akashi Seijuro, que traía una máquina de pesas.


- ¿Pero qué…? ¿Qué es esto? – terminó de preguntar Aomine al ver tanto aparato de gimnasia.


- Como no vendrás a entrenar por la base con nosotros, te hemos traído algunas cosas que nos sobraban en nuestras casas – comentó Kise – iba a traerte la cinta de correr, pero recordé que tú ya tenías una.


- Estáis locos. ¿Dónde queréis que meta todo esto?


- No lo sé – dijo Akashi mirando su salón – pero tienes que entrenar las cuatro horas diarias y si no lo haces en la base por cuidar de tu “hijo”, te lo traemos a casa. Y te presento al señor “busca” – le comentó dejando el busca con brusquedad en su mano – será tu mejor amigo desde hoy.


- Vaya, ¿ése es el pequeño Tetsu? – preguntó Kise con una sonrisa apartando a los otros dos de un empujón para entrar corriendo por la casa.


Tetsu al principio se asustó un poco al ver a ese chico alto de extraño cabello rubio ir hacia él tan decidido y con esa amplia sonrisa.


- Ohhhh, qué mono es – sonrió Kise - ¿Cuántos años tienes? ¿Tres? – preguntó pero observó que Tetsu sacaba dos manos y le señalaba para su asombro un seis.


- ¿Seis? – preguntó sorprendido Kise antes de volver hacia Aomine para susurrarle – tío… creo que tienes que alimentarle a base de Petit-suisses, porque como siga creciendo a ese ritmo no le quitas la sillita del coche en la vida.


Un ahogado quejido brotó de la boca de Kise al sentir el golpe que Aomine le había dado por haber soltado algo como aquello. Era cierto que Tetsu era bajito para su edad, pero así era él y para Aomine, seguía siendo adorable pese a su pequeña altura. Akashi sonrió al ver aquella escena, esos dos en el fondo eran grandes amigos, de hecho, Kise fue el primero en proponer llevarle a Aomine algunos aparatos de gimnasia que le faltasen y que a ellos les sobrasen por casa.


- ¿En serio no vas a utilizar la bicicleta? Es lo que más te gusta – le dijo Aomine a su compañero Kise.


- Quédatela, en la base puedo utilizarla y si me apetece hacer algo los días libres, puedo sacar la bicicleta de montaña y marcharme por ahí un rato – le sonrió.


- ¿Te han dado la custodia completa? – preguntó Akashi mirando con una ligera sonrisa a un atemorizado Tetsu.


- Algo así. El bombero que le rescató también quería pasar tiempo con Tetsu así que hemos llegado a un acuerdo.


- Vaya… pasas de ser soltero a tener un hijo y tener que quedar con… ¿tu ex-marido? – preguntó Kise divertido.


- Déjate de bromas.  Es el que le salvó la vida, creo que tiene derecho a pedir poder verle y además me hace un favor si se queda con él cuando estoy trabajando. Tetsu se siente cómodo a su lado.


- Sí, en eso tienes razón. Pero ya parece como si te hubieras casado – sonrió Kise.


- Con la ventaja de no llevarme mal con él – sonrió Aomine.


Al comprobar Aomine cómo seguía de tenso Tetsu en el pasillo, le llamó para que viniera. Sería mejor que fuera acostumbrándose ya, porque al fin y al cabo, en su vida, su equipo era una constante. Eran sus amigos, sus compañeros, prácticamente su familia.


- Tetsu, mira, te presento a mis compañeros de trabajo. Ellos son como mi familia.


- Hola, pequeño – sonrió Kise de nuevo.


Tetsu no respondió y eso deprimió un poco a Kise. Al levantar la cabeza, Aomine le indicó con un leve movimiento hacia un lateral hasta que Kise, girándose, observó la pelota de baloncesto encima de uno de los muebles. En aquel momento lo entendió todo.


- Oye, Tetsu… ¿Te gusta el baloncesto? – sonrió Kise de nuevo.


- Sí – sonrió Tetsu - ¿Juegas?


- Por favor… soy el mejor.


- El mejor fardando – comentó Aomine haciendo sonreír también a Akashi.


- ¿Quieres venir un día a jugar con nosotros? – preguntó Akashi.


- Yo no sé jugar – dijo Tetsu.


- Oh… te enseñaremos, estás delante de los campeones nacionales durante tres años consecutivos.


- ¿Jugáis? – preguntó Tetsu emocionado.


- Sólo contra otros equipos especiales, otros cuerpos de policía más que nada.


- ¿Y contra bomberos? – preguntó emocionado viendo la oportunidad perfecta de unir a Aomine con Kagami.


- Pues… nunca nos hemos enfrentado a ellos – sonrió Akashi aunque estaba sorprendido de aquello – supongo que podríamos hablarlo con ellos.


Para Tetsu, todo aquello empezaba a tomar forma. Necesitaba un buen plan para conseguir unir a esas dos personas a las que tanto cariño había cogido, pero necesitaría todavía más astucia para conseguir que ellos quisieran acogerle a él. Su mayor sueño en aquel momento, era simple y a la vez… demasiado complicado de conseguir. Quería formar parte de una familia, pero no una cualquiera, quería vivir con Aomine y Kagami juntos.


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