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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Kagami empezó a reírse sin poder parar. Había pensado tan mal sobre Aomine la primera vez que le vio. Ese chico que entraba por el hospital con un imponente chaleco antibalas, con el ceño fruncido como si estuviera siempre enfadado y con una mirada penetrante que causaba miedo. Le había malinterpretado por completo, porque ahora al hablar con él, se daba cuenta de que tenía un corazón de oro, que su sonrisa era la más hermosa que jamás había visto y la más sincera. Ese chico tenía un atractivo natural oculto bajo una capa de seriedad que alejaba a la gente de él.


- ¿De qué te ríes, Kagami? – preguntó Aomine sonriendo.


- Es que… ¡Dios! Conseguiste hacer hablar a Tetsu en tres segundos – sonrió Kagami incrédulo – yo pensando que eras de esa clase de persona que entraba en un lugar disparando, incapaz de dialogar, creí que jamás podrías tratar con un niño, no entendía por qué te traían a ti precisamente y ahora… me doy cuenta de que eras el mejor. Estás acostumbrado a conseguir que los delincuentes suelten el arma, te han enseñado precisamente a convencer a la gente. ¿Cómo pude dudar de que no podrías hacer hablar a un chiquillo de seis años cuando te ganas hasta la confianza de los delincuentes? Fui un estúpido.


- No lo sabías – dijo Aomine con seriedad – no te culpes tanto, estoy acostumbrado.


- ¿Acostumbrado? – preguntó Kagami.


- Sí. Nosotros no somos como vosotros.


- ¿Nosotros? – dudó Kagami de lo que quería decir.


- Los bomberos sois como… los héroes. Llegáis, salváis a la gente y todos os lo agradecen. Arriesgáis la vida entre las llamas pero nosotros… nadie nos ve, nadie sabe lo que realmente hacemos, sólo piensan que disparamos y ya está, que matamos a la gente.


- Salváis vidas, de otra forma diferente a nosotros pero…


- No trates de justificarlo – sonrió Aomine – tú mismo lo has dicho. La primera vez que me viste seguro que no pensaste en lo agradable que era a simple vista. Todo el mundo nos ve serios, arrogantes, los malos de la película – comentó Aomine – pero es algo que tenemos asimilado. Me hice policía por vocación aun sabiendo que pasaría esto.


- Eres un gran chico, muy agradable, Aomine.


- Es posible, pero nadie se queda el tiempo suficiente para conocerme – sonrió el moreno mirando lo que quedaba de su helado – nosotros no hacemos calendarios medio desnudos, ni las chicas babean por nosotros, no hacen cola para conocernos. Cuando le digo a una chica que soy policía, lo único que ve es lo malo de mi trabajo. Noches en vela preocupada por si me ha ocurrido algo, turnos, el busca sin parar de sonar, las cuatro horas obligadas de ejercicio que no puedo hacer con ella, el sueldo que tampoco es una maravilla – sonrió Aomine – aceptémoslo, no es vida para una mujer.


- Si no se toman el tiempo para conocerte, es que no te merecen – le dijo Kagami tratando de animarle.


- Nadie quiere conocerme.


- Yo aún no me he ido – le sonrió comiéndose el helado – y Tetsu tampoco. El perro también parece adorarte. No te lo niego, es cierto que me parecías demasiado serio, que creí que no serías bueno para Tetsu pero… ahora creo que eres demasiado bueno para él. Eres divertido, tienes una sonrisa pegadiza y quieres a ese chico, eso es lo importante. Sigo sin entender cómo narices eres tan rápido convenciendo a la gente – sonrió Kagami acabándose el helado - ¿Eres tan rápido como con Tetsu en tu trabajo?


- No – sonrió Aomine – Tetsu tiene la ventaja de ser un ser inocente aún, se le puede comprar con una pelota.


Los dos empezaron a reír sin poder evitarlo. Por una extraña razón, Kagami se sentía tan cómodo y a gusto al lado de ese chico. Todo él emanaba tranquilidad y seguridad, era increíble y no pudo evitar sonrojarse levemente al darse cuenta de lo que estaba pensando, al darse cuenta de que el sol que ahora empezaba a ponerse, reflejaba aquel color rojizo en ese cabello azulado haciéndolo brillar con más intensidad, ensombreciendo los rasgos varoniles de ese chico y consiguiendo sacar una belleza extraña pero demasiado atrayente. Se daba cuenta de que ese chico era muy atractivo y las chicas que no se habían dignado a darle la oportunidad de conocerle, no sabían lo que se habían perdido con él.


- Hace unos días, tuvimos un aviso, un intento de suicidio – comenzó Aomine a contar dejando asombrado a Kagami que miraba cómo los dedos del chico se movían en torno a la galleta del cucurucho – tardé veinte minutos o un poco más en conseguir que confiase en mí y se quitase esa idea de la cabeza.


- Yo no podría hacer algo así.


- Te sientes bien cuando salvas a alguien, pero a veces… no podemos salvarles, en la mayoría de los casos no podemos. Esos momentos son duros.


Los dos fijaron sus ojos durante unos segundos en ese chico sonriente que jugaba y corría junto al perro. Se le veía tan feliz ahora lejos del hospital, del orfanato y de todo el mundo que él conocía. Kagami no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que estaba con la persona indicada pese a que él también había deseado su custodia.


-  Oye, Aomine… ¿Te importaría si me llevase a Tetsu ahora? – preguntó Kagami con seriedad – sé que quedamos que me lo traerías a las siete pero… - miró el reloj mirando que eran las seis – me gustaría poder llevarle a comprarse algo de ropa, no sé… pasar un rato con él.


Aomine se sorprendió de aquella extraña petición. Era raro que le pidiese algo así tan pronto, más cuando ni siquiera él había disfrutado aún al completo de un día entero con Tetsu, pero al mirar sus ojos, se dio cuenta de lo más importante, lo que solía ver en los hombres que trataban de suicidarse cuando estaba en el trabajo, veía tristeza. Estaba claro que Kagami no tenía tanta como para llegar a un extremo como lo eran los casos de su trabajo, pero la sensación era la misma. Estaba triste porque su novio había cancelado aquella cita.


- Está bien – le dijo al final Aomine sonriendo – si Tetsu acepta, por mí no hay problema.


Aquella frase pareció animar el nublado día que llevaba ese pelirrojo. Sonrió de tal forma, que consiguió alegrar el corazón del moreno. Aomine llamó a Tetsu para que viniera. Lo hizo enseguida y se alegró todavía más cuando le comentó de irse de compras con Kagami.


- ¿Y “Dos” puede venir? – preguntó Tetsu con un brillo especial en sus ojos.


- Bueno… no había pensado en ello, déjame que haga una llamada para consultarlo.


Kagami llamó de nuevo al despacho de su novio. No estaba del todo seguro si le convencería la idea de que un perro entrase en su lujoso apartamento. Había tardado dos semanas en convencer a su novio para pedir la custodia de Tetsu y gracias a tratar de convencerle, había perdido la oportunidad de tenerla. Ahora sólo un pacto con el propio Aomine le permitía disfrutar de la presencia de ese chico, no quería ni imaginarse cómo se podría poner con lo del perro.


Al llamar a su oficina, contestó la secretaria, dejando con la palabra en la boca a Kagami. Ni siquiera su novio le atendía ya la llamada y eso sólo significaba una cosa, estaba ocupado.


- Disculpa, Yuna, ¿Está mi novio por el despacho?.


- Lo siento, Kagami, pero está en una importante reunión con un cliente y me ha dicho que no le pase llamadas.


- Ya… lo habitual en él.


- ¿Quieres que le diga algo cuando termine?


- ¿Sabes qué? Da igual, puedo esperar a que llegue a casa y se encuentre con la sorpresa – dijo sonriendo pese a estar enfadado.


Al colgar el teléfono, miró los ojos de intriga y medio llorosos de un adorable Tetsu que casi le suplicaba que se llevasen al perro con ellos. ¿Cómo iba a negarse a esos ojillos? No podía. Por primera vez en mucho tiempo, supo que ese día tendría problemas con Himuro, pero por alguna razón, le dio igual. Estaba cansado de ir siempre tras él. Le había pedido hacía un par de años formar una familia pero Himuro se salió con la suya dándole largas. Luego fue la casa, Kagami vivía muy bien en el barrio Shibuya, pero Himuro quería ir al barrio para ricos gracias a su alto sueldo y a que sus oficinas estaban más cerca. Al final, Himuro siempre se salía con la suya.


- ¿Se va a venir? – susurró Tetsu con cara triste y voz aún más apesadumbrada.


- Sí – dijo Kagami – se viene con nosotros.


- ¿Estás seguro? ¿Puedes meterte en problemas con tu pareja? – preguntó Aomine preocupado.


- Estoy seguro. Otro día que coja el teléfono si tiene algo que objetar – sonrió Kagami.


Aomine sonrió, no pudo evitarlo al ver el carácter que tenía ese chico. Aun así… no dijo nada. Cogió la pequeña chaqueta abrigando con ella a Tetsu. Antes de dejarle irse con Kagami, le dio un tierno beso en la frente y le sonrió despidiéndose de él hasta el día siguiente.


Tetsu dejó que Kagami cogiera su manita y le siguió, pese a que giró el rostro mirando a Aomine despidiéndose de él con la mano. No entendía mucho, creía que irían todos juntos de compras, no que él se iría solo con Kagami. Un puchero salió de sus labios al darse cuenta de que había sido engañado, pero no se saldrían con la suya, para la próxima vez tendría más ojo que ellos y acabaría consiguiendo que fueran juntos.


- ¿Qué pasa, Tetsu? – preguntó Kagami.


- Creí que Aomine vendría con nosotros de compras.


- Aomine tiene que trabajar esta noche.


Desde luego le había salido muy mal la jugada, aunque al menos, había conseguido que esos dos hablasen y se entendieran un poco mejor. Algo era algo. Acompañó a Kagami a las tiendas y éste le compró un par de pijamas y algo de ropa para cuando se quedase en su casa. Nunca antes nadie le había llevado de compras, así que lo disfrutó pese a sentirse un poco mal al ver que Kagami se gastaba dinero en él precisamente. Lo que le sorprendió fue ver cómo Kagami miraba absorto unas bufandas y cómo, tras varios segundos de indecisión, tomaba una en su mano y le pedía a la chica que la envolviera para regalo.


No fue hasta casi las nueve, cuando pasaron por un restaurante chino a comprar comida y subieron a la casa de Kagami. Tetsu abrió los ojos al verlo, era mucho más grande que la de Aomine, en pleno centro de Tokio, con grandes cristaleras que daban visión de los rascacielos, sin embargo… todo estaba demasiado silencioso y ordenado. Por un momento, dudó hasta de si entrar en aquella casa era lo adecuado. No quería romper nada de lo que había allí, todo parecía muy costoso.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Kagami.


- Es que… ¿Y si rompo algo sin querer? – preguntó asustado.


- Lo recogeremos y ya está.


- Por fin has llegado, Kagami – escucharon ambos la voz de Himuro, claro que para Tetsu fue toda una sorpresa y nada grata, no esperaba que Kagami tuviera pareja.


El perro se lanzó corriendo a saludar a Himuro, quien salía por uno de los pasillos asustándose al ver cómo uno de sus jarrones se caía de la estantería tras el coletazo que daba “Dos”. Por suerte, le dio tiempo a cogerlo antes de que cayese, aunque la mirada que le lanzó a su novio, Tetsu la entendía muy bien, tenía problemas.


- Vaya… un perro en mi casa – susurró Himuro resignado.


- Nuestra casa – aclaró Kagami.


- ¿Podemos hablar a solas un momento? Ahora venimos, Tetsu – sonrió Himuro tratando de reconfortar al menor, pero él ya había visto esa mirada otras veces, en otras familias y no significaba nada bueno.


- Tetsuya – exclamó el chico con tono inexpresivo sorprendiendo a Himuro – mi nombre es Tetsuya – le remarcó intentando crear un espacio que Himuro no podría cruzar.


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