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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Kagami cotilleaba todos los armarios de la pequeña cocina de Aomine en busca de imaginación para crear algo delicioso. Desde luego, no había mucho donde elegir y tanto Aomine como Tetsu le seguían por todo el espacio observándole. Tetsu con un rostro curioso mientras el moreno no podía evitar sonrojarse al ver lo vacío que estaba todo. Él no era bueno en la cocina, solía pedir todo a domicilio, algo lamentable.


- Desde luego, era verdad que no te gusta la cocina.


- No es que no me guste – comentó Aomine – es más bien… que ella no se lleva bien conmigo y yo tampoco con ella… es un odio mutuo.


Kagami sonrió y abrió el congelador para ver un par de barras de pan, algo de carne picada, un poco de pescado y lo que parecía una bandeja con filetes de solomillo. Hasta su congelador tenía el doble de cosas que éste. Miró asombrado aquel gélido congelador que casi podía criar telarañas de lo poco que se utilizaba.


- Creo que se me ocurre algo – dijo mirando los filetes de solomillo – y estoy convencido de que tendrás lo que necesito.


- ¿Qué necesitas?


- Mostaza y miel. Si traes comida a domicilio, es muy posible que tengas mostaza.


- De las hamburguesas, sí – dijo Aomine señalándole el cajón.


- Toma, ve descongelando el solomillo, yo prepararé la salsa. ¿Y la miel?


- En ese otro cajón – le respondió Aomine – la utilizo con la leche cuando me duele mucho la garganta.


- Ya veo. Espero que no tengáis mucha hambre, porque este plato necesita al menos una hora de reposo.


- ¿Qué? – preguntó Aomine frustrado.


- Hay que mezclar el solomillo con la salsa y dejar que se sazone bien al menos durante una hora, aunque habría estado más bueno si se deja toda la noche sazonando. Pero el tiempo es algo que corre en mi contra al parecer – sonrió Kagami.


- Podemos jugar a algo mientras – dijo Tetsu con una gran sonrisa.


- Claro que sí.


- Pero… quizá Kagami tiene prisa por volver a casa con su novio.


- Mi novio está con los compañeros celebrando que han ganado el caso, créeme… no vendrá hasta tarde, así que tengo tiempo – aclaró Kagami.


Tetsu ni siquiera lo pensó dos veces y, tras ver cómo Kagami terminaba de meter los filetes de solomillo en la mezcla, cogió su mano y se lo llevó hacia el comedor sentándole en el sofá grande, cogiendo él entonces el sillón pequeño, esperando que Aomine no tuviera más remedio que sentarse en el sofá al lado del pelirrojo.


Mientras Aomine llegaba al comedor, Tetsu desplegaba el tablero de juego y elegía las fichas. Aomine sólo tenía juegos de estrategia y de policías en su repertorio. Kagami observó la estantería de los juegos y sonrió, llamando la atención de un moreno que tomaba asiento en ese instante a su lado.


- ¿Qué ocurre?


- Nada, es que… eres desorganizado, ni siquiera tienes ordenados alfabéticamente los juegos. Tendré que venir un día a arreglarlos.


- Oh, no están alfabéticamente, están por nombre del diseñador.


- ¿Vas en serio? – preguntó Kagami sorprendido.


- Sí, soy un fanático de los juegos de mesa – aclaró Aomine – me gusta saber quién lo diseñó.


Kagami sonrió, quizá ese chico tenía un lado friki que le gustaba, con Himuro era complicado pasar un rato tranquilos jugando a algo y menos a simples juegos de mesa. Mientras Aomine ayudaba a Tetsu a esparcir las fichas y repartir las tarjetas de los casos y pistas, Kagami se fijó en la fotografía encima del mueble de la televisión. Parecía el equipo de Aomine, todos vestidos con uniforme de baloncesto y sonriendo con las medallas colgadas en sus cuellos.


- ¿Son tus compañeros? – preguntó Kagami sin perder de vista la fotografía. Aomine miró hacia donde miraban los ojos del pelirrojo encontrándose con la foto.


- Sí. Jugamos en la liga de policías, sólo partidos amistosos sin mucho que ganar – sonrió Aomine – sólo… es por jugar un rato.


- Pero… fuisteis campeones.


- Tres años seguidos, estamos imbatidos – comentó Aomine pero al ver el rostro desencajado de Kagami que le había sorprendido lo buenos que eran por sus palabras, decidió especificar – pero ya te he dicho que sólo es entre otros departamentos de policía. Los del departamento de narcóticos no son muy buenos – sonrió Aomine tratando de quitar importancia a las medallas.


- Aun así, tres años sin perder es mucho. ¿Ni un partido? – preguntó ahora por curiosidad.


- Por ahora no – comentó Aomine sonriendo.


Los tres comenzaron el juego. Siguieron las pistas para encontrar y capturar a los delincuentes según las pistas de las tarjetas. Tal y como dijo Tetsu, Kagami no era muy bueno siguiendo pistas, pero lo intentaba y de vez en cuando, pedía ayuda a Aomine en susurro tratando de que Tetsu no viera que hacía trampas. Aomine sonreía cada vez que Kagami se acercaba un poco a él con disimulo para mirar sus pistas y saber por dónde debía seguir su investigación.


No fue hasta que Aomine acorraló a un ciclista cuando se dio cuenta de que se le olvidaba algo. Dejó la ficha en el sitio pero no la soltó, quedándose completamente paralizado mirando la figura del ciclista.


- ¿Estás bien? – preguntó Kagami.


- Sí – dijo Aomine sonriendo mientras soltaba la ficha – me he quedado pensando en algo.


- ¿Y se puede saber en qué?


- Sí, claro – sonrió Aomine una vez más – es que… sé que trabajas el fin de semana y no podrás ir a la ruta en bici que hacen todos los años.


- Bueno, es lo que hay, me tocó el turno de mañana – sonrió Kagami – pero estaré por allí, nos toca vigilar a los ciclistas por si hay algún accidente, igual que a los sanitarios. ¿Vas a ir en bicicleta?


- Me gustaría ir con Tetsu.


- La vuelta pasa por la puerta del cuartel de bomberos así que seguramente podré veros desde la puerta del parking de camiones. Os saludaré con la mano mientras os veo pasar. ¿Era lo que os preocupaba? – preguntó Kagami.


- Bueno… no realmente. Tetsu nunca ha tenido una bicicleta y no sabe montar. Es complicado que me lo lleve si no sabe montar en ella.


- Oh… si es sólo eso. Hasta el fin de semana no trabajo, puedo enseñarle estos días. Pero a nadar le enseñas tú – sonrió Kagami bromeando con Aomine, algo a lo que enseguida sonrió el moreno dándose cuenta.


- Claro. Gracias por ayudarle.


- ¿Bromeas? Yo debería darte las gracias a ti, siempre he querido tener un hijo y enseñarle a montar en bici.


Aomine se sonrojó. No quería decir nada pero era cierto que al ver la gran sonrisa de Tetsu y verle lanzarse hacia Kagami para darle un gran abrazo por su esfuerzo de enseñarle, había movido algo en él. Todavía recordaba su infancia, a él nadie le enseñó a montar en bici, aprendió sólo, cayéndose miles de veces, raspándose las rodillas, curándose como podía con un poco de algodón y desinfectante. No fue hasta los dieciocho años cuando aprendió, cuando empezó a trabajar y ganar dinero para comprarse la bicicleta. Involuntariamente su rostro había cambiado a uno de total seriedad y sus manos acariciaban las rodillas como si eso curase las heridas del pasado, pero la voz de Kagami le sacó de aquellos recuerdos.


- Dai… ¿Estás bien?


- Sí – sonrió Aomine – claro, sólo… nada… déjalo, era un recuerdo absurdo. Creo que… habría que preparar la cena – dijo nervioso, levantándose del sofá para ir hacia la cocina, como si con aquello evitase el tema de su pasado.


Aunque Kagami no quiso hacer más hincapié en el tema, pudo ver por la mirada afligida del moreno… que había recordado algo no muy grato. Quizá por eso mismo decidió dejar pasar el tema y no meter el dedo en la herida. Todos tenían un pasado, incluso él mismo tenía su pasado y a veces… era mejor dejarlo donde estaba. El pelirrojo se levantó y en silencio empezó a preparar la cena. Aomine prestó atención a cada gesto del chico, mirando cómo doraba el solomillo con la mezcla en una sartén y luego volvía a poner un poco de salsa encima de la jugosa carne. Tetsu, mientras tanto, recogió el juego y colocó la mesa ayudado por Aomine.


Aomine comió en silencio pese a haber felicitado a Kagami por aquella comida, era realmente impresionante, casi podía haber abierto un restaurante en vez de convertirse en bombero y arriesgar su vida todos los días, pero suponía… que nadie podía intervenir en las decisiones de la gente, Kagami había preferido ser bombero y dejar la cocina como una afición.


- Oye, Dai… ¿Por qué dejaste de trabajar con menores? – preguntó Kagami dudando.


El tenedor de Dai se detuvo cuando cogió el pedazo de carne y trató de reflexionar en aquellas palabras. Muchos años había pertenecido al departamento de menores, había ayudado a muchos pero hacía unos años, realizó las pruebas para irse a la élite.


- Quería ayudar a la gente – dijo Aomine sin más.


- ¿No lo hacías en menores?


- Sí… cuando me dejaban – comentó – el departamento de menores está demasiado controlado y condicionado. Si hay asunto de drogas por medio, se lo lleva el departamento de narcóticos; si hay secuestros, se lo lleva la élite o el departamento de personas desaparecidas. Al final sólo me traían los niños o los adolescentes para que los custodiase, pero no puedes intervenir en los casos, así que… supongo que me cansé de esperar a que narcóticos cogiera a los que vendían la droga, me cansé de ver cómo asesinaban a críos en la calle y no podía hacer nada porque no era mi departamento el que se ocupaba. Ahora puedo ayudar mejor, soy el que entro cuando tienen a ese niño de rehén, soy el que lo saco de ahí, el que disparo al contrabandista, al atracador… al que sea que haga daño a los demás.


- No sabía que repartíais tanto.


- Mi último caso en menores… no fue nada bien. Sólo era un crío de quince años sin familia. Se había metido en un asunto de drogas, las vendía en la calle. Me lo trajeron los del departamento de bandas y armas pero era narcóticos el que estudiaba el caso, querían pillar al proveedor. Hice lo que pude por rehabilitar a ese chico, parecía que lo estaba consiguiendo cuando sus antiguos compañeros de la banda lo encontraron. Fui al juicio contra el proveedor cuando lo pillaron, pero el chico de quince años que debía testificar no lo hizo, le amenazaron y yo no pude hacer nada pese a saberlo, porque no era mi jurisdicción. Correspondía a narcóticos y a bandas y armas. Salió libre bajo fianza con tan sólo un año de prisión.


- ¿Y el chico? – preguntó Kagami.


- En cuanto nos dijeron que debíamos devolverlo a casa, al día siguiente apareció muerto con un disparo a quemarropa. Sabía que ocurriría, pero no pude hacer nada porque no me dejaban actuar. Estaba harto de ser el que rehabilitaba a buenos chicos para que acabasen muertos porque no me dejaban ir contra la situación de base. Narcóticos debía proteger a ese chico pero… bueno… ya ves – dijo mirando cómo Tetsu seguía comiendo mirando los dibujos, ajeno a la conversación que tenían los otros dos chicos – yo sólo… me ocupaba del papeleo al final, de rehabilitar a esos chicos, de ver cómo pasaban por el sistema, de un lugar a otro tratando de encontrarles un mejor sitio, eso no era suficiente o yo no creí que fuera suficiente.


- Ya veo.


- ¿Y tú? ¿Por qué te hiciste bombero si se te da tan bien cocinar? Además se ve que te gusta y disfrutas en la cocina.


- Sí, mi padre era un gran chef en Estados Unidos. Siempre me gustó la cocina, era la única ocasión que tenía de pasar tiempo con él, cuando cocinábamos y me enseñaba – sonrió Kagami – creo que no le gustó del todo cuando le dije que quería ser bombero pero… no sé, era mi vocación. Soñaba desde niño en apagar incendios y no tenía miedo al fuego. Sé que puedo morir en cualquier momento pero… es una sensación única cuando sabes que has hecho lo correcto y salvas a la gente o apagas un incendio.


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