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Blanca y Negra Nube por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Bueno la intensión era actualizar la siguiente semana, pero como perdí al sueño debido a la fiebre... pues aquí estoy jajjaja

 

Sin nada que decir... a leer

 

 

 

 

 

 

Era un baile de gala, finas ropas, finas copas, fina comida, fina compañía, alta alcurnia. Una muchacha de cabellera castaña, larga y atada en una coleta alta. Algunos adornos en el cabello la hacían lucir más dulce, un par de mechones rebeldes sobresalían, pero eso solo hacia destacar más su facciones delicadas. Usaba un vestido que detallaba su figura, un polisón que exageraba su figura, el corsé formaba una delicada curva en su cintura, sus pechos de tamaño normal se levantaban más, un dulce rubor en las mejillas debido al leve toque de maquillaje… ella atraía miradas

 

-¿me permite esta pieza, señorita Tsunayoshi? – solicitaba un hombre de traje negro, bien afeitado sonreía mostrando sus ojos verdes, se inclina levemente y ofrece su mano para que la muchacha la tome

-señor Ricardo – sonreía la jovencita y con un leve movimiento tomaba la mano de aquel hombre y sonreía con gentileza

-debo halagar su belleza – dijo con galantería pues desde hace mucho que ya solicitaba la mano de aquella jovencita para un pronto matrimonio. Su mirada viajaba por aquellos ojos expresivos, ese cuello largo, el pecho descubierto levemente por la forma del vestido mostrado una porción de aquella clavícula de piel fina

-es usted muy galán – sonreía bajito mientras se desplazaba según el ritmo de la tonada, siendo dirigida por el alto azache

-sepa usted que he solicitado su mano – sonrió pegándola a su cuerpo y tomándola de la cintura para levantarla un poco y luego darle un par de vueltas en el aire mientras atravesaban  por el salón

-mi padre me lo ha comentado – suspiró débilmente pero tratando de mantener su sonrisa – y me ha hablado bien de usted

-solo espero su aceptación – susurró en el oído de la chica

-espero me disculpe – se separó con nerviosismo, no le gustaba esa atrevida cercanía – debo refrescarme un poco – con una sonrisa se alejó de allí, dirigiéndose a los aseos. Se sentía cohibida ante la propuesta formal, nunca pensó que a sus 17 primaveras un hombre mucho mayor la quisiera desposar. Su padre ya la había amenazado para que aceptara, pues la fortuna de esa familia les vendría bien… pero un hombre con unos veinticinco años mayor, con un hijo y viudo… ¿qué le esperaba si aceptaba? Una prisión…

 

Ella criada en una familia de alta alcurnia, con finos modales y muchas dotes de buena esposa, sabía cocinar, tejer, bordar, leer, cantar. Tsuna era frecuentada por muchos, pero esposada a una vida ya planificada. Le obligarían a aceptar a un marido de gran fortuna, hijos… mientras más mejor, sonreír en las fiestas, ser sumisa en el lecho, dejar que tomaran decisiones en su nombre y… ¡se agobiaba! Muchos la querían como esposa, era bonita, pero ella no quería solo ser un objeto que mostrar, ella quería libertad… ella quería viajar con un esposo que la entendiera. Su alma le gritaba que esa persona llegaría, que estaba cerca, que la sacaría de esa prisión y que sería feliz…

 

-disculpe – esa voz grave la hizo saltar y casi soltar un gritito, pero se contuvo y giró con lentitud – ¿me permitiría tener el honor de bailar con usted? – un alto azabache de mirada azulada la veía con… ternura

-claro – suspiró de repente, sintiendo un brinco en su alma cuando tomó la mano que le era ofrecida, sintió un leve cosquilleo a pesar de que usaba guantes y su piel estaba cubierta – pero… ¿podría saber el nombre del caballero que me invita a bailar? – sonreía nerviosa mientras era dirigida a la mitad del salón, observaba tímidamente a aquel hombre de traje negro y de cabellera lisa, negra y corta

-Kyoya Hibari – sonrió con galantería al ver el sonrojo en esa muchacha de facciones delicadas

-si me permite hacer un comentario – esperó el asentimiento de su acompañante y prosiguió – ¿usted es un viajero?

-si… he venido de Japón a establecer negocios con los miembros de este país… Italia parece una cuna de arte y oportunidades – hablaba con esa voz que calaba en el alma de la jovencita, quien ruborizada no podía verlo directamente a los ojos… pero se embelesaba con pequeños detalles que ahora aprendió, como que una persona podía estremecerla solo con una mirada

-¿cómo es Japón? – su curiosidad innata salió a flote – ¡perdone mi atrevimiento! – se disculpó de inmediato, pues estaba siendo muy descortés, estaba infringiendo sus enseñanzas… sus benditas enseñanzas que por años la han hecho sentir prisionera

-puede sentirse libre de preguntar – sonrió satisfecho al ver que esa muchacha no era como todas las demás, era un alma libre y soñadora al parecer

-¿se parece a este país? – pregunto ilusionada al ver que aquel hombre le permitía sentirse libre de cierta forma, sus ojos brillaban al admirar la leve sonrisa en el mayor

-mucho… incluso la ropa es totalmente diferente – empezó a relatar las cosas que creía le iban a gustar saber, no se equivocó y pudo ver la hermosa sonrisa, la mirada brillante, las mejillas rosadas, los labios carnosos y apetecibles

 

Esa fue la primera de decenas de preguntas que el mayor contestó con sencillez ante una entusiasmada señorita que mostraba un brillo especial en sus ojos. El azabache se quedó embelesado con esa mujer y a su vez, aquella señorita se quedó prendada de esos ojos que le traían recuerdos lejanos, confusos pero agradables. Bailaron toda la noche, pactaron un paseo cuando Kyoya se presentó con los Sawada. El alto azabache la recogió en casa, caminaron por el parque lejano, rieron en las pláticas a futuro que tuvieron, pasearon por las calles de Italia siendo un descubrimiento para ambos, ya que aunque Tsunayoshi vivía allí, eran pocas las veces que se le era permitido salir de casa. Un mes bastó como para que ellos dos se enamoraran totalmente, les fue difícil convencer a los padres de la muchacha, al final… huyeron juntos, huyeron en el barco que los llevaría al país lejano, en donde les esperaba una nueva vida y muchos viajes para aprender cosas nuevas. Una fuga de enamorados prohibidos… una historia de romance que se contaría años después

 

-usted me recuerda a alguien – comentó la jovencita que ahora usaba un yukata fino mientras caminaba junto a su ahora esposo por las calles de aquella ciudad. Tsunayoshi aún recordaba la boda, el vestido tradicional, conocer a sus nuevos padres, aprender el idioma y pasear por todos lados… justo en ese orden, aunque para muchos les pareciera extraño y descabellado, así lo hicieron

-¿tus recuerdos han despertado? – preguntó el mayor con una leve sonrisa mientras se detenía frente a uno de los tantos ríos que cruzaban su pueblo

-¿recuerdos?... ¿esos son recuerdos? – miraba emocionada al hombre que la tomó en brazos y se la llevó lejos de su casa, aun sonreía al recordar como la subió en brazos al barco, incluso usando ese horrendo polisón incómodo… aquella vez se abrazó al cuello de Kyoya confiando en él ciegamente… su corazón le dictaba que hacia las cosas bien

-en esta misma ciudad hace muchos años – acarició con delicadeza la mejilla de su esposa – concéntrate un poco – susurró conectando sus miradas – fue aquí… hace muchos años

-entonces mis sueños… eran…

-me costó mucho trabajo encontrarte, Tsuna – besó la frente de la chica que ahora lloraba

-Kyoya… ahora puedo tenerte a mi lado – sollozó mientras se lanzaba a abrazar al azabache, hipaba mientras sentía como el abrazo protector la envolvía – lo recuerdo – susurró pues muchos sueños la llevaban a un momento parecido, en el atardecer dando un beso fugaz a su amado

-no importa el cuerpo… la esencia es lo que queda – susurró acariciando los cabellos de su amada. Una figura femenina que en sus primeras vidas reencarnó en una masculina – ahora es diferente

-no quiero dejarte… no quiero que me dejes – levantó su rostro y besó al mayor, con delicadeza y ternura, con infinito amor

-disfrutemos de nuestra nueva vida mi amada Tsunayoshi – sonrió mientras la envolvía entre sus brazos y hundía su nariz en los largos cabellos

 

Desde que nació, Kyoya se sentía vacío. Desde que tuvo diez años recordó esa sonrisa y la mirada. Desde que tuvo quince trabajó incansablemente para encontrar a esa persona. Con el pasar de tiempo acunó una riqueza envidiable, y a sus treinta años pudo viajar al exterior, en donde su alma le decía que encontraría a esa persona, no se equivocó y ahora la tenía allí, consigo. En una casa con lujos y libertad, con su amor expuesto y sin juzgamientos, con la vida que siempre desearon tener. De su amor nacieron tres pequeños que compartían la mirada azulada, de su amor se forjó una noble familia que ayudaba a los demás, de todo aquello surgió un lazo irrompible que duró por años, a pesar de la diferencia de sus edades, de todo… ellos fueron felices

 

-ve a casa – habló Kyoya mientras se adelantaba hacia el puerto – volveré pronto

-ten cuidado – en su pecho se albergaba un dolor incómodo – Kyoya… no te vayas – suplicó al fin, temerosa de verlo subir los escalones al navío que se usaría para transportar mercancías valiosas

-no te preocupes, volveré pronto – terminó de subir para desde la cubierta despedirse con la mano de sus tres hijos y de su esposa que apretaba su pecho

-por favor… Kyoya – pero cuando el barco zarpó ya no pudo hacer nada más que despedir a su esposo y desearle suerte – regresa a mí lo más pronto posible

 

 

Esa tarde Tsuna abrazó a sus hijos, cocinó, limpió, cosió, administró las cuentas del hogar, todo para distraerse, pero no podía quedarse en calma, su corazón latía fuerte, su mirada se posaba en la entrada esperando a su esposo… pero no llegaba. Dos días después cuando su desesperación era ya insoportable recibió la noticia “el barco de Hibari-sama se hundió… solo encontraron tres cuerpos… uno de ellos… es su esposo” que amargas palabras que le apuñalaron el alma. Esa tarde dejó a sus hijos con sus abuelos y corrió al puerto, corrió con desesperación sin importarle sus pies descalzos, se arrodilló en el suelo en el cual reposaban tres bultos cubiertos por una blanca manta

 

Con el temor invadiendo cada poro de su cuerpo, la castaña levantó la sábana y allí se quedó arrodillada, observando el rostro azulado de su esposo, de su amante, de su amigo, de su más grande amor. Sus lágrimas brotaron en silencio y a pesar de que algunas personas trataban de confortarla ella no escuchaba nada. Tomó la mano de Kyoya entre las suyas, fría, muy fría, húmeda, inerte… que horrible dolor la azotó al entender que de nuevo estaba sola, incompleta. Posó su frente en el vientre de su ahora difunto esposo y gritó llena de desesperación, rogando porque la pesadilla terminara, rogando porque el mar le devolviera el alma a su esposo, prefiriendo morir para dejar de sentir ese millón de agujas en su pecho. Lloró toda la tarde hasta que los padres de su esposo la llevaron a casa… y hasta eso tuvieron que obligarla a hacer, entre dos mujeres adultas la separaron del cuerpo de Kyoya

 

-ahora eres tú el que se va primero – sollozó al ver las llamas consumir el cuerpo, arrodillada en el suelo lloró en silencio sin saber cómo continuar con su vida… un funeral silencioso, doloroso – nunca te pregunté como lo superaste esa vez – su voz se quebró mientras se limpiaba las lágrimas y sentía el calor de sus hijos a su alrededor, los mismos quienes lloraban al ver a su padre convertirse en cenizas – Kyoya… no me dejes… – susurró desesperada, pero ya no escuchaba esa voz profunda que la reconfortó tantas veces, tantas vidas…

 

Las llamas se llevaron lo que más amaba, su mirada perdió brillo. Su vida ahora se concentró en sus hijos, era madre soltera con dos ancianos a los que cuidar, recordaba las palabras que Kyoya le dijo en alguna ocasión “se fuerte, no decaigas”. Se volvió fuerte hasta el punto de crear su propia flota pesquera, el mar que le quitó a su esposo, la recompensó con los elementos necesarios para su venta. Esa fue su venganza, exprimir al océano helado que le arrebató a su Kyoya

Ella despreció a decenas de pretendientes durante su vida, fiel a la memoria de su esposo. Ella agrandó el negocio. Ella terminó creando una ruta de comercio con Italia y ella… terminó encontrándose con sus padres, pero ya no como la niña que ellos manejaron a su antojo… sino como la mujer más rica de Japón, quien con una sonrisa melancólica llevaba una pequeña cadena que su esposo le regaló el día de su boda y presentaba a sus hijos, los cuales tenían siempre esa mirada que adoraba… la mirada de Hibari Kyoya

 

 

 

-¿alguna vez podrían superar la edad promedio? – ahora lloraba en silencio

-no lo sé

-¿por qué nunca pueden terminar juntos? – reclamó mientras arrojaba una especie de taza cercana

-no lo sé

-¿por qué me torturan así?

-eso lo sabes muy bien – quería abrazar al rubio que de nuevo caía de rodillas y lloraba, pero no podía

-entonces me resignaré – suspiró profundo mirando al vacío azulado

-es lo mejor

-¿y ahora qué hago?

-un amor prohibido de nuevo – comentó, pues el designaba las condiciones y planeaba los sucesos mientras su compañero aplicaba el plan… y por ende su tortura era mayor

-ya no quiero hacerlos sufrir – se quebró su voz pero reunió fuerzas para levantarse

-pero debes…

-a veces odio tu falta de empatía – gruñó molesto mientras se recogía las mangas y respiraba profundo para empezar otra vez

 

 

 

 

Notas finales:

No sé como reaccionaron con este capítulo, en lo personal a mi me pareció el menos trágico... no se, como que quedó más romántico y sencillo

¿Qué creen que pasa por mi cabeza al escribir esto?

Pues no sé... depresión tal vez, aunque me sirvió para darme cuenta que mientras Hibari y Tsuna estén juntos no importa mucho si es temática hetero, yaoi o yuri

En fin... nos veremos en el siguiente capítulo~ (eso si es que aceptan seguir leyendo jejeje)

 

Cualquier duda, reclamo, regaño (porque a algunas personas no les gusta el hetero o el fem XD), lo que deseen pueden dejarlo en un mensaje en face o un review, igual les contesto~

bye bye

besos~


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