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Reasons to love por ViBanaII

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Notas del capitulo:

Hola hermosas criaturas!!! Quiero decir que estoy realmente feliz! :D 
Wow, no esperaba una aceptación así, es que.... Dios! Jajajaja sí, no sé qué decir... Leí sus rws y se me puso una tonta sonrisa en el rostro.

¡Gracias! Y como me pusieron de buen humor, les traje el segundo capitulo más rapido de lo que esperaba. Con nuevos personajes!

Antes de que lo olvide... Tengo Instagram, Twitter, Ask, pueden buscarlos en mi perfil. 

Ahora, respondiendo a algunas dudas de manera general:
No tengo días en específico para subir nuevos capítulos, lo siento. 
SasuNaru ^^ 
La personalidad de Sasuke no difiere mucho de su realidad, solo es un poco más... humano? Lo mismo pasa con los otros personajes. 
La historia en un principio puede ser algo aburrida? pero es sólo el comienzo. Espero que no sea muy larga, pero uno nunca sabe.
Ah y sí, por ahora la historia se centra más en Sasuke y su nuevo rol de padre... es que se me hace lindo y divertido, verlo con bebés. 

¡A leer! Nos vemos al final ^^ 

II 

 

El sincronizado llanto de los bebés lo sobresaltaron, provocando que por poco cayera de la cama. Sasuke miró el reloj despertador que había sobre la mesa de noche junto a su cama y suspiró cansado, eran las diez de la mañana.

–Dormí solo cuatro horas –se quejó, revolviendo su cabello. Estaba de mal humor.

Se levantó de la cama y estiró un poco su cuerpo, antes de dirigirse a la cocina a preparar su desayuno y la leche para los bebés.

Ahora que más necesitaba a Kohana, la mujer que le ayudaba a mantener su casa en orden, no se encontraba, pues estaba de vacaciones y no volvería hasta el próximo mes, cosa que lo frustraba.

Terminó de preparar su desayuno; solo pan tostado y café, y siguió con el de los bebés.

–Creo que esto está bien –dijo, sonando no muy convencido, una vez la leche también estuvo lista –. Pues si la que preparé anoche se la tomaron, esta también –asumió.

La noche anterior, tuvo que recurrir a internet para saber cómo se preparaban los alimentos para bebés. Después de tres intentos en los que, literalmente dejó quemar el agua, puso más leche de la que debía e incluso agregó azúcar, por fin salió bien.

Un tic nervioso apareció en su ceja al recordarlo.

Vació la leche en los biberones y se dispuso a ir a su habitación, pero antes de entrar a esta, el molesto timbre anunciando la llegada de alguien, lo detuvo. Frunció el ceño, él no estaba esperando a nadie.

Echó un vistazo a los bebés quienes, si bien no estaban dormidos, sí estaban calmados y ya no lloraban como cuando lo despertaron, y regresó a la cocina donde dejó los biberones, para luego dirigirse a la puerta y abrir, sin detenerse a pensar en quién podría visitarlo a esa hora.

En ese momento prefirió no haberlo hecho.

Frente a él tenía a cuatro personas que no deseaba ver en esos momentos; empezando por Itachi, su hermano mayor. A su lado estaba Sai, el segundo de los hermanos y pronto a convertirse en un famoso pintor. Tras ellos se encontraban Deidara Kimura, novio…  ¿prometido de Itachi? Era complicado incluso para ellos, definir su relación. Él también era artista, solo que se dedicaba a la escultura. Por último estaba Gaara, quien era un joven y recientemente reconocido abogado, que además de trabajar para los Uchiha, siendo el abogado de Sasuke, era novio del segundo hijo de la reconocida familia.

El tic nervioso de su ceja regresó más intenso que antes y el mal humor se acrecentó.

– ¡Sasu-chan! – los pelinegros se abalanzaron sobre el menor y lo abrazaron; aunque decir que estaba siendo asfixiado, sonaba mejor. Una gran y cálida bienvenida, estilo hermanos Uchiha.

– ¡Suéltenme! –Forcejeó inútilmente–. ¿Me ayudan? –preguntó a los otros dos tras ellos.

– ¿Por qué tendría que hacerlo? –el peli rojo sonrió burlonamente, negándose a ayudar.

–Gaara… –llamó el rubio a su lado, amonestando su actitud–. Itachi ya deja de… ¿Qué fue eso? –preguntó haciendo que todos callaran y prestaran especial atención a lo que había escuchado.

El sonido provenía de la habitación de Sasuke, quien haciendo uso de toda su fuerza y aprovechando el shock en el que se encontraban, logró separarse de sus hermanos para ir a la cocina y de ahí partir rápidamente a su cuarto.

Extrañados por su forma de actuar, lo siguieron, encontrándose con una impresionante escena que los descolocó.

Sasuke se encontraba sentado en su cama dando de comer a dos bebés, o al menos intentándolo, porque si se descuidaba con un uno, el chupete se salía de su boca y la leche empezaba a gotear por su rostro. Sí, una sencilla pero difícil tarea para un inexperto hombre, que además se le multiplicaba por dos.

–Son… Son…

Sasuke suspiró sintiéndose repentinamente muy agotado, mientras sentía a sus visitantes tratar de procesar lo que estaban viendo.

– ¿Pueden salir, por favor? Estaré con ustedes en un momento.

–Pero tu… ellos… tu…

–Itachi, vamos –dijo el rubio sin replicar, tomando al mayor del brazo y llevándolo fuera –. Gaara, trae a Sai.

–Vamos idiota –dijo y luego lo jaló de vuelta a la sala.

–Bueno, será mejor presentarlos cuanto antes –. Sabía que tarde o temprano se iban a enterar. Él hubiera preferido que fuera más tarde.

Una vez terminó con su intento de alimentarlos, los cargó y los llevó a la sala donde su familia lo esperaba.

–Te escuchamos –habló el mayor de todos. Itachi estaba serio, pero no molesto; a Sasuke le recordó cuando estaban en esas tediosas reuniones de la empresa.

–Y queremos saberlo todo –siguió Sai.

Sasuke bufó, y aunque no lo demostraba, se sentía ínfimamente nervioso.

–Desde ayer en la noche, ellos son Yusuke y Mizuki Uchiha, mis hijos –dijo enseguida y sin pensarlo mucho.

– ¿Cómo que tus hijos?

– ¿Y por qué desde ayer en la noche?

– ¿Embarazaste a una mujer y no lo sabíamos?

– ¿Quién es ella y por qué no está aquí?

–Itachi, deja que tu hermano hable.

–Tú también, cállate Sai –pidió el peli rojo.

–Gracias Deidara, Gaara –el rubio le sonrió–. Verán... los dejaron en mi puerta –todos abrieron los ojos, sorprendidos, incluso Gaara quien siempre mantenía una sería e imperturbable expresión en su rostro.

– ¿Cómo que los dejaron en tu puerta? ¿Por qué no llamaste a la policía? –cuestionó Itachi.

–Porque no puedo hacerlo.

– ¿Por qué no?

–Deidara, ¿podrías cargarlos un momento? –el asintió y se levantó para tomar a uno de los bebés.

–Gaara ayúdame con el otro.

–Pero… está bien –aceptó de mala gana, debido a la mirada que el mayor le dedicó.

Sasuke fue en busca de la carta que había dejado la mujer y la entregó a su hermano mayor, quien empezó a leerla en voz alta para lo demás.

–Eso quiere decir que… –Deidara se había quedado sin palabras. Un nudo se había formado en su garganta, luego de escuchar a su pareja leer la carta.

– ¿Haz decidido cuidarlos? –Preguntó el mayor, recibiendo un asentimiento de su parte–. ¿No te sientes obligado? Podríamos llamar a un orfanato y…

–No Itachi, yo me haré cargo de ellos.

–Sasuke, no creo que sea una buena idea –trató de razonar Sai.

–Sai, sólo quería que lo supieran. Saben que no me importa ni espero recibir ayuda de ustedes, pero de ahora en adelante ellos son mis hijos y nadie dirá lo contrario –habló con seguridad.

–Tan terco como siempre. Supongo que puedes contar conmigo –murmuró el peli rojo. Si bien no estaba tan seguro de que, lo que hiciera su amigo fuera una buena idea, la determinación en sus palabras le había dado cierta confianza para creer en lo que decía.

–También conmigo, Sasuke –dijo Deidara con una gran sonrisa adornando su rostro, era el más encantado con aquella situación.

–Gracias –contestó para luego posar su mirada en los otros dos.

–Sasu-chan ya tiene hijos y no se ha casado. ¿Por qué nosotros no podemos tener un bebé, Gaa-chan?

–No empieces, idiota –murmuró, levantando su puño, amenazando con golpearlo.

–Siempre te apoyaremos Sasuke –Itachi sonrió viendo al rubio quien aún cargaba al bebé.

–Gaara, te vez tan lindo cargando a Mizuki-chan ¡Tengamos uno!

–Olvidaré quien eres y te asesinaré.

–Sasuke, si los bebés están contigo desde anoche, quiere decir que no has comprado nada para ellos –comentó el rubio de repente.

–Solo tienen lo que ella les dejó.

–Ahora que recuerdo, en la carta menciona unos relicarios ¿Dónde están? –preguntó Sai.

–Están guardados.

– ¿Y harás lo que ella dijo, cumplirás con su voluntad?

–Cuando llegue el momento, lo haré –asintió el menor.

–Así que, el gran y amargado  Sasuke, el que dijo que nunca se casaría ni tendría hijos, ahora tiene dos –comentó burlonamente el peli rojo–. Será interesante verte en el papel de padre.

–Cállate idiota.

– ¿Qué día es hoy? –preguntó Deidara pensativo.

–Viernes, veintitrés… –respondió Sai, haciendo que el mayor abriera de sobre manera sus ojos.

– ¡Compras navideñas de último momento! –gritó poniéndose de pie, asustando y provocando que ambos bebés se pusieran a llorar.

Sasuke lo miró enojado, antes de quitar a Yusuke de sus brazos para calmarlo.

–Deidara –el pelinegro mayor lo llamó con seriedad–. ¡Vamos a comprar muchas cosas para nuestros sobrinos! –se puso de pie y empezó a hacer planes con su pareja. Segundos después Sai se les unió.

Sasuke y Gaara suspiraron mientras arrullaban a los pequeños.

–Para no tener ninguna clase de experiencia, no lo haces tan mal –comentó, viendo como él bebe se calmaba rápidamente.

–Y tú al parecer tienes mucha.

–Es verdad –admitió–. Cuando tenía catorce años, junto a mi mejor amigo decidimos trabajar de niñeros –el pelinegro enarcó una ceja, sin creer lo que decía–. Bueno, él me obligó, así que durante dos años aprendí mucho sobre niños.

–Y te burlas de mí.

–Es mi deber.

–Ya lo hace Sai –ambos miraron al moreno.

–Creo que Mizuki se está quedando dormida –notó Gaara–. Supongo que duermen en tu cama–. El peli negro asintió poniéndose de pie para caminar a su cuarto, seguido por su amigo.

– ¿Sasuke, has cambiando sus pañales? – preguntó después de haberlos acostado.

–Eh… ¿Había que cambiarlos? –el peli rojo golpeó su cabeza con la palma de su mano, al mismo tiempo que dejaba escapar un suspiro agotador.

– ¿Dónde están? –El moreno le entregó la maleta y Gaara buscó lo que necesitaba–. Acércate idiota, tienes que aprender a cambiar pañales.

Minutos después, ambos bebés tenían pañales limpios y estaban vestidos con ropa limpia también. Esto último lo había hecho Sasuke siendo obligado por el otro, claro está. Si quería ser un buen padre, tendría que aprender todo lo necesario acerca del cuidado de bebés.

–Serás una excelente madre, Gaara –comentó burlonamente cuando regresaron con los demás.

–No molestes.

–Sasuke, ve a cambiarte, iremos de compras –ordenó Deidara al notarlo ya de vuelta.

–Tengo que quedarme con los bebés.

–Ellos irán con nosotros.

–Pero no quiero ir –respondió de mala gana–. Estoy agotado.

–Sasuke –llamó su hermano mayor, acercándose a él y rodeándolo por los hombros con su brazo–. Tus hijos no tienen cunas donde dormir, ni ropa, ni juguetes, ni…

–Está bien, ya regreso –exclamó derrotado, dándose media vuelta.

– ¡Aquí te esperamos!

 

Un par de horas más tarde y ya en el centro comercial, los nuevos y emocionados tíos recorrían cada tienda especializada en bebés, queriendo llevar todo lo que les gustara para sus lindos sobrinos, sin escatimar en gastos. Deseaban que los pequeños se sintieran cómodos y tuvieran todo lo que pudieran para ser felices.

Y mientras el azabache menor se interesaba en llevar algo para sus hijos, los otros cuatro se reunieron fuera de la tienda para esperarlo.

– ¿Creen que lo haga bien? –Preguntó Deidara.

–No, pero está tan seguro de que podrá, que al final será un buen padre y saldrá bien –contestó Sai, viendo a los bebés dormidos en brazos de Itachi y Deidara–. Nunca creí que Sasuke hiciera algo como esto –comentó refiriéndose a los pequeños.

–Yo tampoco lo creía –admitió Gaara–. Al principio pensé que lo hacía por lástima y que después se le pasaría y los llevaría a un orfanato, pero entonces recordé que Sasuke nunca hace las cosas por lástima. Además lo notaron, ¿no? Parece… emocionado, aunque el muy amargado no lo demuestre abiertamente.

–Tienes razón –el Uchiha mayor se fijó en la pequeña niña que dormía en sus brazos, mientras hablaba–. A él parece agradarle la idea de ser padre.

– ¡Sasuke-kun! – escucharon el repentino grito de una mujer cerca de ellos.

– ¿Por qué de todos los centros comerciales que hay, tuvo que venir a este? – Se preguntó Sai, viendo como su hermano menor era perseguido por una molesta e insoportable peli rosa. Su novia de turno, claro estaba.

–Sasu-chan tendrá problemas –murmuró Itachi.

–Hola chicos –saludó con una gran sonrisa, en cuanto estuvo frente a los hombres–. Itachi-san, son… –La chica se quedó sin habla al percatarse de los dos bultos que cargaban lo mayores.

–Sakura, te presentó a mis lindos sobrinos –le dedicó una gran y extraña sonrisa.

–So… ¿sobrinos? –Preguntó incrédula–. ¿Sai-san tiene hijos? –miró al segundo de los hermanos, quien sonrió igual que el mayor.

–Molestia rosa –la llamó, provocando que ella frunciera el ceño ante el apelativo–. También son mis sobrinos… Y si Itachi no es el padre de los bebés, ni yo, eso quieres decir que…

–Cállate idiota –le ordenó Sasuke, tras llegar junto a ellos–. Son mis hijos –se dirigió a la peli rosa quien le miró en shock luego de escuchar aquella noticia.

–Esto se pondrá feo –murmuró Itachi, alejándose unos cuantos pasos de la pareja, siendo seguido al instante por los otros–. Apuesto una cena en el mejor restaurante de la ciudad a que arma un escándalo. 

–No creo que sea capaz ¿O sí? –preguntó el rubio, esperando que la reacción de la joven no fuera como el mayor esperaba.

– ¿Tus hijos? ¡Embarazaste a otra mujer! –gritó atrayendo rápidamente la atención de las pocas personas que pasaban a su alrededor–. Sasuke, exijo una muy buena explicación acerca de eso. Quiero saber quién fue la zorra con la que te acostaste, mientras estabas conmigo.

–No debió decir eso… –comentó Sai, negando con la cabeza mientras escuchaban los gritos de la chica–. Si sigue hablando sin saber, Sasuke se enfadará.

– ¡¿Quién es la madre de esos bastardos con la que me engañaste?!

Sasuke pretendía mantenerse en silencio hasta que a la fastidiosa con la que salía, se le pasara la rabieta y dejara el escándalo, pero cruzó la línea al insultar no sólo a sus hijos, sino también a su madre. Oh, eso no lo iba a permitir.

 –Ahora si se enojó –dijo Sai, notando como la expresión en el rostro de su hermano cambiaba–. ¿Creen que tarde mucho? Mejor tomamos asiento y esperamos a que se vaya...

– ¡No eres nadie para decir eso de mis hijos! –espetó enfadado.

– ¡Soy tu novia!

–Primero deja de gritar, maldición.

– ¿Qué deje de gritar? ¿Hablas en serio? –Su chillona voz ya estaba hartando al peli negro, quien solo deseaba irse de ese lugar en ese momento–. ¡¿Cómo me pides que me calme, cuando me acabo de enterar que tienes hijos con quién sabe que zorra?!

– ¡Ya cierra la maldita boca, tú no sabes nada! –le gritó–. Escúchame bien, Sakura –le dedicó la mirada más fría y aterradora que pudo–. Ya me tienes harto…

–De seguro es culpa de esa zorra –interrumpió.

–Nunca, en toda tu insignificante vida, vuelvas a insultar a mis hijos y su madre –gruñó, acercándose lo suficiente a la chica, como para que sólo ella fuera capaz de escucharla, llegando a asustarla–. No eres nadie para hacerlo. Nos vamos –se dirigió a los otros, quienes sin replicar, dejaron atrás a la asombrada y perpleja peli rosa.

–Eso estuvo genial, aunque la fea esa arruinó la tarde. ¿Sabes? Me alegra que por fin te hayas deshecho de ella, nunca me gustó… –Sai hablaba, mientras el irritado moreno trataba de ignorarlo.

–Maldición, lo que me faltaba –murmuró tras detenerse, al ver a una hermosa e imponente mujer, caminar en dirección a ellos.

¿La conocía? Desde que tuvo uso de razón.

– ¡Sasu-chan! –Frente a él tenía a su adorable madre, Mikoto–. Mi lindo niño, te extrañé mucho –dijo la mujer mientras abrazaba y besaba cariñosamente a su hijo, sin importarle que estuvieran en público.

–Ya madre, todos nos están mirando –. Sasuke se removió incomodo tratando de soltarse del agarre vergonzoso de su madre.

–Pero Sasu-chan –. La mujer hizo un pequeño puchero, antes de fijarse en sus otros hijos–. Un momento… ¿Por qué tienen bebés?

–Oh, ella es Mizuki y él Yusuke. Son lindos, ¿cierto? –los presentó Sai, repentinamente animado–. Estamos haciendo compras navideñas para ellos. Hemos comprado tantas cosas que no se si habrá espacio suficiente para acomodarlas y son hijos de Sasuke –soltó tan rápido que la mujer tardó más de lo necesario en procesar la información recibida.

–Ah, hijos, claro… ¡¿Tus hijos?! – Mikoto llevó una mano a su pecho y se sostuvo con la otra de Deidara, que era el más cercano a ella.

–Será mejor ir a casa –propuso el menor–. Llama a papá, dile que vaya. Hablaremos cuando estén todos.

Hubo silencio después de eso, incluso en el camino de regreso nadie dijo nada y sólo hasta que el patriarca de la familia pisó la casa de Sasuke, este habló.

–Espero una muy buena explicación –se limitó a decir su padre al ver a los pequeños en brazos de sus otros hijos.

Sasuke hizo exactamente lo mismo que había hecho anteriormente; los presentó como suyos y les enseñó la carta que la mujer había dejado, ahora solo debía esperar las reacciones de sus padres.

– ¿Estás seguro de esto? –Preguntó Mikoto–. Sasuke, sabes que puedes llamar a un orfanato o a la policía, no tienes por qué hacerte cargo de ellos.

–Creo que no entendiste mamá. Son mis hijos y los cuidaré, te guste o no –. Su voz sonó firme y sobre todo, segura.

– ¿No dirás nada? –preguntó la mujer mirando a su esposo.

–Por lo que veo, ustedes ya se han hecho rápidamente a la idea de que son sus sobrinos –afirmó el patriarca de la familia, mientras veía como Deidara y Sai, hacían muecas a los bebés que ya estaban despiertos.

– ¿Cómo no hacerlo? –Cuestionó Sai–. No tienen más de dos meses de vida y ya han sufrido sin saberlo. Prefiero que se queden con nosotros que estar en quién sabe qué otro lugar con personas que tal vez sean crueles y no los traten ni los mimen como nosotros.

–Bueno, supongo que…

– ¿¡Fugaku!?

–Cariño… Sasuke está lo suficientemente grande como para saber lo que quiere y lo que hace –cortó el hombre sin dejar de mirar a sus hijos–. Tráelos, quiero verlos –pidió mirando al menor, quien con un pequeño asentimiento tomó a ambos bebés en sus brazos y los llevó hasta dejarlos en brazos de sus padres.

Mikoto suspiró dándose por vencida, mientras arrullaba al bebé.

–Tener hijos no es tarea fácil y menos si estás soltero. Deberás prestar más atención a ellos –comentó Mikoto–. No me importa las circunstancias, solo quiero que estés seguro de lo que vas a hacer. Dime hijo, ¿esto es realmente lo que quieres?

–Madre, tal vez sea apresurado y quizás no haya pensado mucho en ello, pero es que… al leer la carta de esa mujer, sentí que yo había sido elegido para cuidar de ellos.

–Querida, no le des tantas vueltas, ni pongas peros a una decisión que Sasuke ya ha tomado –intervino Fugaku.

–Nunca imaginé que papá podría ser tan cariñoso con alguien –susurró Sai a su hermano mayor, mientras ambos miraban a su padre jugar con Mizuki, quien parecía disfrutar de la atención del mayor.

–Te escuché Sai –habló el hombre–. Si no lo recuerdas, también era así cuando ustedes estaban pequeños.

Sai se encogió de hombros y sonrió tímidamente.

–No me queda más que dar la bienvenida a la familia, a estos dos pequeños.

–Gracias papá –. Y por primera vez en mucho tiempo, Sasuke se permitió sonreír. Una diminuta pero autentica sonrisa con eso que muchos identificaban como felicidad.

Y así, la tarde en casa del menor de los Uchiha, pasó en una abrir y cerrar de ojos. Entre consejos de parte de su madre para el cuidado de los pequeños; sus hermanos que se habían dedicado a jugar con ellos y los demás, quienes veían con diversión todo aquello, Sasuke terminó el día más agotado de lo que estaba y con el simple deseo de dormir sin ser molestado. Agradecía que su madre se hubiera tomado la molestia de ayudarle con los niños e incluso dormirlos antes de marcharse; eso le daba algo de tiempo para tomar una  ducha que lo relajara y permitiera dormir tranquilo. Lastimosamente, sus nuevos hijos no pensaban lo mismo que él.

 

* * * * *

 

Para la noche buena, cuando Naruto regresó a casa luego de terminar su turno en el hospital, se encontró con toda la familia reunida, desde sus abuelos, a los que no veía desde hacía mucho, hasta su padre y hermana.

– ¡Ero sennin, abuela! –Gritó el rubio en cuanto se acercó para saludar a los mayores, recordando aquel apodo que hace tiempo había escuchado de los labios de su abuela y que ahora le era imposible no decir–. ¿Cuándo llegaron? Creí que pasarían la navidad en Europa –preguntó tras sentarse a la mesa, junto a su hermana.

–Esta tarde –respondió la mujer–. Queríamos sorprenderlos.

–Europa no es tan genial –comentó su abuelo–. Es mejor si estamos con ustedes.

– ¡Además, han traído muchos regalos! –exclamó Ino, alegremente.

–Estoy seguro que se emocionó más por lo que trajimos, que al vernos –comentó el anciano.

–Claro que no, pero los regalos también son importantes –aceptó la menor, encogiendo los hombros.

–Esta niña –bufó Jiraiya, para luego echarse a reír.

–Hijo, antes de que llegaras, estábamos hablando acerca de lo que haremos el próximo año –dijo Minato, mirando al rubio–. Con la apertura de la nueva clínica y el negocio de Jiraiya-san expandiéndose, hemos decidido que nos mudaremos a la capital.

–Oh… –murmuró pensativo, sopesando la noticia–.  ¿Cuándo será la mudanza?

–En seis meses aproximadamente. Nos gustaría que nuestros actuales empleados consigan nuevos trabajos antes de que nos marchemos.

–O puedes nombrar un nuevo gerente que se haga cargo de esta sucursal –comentó Jiraiya–. No tienes que cerrar la empresa, ni dejar a esas personas sin empleo.

–Tienes razón. Ya lo hablaremos después –aceptó Minato.

–Bueno, si es así, me dará el tiempo suficiente para despedirme de mis niños.

–Si lo prefieres, puedes quedarte aquí –sugirió su padre–. Sé cuánto aprecias trabajar en ese hospital, así que no voy a interferir en tu decisión.

–Lo sé, papá y lo agradezco, pero… creo que ya es tiempo de un cambio.

Minato descifró al instante lo que quería decir su hijo con eso, y si lo pensaba bien, tenía razón. Ya era hora de pasar la página (aunque fuera doloroso) y comenzar a escribir en una nueva hoja.

–Además, la clínica de la abuela me necesita, soy lo mejor que tiene –finalizó con una amplia sonrisa, llena de confianza y seguridad.

–Mocoso, no lograrás convencerme tan rápido –dijo Tsunade, bufando e intentando no sonreír gracias a su nieto.

–Yo me iré antes, con la abuela, para seguir con mis estudios –comentó también Ino–. En cuanto termine, trabajaré con el abuelo en su empresa.

– ¿Ah sí? ¿Desde cuándo decidimos eso? –Cuestionó el anciano con una divertida expresión en su rostro–. Esta niña... –repitió cansinamente para luego echarse a reír. Definitivamente sus nietos eran únicos.

Notas finales:

Nuevamente gracias por leer! 
Ya sabes que si te gustó, puedes hacermelo saber en un rw. 
¡Hasta pronto!

xoxo Al~


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