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La Brecha por malugr

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Notas del capitulo:

Hola, hola... ¿Adivinen quien volvio y esta de vacaciones? jajajaja

los días se fueron consumiendo y semanas se volvieron meses... Recuerdo que aquella mañana era fría, un febrero de inclemente invierno y ya era el segundo mes que transcurría desde aquel medio día en el parque que nos presentó; blanca tés y ojos grises, un asesino disfrazado de don Juan. A pesar del dolor que sentía, sonreí.

 ¿Que dolor? Mis muñecas y pies. Hacia varias horas que el se había ido y yo aun permanecía colgado por las manos a una viga del viejo techo en aquel sucio cuarto de calderas; las puntas de mis pies a penas si rozaban el suelo, incapaz de sostener mi propio peso, solo me quedaba colgar dolorosamente. 

 El sudor iba por mi piel como si de finos hilos se tratara, traviesamente surcaban entre mis poros y sentía las gotas fluir descendiendo por mis costillas, la situación era incómoda, pero de alguna perturbadora forma, excitante. 

 No se trataba de una trampa o algún secuestro, había llegado al sitio por mis propios medios, avanzando tras su amplia espalda con pasos firmes luchando contra el frío viento; estaba la olvidada caseta al límite del terreno que pertenecía a la escuela, un lugar tétrico al final de los jardines, rodeado de maleza y altos árboles, lejos de los campos de entrenamiento, y lejos de los ojos y oídos de cualquier persona. Solos avanzando hacía aquel lugar solo podía escuchar mi pulso disparado, de miedo y de emoción. Pertenecía a la escuela pues se trataba de un pequeño complejo de habitaciónes dónde algunos trabajadores eran acogidos, personas de servicio e incluso profesores hicieron hace muchos años uso de aquellos espacios en las ocasiones en que llegar a sus hogares les era difícil, claro que eso fue hace demasiados años, cuando era difícil volver a casa para aquellos que se quedaban trabajando hasta demasiado tarde, tanto había pasado que ahora el sitio parecía un set para películas de terror y pocas, muy pocas personas sabían del oculto lugar, por supuesto, una era Sebastián. 

 Aquella mañana cuando el reloj marco 6:45 am y aún ni siquiera amanecía, el me miró con fuerza abrumadora y se echó a andar hacía el sitio, sin una palabra de por medio le seguí. 

 Sogas, látigos, esposas y todo tipo de instrumentos extraños se habían vuelto comunes en aquellos dos meses. Sebastián Michaelis se había adueñado de mi tiempo y yo de su vida sexual, el jugaba a ser quien dominaba y yo encantado me dejaba atrapar y escapaba solo para ver el veneno en sus viciosos ojos recorrerme con gusto y soberbia. Era un juego exquisito, magnífico, como un suspiro que libera el cuerpo o estirarse hasta que suene el último hueso. Era caer por puro amor al duro suelo que golpeaba. 

 Aquel cuarto no era uno de los dormitorios en sí, Sebastián abrió la puerta y lo note de inmediato cuando un vapor denso me recibió. Al fondo dos viejas calderas de carbón encendidas rugian y chispeaban. El fuego era intenso y el calor dentro de la habitación también. Me sentí halagado al pensar que el había estado quien sabe desde que horas encendiendo aquellas obsoletas cosas, solo para torturarme. Tan innovador y comprometído con su tarea, jamás me defraudaba, me intrigaba y sorprendía una y otra vez sin falta y las heridas cada vez me parecían más dulces. 


 El se había detenido justo en el medio con una soga que cruzó por el techo, se volteó a mirarme y supe que debía avanzar a su lado. Me inspeccióno un poco con la mirada y soltó un risa suave. Supe a que se refería... La ropa. 

 Comencé por quitarme el abrigo que cayó al polvoroso suelo y agradecí que este fuera Negro. 

 - ¿hoy no lo harás tu? 

 Dije insinuante mientras mis dedos se movían por mi corbata para soltarla. El solo negó con su cabeza, en silencio solo me miraba. 

 Poco o nada puedo hacer justicia a lo eróticos que eran en realidad aquellos momentos, era imposible describir esa mirada cruel y deseosa y como se colaba hasta lo más profundo de mis huesos. Semidesnudo frente a él, deliciosamente vulnerable, me regocije viendo la erección que comenzaba a marcarse en su pantalón, aunque con Sebastián nunca podías estar seguro de que le excitaba más, si un cuerpo desnudo, o la idea del dolor que estaba por infligir.  

 La soga que el sostenía poco a poco la fue volviendo un poderoso nudo al rededor de mis muñecas y al terminar tiro de ella hasta dejarme por completo suspendido. 

 Mis quejidos fueron profundos por unos instantes, luego se volvieron jadeos, el dolor era intenso y más intensa aún su mirada. Sus manos permanecieron lejos de mi, como si supiera que al tocarme perdería su autocontrol; Sabía que mi sufrimiento lo provocaba y lo miraba para que notara lo mucho que dolía y lo mucho que me gustaba. En aquellos meses algunos juegos los ganó el, y algunos los perdió. El ganaba cuando la tortura me llevaba a las lágrimas o a la inconsciencia, perdía cuando interrumpía el juego y me follaba desesperado, cuando verme a su merced lo enloquecia a tal punto que se hundía en mi carne como si el sudor de nuestros cuerpos ardiendo fuera agua de un oasis. 

 Así lo miraba mientras daba vueltas a mi alrededor, complacido apreciando mi estado. Pero no sería fácil, la última vez perdió y se que esta vez no lo haría, no se dejaría llevar tan fácil. 

 Mi ropa en el suelo salvo mi bóxer que fue lo único que pude conservar puesto, yo colgando como un ahorcado y el calor denso en la habitación, era sin duda un escenario perturbador ¿de que se trataba y que seguía? No podía saberlo. Pero cerré mis ojos mientras el frente a mi disimulaba esa respiración tosca propia de un animal. 

 - ¿Cuanto?.- Murmure refiriéndome al tiempo del castigo? 

 El se movió a mi alrededor y sobre mi cabeza dejó ir algo parecido a un fino saco de tela. 

 En mi pecho sentí una punzada, era pánico... ¿En serio me dejaría así en este infernal calor? Respirar era una pesadilla antes, pero con el saco cubriendo mi rostro casi era imposible. Lo acomodó con decisión y sentí su voz en mi oído. 


 - Lo que a mi me de la gana. 

 Si... Por supuesto que si.

 Sus pasos se fueron alejando de mi y lo último que sentí fue la brisa de la puerta que se abrió mientras el salía. Luego de que volviera a cerrarse, me supe abandonado en aquel cruel lugar. 

 ¿moriría deshidratado o Asfixiado?  Era aterrador pensar en cualquiera.

 A veces los juegos de Sebastián eran como rompecabezas, que pretendían volverme loco a veces simplemente rozaba sus cigarros quemando levemente mi piel mientras me hacía desnudarme sobre su regazo. Pero también había ocasiones en las que únicamente quería ver como me retorcia y eran tan lúgubres sus métodos que un par de veces no tuve dudas de que moriría. Esta vez era una de ellas. 

 Así fue que transcurrió el tiempo mientras pensaba en como se verían mis padres al enterarse de que su hijo había muerto y la expresión que tendría el rostro de Sebastián al ver a su presa sin vida ¿sonreiria?¿O al menos por un instante lo lamentaria? ¿Y una vez encontrara a alguien para reemplazarme, me extrañaría? 

 Delirios de todo tipo me acompañaron esa mañana ¿el estaría en clases, o se habría ido? Tal vez incluso no volvería hasta mañana y si ese era el plan entonces significaba que este era el fin. Mis pulmones cada vez se comprimian más y mi cuerpo solo quería rendirse. 

 Lo podía imaginar con ojos fijos en la nada, pensando en mi rostro y en como se deformaba con el dolor; dónde quiera que estuviese, haciendo lo que fuese, sabía muy bien que yo pensaba en el y lo imaginaba disfrutar y así mismo el pensaba en mi y a veces dudaba de sí en verdad quería ganar y verme morir, o si prefería perder y poseerme casi agonizante. 

 De pronto él gris de sus ojos salió de mi mente y algo capturó mi atención. 

 Un escalofrío terrible me recorrío al notar lo que era... Voces, fuera de la cabaña. 

 Maldita sea pensé. 

 Luchando con mi estado deplorable intenté guardar algo de compostura ¿de que se trataba? ¿Como es que había personas en este lugar? ¿Me encontrarían? 

 Por un instante en serio quise morir.

 - Caballeros por favor, siganme...


 Las palabras me parecían distantes, aunque estaba completamente seguro de que no lo eran tanto como pensaba, sin duda estaban a una pared de mi, si cruzaban la vieja puerta ¿Que sería lo siguiente? 

 A juzgar por lo poco que podía oír aquello parecía un recorrido, un hombre mayor haciendo una especie de tour. No tuve dudas de que se trataba de autoridades de la escuela ¿Podía ser cierto que justo hoy planearon dar un maldito paseo por esta zona? ¿Todo el personal me vería así?  

 Maldición no... No hay coincidencias así, no con Sebastián. 

 Recuerdo bien esas sensaciónes. Estar indefenso, moribundo... El calor, la sed, el dolor, la angustia.

 A Solo metros, los hombres de modales finos y palabras pausadas hablaban sobre el desolado lugar y propuestas se lanzaban al aire sobre lo que sería su futuro y que provecho pudiese sacarse de él. Los escuchaba ir hacia las habitaciones y de poco en poco acercarse a mi posición en la olvidada caldera

 ¿Que debía hacer? 

 Aún sometido a todo aquel estrés debía decidir, pues ahí estaba el centro de toda cuestión y la trama central en las historias de Michaelis; todo se trataba de cuánto podía resistir y una vez en el límite, que camino elegiría para salvarme.

 En ese momento sólo habían dos cosas por hacer...

 Podía permanecer en silencio y solo esperar a que mi suerte se extendiera lo suficiente como para que no me encontraran, permanecer ahí suspendido ante la incertidumbre; O podía también gritar, acabar con aquella desgraciada situación, ser rescatado de la asfixia, de la deshidratacion, de las sogas que cortaban y abrían las carnes de mis muñecas... podía decir la verdad, delatar a mi captor, hundirle como al psicópata que era en una cárcel y seguir mi vida como el rico casanova sin pagar las consecuencias de haberme divertido a expensas de los perturbados juego de Michaelis. 


 Cuán difícil era pensar adolorido... 


 ¿Que debía hacer? ¿Que me beneficiaba más? 


 Mi egoísmo era legendario y sentí el escalofrío gustoso de quien se salía con la suya. Luego de haber desatado el infierno podía ganar sin costo alguno... 


 Me sentí temblar ¿Lo haría? ¿Te hundiría? 

 Vi sus ojos condenarme ardiendo de rabia y me retorcí de puro gusto y miedo... Tan excitado y sobrecogido. Instantáneamente me embargaron los síntomas del desvanecimiento, luego de tantas horas por fin estaba a punto de desmayarme. Si permanecía en silencio podía no ser descubierto y a aún a expensas de mi dolor Sebastián estaría a salvo; si gritaba acabaría con todo, e incluso con él. Podía salvarme en un instante, o elegir sufrir hasta posiblemente morir por cubrirle a él...

 Luche conmigo mismo e hice un intento doloroso por tragar, a penas si había saliva en mi boca. Mi garganta ardía y casi podía jurar que sangraba.

 Había tomado mi decisión y mi corazón se exaltó al sentir tan cerca las voces... 

 - Encendimos las calderas muy temprano, para una prueba...

 No podía creer lo que haría... 

 - Fue magnífico comprobar que un funcionaban, aunque es un sistema obsoleto aún puede ser utilizado... 

 El sudor de pronto lo sentí como electricidad mientras escuchaba el manojo de llaves chocar contra la vieja cerradura.

 - Solo denme un instante para conseguir la llave...

 Cerré mis ojos.

 Tome una dolorosa bocanada de aire.

 Y lo hice...

 Por que así debía hacerse, porque así éramos el y yo... Igual de sucios, igual de podridos... Igual de adictos al mismo destructivo juego...

 Sebastián, Sebastián, Sebastián... Repetí su nombre en mi mente hasta que mis secos labios comenzaron a pronunciarlo en voz alta casi como un rezo. 

 Si, así... Así como cuando el infierno es tan real que confundes a lucifer con dios y coreas el nombre de tu asesino como si fuese tu héroe Salvador. 

 Ese era el momento, era el punto en que todo acababa. Así era como Lucía su triunfo, como cuando luego de 5 horas y media lo reconocía a él como única opción, como el completo dueño de mi destino, como el único con poder de salvarme o destruirme. 


 Nadie más que él y nadie como él. Y por encima de la paz elegí guerra, en vez de suplicar ayuda, lo nombraba a él. 

 Un afilado metal corrió por mi espalda y al borde de sofocarme, ya sin sentir mis manos ni brazos, lo encontré impensablemente divino, inexplicablemente salvador.

 En un segundo el filo hizo su trayecto subiendo por mi columna y mi brazo izquierdo.

 A escasos 3 metros la antigua cerradura seguía rechinando con cada llave que el hombre probaba, quedaban pocas, podía sentirlo, el tiempo se había acabado…

 Un brazo fuerte rodeo mi cintura y el cuchillo que había rozado mis muñecas, finalmente, corto la soga por donde se unía a la viga.  

 El par de brazos me sujetaron con fuerza y con agilidad me alzaron al tiempo que la última llave entraba en la cerradura. Conté los pasos, cinco exactamente, que mi rescatador dio hasta el final de la habitación junto a las calderas donde sentí que el vapor me quitaría la piel.

 Al otro lado de la sala la llave giro abriendo la puerta principal cuyo chirrido cubrió perfectamente el sonido que hizo la puerta del fondo que atravesamos para salir de la caliente habitación, cerrándose a un segundo de que los hombres entraran…

-          Adelante caballeros, son libres de echar un vistazo, por aquí tenemos…

 El pecho sobre el cual apoyaba mis manos rugía, tras la puerta los hombres siguieron su tediosa charla sin imaginar lo cerca que habían estado de irrumpir en una escena de crimen.

 Seguía pegado a su pecho y el avanzaba velozmente lejos del lugar hasta que no pude escuchar las voces, ni nada más que sus pasos, unas viejas escaleras y una puerta abrirse frente a nosotros.

 En una tibia habitación que me pareció fresca en comparación con la sala de calderas, me sentó con violencia sobre una rechinante mesa.
 

 El cuchillo que uso para liberarme, se apoyó con rudeza en mis costillas.

 De un tirón el saco descubrió mi Cabeza.

 Ahí estaba casi cegándome… Mi ángel de infierno.

-          ¿Qué tanto duele?

 Respiraba agitado y esbozaba un sonrisa entre jadeos que me helo la sangre.

 Mis muñecas  se fueron sobre su cabeza, tras su cuello.

-          Es insoportable…

 Murmure a penas con voz justo antes de desmayarme.

 

 Más tarde esa noche desperté en mi cama, mi ropa en mi escritorio, mis muñecas vendadas y un pequeño paño húmedo en mi boca y ahí donde reposaba un vaso de agua un sobre blanco…

 Bebí despacio y abrí el sobre con cautela, era una foto… una foto mía.

 Estaba ahí, suspendido, el saco sobre mi cabeza, gotas de sangre que emanaban de mis muñecas delineaban el contorno de mi cuerpo, el sudor mezclarse con el hollín de las calderas que me daba un aspecto sucio y deplorable. Aunque solo era una foto se podía sentir y palpar el sufrimiento y mi desesperado intento por alcanzar el suelo con mis pies mientras la piel se me rasgaba con mi propio peso y el calor me sofocaba.

 La vi con incredulidad, había sido tomada por alguien dentro de la habitación de calderas, alguien sentado justo frente a mí, alguien que no había abandonado jamás la habitación.

 Me levante de la cama terriblemente adolorido y me mire en el espejo, estaba perfectamente y salvo las vendas nadie nunca creería que el de la foto era un yo de hacia horas.

 Camine a la ventana y la abrí, complacido con la helada brisa, le eche otro vistazo al sobre. Una pequeña nota…

 “Que deliciosa agonía. S.M.”

 Contemplaba el bosque e imagine su rostro, todo ese tiempo sentado disfrutando mi desesperación durante horas sin emitir un sonido, sin dar una bocanada de aire demás. Empuñando su cuchillo, listo para liberarme, o para asesinarme si es que intentaba traicionarlo; de haber gritado por ayuda, me habría apuñalado sin dudarlo, y para cuando los hombres lograran abrir la puerta, mi sangre estaría toda en el suelo y el lejos de aquel lugar huyendo por la misma puerta trasera por donde me saco.

 Era brillante, retorcido pero brillante. Todo perfectamente planeado, la distancia perfecta que debía tener la soga, la hora de llegada de los hombres, la ruta de escape, los pro y los contra…

 Me pregunto qué rostro hiciste, cuando estando listo para asesinarme, me escuchaste susurrar tu nombre ¿Lo esperabas?

 No pude evitar reír.

 Mire la foto y de nuevo el denso bosque.

 Me pregunto qué rostro estás haciendo justo ahora al pensarme…

 Y complacido continúe imaginando su expresión, hambrienta de mi.

 

La alarma en mi reloj sonó apenas dos veces y en el acto la apague.

 8 p.m.

 Abandone mis recuerdos  y avance a la puerta de mi habitación. La noche había caído hacía rato, y ahora era mi turno de en sigilo ir hasta el lugar que habíamos acordado.

 Me moví como un gato, cauteloso y decidido hasta estar al borde de las solitarias escaleras de emergencia.

  Sótano 3. Sabia bien que ahi abajo me esperaba su red, impecable como siempre, cada paso previsto, todo planeado. El no podia equivocarse, yo no podia ganar.

  Y  lamente con profunda rabia no haber gritado ese día… sintiendo como si aun me sofocaba bajo aquel saco.


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