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La Brecha por malugr

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Notas del capitulo:

 Increíblemente bien me lo he pasado con esas hipótesis que han dejado en los comentarios. Debo decir que hay un par de cosas por ahí que puede que se cumplan jajajajajaa me encantan todas las buenas ideas que me dan... Sigo en tierra de nadie así que las respuestas a cada comentario las daré a penas pueda. Gracias por involucrarse de esta forma en la historia!! 

 Saludos!!

Cuando era niño vi un pez que agonizaba en el fango… 
 
 22 de diciembre 11:30 Pm 
 Crear mensaje. 
 Para: Sebastián. 
- ¿Sabes algo acerca de suturas? -
 
 Apoye el celular en la mesita junto a él lavabo y seguí quitándome la camisa ensangrentada. 
 
 La noche no había sido lo que esperaba. A eso de las 5:00 pm a medio devorar por el tedio y aburrimiento resolví salir a dar una vuelta para despejarme, me arregle, llame a un taxi y di el nombre de una calle al azar casi al otro lado de la ciudad, me bajé sin rumbo y camine entre la gente hasta que conseguí un pequeño bar poco importante y armado como siempre con mi identificación falsa y una vestimenta cara digna de un ejecutivo adinerado, conseguí entrar sin problemas. Luego de un par de horas y algunos vasos de whisky supe que mi noche estaba por arruinarse cuando una mujer algo pasada de tragos atravesó el local contoneándose y llegó junto a mi en la barra a ofrecerme su compañía (que en absoluto quería) y un poco más, o al menos eso me dio a entender mientras me susurraba su nombre al oído y me acariciaba el paquete; debía tener unos 25 años, sin ningún atributo que resaltara y un mal aliento infernal. Antes de que pudiese decir otra cosa la aparte con mi pierna como se haría con un animal sarnoso y como era de esperar mi gesto no le sentó bien. Vocifero un par de insultos mientras yo me reía y seguía bebiendo y luego sentí el impacto de un vaso estallar contra mi espalda ¿el origen? el novio de la desagradable ebria que me intento abordar, acababa de entrar al bar buscándola y no vio con buenos ojos la forma en que la humille… siempre me preguntaba donde estaba el autorespeto de esos hombres que aun al saber que son engañados y burlados siguen aferrados a sus rameras como si fuesen diosas. En fin, recuerdo que me levanté de mi silla, me puse el largo abrigo negro y luego de derribarle y reventarle a patadas me fui corriendo, antes de que llegara la policía que ya había sido llamada. A unas tres calles de distancia tome otro taxi regreso a casa; pensaba mientras veía las calles pasar por la ventana, que lo bueno de los bares baratos es que nadie interrumpía las peleas y la policía tardaba bastante en llegar. Aún me ardían los nudillos… debí golpearlo más, mucho más. 
 
 Mensaje nuevo. 
 De: Sebastián.
- ¿en qué demonios te metiste? – 
 
 Responder. 
 Para: Sebastián. 
- Un pequeño altercado… ¿te sientes con ánimo de jugar al enfermero? -– 
 
 Maldición. La sangre bajaba por mi espalda y ahora llegaba hasta la línea de mi pantalón. 
 
 Abrí la ducha conservando mis boxer y entre. Hacia bastante tiempo que no me herían así en una pelea. Deje que el agua cayera sobre  mi nuca y se deslizara por mi espalda arrastrando la sangre con ella; el blanco suelo pronto se tornó rojo, como una película de terror. Ya había visto esta escena, la verdad es que nunca me dio miedo meterme en peleas, de hecho las disfrutaba bastante, era mejor que ir al gimnasio, con el tiempo se hicieron menos frecuentes pero no olvidaba la sensación de la carne aplastada contra mi puño, las costillas crujir luego de una patada. Fue bueno revivirlo. 
 
 Cuando el suelo volvió a tornarse blanco salí de nuevo hacia el espejo, ahora podía ver bien las heridas, yo estaba en lo cierto, uno de los cortes iba a necesitar sutura. 
 Abrí el cajetín bajo el lavabo y tome unas pinzas. De espaldas al espejo venía la parte incómoda, sacar los vidrios. Los dos primeros fueron sencillos, pero el tercero estaba bastante profundo y era bastante grueso. Si, debí golpear más a ese infeliz. 
 
 La ubicación era terrible, pero como mejor pude conseguí alcanzarlo y sujetarlo firmemente con las pinzas, la sangre seguía brotando y a cada instante me dificultaba más el trabajo. Comencé a tirar de el despacio y apreté un poco los dientes mientras sentía perfectamente como cada borde me rasgada la carne al irlo extrayendo, como si se reusara a salir. Fui consciente de cada milímetro de el… tanto que ni siquiera el sonido de la ventana en mi cuarto cerrándose me saco de mi concentración.
 
 En el espejo el mosaico que formaban agua y sangre corriendo por mi espalda lucían como un macabro cuadro… y ahora tenían un espectador. Sus ojos grises brillaron en el cristal. 
 
 Estaba de pie bajo el marco de la puerta, en mi cuarto todas las luces estaban apagadas exceptuando la dramática luz blanca del baño, así que mientras se quitaba la negra chaqueta de cuero y se iba acercando, parecía una sombra emergiendo de la negrura. Ojos fijos en el espejo. 
 
- Pensé que no vendrías. 
 Se detuvo justo frente a mi. 
- Déjame verla. 
 
 Me di vuelta y seguía viéndolo a través del espejo. El inspeccionaba cada milímetro de mi piel y su mano subió a uno de los primeros cortes. Me crispe por su tacto helado. 
 
- ¿Duele?
- No, es que estas congelado. 
- Ya veo. 
 
 Hizo algo parecido a una sonrisa. 
 
- Estas curaran solas. 
- Lo se, necesito ayuda con la última. 
- Si… 
 
 Dos de sus dedos bordearon cada herida sin separarse de mi piel arrastrando consigo la sangre, como si pintara en un lienzo. Llegó a la última donde el vidrio permanecía a medio camino. 
 
- Es bastante espectacular. 
- ¿el que? 
- Tu sangre… dramática, muy brillante. 
- Ya la habías visto. 
- No así. 
 
 Paso su mano por mi costado y pude ver sus dedos bañados por ella. Su brazo me rodeó y me hizo girar. Se acercó más a mi, hasta que mi mejilla quedo recostada en su pecho. Su mano helada se acomodó en mi espalda baja y la otra alcanzó mi hombro herido. Ambos mirábamos la imagen en el espejo, lucia como un abrazo sangriento. Con sus dedos sujeto el vidrio que sobresalía. 
 
- ¿no es incómoda esta posición? 
- No querrás perderte el espectáculo. Lo mejor de encajar un puñal es sacarlo luego. 
 
 Su corazón comenzaba a acelerarse y el mío le seguía ahora que de nuevo los bordes filosos me cortaban desde adentro al tiempo que el tiraba. Con el pulso intacto fue jalándolo, alternado la mirada entre la herida sangrante y mi rostro tenso. Exhale complacido y satisfecho cuando por fin la punzante sensación se extinguió. Lo había sacado. 
 
 Sin dejar de verme se acercó a mi oído.
 
- Justo esa cara haces cuando te corres… 
 
 Me reí contra su pecho. 
 
 El burlón Sebastián se separó de mi y el vidrio ensangrentado fue a parar al mismo bote que los demás. El se lavó las manos, yo seguía viendo la herida. 
 
- ¿trajiste todo o necesitas algo? 
- Lo tengo todo. 
- ¿Por qué pareces emocionado? – dije sonriendo.- 
- Voy a ver de qué estas hecho ahora que la aguja te atraviese… - sonrió con ojos maliciosos. –
 
No era la primera vez que me cosían sin anestesia, pero no pude evitar el escalofrío. Sonreí. 
 
 Sebastián se sumergió en la oscuridad de mi habitación unos instantes y al volver traía consigo una toalla pequeña y un botiquín. Me senté dentro de la bañera y Sebastián al borde con pantalones remangados y las mangas hasta los codos. 
 
- ¿haz hecho esto antes? 
 
 Sebastián humedeció la toalla con el agua en la que yo estaba sumergido. 
 
- Varias veces. Aunque sólo a mi mismo ¿Y tú?
- Una vez, en el muslo. 
 
 Comenzó a limpiar la herida. 
 
- Es toda una revelación… - se burló de nuevo. – te creía más delicado, príncipe.
- Idiota. No eres el único con un par de heridas… 
 
 Sebastián abrió el botiquín y pude ver la aguja 3/8 punta diamante, nylon… si, iba a estar divertido. 
 
 Ensarto el hilo y deslizó divertido la punta por mi nuca. 
 
- En serio eres un sádico. 
 Se rió. 
- De acuerdo, voy a hacerlo… ¿listo? 
- Claro. 
 
 Lo dije muy seguro, aunque bajo el agua mi pie se agitaba nervioso. 
 
 La punta filosa contra mi piel no encontró resistencia alguna y con el temple de un cirujano Sebastián me atravesó. Fruncí un poco el ceño, pero permanecí estático mientras la aguja comenzaba a entrar por el otro borde de la herida.
 
- ¿Qué fue lo que pasó? 
- Una pelea supongo.
- ¿Supones?
- Su mujer se me ofreció, yo la insulte un poco, el me reventó un vaso en la espalda y luego yo lo jodi a golpes. Dio bastante lástima, no parecía haber peleado nunca. 
 
 El hilo siguió la aguja y Sebastián cerró la primera puntada. 
 
- Entre más la humillaba, el más luchaba por ponerse en pie y entre más el quería defenderla, yo más quería borrarle la cara a patadas. 
 
La aguja un poco más arriba volvió a ensartarse en mi piel. 
 
- Curioso, te creía más aficionado a la guerra psicológica y la manipulación que al combate físico… 
- Lo soy, pero eso no limita lo bueno que sea partiendo caras. Estaba encolerizado. ¿Por qué sería eso? ¿Por qué la defendía? La muy golfa se burlaba de el en sus narices y aún así el recibió una paliza por ella.
- Supongo que de eso se trata aquello del amor. 
 
 Tenía los ojos fijos en el fondo de la blanca tina. 
 
- ¿Alguna vez has querido a alguien? 
 
 Sebastián siguió cerrando la segunda puntada. 
 
- No. 
- ¿Por qué piensas que sea eso? ¿Qué algunos no tengan la capacidad de querer?
- Estoy seguro de que puedes responder a esa pregunta por ti mismo Phantomhive.
- En realidad no… quizás alguna cursilería como que “nos da miedo salir heridos” 
 El bufo. 
- Eso es basura. 
- ¿tu que dirías? 
 
 Una tercera y última puntada. Sebastián ensarto la aguja. 
 
- Ay quienes nacen sin suerte o sin hogar, así mismo hay quienes nacen sin nada en común con otros. Es otra forma de estar desahuciado, no perteneces a nadie realmente, no hay nadie para ti y tu no eres para nadie. 
 
 Me vi reflejado en el agua y encontré más sentido en sus palabras del que hubiese querido. Reconocía muy bien esa sensación de no congeniar jamás con alguien, de no pertenecer a ningún sitio. 
 
- ¿Cómo lidiar con eso? 
- Estando sólo. Es todo. 
- ¿Solo? No soy como tu michaelis, vivo rodeado de gente ansiosa por estar conmigo. 
 
 Cerró el último punto y la sutura estuvo terminada, aún así ninguno se movió de su sitio. 
 
- Terminarás por descubrir que es peor.
- ¿No crees que es mejor algo que nada? 
- Es una quimera príncipe…
- ¿qué tiene de malo algo de quimera para suavizar la realidad? 
- Que todo ese cariño y compañía vacía para nosotros es como lodo a punto de secarse…
- ¿Cómo lodo a punto de secarse?
 Sentí la húmeda toalla deslizarse sobre los puntos.
- Cuando era niño vi a un pez agonizar en el fango… 
- ¿qué dices?
- Pon atención. Cuando era niño estuve de vacaciones en un sitio rural bastante árido, no puedo recordar el nombre, pero recuerdo bien como era. Uno de los enormes arroyos que surcaban el lugar comenzó a secarse increíblemente rápido, pronto lo único que quedaron fueron pequeños charcos dispersos y mucho, mucho fango. Recorría el lugar fascinado viendo todos los animales que quedaban expuestos ahora que el agua se había evaporado, seguí explorando hasta que di con un enorme pez. Estaba en un charco muy pequeño, a penas tenia sitio para nadar, pero era lo suficientemente profundo como para cubrirle y que pudiese respirar, no parecía que fuese a secarse, era perfecto para el, estoy seguro que de haber permanecido ahí hubiese superado la sequía… pero no lo hizo. Luego de un par de días visitándolo en el mismo charco, al tercero le vi sacudirse violentamente y saltar fuera de su hogar. Era impresionante verlo desplazarse por el húmedo fango y luego de unos instantes consiguió ir más abajo en el arroyo, hasta que por fin cayó en un charco mucho más amplio y fresco, aunque muchísimo más fangoso y mucho menos profundo. En el momento lucia bien, nadaba de un lado a otro en el amplio charco y el lodo le cubría como un protector solar, le mantenía fresco, mas que el agua caliente de su antiguo hogar y yo pensé que había sido un movimiento astuto. Regresé al hotel y pase el día entero distraído con otras cosas, así que resolví no visitarlo esa tarde, sino la siguiente y así lo hice. Recuerdo que ese dia el calor era sofocante, iba despacio tratando de respirar con el abrumador clima. Al llegar todo el lugar estaba irreconocible, entonces le vi. El enorme pez se movía lentamente, sepultado en el espeso lodo, lucia fatigado, pero permanecía cubierto del lodo que le protegía del sol. Me senté en la misma roca desde donde lo había visto los días anteriores y me quedé ahí sólo observando. Otros peces del charco hicieron lo que el antes, saltar entre el fango buscando otro sitio, pero el no, sólo se sepultaba más y más entre el barro que lo mantenía fresco por los momentos, pero no se daba cuenta de que ese alivio momentáneo era temporal, una quimera… al cabo de 4 horas el sol inclemente cumplió su cometido, el fango se seco y endureció y bajo de el, el pez asfixiado murió petrificado. A un metro su primer charco permanecía, aunque algo caliente, intacto. 
 
Con gasa y adhesivo Sebastián comenzó a cubrir los otros cortes. 
 
- ¿piensas que soy como ese pez? 
- Si… - la aguja y el exceso de gasa fueron a la papelera junto a la bañera. - ya estás listo.
 
  Me eche más hacia atrás, recostándome entre sus piernas. Alce la cabeza y Sebastián me miraba interesante. 
 
- ¿en qué me parezco al pez?
 
 Sonrió altanero. 
 
- Piensas que si estás sumergido en tu fango de adulaciones y atenciones estarás completamente a salvo, pero si no sales de ahí acabarás como ese pez… La única forma de lidiar con todo es permanecer en solitario, lejos del lodo, porque ese fango, que te parece refrescante, reconfortante y protector, terminará por secarse y asfixiarte. Para nosotros, los que no podemos querer, la compañía y el cariño ajeno no son más que una trampa cruel, siempre a punto de sepultarnos.
 
  Suspire.
 
- Esa si que es una reflexión interesante… 
- Lo es. Ahora Muévete, voy a salir. 
 El se levantó y una vez afuera seco sus pies. Yo vacié la bañera y también me dispuse a secarme cuidadosamente. 
- Por cierto ¿Qué tal estuviste ayer? 
Había sido su cumpleaños. 
- Sólo es una fecha más phantomhive, no se porque te interesa tanto. 
- No seas aburrido.
- Bueno, sólo estuve por ahí. Lo pasé con mi madre.
- ¿por eso me ignoraste todo el día? 
 
 Eso no sonó del todo como hubiese querido. 
 
- En mi casa estas ocasiones son personales. No admitimos intromisiones. 
- Bueno, bien por ti. Al menos no estuviste tan sólo como pensé. 
Tome un pantalón deportivo y me lo puse luego de deshacerme de los boxer mojados. Sebastián me observaba mientras lo hacía y me dedico su cínica expresión.
- No me digas… ¿por eso saliste a beber despechado? 
- No seas ridículo…
 
 Avance para salir del baño. En mi escritorio una caja tamaño mediano esperaba.
- Sólo no estoy acostumbrado a que me ignoren. Ahora toma…
 
 Sebastián en medio de la oscuridad permaneció inmóvil.
 
- ¿Qué es eso? 
 
 Con la caja en mano fui hasta el. Encendí las luces. 
 
- Te dije que sería yo el que rompiese el hielo… feliz cumpleaños michaelis.
 
 Con un rostro plagado de desconfianza abrió la caja. Lucia como si jamás hubiese recibido nada de nadie. Sebastián retiro los envoltorios y finalmente dio con la negra chaqueta de cuero que aún tenía su etiqueta. 
 
- La tuya ya está algo gastada así que pensé que te vendría bien una nueva. 
 Sólo la miraba en silencio, no sabría decir que era esa expresión. 
- Antes de decir que no te gusta deberías probártela.
- No he dicho que no me guste. 
- Bueno entonces pontela y deja de hacer esa cara. 
 Así lo hizo. 
- ¿adivinaste la talla? 
- Por favor .- bufe. – considerando la cantidad de veces que te he visto desnudo tendría que ser imbécil para no saberla. 
 
 La chaqueta de cuello alto le sentaba como un guante, el mismo estilo que la anterior sólo que algo más moderna. Se miró al espejo y yo sonreí orgulloso de mi elección, era perfecta para el. 
 
- Es estupenda.
- Si, acerté con esta. 
 
 Se giró, tomo sus cosas y se dirigió a la ventana, como si le urgiera irse…
 
- ¿Esto me obliga a llegar con flores y bombones en tu próximo cumpleaños? 
- Cierra la boca y largo. – bromee. – 
 
 Y así se marchó. 
 Me quedé asomado a la ventana viéndole brincar la reja al límite de mi propiedad y desvanecerse entre los enormes árboles. Antes de notarlo estaba fantaseando con el rostro de michaelis… casi podría jurar que estaba emocionado…
 No pude evitar sonreír, mientras la brisa de invierno me helaba y el sonido de una motocicleta sacudida el manto silencioso de aquella noche. 

 Me pregunto ¿que tan hundido estaría ese pez cuando por fin se dio cuenta de que estaba jodido?
 
  Había olvidado aquella historia por completo.
 
  El desasosiego me hacía devanarme los sesos y aquel fragmento de pasado me fue arrojado a la cara… al final seguí rodeándome de una persona y de otra, seguí envolviéndome en el aprecio ajeno para sobrellevar la insatisfacción que sentía al saberme vacío, seguí usando lo que los demás tenían para darme sabiendo que jamás podría devolverles nada; ahora veo bien… ahora estaba más claro que nunca, había tomado todo de todos y lo convertí en una grotesca cubierta para mantenerme siempre a salvo, los volví nada para confeccionar mi propia y egoísta defensa y ahora… ahora me estaba muriendo dentro de ella, atrapado en la carcasa que construí con mis propias manos. Estaba a punto de asfixiarme irremediablemente… estaba presenciando mi propio final… estaba agonizando en el fango solidificado. 
 Si intentara describir la sensación que me comía por dentro seguramente no hallaría el nombre apropiado. 
 
 El tic tac en la pared acentuaba el estrés y a ratos me sentía completamente enloquecido. Me costaba respirar. 
 6:00 am. 
 7:00 am. 
 9:00 am.
 10:00 am.
 
 Una hora se retraso… siempre llegaban puntal, una hora de retraso no era normal. 
 10:45 am. 
 Algo estaba jodidamente mal… 
 
 Cuando por fin se abrió la puerta de mi habitación sólo entró una enfermera con la usual bandeja de comida insulsa a la que tristemente ya estaba acostumbrado. Permanecí en mi papel de paciente en shock, aunque esta vez no estaba fingiendo, está vez me encontraba genuinamente conmocionado.
 
Siempre Grell o Sebastián cruzaban esa puerta a las 9:00 am para monitorearme en persona. Nunca faltaban… pero esta vez ninguno apareció. 
 
 El escalofrío que me hacía tiritar me obligaba a estar bajo las sábanas, muriendo de frío y como un chiquillo asustado de la lluvia me encontré aterrado de mis pensamientos, cada vez que parpadeaba podía verle ensangrentado con el lazo al cuello. Sus gritos seguían matándome. 
 
 Las preguntan me quemaban la garganta… ¿Qué había pasado? ¿llegó la policía a tiempo? ¿estarían detenidos?... ¿qué ocurrió con el? 
 
 Ocasionalmente me descubría cubriéndome la boca como si estuviese a punto de gritar. Quería levantarme, salir corriendo ¿Pero a donde? Esa era la parte más aterradora ¿yo quería huir, o quería ir directamente a preguntar que había pasado? ¿de qué tenía miedo, de ser descubierto, de que alois volviera por mi, de que Sebastián regresara, de que Sebastián no volviese jamás..? Por dios esto era una tortura… 
 
 ¿Qué quería saber en realidad? ¿Qué era lo que realmente me preocupaba? No tenía la fuerza para confrontarme a mi mismo y no puedo describir lo increíblemente frustrante que eso es. Me sentí inusualmente minúsculo escondido entre sábanas en aquel infierno. 
 
 12:00 pm 
 1:00 pm 
 2:00 pm 
 Tic tac, tic tac.
 
 Tal como llegó la bandeja de desayuno llegó la del almuerzo justo para acabar en el mismo sitio. Ahora solo, mientras temblaba frente al retrete, vomitaba cada bocado que había ingerido frente a las enfermeras fingiendo normalidad. Me dolían las entrañas. 
 
 3:50 pm 
 Angustia, incertidumbre.
 4:30 pm 
 Terror, pánico. 
 5:30 pm 
 Desesperación. 
 Toc, toc, toc…
 
 El soñar de la puerta me estrujo el corazón hasta que las máquinas a mi lado chillaron. Antes de que se abriera arroje el aparato en mi dedo lejos de mi. 
 El alto pelirrojo hizo su entrada. 
 
 Corrió asustado hasta las máquinas y entonces detuve. 
 
- No, no doc, tranquilo, sólo me lo quite unos instantes, me fastidio luego de tanto tenerlo puesto. 
 
 El me miro comprendiendo mis palabras. Su rostro era una pena, pálido, cansado, débil. Sólo me hizo estremecer más por dentro… algo estaba terriblemente mal.
 
- Oh, ya veo, me asustaste. – dijo intentando sonreír. – No deberías quitártelo.
- Prometo ponérmelo en un momento, sólo descanso un rato. 
 
 El suspiró y asintió, luego apago el equipo a mi lado cesando el pitido insistente.
 
- Veo que estas algo mejor ¿no Ciel?
 Tenía las manos juntas y las apretaba con firmeza intentando no temblar. 
- Si… amanecí mejor…
- ¿pudiste descansar bien?
 Su expresión sería me estaba desollando y sentía que podía ver a través de mi. 
- Si…
 
 Nos miramos por unos instantes y el permaneció inexpresivo mirando a la pared frente a el. Yo sentí el sudor helado deslizarse por mi espalda. Tenía la boca seca, pero no podía sólo quedarme en silencio.
 
- ¿pasa algo doctor, luce cansado? 
- De hecho lo estoy Ciel…
- ¿es por el accidente? Escuche algo acerca de mucha gente herida y que urgencias estaba a tope. 
- Si eso es cierto, pero no es lo único. 
 Apretaba los dientes y me obligaba a lucir calmado. 
- ¿Y de qué se trata? ¿tiene que ver conmigo? 
 El suspiro. 
- Me temo que si. 
 Inspire profundo. 
- Entiendo…
- No quería que fuese de esta forma, temo por tu estado de salud pero ahora no está en mis manos…
 
 Mientras Grell hablaba, un grupo de 4 hombres uniformados ingresaban a la habitación. Oficiales de policía. 
 
 Ardía por dentro, pero aún así alce mi rostro. De nuevo llene mis pulmones de aire. 
 
- Señor phantomhive, me temo que debemos hablar con usted – no moví ni un musculo. – acerca de Alois trancy y Sebastián Michaelis. 
 
 Grell me observaba en silencio, con algo que le ensombrecía el rostro. 
 
 Parecía que por fin, Ciel Phantomhive, iba a rendir cuentas. 
 
- Ocurrió un grave altercado anoche entre ambos...
 
 Cerré los ojos unos instantes y pude escuchar los golpes, pude oler la sangre y saborear la sensación de asfixia. Imaginé a Sebastián con su garganta completamente comprimida por el cable, tragando su propia sangre, Mientras luchaba con los infernales fármacos… lo imaginé desfallecer, lo imaginé con ojos vacíos contra el pavimento miéntras Alois a su costado era esposado… Casi me parecía real.
 
 Iba a tener que rendir cuentas sobre todas las cosas que había hecho, pero de pronto no fue eso lo que me preocupo, yo sólo quería saber una cosa…
 Mire a los ojos al oficial al borde de mi cama, de cuyo lado colgaban unas esposas que ya reconocía como mías y con enorme resignación hable inexpresivo, sin temor a mi futuro, pero exigiendo la única respuesta que necesitaba antes de que hicieran conmigo lo que les diese la gana…
 
- ¿Qué ocurrió con el? 
 
 Lo mire con firmeza, pero fue Grell quien respondió.
 
- Alois trancy está…
- No. – negué de inmediato.- ¿Qué ocurrió con Sebastián? 
 
 Eso era lo único que quería saber, la única verdad que necesitaba y luego de saber que le había ocurrido entonces estaría listo para pagar cualquier condena, entre la culpa y la vergüenza… 
 
- ¿Qué sucedió con Sebastián michaelis? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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