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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Hey, hola! ¡Les llegó la tercera parte del especial! 

Espero que lo disfruten :) 

 

—A la cuenta de tres —mascullé, tenso, al borde de esa pila de cajas—. Uno…

   —¡Dos, tres! —Damon saltó. Demonios, este hombre no paraba de lanzarse al suicidio. Corrió hacia el fuego, que había comenzado a extenderse, y los hombres atacados, sorteó a algunos infectados y recogió las armas. 

   —¡Ten cuidado con…! —intenté decir, pero el estruendo de un disparo me congeló. El idiota había cogido una pistola del suelo y había jalado el gatillo por error—. ¡Tarado! —rugí—. ¿¡Tanto deseas morir!? 

La bala casi le rozó el rostro.

Él disparó para matar a los infectados que seguían allí. Salté de las cajas y le ayudé, pero sabía que no podíamos perder demasiado tiempo con eso.

   —Tenemos que salir —dije, mientras observaba cómo el hilo de fuego que se había formado frente a nosotros, cuando la lámpara cayó de la mesa, se acercaba peligrosamente a unos botes de lo que supuse era pintura. Aunque no estaba seguro. Podía ser cualquier cosa—. Busquemos una distracción y… —el fuego alcanzó uno de los botes y éste reventó—. ¡Salgamos de aquí! —ordené. 

Cogí la mochila con armas y me lancé a la carrera sin dudar que Damon me seguiría los pasos. Sí, este hombre, al que había encontrado hace poco más de un año alucinando con su novia muerta, podía parecer un imbécil distraído, pero la verdad es que era bastante asertivo a la hora de salvarse el trasero. Y tenía una suerte ridícula, ya lo había comprobado. 

Esta era la quinta vez en el día que se salvaba de la muerte. 

Otro estallido, mucho más ruidoso que el anterior, me hizo cubrirme los oídos y saber que estábamos jodidos. 

Miré hacia la puerta y nuestra única salida. Había alguien ahí. 

   —¡No saldrán vivos de aquí, hijos de puta! —me pareció que gritó. Era el hombre que había encendido una bengala y se había dado a la fuga. Había detonado un montón de botes de pintura que ya había comenzado a incendiar a los muebles cercanos. Si seguía así, esta fábrica colapsaría en cualquier momento. 

El bastardo sonrió cuando me mostró la dinamita que tenía en la mano.

   —¡No! —grité. Pero fue demasiado tarde. 

El caos, tan peligroso y destructivo, se desató en ese momento. Las cosas que estaban sobre las altas y empolvadas repisas volaron por los aires, el fuego se extendió más allá de lo que era seguro y estaba convencido de que todos y cada uno de los infectados que estaban a cuatro manzanas a la redonda oyeron la explosión.

Pero yo sólo oí una cosa:

   —¡Corre! —gritó Damon. Yo era el que daba las órdenes, yo era el que mandaba y yo era quien era escuchado. Pero en ese momento, cuando oí su respiración agitada y el sonido de sus botas detrás de mí, sólo pude obedecerle. Corrí entre el humo, las llamas y las pequeñas explosiones que le siguieron a ese gran estallido. Huí, mientras evitaba a los infectados que intentaban alcanzarme y sorteaba las cajas que caían por todas partes. Salté por encima de los restos del hombre, que había reventado junto a la dinamita, y sobre los hijos de puta que, en cuatro patas, se los devoraba y logré salir. 

Entonces, justo al otro lado de la entrada, la vi; la horda más grande que había presenciado en toda mi jodida vida. 

   —¡D-Damon! —giré sobre mis talones, con la intención de advertirle. Pero un estruendo atronador, como si la tierra se estuviera abriendo, me hizo temer algo peor. Algo cayó sobre la entrada; no supe qué, porque levantó una nube de polvo que me encegueció por varios segundos, y la cubrió por completo—. ¿¡Damon!? —grité. 

A mis espaldas, pude oír los gruñidos de los infectados acercándose. 

   —¿¡Cuervo!? 

   —¿¡Qué pasó!? 

   —¡E-Esta mierda se está viniendo abajo! —chilló. Metí las manos en los escombros que habían caído al otro lado e intenté apartarlos, pero eran muy pesados. Lo que sea que había caído trancaba la entrada y apenas dejaba pasar el humo que se colaba por la rendija de abajo—. ¡Hay escombros en la entrada! —tosió. 

   —¡Joder! —golpeé la lata y le oí ahogándose—. ¡Aguanta ahí! —corrí hacia un lugar seguro y me encaramé en el techo de un coche, que seguramente llevaba años parado en ese lugar, y empecé a disparar. No me quedaba de otra. No había de otra. 

No había salida. 

Eran treinta infectados por lo menos. Quizás cuarenta, quizás un poco más. Ellos comenzaron a alcanzarme, a intentar trepar por el capó y tocarme con sus destrozadas manos, con esas uñas tan largas que parecían ser lo único que no les dejaba de crecer después de muertos, y yo empecé a gastar balas. Tenía de sobra y, aunque se suponía que no debía usarlas ahora, porque no estaba en el plan que todo se fuera a la mierda, no estaba dispuesto a escatimar en gastos. 

«Si Damon está atrapado allí dentro, yo crearé una salida», pensé para mis adentros. 

De pronto, oí algo; un murmullo, una estática o un soplido, no sabría definir qué fue, porque era casi imposible reconocer algo entre todos esos gemidos, gruñidos y bufidos guturales sobre mis oídos. Intenté prestarle más atención cuando lo escuché por segunda vez: 

   —Cu…vo —era una voz. Tomé el radio con una mano y presioné el botón, sin dejar de disparar con la otra. 

   —¿¡Scorpion!? —pregunté. 

  —¿Me oyes? 

   —¡Necesitamos refuerzos! —le grité al aparato—. ¡Nos encontramos con unos bastardos en la fábrica, uno de ellos inició un incendio y ahora Damon está atrapado dentro! —informé, atropelladamente. 

Él guardó uno o dos segundos de silencio. 

   —Pero, ¿tú estás bien? —dijo y esa pregunta me desconcertó por un par de segundos más. 

   —¡Necesitamos ayuda! —rugí. Un infectado me alcanzó por el costado y casi me muerde, pero lo esquivé y le volé la cabeza de un disparo. El radio cayó en el forcejeo—. ¡Ahora, Scorpion! ¡Sería perfecto que aparecieras ahora! 

No sé si la imaginé o no, pero me pareció oír una risita al otro lado de la línea, seguido de algo que sí escuché claramente: 

   —Tus deseos son órdenes, Pajarraco. 

Apenas había pasado un momento cuando lo oí. Debía ser él, ¿quién más sino? Lo supe por la música infernal que se oyó a cuadras de distancia; una orgía de guitarras y batería, junto a esa voz rasposa que gritaba basura sobre el mundo. Aún no entendía cómo Scorpion podía llamarle a «eso» música, pero jamás había estado tan feliz de escucharlo. 

Ellos también lo oyeron, por supuesto. Scorpion era el desastre deseado, era la fiesta de fin de año y la piñata cargada de sangre y tripas. Eso para mí. Para ellos era comida. 

Nuestro camión pasó, ni tan rápido ni tan lento, justo frente a mis ojos. Y de él sólo pude ver su dedo corazón asomado por la ventana y siendo levantado en mi dirección, a modo de saludo. 

   —¡Ha llegado la caballería! —gritó, medio riéndose. Su voz se escuchó incluso por sobre la música. 

Y, como era de esperarse, los infectados se olvidaron completamente de mí, o del calor que había comenzado a salir del interior de la fábrica. Voltearon sus cabezas hacia el coche y se lanzaron en la carrera tras él. 

Si hubiese podido, me habría sentado sobre el techo de ese auto a respirar uno o dos momentos de calma. Pero Damon seguía atrapado, así que recogí el radio y corrí hacia la puerta, para intentar ayudarle.  

   —¿¡Sigues ahí, amigo!? 

   —¡Aquí estoy!… —contestó, carraspeando la garganta. Se oía mal. Volví a empujar los escombros, pero estos no cedieron ni se movieron un poco—. Aunque la cosa se está poniendo caliente aquí dentro. 

Me reí. Joder, él incluso se atrevía a bromear en un momento así. 

   —¡Necesitas tirar la puerta abajo! ¡Busca otra dinamita, debe haber una por ahí!

   —¡Ya he buscado, jefe! ¡No hay nada aquí! ¡Estoy intentando quitar los escombros, pero…! 

Tuve una idea. 

   —¡Espera un segundo! —le interrumpí. Tomé otra vez el radio y le hable a Scorpion—. ¿Scorpion? 

   —¿¡Qué quieres ahora, Cuervo!? ¡Estoy perdiendo a estos hijos de puta! 

   —Necesito que embistas contra la puerta.

La música se detuvo. 

    —Estoy dando la vuelta. 

   —¡Muy bien, Damon! —pegué los labios a la lata, para que él me escuchara claramente—. ¡Van a derribar esta cosa, necesito que te apartes! 

   —¿Crees que funcionará? —preguntó. Vi asomar a Scorpion por la esquina. 

   —¡Apártate! —ordené. Vi la carrocería del camión encima de mí y salté hacia un lado para esquivarlo. Scorpion arremetió a toda velocidad sobre la lata y la atravesó, ingresando de golpe a la fábrica. 

Por un momento sólo vi humo y fuego escapando del edificio. Y tal vez del coche. 

Me pregunté si es que habría una séptima vez. 

Notas finales:

Bueno, muchos esperaban lo del incendio xDDDDD Pero apuesto a que no se esperaban que el idiota de Scorpy estrellara el camión contra la reja xDD.

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Saludos :) 


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