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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Capítulo 12

 



   —¡Han llegado! —Los gritos alegres de uno de los hombres que vigilaba fuera del refugio no hacían otra cosa más que herirme los oídos—. ¡Han traído a Dan de vuelta! —Y entonces, la imagen de todas esas personas que asomaban felices por la puerta que cubría la entrada de esa gran cueva me aterró y por unos segundos me quedé estático y frío, sosteniendo en mis brazos a Daniel quién había dejado de gritar hace tiempo ya, para dar paso a los sollozos silenciosos y ahogados que yo conocía tan bien.

 Se deja de gritar cuando solo queda la desesperanza.

Cassandra y Ada se colaron entre la muchedumbre para salir a mi encuentro cuando creí que no tendría el valor para seguir avanzando.

   —Reed —Cassandra fue la primera en llegar para recibirme en un abrazo—. Buen trabajo. —tomó a Daniel en sus brazos, quién no hablaba—. Lo llevaré con su madre.

   —¡Reed! —Ada corrió hacia mí y se me lanzó en un abrazo apretado—. ¡Me alegro tanto que estés bien!

   —¿Tú estás bien, Ada? —La besé en la frente.

   —Sí, perfectamente. Ahora mejor que sé están todos bien.

   —Muchas gracias, Reed —Cassandra me dedicó una sonrisa y me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. Siempre he creído que las mujeres que serán o han sido madres comparten una belleza que va más allá de lo físico, es una belleza casi religiosa que no va en sus cuerpos o en su pelo, va en esa sonrisa que estuvo a punto de quebrarme en pedazos. Cassandra no era la excepción, por un momento, el verla con Daniel en brazos me causó escalofríos y me hizo imaginármela junto a sus hijos. Iba a ser una gran madre, de eso estaba seguro—. Ven, supongo que vienen con hambre —La seguí a ciegas, sintiéndome de pronto y por tan solo unos pocos segundos, protegido. Pero esa protección no duraría para siempre. Se detuvo y miró hacia todas partes—. ¿Y Axel?

Daniel y yo intercambiamos una mirada. Él sollozó otra vez.

   —A-Ada, toma a Dan y llévalo adentro, por favor… —Cassandra pareció entenderlo todo. Ada obedeció y se llevó al niño al interior de la cueva. Entonces, los gritos de felicidad a nuestro alrededor fueron reemplazados por susurros y cuchicheos que a pesar de no oírlos del todo, podía dilucidar perfectamente lo que quería decir—. ¿Y Axel? —preguntó otra vez, pero ésta vez su voz llevaba una suavidad compasiva implícita en ella. Cass había adivinado lo que había pasado, solo me estaba preguntando para asegurarse porque en el fondo no lograba creérselo aún—. Mírame, Reed —una de sus manos tomó mi rostro para levantarlo y algo la descolocó cuando lo hizo—. Esa cara no me dice nada. ¿Qué ocurrió, Reed?

   —Los cazadores nos tendieron una trampa. Axel se sacrificó para que Dan y yo lográramos escapar. —dije. El rostro de mi amiga se contrajo en una mueca de dolor. Tomó aire y ahogó un sollozo.

   —¿U-Una trampa? —Su mano me soltó de pronto—. ¿Q-Qué clase de trampa?

   —Una emboscada…con veinte muertos.

   —O-Oh, Reed… —De sus ojos verdes comenzaron a salir las primeras lágrimas. Estiró sus brazos para volver a abrazarme.

   —¿¡Dónde está!? —Me alejé de ella automáticamente cuando oí gritos—. ¿¡Dónde está!? —Una voz masculina resaltó entre todas y me heló los oídos. Sin haberla escuchado antes supe inmediatamente a quién pertenecía.

   —O-Oliver… —Cassandra se posicionó delante de mí—. Oliver, cálmate. Tú hermano… —Yo mismo la aparté del camino cuando me percaté de unos azulados ojos, iguales a los de Axel mirándome con furia mientras su portador, un chico que no parecía mayor que yo, caminaba a pasos agigantados en mi dirección—. ¡Oliver! —Con un brazo, mantuve a Cassandra lejos—. Deja que te expliquemos lo que…

   —¡Tú no tienes que explicar una mierda! —gritó, ya demasiado cerca de mí—. ¡Daniel me lo ha contado todo! —Me tomó del cuello de la camisa y me zamarreó—. ¿¡Qué fue lo que hiciste, bastardo!?

   —No pude evitarlo… —respondí lo más calmado posible, sin oponer resistencia a su agresión. Mostrarme molesto solo intensificaría su ira. Además, la culpa que sentía me llamaba a dejarle que me gritara—. Primero le atacaron y le apuñalaron, luego un muerto le mordió y…

   —¿¡Qué importa si le mordieron!? ¿¡Tú eres la cura, no!?

   —Intenté detenerlo.

   —¿¡Lo intentaste!? ¿¡En serio lo hiciste!? ¿¡Lo hiciste con esa cara que traes ahora!? —gritó sobre mi rostro.

   —Oliver, deja de zamarrear…

   —¡Cállate, Cassandra!

   —Hey… —llamé su atención—. No te descargues con ella, ella no tiene la culpa de lo que pasó.

   —¡No, pero tú sí! —No vi venir su puño que golpeó en mi mejilla y tampoco lo habría evitado si hubiese podido hacerlo—. ¡Le dije que no tenía que ir! ¡Sabía que algo como esto iba a pasar! —Me tomó por los hombros cuando me reincorporé y me empujó hasta que mi espalda chocó contra la roca de la cueva—. ¿¡Cómo lo permitiste!?

   —Te dije que intenté detener… —Otro golpe me obligó a callar.

   —¡No me importa! ¡No lo lograste! ¡Esto es tú culpa!

La culpa…

   —¡Ya basta! —La voz de Ada interrumpió. El puño de Oliver se alzó otra vez para golpearme—. ¡He dicho que basta!

   —¡Muévete, niña!

   —¿¡Niña!? ¡Eres tú el que está culpando a otra persona por algo que tú hermano hizo! ¡Eso es infantil!

   —¿¡Qué dijiste!? —El chico se volteó furioso hacia Ada.

   —¡Ada, basta! —grité.

   —¡Basta los dos! —Cassandra intervino entre ambos.

   —¡Muévete, Cassandra!

   —¡Oliver! —Mi amiga gritó—. ¡Ella tiene razón! ¿Vas a golpear a otra persona por algo que tu hermano hizo? ¡Sabías como era él! ¡Sabías que él se sacrificaría por cualquiera de nosotros! —La voz se le quebró y cayó arrodillada al suelo.

   —¡C-Cassandra! —Ada se arrodilló junto a ella. Algo iba mal.

   —C-Cass… —Oliver y yo reaccionamos al mismo tiempo. Corrí hacia ella y la sostuve por los hombros. Respiraba agitadamente.

   —M-Me duele… —gimió, mientras se tomaba el estómago—. M-Me duele mucho ¡Algo va mal con los bebés, Reed! —Sus ojos se clavaron asustados en los míos.

   —Cass, tranquila… —acaricié su rostro—. Tus niños están bien, quizás ya llegó el momento…

   —T-Tengo miedo.

   —Tranquila, tranquila… —Solo por instinto, la besé en la mejilla para intentar calmarle—. ¡Tú! ¡Oliver! ¡Ayuda a Ada a llevarla adentro!

   —¿¡Qué va a pasar, Reed!? —sollozó Cassandra, víctima del dolor y el miedo. La tomé de las manos antes de que el chico y Ada la levantaran

   —Vas a estar bien, necesitamos un médico. I-Iré por Aiden ¿Sabes dónde está?

   —Dijo…Dijo que estaría en la playa.

   —Está bien, tranquila. Iré por él ahora. Ada, recuéstala mientras tanto. La playa no está lejos de aquí, traeré a Aiden. Mientras tanto resiste, Cass.

   —G-Gracias, Reed.

Salí de ahí corriendo lo más rápido que pude. La playa, tenía que llegar a la playa rápido. Una vez me tocó ser testigo de un parto dentro del Desire. Los cazadores no nos prestaron ayuda y la mujer se desmayó en medio de la intervención. El bebé murió asfixiado dentro del útero. Había sido mi única experiencia cercana a algo como esto, pero no dejaría que volviera a pasar.

Oí disparos, muchos, uno tras otro y en vez de detenerme y cambiar mi camino, me dirigí hacia ellos. Si había disparos, posiblemente habría cazadores. Pero si había cazadores existía la posibilidad de que Aiden o Ethan estuviesen ahí. Mis piernas no se detuvieron sino hasta llegar muy cerca de la playa, a los pies de unas dunas que subí con cierta dificultad para obtener una mejor vista de lo que ocurría en la orilla.

Había acertado, sí. Pero lo que tenía delante de mis ojos estaba fuera de todo lo que había imaginado.

Reconocí a Ethan y a algunos hombres que había visto en la aldea, también reconocí a los cazadores. La batalla de la que yo me había mantenido todo este tiempo ajeno estaba aquí, bajo mis pies. Y ahí abajo se estaba dando una cacería.

Eran más de cincuenta personas entre nuestra gente y los cazadores. La imagen de verles golpeándose, hiriéndose y matándose entre ellos fue cruda, pero ver a la humanidad destruyéndose así misma era algo que me había tocado ver muchas veces desde que el mundo se había ido al infierno. Por unos cortos instantes pensé en el verdadero motivo de esta guerra ¿Por qué los seres humanos no tenían la capacidad para razonar y aliarse entre ellos cuando las condiciones eran hostiles? Nos había invadido un virus, la plaga se había desatado como monstruos que eran más fuertes que nosotros y aun así...

Detuve mis pensamientos cuando ahí, en la cima de esa duna, me lancé al suelo dispuesto a disparar. Existían guerras antes de que soltaran el virus, no había razones para detenerlas.

Los rostros de todas esas personas se hicieron más grandes cuando puse un ojo sobre la mira del rifle. No conocía a todos los que peleaban por la isla, pero sí reconocía a todos los cazadores que había ahí. Me había memorizado sus despreciables rostros durante cinco años e incluso, parecía que todos ellos compartían un rasgo en común, no sabía qué era, pero ahí estaba. Quizás era esa maldad reflejada en sus ojos, quizás era aquella sonrisa que se les formaba al matar.

 Era una especie de sello que llevaban todos.

Ethan estaba peleando con un grupo, disparé y le di a uno de ellos que se le acercaba por la espalda. El pelinegro levantó el rostro en mi dirección y sonrió. Recordé a Cassandra y me apresuré en seguir disparando, tenía que librarle de los hombres con los que estaba luchando para poder acercarme y contarle lo que estaba ocurriendo en el refugio.

Fallé el sexto tiro.

   —¡Cuidado! —Algo se abalanzó sobre mí y de pronto me encontraba rodando velozmente duna abajo. Me aferré al rifle en el mismo momento que sentía unos brazos rodeándome, justo antes de caer al suelo y terminar en la orilla, en medio de todo ese desastre.

   —Debes tener más cuidado, había dos zombies siguiéndote.

   —¿¡T-Terence!? —Me solté de sus brazos y me arrastré por el suelo para encontrar una posición cómoda y apoyar el rifle y seguir disparándole a los cazadores que se acercaron como lo haría una masa de muertos en nuestra dirección. Terence se arrodilló a mi lado y comenzó a disparar.

   —¿Sabes manejar armas también? —pregunté, mientras cargaba la mía.

   —Al parecer sí ¿Qué te pasó en la cara? —Sus ojos por un momento se encontraron con los míos y su mirada me contagió de una sensación parecida a los nervios o al miedo a ser descubierto haciendo algo que está mal. No sabía por qué, pero no quería que él se enterara de nada de lo que había pasado.

   —No es nada.

   —¿Nada? ¿Ese nada te golpeó y te dejó un ojo hinchado? —dejé de disparar y volví a arrastrarme por el suelo para evitar las balas y poder llegar hasta Ethan—. ¿¡A dónde vas!?

   —¡Cassandra! —fue todo lo que dije—. ¡Cassandra está mal! 

   —¡Debiste decirlo antes! —Terence se puso de pie y comenzó a disparar a diestra y siniestra, muchos de esos disparos fueron al aire—. ¡Oigan, imbéciles! ¿¡Cuántos de ustedes contra mí!?

¿Qué es lo que estaba haciendo?

   —¡Terence!

   —¡Te estoy despejando el camino, ve! —Con cierto terror, observé como una docena de cazadores corrió hacia Terence.

   —¿¡Estás loco!? —grité y me levanté para correr hacia ellos y ayudarle. No, no iba a dejar que otra persona se sacrificara absurdamente. No, no él—. ¡Van a matar...! —Alguien me agarró del brazo y me impidió avanzar.

   —¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¡Creí haberle dicho a Eden que te dejara cuidando el refugio! —Era Ethan. Mi respiración se detuvo cuando le vi de frente, con las pupilas más oscuras que nunca completamente dilatadas y el rostro salpicado con sangre.

   —E-E-Es... —tartamudeé, mirando hacia atrás para buscar a Terence.

   —Él estará bien... —dijo y en ese momento cinco de nuestros hombres corrieron en su dirección para ayudarle—. ¿Ves?

   —E-Es Cassandra... —balbuceé.

   —¿Qué ocurre con ella?

   —Creo que va a tener a los bebés.

   —¿Y qué quieres? ¿Que le traiga un ramo de flores? —Ethan disparó dos veces. Dos hombres cayeron al suelo tras de mí.

   —Necesita un médico. Necesita a Aiden. —avancé un par de pasos para topar mi espalda con la suya y así obtener una cobertura para disparar también. Estábamos ganando.

   —No sé dónde está Aiden.

   —¿Puedes cooperar un poco, Ethan? Sé que Cassandra no te agrada pero...

   —¿Quién te ha dicho que no me agrada? —Un hombre saltó contra él pero Ethan le agarró del cuello y lo azotó contra el piso con aquella fuerza sobrehumana a la que aún no me acostumbraba—. La chica es una dulzura —El sarcasmo en su voz fue notable. Giré en su dirección para dispararle a un hombre que estaba tras de él.

   —¿Alguna vez te preguntaste por qué Aiden eligió a Cass para tener un hijo? —pregunté, bajando el arma y golpeándole levemente sobre la espalda para que girara en mi dirección.

   —Eso no me importa.

   —Lo hizo porque se parece a ti, idiota —gruñí, sintiéndome molesto a pesar de que sus ojos negros estaban clavados sobre los míos en una mirada vacía que en otro momento podría haberme aterrado—. Solo tienes que mirarla: el mismo tono de piel, cabello negro,  ojos muy parecidos a los de Aiden. Él quiere que sus hijos se parezcan a ti también así que ¿podrías dejar de comportarte como un imbécil y decirme donde está Aiden?

Él abrió los ojos, sorprendido.

   —¡Vamos! ¿Vas a decirme que no te habías dado cuenta?

   —Y-Yo... —Si dijo algo más, no pude oírlo. Un hombre me tiró al suelo en una tacleada y yo le agarré de la camisa para que cayera conmigo. Sentí el impacto de mi espalda chocando contra la arena y enseguida algo más punzante, más doloroso y helado dentro de mi piel.

   —¡Reed! —El ruido de una bala que le atravesó la cabeza y cayó a solo centímetros de mí fue lo que me quitó a ese hombre de encima y me permitió ver lo que había pasado. Fue Terence el que quitó el cuerpo y llegó a mi lado—. ¡Dios, Reed!

   —Gracias, Terence.

   —Vamos, vamos a quitarte eso ¿sí? —Me senté en el suelo y sus manos temblaron alrededor de mi hombro, entonces me di cuenta. El cazador me había clavado un puñal, aún estaba ahí, atrapado en el músculo. Pero no dolía.

   —¡Demonios, Reed! ¡Lo siento! —Ethan se arrodilló junto a Terence, parecía desconcertado—. Terence ¿vas a quitarle esa cosa?

   —D-Debería.

   —¡Maldición! ¡Les he dicho que Cassandra está mal! —grité, antes de que los dedos de Terence me tocaran si quiera—. ¡Necesitamos a Aiden! ¡Terence, ayúdame a buscarlo! —cargué mis manos contra sus hombros y solo entonces el mío dolió un poco. Entonces, sus ojos multicolor se movieron de mi herida a mí, para mirarme fijamente.

   —Sé dónde está Aiden. Le vi hace un rato —sonrió—. Yo iré a buscarlo, tú vuelve al refugio a que te curen eso...

   —E-Esto, eso no impor... ¡Ah! —Me quejé. Ethan había arrancado el puñal en un solo   movimiento.

   —¡Vuelve al refugio, Reed! —ordenó—. Yo volveré contigo cuando termine aquí.

   —Iré por Aiden, entonces... —Terence recogió mi rifle del suelo y me entregó la pistola que él estaba llevando—. Toma esta, no podrás apuntar un francotirador con tu hombro así. —Se levantó y me tendió una mano.

   —Y tú de seguro no sabes disparar un francotirador. —La tomé.

   —Seguramente solo lo usaré para dar golpes, pero da igual. Vuelve ahora. Esto terminará pronto.

   —Gracias.

   —Démonos las gracias cuando todo esté bien. —Su mano acarició levemente la mía antes de soltarla para alejarse corriendo. Rápidamente, Ethan arrancó un trozo de mi camisa para improvisar un vendaje y cubrir mi herida que no parecía grave. Le agradecí con un gesto de cabeza, cruzamos una última mirada y también me alejé de ahí, aprovechando que la herida no dolía producto de la adrenalina que corría como sangre por mis venas.

Ya había cumplido mi misión, había dado el aviso y pronto tendríamos a Aiden en el refugio. Tenía que volver, sentía una necesidad por ver a Cassandra y avisarle que los chicos ya venían en camino. Aún no me olvidaba de sus ojos atemorizados por lo que, ahora que reflexionaba, debía ser miedo a la pérdida. Quizás debí haberme quedado con ella para calmarla y enviar a otra persona. No sabía en qué estado se encontraba y de alguna forma, me sentía responsable por ella, tal vez porque yo era el único que podía verlo todo, el único que sabía una verdad que me hacía sentir lástima por Cassandra. En esta extraña relación, esta especie de triángulo amoroso que había logrado ver entre Aiden, Ethan y Cassandra, ella iba a ser la única lastimada. Lo sabía y me sentía responsable por ella, quería estar ahí para ayudarle a superarlo.

Me detuve cuando oí el sonido de un disparo muy cerca del pantanoso lugar en el que estaba, a las afueras de la cortina de vegetación y árboles que escondían la cueva y la cascada ¿Habían logrado entrar muertos ahí?

   —¡Ahora van a obedecerme! —Y entonces, una voz. Una voz que entre todas las que tenía almacenada en mi memoria reciente, jamás me habría imaginado oír. Me escabullí entre la vegetación y la cascada entró en mi radio de visión. Entonces les ví. Todos estaban afuera del refugio, formados en una fila que se me hizo demasiado familiar y me causó escalofríos. Niños, mujeres, ancianos y Ada. Todos estaban ahora bajo sus ojos.

Shark.

   —Vaya, vaya...yo a ti te he visto antes... —Él se acercó a Ada y pude ver como mi sobrina cayó arrodillada al suelo de solo tenerlo cerca—. Vamos, pequeña. Dime dónde están ellos y puede que te perdone del castigo que le tenía preparado a todas las chicas como tú que intentaron escapar...

El mismísimo Shark estaba ahí, acompañado de tres de los cuatro cazadores que nos habían tendido la trampa a Axel y a mí.

   —¡No sabemos de quién nos estás hablando! —Una jadeante y adolorida Cassandra dio un paso hacia delante, pero uno de los cazadores la agarró y la amenazó con un cuchillo que apuntó directo a su estómago—. ¿¡E-Estás loco!? ¡Suéltame!

   —¡Déjala ir, Shark! —grité y me dejé ver. Él volteó en mi dirección y pude ver sus ojos, esos ojos que podían aterrar a cualquier hombre, clavándose sobre mí—. Aquí me tienes.  —Él sonrió.

   —¿Solo tú? —No se movió de su sitio, sabía que yo caminaría hasta él—. ¿Dónde está el otro hombre? ¿Dónde está David Radhav?

   —Lo mataste... —sonreí, para ocultar las ganas que tuve de dispararle en ese momento—. Tú le disparaste ¿Recuerdas?

   —No, no, no ¡Claro que no! —seguí el movimiento de su dedo índice moviéndose de un lado a otro como signo de negación—. Yo te disparé a ti, fue tu amigo el que se suicidó cuando decidió protegerte. —acarició su barba y de su boca escapó una risa baja y siniestra—. Pero de nada sirvió el sacrificio ¡Aquí estamos, otra vez!

   —¿Qué es lo que quieres, Shark?

   —Básicamente matarte, llevarme a esta linda chica... —obligó a Ada a levantarse y la agarró del cuello con su antebrazo—. Y llevarme todo lo que pueda de este lugar, por supuesto.

Murmullos de asombro y terror llenaron el ambiente.

   —Déjala en paz, Shark.

   —Oh no puedo, es mía.

   —¡No lo es! —grité y apunté mi arma hacia él. Quería dispararle. Deseaba hacerlo, con todas mis ansias.

   —Yo que tu bajaría eso... —fue la voz del cazador que tenía a Cassandra la que me hizo volver de ese repentino arrebato de odio que había tenido—. ¿Quieres que mate a estos dos? —dijo entre risas y pude ver como el puñal que tenía sobre el estómago de Cass hacía un poco más de presión. Mi amiga le escupió en la cara.

   —¡Perra! —El hombre le clavó el puñal en el estómago, Cassandra cayó al suelo.

   —¿Qué fue lo que hiciste, imbécil?

   —¡Lo siento, Shark! ¡Es que esa perra me escupió!

   —¡Cassandra! —disparé. Le disparé al hombre que la había apuñalado y luego corrí hacia ella—. ¡Cass, resiste! —Me arrodillé a su lado y noté que estaba viva, con los ojos bien abiertos, mientras jadeaba y se quejaba.

   —R-Reed... —gimió por el dolor. Su situación definitivamente había empeorado. Me vi amenazado por los otros dos cazadores, le habían arrebatado las armas a nuestros hombres y ahora me apuntaban con pistolas. Levanté las manos en son de paz y cerré los ojos.

    —¡Escúchame, Shark! —grité. Iba a sacar la última carta que tenía—. ¡Deja que las mujeres se la lleven a la cueva! ¡Va a tener a sus bebés!

   —¿Por qué debería hacer eso?

   —Porque tengo algo que no encontrarás en ningún otro lugar.

   —¡No, Reed! —gritó Ada.

   —N-No lo hagas, Reed... —Cassandra intentó detenerme, pero ni siquiera pudo sentarse por su cuenta cuando quiso hacerlo.

   —¿Y qué es eso que me ofreces?

   —Yo

   —¿Tú?

   —Yo. Yo soy la cura para el virus, Shark.

Él comenzó a reír a carcajadas.

   —¿¡Tú!? ¿¡Qué es lo que pretendes, Reed Breathe!? ¿¡Tomarme el pelo!?

   —¡Es verdad! —dejé a Cassandra a un lado, me puse de pie y me acerqué a él—. ¡Mira! —Subí las mangas de mi chaqueta y mi camisa para enseñarle una de las mordidas que sufrí el día en que conocí a Terence, cuando él volvió de la muerte—. Es una mordedura ¿Lo ves? Soy inmune al virus —miré en su rostro buscando indicios de asombro o algo parecido—. Y no solo eso. Uno de los muertos que me mordió, uno al que no le disparé, volvió de la muerte y ahora es alguien completamente normal. —Él levantó una ceja y dejó caer a Ada al suelo cuando la soltó—. ¿Sabes qué significa eso, Shark? Significa que conmigo, puedes hacer lo que quieras. Puedes curar a tus hombres si son mordidos, puedes reunir un ejército lo suficientemente grande para dominar el mundo entero, un ejército que no morirá. Puedes controlar a los vivos y a los muertos... —En sus ojos, logré ver un brillo de ilusión. A él le gustaba lo que estaba escuchando—. Solo...solo deja que se lleven a Cassandra y me entregaré voluntariamente.

   —¿Es eso verdad? —preguntó Shark a Ada. Ada sollozó, sin moverse del suelo—. ¿¡Es verdad!? —gritó él, con su voz ronca cargada de furia. Parecía que iba a golpearla a pesar de que ya no la estaba tocando.

   —¡Dile la verdad, Ada! —grité.

      —¡Si! —Mi sobrina lloró más fuerte—. ¡Es verdad que Reed puede curar a los muertos!

Esa es mi chica valiente.

   —Ustedes dos... —Shark apuntó hacia dos mujeres que estaban temblando al final de la fila—. ¡Lleven a esa chica a la cueva y ayúdenla! ¡Ahora! —Ellas obedecieron al instante y corrieron  hacia Cassandra, quien ya había comenzado a gritar por el dolor. Shark se acercó a mí y palmeó mi espalda—. Ha sido un placer hacer negocios conti...

   —¡Shark! —Sus dos hombres restantes corrieron hacia él. Una sombra, una silueta rápida había saltado sobre él de pronto. Aproveché el momento, recogí mi arma del piso y le disparé a uno de ellos, pero no lo maté. Gritos se escucharon por todo el lugar y el sonido de las balas no tardó en hacerse esperar. Los dos cazadores habían intentado dispararle a esa figura que había lanzado a Shark al suelo, pero yo sabía que no lograrían darle. Sabía quién había llegado.

Justo a tiempo.

Un grupo de los nuestros rompieron filas para abalanzarse sobre los otros dos cazadores y reducirlos.

   —¡Amarren a éste imbécil! —Ethan había inmovilizado a Shark con una llave. Oliver y otros hombres saltaron sobre él cuando el pelinegro le soltó—. ¿Llego tarde?

   —Demasiado... —murmuré apenas y tal vez, por mi rostro, Ethan supo que algo iba mal. Sin darle explicaciones, corrí hacia la cueva.

   —¡Vamos, Cassandra! ¡Un último esfuerzo!

   —¡Está sangrando demasiado!

   —¡Uno, dos, tres! ¡Ahora!  —La frase que escuché apenas entré en el lugar hizo a mis piernas temblar y encendió un botón en mi cabeza, un botón que abría la puerta a mis más grandes miedos. Los gritos de Cassandra hacían eco en todas las murallas de esa cueva—. ¡Uno, dos, tres! ¡Ahora!

   —C-Cassandra... —Caminé hasta ellas en estado de letargia, sin mirar a mi alrededor, sin darme cuenta realmente de lo que estaba ocurriendo dentro de esa cueva. Me arrodillé junto a ella, estaba cansada, sudada y su piel tenía una palidez parecida a la de los muertos, parecida a la que tenía mi madre antes de morir.

El llanto de un bebé me hizo despertar del shock en el que estaba. Miré en la dirección a ese llanto, una figura pequeña y frágil se alzaba en los brazos de una de las mujeres.

   —Dios... —Ethan corrió al interior de la cueva, desabrochando su chaqueta y quitándosela de un solo tirón—. Usa esto para cubrirlo... —Se quitó la camiseta y se la entregó a la mujer, quedando él a torso desnudo.

Le tomé la mano a Cassandra y ella clavó sus ojos cansados en mí.

   —Lo estás haciendo muy bien, ¿sabías? —sonreí como pude. Ella me sonrió de vuelta.

   —¡Es un varón! —gritó una de las mujeres. Ethan se acercó a ella y tomó al bebé para acercarse con él a nosotros. Se arrodilló a su lado.

   —E-Es... —balbuceó, enseñándoselo a Cassandra—. Es un bebé hermoso.

   —Ian... —gimió ella—. Aiden una vez me dijo que quería llamarlo Ian... —Ethan abrió los ojos, sorprendido y por un momento, me pareció verlos brillar por lo que yo supuse eran lágrimas.

   —Ian... —repitió él, ahogando un sollozo—. Me parece perfecto... —Cassandra levantó una de sus manos para acariciar la cabeza del bebé que Ethan tenía en sus brazos y después, sus dedos siguieron el camino por el cuello del pelinegro hasta tomar una de sus mejillas—. ¿C-Cassandra?

   —Cuídalos bien, Ethan.

   —¿Qué...?

   —Cuida bien a mis niños y a Aiden... —dijo, casi sin aliento y  luego, respiró hondamente para dejar escapar otro grito de dolor.

   —¿¡Qué pasa!? —gritó Ethan.

   —¡Viene otro! —respondió una de las mujeres—. ¡Tú puedes, Cassandra! ¡Lo estás haciendo bien! —La mano de Cass apretó la mía cuando la oí gritar una vez más. Ella estaba dando su máximo esfuerzo.

   —Tenías razón, chica fuerte —Le acaricié el dorso de la mano—. Eran dos.

   —Gracias, Reed.

   —¡Abran paso! ¡Abran paso! —La voz de Aiden llegó entre la multitud acumulada a las afueras de la cueva—. ¡Cassandra! ¡Cassandra! ¡Lo siento tanto...estaba! —Se quedó callado cuando vio la escena—. ¿¡E-Ese es mí...!?

   —Y viene otro en camino... —respondió Ethan antes de que Aiden terminara su frase. Una sonrisa se formó en el rostro de Aiden, pero no duró demasiado.

   —¿¡Q-Qué le ha pasado!? ¿Por qué hay tanta sangre? —gritó, pasando de la felicidad a la angustia en unos pocos segundos—. ¡Cassandra! ¿¡Está todo bien!?

   —¡No hay tiempo, Aiden! —gritó Cassandra, volviendo a apretar mi mano cuando empujó otra vez.

   —¿¡Cómo que no hay tiempo!? ¿¡De qué hablas!?

   —¡Aquí viene!

   —¡Sólo ven aquí! —gritó ella en un sollozo y su mano presionó mucho más la mía. Él se acercó a nosotros y nos rodeó para arrodillarse a la altura de la cabeza de la chica que apoyó sobre sus piernas.

   —Está bien, está bien. Estoy aquí. —Aiden comenzó a acariciarle el cabello.

Cassandra dejó escapar un suspiro.

Entonces, el llanto de otro bebé inundó todo el lugar. Terence entró en la cueva con una manta en las manos y se la entregó a una de las mujeres. 

   —¡Es una niña! ¡Has tenido mellizos, Cassandra!

   —¿Oíste eso, Cass? —Otra vez acaricié el dorso de su mano, pero me pareció que ya no presionaba contra la mía—. Cass... —Le acaricié el brazo y tuve un mal presentimiento. Aiden y yo cruzamos una mirada y entonces él llevó una mano a su cuello para tomarle el pulso al mismo tiempo que yo hacía lo mismo con su muñeca—. ¿¡Cass!? —grité, al no notar absolutamente nada y pude sentir la angustia arremolinándose en mi pecho—. ¡Despierta, Cass!

   —¿Cassandra? —Aiden la sacudió levemente por los hombros y volvió a tomarle el pulso—. ¿¡Cassandra!? ¡Responde, Cassandra!

   —¿¡Qué pasa!? —Ethan se apartó para que una de las mujeres tomara al bebé y luego volvió con nosotros—. ¿¡Qué pasa, Aiden!? ¿¡Qué pasa con Cassandra!? —Aiden no respondió, sólo se quedó en silencio, aun sosteniendo la cabeza de Cassandra en sus piernas.

Solté su mano ante el doloroso temor de estar sosteniéndola en el momento en que se helara por completo y, en busca de calor, toqué la herida que el cazador le había hecho, había empeorado en los últimos minutos. Había perdido mucha sangre.

   —Shark... —balbuceé, sintiendo cómo se me revolvían las entrañas. Shark otra vez, Shark había matado a Natasha, Shark dejó que se llevaran a Dania y a Amber, Shark mató a David y ahora, uno de sus hombres...

Shark me lo había arrebatado todo. 

   —¡Shark! —grité y me levanté, con las rodillas temblando por el miedo, un miedo a no poder soportar este nuevo dolor que estaba fuera de mis límites, fuera de mi control—. ¡Shark! ¡Maldito! —corrí hacia la entrada de la cueva y lo ví en un rincón, atado de manos y pies. Corrí más rápido en su dirección y levanté el arma. Iba a matarlo, iba a atravesarle la cabeza de un sólo disparo. Iba a bailar sobre su cuerpo cuando ya estuviese muerto—. ¡Voy a matarte, Sha...!

   —¡Tranquilo! —Unas manos rodearon mi cintura, haciéndome estremecer por unos instantes—. Tú no quieres hacer esto, Reed.

   —¡Suéltame, Terence! ¡Voy a matarlo! ¡Por culpa de éste maldito Cassandra ha...!

   —¡Lo sé! —Su voz se quebró sobre mi oído y su respiración agitada golpeó contra mi cuello cuando él apoyó su cabeza en mi hombro—. Lo sé, Reed

La risa de Shark llegó a mis oídos, dándome fuerzas para volver a forcejear.

   —¿Murió la chica? —se burló—. ¿Pero el bebé está bien, no? ¿Está bien el pequeño, Reed?

  —¡Cállate, maldito! —grité y las manos de Terence se aferraron a mí para no dejarme escapar.

   —¿¡Es divertido no!? ¡No hay vida si no hay algo que muere antes! ¿No, Reed? —Su risa punzaba dentro de mi cabeza.

   —¡Déjame, Terence! —Mi garganta tembló junto a mis rodillas. Las primeras lágrimas picaron al interior de mis ojos—. ¡Déjame!

   —Cálmate... —Su rostro chocó contra mi espalda y sus manos subieron hasta mi pecho cuando ambos caímos arrodillados al piso—. No querrás matar a un hombre, aunque ese hombre sea una basura.

   —Ya he matado antes —sollocé. Ya no me quedaban fuerzas para seguir forcejeando con él.

   —No por venganza. No por placer propio...no querrás hacerlo —Él tiró mis hombros hacia atrás y caí contra su pecho—. Cálmate... —Una lágrima cayó sobre mis piernas y giré para verle a la cara. Estaba llorando. Sonrió—. Está bien si tú también lo haces. —me abrazó. En mi cabeza, visualicé cómo sus dedos movían los engranajes que me llevarían a quebrarme. Hundí la cabeza en su pecho y comencé a llorar.

   —¡Oh! —La molesta voz de Shark volvió a resonar en mis oídos—. ¿Por qué lloras, Reed?

   —¡Cierra la boca, hijo de puta! —oí el sonido de algo que crujió, la mandíbula de Shark—. ¿¡Cómo pudiste!? —Era Ethan. Había llegado corriendo y se había lanzado sobre él. Ahora le estaba golpeando, una y otra vez—. ¡Tus hombres la mataron! ¡La mataron! —Le dio un puñetazo en el estómago y un hilo de sangre escapó de la boca de Shark—. ¡Hijo de perra!

Terence me obligó a girar el rostro para dejar de ver esa escena y lo apoyó otra vez contra su pecho. Sus manos subieron a mi cabeza para cubrir mis oídos y callar los gritos, los golpes, el llanto de la gente, mis propias lágrimas y el ruido de la cascada que lo cubría todo. No necesitaba palabras, no necesitaba consuelos. Necesitaba esto. Por Cassandra, por Amber. Por todo lo que él me había quitado.

Silencio.

Notas finales:

Admítanlo ewe, muchos querían ver a Cassandra muerta ;( 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review

Abrazos! 


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