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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa, querubines!

Actualizando tarde D_D pero aún no son las 12 así que todavía es domingo D_D

Capítulo intenso...les lanzaré un montón de información que no lograran procesar D_D Ok no, no es para tanto. 

Espero que les guste
PD: Si encuentran errores (que es muy probable porque no lo he revisado), háganmelo saber. 

PD2: No he respondido los reviews, lo haré ahora. 

Saludos! 


NOTA IMPORTANTE: En este capítulo aparece la palabra "Plancha", cuando hablo de "plancha" me refiero a esa pasarela de madera que tienen los barcos, por donde obligan a saltar a los condenados a muerte. 

Capítulo 20





   —¿Vas a repetirme otra vez cómo pasó esto? —preguntó Aiden, mientras retiraba un paño húmedo que ya debía estar caliente de la frente de Terence y lo metía dentro de un balde con agua—. Ada, ¿podrías traer más paños?

   —Claro —Mi sobrina subió corriendo las escaleras y me estremecí con el portazo que dio. Estaba asustadizo.

   —Ya te dije —suspiré, sin apartar los ojos de Terence que estaba recostado en una cama, durmiendo—. Nos quedamos hablando la otra noche.

   —¿Cómo es posible que dos personas que se suponen inteligentes se queden hablando en la cubierta durante una noche de tormenta? —Sus ojos me lanzaron una mirada acusadora y por un momento creí que él ya lo sabía todo. Pero era solo mi remordimiento jugándome una mala pasada. Aiden suspiró—. Bueno, estas cosas pasan —estrujó el paño entre sus manos y esta vez lo posó sobre el abdomen de Terence. Le miré extrañado—. ¿Qué? A veces es más efectivo que colocarlo en la frente.

La puerta volvió a abrirse.

   —¿Por qué tú no enfermaste, Reed? —La voz de Dalian me llegó desde las escaleras, venía bajándolas mientras sostenía otro balde con agua fría en una mano y algunos paños en la otra. Ada iba tras él. Cuando llegó, dejó el balde en el suelo y metió el resto de los paños en el—. Traje bastantes, ¿cuántos necesitas, Aiden?

   —Todos los que sea posible. Creo que a este paso tendremos que meterlo en una tina con hielo para bajar su fiebre.

   —No tenemos tanta agua para eso.

   —Obviamente. Por eso los paños.

Una palmada sobre mi espalda me hizo tambalear en mi asiento.

   —¡Cambia esa cara, Reed! —Dalian se sentó a mi lado—. Tú también vas a enfermar si sigues así de depresivo.

   —No estoy depresivo… —dije. No estaba triste, no tenía por qué estarlo, pero sí había algo que me molestaba. Debí haber sido más cuidadoso, si Terence estaba así ahora era mi culpa. Habían pasado tres días desde la otra noche y hace dos que cayó enfermo. Me preocupaba. Cuarenta grados de fiebre era demasiado.

«Dios, soy un idiota.»

   —Además nunca me he resfriado y al parecer esta no será la primera vez —dije.

   —¿Cuál es tu secreto? —se burló Dalian—. ¿Hierbas? ¿Ejercicio?

   —Un sistema inmunológico capaz de destruir al virus de la Influenza, por ejemplo —respondió Aiden—. Porque está claro que esto no es un simple resfriado, debe ser gripe. —Dalian cubrió su boca y su nariz con el cuello de su camiseta—. Sí, Dalian. Cúbrete. Terence es una bomba contagiosa en estos momentos —rió.

   —Lo siento… —balbuceó Dalian, su voz era ahogada por la tela de su camiseta—. Es sólo que no quiero contagiarme, podría contagiar a Sophie —No pude evitar reír en voz baja—. ¿Qué? —gruñó.

   —Eres muy sobreprotector con tu pequeña hermana, ¿no? ¿Diez años? Está creciendo. No quiero imaginarme lo que harás cuando tenga novio —me burlé.

   —Lo mismo que tú con Ada, supongo —se burló de vuelta—. Me pregunto si alguna vez dejarás que esa chica tenga un novio.

   —Jamás —Entre los tres compartimos una carcajada. Me levanté para sacar uno de los paños del balde, estrujarlo y colocarlo sobre la frente de Terence. Mis dedos rozaron con su piel; estaba ardiendo pero su cuerpo temblaba por un frío que seguramente sólo él podía sentir. Le acaricié el cabello y me di cuenta demasiado tarde de que lo había hecho delante de más gente. Carraspeé la garganta—. ¿No deberíamos abrigarle? ¿Ponerle una camiseta o algo? —pregunté, para desviar las miradas imaginarias que creí que Aiden y Dalian me habían lanzado.

   —¿Estás loco? —preguntó Aiden—. Nunca debes abrigar a un enfermo de gripe.  

   —Oscuro… —Me estremecí y Aiden dio un salto hacia atrás cuando Terence habló—. Está oscuro —su voz salió jadeante. Nos miramos entre los tres.

   —¿Terence? —le llamó Dalian. Él no respondió y comenzó a balbucear cosas que no logré comprender del todo—. ¿Estará soñando?

   —No lo sé —Aiden estrujó otro paño entre sus manos para dejarlo sobre su cuello—. Esperemos que sea eso y no otra cosa.

   —¡Terence! —Dalian le volvió a llamar—. ¿Estás consiente? —Terence no respondió, pero de su boca seguían saliendo las mismas palabras.

   —Oscuro. Frío. Sácame —Su respiración se agitó. Un escalofrío corrió lentamente por mi espina dorsal ¿Oscuro? ¿Frío? ¿De qué estaba hablando?

   —¿Qué está oscuro y frío? —preguntó Aiden. Terence siguió hablando.

   —Frío… —repitió.

   —¿Qué es lo que está frío, Cross? —pregunté. Terence se detuvo y su garganta emitió un silbido al inspirar profundamente, como si le faltara el aire.

   —El vagón —respondió. Me estremecí.

   —Genial, nada de lo que dice tiene sentido. Está delirando por la fiebre —Aiden quitó el paño de su abdomen y lo volvió a meter al agua—. ¿Cross? —susurró, cuando nuestras miradas se encontraron.

   —Su verdadero nombre —mascullé, apenas moviendo los labios—. Lo recordó hace unos días ¿Traes contigo tu lápiz y tu libreta, Aiden?

   —Si ¿Por qué? —preguntó mientras yo estiraba mis manos. Él negó con la cabeza—. Tengo las manos empapadas. En mi bolsillo —me incliné sobre él para sacarlos de ahí y con algo de nerviosismo busqué una página en blanco para tomar nota:

“Oscuro”
“Frío”
“Vagón”

Estaba delirando, pero un extraño e inquietante presentimiento me dijo que quizás si había algún sentido en todas las palabras que murmuraba.

   —¿Un vagón, Cross? —volví a preguntar—. ¿Como un vagón de tren? —esperé una respuesta que nunca llegó. Volvió a respirar con tranquilidad y supe que se había dormido. Apunté un último concepto antes de arrancar la hoja.

“Vagón de tren”

  
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Dalian.

   —Delirio febril —Aiden volvió a dejar el paño mojado sobre su abdomen—. Creo que adelantaremos la hora de la cena, éste hombre tiene que comer o seguirá alucinando. Iré a la cocina.

   —Te acompaño —Dalian se levantó junto a él—. Sophie y Ada el otro día descubrieron unas algas que saben muy bien, seguro eso le irá bien a tu sopa. Vamos, Ada —Mi  sobrina, quien había estado callada y angustiada mirando la escena partió con ellos, seguramente para no seguir viendo a Terence en ese estado.

   —¿Algas? —Aiden hizo el sonido de una arcada—. Qué asco… —Las voces y los pasos se perdieron por las escaleras y desaparecieron tras la puerta. Todo quedó en silencio y lo único que pude oír fue la respiración de Terence y mi corazón que palpitaba rápido contra mi pecho, haciendo un molesto eco en mis oídos ¿Qué había sido eso? ¿Qué le había pasado?

   —¿Cross? —volví a decir su nombre, sólo para asegurarme que estaba durmiendo. No respondió. Quité el paño de su frente y volví a meterlo al agua para estrujarlo y otra vez ponerlo en su lugar, hice lo mismo con el resto, era lo único que podía hacer por él. Había hablado con Aiden anteriormente, me agradaba la idea de no enfermar, aunque aún no podía entender por qué Terence lo había hecho si él había consumido mi sangre cuando llegó hecho un muerto a la isla ¿Acaso solo actuaba temporalmente? No me importaba, no podía pensar en eso ahora; lo único que sabía era que podía quedarme aquí todo el tiempo que quisiera, a diferencia de los demás; incluso Matt y Oliver tuvieron que buscar otro lugar para dormir. Un virus como la gripe podía ser verdaderamente destructivo para cualquier ser humano en estos momentos. Cuando era pequeño, recuerdo haber visto a Natasha con gripe dos veces, en ese tiempo era algo que se curaba con descanso, agua y medicamentos, pero ahora los medicamentos eran escasos y el agua tan preciada como la vida misma, y para qué hablar del descanso... No hay descanso para los vivos.

Me incliné en la silla que estaba junto a la cama y apoyé mi cabeza contra su pecho. Suspiré, tranquilizándome. Su corazón latía rítmicamente y golpeaba con fuerza contra su piel, él definitivamente iba a estar bien. En secreto, admiraba el entusiasmo con el que Terence se aferraba a la vida, como parecía salir completamente ileso de cualquier obstáculo, de cualquier adversidad que se le cruzase por delante. Él parecía vivir su vida al límite, parecía aprovechar todos esos momentos que yo no sabía aprovechar, él los vivía sin miedos. Yo estaba lleno de ellos.

Hasta hace un tiempo creía que el miedo era la única forma de mantenerse con vida. Ahora, comenzaba a creer que la única forma de vivir era abandonando esos miedos.

Me pregunté si algún día iba a dejar de tenerlos.

   —¿Vas a despertar de una vez, dormilón? —Una voz llegó a mis oídos en el mismo momento en que mi cuerpo despertaba ante el tacto de unos dedos conocidos enredándose en mi cabello. Me sentí confundido ¿Me había dormido? ¿Cuándo?—. Llevas ahí demasiado tiempo, tu cara se va a quedar marcada… —levanté la cabeza en un movimiento rápido al intentar apartarme, pero una mano la volvió a jalar hacia abajo—. Oye, tranquilo —rió. Me quedé quieto y solo pude mirarle.

   —T-Terence… —balbuceé. Él sonrió.

   —Quita tu cabeza con cuidado, o esparcirás toda la baba… —se burló. En ese momento, sentí algo cálido y húmedo en la punta de mis labios. Me aparté bruscamente.

   —¡L-Lo siento! —me sequé la boca con el antebrazo. Dios, le había babeado—. L-Lo lamento, no sé cuándo me dormí… —Con mi mano, intenté quitar algo de saliva que había caído sobre su abdomen y pecho, pero solo logré esparcirla más. Él rió en voz alta, su voz se escuchaba cansada, pero su risa seguía siendo igual de contagiosa. 

    —Está bien —rió más fuerte—. Te veías muy adorable babeando sobre mí, de todas formas… —emití una risa nerviosa y mis mejillas enrojecieron hasta arder. Ambos reímos. Estaba bien, jadeaba entre carcajadas, tenía los ojos hinchados apenas abiertos y su cara estaba toda roja por la fiebre, pero estaba bien. Le abracé sin pensarlo demasiado—. Eh, ¿qué pasa?

   —Estás bien —susurré.

   —Claro que sí, un resfriado no va a matarme —le estrujé con más fuerza entre mis brazos. Idiota, apuesto que ni siquiera recordaba que hace un rato había delirado por culpa de la fiebre. Le aparté para llevar una mano a su frente. Ardía, pero quizás era la temperatura más cercana a lo normal que había sentido en él desde que cayó enfermo.

  —Aiden dice que es gripe —dije, mientras volvía a tomar su temperatura, esta vez tocando sus mejillas.

   —Hey… —Él intentó quitar mi mano—. Hey, estoy bien —me detuve y me alejé de él.

   —Sí…tienes razón —me sentí extraño conmigo mismo ¿Por qué me preocupaba tanto de repente?—. La comida debería estar lista en un rato, deberías mantenerte en cama hasta entonces —Él se dejó caer sobre la cama, apartó algunos mechones húmedos de cabello rojizo que le caían por la frente y se le enredaban en el cuello y se me quedó mirando, sonriendo.

   —¿Qué día es hoy? —preguntó, arrastrando sus palabras. Sonaba realmente cansado.

   —Han pasado dos días desde que enfermaste. Faltan dos más para llegar a la ciudad, tienes que recuperarte antes de eso.

   —¿Tú has estado conmigo durante estos dos días? —Su sonrisa se amplió. Aparté la mirada.

   —Hice lo que pude…—mascullé.

   —¿Qué clase de sí es ese? —tomó uno de los paños mojados que había caído sobre la cama y volvió a colocarlo en su frente—. A-Ah… ¡Atchuu! —volví a mirarle. Él rió. Había fingido el estornudo para llamar mi atención—. Tengo mucho frío, Reed. Ven y recuéstate conmigo.  

   —¿¡Q-Qué!?

Dio dos golpecitos con la mano sobre la cama.

   —Acuéstate conmigo —repitió. Mis mejillas volvieron a arder, si no fuera porque sabía que no podía contagiarme, habría creído que era fiebre también.

Me puse de pie, dejé la silla a un lado y aparté de él todos los paños para volver a meterlos a uno de los baldes con agua. Me crucé de brazos y endurecí mi rostro. No me hacía gracia lo que me decía.

   —Al parecer sigues delirando por culpa de la fiebre —gruñí.

   —Ah vamos, no será la primera vez que dormimos juntos —se burló. Me estremecí al recordar lo que había pasado hace tres días y mordí mi labio inferior para contener el incómodo cosquilleo entre mis piernas. Él pareció darse cuenta y sus ojos multicolor se anclaron ahí abajo—. Oh, vaya… —sonrió.

   —¡Es por quedarnos dormidos en medio de una tormenta que estás enfermo, idiota! —grité y tomé uno de los paños para lanzárselo sobre la cara, sin haberlo estrujado antes. Emitió un gemido cuando el trozo de tela empapada le golpeó la frente y las mejillas.

   —¡Joder! ¿¡Es así como tratas a una persona enferma!? —su voz oscilaba entre el dolor y la risa. Quizás estaba consciente, pero seguía hablando tonterías. Intenté tranquilizarme. Él tenía fiebre, la gente cuando tiene fiebre hace cosas como esta.

   —Lo siento… —aparté el paño de su cara y lo estrujé adecuadamente antes de dejarlo sobre su estómago. Aiden había dicho que así también era efectivo. Él volvió a soltar una carcajada y no supe por qué reía esta vez; si se estaba burlando de mí o si el paño le hacía cosquillas, él había dicho que el estómago era su punto débil. Me senté al borde de la cama.

   —Gracias, Reed —dijo entre carcajadas. Sonreí.

   —De nada.  

   —Eh, cuéntame qué ha pasado en estos días —dijo, y su voz se escuchó un poco más entusiasta. Al parecer no tenía intenciones de volver a dormir—. No he estado demasiado consciente ¿sabes?

«Claro que no lo has estado, no con esos cuarenta grados»

   —¿Q-Que qué ha pasado? —balbuceé. No sabía mucho. Aunque no iba a admitirlo, la mayoría del tiempo en estos dos días me la había pasado aquí—. B-Bueno…Matt parecía muy feliz por tener que irse a dormir a la habitación de las chicas cuando le prohibieron volver a hacerlo aquí hasta que te recuperaras… —solté lo primero que se me vino a la mente. Él dejó escapar una risa.

   —Ese granuja… —se burló.

   —¡Ah! —sonreí—. Y ayer vimos un grupo de delfines que nadó cerca del barco, te lo perdiste.

   —Ah, demonios —cubrió sus ojos con su antebrazo y volvió a reír—. Y yo aquí, muriéndome —su carcajada me contagió y yo también reí—. ¿Qué más?

   —Chris ya aprendió a manejar la nave.

   —¿¡En serio!?

   —Sí, así que con él y con Jesse definitivamente no necesitaremos más de Shark —La palabra Shark pareció atorarse en mi garganta y él lo notó. Apreté los nudillos. No debí haberlo mencionado. Terence se sentó sobre la cama.

   —Eh, Reed —Ya no estaba riendo.

   —¿Sí?

   —¿La noche en que…? —balbuceó—, ya sabes, esa noche… ¿Por qué estabas en el calabozo con Shark?

Contuve un jadeo en mi garganta.

   —Por nada en especial.

   —Vamos, sé perfectamente que no te llevas bien con ese imbécil y que no lo irías a visitar como si visitaras a un amigo —se acercó, con torpeza, un poco hacia mí.

   —En serio, yo…

   —¿No quieres hablar de eso? —preguntó. Miré dentro de los enturbiados ojos de Terence y los tres colores que los pintaban me respondieron con una mirada que me pareció acusadora. En el Desire, cuando estaba prisionero, me había dedicado a escuchar a los demás y a aconsejarles,  intentar alivianar un poco la pesada carga que significaba vivir atrapados en este barco, en medio de una crisis tan terrible como la que estamos viviendo. La idea de hablar con alguien sobre mis propios problemas, la idea de hablar de mis sentimientos, de hacerme consciente de ellos luego de haberlos reprimido por tanto tiempo, la idea de compartir mi propia carga…me parecía aterradora.

Pero Terence se había mostrado como un libro abierto frente a mí desde el primer día. Podía confiar en él, lo sabía, pero me asustaba.

   —Yo… —comencé. Quizás las únicas personas con las que me había abierto anteriormente eran David y Amber, pero ella había desaparecido hace mucho tiempo y él…él ya no estaba—. Yo pensé que sería buena idea ir a verlo para… —La garganta me tembló. Sabía perfectamente lo que quería decir, pero entonces descubrí algo nuevo en mí; una incapacidad para expresar correctamente lo que estaba sintiendo—. Quería, ya sabes… necesitaba.

 Su mano ardiendo sujetó mi mejilla.

   —No te sientas presionado, Reed —dijo—. No estás obligado a decírmelo, lo entiendo —negué con la cabeza.

   —Creí que sería buena idea ir a verle para acostumbrarme a su presencia —dije, por fin.

   —¿Para qué querrías acostumbrarte a él? —me miró confundido.

   —Le odio —susurré apenas y fue como si mi alma escapara junto a ese susurro—. Él mató a mi hermana, él se llevó a personas importantes para mí… —sollocé. No sabía por qué, pero las palabras que soltaba se sentían como una liberación y la emoción que traía consigo esa liberación no era capaz de controlarla—. Él me destruyó, Terence —sentí las lágrimas picando al interior de mis ojos. No quería llorar, pero fue inevitable—. Y lo peor es que yo pude haberlo impedido…

   —Reed… —su mano acarició mi mejilla, pero yo la aparté.

   —¡Mírame! —alcé la voz—. ¡Soy tan estúpido! —intenté secar algunas lágrimas con la manga de mi chaqueta—. Creí que podría deshacerme de este odio al bajar a ese sótano a verle la cara todos los días y lo he seguido haciendo, creyendo que de verdad él es el verdadero causante de mis problemas, pero ¿Sabes qué? Todo este tiempo ha sido mi culpa.

   —No digas eso —sus manos intentaron alcanzar mi rostro otra vez, las alejé.

   —Yo debí haber sido más fuerte, pude haber evitado todo lo que…

   —¡Reed! —gritó y una tos acompañó ese grito. Me quedé inmóvil—. Basta. —sujetó mi rostro con ambas manos—. ¿Por qué siempre te comportas así?

   —¿A-Así cómo? —balbuceé.

   —Como alguien que debería tener todo bajo control, como alguien que debería ser perfecto ¿Cuántos años tienes, Reed?

   —Diecinueve.

   —¿Cuántos tenías cuando Shark te atrapó?

   —Catorce.

   —¿¡Y por qué un niño de catorce años habría podido ir en contra de un maldito cazador!? ¡Es un cazador, joder! ¡Esos hombres son unos demonios!  —jaló de mí para acercarme a él, pero al parecer no pudo resistir mi peso y ambos caímos tendidos sobre la cama. Atrapó mi cintura con sus piernas y volvió a tomar mis mejillas. Su respiración agitada por el movimiento y la fiebre hizo cosquillas sobre mis labios—. ¿Por qué te sientes responsable de todo lo que te rodea, Reed?

¿Y por qué me sentí tan emocionado cuando me hizo esa pregunta?

   —Yo —balbuceé. Alguien que había conocido hace muy poco estaba describiendo mi forma de ser y la estaba criticando, alguien me estaba leyendo a la perfección, como si nos conociéramos de años. Me mordí los labios para contener las lágrimas—. Terence…

   —Ven aquí —me abrazó. El tacto de su cuerpo ardiendo me sacudió en un escalofrío que no pude contener. Mordí mis labios con más fuerza, quería dominar el llanto, de verdad lo quería; pero esas manos acariciando mi espalda acabaron por romperme. Terence siempre lograba quebrarme. Comencé a llorar libremente y mientras lo hacía, me di cuenta de todo lo que había estado reprimiendo.

   —Yo…de verdad quiero deshacerme de esto —dije entre sollozos, mientras acomodaba mi rostro contra su pecho. Oí su corazón palpitando con la fuerza de mil tambores.

   —¿Y qué estás esperando? —preguntó.

   —¿Qué? —se movió y me apartó algunos centímetros de él.

   —¿De verdad quieres deshacerte de toda la mierda de Shark? —preguntó, lanzándome una mirada que me estremeció. Asentí con la cabeza—. ¿Y creíste que podrías hacerlo bajando al calabozo, pero no lo lograste? —volví a asentir. Se levantó de repente, dejándome atontado.

   —¿¡A- A dónde vas!?

   —Voy a ayudarte —tambaleó.

   —¡E-Espera, Terence! —me levanté y le atrapé a mitad de camino en las escaleras—. ¿Qué estás haciendo? ¡Tienes que volver a la cama!

   —Volveré después de esto.

   —¡Hombre, tienes fiebre!

   —¡Y tú tienes miedo! —respondió. Un escalofrío me recorrió la espalda—. Y voy a ayudarte a quitártelo de encima —Mis manos, que sujetaban sus hombros, temblaron al escucharle hablar—. ¿Quieres deshacerte de toda la mierda que te produce Shark? Tienes que deshacerte de él, entonces.

   —¿Q-Qué?  —Él aprovechó mi aturdimiento para zafarse de mí y correr hacia la puerta para abrirla—. ¡E-Espera, demonios! —me quité la chaqueta y le alcancé en la cubierta—. ¡Al menos mantente abrigado! —la lancé sobre sus hombros.

   —¿Qué es todo este alboroto? —Jack y Eden llegaron corriendo hasta nosotros—. ¿¡Terence!? ¿¡Qué demonios haces en pie!?

   —Vamos a lanzarlos por la borda… —masculló.

   —¿¡Qué!?

   —¿¡D-De qué están hablando!? —sujeté a Terence para que no se me volviera a escapar y le lancé una mirada angustiada a Eden.

   —Quiero que nos deshagamos de Shark y de esos cazadores —dijo Terence—. Jesse puede manejar este barco y ahora también Chris. No lo necesitamos.

   —Está bien, está bien, cálmate… —Eden se acercó y le tomó por los hombros—. Estás con fiebre, no deberías estar aquí.

   —¡No me trates como un idiota, Eden! —gritó—. S-Solo quiero ayudar a Reed. —Eden me lanzó una mirada inculpadora, como pidiendo explicaciones.

   —¿Qué está ocurriendo? —me preguntó. Moví la mirada, lejos de sus ojos negros.

   —Yo… —balbuceé—. Yo he estado bajando todos estos días al calabozo para ver a Shark.

   —¿¡Estás loco!? ¿¡Por qué has hecho eso!?

   —Yo…

   —¡Reed creyó que bajando a ver a Shark podría deshacerse del odio que le tiene! —gruñó Terence y apartó las manos de Eden con un golpe, pero tambaleó y el pelinegro tuvo que volver a sujetarle—. Se ha estado callando esa mierda todo este tiempo...y esa mierda va a matarlo.

Me estremecí. Sabía bien que el odio podía matar a las personas.

   —¿Es eso cierto, Reed? —Unas manos fuertes cayeron sobre mis hombros. Me estremecí al ver a Ethan tras de mí y algunos metros de él, Aiden, Jesse, Chris y todos los demás observando la escena—. ¿Es verdad que has estado bajando a ver a ese hijo de puta?

   —Ethan…

   —¿Acaso eres idiota?

   —No lo entenderí…

   —¿¡No voy a entenderlo!? —Sus manos me obligaron a girar para verle a la cara—. ¿¡Acaso te hemos dado motivos para esconder algo como eso!? —me gritó. Abrí la boca para hablar—. ¡Somos tus amigos, Reed! —cerré la boca—. ¡Si la idea de tener a Shark en este barco te estaba molestando debiste haber hablado! —tenía sus ojos negros clavados sobre mí, tan oscuros y afilados que me hicieron sentir que caía a un abismo igual de oscuro.

   —Déjalo, Ethan —interrumpió Terence. Ethan me soltó.

   —¿Qué querían hacer? —preguntó.

   —Quería lanzarlos al mar… —respondió Terence. Ethan sonrió, se alejó de mí y buscó en su chaqueta un cigarrillo para encenderlo.

   —Me parece una idea genial —dijo. Sus palabras escaparon junto a un montón de humo. 

   —A mí también —dijo Aiden—. Si se les ocurre volver a la isla morirán a mitad de camino, lo único que les quedaría sería nadar hasta algún trozo de tierra en medio de este océano o convertirse en comida para tiburones. No será nuestra culpa.

Ada llegó corriendo hasta mí y me abrazó. Sus suaves manos rodearon mi cuello y acariciaron mi cabello. Por primera vez, sentí que ella era la que estaba a cargo.

   —Di que sí, Reed —susurró. Su voz estaba quebrada—. Vamos a lanzar a esos malditos al mar, así no tendremos que verlos nunca más, así vengaremos todo lo que nos han hecho… —la alejé de mí unos centímetros para recorrer su rostro de arriba abajo. Estaba llorando, pero sus ojos no estaban tristes, estaban fijos en mí, dándome una mirada valiente que me estremeció. Sabía que ella también temía y odiaba a Shark, lo que no sabía era que al parecer ella estaba segura de que este era su camino para dejar de hacerlo.

   —Ada…

   —A mí no me importa lo que pase con ese cabrón —dijo Jack.

   —A mí tampoco —dijo Eden. Más murmullos de aprobación se hicieron escuchar por toda la cubierta del Desire. Asentí con la cabeza.

Moría de ganas de ser yo el que lo lanzara a él.

   —¡Está hecho, entonces! —Ethan caminó hasta la escotilla que estaba en el suelo y que daba a los calabozos y la abrió—. Vamos; Aiden, Chris, Matt, Oliver. Acompáñenme —Todos los aludidos le siguieron y el resto formamos un círculo alrededor de la escotilla. Cerré los ojos y oí claramente el ruido de los gritos, de los golpes y de los forcejeos que se daban abajo. Dudé ¿Estaba bien si me emocionaba con esto?

Las manos de Terence rodearon mi cuello para abrazarme por la espalda cuando se dejó caer sobre mí. Seguían ardiendo. Las tomé entre las mías y las acaricié.

   —Verás cómo te sentirás mejor después de esto —susurró en mi oído.

   —¿No…No se supone que la venganza es algo malo?

   —Dímelo tú ¿No liberarás con esto un montón de endorfina, prolactina y adrenocorti-lo-que-sea? —rió. Sonreí.

   —Adrenocorticotropina —dije.

   —¿¡Q-Qué!?

   —Así se llama la hormona —dejé escapar una risa—. Y sí, posiblemente mi cuerpo libere mucho de ella.

   —Entonces no lo veas como una venganza, velo como una liberación. Además, tú no serás el que lo mate. Lo hará el mar.

«El mar es justo» pensé.

   —¡Suéltame!

   —¡Sube las malditas escaleras! —Los gritos desde abajo se hicieron oír con más fuerza y el círculo se deformó para abrirles paso. El oscuro cabello de Ethan volvió a asomar de la escotilla cuando subió y detrás de él, Shark y sus hombres siendo apuntados por Aiden y los chicos. Shark me lanzó una mirada furiosa cuando nuestros ojos se encontraron.

   —¿Qué es todo esto? —gruñó con voz ronca. Me encogí de hombros.

   —¿Creíste que ibas a quedarte aquí para siempre?

   —Este es mi barco, Reed Breathe.

   —Este era tu barco —Terence dio un paso delante de mí para cortar el contacto visual entre nosotros, pero Shark volvió a buscarlo.

   —Voy a atraparte —dijo. Estaba sonriendo con esa sonrisa que detestaba tanto—. Te escapaste una vez y te encontré. Voy a seguirte hasta matarte —Mis rodillas temblaron y estuve a punto de tambalear, pero me quedé quieto en mi lugar y no aparté la mirada de esos ojos siniestros.

   —Morirás ahogado antes de eso —sonreí. 

   —Camina, idiota —Aiden empujó a Shark y lo hizo caminar hasta la barandilla—. ¡Primer cazador a la plancha! —gritó. Todos aplaudieron.

Había visto un par de veces cómo los hombres de Shark obligaban a saltar a prisioneros de la plancha, esa pequeña pasarela de madera que servía como trampolín para lanzarlos al mar. Ellos siempre encadenaban a los castigados antes de saltar, para asegurarse que no sobrevivieran. Nosotros no haríamos eso, si Shark vivía o no después de esto no me importaba. Era feliz sabiendo que no volvería a verlo. Cerré los ojos. Sus amenazas eran basura. Él no iba a cumplirlas.

Uno de los cazadores, a punta de cañón, fue obligado a caminar por la plancha y saltó al mar, perdiéndose entre sus propios gritos y el chapoteo del agua que no oí, pero que imaginé con detalle.

   —¡El siguiente! ¡Joder, estoy disfrutando de esto! —gritó Ethan—. ¡Vamos, cabrón! ¡Muévete! —un segundo hombre fue obligado a pasar la barandilla para tambalear sobre el pedazo de madera.

   —¿¡E-En serio van a hacernos esto!? —preguntó entre gritos. Su voz estaba quebrada por un llanto que estaba a punto de salir—. V-Vamos a morir… —Terence se apartó de mí, caminó hasta la barandilla y estiró sus brazos fuera de ella para tomar al cazador por los hombros bruscamente.

   —¿¡Acaso tú pensaste en eso mientras hacías todo lo que le hiciste a la gente de este barco!? —gritó, con la voz jadeante y le empujó tan fuerte que el cazador salió disparado y se estrelló contra el mar—. ¡Siguiente!

Jesse caminó hasta mí.

   —¿Estás bien, Reed? —me preguntó. Su voz me sobresaltó. Estaba demasiado concentrado mirando lo que estaba pasando en la plancha.

  —Soy yo el que debería preguntar eso —respondí y clavé mis ojos sobre él. Jesse sonrió.

   —¿Por qué lo dices?

   —Ya sabes… —comencé—. Tú me dijiste que conocías a Shark.

   —Ah, sí… —apartó un mechón rebelde que caía por su frente. Incluso si estaba algo esponjoso por culpa de la brisa marina, el pelo de Jesse se veía siempre brillante y suave. Le envidiaba un poco, el mío siempre estaba hecho un desastre—. Me acosté con él cuando era un adolescente —dijo, sin siquiera titubear y estuve a punto de atragantarme con mi propia saliva por la impresión—. Él fue mi instructor en uno de los tantos campamentos militares a los que asistí desde pequeño —cruzó sus brazos. Pude haber pensado que estaba nervioso, pero en su rostro se dibujaba una mueca de total serenidad. A él de verdad parecía no importarle—. Ese día tuve una pelea con mi familia, me fui de fiesta, nos encontramos y terminé follándomelo. Pero fue una cosa de borrachos y de una sola vez —sentí mis mejillas ardiendo. Dios, él sí que era directo para hablar.

   —¿T-Te…Tú lo…? —balbuceé.

   —Urlò come una puttana [1] —masculló, con una sonrisa torcida que hacía relucir toda la perversidad de toda la mafia italiana en su pálido rostro. No entendí lo que dijo, no quería entenderlo tampoco. Me dio una suave palmada sobre la espalda—. Vamos, creo que deberías ir allá —Me estremecí. Entre Ethan y Terence estaban obligando a Shark a pasar la barandilla. Él nos vio. 

   —¡Voi, Senna! ¡Aiutami! [2] —Shark le gritó algo que no logré comprender, pero supuse que estaba pidiendo su ayuda. Jesse sonrió.

   —Fottitene. [3] 

Caminé hasta donde estaba el alboroto. Shark sería el último en saltar. Las piernas me temblaban y amenazaban con doblar mis rodillas para hacerme caer, pero no iba a caer frente a él, no de nuevo. Terence y Ethan le sujetaron bien y lo mantuvieron quieto para cuando yo llegué. Le miré a los ojos y él clavó los suyos llenos de furia en mí. Mi corazón golpeaba rápido contra mi pecho. Mis manos y mi garganta también temblaban. Quería gritar. Me costaba respirar. Sí se sentía liberador, me estaba librando de él. Shark representaba todo lo que odiaba, él representaba mis errores y a todo lo que le tenía miedo. Él representaba esa parte de mí que detestaba tanto.

Antes creía que el miedo me mantendría vivo, pero me había equivocado. El miedo paraliza, y yo necesitaba avanzar.

No iba a vivir con miedo nunca más.

   —Arrójenlo —ordené.

   —Será un honor —dijo Terence. Él y Ethan lo empujaron por la borda. No gritó, sólo se dejó caer. Mis manos apretaron la barandilla con fuerza cuando me asomé por ella para ver como caía, como su cuerpo se abría paso por el agua, salpicándola por todas partes, cómo se sumergía y como se quedaba ahí, bajo ese oscuro manto azul. Mis rodillas temblaron, caí arrodillado al suelo y solté el grito que había estado conteniendo en mi garganta, no fue solo un grito, también fue una risa.

   —Vamos a celebrar… —Los pasos de Ethan y Aiden se alejaron—. ¡La comida está lista y de seguro estos malditos guardaban alcohol en este barco! ¡Vamos a buscarlo! —gritó y un montón de voces se le unieron a ese grito. Estaban felices. Yo también lo estaba, pero no podía detener las lágrimas. Las celebraciones y las pisadas aceleradas se alejaron lentamente, dejándome en silencio. No me solté de la barandilla, no podía hacerlo, sentí que caería si lo hacía.

Un cuerpo ardiendo chocó contra mi espalda y las manos de Terence cruzaron mi pecho en un abrazo.

   —¿Cómo se sintió? —preguntó ¿Qué cómo me sentía? Estaba sobresaltado, aturdido. Nunca en mi vida había sentido el paso de tantas emociones arremolinándose en mi estómago. Me costaba respirar.

   —No puedo con esto… —gemí apenas. Mi voz no salía—. Duele —sollocé. Los brazos de Terence tiraron de mí hacia atrás y me solté de la barandilla para dejarme caer sobre él. Ambos caímos al suelo, pero él no detuvo el abrazo.

   —Está bien… —susurró contra mi oído, su aliento estaba caliente. Sentía su pecho quemando contra mi nuca. No sé en qué momento el tacto de su piel había empezado a relajarme tanto—. Yo…supongo que duele ser libre.

   —Lo soy ahora. 







 [1]Gritó como una puta

 [2]¡Tú, Senna! ¡Ayúdame!

 [3]Esta palabra puede ser traducida como “Olvídalo” pero también cómo “Que te den” 

Notas finales:

1,2,3...Jesse se folló a Shark en el pasado y se lo tenía guardado! 
4,5,6...Reed al fin se libró de él. 
7,8...falta NADA para que lleguen a la isla. 
9,10...recen  para que Terence se recupere
¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas a los personajes? Pueden dejarlo todo en un lindo - o no tan lindo - review. 

Que tengan una linda semana! Abrazos


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