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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holiiis, gente :) 

Uff, son las cuatro de la mañana. Me ha costado sacar este capítulo (más por temas de tiempos que por cualquier otra cosa) 

Bueno, bueno...qué decir. Es un Chriss/Jessrist xD

Mucha dulzura en este capítulo. Aprovéchenla, saboreénla, disfrútenla porque ahora se viene lo duro :) 

LAMENTO mucho los SINFIN de HORRORES ortográficos que van a encontrarse, pero mañana debo hacer un viaje y son las cuatro y aún no he hecho mi maleta. No he podido revisar el texto. 

Gracias por su comprensión :) 

Besos

Capítulo 42

 

 

   —El clima empeora, cuore mio —Un tirón suave en mi hombro me sacó de mis pensamientos—. Y estás temblando. Ponte esto… —La chaqueta de Jesse, la misma que yo mismo había jodido la noche anterior con sangre y tripas de zombies, cayó sobre mis hombro, ahora un poco más limpia pero con el mismo apestoso olor impregnado en ella. Le dirigí una mirada de fingida molestia mientras sonreía—. No puedes quejarte. Tú la arruinaste. 

   —¿Tú no tienes frío? —pregunté en un susurro. Caminábamos en silencio, en uno de esos silencios absorbentes que da miedo romper. Nada pasaba por ahí salvo nosotros. Desde hace horas que no nos encontrábamos con zombies, ni con animales, ni siquiera con algún pájaro que Abercrombie y Sandy pudieran perseguir y corretear por un rato para divertirse. Esta ciudad estaba muriendo la primera vez que pise su suelo hace cinco años. Ahora, parecía estar enterrada veinte metros bajo tierra... abandonada y olvidada por Dios. 

No podía entender cómo La Hermandad y los cazadores habían sobrevivido tanto tiempo aquí.

   —Mi segundo nombre es frío, cariño —se burló él. 

   —A mí me pareces muy cálido —respondí, pero me arrepentí enseguida cuando él me lanzó una mirada que me hizo sentir desnudo—. No creas que esa es mi forma de decirte que eres sexy —agregué y me di cuenta de que sólo estaba empeorando las cosas—. E-Es decir… no es que no me parezcas. Sí eres sexy. Demonios, eres jodidamente sexy. P-Pero a lo que yo me refería era… 

   —¡Está bien! —rió mientas yo tartamudeaba—. ¡Detente ya! Vas a matarme —su risa melodiosa formó un eco en e lugar que hizo que los demás, que caminaban delante de nosotros, voltearan a vernos.

   —L-Lo siento —balbuceé, entre risas, para calmar los nervios. Jesse me ponía temiblemente nervioso—. Hablaba de tu calidez como persona —Él calló y el resto del grupo volvió su atención al frente.

   —¿Te parezco una persona cálida? —preguntó y sonrió, sin mirarme.

   —¿No te ofende el término «mamá ave»? —Sonaba un poco tonto, pero fue lo primero que se me vino a la mente; una simple y vana metáfora que representaba más o menos lo que era él para mí y lo que me había demostrado durante estos últimos días. Nuestra primera conversación se dio en la isla, cuando apenas comenzaba el enfrentamiento contra Shark, pero después de eso me tocó oír algunas historias sobre Jesse; supe de cómo intentó defender a Ada cuando uno de los tipos que vararon en Paraíso intentó abusar de ella, supe de otras tantas veces que él salvó a alguno de mis amigos y ahora tenía la propia experiencia. Jesse era cálido e increíblemente dulce, no sé cómo lograba eso siendo la bestia fría y calculadora que era en combate. 

A veces parecía un chico estoico al que nada le afectaba. Sin embargo siempre encajó muy bien en nuestro grupo, incluso si parecía lejano a todos nosotros. La verdad no sabía nada sobre él ni su pasado, pero algo me decía que siempre podría regresar a él. Jesse era cálido y protector; como el hogar que había perdido hace tanto tiempo.

Pensé en todo eso... y tan sólo pude llamarlo de esa estúpida forma.  

   —Nunca me habían llamado «mamá ave» —rió. 

   —No te ofendas. Lo que quiero decir es que siempre proteges a todo el mundo, a pesar de que apenas nos conoces. Mientras estábamos en el Desire te preocupaste de todos y... lo que quiero decir es que... —suspiré. No era muy bueno a la hora de expresar lo que sentía hacia otras personas—. T-Tú me entiendes, ¿verdad? 

Él sonrió. Su sonrisa podía incluso iluminar el nublado cielo que estaba sobre nuestras cabezas. 

   —Eres muy tierno, Chris —dijo e hizo que, por algún motivo estúpido, me sonrojara por la vergüenza—. ¿Puedo besarte? 

   —¿¡Q-Qué!?

   —Es sólo una broma —se burló y entonces una sonrisa involuntaria escapó de mi rostro, producida tan sólo por los nervios que esa pregunta me había causado—. Si te quisiera besar no te preguntaría y simplemente lo haría. Pero eso tú ya lo sabes. 

Otra vez, la mirada que me lanzaron esos ojos color caramelo me derritió por dentro. 

Un ruido que irrumpió en todo ese manto de silencio en el que habíamos estado nos alertó a todos y nos obligó a detenernos. 

   —¿Oíste eso? —le pregunté. 

   —Fuerte y claro —Su mano se dirigió cuidadosamente al cuchillo que descansaba en su cinturón y yo me puse en guardia. Nos agrupamos con el resto; hombro con hombro, espalda contra espalda y esperamos el peligro. ¿Qué era esta vez? ¿Una horda o algún grupo de La Hermandad que nos había seguido?

   —¿Alguien vio algo? —preguntó Jack. 

   —No es nada —comentó Regen a través de la máscara de gas, sin siquiera bajar a Sophie de sus hombros para mantenerla segura—. Debió haber sido un animal pequeño, quizás una ardilla que se pasea por los restos de lata que están allá.  

   —¿Cómo estás tan seguro? 

   —Lo vi. No alcancé a identificarlo, pero era pequeño. 

   —¿Pequeño como un gatito? —preguntó Sophie. La voz le temblaba de los nervios. 

   —Pequeño como tú —rió Regen y la bajó de sus hombros para tomarla en brazos y lanzarla varios centímetros en el aire antes de volver a atraparla—. ¿Ves? Eres tan chiquita que puedo levantarte así de fácil —La niña soltó una risita y yo sufrí un pequeño ataque de nervios. Los había visto hacer eso muchas veces antes y siempre se me revolvía el estómago al pensar que la chica podía resbalársele de las manos y caer al suelo. Por suerte nunca había pasado—. Está bien, sólo acérquense más y estén alertas —El chico de la máscara volvió a la pequeña a su lugar, sobre sus hombros—. Que ese ruido no haya sido nada no significa que algo más no pueda pasar. Todo ha estado muy silencioso. Y huele a sangre. 

   —¿Puedes oler algo con esa cosa en tu cara? —preguntó Matt, a modo de burla.

   —Lo extraño sería que no oliera nada con esta cosa en mi cara —contestó Regen, sin molestarse—. Y es un decir, no es que esté oliendo sangre ahora mismo.

En silencio, y más atentos que antes, reanudamos el paso. La conversación que había mantenido con Jesse cesó, quizás por nuestra cercanía con el resto del grupo. En el fondo ninguno de los dos quería que ellos escucharan lo que hablábamos. Personalmente mis motivos eran un poco más egoístas; en todo este tiempo nunca me había enamorado, ni me había sentido atraído por nadie. Y algo extraño ocurría entre ambos, algo que no tenía nombre y que me costaba asumir y reconocer. No quería que el resto sospechara si quiera hasta estar seguro de qué me llamaba tanto la atención de Jesse, qué era eso que me erizaba la piel cada vez que él se acercaba un poco.

Regen se detuvo de golpe y bajó a Sophie de sus hombros cuando llegamos a una avenida. 

   —Así que este chico sí olfateó la sangre… —susurró Jesse, y se detuvo junto a mí.  Sé que Regen había dicho lo de la sangre en broma, pero su broma resultó ser una gran predicción. Al otro lado de la avenida se encontraba un grupo de zombies lo suficientemente numeroso como para matarnos a todos. Se empujaban los unos a los otros e intentaban tirar la puerta de una enorme biblioteca.

   —¿Qué hacemos ahora? —pregunté en voz baja. 

   —¿No está claro? —me contestó Regen, quien no debió haberme escuchado, ya que encabezaba el grupo y estaba lejos—. Nos movemos en silencio, los rodeamos y pasamos. Debemos encontrarnos rápido con Scorpion. 

   —¿Y cómo sabes si quiera que nos encontraremos con él? Quizás aún no mueve un pie fuera de su base. 

    —Él no es esa clase de vago. 

   —Hablas como si lo conocieras. 

   —Lo conozco. Conozco toda esta ciudad y a sus habitantes a la perfección —gruñó tras la máscara e hizo un gesto para que avanzáramos. Nos movimos con cuidado y lentamente por la acera que estaba frente a todas esas bestias, que seguían apiladas contra la puerta de la biblioteca. Parecía que la tirarían abajo, pero la estructura era antigua y resistente—. Antes de que ustedes llegaran a revolverlo todo, solía observar esta ciudad como un fantasma. 

   —¿Te mantuviste solo todo este tiempo? —preguntó Jack. 

   —Cuando estás solo no tienes que cuidar a nadie excepto a ti mismo. Esa es una gran ventaja; no sufres las pérdidas —Nos detuvimos y nos apiñamos para escondernos tras la chatarra de un auto—. Pero ahora estoy aquí con ustedes, lo quiera o no estamos juntos metidos en esto —Los ojos oscuros de la máscara de Regen se quedaron fijos en la puerta de la biblioteca—. Tengo la sensación de que perseguían algo… —murmuró, más para sí mismo que para el resto de los que estábamos ahí. Entonces avanzó junto a Sophie.

Oímos un pequeño ruido; una suave irrupción en el ambiente que no supe distinguir bien, ya que era distinta a los gruñidos de los zombies, y que los alertó a ellos y a nosotros. . 

   —¿Qué fue eso? —pregunté y caminé más rápido. Mi adrenalina se disparó—. M-Mierda… —balbuceé, al darme cuenta de que uno de ellos había volteado y nos había visto—. Mierda. 

   —Corran —ordenó Regen—. ¡Corran, maldita sea! —Uno, dos, tres, cuatro, cinco... muchos zombies voltearon a vernos y en pocos segundos toda la horda nos tenía en la mira. Era como si fueran capaces de transmitirse el mensaje los unos a los otros: «mira allí, hay comida intentando cruzar la calle.» 

Jesse tomó mi mano y, medio segundo después, todos corrimos por nuestras vidas. Oí los gritos y gruñidos de los zombies que eran más veloces y oí sus pasos tras nosotros. Había pasado un tiempo sin sentir esa adrenalina y ese peligro que significaba estar a punto de ser alcanzado. Era desesperante.

   —¡Rodeen la biblioteca! ¡Debe haber gente adentro! —gritó alguien y obedecimos, seguramente porque en ese momento esa idea nos pareció la más lógica y la única que podía entregarnos esperanza. Cruzamos la calle rápidamente y pasamos el edificio para llegar hasta la parte trasera. Los sentía tras nosotros, tan cerca que casi oía sus jadeos sobre mi oído. No teníamos a Reed cerca, no sabía por cuánto más estaría como prisionero en La Hermandad. Si uno de ellos nos alcanzaba, estábamos fritos—. ¡Aquí! —La puerta trasera de la biblioteca se alzó como una llama en medio del frío, como una luz que nos entregaría la salvación. Jesse me soltó y yo corrí más rápido para intentar abrirla. 

   —¡Cerrada! —alerté.

   —¡Ábranla como sea! —Regen se posicionó delante de nosotros y Jesse le imitó. Iban a intentar controlar la horda mientras el resto abría la puerta. Decidí ayudar. No podía quedarme atrás.  

   —¿Estás listo? —le pregunté a Jesse cuando me paré a su lado y me puse en guardia. La primera horda, compuesta de unos quince zombies, esos que aún podían correr, estaba a punto de abalanzarse sobre nuestras cabezas. 

   —Será peligroso —contestó él. 

A mis espaldas, oí los golpes de los demás que buscaban derribar la entrada, o alguna ventana, y los ladridos de los perros que, sin avanzar demasiado, intentaban espantar a los zombies, sin mayor éxito.

   —¿Y tú eres la clase de chico que ama el peligro, no? —respondí y él me sonrió. En ese momento, su sonrisa me pareció divina—. Así deben lucir los ángeles cuando sonríen —comenté. 

Y me pareció presenciar un milagro cuando le vi sonrojarse. 

   —Mira al frente —ordenó y me hizo reaccionar justo a tiempo antes de que un zombie se abalanzara sobre mí. Fui más rápido, lo esquivé y logré clavar mi cuchillo en su cuello, justo bajo la barbilla. Entonces la pelea comenzó—. ¡Cuidado! —Jesse empujó hacia mí a otro de ellos y éste me cayó encima. Lo tomé del cabello para evitar la mordida y acabé con él. 

   —¿¡Quieres matarme!? —gruñí, pero él rió y me fue imposible resistirme ante una risa tan contagiosa. Agarré a otro zombie y lo lancé hacia él. Frente a mis ojos, Jesse lo terminó antes de un parpadeo y enterró su cuchillo en el centro de su frente, lo que lo mató al instante—. ¡Demonios! —grité asombrado y desvié a otro infectado hacia él. Él lo derribó inmediatamente. 

Había visto a muchas personas pelear a lo largo de estos años y Jesse era uno de esos que sorprendían una y otra vez. Su nivel fácilmente se igualaba al de Ethan, salvo que mi amigo de ojos caramelo era, hasta donde yo tenía entendido, tan sólo un ser humano. 

¿Quién era Jesse realmente? 

  —¡Cuidado, chicos! —gritó Regen y en ese momento la horda se descontroló. Vi a un montón de bestias sobre mí y no fui capaz de reaccionar lo suficientemente rápido. Pero Jesse sí lo hizo; me cubrió con su cuerpo y nos tiró a ambos al suelo en medio de un forcejeo provocado por todos los infectados que cayeron sobre nosotros. Él volteó como pudo hacia ellos y acabó con los que tenía a su alcancé. Yo le imité, estiré mi brazo y lancé cortes al aire que mataron a más de uno. Regen intentó ayudarnos con el resto. 

Pero nos habían rodeado.

La puerta se abrió y una lluvia de disparos, que me ensordeció por un momento, se dejó oír. Rodé por el piso y fui arrastrado por Jesse hasta el interior de la biblioteca. Un momento después la puerta se cerró otra vez.  Jadeé, aún en el piso, e intenté respirar profundamente. Nunca antes había valorado tanto mi vida.  

Todo estaba oscuro ahí dentro y nada de luz lograba entrar por las tablas de madera clavadas sobre las ventanas.

   —¡Ah! ¡Algo me tocó la pierna! —gritó Matt y algo corrió por el lugar, pero no fui capaz de levantarme. De seguro había sido uno de los perros que estaba asustado. 

Unas linternas apuntaron en nuestra dirección e iluminaron el lugar. 

   —¿Están todos bien? —preguntó una voz. Estábamos en una habitación hecha de cemento frío y sin pintar, con estantes gigantes que estaban llenos de libros polvorientos. El olor a hojas viejas me llenó las fosas nasales. Era un aroma agradable. El sitio lucía justo como imaginé que luciría el lugar más olvidado de una biblioteca—. ¡Se salvaron de una buena, eh! —me levanté torpemente para mirar a nuestros salvadores. Me llevé una grata sorpresa al darme cuenta de que eran hombres de Scorpion—. ¿Dónde está el resto?  

   —Fuimos interceptados por hombres de La Hermandad —habló Jesse, en un tono duro que no acostumbraba a usar, un tono que yo definiría como «militar»—. Se llevaron a Cuervo, a todos sus hombres, y a algunos de nuestros amigos —afirmó.

   —¿A-A Cuervo? 

   —Efectivamente. 

   —Vengan adentro… —Uno de los cazadores nos invitó a pasar a otra habitación—. Demonios, él va a volverse loco cuando se entere —Nos recorrió rápidamente con la mirada—. ¿Cuántos son ustedes? —preguntó. Miré a mi alrededor desesperadamente y nos conté. Por suerte, todos habíamos logrado entrar.

    —Seis y los dos perros. 

   —Siete, diría yo —debatió Regen, mientras cargaba de nuevo a Sophie y cruzaba la puerta. Su ropa estaba llena de sangre—. Estoy seguro de que algo nos seguía. 

Entramos en otra habitación, más espaciosa que la anterior, y nos encontramos con una escalera que no tardamos en subir. ¿Qué tan grande era esta biblioteca? 

   —Si algo los seguía, entonces no alcanzó a entrar —aseguró el cazador que nos guiaba. Le eché un vistazo al grupo. Matt cojeaba; se había torcido un tobillo, y Jesse sujetaba su hombro derecho, ya que seguramente se había golpeado muy duro al caer. Yo había recibido un disparo en la pierna hace un par de días y me veía mejor que todos los demás—. No vimos entrar a nadie salvo a ustedes. 

   —¡Pues entonces deberían abrir los putos ojos, imbéciles! —gritó alguien desde el borde de la escalera y un pequeño chillido infantil acompañó a esa voz. Miré hacia arriba, Scorpion nos esperaba de pie al borde de la escalera. Había una niña con él, que gracias a Dios no era Sophie. Él la sujetaba rudamente por el cabello mientras ella se quejaba y sollozaba—. ¿Esta pequeña rata viene con ustedes? 

   —¡No, no viene con nosotros, pero podrías soltarla, bestia!  —gritó Jack y avanzó hasta Scorpion para, sin miedo, apartar al hombre de la pequeña—. ¿No ves que está llorando? ¿Acaso estás muerto por dentro? —Jesse subió rápidamente y tomó a la confundida niña en brazos antes de que escapara.

¿Una niña nos había seguido todo este tiempo?

   —Estás bien ahora —le susurró Jesse. En ese momento, me di cuenta de que su hombro sangraba. Un escalofrío me erizó la piel de la nuca. ¿Cuándo se había lastimado tanto? ¿Una bala le había dado?   

Scorpion no intentó arrebatarle la pequeña a Jesse nuevamente y ni siquiera lo miró. En cambio, se dirigió a Jack y le agarró por los hombros. 

   —Dame una razón para no volarte los dientes —gruñó.

   —La Hermandad nos interceptó y atrapó a Cuervo y a todos sus hombres —contestó Jack y se dejó tironear por Scorpion, que estaba a punto de darle un golpe—. Vi por dónde se fueron, tengo información importante y necesitarás a toda la gente que puedas. Si me vuelas los dientes no tendrás nada de eso. 

Scorpion miró en nuestra dirección y nos lanzó una mirada punzante que nos recorrió de arriba abajo, mirada que perfectamente pudo haberme atravesado el pecho. Luego volvió a mirar a Jack y sonrió. 

   —Esa es una excelente razón, Jackie —lo soltó.  

Jesse volvió a mi lado, con la niña en sus brazos. La pequeña no debía tener más de doce años. Tenía el rostro pálido y embarrado, el cabello rubio sucio y los ojos verdosos llenos de lágrimas. Me rompió el corazón verla tan asustada. 

   —¿Estás bien, criatura? —pregunté, cuando ambos cruzamos una mirada. Ella no contestó. 

   —Está aterrada —susurró Jesse. La niña apoyó la cabeza contra su pecho y se quedó allí. Él sonrió—. Y debe estar cansada.

   —¿Y cómo estás tú? —pregunté, mientras veía la herida de su hombro. Tenía un mal presentimiento sobre eso. Su respuesta nunca llegó. 

   —Suban y caminen derecho hasta llegar al último salón… —ordenó Scorpion, y anduvo por delante de nosotros sin si quiera voltear para ver si le seguíamos o no el paso—. Mis hombres no arriesgaron la seguridad de este lugar y alertaron a todos los zombies de la zona con el ruido de los disparos para que ustedes se queden ahí parados como idiotas —dijo, su voz se escuchaba increíblemente calmada y eso asustaba. Por desgracia conocía a Scorpion más de lo que me gustaría. Había estado secuestrado por su escuadrón durante mucho tiempo. Jamás había visto una reacción tan relajada ante una situación tan terrible. Eso sólo podía anunciar problemas.  

Obedecimos en silencio y sin objetar. Ninguno de nosotros quería estar ahí en ese momento, pero era lo único que teníamos. El escuadrón Scorpion y Cuervo eran muy unidos, sabíamos que finalmente él cedería y nos ayudaría a realizar el rescate donde libraríamos también a nuestros amigos. Scorpion era la persona más desagradable que pisaba esta tierra, el último sujeto con el que me gustaría hacer equipo. Pero, por algún motivo extraño, nuestros caminos siempre se cruzaban. 

Pasamos rápidamente por varios salones de lectura que se mantenían intactos, con la mayoría de sus libros en sus respectivos estantes, y me sentí algo avergonzado de mi propia especie. Incluso después de años del desastre; cuando comenzábamos a asentarnos y a acostumbrarnos a los infectados y cuando todo comenzaba a andar a un ritmo relativamente normal... incluso en ese momento lo último que estaba en las prioridades de los humanos era leer. Anoté mentalmente llevarme varios cuando abandonáramos este lugar. 

Entramos en la última habitación, que era considerablemente más grande que las demás. Dentro estaba lleno de cazadores; algunos dormían, otros limpiaban sus armas y otros comían. Al parecer el repentino mal tiempo y la horda de zombies que estaba afuera les había obligado a atrincherarse aquí y ahora sólo estaban a la espera de que pasara.

   —¿¡D-Dania!? —Uno de los hombres que estaba sentado en el piso se levantó rápidamente y corrió hacia nosotros, mientras algunos cazadores intentaron detenerlo. Supe inmediatamente que él no era uno de ellos. De hecho, no tardé en reconocerlo cuando lo vi; la heterocromía era un rasgo difícil de olvidar. Él era uno de los hombres de Cobra que Scorpion había capturado. Incluso recordaba haber oído su nombre… Uriel—. ¡Dania! ¿¡Eres tú, niña!? —La pequeña, que seguía en brazos de Jesse, levantó la cabeza de su pecho e intentó desesperadamente bajar—. ¡Dania! ¿¡Estás bien!?

   —Déjala… —ordenó Scorpion, y tocó el brazo de Jesse para llamar su atención—. ¿No ves que la niña encontró a su papi?... ¡Oigan!—les habló a sus hombres—. ¡Suéltenlo! —Jesse miró con cierto rechazo al hombre que intentaba alcanzarlo, sin confiar todavía en él, y luego miró a la pequeña. La dejó ir y la chica corrió hacia Uriel. Ambos se reencontraron en un abrazo conmovedor—. Ahí lo tienes —Scorpion dio una palmada sobre el hombro de Jesse y éste se removió, incómodo. Supe en ese momento que algo andaba muy mal—. ¿Qué pasa, hombre? —Los ojos del cazador quedaron fijos sobre la herida—. No me jodas. ¿Esa mierda es una mordida? 

El resto de los cazadores se levantó y nos rodeó como si Scorpion hubiese activado una alarma. Tomé a Jesse de un brazo y lo empujé hacia mí. Él no estaba siendo él mismo desde hace un rato y ahora lo entendía. Aparté los trozos de camiseta rota que había sobre sus hombros y despejé la herida, sólo para comprobar que lo que decía Scorpion era verdad. 

   —T-Te han mordido... —balbuceé y sentí el estómago revuelto y un dolor que me atravesó el centro del pecho, justo como lo haría un puñal. Una emoción que no sentía desde hace mucho tiempo se me vino encima como una avalancha; era la desesperación. Abracé a Jesse, sin esperar que él correspondiera y lo sujeté con fuerza—. No, no. Eso es imposible. ¿Cuándo? 

   —Antes de que entráramos a la biblioteca —dijo. Y evoqué el momento exacto en que pasó; fue cuando él me protegió de la repentina horda que se nos vino encima, hace unos minutos atrás—. Estas cosas pasan… —intentó tranquilizarme. No había nada extraño en su tono de voz. Él no parecía tener miedo, pero yo sí. Yo me sentí aterrado en ese momento. Siempre he tenido la mala costumbre de encariñarme fácilmente con las personas. Pero con Jesse lo había hecho aún más rápido, más rápido de lo que jamás imaginé y sólo ahora, con una mordida visible en su hombro, era capaz de darme cuenta de ello.

   —¡Tienes que ser una broma! —Scorpion soltó una pequeña risa—. De todos los inútiles en su grupo que merecen ser mordidos, ¿dejan que el más fuerte se contagie? —El líder de los cazadores desenfundó su arma, pero no la apuntó hacia ninguno de nosotros—. Me caes bien, chico bonito. Así que tú eliges. ¿Te disparo ahora o espero a que estés hecho un cadáver? Joder, es una lástima ver tanto talento desperdiciado. Incluso pensaba ofrecerte ingresar a mí escuadrón. 

Jesse sonrió:

    —Ni muerto entraría a tu escuadrón —contestó. 

   —De todas formas estarás muerto en un par de días… —Scorpion se encogió de hombros—. Así que elige. 

   —No, no, no —me interpuse entre Jesse y Scorpion, a pesar de que este último aún no apuntaba el revólver hacia mi amigo—. Tenemos a Reed, Scorpion. Podemos esperar a rescatarlo e inyectarle su… 

   —¿Quieres eso? —El rubio me dirigió una mirada de arriba abajo que me causó escalofríos—. Está bien, pero si se convierte antes de eso tú mismo tendrás que dispararle. ¿Estás seguro de que podrás hacerlo? 

   —Nadie tendrá que dispararle a nadie… —interrumpió la gruesa voz de Uriel. Scorpion alzó una ceja y volteó hacia él—. Sé que suena extraño, pero tengo una solución. 

   —Habla, ojitos —se burló Scorpion. 

Uriel se inclinó hasta quedar a la altura de la pequeña que ahora estaba junto a él y posó ambas manos sobre sus hombros, en señal de apoyo.

   —¿Estás segura, Dania? —le preguntó. La pequeña asintió con la cabeza y él repitió el gesto de manera automática—. Está bien… —se levantó y caminó hasta Scorpion, seguido por la chica—. Aunque no lo creas, esta niña puede salvar a un infectado. Ella puede evitar que ese chico se convierta en uno de ellos. 

Scorpion sonrió. 

   —Creo que a estas alturas ya nada logra sorprenderme… —dijo, y se agachó frente a la niña para tomar un mechón de su cabello entre sus dedos—. Esta pequeña rata se me hace familiar —alzó una mano e hizo una señal—. Denme algo mojado —ordenó, e inmediatamente uno de sus hombres acató el mandato y le entregó un pañuelo recién empapado en agua, que seguramente era para beber y que ahora había sido desperdiciada. Scorpion tomó el pañuelo y lo restregó, sin mucho cuidado, sobre el rostro sucio de la chica—. ¿Qué creen, gente? —preguntó y volteó en nuestra dirección—. ¿No les parece familiar ahora?  

Mi estómago dio un vuelco violento, el aire se estancó en mis pulmones y por unos momentos no logré respirar. Sí, ese rostro se me hacía familiar, demasiado, quizá. Me recordaba a Reed. 

¿Podría ser…?

   —Te creo, ojitos —aclaró Scorpion—. Joder, no sabes cuánto te creo—sonrió—. ¿Es su sangre, no? 

   —¿Cómo lo sabías? —Sobre el, hasta ahora, impávido rostro del hombre de Cobra, se dibujó un expresión de sorpresa—. ¿Cómo?

   —Te dije. Ya nada me sorprende —Scorpion terminó su trabajo de limpiar el rostro de la chica y la soltó—. Tenemos un botiquín con algunas agujas dentro. Que esta niña y el chico sigan a Anniston, él les hará la transfusión. El resto de los heridos podrá esperar… —se levantó y pasó por mi lado—. Parece que hoy es su día de suerte, ¿no? 

No fui capaz de responder a su pregunta; demasiadas emociones cruzaban por mi mente en ese momento. Se había salvado, Jesse se había salvado. Una sonrisa que no pude evitar escapó de mi rostro y las rodillas me temblaron. No sé cómo, pero se había salvado. 

Quizás sí teníamos a la suerte de nuestro lado. 

Jesse y yo cruzamos una mirada cuando él pasó por mi lado para seguir al médico de Scorpion. Me sonrió, con la sonrisa más confiada que podía esbozar ese perfecto rostro que tenía, como si todo este tiempo él hubiese sabido que esto iba a pasar, como si en su cabeza no entraran las probabilidades negativas ni los malos augurios. Aún no lo conocía lo suficiente, pero sabía una cosa; él era un hombre frío, precavido, que calculaba cada paso que daba antes de avanzar. Quizás esa era la razón por la que peleaba tan bien y en ese instante, por mi mente cruzó la loca idea de que no sólo Regen se había percatado de la presencia de esta niña que aparentemente tenía un importante parentesco con Reed, sino que Jesse también la había sentido. Es más, llegué a pensar que él ya sabía lo que esa niña podía hacer, y por eso se había dado el lujo de fallar; de dar un paso en falso y equivocarse para protegerme. Sé que era una idea estúpida, pero creía a Jesse capaz de eso. Lo creía capaz de muchas cosas.

Jesse era una caja de sorpresas. Y yo estaba dispuesto a desnudar cada uno de sus misterios. 

Cuando la niña y él se fueron, me reagrupé junto a los demás y nos apiñamos todos en un rincón del salón, alejados del resto.

   —Bueno… —Matt soltó un suspiro adolorido, seguramente para romper el silencio que habíamos mantenido por más de diez minutos. Él tendría que esperar un buen rato antes de ser atendido, pero desde la muerte de Cassandra que se había vuelto un chico fuerte. Él iba a resistirlo—. Lo logramos —dijo—. Encontramos a Scorpion. 

   —Odio tener que siempre recurrir a él —gruñó Jack, con los ojos fijos en una de las tantas ventanas que había en el lugar y que filtraba la luz de la tarde por sus vidrios sin sellar. Miré la trayectoria que seguían sus ojos violetas; los zombies se habían apilado bajo la estructura y ahora eran incluso más numerosos que antes. Los cazadores de verdad se habían arriesgado al llamar la atención con sus disparos, pero gracias a eso estábamos vivos ahora—. Demonios, míralos. 

   —Gracias a Dios la puerta de entrada es pesada… —comenté y un escalofrío me erizó la piel. Había muchos de ellos bajo nuestros pies. Sólo esperaba que la entrada resistiera lo suficiente. 

 Matt se acercó un poco más a nosotros para mirar también.

   —¿En qué momento nuestro mundo se transformó en esto? —preguntó e imaginé que toda esta situación a él debía aterrarle. Prácticamente no había salido fuera de la isla hasta ahora y tampoco había alcanzado a vivir lo suficiente lejos de un hogar. Dulce chico inocente... no tenía idea de los horrores que estaban por venir. 

   —No lo veo tan mal —dijo Scorpion, que estaba sentado en una esquina, escuchándonos, y me sorprendió que participara de nuestra conversación. Fumaba un cigarrillo, pero yo estaba seguro de que jamás le había visto fumar anteriormente—. Esas calles se veían igual antes. Ese montón de idiotas de abajo, vivos o muertos, continuarían siendo zombies porque toda la vida lo fueron. Todos los días corrían de aquí para allá, se chocaban entre ellos en cada esquina sin siquiera darse cuenta y se peleaban por alcanzar un asiento en el bus. Estos imbéciles eran la clase de gente que competía en su jodido trabajo, les sacaba los ojos a otros para escalar y le chupaba los huevos al jefe para conseguir un ascenso. Esos idiotas de abajo no solían ser más que cabrones insaciables que querían tenerlo todo a cualquier costo; un televisor de última generación, el mejor coche...el último jodido modelo de móvil —rió—. Las vidas de esos miserables solían estar llenas con tan sólo un poco de dinero. Ahora lo están con un poco de carne. No veo la diferencia. 

   —Hablas como si el ahora fuera mejor que antes —dije. 

 —Está mejor que antes —contestó. Su respuesta me irritó. 

   —Déjalo… —susurró Jack, muy bajito—. De seguro solía ser un maldito desadaptado social antes del desastre. 

   —Todavía lo es —susurré.

   —Este desadaptado ha salvado sus culos esta tarde. No hagan que me arrepienta —respondió él—. Y ustedes me lo pagarán cuando salgamos de aquí o yo mismo me encargaré de matarlos. 

   —¿Qué quieres que hagamos? —pregunté. 

   —Sólo llévenme a La Hermandad… —contestó—. De hecho, todos nosotros, juntos, vamos a encargarnos de llegar al fondo de esto —Jamás imaginé que Scorpion sería capaz de usar las palabras «nosotros» «juntos» en una misma oración—. Ustedes quieren mi ayuda para salvar a sus amigos y yo quiero la suya para quitar el problema de raíz. 

   —¿Qué piensas hacer? —preguntó Jack. 

   —Nunca he visto al líder de La Hermandad —contestó, con voz ronca, quizás producida por el humo atorado en su garganta—. Creo que es tiempo para una cita y acabo de fijar una hora —Jack y yo cruzamos una mirada de alerta. Esa declaración sólo podía significar problemas—. Cuando lo tenga en frente… —Scorpion dio una calada profunda a su cigarrillo y soltó el humo en una exhalación sonora—. Joder, cuando lo tenga en frente le romperé el culo, lo mataré con mis propias manos y me bañaré en su maldita sangre.

Esta guerra sería mucho más difícil de lo que habíamos planeado. 

Nadie más abrió la boca.

   —Iré a… —dije, luego de un rato y no pude continuar la frase cuando me aparté del resto. Supuse que todos entendieron mis intenciones. No podía soportar más la ansiedad, así que me dirigí en dirección en la que había visto desaparecer a Jesse. Y, cuando noté que ni Scorpion ni ninguno de sus cazadores intentó detenerme, seguí en mi búsqueda por los pequeños salones de lectura. Necesitaba verlo, necesitaba comprobar que había funcionado. 

Cuando estaba por llegar al tercer salón, vi a Jesse de la habitación. Me quedé de pie en el pasillo, paralizado ante su rostro inexpresivo que no me decía nada. ¿Estaba bien? ¿Esa niña efectivamente tenía la cura en su sangre, tal y como Reed?  

«Dame una señal…», rogué para mis adentros.

Y entonces, él sonrió. 

Quise caminar, pero en ese momento lo único que atiné a hacer fue correr hacia él, hasta alcanzarlo y envolverlo en un abrazo que nos quitó el aire a ambos. No podía hablar, no podía pensar claramente. Lo único que llenaba mi cabeza era él, que ahora estaba bien. 

   —Cuidado, tu brazo va a lastimarme —advirtió. Reaccioné y alejé mi prótesis de él, a pesar de que en ese momento no quería alejarme un solo centímetro. Jesse rió en voz baja—. Estoy bien, Chris —me tranquilizó. 

   —Lo siento —rocé, con los temblorosos dedos de mi mano, el vendaje perfectamente blanco que estaba ahora sobre su herida y pude volver a respirar tranquilo. Él de verdad se veía bien—. Es sólo que por un momento de verdad creí que tú ibas…  

Jesse tomó mi mejilla y me obligó a callar. Sus dedos eran suaves e increíblemente delicados para alguien que acostumbra a manejar armas. Por un momento mis ojos quedaron anclados a los suyos, a esa mirada caramelo que él tenía y que no podía sino recordarme la parte dulce de este mundo devastado. Sonrió de medio lado, sonrisa encantadora y maliciosa a la que no fui capaz de reaccionar, y me besó sin previo aviso. Sus labios sabían justamente como me los imaginé;  dulces, como un sabor que creí haber olvidado. Supe en ese momento que me había perdido y que había caído en todos sus encantos. 

   —¿Q-Qué fue eso? —balbuceé cuando me alejó de sus labios y del beso más delicioso que había recibido en toda mi vida.   

   —Dije que no iba preguntarte —sonrió. 

   —No me importa si jamás preguntas —respondí y sonreí yo también—. Me gustan las sorpresas y tú eres una caja llena de ellas —me incliné sobre él y esta vez fui yo el ladrón del segundo beso.

Yo tampoco iba a preguntar.

Notas finales:

Para los que se preguntar por qué diablos Scorpion estaba fumando sólo les diré una cosa... NERVIOS. Sí, nuestro chico de hielo siente a veces y cuando no se vuelve completamente loco por algo, hace esta clase de cosas como fumar. Sí, fuma porque raptaron a su chico :( pero ni él entiende muy bien lo que está sintiendo. 

Jesse es dulce como un montón de caramelo fundido
Chris acabará con diabetes emocional de aquí al final de la historia
¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Recuerden que, si ven un error, pueden tomarse la molestia y avisarme para corregirlo :) me harían un gran favor. 

Abrazos por docenas


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