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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Capítulo 9





—¡Al suelo todos! —Alguien gritó y mi cuerpo respondió inmediatamente, me tiré al piso y me camuflé un poco gracias a la espesa hierba que ahí había. Yo también lo había visto, los hombres de Shark no solo traían muertos consigo, ellos estaban armados, cosa que era muy extraña, estos cazadores solían usar cuchillos en lugar de armas de fuego. La primera bala dejó un doloroso zumbido en mis oídos que me obligó a llevarme las manos a la cabeza, había pasado muy cerca de donde antes había estado de pie y me di cuenta de una cosa: Ellos venían a por mí.

   —¡Disparen! —ordenó Ethan. Era el único que estaba en pie, esquivando las balas con una agilidad de la cual era imposible no sentirse impresionado. Oí armas siendo disparadas desde nuestro lado.

   —¡Qué esperas, Reed? —La voz de Terence llegó a mí entre los gritos desesperados y las balas que volaban sobre mi cabeza—. ¡Dispárales!

Claro, yo también tenía que hacerlo.

Nunca había tenido que dispararle a nadie, la única vez que maté directamente a alguien fue en una situación extrema, y me había preparado meses para matar al hombre que asesinamos en el calabozo durante el motín. No sabía si ahora podría hacerlo.

   —¡Nunca le he disparado a nadie! —respondí.

   —¡No hay tiempo para eso! —El pelirrojo rodó por el suelo para esquivar una bala—. ¡Dispárales, Reed!

Estando en el suelo, tomé el rifle entre mis manos y lo apoyé sobre una pequeña roca. Inmediatamente los rostros de esos hombres se hicieron más cercanos y pude reconocerles perfectamente. Sí, los había visto a todos, eran unos ruines como la mayoría de los hombres de Shark y ahora estaban atacando el lugar que me había hecho sentirme como en casa después de mucho tiempo. No quería perder eso.

Disparé. Fallé. Las manos me habían temblado a último momento.

   —¡Vamos, Reed! —animó Terence. Volví a intentarlo y esperé que mi vista dejara de ser borrosa a través del lente. Entonces lo vi.

   —¡Llevan chalecos antibalas! —grité. 

   —¿¡Por qué siempre estos cabrones llevan chalecos!? —La voz de Aiden me respondió metros más allá—. ¡Ethan! ¿Puedes acercarte?

   —Estoy en eso.

Apoyé mis codos contra el piso para darle mayor estabilidad al arma cuando la tomé por segunda vez. Entonces, todo se desmoronó. Los hombres de Shark soltaron las cadenas de los muertos y ellos comenzaron a correr en nuestra dirección. No me moví y me quedé ahí y yendo contra todos los nervios y el miedo que revolvía mi estómago, comencé a disparar. Mentalmente los había logrado contar, eran alrededor de una docena. Logré derribar a tres fácilmente, pero eso no era suficiente. No podíamos movernos, si nos poníamos de pie para pelear o para correr seguramente las balas nos alcanzarían.

   —¿¡Qué estás haciendo!? —grité, sin apartarme de la mira, de reojo había visto que Terence se levantaba—. ¡Tírate el suelo, ellos quieren que nos levantemos para dispararnos!

   —¡Los zombies están viniendo!

   —¡Puedes matarlos desde el suelo!

   —¡Ya están aquí! —gritó y se movió rápido para darle un puñetazo a uno que había saltado sobre él, oí el sonido de algo rompiéndose y supe que se había armado con las manoplas antes de levantarse, lo que se había roto había sido algún hueso cuando Terence le golpeó la cabeza con el metal—. ¡Demonios! ¿¡Viste eso!? —gritó, me pareció oír una pequeña risa escapando junto a ese grito.

   —¡Si, sí. Lo vi! ¡Ahora tírate al suelo! —ordené mientras a través de la mira veía como a la distancia un hombre apuntaba en dirección a Terence—. ¡A tu izquierda!

   —¿¡Qué!? 

   —¡Que te muevas a la izquierda! —Él dio un salto hacia el lado cuando me escuchó y una bala pasó muy cerca. Sin pensarlo, apunté a la cabeza del hombre que le había disparado y tiré del gatillo. Un extraño e incómodo escalofrío me recorrió la piel de los brazos cuando vi a través de la mirilla como esa bala le atravesaba la frente.

Había cruzado la línea.

   —¡Cuidado! ¡Ahí vienen los demás!

La horda de muertos ya nos había alcanzado.

   —¡Bien, Reed! ¡Mantenlos a raya mientras yo me encargo de estos cadáveres! —Terence saltó sobre otro de ellos para darle un certero puñetazo metálico en la sien que estaba tan blanda producto de la putrefacción que el puño pareció hundirse dentro de su cabeza por unos segundos.

   —¡Hey! ¡Vuelve aquí! —oí gritos cerca de mí mientras intentaba buscar a esos hombres entre la hierba, al ver que uno de ellos había caído, los otros dos se habían escondido al igual que nosotros.

   —¡Tenemos que ayudar!

   —¡Tú no, idiota! —El tipo que teníamos preso, ese que había ayudado a Erick, llegó al lado de Terence y tras él, Jesse. ¿¡Cómo se había soltado!? Eso ya no importaba, estaba ayudando.

   —¡Cuidado! —El sujeto golpeó la cabeza de uno de ellos con una roca justo cuando el muerto estaba a punto de saltar sobre la espalda de Terence.

   —¡Attento, stronzo! —Un muerto cayó al lado de Terence y el otro chico. Yo había logrado verlo, Jesse le había lanzado un cuchillo desde dos metros de distancia y ese cuchillo le había atravesado la nuca.

   —Gracias, hombre.

   —¡Al suelo, chicos! —grité cuando vi una silueta moverse entre la hierba. Uno de los hombres de Shark se había levantado y había disparado en nuestra dirección. Disparé otra vez, sin pensarlo. Ya no podía cuestionarme si debía hacerlo o no, había dudado sobre si podía matar a alguien, y lo había hecho. Estos hombres eran malos, eran ellos o nosotros. El cuerpo del cazador cayó al suelo.

Otro disparo de parte del último hombre de Shark delató su posición, pero no pude concentrarme en él, no pude siquiera pensar en poner el dedo en el gatillo cuando le vi a través de la mira. Oí un ruido, alguien había caído cerca de mí.

   —¡Demonios!

   —¡Oye! ¡Le han disparado a éste! —giré la vista.

   —¡Terence! —solté el francotirador, dejé mi posición y gateé un par de metros hasta llegar hasta ellos—. T-Terence… —La voz me tembló ligeramente, le sangraba un hombro. El cómplice de Erick estaba arrodillado junto a él y me hizo un gesto para que me tranquilizara.

   —Está bien… —farfulló y con su mano me pidió el pañuelo que siempre traía amarrado a mi cuello—. La bala solo le rozó, es tan solo un poco de sangre.

   —¿Estás bien, Terence? —me arrodillé a su lado también y entregué mi pañuelo. No confiaba en las palabras de ese chico. Los ojos del pelirrojo, ahora más verdosos que nunca, quizás influenciados por la espesa hierba que teníamos alrededor, me lanzaron una mirada que intentaba tranquilizarme. Sonrió.

   —Me distraje… —dijo en medio de una pequeña carcajada. Suspiré.

   —Te dije que te quedaras en el sue…

   —¡Cuidado, Reed! —advirtió. Algo me sujetó de los hombros y me tiró al suelo. Tardé demasiado tiempo en reaccionar y darme cuenta que un muerto se había abalanzado sobre mí. Sus uñas se clavaron en mi espalda cuando intentó agarrarme la piel para rasgarla, pero no alcanzó a hacerlo. Alguien lo había matado, le oí gruñir antes de dejar de jadear.  Una mano me lo quitó de encima.

   —¿Estás bien, Reed? —Era Amy, esa chica que nos había salvado el día en que llegamos a la isla. Sonreí a manera de respuesta y me pregunté cuántas veces más me iba a dejar rescatar por una niña que a pesar de tener ahora mismo el rostro salpicado con sangre de muerto no era más que eso, una niña.

   —Dios, Amy. Me has salvado otra vez.

   —Y tú nos salvarás a todos… —Me tendió una mano y miró a Terence que recién comenzaba a reincorporarse—. ¡Chicos! ¡Tenemos un herido! —gritó. Inmediatamente un grupo de hombres llegó  a ayudar, reconocí a Jack y a Eden, el hermano de Ethan. Pero había otro hombre más.

   —No parece grave… —dijo, tenía una voz profunda que logró calmar un poco más mis crecientes nervios que intentaba desesperadamente controlar—. ¿Te duele, muchacho? —Le tendió la mano a Terence y le ayudó a levantarse, entonces me di cuenta que a ese hombre moreno y de cabello largo seguramente le faltaba una mano, tenía una especie de prótesis que asemejaba al típico garfio de pirata, pero que en vez de un gancho tenía una cuchilla que fácilmente alcanzaba los cuarenta centímetros. Terence se puso de pie y ése hombre me dirigió una sonrisa—. No te preocupes, estará bien… —dijo, como si leyera mis pensamientos—. ¿A la enfermería, Eden?

   —A la enfermería, Chris… —repitió el hermano de Ethan mientras llegaba junto a nosotros y apoyaba un brazo sobre mi hombro—. Ustedes, necesito su ayuda. Necesito que…

   —¡Hay que evacuar toda la isla! —La voz de Ethan entró como un rugido en mis oídos, giré en dirección a su voz y le vi levantar por el cabello al último hombre de Shark antes de darle un puñetazo que si no lo mataba, lo dejaría inconsciente varios días—. Este hijo de puta me acaba de confesar que ese cazador planea llegar aquí en menos de veinticuatro horas. ¿¡Cuando ibas a decirnos que tenía un maldito buque militar, Reed!?

   —Y-Yo no…no creí que…

   —¿No creíste que fuera necesario? ¡Idiota, debiste haberlo dicho! 

   —Papá, basta —ordenó Amy.

   —Amy… —Ethan soltó el cabello del hombre y le dejó caer al suelo cuando la vio—. Mi chica… —abrió los brazos cuando Amy corrió hacia él—. ¡No te veía desde hace casi dos días! —Ambos se abrazaron cuando se encontraron y a éste abrazo se les unió Aiden. Algo parecido a la ternura se alojó en mi pecho y me llevó a tomar más aire de lo normal, para evitar sobrecogerme por la imagen que tenía delante. Ellos parecían una familia.

   —Ah… —Un suspiro escapó de la boca de Terence—. ¿No son adorables?

   —Tú, a la enfermería.

   —Está bien, pero puedo andar por mi cuenta, no pienses en cargarme.

   —Bien, bien, muchachote… —Él hombre que le había ayudado a levantarse, al que había oído que llamaban Chris, levantó mano y prótesis en son de paz—. De todas formas no podría cargarte.

   —Claro que no, no con esa cosa filosa que tienes ahí.

   —¿Puedo? —Jesse se adelantó y me sentí impresionado por la fascinación que vi en sus ojos color caramelo cuando se le acercó a Chris—.Tu mano…

   —A-Ah… —Las mejillas morenas de Chris se sonrojaron ligeramente cuando Jesse se le acercó más de la cuenta para tomarle el brazo donde tenía la prótesis—. Claro…

   —Es hermoso… —susurró Jesse, mientras tomaba el brazo de Chris y lo inspeccionaba con cuidado. Entonces recordé que él había dicho que prefería un cuchillo antes que un arma de fuego—. Es un Ontario.

   —¿Q-Qué cosa?

   —La marca… —sonrió—. Eso que tienes puesto es el filo de un machete Ontario…—levantó su mano para examinar el arma mejor con los ojos—. Acero de carbono, la hoja es más gruesa de lo normal…apostaría que está sobre los tres milímetros y medio.

Chris soltó un silbido de admiración. —Pareces saber mucho de esto.

   —Solía usar navajas en mi trabajo, siempre me han gustado las cosas filosas… —Y sonrió mientras le veía directamente a los ojos—. Puedo enseñarte.

   —Me encantaría.

Carraspeé la garganta.

   —Chicos, hay que llevar a Terence…

   —Lo siento Reed, tu no irás… —La mano de Eden otra vez golpeando mi espalda me interrumpió—. Necesito que ayudes a evacuar este lugar. Esa herida no es grave, en un par de horas habrá dejado de sangrar y estará vendado, yo me encargaré de ello, pero necesito que ahora acompañes a Amy y…

   —Entiendo… —me aparté de Terence y los demás. Amy ya había vuelto con nosotros.

Me agaché para recoger el rifle y cargarlo en mi espalda.

   —Necesitamos ser rápidos... —Amy me tomó del brazo—. Pasaremos por toda la aldea avisando que tenemos que evacuar e ir a la cascada.

   —¿A la cascada?

   —Ése es el lugar que establecimos para escondernos en caso de ataque... —Me obligó a correr junto a ella, de vuelta a la aldea.

   —¡Esperen! —El amigo de Erick nos alcanzó—. Hay...hay más gente en esta isla que necesita ayuda...

   —¿Quién es éste? —murmuró Amy.

   —¿De qué estás hablando? —interrogué y le dediqué una mirada a Amy para que estuviera atenta, mis ojos querían decir “cuidado con este tipo”

   —Y-Yo... —El chico cargó ambas manos sobre mis hombros—. ¿Eres Reed, no? —abrí la boca para responder, pero él continuó hablando—. Reed. Lamento mucho lo que pasó con tu hermana...

   —Sobrina —aclaré.

   —Tu sobrina...Yo... —balbuceó—. No tuve otra opción...Erick nos había amenazado...mató a dos hombres delante de mí y...

   —¿De qué mierda está hablando este tipo? ¡No tenemos tiempo! —Amy volvió a tirar de mí.

   —Reed... —Las manos de ese chico apretaron con más fuerzas mis hombros, sin soltarse de mí—. ¡Por favor, chicos! ¡Están cerca de la orilla, ocultos entre la vegetación, cerca de un avión en ruinas...!

   —¿De qué me estás hablando?

   —¿¡Como descubrieron el avión!? —Amy se adelantó y obligó a ese chico a soltarme cuando ella le amenazó con un cuchillo.

   —¿Tienen un avión? —interrumpí.

   —Está en reparación... —Su respuesta llegó rápida—. ¿¡Cómo descubrieron el avión, he preguntado!?

   —¡Naufragamos cerca de ese avión y Erick se volvió loco! ¡Reed, sabes que él era un tipo fuerte, amarró a las chicas y amenazó con matarlas si no hacíamos lo que él quería! —La voz le tembló en un sollozo—. M-Mi hermana pequeña estaba ahí, joder. Dijo que iba a ahogarla con sus propias manos... ¡Apenas tiene diez años!

Mi pequeña hermana Dania debería tener esa edad ahora mismo...

Sacudí la cabeza.

   —Está bien, te creo. Amy, ve a dónde están esas personas...

   —¡P-Pero! ¡Tenemos que...!

   —Recuerdo el camino a la aldea y soy rápido, podré dar el aviso a tiempo. Además, si lo que dice éste chico...

   —Dalian

   —Si lo que dice Dalian es verdad, hay un grupo de gente que necesita ayuda urgente...y creo que prestando auxilio tú eres la mejor.

La rubia puso los ojos en blanco.

   —Ah, bien. Joder... ¡Reed, ve y da el aviso! Solo se quedarán a pelear los que puedan hacerlo —Le dio un tirón a la camiseta de Dalian—. ¡Vamos, hombre!

   —¡G-Gracias!

Me quedé algo confundido unos segundos mientras se marchaban y me reprendí a mí mismo por haberme conmovido cuando habló de su hermana. Quizás solo lo estaba usando como una excusa para escapar, pero secuestrar y amenazar gente era algo que personas como Erick hacían constantemente. De todas formas no debía preocuparme, Amy lo mantendría en su lugar. 

Terence y los demás ya se habían ido a la enfermería. La imagen de los muertos tirados por todo el suelo me hizo recordar que debía apresurarme, de donde los había sacado Shark vendrían más. Comencé a correr en dirección a la aldea. No la había recorrido completa, pero estaba seguro que con la ayuda de las instrucciones que le pediría a Cassandra apenas llegara a nuestra casa junto a la voz que correría entre la gente, lograríamos una evacuación limpia y rápida. Un notable olor a humedad me indicó que la lluvia llegaría antes de lo previsto y los nervios comenzaron a llenarme el estómago con náuseas y mareos. Arriba del Desire habíamos vivido muchas tormentas, las peores, esas que sólo se dan en altamar. Sabía que Shark encontraría la forma de sacarle provecho al mal tiempo.

Tenía que llegar rápido, tenía que avisarles a todos. 

Ni siquiera me di cuenta cuando las primeras casas comenzaron a aparecer delante de mí, había corrido demasiado rápido. La adrenalina podía hacer maravillas en el cuerpo.

   —¡Abran la puerta! —comencé a tocar violentamente la puerta de la primera casa—. ¡Es urgente!

Una mujer la abrió.

   —¿Q-Qué pasa?

   —¡Necesitan evacuar! ¡Un grupo armado viene para acá! ¡Solo pueden quedarse los que sean capaces de pelear! ¡Aiden ha dicho que corran al refugio establecido para estas situaciones! —Los ojos castaños de la joven mujer se abrieron sorprendidos.

   —¡Querido, niños! —Ella inmediatamente entró a la casa—. ¡Me han avisado de un código rojo!

¿Código rojo? Eso sería más fácil de decir que explicar todo lo que estaba pasando.

Corrí hacia la segunda casa.

   —¡Abran! —La puerta se abrió al segundo golpe.

   —¿Tú? —Ivy, una de las chicas que Ada me había presentado fue la que me abrió la puerta.

   —¡Ivy! —grité—. ¡Tenemos un código rojo!

   —¿¡Qué!?

   —¡Shark...un cazador viene a...! —Ella dio la vuelta y se metió a la casa.

   —¿¡Claire!? ¿¡Claire!? —gritó—. ¡Prepara tus cosas, tienes que irte. Tenemos un código rojo! —La pelirroja salió desde un pasillo, a medio vestir—. ¡Prepara todo, Claire! ¡Tienes que ir a la cascada!

   —¿Estás loca? —Un toque de molestia manchaba la dulce voz de Claire—. Me quedaré a pelear.

   —P-Pero tú...

   —Vamos, cariño... —Ella sonrió—. Me has enseñado a defenderme durante cinco años...

La rubia giró hacia mí.

   —Está bien... —sonrió—. Te ayudaremos a dar aviso, corre a la siguiente manzana.

Y así lo hice, corrí hacia la siguiente manzana y di el aviso, luego pasé a la siguiente, y a la siguiente.

   —¡Abran! —grité, mientras golpeaba la puerta de la que deberían ser mis vecinos. Ellos la abrieron al cuarto golpe—. Tenemos un código rojo... —dije, ahora más calmado. Había repetido el mensaje durante todo el tiempo que llevaba dando el aviso y la reacción de la gente era exactamente la misma en cada situación. Todos sabían lo que tenían que hacer, las madres y los niños no tardaban en desalojar la casa y marcharse en grupos hacia la cascada, mientras los hombres y las mujeres que se consideraban aptos para luchar se quedaban ahí, en silencio, preparando sus propias armas. Existía aquí una perfecta conciencia del deber que era impresionante, casi utópica. Eso era admirable.

   —¿Qué es todo este alboroto? ¡Reed! —La voz de Cassandra saliendo desde mi puerta me hizo correr hacia ella—. ¿Qué pasa? —Apoyé mis manos contra sus hombros para recuperar algo de aire.

   —Código rojo, Cass.

Los hermosos ojos verdes que tenía se abrieron como dos platos. Dejó escapar un suspiro y se metió en la casa. La seguí.

   —Señora Isabel, vamos por sus cosas. Tenemos código rojo ¡Ada!

   —¿Si?

   —Ordena tus cosas y sigue a Cassandra, tienes que esconderte —interrumpí.

   —¿P-Pero por qué? ¿Qué pasó, Reed?

   —¡Solo hazme caso! —caminé hasta las habitaciones y comencé a rebuscar entre los cajones, buscando algo de ropa para ella—. Shark viene para acá... —dije, intentando sonar lo más calmado posible, pero casi pude oír el sonido de sus huesos sacudiéndose todos al mismo tiempo ante un escalofrío involuntario—. Tranquila.... —encontré su ropa y los libros que eran de su madre y no tardé en buscar una bolsa para meterlos todos ahí—. Los hombres de ésta isla protegerán la aldea...y yo no permitiré que ese maldito se acerque al escondite.

   —¡V-Ven con nosotras, Reed!

   —No puedo, Ada —tomé sus mejillas entre mis manos para acariciarlas—. Conseguí un francotirador ¿Sabes?

   —¿Eso significa que te quedarás aquí?

   —Eso significa que podré asegurarme de que nadie te haga daño —sonreí.

   —¿Estás lista, Ada? —Cassandra volvió a entrar en la cabaña.

   —Ve... —susurré.

   —Te quiero, Reedy. —dijo en un sollozo ahogado. Sentí algo retorciéndose al interior de mi pecho y la abracé para calmar tan dolorosa sensación.

   —Dios, Ada ¿Desde hace cuánto que no me llamabas así? —besé su cabello, amaba a esta niña. Ella no solo era la hija de mi hermana, la que prometí cuidar cuando apenas conocía el significado de hacer una promesa como ésa, ella era lo único que me quedaba, lo único que había logrado salvar. No iba a echarlo a perder ahora.

Ella rio, muy bajito.

   —Creo que desde los tres años.

Volví a besarla.

   —Ve. —Se apartó de mí lentamente, dejando una especie de vacío frío alrededor de mi cuerpo cuando atravesó la puerta. Cassandra, quién me miraba desde la entrada, se acercó.

   —Ella va a estar bien, lo prometo.

   —Tú también cuídate, por favor... —intenté corresponder la sonrisa que me lanzó. Intentaba animarme. Sin quererlo, había encontrado a una amiga aquí. Me abrazó repentinamente.

   —Eres valiente, Reed.

   —Gracias... —Ella me besó en la mejilla.

   —Nos vemos.

   —Nos vemos.

   —¡Listo! —Ivy entró en la cabaña justo en el momento en que nos separábamos—. Cassandra, apresúrate. Tú deberías ser la primera en estar en esa cascada.

   —Lo siento... —Cassandra se alejó de mí y caminó hasta la puerta, sonrió una última vez antes de atravesar el umbral. 
   
   —¿Cómo que está listo? —pregunté, algo confundido.

   —Todo el mundo está avisado.

   —¿Tan rápido?

—Muchacho, ha pasado más de una hora desde que diste el aviso.

¿Cómo el tiempo había pasado tan rápido? El cansancio en mis piernas llegó justo cuando me hacía esa pregunta. Me había detenido, me había calmado y ahora el esfuerzo que había hecho corriendo de aquí para allá mientras estaba bajo los efectos de la adrenalina me había azotado de pronto. Me senté en el suelo.

   —¿Dices que viene un cazador? —Ella se sentó bajo el umbral de la puerta que estaba completamente abierta, yo podía ver el exterior. Allí afuera, los caminos comenzaban a quedar completamente desiertos poco a poco. La evacuación había sido rápida.

   —Shark...

   —¿Shark? Eso suena a alguien que está en el mar.

   —Tiene un barco, un buque militar. Nos escapamos de él, así es como llegamos aquí.

   —¿Se escaparon de la guarida de un cazador y él les siguió el rastro hasta acá? ¡Maravilloso! —El sarcasmo en su voz fue notable, pero no lo suficiente como para hacerme sentir mal por ello. Se puso de pie—. No te preocupes, muchacho. Aquí hay muchas personas que han logrado escapar de las garras de algún cazador.

   —¿E-Enserio? —sonreí involuntariamente. Saber que ellos tenían experiencia era esperanzador. 

   —Solo pregúntale a Amy, ella escapó junto a Aiden y los chicos cuando apenas tenía diez años.

Eso explicaba muchas cosas...

   —Está bien —Se puso de pie nuevamente—. Basta de charlas, debes descansar. Seguramente Eden pasará por aquí en un rato, está dentro del plan un buen plato de comida antes de una batalla. Deberías recostarte y ahorrar energía hasta entonces.

   —Gracias, Ivy.

La mujer rubia de aspecto rudo cerró la puerta y me dejó en el interior de esa cabaña con una terrible sensación de vacío. Me recosté en el suelo. Ni ahí, ni afuera podía oír nada ahora, solo quedaba el silencio que de vez en cuando era roto por algunos pasos acelerados de personas que se habían retrasado para ir al refugio. Me recordé a mí mismo una semana antes de llevar a cabo el motín en el Desire, estaba tan nervioso que ni siquiera podía dormir bien. Pero había algo que me tranquilizaba por esos días, yo tenía dos cosas, una era la seguridad de saber que Shark no sabía nada sobre nuestros planes, la otra, era David. Ahora no tenía ninguna de las dos.

Cuando decidí saltar a ese bote salvavidas para escapar de ese barco infernal, nunca creí que sería tan difícil volver a tener algo de paz.

Había traído a una comunidad hacia la guerra.

Me pregunté qué habría hecho David en ésta situación. Me pregunté qué habría hecho mi hermana, que habría hecho Amber e inconscientemente llevé la mano a mi cuello para acariciar el pañuelo que siempre llevaba conmigo y que ella me había obsequiado, años atrás. Cuando mi mano solo rozó con mi piel desnuda, recordé que no lo tenía. Lo había entregado para cubrir la herida de Terence. Solo esperaba que él recordara devolverlo.

Un trueno iluminó las paredes de la oscura cabaña cuando la tormenta se desató de pronto, sin piedad, como las que vivíamos en altamar.

Golpearon a la puerta tres veces.

   —¿Estás ahí, Reed? —Terence. Oí su voz camuflada con la lluvia. Me levanté rápidamente y corrí hacia la puerta para abrirla.

   —¡Terence! —Otro trueno iluminó su rostro empapado que parecía más pálido de lo normal. Sonrió al verme—. ¿Estás bien?

Se encogió de hombros, y una pequeña mueca de dolor asomó por su rostro. 

   —Solo duele un poco...—dijo, acariciando su hombro herido —.No había rastro de bala, apenas me rozó... —metió las manos en su chaqueta para buscar algo—. Toma... —tendió el pañuelo hacia mí—. Necesitará una buena lavada, está lleno de sangre. —sonreí, él sí lo había traído.  
  
   —Como me conoces... —solté sin querer. 

   —Creo que no te conozco nada... —Él entró en la casa y yo cerré la puerta—. Me explicaron lo que estaba pasando, que ese Shark planea atacar mañana y que ordenaron una evacuación... —masculló, con los labios tiritantes. Se quitó la chaqueta empapada y la dejó sobre una silla—. Ya oscureció ¿Te importa si me quedó aquí esta noche?

Me encogí de hombros como respuesta.

   —Creo que es mejor si nos mantenemos juntos. Ven, en la habitación hay unas mantas. Estás temblando.

   —Demonios, gracias.

Por como estaba, necesitaría mantas, ropa nueva y una taza de té caliente.

   —¿Quieres ropa? —pregunté, mientras rebuscaba en uno de los cajones por algo que le quedara bien. No le dejé responder—. Toma, pruébate esto. —Era ropa deportiva, pero era lo único que ahí había que creí le podría servir.

   —Gracias... —Se la entregué en las manos y volví a ver en sus brazos desnudos las marcas de lo que seguramente habían sido torturas tiempo atrás. Ahí estaban, los diecisiete perfectos cortes que partían de la base de su muñeca y subían por su antebrazo...

   —Oh... —balbuceé—. Creo que los conté mal la primera vez.

   —¿Eh?

   —Esas marcas, creí que eran dieciséis, no diecisiete —El apartó la ropa y sus brazos en un movimiento brusco—. Lo siento.

   —No importa... —Él me hizo un gesto y yo me giré automáticamente cuando me di cuenta que comenzaría a cambiarse ahí mismo—. No sé cómo aparecieron ahí, de todas formas... —oí el sonido de su ropa deslizándose y cayendo al suelo y cerré los ojos a pesar de estar dándole la espalda. Había visto a mucha gente desnuda en mi vida, pero de alguna forma esto se sentía nuevo.

   —¿No te intriga? —pregunté. Él soltó una risa suave y oí como los pantalones deportivos que le había entregado subían por sus piernas, pero aun así no me atreví a voltear.

   —Ya me cansé de preguntarme de donde vinieron.

   —¿Crees que te torturaron?

Di un respingo cuando oí el ruido de algo rasgándose.

   —No lo sé, dímelo tú... —dijo y entonces giré hacia él. Se había puesto los pantalones pero estaba a torso desnudo, la camiseta que le había entregado se había roto—. ¿De quién es esto que me diste? ¿De Ada? —Se burló y entonces me quedé helado, sin poder responder. Ahí estaban, la venda que cubría su hombro no alcanzaba a esconderlas por completo, ese par de cicatrices terribles que asemejaban el paso de las garras de un animal por su piel pálida y maltratada. Eran imponentes, como sellos, como un aviso que quería advertirme que algo iba mal con Terence ¿Pero hay algo que no vaya mal con alguno de nosotros?

Como la primera vez, sentí ganas de acercarme para tocarlas.

   —¿Qué? —preguntó, volviéndome a la realidad.

    —T-Tienes esas cicatrices horribles en el pecho también, pareciera que te atacó un animal o algo... —tartamudeé y me maldije por mi torpeza.

   —¿Un oso, quizás?

   —Nadie sobrevive al ataque de un oso —dije. Él sonrió.

   —Sobreviví a un virus zombie, así que creo que sería capaz de sobrevivir a un oso. Aunque claro, con el virus tuve algo de ayuda ¿Quieres tocar?

   —¿Q-Qué?

   —Estas heridas, no dejas de mirarlas… —Solo entonces fui consciente de lo que estaba haciendo y aparté la mirada de él y me giré nuevamente hacia el cajón para buscar otra camiseta.

   —Ya las toqué… —mascullé entre dientes—. Mientras estabas dormido.

   —¿¡Me tocaste mientras estaba desnudo!? —Él intentó sonar asombrado, pero pude percibir la burla en su voz—. Eres un pervertido, Reed.

   —¡N-No! —Le lancé una camiseta mía, una de las pocas que había logrado salvar del Desire. En realidad había sido de David, pero él me la había regalado hace muchos años—. Parecías muerto, solo me acerqué para asegurarme que estabas respirando.

   —¿Y tuviste que manosear mi pecho para eso? —Sus mejillas se inflaron por culpa de una carcajada que intentaba contener y las mías enrojecieron por el calor que las invadió. Me sentí molesto.

¿Por qué estaba cayendo en su juego?

   —Solo ponte esa camiseta. —Me volteé. Comenzaba a dudar sobre permitirle quedarse aquí.

   —¿Y si no lo hago qué harás? —oí sus pasos acercándose—. ¿No te resistirás y volverás a tocarme?

   —¡Deja ya ese jue...! —Me volví hacia él otra vez para gritarle, pero callé en cuánto le vi de pie, frente a mí, demasiado cerca como para poder reaccionar. Su rostro, aún algo húmedo por las gotas que caían de su cabello mojado se iluminó en una sonrisa que me pareció orgullosa y triunfal—. ¿Qué es lo que pretendes? —gruñí y di un paso hacia atrás intentando de recuperar algo del espacio personal que él había traspasado—. No vuelvas a acercarte así de repente... 

   —¿Soy yo el que está jugando? —encarnó una ceja sin dejar de sonreír y dio lentamente el paso que yo había retrocedido. Se me erizó la piel.

   —Lo estás haciendo. 

   —¿Estás seguro de eso? —Mi espalda topó con la pared y el estómago se me revolvió ante la idea de verme atrapado entre ella y Terence, que de pronto me pareció más alto, más fuerte, más difícil de distraer para escabullirme y escapar de él—. Vamos Reed, tú y yo sabemos de lo que estoy hablando... —Su voz se escuchó más ronca y apreté los puños para que él no notara que las manos me temblaban ligeramente—. Lees sobre psicología, sabes de eso. De seguro habrás leído sobre algo llamado lenguaje corporal ¿no?

   —C-Claro que sé sobre eso.

   —Entonces sabrás que me has estado dando señales, Reed. Porque yo no sé nada de lo que tú has estudiado en estos años y aun así sé perfectamente cuando alguien me está coqueteando, eso es algo que no se olvida con una simple pérdida de memoria... —Él estaba a solo un paso de mí, quieto, como una estatua que tomaría vida en cuanto yo me atreviera a hacer el intento de escapar de ahí.

   —No, estás malinterpretando. Yo no te he...

   —¿Ah no? ¿Entonces por qué no te enfadaste cuando te besé? ¿Por qué simplemente no lo dejaste pasar? ¿Por qué recalcarme que no le diera importancia?

   —Yo...

   —¿Por qué dejas que te hable sobre murallas, sobre querer entrar en esa fortaleza impenetrable que pareces tener alrededor? Cualquier persona simplemente me habría mandado al carajo.

   —Yo...

   — ¿Por qué te sonrojas cuando estás conmigo?

¿Yo hacía eso?

   —¿Por qué estás sonrojado ahora mismo, Reed? —Sus palabras, sus preguntas aceleradas dispararon mi pulso—. ¿Cuál es el problema? ¿Tienes miedo? ¿Nunca has estado con un hombre? Porque adivina qué, al no saber quién demonios soy tampoco recuerdo haber estado con uno. No recuerdo de dónde vengo, no recuerdo quién me hizo estas heridas, no recuerdo nada de mí. Solo estoy seguro de una cosa.

   —¿Qué? —La voz me tembló.

   —Me gustas, Reed. Me gustas desde el primer maldito día y sé que eres lo suficientemente inteligente para darte cuenta de eso. —Mi respiración cambió su ritmo ante esa declaración—. Y el único que está jugando eres tú, porque lo sabes y no haces nada al respecto.

   —¿Qué se supone que debería hacer? —Estaba nervioso. Sabía manejarme ante situaciones terribles, sabía manejar un ataque de nervios, sabía manejar la organización de un motín, sabía manejarme cuando mataban a alguien frente a mis ojos. Pero nadie, nada me enseñó a manejar algo como esto.

   —Deja de jugar, aunque sea por esta noche. No me importa si luego haces como que esta conversación nunca existió...—Un escalofrío me recorrió la espalda—. Mañana un cazador o como se llame atacará la isla, mañana podríamos separarnos, mañana podría morir, mañana incluso tú podrías estar muerto así que... —avanzó y yo no hice nada para detenerlo. Sus manos atraparon mis mejillas y las atrajeron hacia él para besarme. No fue un roce como la primera vez, ahora pude sentir la temperatura de sus labios, pude sentir el leve temblor que escapaba de ellos y contagiaba los míos. Ahora, y después de mucho tiempo, me dejé envolver por los brazos de alguien. Ahora, y después de mucho tiempo, me dejé llevar. Me estaba permitiendo lo que yo mismo me había encargado de prohibir. 

La sensación de sentir unas manos ajenas a mí acariciando mi cintura se me hizo menos extraña de lo que habría imaginado y me motivó a rodearle con los brazos, a rozar mis dedos contra su espalda y a sentirla estremecerse ante mi tacto. Quizás si había estado jugando y quizás si me había dado cuenta de ello. Incluso si lo intentaba negar, había algo en él que me atraía como un imán, pero ese algo me asustaba. Él estaba lleno de misterios, de misterios oscuros que a pesar de habérselo prometido, me aterraba descubrir.

Sentí sus manos colándose bajo mi camiseta y me pareció que sus dedos eran más expertos de lo que aparentaban. Dejé que me la quitara.

Se separó de mí unos instantes.

   —Esto no me lo esperaba... —susurró apenas, asombrado y su dedo índice recorrió una cicatriz que tenía bajo el cuello, sobre la clavícula—. Supongo que tú y yo no somos tan diferentes...

Me encogí de hombros, sintiéndome levemente avergonzado.

   —Cortesía de Shark, hace algunos años.

Él sonrió y sus brazos me atraparon con más fuerza cuando se inclinó para besar aquella cicatriz que me habían hecho hace tanto tiempo y que ya era parte de mí. El dolor de la herida pareció reactivarse en un escalofrío cuando su lengua se deslizó por ella. Mi respiración simplemente se cortó y los nervios en mi estómago aumentaron.

Esto estaba fuera de mi control. 

   —¿Q-Qué estamos haciendo, Terence? —intenté decir, pero mi voz escapó en un gemido. No podía controlar mi voz, ese último movimiento suyo me había agitado, y casi me hace perder la cabeza.

   —¿Qué estamos haciendo, Reed? —repitió y sus manos volvieron a tomar mis mejillas, pero no para besarme. Su rostro estaba frente a mí, a escasos centímetros, mirándome fijamente. El verde y el azul mezclados, sumados a la escasa iluminación de la habitación le daban una tonalidad grisácea a sus ojos multicolor que parecían querer atravesarme para investigar en mi interior. Tuve miedo de que pudieran hacerlo, de que pudieran traspasarme para verme quebrado en mil pedazos, de que pudieran ver que todo lo que él decía sobre mí era verdad.

   —N-No lo sé.

Sonrió.

   —A veces es bueno no saber ciertas cosas... —Y volvió a atraerme hacia él. Mis piernas temblaron ante ese beso húmedo que encendió todo el interior que los ojos de Terence buscaban desesperadamente ver. Quizás él tenía razón, quizás mañana él o yo estaríamos muertos, quizás hoy sería la última vez que nos veríamos, quizás no importaba saber qué estaba ocurriendo entre nosotros. Quizás podía permitir que las cosas se saliesen de control.

Quizás él estaba fuera de mi control.

   —¿¡Reed!? —Golpes en la puerta nos obligaron a separarnos—. ¿¡Estás ahí, Reed!? ¡Traigo la comida!

Me aparté completamente de él, sintiéndome otra vez consiente de mí mismo.

   —Es... —caminé de espaldas a la puerta, sin dejar de mirarle y casi tropiezo por ello—. Es E-Eden... —tartamudeé y salí prácticamente corriendo de la habitación, con las mejillas ardiendo por lo que acababa de pasar. 

   —¿Reed?

   —¡Ya voy! —llegué hasta la puerta para abrirla, pero me detuve antes de tocar la manilla—. D-Dame un segundo... —balbuceé, mirando con horror lo que pasaba entre mis piernas. No me había dado cuenta, con los pantalones que llevaba puestos se notaba demasiado. Había tenido una erección monstruosa.

   —¡Apresúrate, no tengo mucho tiempo!

   —¿Qué pasa? —Terence asomó desde la habitación. Se había vestido, con la camiseta que le había lanzado. Le di la espalda automáticamente, para evitar que él lo viera.

Tenía que bajar algunas revoluciones en mi cuerpo.

   —Nada.

   —¿No quieres abrirle? ¿Acaso no tienes hambre?

   —N-No...es solo que... —Él caminó hasta la puerta y antes de que me diera cuenta la había abierto, dejándome escondido entre ella y la muralla.

   —Hola, Eden.  

   —Oh, Terence ¿Cómo está tu hombro? ¿No se ha soltado el vendaje que te coloqué?

   —No, está perfecto. Apenas me duele.

   —¿Y Reed?

   —Durmiendo... —susurró—. Se quedó dormido hace un rato.

   —Imposible, estaba hablando con él hace unos segundos.

   —Era yo.

   —¿Ah, sí? Pues, me pareció haber estado hablando con él y no es que tu voz y la suya se parezcan. 

   —¿Qué tal ahora? —Terence habló y cambió el tono de su voz, suavizándola un poco. Eden se echó a reír.

   —¡No puede ser! —Sus carcajadas eran ruidosas—. ¿Estás seguro que antes de perder la memoria no eras un imitador?

   —Ni idea —Terence continuó hablando con esa voz, produciendo más risas entre ambos.

¿Así era como me escuchaba?

   —Bueno, preocúpate de que coma esto en algún momento. Mañana nos espera un día difícil.

   —Gracias, nos vemos.

   —Nos vemos.

Pude volver a respirar cuando la puerta se cerró.

   —¿Qué te pasó? —preguntó Terence al verme sentado en el suelo, con la espalda contra la pared, escondido aún. Sostenía en sus brazos dos bandejas de comida que desprendían un olor delicioso.

   —Nada, es solo qué de pronto no me sentí bien —mentí—. Gracias, por cubrirme.

   —¿Te sentías mal y no lo dijiste? —Él caminó hasta una pequeña mesa y dejó las bandejas ahí para volver—. ¿Estás mareado? ¿Esos besos fueron demasiado para tu dulce boca de algodón? —Se burló. Sentí el calor en mis mejillas a punto de hacerlas estallar por la vergüenza.

   —¿Dices esas cosas para hacerme sonrojar y así decir que te coqueteo?

   —Digo esas cosas para imaginarme cómo es el Reed que se sonroja. —Se arrodilló frente a mí y apoyó sus manos en mis rodillas antes de inclinarse para besarme en la frente. Me estremecí y sentí como algo cálido revolvía mi interior.

Tal vez esta iba a ser la última noche, la única donde permitiría tambalear estas murallas.





    


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