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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda y aquí está. Lo he revisado, pero probablemente me he saltado algunos errores, así que les pido por favor que, si encuentran uno, me avisen. Probablemente me equivoque mucho durante los próximos capítulos, debido a la falta de costumbre (y que mi dislexia no ayuda.) 

Otra vez les agradezco la espera! 

Un abrazo :) 

   —I-Ivy… —Teo dudó un segundo—. ¡Santo cielo, Ivy! ¡Bajen sus armas! —anunció y toda La Resistencia obedeció. La rubia soltó una carcajada y saludó con la mano. Teo y nosotros corrimos hacia el avión—. ¿¡C-Cómo!?

   —¿¡Cómo lo hiciste para llegar!? —la interrogué. 

   —¿Están todos bien en la isla? —quiso saber Terence. 

   —¿¡Están Ian y Cass bien!? —preguntaron Ethan y Aiden, al mismo tiempo. 

   —¡Cálmense, cálmense…! —Ella nos hizo un gesto—. Vinimos porque estábamos preocupados. Ha pasado mucho tiempo, ¿saben? Además… 

   —¿¡Dónde está!? —Una voz rugió desde el interior del avión—. ¡Matthew Evans! ¡Voy a matarte! —Marshall intentó salir de la nave, pero Ivy le detuvo y se plantó en la puerta para que no pasara. El hombre se veía distinto; le había crecido la barba y algo en su mirada había cambiado. Además, parecía furioso—. ¡Ethan, Aiden…! ¡Ustedes desgracia…!  

   —¡Tranquilízate, Marshall! —Aiden alzó la voz antes de que el hombre continuara su griterío—. Se coló en el barco y cuando nos dimos cuenta ya estábamos en altamar. Pero está bien, ¿sí? Está a salvo. Así que cálmate.

   —Tengo que verlo… —insistió él. 

   —Lo verás, claro que sí. Pero no lo regañes demasiado —le advirtió Ethan—. Te impresionará lo mucho que ha crecido. Ahora está hecho todo un hombre. 

Marshall suspiró. 

   —Bueno, bueno… —Teo interrumpió la tensión justo a tiempo. Estaba emocionado—. Todo esto es genial. Pero deben entrar ahora. Tienen que ponerse al día, ¿no? Y tienen un maldito avión, Dios. Eso es perfecto… —extendió su mano para ayudar a Ivy a bajar—. Es un gusto verte de nuevo. No has cambiado nada. 

   —Y tú has cambiado demasiado… —Ella aceptó la mano de Teo—. Te ves rudo. Aunque prefería tu cabello rosa —ambos rieron y el ambiente pareció relajarse—. Oh, Reed —La rubia me miró con ojos sorprendidos, como si recién se hubiese dado cuenta de que estaba ahí—. Tú también te ves distinto. Casi no te reconocí. 

Ella dijo eso como si nada, como si no tuviera importancia alguna. Pero sus palabras hicieron eco en mi cabeza por varios segundos.

Teo guío a Marshall y a Ivy hacia el interior del edificio. La Resistencia volvió a sus quehaceres cotidianos y nuestro grupo siguió a los recién llegados al interior. Pero yo me quedé ahí, con esa frase muy presente en mi mente. 

«¿He cambiado?», me pregunté. «¿He cambiado tanto que ella se ha dado cuenta?»

   —¿Reed? —Terence, que se había quedado conmigo en el, ahora, abandonado aeródromo, me sacó de mis pensamientos—. ¿Escuchaste lo que dije? 

   —¿He cambiado, Terence? —le pregunté. 

   —¿Eh? —Él titubeó un momento, pero enseguida enserió su rostro y me acarició el hombro—. Todos hemos cambiado, Reed. Esta ciudad muerta nos ha hecho distintos —me dio una palmada en la espalda que me movió un par de centímetros—. Anda, muévete. Vamos adentro. 

 

(* * *)

 

El ambiente era bullicioso. Mucha gente hablaba en ese momento; algunos reían y otros gritaban para hacerse escuchar. No sé cómo, pero Ivy podía mantener tres conversaciones al mismo tiempo sin trabarse. En cambio, yo no podía concentrarme y no entendía exactamente de qué hablaban. Sólo sabía que esa tarde en el comedor todo el mundo estaba muy curioso. Querían saber qué había más allá de esta ciudad y oír más sobre Paraíso. La idea de una isla sin muertos y con gente civilizada les pareció atractiva a muchos de La Resistencia. Aunque otros no lo creían posible y decían que se sentían seguros en este lugar. 

Pero era absurdo sentirse seguro en una ciudad plagada de muerte. 

   —Si quieren puedo mostrarles fotos… —dijo la rubia y abrió su riñonera para sacar algunas fotografías—. Las traje para mostrarle a los chicos cuánto hemos remodelado el lugar —Estábamos sentados alrededor de cuatro mesas que habíamos unido para entrar todos. Ella le dio un montón de fotografías al chico de La Resistencia que estaba a su lado, él las miró por un momento y luego se las entregó a la mujer de su izquierda, para hacerlas rotar—. Ah, también tengo algo especial para ustedes, Aiden… Ethan —les dio un montón de imágenes a ellos y no dijo nada más.

Aiden se cubrió la boca para ahogar un sollozo. Estiré el cuello por sobre el hombro de Terence para ver qué era. Eran fotos de los mellizos. Los pequeños aparecían en distintas situaciones; en brazos de Claire o Ivy, con un biberón en las pequeñas manos o vestidos con ropa mona. En una de las fotografías uno de ellos gateaba. Dios, qué tiernos eran.

   —Están tan… —Aiden intentó hablar, pero se le quebró la voz. Parecía que tenía un nudo en la garganta.

   —Lindos —completó Ethan y le abrazó. En ese momento, el castaño se echó a llorar en su hombro—. Dios, han crecido tanto… —En la oscura y vacía mirada del moreno reconocí luz; un auténtico enternecimiento e ilusión por lo que veía. Sin importar cómo llegaron al mundo e incluso después de haber perdido a la madre, a la que él apenas soportaba, de forma tan dramática, me pareció que Ethan se había encariñado y los amaba tanto como Aiden.

Esos niños tenían suerte de tener a los padres que tenían. 

Las personas que estaban ahí soltaron un ruido de emoción cuando se dieron cuenta de por qué Aiden lloraba: una imagen de dos niños que esbozaban una sonrisa que les cubría todo el rostro salpicado por leche. Parecían felices, como si no tuvieran idea de lo que les rodeaba ni del mundo caótico en el que habían nacido.

Scorpion los miraba atentamente y, cuando Aiden se tranquilizó un poco y se separó de su novio, dijo:

   —No sabía que fuiste papá.

   —No preguntaste —le contestó Ethan.

El cazador puso los ojos en blanco y se cruzó de piernas. Si otra fuera la situación diría que estaba molesto, pero me pareció que en realidad estaba incómodo. Su cara en ese momento fue un acertijo indescifrable. ¿Estaba feliz por ellos? ¿Estaba enojado? ¿Confundido, tal vez? Volvió a mirar al moreno y le preguntó:

   —¿P-Puedo…? —titubeó. 

Ethan soltó una risita apenas audible y, antes de hacer cualquier cosa, vio a Aiden y pareció preguntarle con la mirada: «¿puede?»

Aiden asintió con la cabeza y él mismo le entregó las fotos a Scorpion. El rubio las miró por algunos segundos y una sonrisa, mínima y casi irreconocible, asomó en su rostro.

   —Se parecen… a ambos —comentó y borró la mueca cuando Ethan la notó. Entonces carraspeó la garganta—. Diría que ambos los engendraron, pero eso sería asqueroso y es imposible.

   —Idiota… —Ethan le arrebató las fotografías. Scorpion soltó una risa—. ¿Quieres verlas, Amy? —le preguntó la chica, a la que todos ya considerábamos su hija mayor—. Han crecido mucho en este tiempo.

   —Dame las fotos…

En ese momento la puerta del comedor se abrió y Marshall, Morgan, Steve y Salvatore entraron y se dirigieron directamente a las mesas en las que estábamos.

   —Lo que tienen aquí es grande —comentó Marshall apenas atravesó la puerta. Todo el mundo le prestó atención—. Infraestructuralmente esto es brutal. Es una fortaleza. Podrían sobrevivir una vida entera sin mayor esfuerzo.

Morgan se adelantó y nos habló a todos:

   —Para los que no lo conozcan aún, él es Marshall, el líder de Paraíso; la isla de las fotos que tienen en sus manos. Hemos conversado un buen rato sobre la posibilidad de establecer un nexo entre ambas comunidades, a pesar del mar de distancia que nos separa… —anunció. Se oyeron cuchicheos en el lugar y yo estuve a punto de levantarme por la emoción. Era una noticia fantástica—. Incluso podrían ayudarnos a reconquistar la ciudad y volverla un lugar más habitable. Y, si tenemos suerte, podríamos recuperar las ciudades vecinas.

   —¿A qué te refieres con recuperar? —preguntó una chica de La Resistencia.

   —Limpiar. Llegar a un acuerdo con el resto de comunidades y ordenar este desastre.

   —Hay miles de zombies ahí fuera, Morgan.

   —Para eso es el acuerdo —interrumpió Salvatore, que se había mantenido en silencio y aparentemente distraído hasta ese momento—. Necesitamos alcanzar a todo sobreviviente en esta ciudad.

   —La estación de radio móvil que recuperamos servirá para eso —dije.

   —¡Exactamente, chico! —me felicitó él—. Pero para eso necesitamos encender los generadores de las antenas. Los apagaron después de que expulsaron a E.L.L.O.S de aquí. Y debemos hacerlo lo antes posible. ¡Olvídense de la misión de exploración! Estoy organizando un grupo ahora para ir por las tres antenas principales.

   —Voy… —Aiden se secó las lágrimas y se puso de pie. Ethan le siguió.

   —Yo también —me apunté. Terence me dio un codazo—. ¿Qué?

   —¿Estás seguro? —me preguntó, pero más pareció que intentaba regañarme.

   —Sí, porque tú irás conmigo —contesté. Él sonrió.

   —Yo también —El pelirrojo y Jesse hablaron al mismo tiempo.

Siete y Lancer, que comían en la mesa siguiente, también se levantaron. Algunos cazadores les siguieron, pero ninguno dijo nada.

Scorpion encarnó una ceja. Soltó un suspiro y dijo:

   —Vale, vale. Iremos.

Salvatore esbozó una sonrisa de suficiencia.

   —Síganme. 

Cuarenta minutos más tarde estábamos todos en el, ahora, reparado y renovado Movilizador. Salvatore era un hombre rápido, que lidiaba increíblemente bien con el desorden y tenía cierto liderazgo que organizó fácilmente a los catorce que iríamos en esta misión. El plan era simple; al llegar al centro de la Zona Muerta, nos separaríamos en tres grupos e iríamos cada uno a por una antena. Sabíamos que los generadores usualmente se encontraban en un pequeño cuarto enrejado cerca de éstas. Una vez allí tendríamos media hora para encenderlos. Debíamos ser sigilosos y no tardar demasiado. Era una misión de entrar y salir.

La discreción era importante a la hora de sobrevivir.

  —Bien. Vamos a ver… —El estratega se puso de pie al centro del camión, para que todos le prestáramos atención—. Ethan y ustedes dos, cazadores… —apuntó a dos de los ocho cazadores que estaban ahí—. Tú también, pelirrojo. Vendrán conmigo —Terence me acarició el dorso de la mano, se levantó y se sentó a un lado de Ethan—. Jesse y el resto de cazadores conformarán el equipo dos.

   —Me llamo Siete —gruñó el moreno—. Y «el resto de cazadores» también tiene nombre.

   —Sí, bueno —Salvatore pareció ignorarlo olímpicamente—. Grupo tres: Reed, Aiden, Scorpion, Mesha y… —se plantó frente a Lancer y esperó a qué lo mirara—. ¿Cómo te llamas?

   —Lancer.

   —Lancer —repitió—. Ellos serán el equipo tres.

   —¿No sería más sensato que los cazadores estuvieran juntos? —pregunté.

   —¿Tanto le temes a Scorpion? —El rubio, al verse aludido, levantó la mirada y la clavó en Salvatore. El estratega se le acercó—. ¿Qué cosas tan terribles hiciste para que esta gente te rechace, ¿eh? —le preguntó.

    —No dije nada contra Scorpion —me defendí.

   —No, pero no quieres hacer equipo con él. Se nota a leguas —se dirigió de nuevo al cazador—. ¿Por qué será?

   —Aléjate de mí o te romperé la cara —gruñó Scorpion.

  —Inténtalo —desafió el otro—. Sólo comprobarás mi punto. Eres un desadaptado que no puede trabajar en equipo.

Scorpion se puso de pie y cogió a Salvatore por el cuello de la chaqueta, pero Ethan se levantó y los separó rápidamente.

   —No peleen aquí —ordenó—. Estamos a punto de lanzarnos a una misión importante, no podemos…

Salvatore levantó las manos.

   —Yo no lo he tocado.

   —Más te vale, cabrón —escupió el otro—. Porque si te vuelves a acercar a mí…

El camión se detuvo.

    —¡Llegamos! —anunció uno de los cazadores, quién manejaba—. ¿Saldrán o se quedarán ahí parados?

Ethan soltó a ambos hombres y estos se separaron. Salvatore se ajustó el cuello de la chaqueta y Scorpion se limpió la mano en el pantalón mientras gruñía groserías en voz baja.

Ahora tendríamos que lidiar con él cabreado.

El estratega carraspeó la garganta y buscó en su bolsillo un mapa que desplegó en el suelo del camión.

   —Bien. Estos son los puntos a los que debemos ir. El grupo de Reed tomará el que está más al norte. El de Jesse irá al que está más cerca y el resto irá al sur. No tarden más de una hora.

   —¿Qué pasará si demoramos más? —preguntó Siete.

   —Los dejaremos aquí.

   —No podemos hacer eso.

   —Un retraso pondría en riesgo la misión.

   —¿Qué es más importante? ¿La misión o las personas? —Siete pareció molestarse. Se levantó, dio un golpe con su bota en el suelo y caminó hasta las armas que estaban colgadas en una de las paredes del Movilizador.

   —No me hagas responder eso —sentenció Salvatore.

Scorpion caminó hasta las armas y tomó una escopeta. El ruido que hizo al ser cargada pareció cortar la conversación. Siete y el estratega lo miraron. Scorpion apuntó a este último.

    —Sería una desgracia que tardaras más en volver —ironizó. Luego miró a Siete, pero nos habló a todos—. Tomen sus armas, los radios y salgamos de aquí —caminó hasta la puerta, pero se detuvo frente a Salvatore. De sus ojos azules sólo desprendió rabia contenida cuando dijo—: Tenemos al tiempo en contra.

 

Apreté el rifle entre mis manos e intenté bajar mi respiración y hacerla más silenciosa. Lo único que se oía en esa calle larga que recorríamos eran los gruñidos de los muertos que caminaban lo suficientemente lejos como para no detectarnos, siempre y cuando siguiéramos así; sin emitir sonido alguno y atentos a nuestros pasos. Scorpion caminaba delante de nosotros, solo. Parecía estar de muy mal humor y ni siquiera Lancer se atrevía a andar junto a él.

Nuestro radio emitió un sonido de estática antes de que Salvatore hablara:

   —¿Ya están todos en posición? Cambio.

   —Nosotros aún no llegamos —contestó Jesse—. Había una horda enorme y tuvimos que rodearla. Tardaremos un poco más. 

Aiden apretó el botón del radio y dijo, en voz muy baja:

   —A nosotros nos falta un poco para llegar.

   —Tic toc, tic toc, tic toc —canturreó Salvatore—. Apresúrense.

La conversación terminó ahí.

   —Imbécil pedazo de mierda—gruñó Scorpion—. Si no se lo comen los zombies hoy, lo mataré yo mismo.

Aiden y yo nos miramos. Estaba seguro de que ambos nos sentíamos igual de alarmados. Tener a Scorpion en el mismo equipo era peligroso, pero tenerlo enojado era el triple. Y él parecía estar a punto de estallar.

   —A mí tampoco me da buena espina —murmuró Mesha—. Tiene algo que…

   —Que es un tirano —interrumpió Lancer—. Le exige demasiado a su gente. Entiendo que deben entrenar, pero…

   —Es necesario que entrenen. Deben prepararse para pelear —dije.

   —¿Así como tú preparaste a Ada para defenderse?

   —Yo no… —intenté decir.

   —Exacto. No lo hiciste —siseó el joven cazador.

   —¿Quién te crees para decirme cómo criar a mi sobrina, imbécil?

   —Soy su novio, por si no te lo ha informado.

Tuve ganas de saltarle encima, pero Aiden me agarró del hombro justo a tiempo.

   —Cálmense los dos.

   —No discutan tonterías sin sentido ahora —agregó Mesha—. El ambiente está demasiado tenso. No se dejen llevar por él… —soltó un suspiro y sacudió los hombros—. Dios. Parece que juntó a las personas menos compatibles en un sólo equipo.

Nadie más habló después de eso. Mesha tenía razón; el ambiente estaba tan espeso que el aire se hizo más pesado de respirar y parecía que podría cortarse con un cuchillo. Todos ahí estábamos alterados y nerviosos, pero no era para menos. Lo que habíamos vivido los últimos días nos había pasado la cuenta. Primero el rapto de Aiden y Cuervo, La Hermandad, Shark, el regreso de E.L.L.O.S, los encapuchados y, para mí, el fantasma de Amber. Estábamos al límite y al parecer, justo como dijo Mesha, nuestro grupo había resultado en una combinación explosiva y potencialmente peligrosa.

Lo único que teníamos que hacer era trabajar en equipo durante los próximos veinte minutos. Y aun así me pareció imposible de lograr.

   —Lo siento, Lancer —mascullé, para calmar los ánimos. El cazador me miró, se sacudió el cabello y algunas hebras castañas le quedaron entre los dedos. Parecía nervioso.

   —No, no… —balbuceó—. Yo comencé. Lo siento. Has hecho un trabajo maravilloso cuidando de Ada. Y no creas que no planeábamos decirte que estábamos saliendo. E-Es sólo que… —Él sí estaba nervioso. Eso me causó gracia.

   —Lo entiendo —dije.

   —Yo quiero lo mejor para ella, ¿sabes?

   —Lo sé… —insistí.

   —Dale créditos, Reed —Scorpion habló más adelante y bajó un poco el paso para que lo alcanzáramos. Al parecer, ya se había calmado un poco—. Lancer es un buen chico.

   —Lo dices porque es tu cazador —gruñí.

   —Lo digo justamente porque no parece un cazador. Míralo. Todavía tiene ese brillo en los ojos.

Obedecí y lo miré. Sus ojos, que eran de un marrón bastante curioso, se veían más anaranjados bajo la luz del sol y sí, me pareció que tenían ese «no sé qué» al que Scorpion llamaba «brillo». No sabía exactamente qué era, pero había cierta luz en su mirada que se contraponía completamente a cómo lucían los ojos de su líder; vacíos, fríos y apagados. Los ojos de Lancer lanzaban una sensación de inocencia que aún no se perdía. Y estaba seguro de que él no era un santo. Seguramente había matado y dañado a mucha gente. ¿Pero eso lo hacía realmente una mala persona?

Pensé en lo que Ivy me había dicho esa mañana. Dijo que había cambiado. ¿Se refería a eso? ¿Había perdido el brillo que el joven cazador aún mantenía?

Palmeé la espalda de Lancer.

   —Está bien. Lo acepto —Ada también tenía esa mirada, a pesar de todo lo que había vivido. A pesar de haber perdido a su madre y de todo lo que sufrió en el Desire. Ella y Lancer representaban esa juventud cándida que aún no se marchitaba. Y eso era esperanzador—. Eres un buen chico para ella.

Sonrío.

   —Gracias… tío —bromeó.

   —No te pases.

Los demás soltaron una risita y el ambiente pareció alivianarse un poco. Entramos en un callejón y al final de éste vimos la cerca que rodeaba las instalaciones de la antena. Se veía vacía, sin ningún muerto ni peligro alrededor.

Creo que la tendríamos fácil esta vez.

Aiden encendió el radio.

   —Ya estamos cerca de la antena. Cambio.

   —Nosotros también —contestó Salvatore del otro lado—. Dense prisa y… —se oyó un poco de estática y ruido, entonces otra voz habló:

  —¿Estás bien, Aiden?

El castaño pareció sorprenderse un poco.

   —¿Ethan?

   —Sí. ¿Está todo bien? —Ethan se oía realmente preocupado. Aiden mantuvo el dedo sobre el botón del radio antes de hablar y clavó la vista sobre la espalda de Scorpion. Entonces entendí que la preocupación de Ethan se debía justamente a que ambos estaban en el mismo equipo—. Si algo pasa, tan sólo tienes que decirme y…

   —Aférrate al plan, Ethan —masculló Salvatore desde el fondo.

   —Estoy bien, cariño —contestó Aiden—. Estaré bien. Además, Reed está conmigo.

   —Como si eso fuera de gran ayuda —farfulló Scorpion.

   —Silencio —gruñí—. Si Ethan está preocupado es porque tú estás aquí —El rubio giró la cabeza hacia mí y me miró con un gesto que quiso decir: «¿y yo qué he hecho?», pero entonces sonrió, porque sabía perfectamente lo que había hecho y el impacto que eso causaba incluso en una situación como esta.

   —¡Está todo bien, Ethan! —gritó el cazador.

   —¡No te atrevas a acercarte a él! —espetó el moreno.

   —Vale, vale —El rubio miró a Aiden de arriba abajo—. No lo haré. Quién sabe. Quizá me arranque el otro brazo si lo hago.

   —Estoy bien —insistió Aiden—. Nos vemos en un rato.

   —Nos vemos.

La conversación acabó ahí y nosotros entramos en silencio a las instalaciones. El lugar estaba completamente abandonado y parecía que nadie lo había pisado en años. Scorpion tomó la cerradura e intentó forcejear con ella, pero no pudo hacer mucho con una sola mano y un machete en la otra. Me acerqué a él, se la arrebaté y busqué en mi bolsillo un alambre. Desde que abrí así una puerta durante nuestro escape de La Hermandad y los cazadores de Cobra que llevaba uno conmigo siempre. Lo metí en el candado y la cerradura no tardó demasiado en ceder.

   —¡Abierto! —celebré.

Entramos veloces y en silencio. El objetivo era uno solo y todo estaba despejado. La antena se alzaba majestuosa a nuestro lado, pero apenas nos detuvimos a admirarla. Debíamos encontrar el generador primero. Nos separamos para buscar en toda la instalación. Aiden me acompañó.

   —Acabaremos rápido con esto —dije—. Ya verás.

   —No lo sé… —él dudó—. Siento que nada irá bien. He tenido un mal presentimiento toda la semana. 

   —¿A qué te refieres?

   —Es difícil de explicar… —A lo lejos, vimos una especie de caja metálica. Debía ser el generador. Ambos corrimos hacia ella—. A veces tengo sueños, ¿sabes? Sueños extraños —confesó y bajo un poco el ritmo de su trote. Yo le imité—. Veo cosas que acaban ocurriendo y…

   —¿Cómo sueños premonitorios? —le interrumpí.

   —A-Algo así… —Él abrió la caja y un panel de control con varios botones e interruptores apareció delante de nosotros. Buscó alguno que indicara el encendido—. Me ha pasado un par de veces y, aunque no le encuentro explicación lógica, lo que he soñado, ha ocurrido. Pero últimamente he tenido muchas pesadillas. ¿Crees que me estoy volviendo loco? —Bajó un interruptor y la antena, a varios metros de nosotros, emitió un sonido. Sonrió un segundo y ambos nos miramos.

   —¿Qué ves? —pregunté. No sé si existía alguna explicación racional para los sueños premonitorios. Pero, a lo largo de la historia, éstos le habían servido al hombre para anticiparse a desastres. En mi opinión, creía que el inconsciente era capaz de percibir señales que conscientemente no podíamos captar y que las interpretaba mientras dormíamos, para así lanzarnos una advertencia. Quizá eso ocurría con Aiden.

   —Sangre —contestó—. Crisis, caos y gente muerta.

   —¿Muertos? ¿Te refieres a infectados?

   —Me refiero a nuestra gente.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

  —Dios quiera que sólo sean pesadillas —dije. Las pesadillas eran normales en personas con estrés post traumático. Y estaba seguro de que lo que sea que haya vivido en el Desire lo había traumatizado.

   —Soy ateo —contestó.

   —Si ese es el futuro que nos espera, deberías comenzar a creer en algún Dios… —señalé, pero en seguida me retracté e intenté calmarlo—. Tranquilo. Los malos sueños después de una situación peligrosa como la que vivieron Cuervo y tú son normales. Debe ser el estrés.

Él sonrió de nuevo.

   —Tienes razón.

Se oyó un disparo. Ambos cruzamos otra mirada y corrimos a la entrada. El estruendo había sido cerca. Debía ser de algunos de nosotros. Cuando llegamos a la reja, Scorpion, Mesha y Lancer estaban ahí.

   —¿¡Quién de ustedes fue el imbécil que disparó!? —gritó Scorpion.

   —Nosotros no fuimos.

   —Ni yo —dijeron Mesha y Lancer al unísono.

   —¿Entonces quién…? —Scorpion no pudo terminar su pregunta y algo pareció helarle el rostro; sus ojos quedaron anclados en algún lugar a mis espaldas, fijos como una flecha, y su boca se abrió en una mueca de espanto—. M-Mierda —masculló—. ¡Mierda! —gritó y se adelantó a la reja para abrirla, pero en seguida pareció arrepentirse y la cerró con candado. Entonces volteé y los vi; era una manada de al menos cuarenta muertos que se acercaban hacia nosotros, muchos de ellos más rápido de lo que deberían—. ¡Saquen sus cuchillos! ¡Los acabaremos desde dentro! ¡Reed!

   —¿¡Sí!? —chillé.

   —Quédate atrás y dispara a todo lo que pase la cerca.

Obedecí sin dudar. Retrocedí varios metros y me preparé para disparar, mientras veía cómo mis compañeros de equipo remataban a los muertos que intentaban alcanzarlos a través de los alambres. Era una maniobra complicada que consistía en dejar que se acercaran lo suficiente para sujetarlos de algún lugar, el cabello, un brazo, un hombro o la ropa, y clavarles el cuchillo en la frente de una sola vez. Se veía fácil si no eras tú el que lo ejecutaba.

Unos pocos lograron escalar la cerca algunos metros. Les disparé, a pesar de que no era la orden. Porque, si había algo que había aprendido en estos años, eso era que más vale prevenir a lamentar.

Pero hubo algo que no vi venir. Una sombra; una silueta que apenas pude dilucidar saltó la reja, que debía medir al menos dos metros y medio, tan rápido que apenas le alcancé a apuntar. Disparé, pero fallé y esa cosa saltó directamente sobre Scorpion.

   —¿¡Qué carajos!? —El rubio forcejeó con él, pero la bestia fue más fuerte y se le lanzó sobre un hombro para morderlo—. ¡Es un puto Cero! —avisó, y con el machete de su brazo derecho le seccionó el cuello en un sólo corte tan perfecto que la cabeza cayó a un costado y una lluvia de sangre le salpicó y bañó por completo—. ¡Mierda! —gritó. Lancer hizo el ademán de ir a ayudarle, pero un segundo Cero saltó la cerca.

   —¡Hay otro! —grité y le disparé, pero él lo esquivó en el aire y la bala le entró en el cuello, lo que no era suficiente para matarlo. Esa cosa era increíblemente rápida y, al igual que el anterior, se abalanzó sobre Scorpion—. ¡Cuidado, Scorpion! —chille—. ¡Va hacia ti! —El cazador apenas alcanzó a quitar el cuerpo, que aún tenía encima, e intentó escapar, pero el Cero lo tiró al suelo y se montó sobre él. Lancer corrió hacia ellos y tacleó al infectado, lo que me dio la oportunidad perfecta para disparar.

No disparé una, si no tres veces. Tenía que asegurarme de matarlo. Los tres disparos fueron en la cabeza.

   —¡Vuelve a la cerca, Lancer! —gritó Scorpion, con la voz quebrada. El cazador, que temblaba por completo al igual que yo y todos ahí, titubeó, pero finalmente obedeció y corrió de vuelta para ayudar a Aiden y a Mesha que estaban a punto de ser sobrepasados.

Scorpion se quedó en el suelo, en la misma posición en la que el último Cero lo había dejado. Respiraba agitadamente, tenía los ojos muy abiertos y la mano le temblaba. Me miró, en una mueca aterrorizada, que se veía aún más aterradora al estar él completamente cubierto de sangre, y gritó:

   —¡MIERDA! —se oyó frustrado—. ¿¡Por qué siempre intentan comerme!? —No sé si realmente esperaba a que le respondiera o sólo hablaba en voz alta. Se sentó en el suelo e inspeccionó el hombro donde le habían mordido. La herida sangraba mucho y eso me preocupó. De pronto, en sus ojos se reflejó un destello y me pareció que algo se le había ocurrido—. Ya sé… —lo confirmó y se levantó.

   —Scorpion, deberías curar eso antes de... —quise decir, pero él me hizo un gesto para que callara. Caminó lentamente hasta la cerca, donde mis compañeros seguían en su misión de acabar con la horda, y se posicionó a varios metros de ellos. Se apoyó contra la reja—. ¿Qué hace? —mascullé.

Los chicos se detuvieron cuando los muertos parecieron distraerse, como si algo más les hubiese llamado la atención. Poco a poco y una a una, las bestias caminaron en dirección a Scorpion.

   —Hagan ruido —ordenó el cazador.

   —¿¡Para qué demonios quie…!? —Aiden intentó preguntar.

   —¡Hagan ruido! —gritó. Solté un grito y Mesha golpeó su lanza contra la reja. Cinco segundos después, todos nosotros, menos Scorpion, gritábamos, silbábamos y hacíamos sonidos para atraerlos.

Pero parecía que los muertos sólo lo veían a él.

Scorpion se apartó de la reja y cayó sentado al suelo cuando se vio frente a la quincena de muertos que luchaba por alcanzarlo. Se alejó un poco más de ellos, pero, aun así, insistieron.

Corrí hasta la reja y grité:

   —¡Vengan acá!

Ninguno me miró si quiera.

   —No van hacia ustedes… —masculló el rubio y sus palabras, temblorosas, apenas salieron de su garganta—. ¿Por qué…?

   —Estamos en una situación crítica… —Aiden le habló al radio—. Un Cero mordió a Scorpion y estamos rodeados. ¿Alguien me copia?

No hubo respuesta.

   —Los demás, ¿están bien?

Nadie contestó. 

Scorpion se levantó, caminó hasta la reja de nuevo y se acercó hacia nosotros. Los muertos le siguieron.

Él parecía tenerlos hipnotizados o algo por el estilo.

   —¿Qué mierda…? —Scorpion apoyó las manos en la cerca, pero enseguida las quitó cuando uno de ellos le intentó dar un mordisco—. ¿¡Me estás diciendo que estas cosas están obsesionadas con cazarme!?

   —¡O que eres más apetitoso para ellos! —gritó una voz. Alguien caminaba por el callejón hacia nosotros, pero los muertos ni siquiera voltearon a verlo. Tardé varios segundos en reconocerlo; era Archer, quien, en menos de un pestañeo, corrió y alcanzó a la horda que nos rodeaba. Entonces acabó con todos, en apenas tres minutos, tan rápido y brutal que estuve a punto de vomitar. Nunca había visto tantas cabezas estrelladas y aplastadas. Y ni siquiera usó la espada que llevaba amarrada a la cintura.

Lo que a nosotros casi nos cuesta la vida para él no significó absolutamente nada. ¿Qué tan fuerte eran los renegados?

Me arrodillé en el suelo y observé el río de vísceras y carne que dejó a nuestros pies. Era un espectáculo asqueroso, pero al menos estábamos vivos. Suspiré, aliviado. 

   —Eso ha sido… —incluso Mesha, quien, por razones obvias, no pudo ver la masacre, pareció sorprendido por ella. Seguramente había oído toda esa carne y sangre salpicar por todas partes, hasta dejar la cerca bañada completamente de rojo—. Bestial.

   —Nos salvaste, Archer —dije—. Estábamos en proble…

   —¿Cómo que apetitoso? —me interrumpió Scorpion. Sujetó la reja y pegó su rostro a ella, para hablarle al renegado de cerca. Los ojos azules del cazador se veían confundidos—. ¿A qué te refieres?

   —A que hueles bien, incluso para nosotros —Archer metió la muñeca por uno de los diamantes que formaban los alambres de la cerca y alcanzó un mechón de Scorpion para acariciarlo entre sus dedos—. Me recuerdas a una barbacoa.

Scorpion se quedó de piedra.

   —¿Qué mierda dices? —se apartó rápidamente e intentó, inútilmente, limpiarse algo de toda la sangre que llevaba encima. Pero ya se había impregnado en su ropa y en su pelo.

   —Hay que mirar esa herida —anunció Mesha y se acercó a él.

   —¿Y lo harás tú, Matt Murdock? —se burló el rubio. O lo intentó, porque la voz le temblaba todavía—. Ah, cómo sea —se sentó en el suelo y dejó que Mesha lo revisara. Radhav inspeccionó la herida con cuidado; no necesitaba la vista, sus dedos bastaban. Yo mismo lo había comprobado cuando llegué a él luego de que Bill me atacara. Este hombre, a cambio de la falta de uno, había logrado llevar sus otros sentidos al máximo y eso era impresionante.  

   —Te rajó bastante piel, pero estarás bien… —dijo.

   —¿Qué pasó? —me preguntó Archer, mientras, con tan sólo la fuerza de sus manos, rompía las cadenas que mantenían la puerta cerrada. Tragué saliva—. Vi a uno de esos encapuchados venir por aquí y…

   —Venimos a encender el generador de la antena —expliqué—. Y alguien disparó y atrajo a los muertos. Seguramente fue ese encapuchado que viste.

Nuestro radio emitió un ruido.

   —¿Aiden? —La voz de Ethan se escuchó desde el otro lado—. ¿Aiden? ¿¡Estás ahí!? ¿Estás bien? —El castaño tomó rápidamente el aparato para contestar:

   —Estamos bien. Scorpion está herido, pero no es grave. Nos…

   —¡Llevo diez minutos intentando comunicarme! —chilló Ethan.

   —Parece que la comunicación se cortó por un rato, porque intentamos contactarnos… —concluyó Aiden—. Nos atacó una horda y dos Ceros. Pero estamos bien. Archer llegó a ayudarnos.

    —¿Los Renegados están ahí?

   —No, sólo Archer.

   —A nosotros también nos atacaron —Jesse habló. Su voz estaba realmente agitada. Jadeaba y parecía que apenas podía respirar—. Encendimos esa mierda, pero no todos lo logramos. Dos de los cazadores…

    —¿¡Quiénes!? —gritó Scorpion.

   —Se cargaron a Bert y a Dennel —interrumpió Siete—. Lo siento mucho. Scorpion —Se oyó destrozado; su voz tiritaba mucho, como si tuviera frío. Pero apuesto a que temblaba del pánico, o de rabia—. Un encapuchado los mató, pero logramos capturarlo.

    —Mátenlo —ordenó Salvatore—. Esos desgraciados nunca sueltan la lengua.

Scorpion soltó un grito estridente que me dio escalofríos.

   —¡Demonios! —golpeó el suelo con su mano—. ¡Demonios! ¡Demonios! ¡Demonios! —lo golpeó hasta que Mesha lo detuvo.

   —No querrás perder la única mano que te queda —le dijo.

   —¡Joder! —El líder de los cazadores se oía realmente enojado y frustrado—. ¡Se supone que era una misión rápida! ¿¡Por qué parece que nos tendieron una trampa!? ¡Malditos hijos de perra!

Aiden miraba a Scorpion directamente. No sé en qué pensaba en ese momento, mientras el rubio se rompía los nudillos contra el concreto y lanzaba groserías al aire. Pero algo de todo lo que gritó pareció encender una luz en su cabeza.

Habló otra vez:

   —¿A ustedes también los atacaron, Salvatore?  

Hubo un pequeño silencio antes de que el estratega contestara.

   —Dos encapuchados asaltaron a Ethan. Fueron directo hacia él. Creímos que perdería el control, pero… —se oyó un ruido, como si alguien le arrebatara el radio.

   —Estoy perfectamente —anunció Ethan—. Vamos. Volvamos todos al camión.

 

(* * *)

La caminata de vuelta al Movilizador fue mucho más silenciosa y tensa que la primera. Habíamos encendido los generadores, cumplimos la misión, pero se sentía como una derrota. Dos cazadores habían muerto y todos fuimos atacados por sorpresa. Ellos sabían lo que hacíamos. Lo anticiparon.

   —Debo confesarles algo… —Archer, quien se ofreció a custodiarnos de vuelta al camión y caminaba delante de nosotros, bajó un poco el ritmo para que todos pudiéramos oírlo—. Jeanne me ordenó vigilarlos, porque no confiaba en ustedes.

   —¿Nos dices esto para que no creamos que fuiste tú quien llamó a los muertos? —pregunté.

   —En parte sí, y en parte porque quiero ayudarlos. Ya he visto suficiente. Sé que no están con los malos, ni que tienen malas intenciones. Y sé que quieren terminar con esto. Si pretenden organizar un asalto a E.L.L.O.S… les ayudaremos.

   —Oh, claro que quiero organizar un ataque a esos bastardos —bramó Scorpion—. Cuando averigüe dónde se esconden esas ratas voy a quemarlas.

Sus palabras parecieron hacer eco en mis oídos y su voz, raspada e iracunda, se quedó en mi cabeza por algunos segundos. En ese momento pensé en los cazadores y en que ellos habían perdido mucho durante el último tiempo. Cuervo vio morir a la mitad de sus hombres, Scorpion también perdió gente y ambos escuadrones se quedaron sin hogar. Incluso si ellos eran unos asesinos, desalmados y delincuentes… incluso así no merecían todo eso. 

   —Creo que tu amigo tenía razón… —comentó Archer, y no supe a quién le hablaba hasta que dijo—: Te urge “equilibrar la balanza”, ¿eh, Scorpion?

   —No tengo idea de qué hablas —le contestó el otro—. Pero lo único que debes saber es que quiero desaparecer a esa organización de mierda de la faz de la tierra —Archer soltó un gruñido y asintió con la cabeza, como si empatizara con sus palabras—. Me tienen hasta los huevos. 

La conversación se cortó cuando llegamos al Movilizador. El resto ya estaba ahí. Todos se veían exhaustos. Aiden corrió hacia Ethan y se abrazaron y yo busqué a Terence con la vista. Le vi apoyado contra la puerta del camión. Tenía la ropa rasgada y varios moretones en la cara que comenzaban a hincharse. Caminé hasta él y me apoyé a su lado.

   —¿Estás bien? —pregunté. Él me miró, sonrió y sujetó mi mano.

   —Estoy bien ahora que estás aquí.

   —¿Qué pasó?

   —Nos atacaron encapuchados. Ethan perdió el control por algunos minutos, pero nos pidió que no le dijéramos a Aiden.

   —¿Se trenzaron a golpes con él para calmarlo? —adiviné—. ¿Por eso los moretones?

   —Algo así…

   —¡Esto es tu culpa, hijo de puta! —Los gritos nos obligaron a correr hacia donde estaba el resto. Scorpion y Salvatore estaban en el suelo y el rubio le había dado un puñetazo—. ¡Tu jodido plan resultó ser una mierda! ¡Mira cuánta ventaja nos llevan esos imbéciles!

   —¡No tenía cómo saberlo! —El estratega sujetó con una mano el machete de Scorpion y metió los dedos en la mordida que el Cero le había dado, rompiendo en el proceso el vendaje que Mesha había hecho.

   —¡Debiste haberme dejado junto a mis hombres!

   —¿¡Te molesta la muerte de un par de cazadores!?

   —¡Claro que sí, imbécil! —vociferó. Ambos forcejearon. Scorpion no podía golpear a Salvatore y éste no podía quitar los dedos de la herida, o se ganaría un puñetazo. Lancer y Siete ni siquiera intervinieron, quizá porque entendían la rabia de su líder. El resto tampoco hizo nada—. ¡Ni siquiera sabes organizar bien un equipo! ¡Si yo hubiera estado ahí…!

   —¡Si hubieras estado ahí habrías muerto también!

   —¡Claro que no!

Salvatore hundió más los dedos en la herida y Scorpion se quejó, pero, en vez de apartarse, se impulsó hacia atrás y arremetió contra el estratega con la única parte del cuerpo que tenía libre; la cabeza. El cabezazo fue tan fuerte que el otro le soltó y Ethan y Archer reaccionaron y corrieron a separarlos.

   —¡Basta ya, hombre!

   —¡Déjame! ¡Voy a matarlo!

   —¡Cálmate, Asier! 

   —¡Sácalo de aquí, Ethan!

   —Bien, ven aquí… —Ethan lo agarró y prácticamente lo arrastró hasta la puerta del copiloto. Scorpion no hizo nada por resistirse. Después de eso, el moreno se subió por el lado del conductor y gritó—. ¡Todos suban! ¡Nos vamos a casa!

Ese fue el regreso más desmoralizante que habíamos tenido alguna vez. La vuelta fue silenciosa y nadie dijo una palabra durante casi una hora. Los únicos sonidos que oí todo el camino fue el del Movilizador, que se sacudía cada vez que encontraba una roca o atravesaba una calle en mal estado, y la persistente tos de Ethan, con la que comenzó poco después de echar a andar el camión y que estaba a punto de volverme loco. Terence dormía con la cabeza apoyada en mis piernas mientras yo le acariciaba el cabello. Quizá lo único que podía mantenerme tranquilo ahora era el relajante ejercicio de desenredar las hebras escandalosamente rojas con mis dedos.  

Habíamos encendido las tres antenas. Podríamos comunicarnos con cualquier sobreviviente allá afuera. Claramente logramos algo importante. ¿Entonces por qué me sentía tan asustado?

Acercamos lo que más pudimos el Movilizador al territorio de La Resistencia y subimos al edificio más alto del sector. El viaje en tirolesa nunca me causó tanto vértigo como hoy. Cuando llegamos a las instalaciones, Morgan, Marshall, Ivy, Matt, Amy y algunas otras caras familiares aguardaban por nosotros. Lo que sea que esperaban oír, no lo tendrían. Las buenas noticias no alcanzaban a igualar las malas que traíamos.

   —¡Aiden, Ethan! —Amy fue la primera en caminar hacia nosotros. Aiden apresuró el paso y prácticamente corrió hacia ella.

   —¡Te devuelves a Paraíso! —le gritó y la agarró por los hombros.

   —¿¡Qué!?

   —¡Que volverás a Paraíso lo antes posible! —repitió. Se oía alterado y no era para menos. Pude entender perfectamente lo que él pensó en ese momento: «la situación es demasiado peligrosa como para que te quedes aquí.» 

   —¿¡Pero por qu…?

   —Hazle caso, Amy —Ethan le interrumpió y pasó de ellos—. Tú y Matt también deben volver, Marshall. Esto es demasiado peligroso para personas que vivieron tranquilas por tanto tiempo.

   —Puedo ayudar —le alegó Matt.

   —No, ya no puedes. Volverán a la isla y punto.

Marshall hizo un gesto de aceptación. Él era un hombre mayor, con experiencia, y que seguramente conocía lo suficiente a Ethan como para saber cuándo hablaba en serio y cuando no. Puso una mano sobre el hombro de su hijo y le dijo:

   —Ya hiciste todo lo posible, Matt. Pero hay que saber cuándo retirarse del campo de batalla —Matt no contestó. El chico clavó la vista en sus zapatillas y apretó los puños por la frustración. Imaginé lo difícil que era para él. Se había acostumbrado a luchar y ese era un vicio del que era difícil alejarse. Pero era lo mejor.

   —Siete, Scorpion… ¿qué pasó? —Cuervo se acercó a los cazadores—. ¿Por qué estás cubierto de sangre? ¿Eso es una mordida? —El moreno quiso tocar la herida, pero Scorpion le detuvo la mano en el aire y le abrazó.

   —Estoy cansado —masculló y escondió su cabeza en el hombro de Cuervo, quien pareció congelarse por este gesto y mantuvo su mano en el aire, titubeante sobre si acariciarle el cabello, ahora completamente rojo por tanta sangre, o no. Finalmente la dejó caer sobre su espalda y lo apretó con fuerza.

   —Todos deben estar exhaustos —dijo Morgan—. Vayan al comedor y también dense una ducha. Luego nos contarán que pasó… —agarró el brazo de Ethan—. Tú debes ir a la enfermería. Hay venas remarcadas en tu cuello.

   —Sólo necesito descansar —contestó Ethan.

   —Tu dois manger —Scorpion soltó a Cuervo y sus labios se curvaron en una sonrisa antes de separarse completamente de él. Verlo sonreír de esa forma mientras estaba cubierto de sangre fue una imagen aterradora que me puso la piel de gallina—. Viens avec moi, Eth.

   —No es necesario —contestó Ethan.

   —No te he preguntado —gruñó el rubio—. Es una orden —El cazador se adelantó al grupo y se adentró en el edificio. Ethan dudó un segundo, pero finalmente lo siguió. Aquel diálogo me pareció extraño, pero no pude darle suficiente importancia. Había cosas más urgentes que atender.

  —Mataron a Dennel y a Bert… —le explicó Siete a Cuervo rápidamente—. Y casi mata a su estratega, Morgan. Creo que Scorpion necesitará un momento para calmarse.

Cuervo suspiró.

   —¿Ustedes están bien, Siete, Keran, Mike? 

   —Estamos… —Los cazadores sobrevivientes dudaron. Siete calló y negó con la cabeza y otro de ellos se vio obligado a contestar—. La diferencia de fuerzas es brutal, Cuervo.

   —Lo sé muy bien… —El líder se acarició la sien y puso las manos sobre los hombros de Siete—. Esta es la guerra más feroz en la que hemos estado —anunció. La forma en la que una de sus manos subió por el cuello del moreno y le acarició la mejilla me pareció casi tierna—. Pero estamos listos para ella, ¿verdad?  

   —¡Sí! —gritaron los tres cazadores.

 

Notas finales:

La conversación que tuvieron Scorpion y Ethan en francés fue algo así: 

 

—Sólo necesito descansar. 

—Necesitas comer. Ven conmigo. 

—No es necesario —contestó Ethan. 

 

Sí, ese "necesitas comer" fue "VEN, BRO QUE APROVECHAMOS QUE ME MORDIERON Y TOMAS UN POQUITO DE MI SANGRE, EH"

¡Ah! Se siente bien volver. 

Se viene un timeskip, gente. Prepárense. 

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review.  


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