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Ramo de Flores por Abyss

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No pasa mucho tiempo cuando el estado de animo de su Pokémon lo contagian por completo, siente que finalmente el aura depresiva los ha abrazado a todos y no sabe que hacer para arreglarlo, su única idea es simplemente esperar a poder cumplir su promesa con Harley, salir lejos de casa para despejarse y buscar la manera de animarlos, consciente de que participar en un concurso de coordinación, a esas alturas, solo le daría una mala imagen como criador.

Es mientras espera, observando el ir y venir de la gente en la calle principal de La Rouss, que llega a una extraña conclusión, un pensamiento fugaz que no había pasado antes por su mente, ya que, realmente, jamás había tenido la intención de llegar hasta esa clase de pensamientos, totalmente innecesarios para el intento de fantasía en el cual había hecho lo posible por vivir.

—En realidad, siempre fuimos inestables.

Observa a las parejas caminar por el lugar, felices, tomados por el brazo, encerrados en su propio mundo mientras otras gentes les pasan por un lado sin fijarse en ellos, tal vez apresurando su camino intentando sacarles la vuelta, o simplemente pasando de ellos, aunque una pequeña cantidad de personas, como el, se les quedaba viendo hasta que desaparecían plenamente de su vista o mínimo, hasta que sus ojos se dirigían automáticamente hacia el siguiente par que avanzaba hacia otro lado y podía verlos más de cerca.

La felicidad que emanan lo llenan de una, tal vez no muy sana, envidia, entre lo que fue y lo que no, deseos sin sentido que tuvo en algún momento, pequeños detalles que le hubieran gustado poder tener en su momento.

Sí, los tuvo.

Los tuvo en lugares privados sin gente a su alrededor, en profundas cuevas donde las piedras le ganaban, en ocasiones, la atención de los ojos grises, caminatas románticas en algún bosque donde pudieran estar a solas, esas oportunidades donde sus equipos Pokémon podían pasar el tiempo juntos y jugar entre ellos, conocerse.

Hace un esfuerzo por no morderse demasiado fuerte los labios, recordando viejos chismes en revistas que no valía la pena recordar, portadas en grande donde jamás pudo debutar, quedándose en las sombras de un agradable secreto, uno que le dio seguridad, hasta que otros empezaron a usar los reflectores que él nunca había tenido la intención de ocupar, deseando una fama conseguida por sus logros, hasta que los celos finalmente se hicieron paso en su vida, y nada parecía darle la calma que tanto necesitaba.

Y, una vez más, después de pensarlo durante varios segundos, en la inseguridad que desde hace tiempo lo iba moldeando, probablemente era el quien tenia que haber cambiado desde un principio, animarse a ocupar esos reflectores, a tener la atención mal ganada por un puesto que, aun ahora, no entendía porque importaría mas que los logros que obtenía con el sudor de su frente, ¿Por qué algo tan banal se hablaba por televisión publica en lugar de cosas más importantes?

Suspira, cansado, al final del día ambos estaban igual, igual de inestables que ahora no entendía como habían logrado mantener cierta estabilidad en su frágil relación.

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Sus manos tiemblan mientras permanece sentado en el silencio de su vieja habitación. Esta de nuevo en la casa de su padre, esa que pisa raramente, solo algunas veces al año en fechas importantes o cuando la situación lo requiere, el "viejo" no lo ha cuestionado en lo mas mínimo, una sonrisa y un gran abrazo es lo que lo reciben al llegar, así como un saludo general de todos aquellos que trabajan en la mansión y lo han visto crecer, el ambiente en el lugar es ameno, le trae buenos recuerdos, el arte sigue siendo de admirar, como si la casa de su padre fuera mas un museo que un hogar, aunque el "toque hogareño", que ahora es mas capaz de reconocer que antes, esta por diversas partes del lugar, acariciando esa sensación conforme fue avanzando, encontrándose con los retratos de su madre que le habían acompañado durante toda su niñez.

Respira profundo una vez más, arqueando su espalda hacia atrás mientras se estira, da un vistazo a su alrededor, buscando alguna diferencia, detalles que le demostraran que los sirvientes han redecorado su habitación, justo como el mayordomo le había prometido. Lamentablemente, lo único que alcanza a notar y brilla en ausencia, es un jarrón que anteriormente había llenado de flores, lo había admirado con anhelo meses antes en que decidiera finalmente mudarse de casa, la natural decoración se convirtió en una especie de "punto de inflexión" ante algunas decisiones que había tomado a lo largo de su vida, jamás, había sido aficionado a ellas, aparte de sus Pokémon, nunca había estado seguro de si era capaz de mantener algo mas con vida entre sus manos, las cuales estaban acostumbradas a tratar con las duras piedras, las flores, por supuesto, eran algo que escapaban totalmente de su mano, muchas veces las veía como aquello que podría estar al otro lado de la balanza y, finalmente, darle un agradable equilibrio a su desordenada vida, donde, repentinamente, tras la decepción de la liga al saberse que no era un campeón en todo el sentido de la palabra, no sabía hacia donde debía dirigirse con seguridad. Necesitaba de algo, alguien que le marcara hacia donde era el norte, y que lo llevara de la mano para así no tener desviaciones por el camino.

Apretó los labios con fuerza mientras aborrece la inestabilidad que no lo deja vivir como quisiera, donde solo puede desear de nuevo el balance que su vida había alcanzado en algún momento, buscando esa comodidad de saber que no estaba solo en la clase de cosas donde la familia nunca es suficiente.

A lo lejos escucha los pasos de los sirvientes, la música que le gusta a su padre resuena por los pasillos, el ruido le trae calma, le hace no sentirse tan solo como realmente no quiere demostrar, era una lastima tener que llegar al extremo de regresar con su padre para no dejarse llevar por ideas estúpidas que nadie detendrá.

Nunca había sido alguien realmente estable, pero tampoco jamás había estado tan mal. Ojalá esto pudiera terminar pronto. Mínimo, las largas reuniones y los diversos eventos en los que Wallace quiere que lo acompañe, llenos de gente frente a la cual fingir un buen humor era lo esencial, lo distraía lo suficiente como para no pensar en otras cosas, no dejarse llevar por pensamientos que no necesitaba en ese momento.

Sus manos tiemblan mientras busca la comodidad de su antiguo hogar, sonriendo al escuchar risas en el pasillo, tal vez debía salir, y conversar un poco, distraerse todavía más si era posible, fingiendo una estabilidad que no tenía.

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Dalia: Inestabilidad.

 


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