Camino lo más silenciosamente mientras iba con dirección a la sala de juntas en la cual había sido citado hacía unas horas atrás por la Asociación Pokemon, especificando también que se hiciese presente lo más pronto posible, algo que no pudo cumplir de inmediato, debido a que no quería decirle a Drew que justamente le acababan de llamar. Ya había pasado casi una semana desde que la liga había finalizado, el mismo tiempo en el que había tomado la sabia decisión de encerrarse en su habitación y deprimirse todo lo posible, antes de tener que verle la cara al mundo una vez más y salir adelante como pudiera.
Dio un suspiro profundo —y ligeramente cansado debido al lugar donde se encontraba, podía sentir como poco a poco el estrés iba haciendo acto de presencia— antes de continuar su camino por aquel pasillo que parecía interminable.
Raramente llevaba a cabo la acción de deprimirse, la mayor parte de las veces se las terminaba apañando como podía, otras tantas ocasiones su padre simplemente se cansaba y hartaba de tocar su puerta y tomaba una de dos decisiones, la primera era dejarlo por la paz y esperar a que saliera por voluntad propia —lo cual solía ocurrir cuando tenía hambre y ningún sirviente le dejaba una bandeja con alimentos en la puerta— o, llamar a Wallace, quien iría feliz de la vida a sacarlo a patadas de la cama, incluyendo los extraños 10 o 15 minutos que pasarían peleando por las cobijas —como si aún fueran niños— y posteriormente obligarlo a acompañarlo a dar una vuelta por algún lugar lejos de casa y donde no tendrá donde esconderse de la vida.
En esta ocasión su padre no contacto con su mejor amigo, no hubo necesidad. En cambio, la persona que estuvo a su lado, molestando a cada rato, había sido Drew junto a su surskit.
Durante toda esa semana que le había tocado convivir con la hiperactividad encarnada, Steven había llegado a la comprensión total del porque él mismo Drew parecía odiar el exceso de energía que su pokemon ostentaba. Esa cosa era adorable.
Pero solo cuando dormía. A su mente vinieron los horrorosos recuerdos por intentar salvar todo objeto delicado que estuvo a minutos de estrellarse contra el suelo y decirle adiós al mundo.
Finalmente alzó la vista del suelo y suspiro, cuando finalmente se encontró cara a cara con las grandes puertas que le llevarían al lugar donde le habían citado. Supone que la razón del llamado se debía a que le iban a ofrecer el lugar en la Elite Four que debía corresponderle —el cual, muy amablemente, pensaba rechazar— pero tras varias horas de haberlo pensado y hablado con Drew, finalmente llegó a la conclusión de que no quería ese puesto, ya ni siquiera le importaba ser campeón, con el menor de cabello verde habían terminado planeando un viaje entre los dos a la región de Jhoto, de esta forma finalmente podría olvidar la derrota, los problemas, y regresar de una vez por todas a la pasión que tenia hecha a un lado desde casi un año atrás.
La arqueología.
Decidido a rechazar lo que le fuesen a ofrecer, abrió la puerta con determinación, de par en par cuando finalmente le concedieron el pase a la dichosa sala de juntas.
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Camino tranquilamente por las no tan transitadas calles de Rustboro City, un lugar que desde hace un buen tiempo había terminado por conocer como la palma de su mano. El sol se encontraba encima de su cabeza, señalando el mediodía, las nubes no transitaban tanto como para que el día fuese nublado, pero de vez en cuando una que otra daba un descanso del ardiente sola. Sin duda alguna, el clima perfecto para salir a pasear, dejando los problemas y las preocupaciones a un lado y simplemente disfrutar del buen clima.
La clase de clima perfecto para sacar a Surskit y hacer que Steven cuidase de él.
El mayor estaba pasando por una especie de depresión post-derrota, después de que su orgullo hubiese sido mancillado y pisado por la persona a la cual llamaba mejor amigo. Y no podía culparlo, sinceramente, si a él mismo le hubiesen dado la oportunidad para deprimirse en su momento de aquella forma, con todo gusto lo hubiese hecho.
Pero su familia no trabaja de esa forma.
El apellido La Rousse era mucho más pesado de lo que parecía a simple vista, en ocasiones no podía evitar sentir envidia por los apellidos Berlitz o Stone pues aunque no parecía a simple vista, eran mucho más ligeros que él que tenía que portar a la fuerza, que por cierto, había sido toda una sorpresa enterarse de que su mejor amigo se apellidaba de aquella forma, por todo el mundo era bien conocido que Joseph Stone tenía un solo hijo, una única persona que lo heredará todo el día que el Sr. Stone no pudiese cargar más con aquella responsabilidad en sus hombros, curiosamente —y si lo pensaba detenidamente— era capaz de recordar muy difícilmente, que su primo —el líder de la familia— había mencionado en varias ocasiones que les invitaban a unas fiestas por parte de los Stone o que el presidente Devon estaba de visita en la mansión por negocios.
Sólo ahora se arrepentía de no haberle prestado la atención suficiente a su primo.
Dándose cuenta de los curiosos pensamientos que se encontraba teniendo movió su cabeza rápidamente de izquierda a derecha, como si con aquello fuese capaz de hacerlos desaparecer. Aun así parecía que aquel día no tendría mucha suerte para dejar de pensar en su familia, al dar vuelta en una esquina, pudo ver a la perfección la mansión en donde vivía actualmente Steven —aunque el mayor le había comentado que tenía pensado comprarse una casa lejos de allí, para, según él, tener privacidad— y una vez más sus pensamientos volaron con dirección a su hogar. Como cualquier otra casa de gente rica/millonaria, la Mansión Stone era grande y contaba con unas buenas hectáreas, que sin duda alguna hacen honor al dinero que debían ganar, en un principio Steven había estado algo inseguro sobre darle su dirección, algo que pasó a segundo plano cuando cayó en cuenta que el menor ya había escuchado —y por consiguiente debía saber—su apellido, y por tanto, no tenía sentido seguir escondiendo el lugar donde vivía y los lujos con los cuales contaba.
Drew suponía que Steven realmente había tenido miedo de hacerlo sentir incómodo, debido al montón de cosas caras que sus padres habían adquirido para la gran propiedad, por supuesto, cuando puso un pie dentro de la mansión, en lugar de sentirse incómodo, se sintió más tranquilo.
Tal vez.
Porque era mucho más pequeña que su casa y mucho menos opulenta.
Suspiro una vez más, últimamente estaba pensando mucho en su hogar —lo cual sinceramente no era una buena señal— por lo que en lugar de seguir caminando tranquilamente, aceleró el paso hasta comenzar a trotar y entrar de una vez por todas para ir a ver a Steven.
El mayor le había prometido que irían juntos a Jhoto, más que nada porque el mayor ansiaba visitar las ruinas alfa.
Sería un fantástico viaje.
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—¡Steven Stone, suéltame!
Exigió en un grito, con el miedo y la irá entremezclándose debido a la situación por la cual se encontraba pasando. El agarre de sus muñecas se incrementó para y obligándole a quedarse quieto en su lugar en el suelo —debido a que se había estado revolviendo furiosamente— lastimandole en el proceso, aunque el mayor parecía no darse cuenta de ese detalle.
—¡Es que no lo entiendes!—exclamó molesto Steven, gritándole a Drew, como si este tuviese la culpa de lo que pasaba—¡Nadie lo entiende, maldita sea!
Desconcertado y con el miedo aumentando cada segundo debido a los tonos —demasiado— altos que alcanzaba la voz de Steven, Drew ladeo su rostro, con los ojos totalmente cerrados, como si mirar directamente al mayor lo fuese a hacer enojar aun mas de lo que ya estaba, no solía tratar con gente violenta, principalmente porque solía evadirlos y secundariamente debido a que —al ser él más pequeño en su familia— era constantemente vigilado para impedir que se viese metido en problemas. Intento pensar en una forma de escapar rápidamente y que pudiese funcionar al momento —en el estado en que se encontraba Steven, no le sorprendería si le metía un puñetazo al momento— movió lentamente sus muñecas, solo para sentir como Steven lo sujetaba con aun mas fuerza, mas por inercia que por otra cosa. Su espalda se encontraba contra el suelo, y la bolsa de plástico, con diversos dulces que había ido a comprar, ahora se encontraba olvidada en el suelo, con su contenido derramado sin piedad alguna sobre el frío piso.
Brinco ligeramente desde donde se encontraba, una reacción natural debido a que sintió como algo caía en su mejilla.
Con cuidado entreabrió los ojos. Notando el momento exacto en que otra cosa cálida se estampaba contra su rostro, solo para caer en cuenta unos segundos después, de que lo que sentía, eran lágrimas.
Steven estaba llorando, muy probablemente, de rabia.
No supo si sentir miedo o lastima por el mayor, algo lo estaba afligiendo, pero su mal carácter le hacía reaccionar de tal forma que intentar ayudarle se convertía en todo un reto, y finalmente no le quedaba de otra más que sentir el miedo y la ira dominando la situación.
—¡Yo no quería esto!—volvió a reclamar Steven, apretando aún más el agarre, si es que era posible, sacandole finalmente un quejido de dolor al menor—¡¿Porque!? ¡¿Porque tiene que ser de esta forma...!?
Tal vez luego se lamentaría, pero el dolor era tal que ya no le importaba. De forma lenta y con cuidado movió sus piernas de forma que sus rodillas terminaron contra el pecho del mayor—ignorando olímpicamente lo que sea que le estuviera gritando Steven en aquel momento, pues el mayor lo había parado de quejarse con frases que continuaba sin entender— sin embargo, el roce de sus rodillas contra el pecho finalmente terminó por llamar la atención de Steven, distrayéndose en por un instante, que a pesar de no ser mucho tiempo fue el suficiente como para empujar con todas sus fuerzas al mayor, sorprendiéndolo y quitándoselo de encima de una vez.
Aquello, obviamente, solo hizo enojar Steven.
Totalmente consciente de que no tenía mucha posibilidad de huir en aquella situación, tomó lo primero que tuvo a la mano —una lámpara— y se la estampo en la espalda al mayor cuando este se alzó —probablemente para volver a tomarlo de las muñecas— con los dientes rechinando en ira contenida, siendo tumbando al piso una vez más debido al fuerte impacto que le desorientó el tiempo suficiente como para darle una vía de escape más segura.
Mientras corría por los pasillos de la mansión Stone, sin detenerse e ignorando a los sirvientes que le preguntaban —entre gritos— si algo malo había pasado, en sus pensamientos —aunque turbios y desorientados— llegó a la conclusión de que, realmente, solo había tenido mala suerte.
Simplemente fue inoportuno.
Se restregó uno de los brazos por sus ojos mientras continuaba corriendo —sin saber exactamente cuándo había comenzado a llorar— lejos de la mansión Stone, lejos de Rustboro City.
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Bardana: Inoportuno,aburrimiento