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En ausencia de ángeles. por ReedVIII

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                                                                 *                         *                  *

 

Una aguja perforó su pálida piel, y pronto se observó la inyectadora a la que estaba conectada llenarse de sangre a manos del doctor Jinki.

Atento a ello, Jonghyun parecía hipnotizado, porque por alguna razón siempre le había gustado la idea de ser inyectado. La sensación de una fría aguja haciéndose paso entre su piel era simplemente encantadora ante los ojos del rubio, por eso era que el doctor Jinki nunca escuchó una queja por parte de él a la hora de ser inyectado, ni cuando era un niño. Relamió sus resecos labios.

 

― Sigue afuera. No ha movido un pie desde anoche que te traje. ― murmuró de repente, mientras que sacaba de su paquete una nueva inyectadora. No hizo falta nombrarle, puesto que Jonghyun sabía de quién se trataba. Sintió un revoltijo en su estómago. Aunque intentó desaparecer ese sentimiento de inmediato, puesto no quería causarle molestias al contrario haciéndolo estar ahí, esperando.

 

― ¿No pueden echarlo de aquí o algo por el estilo? Es molesto.

 

― No seré yo quien lo haga; ¿Qué tal te sientes? ― interrogó el de hebras castañas.― Te ves mal.

 

― Sólo es un dolor de cabeza. ― mencionó, mientras observaba al mayor drenar el contenido en el foráneo envase de plástico en unos tubos de ensayo.

 

― Te haré una tomografía. ― sentenció, inyectando en el otro brazo a Jonghyun a una vía que según, le proveería fuerzas. Tomó un banquillo cercano, y lo arrastró hasta posicionarlo al lado de la camilla del chico para de ésta forma poder estar más próximo a él. Lo observó atento, con ésos mismos ojos con los que le había visto el día anterior. Tragó saliva.

 

― ¿Recuerda aquella vez que me inyectó tantas veces que no tenía más espacio en los brazos? ― relataba, en lo que sabía terminaría siendo un inútil intento por desviar el tema.― Tuvo que sacarme sangre de los pies. La primera vez dolió como mil demonios, pero luego sólo fueron cosquillas.

 

― ¿Son seguidos esos dolores de cabeza? ― habló, y vio cómo Jonghyun sólo se encogía de hombros. Jinki frunció sus labios, y bufó. ―Esto sólo demuestra el deterioro a nivel cerebral. Y que debes operarte cuanto antes.  ― Ésta vez, el rubio sólo desviaba la mirada, y parecía destilar la molestia que le producía hablar de ese tema. Pero se le notaba en la mirada unos destellos que denotaban nerviosismo.

 

― Son sólo pequeñas punzadas. No es la gran cosa.

 

― Sin la mínima intención de que vuelvas a colapsar, pero debo confesarte que no he cambiado de parecer con respecto a lo de tu operación.  Te estoy dando un ultimátum, dos opciones. O te operas, e intentamos prolongar tu estadía aquí. O te comportas como un malcriado, no accedes a operarte, y tramito tu caso a un colega.

 

De ser posible, Jonghyun palideció más. Sabía que llegarían a ese punto en algún momento, y miró atentamente a su doctor, porque decidió que ya no quería vacilar más con su situación, quería afrontar todo el caso de una buena vez. Aunque muy dentro de él existía aún la duda de si quería o no seguir con todo eso. Con los infinitos tratamientos. Con las interminables pastillas. Con los miles de exámenes y estudios, y una que otra cirugía. Con ésas constantes visitas al doctor. Y el vivir con la preocupación de sus padres y su hermano, con la culpa de saber que ése cansancio, preocupación, y dolor ajeno era su culpa. Viéndolos privándose de grandes gastos o disfrutar plenamente sus vidas por estar al tanto de la suya. Con el verse imposibilitado de hacer todo lo que le gustaría hacer. Correr, bailar, todas ésas simples banalidades de las que la gente parecía hablar tan a la ligera, pero que, de poder hacerlas, Jonghyun las disfrutaría al máximo. Cada pequeña cosa. Cada profundo respiro. Cada pequeño momento. Cada instante en el que quizá en el pasado, hubiera descubierto que tenía grandes oportunidades, que ahora eran tan distantes y ajenas a sí mismo.

Sin haber caído en cuenta de ello, sus ojos se llenaron de lágrimas, y agradecía infinitamente a Jinki. Porque pese a todo, con un simple vistazo sabía cuándo Jonghyun necesitaba un tiempo para sí mismo, para poder pensar bien las cosas. A solas o no. Y supo muy bien que en ése momento en rubio no quería estar solo, que lo que menos necesitaba era ésa soledad que tantas veces le había hecho compañía, como en esas interminables noche en las que no hacía más que juzgar a un sinfín de cosas acerca de él. Así que, en silencio, el castaño sólo le dedicó una de ésas miradas que te reconfortan.

Continuó en ése mar de pensamientos que era su cabeza en ése momento, y estuvo por llegar a la conclusión de que no, que no se haría la operación. Por el simple hecho de que no quería molestar más. De que él era una gran carga, un gran peso que terminó sobre los hombros de su hermano y sus padres de vez en cuando. Y recordó todos esos momentos en que quiso morir. Todos esos momentos en que quiso experimentar ésa paz que tanto había estado deseando por mucho tiempo. Esos momentos en los que quiso llegar a ése dichoso paraíso donde el dolor, las penas, la tristeza, las lágrimas, donde todo eso desaparecía, y podía ser pleno y feliz. Porque lo que tenía Jonghyun en sus manos ahora no era vida, no era ningún sentimiento de alegría o tristeza. Era neutralidad pura y genuina. Se sintió culpable, porque había gente que tenía peores situaciones que las de él, y aún así estaban bien. Se sintió culpable porque existía. El hecho de existir con ése sentimiento de un constante vacío era desolador, y con la culpa de que pese a todos los intentos, ése vacío no desaparecía.

Y sus labios tambalearon, con toda intención de decirle a su doctor que no, que estaba agradecido por ésa atención y amor todos los años en que le atendió, porque más que una relación profesional, sentía a Jinki como a un padre, y nunca dejaría de ser así. Pero que no iba a operarse.

A punto de, se detuvo un instante, porque su cabeza fue acribillada repentinamente por imágenes.

Una infantil sonrisa.

Una dulce voz.

Una piel morena.

Una melodiosa risa.

Unos profundos ojos marrones.

Se quedó boquiabierto él mismo. Porque no esperaba que éso paseara por su mente, no esperaba pensar tan repentinamente en ese nombre.

Y se quedó callado, porque no sabía qué decir.

 

*                          *                        *

 

Universidad de Seúl, octubre 2016.

 

Meditó acerca de lo que había hablado con el moreno tiempo atrás, y consideró que sí tenía razón, que parecía toda una ciudad aquella universidad. Pero le gustaba, la consideraba de éste modo muy completa, así que sin demasiadas quejas fue a aquel jardín gigantesco denominado campus, y se recostó del tronco de un árbol, bajo la sombra de éste observaba a los jóvenes pintores. Desde su perspectiva, no alcanzaba a ver en su totalidad algún cuadro completo, sólo pequeñas partes, pese a ello estaba conforme. Suspiró, puesto estaba exhausto. Jinki estaba loco. Si cada vez se deterioraba más, entonces no entendía cómo había podido caminar el trayecto de su salón hasta ahí sin hastiarse a mitad de camino. No casi ni había necesitado el inhalador. Pensó en la posibilidad de que mágicamente podría arreglarse todo lo malo que había en él. Desechó la idea de inmediato, aunque una parte de él se aferró a ésta idea, aunque sea un poco.

Pronto, sintió como una figura más corpulenta que la de él se recostó del mismo árbol, estaba por atender y pillar de quién se trataba, hasta que consideró que no era necesario, ya que en cuanto habló, reconoció ésta voz de inmediato.

 

― ¿Tienes teléfono? ― se escuchó cuestionar. A Jonghyun le invadió un sentimiento que no sabía reconocer, pero la sonrisa tan casta que se plantó en sus labios al identificar al emisor de dos tan simples palabras fue ciertamente alarmante.

 

― No me gusta complacer a las masas. ― respondió, aún sin voltearle a ver, haciendo el vago intento de borrar ésa estúpida sonrisa.

 

― ¿Vas en serio? Quién no tiene un teléfono hoy día, dios.

 

El rubio chasqueó la lengua.―  Nunca dije que no tuviera. Lo tengo, sólo para emergencias

 

― ¿Y tu novio no es una emergencia?

 

Al final de ésta oración, se escuchó cierta duda. Y ambos rostros la expresaban ciertamente. Minho no sabía por qué había dicho eso, y Jonghyun se estaba preguntando lo mismo. Sinceramente, ninguno de los dos esperaba escuchar ni decir eso.

 

― ¿Somos novios? ― Finalmente, fue el de tez demacrada quien habló.

 

― No lo sé.. ― se tardó un poco en contestar, porque la verdad era que no lo sabía a ciencia cierta. ―  ¿Quieres?

 

― No. ― contestó de inmediato.

 

― ¿Qué? ― El moreno pareció sorprendido, y había tartamudez en sus palabras. ― ¿Por qué no? ¿No la has estado pasando bien? ¿Te desagrada la situación?

 

― Pese a que puede desagradarme, ¿qué clase de propuesta es ésa? ‘¿Quieres?’. No es como si me estuvieses invitando un helado, sabes. ―  se quejó, como un infante. Y ahí el otro dejó la preocupación y todo el nerviosismo de hace apenas unos segundos.

 

― ¿Qué tipo de propuesta esperabas?

 

― No lo sé, pero definitivamente no era algo así.

 

― Pues no es culpa mía que seas un inconforme.

 

― Me vale. ― sóbridamente contestó.

 

― Te obligaré a ser mi novio, en todo caso.

 

― Irías a prisión. Además, te conozco poco. Podrías ser un psicópata, no lo sé.

 

― Si fuese un psicópata hace mucho te habría secuestrado.

 

― Ésa es la clase de respuestas que te llevan a prisión, MinHo.

 

Ambos rieron, dejando ver ambas dentaduras. Pero en el momento en que Minho reía y negaba con la cabeza, apartando su mirada en algún punto, el rubio pensó en que su sonrisa parecía la de un crío, era tan inocente y pura. Y sonrió del mismo modo, pura y castamente. Porque le gustaba ése momento en demasía. Y si había una vida más allá de la muerte, quería llevarse ésa sonrisa consigo.

 

.               .                 .

 

― ¿Vas a contarle a Sunbohyung? ― cuestionaba Jinki.

― ¿Quién?

― Sunbohyung. ― repitió, sin demasiada importancia al comienzo, pero en cuanto se dio cuenta de la expresión de Jonghyun, le dio más atención. Denotaba confusión, y se veía que se esforzaba por atender a lo que le acababa de decir.

― Oh, ya. ― Dijo, Jinki finalmente suspiró, aliviado. ― No creo que haga falta.

Después, el castaño ojeaba unos papeles, hasta que notó que el rubio parecía muy distante en ese momento, con frustración en sus facciones.

― ¿Todo bien?  ― tardó un largo rato para que Jonghyun se percatase de que le hablaban. En cuanto lo hizo, puesto a que no había atendido anteriormente, repitió nuevamente la pregunta.

― Sí. Sólo me sentí mareado.

 ― ¿Seguro?

―Fue una migraña.

El apuesto doctor chasqueó la lengua, preocupado.

 

.                   .                  .

 

[ . . . horas más tarde ]

 

Caminaba  a zancadas cortas. Ya había terminado la jornada diaria de la universidad, y se dirigía a casa, pero a un paso extremadamente lento. ¿La razón? No quería llegar a casa. No tenía nada que hacer allá. Y sabía bien que ésta noche la pareja de su hermano estaría ahí. No quería estar ahí. No quería tener un tiempo consigo mismo, mucho menos en.. su situación actual. Todos los días se estaban volviendo en verdad largos, y sólo quería dormir. Dormir infinitamente, y caer en un letargo del que no pueda ser despertado jamás.

Cuando llegó a la parada de autobuses, un auto bien conocido se estacionó ante él, y bajando la ventanilla dejó ver a un bien parecido conductor, quien le dedicó dos bocinazos.

 

― ¿Te llevo, lindura? ― comentó, en lo que presumía ser un intento de flirteo.

 

― No, gracias. No subo a autos de desconocidos.

 

― Me llamo Minho. ― habló entre risas, vacilando por demás al joven rubio.

 

― Sigue siendo un desconocido para mí, lo siento.

 

― Tengo cloroformo en el asiento trasero y una pistola cargada en mi bolsillo. Sería más sencillo todo si te subes.

 

― Me sorprende que luego siquiera te preguntes por qué irás a prisión.

 

― Venga, sube y ya. ¿Qué más amenazas necesito vociferar para que estés en el coche? ― cuestionó.

 

― Amenázame con llevarme a comer, y juro que no opondré mucha resistencia.

 

[ . . .]

 

Bufó mientras movía entre sus dedos dos palillos chinos. Recostando su mejilla de su palma izquierda, al mismo tiempo que observaba al moreno comer como si fuera una bestia, porque no era la primera vez que lo veía comer así. Reprimía con todas sus fuerzas una sonrisa, la verdad era que le divertía toda aquella situación en demasía. Se preguntó si acaso nunca se le fueron inculcados modales, o si nunca alguien nunca le enseñó a comer decentemente.

En cuanto éste le dedicó una mirada, también le regaló una sonrisa, dejando su plato de ramen a un lado. El rubio señaló con su índice su comisura del labio.

 

― Tienes algo de comida acá. Por no decir que en todo el rostro. ― comentó, tomando entre ésos palillos un poco de fideos, sorbiéndolos con cuidado posteriormente.

 

― ¿Qué harás mañana?

 

― Nada demasiado bueno como para ser contado. ¿Por qué?

 

― No era nada.

 

― Entonces no me hagas preguntas estúpidas, Minho. ― espetó. A continuación, volvió a revolver con sus palillos el ramen, buscando ésos pedazos de carne que tanto le encantaban. Paró en seco un momento, y puso total atención al moreno.― Deberías contarme sobre ti.

 

― ¿Qué quieres saber? ― cuestionó inmediatamente después, correspondiendo a esa atención recíprocamente.

 

― No lo sé, lo que quieras contarme.

 

Pareció pensarlo por apenas un segundo.

 

― Pues, me gustas.

 

― Gracias.

 

― ¿Te gusto?

 

― No tengo tan mal gusto.

 

― Jonghyun. .

 

― No, aguarda. Creo que siento algo en mi estómago cuando te veo. Puede que sean mariposas. Dios, me está atacando justo ahora.― decía, con un tono fantasioso, inclusive rodeando su estómago con sus manos. ― ¡Minho! Es, es.. infinito asco.

 

― ¡Hijo de puta! ― exclamó, ganándose la atención de muchos en el restaurante, azotando la mesa con las palmas de sus manos.

 

― Es demasiado pronto como para decidirme.

 

― Es decir, ¿soy un desesperado?

 

― Puede que sí.

 

Hubo un silencio.

 

― Pero quizá sí me llames la atención.

 

― Aleluya. ― dijo aliviado.

 

 

Ambos sonrieron, y negaron con la cabeza mientras volvían a rebuscar con los palillos en el ramen. Ninguno comía, sólo revolvían en el platillo, porque ahora de un modo u otro habían confesado sus sentimientos el uno al otro, a su amorfa manera.

Jonghyun se preguntó si estaba seguro de ello, puesto conocía muy poco acerca del ‘gusto’. De ése tipo de gusto. Sabía muy bien que habían dos delgadas líneas entre atracción, gusto, y amor. Pero si de algo estaba seguro, era de que con el azabache se sentía verdaderamente bien, y no cambiaría eso por nada. En cuanto volvió a entablar contacto visual con el chico éste le observaba atentamente, así que decidió volver al tema anterior.

 

― ¿Eso es lo único que tiene para contarme, señor Interesante?

 

― ¿Qué tal si me haces preguntas más específicas? ― ésta vez se recostó del respaldo de su asiento, arqueando su entrecejo sarcásticamente.

 

― ¿En verdad tienes cloroformo en tu maletero y una pistola cargada?

 

― El cloroformo iba en joda, pero sí tengo una pistola en casa.

 

― ¿Por qué? ¿Seguridad propia, próximo suicidio, o juegas al asesino en serie?

 

― Treinta y tres, treinta y tres, treinta y tres. ― respondió, con aires de superioridad. Pero el rubio sólo quedó con una cara extrañada, porque no comprendía nada.

 

― ¿A qué juegas?

 

― Ya que me diste tres opciones, y les voy en parte a todas. La suma de tres veces treinta y tres es noventa y nueve. Casi cien.

 

― ¿De qué rayos hablas?

 

― No me jodas. Es matemática y lógica. ― explicaba apoyando sus codos sobre la mesa, intentando expresarse con sus manos.― En plan cuando te dan sólo dos opciones y le vas cincuenta cincuenta. Mitad a ésta, mitad a la otra. Así que aquí iré en treinta y tres, treinta y tres, treint..

 

― Treinta y tres, sí, sí, ya entendí. ― dijo el joven rubio, hastiado. Suspiró.― ¿Eres virgen?

 

Minho se ahogó con el caldo del ramen.

 

― ¿Qué clase de pregunta es esa? ― preguntó en un tono de voz aunque bajo, impresionado.

 

― Una razonable. ¿Por qué la gente pone tanto tabú a éste tema? Como si nadie hubiera follado en la vida.  ― Hablaba en un tono de voz normal, sin bajarle al tono. Al azabache parecían estarlo matando.Más que nada porque en ése momento un mesero pasó a su lado, y deduciendo por la mirada que éste les dedicó había escuchado más que claro el tema de conversación.

 

― ¿Quieres bajarle al tono? ― susurró.

 

― Sexo. Follar. Fornicar. Pene. Vagina. Culo. Coito. ¿Quién inventó la palabra ‘fornicar’? Suena a perros teniendo sexo. Fornicar, fornicar, fornicar. ― en éste momento ya varios ojos estaban sobre ellos.

 

― Dios. . ― murmuró, restregando la palma de su mano en su rostro.

 

― Ya. Pararé, pararé. Pero responde a mi pregunta.

 

― Pues, supongo que es un tema tabú porque la sociedad lo hizo así. Tiene que ver con que vivimos en un mundo prejuicioso y pudoroso.

 

― Ésa no, la anterior. Pero la cambiaré. ― sentenció, apoyando su codo de la mesa y a la vez su barbilla de su mano suspendida en el aire.― ¿Cómo te gusta hacerlo?  ― interrogó, y con cada palabra emitida por el rubio a Minho parecían estarle acuchillándolo.

 

― ¿Por qué preguntas éstas cosas? ― decía, casi en un susurro. Pero podía jurar que un susurro era mucho más audible.

 

― Me produce curiosidad.

 

El moreno solo se hundió más en su asiento, enterrando su cabeza entre sus manos, y Jonghyun no cambiaba de posición, para él era algo totalmente mínimo, así que no entendía por qué el otro reaccionaba así. Y ahí se dio cuenta de que ése guapo chico era parte de ésa sociedad prejuiciosa y pudorosa.

Sonrió ante ésta idea, pero al ver la forma en que el chico lo miraba desapareció dicha sonrisa. Porque ahora su rostro era seriedad pura con un deje de coquetería.

 

― ¿Por qué mejor no te muestro cómo, Jonghyun? ― habló, con picardía.

 

― ¿Qué intentas imponer? ¿Superioridad, hombría, seducción? ― cuestionaba, yéndose bastante lejos del contexto al que intentaba entrar Minho.

 

― Treinta y tres, treinta y tres, treinta y tres.― espetó, aún con ésos aires de coqueto.

 

― Como sea, la respuesta es sí.

 

― ¿Curiosidad? ― repitió en un tono chillón las palabras dichas por el otro anteriormente.

 

― No quiero morir virgen, ya te lo había dicho.

 

Minho repentinamente se tensó.

Las palabras ‘morir’ y ‘Jonghyun’ últimamente no se llevaban del todo bien en su cabeza. Lo miró, y éste comía del ramen. Sinceramente, en el momento tenía ese sentimiento de culpa, pero no sabía por qué.  Suspiró pesadamente, imitando al ajeno al sorber de unos fideos.

Jonghyun sin embargo, se percató de esto, y su mirada se suavizó. Dentro de él, había un ápice de tristeza al ver el moreno reaccionar así. Aunque no sabía por qué. Se cuestionó un momento el por qué rayos la reacción de éste chico lecausaba ese tipo de emociones, y llegó a la conclusión de que el chico era nuevo. Como a un crío con un juguete. Sentía emoción, y el deseo por cuidar de éste nuevo individuo al inicio. Pero pronto ése tipo de sentimientos desaparecerían, esperaba.

Al acabar la comida, salieron del restaurante. Dirigiéndose a pie a un parque cercano, se sentaron en una de las bancas regadas por todo el campo verde. Ninguno decía nada, porque la tensión de había acumulado entre ellos al tomar un tema tan delicado como lo era la muerte del rubio. Aunque eso no los detenía a disfrutar de las estrellas repartidas por el cielo desnudo.

Finalmente, Minho habló.

 

― ¿Qué fue lo que te dijo Jinke? ― en un desanimado tono, preguntó.

 

―Jinki. ― Corrigió.

 

― Sí, él. ¿Qué fue lo que te dijo?

 

― ¿Tenemos que hablar de esto? Estamos pasándola tan bien..― imitó el tono de voz del moreno. En sus ojos, había un brillo que denotaba un ápice de tristeza.

 

― Por favor. ― rogó, manteniéndose firme, aunque su rostro destilaba aquella tristeza que era reflejada de igual modo en Jonghyun.

 

Éste último, suspiró, mirando a la nada. Se tomó un tiempo para pensar.

 

― ¿Qué pudo decirme que no sepa ya? Estoy enfermo. No hay una sola parte de mi cuerpo que no está deteriorada, y sumisa a la idea de morir. Estoy muriendo, ¿qué puedo hacer más que resignarme?

 

― ¿Y no hay nada que pueda hacerse? ¿Alguna medicina, operación, quimioterapia?

 

Jonghyun pareció ahogarse en cuanto el otro dijo esa palabra, su estómago se revolvió, queriendo vomitar.

 

― ¡No! ― exclamó, alarmado. Entre una mezcla de amargura y angustia.― La gente como tú lo dice tan a la ligera. No sabrías ni en un millón de años lo horrible que se sienten las quimioterapias;  estar en una gélida mesa, mientras no te toman en cuenta. Mientras te hacen miles de exámenes, te extraen sangre e inyectan cosas, y te dejan en un sitio infinitas horas que sólo hace que te duela la cabeza, y te deteriores más, en lugar de ayudarte. Mientras te dejan en cuidados intensivos, y te observan esperando a ver cómo reaccionas, y qué pasa contigo. Como si no fueras humano. ― hablaba, con un nudo en la garganta.― Es espantoso, no se lo desearía a nadie.

 

― Entonces, podríamos.. podríamos intentar con otro doctor. Alguien más, debe haber algo que podamos hacer, algo que—

 

― Jinki es el mejor doctor de toda Corea. Y me trata desde pequeño. Si hay alguien que pueda hacer algo por mí es él.―  decía, mintiéndole al moreno, y a sí mismo. Porque pese a todo, aún no decidía si operarse o no.― Esto no es un cuento de hadas. Es la vida real, y apesta.

 

― No quiero que mueras, Jonghyun. ― musitó, en un tono de voz que tambaleaba. El rubio giró a verlo, y sus ojos estaban cristalinos.

 

― Si esto seguirá así, es mejor que lleguemos hasta aquí. ― sentenció, ganándose la atención y una expresión de asombro por parte del otro.― Maldición, Minho. No debes encariñarte conmigo. Dentro de poco no estaré aquí, y ya suficiente tengo que soportar con el dolor de mi familia como para añadir el tuyo. No me malentiendas, pero justo ahora te sientes como una carga. ―El pálido chico, quien no podía ni siquiera mirarlo a los ojos, ya estaba ahogándose entre sus propias lágrimas. ― Tú para la primera semana después de año nuevo te ves festejando, compartiendo con tu familia. Yo me veo muerto, muerto, muerto. Entiéndelo. ― repetía, como para hacer que el muchacho procesara la idea.

 

Minho en un impulsivo arranque, tomó entre sus manos el rostro de Jonghyun, y estampó sus labios contra los suyos, besándolo. Porque en ése momento no había otra cosa que quisiera hacer. Unas saladas lágrimas pudo saborear, y ambos sostuvieron la respiración, pero fue el rubio quien finalmente se separó. El moreno pensó que pudo ser por la falta de aire.

 

― ¡Carajo, no! ― gritó, frunciendo sus ojos, y limpiándose sus labios con su mano, como si le molestara. Poniéndose de pie de inmediato.

 

― ¿Te jode que te bese, acaso? ― exclamó, igualmente se colocó de pie, con un deje de desespero, porque no soportaba la idea de que ése ser tan hermoso y casto lo repudiara, más todo ése mar de emociones desaparecieron en cuanto expuso la razón.

 

― ¡Me jode que cada puta vez que me beses esté llorando! ¡¿Cuál es tu jodido problema que no puedes besarme en una situación normal?!  ¡Bésame cuando estemos riendo, o cuando estemos en la universidad! ¡No cuando mis lágrimas y mocos estén por todo mi rostro, maldición! ¡Sácame el aire de los pulmones y hazme besar a mi inhalador después!

 

Su corazón se achicó, y ahora sentía serenidad. Avanzó a pasos lentos hacia el chico que segundos antes estaba formando un alboroto total, y alargó su mano hasta tomar la impropia, llevándola hasta sus labios, donde la besó con pasimonía, algo prolongado, cerrando sus ojos.

Jonghyun no supo qué hacer, solo estaba estático, sin saber por qué ahora su corazón había pasado de ir tan rápido, a apenas sentirlo. Podría morir feliz en ése instante. No sabía por qué se sentía tan bien, y a la vez no pensaba en otra cosa que en lo bien que se sentía estar así. Todo el desastre que había pasado entre esos dos segundos antes ahora se disipó por completo.

 

― No planeo dejarte solo en esto. Ni por un segundo.

 

Murmuró, dedicándole un último beso a su mano, sin dejar de ver los brillantes ojos del rubio.


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