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El secuestro por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Feliz Navidad a todos.

El eco de sus pasos resonaba por la casa. Era navidad y al otro lado del cristal se apreciaban los copos de nieve cayendo. Desde que la guerra acabó, su vida se había convertido en algo apenas sin importancia. Su brazo estaba herido y aún tenía algunas repercusiones de la última batalla, pero aun así, Naruto decidió que no quería estar solo aquellas Navidades. Toda su vida había vivido en la más absoluta soledad y por una vez… deseaba estar con las personas que más amaba. El problema era que sólo amaba a una persona. La amaba tanto como para hacer la mayor de las locuras por él y es que… Sasuke seguía negándose a volver a Konoha. Para toda la villa, Sasuke sólo sería el traidor.


Miró por la ventana una última vez. Nadie entendía por qué había tomado la estúpida decisión de irse a vivir al clan Namikaze, un clan devastado, un pueblo fantasma dentro de los muros de Konoha, un clan igual de destruido que el clan Uchiha. La guerra había cambiado la visión de Naruto, ya nada era importante para él excepto una cosa, Sasuke, y él no volvería jamás.


El sonido del microondas al finalizar de calentar la comida sacó a Naruto de su ensimismamiento. Odiaba las Navidades porque era precisamente la fecha cuando al salir de su casa, observaba a todas aquellas familias felices comprando o disfrutando de los festivales, eso le recordaba que él estaba solo, que su padre había fallecido en esa misma época del año al encerrar al zorro de nueve colas en su interior. La navidad era simplemente un asco para él.


Miró una última vez por la ventana, observando la nieve cubrir todo el suelo del fantasma clan de los Namikaze. Era el clan más tranquilo al que pudo ir a vivir después de la guerra. Allí nadie le molestaría, nadie estaría pendiente de él, se sentía a salvo de todas las miradas de la gente, esas miradas que de niño le observaban con odio y ahora… casi con admiración al saber que era un héroe en la batalla por salvar Konoha. Todo le parecía demasiado surrealista.


La gente cambiaba de opinión respecto a él, pasaban del odio al aprecio como si nada, pero a Naruto no le importaba, porque lo único que quería en la vida, era ser reconocido por una única persona, Sasuke Uchiha, el traidor de Konoha, su compañero, su mejor amigo, el chico al que amó en silencio tanto tiempo y al que había tratado de convencer para que volviera sin conseguirlo nunca. A Sasuke no le importaba nada hacerle feliz y eso Naruto lo sabía. Sasuke había cambiado, había roto esa amistad, había destruido sus lazos con la villa.


Caminó sobre el blando tatami del salón en dirección a la cocina. Las maderas rechinaban a su paso dejando un atronador sonido tras él. Ni siquiera había tenido fuerzas para reformar la casa que una vez… había sido de sus padres. Todo estaba en ruinas pero al menos, los electrodomésticos seguían funcionando y eso era algo de lo que se alegraba.


Sacó la comida del microondas y colocó todo lo necesario en una bandeja. Era extraño calentar dos platos y pese a que lo miró como si al hacerlo pudiera no sentirse tan solo, seguía sintiendo la más profunda de las soledades.


Caminó con paso tranquilo y casi desganado hacia la puerta del sótano. La abrió y empezó a bajar los destrozados peldaños. Estaba a punto de llegar al fondo cuando un ruido de cadenas llegó a sus sorprendidos oídos. Parecía que alguien se había despertado al fin.


- Maldito hijo de puta, suéltame – escuchó el grito de Sasuke, pero Naruto agachó la mirada cabizbajo dejando la bandeja a cierta distancia del moreno.


- No puedo hacerlo, Sasuke.


- Serás imbécil. ¿Quién te da derecho a traerme de vuelta a rastras? – le gritó – no quiero volver, Naruto, odio Konoha, odio a su gente y te detesto a ti.


- Lo sé – susurró Naruto una vez más – pero… no puedo dejar que te marches. Lo siento. Come algo, te sentará bien.


Naruto se dio la vuelta para marcharse cuando escuchó de nuevo el ruido de cadenas. Por mucho que Sasuke trató de acercarse a él, las cadenas le impidieron llegar hasta el rubio. Sus rostros se quedaron a escasos centímetros y aunque Naruto sentía la ira de Sasuke, él sólo sentía tristeza, desesperación y soledad.


- Maldita sea, Naruto, ¿qué quieres de mí? – le preguntó Sasuke.


- Sólo… que comas.


- No quiero tu comida, no quiero tu compasión ni quiero volver a la villa. Sólo quiero que me sueltes.


- No puedo hacerlo – sonrió con tristeza – si lo hago… me matarías.


Aquellas palabras llenas de dolor llegaron hasta Sasuke. Era cierto que estaba enfadado, que le estaba chillando, que sentía la ira recorrer su cuerpo, era cierto que en la última batalla casi se habían matado mutuamente y, aun así, muy en el fondo, seguía pensando lo mismo de Naruto… era su mejor amigo.


- Puede que si me dejas ir ahora no te mate – dijo Sasuke – pero te aseguro que si me dejas aquí… tarde o temprano conseguiré escaparme y entonces sí te mataré. No eres capaz de entender mis sentimientos, no eres capaz de aceptar que no quiero estar aquí en esta estúpida villa.


Las manos de Naruto subieron por el cuello de Sasuke acariciando su nuca, enredando sus dedos en aquel largo y oscuro cabello de su compañero. Un quejido brotó de los labios del rubio, un quejido que no pasó desapercibido para el moreno. Podía escuchar un líquido caer contra la madera del suelo, gotas de sangre que impregnaban la venda que envolvía todo el brazo de Naruto y caían al suelo. Naruto acercó su frente hasta la de Sasuke y cerró los ojos justo cuando la apoyó, confiado en que aquellas cadenas no le dejarían moverse más.


- No voy a soltarte, Sasuke. Correré el riesgo de que me mates si eso te hace feliz. Mi vida ya no importa si no consigo salvarte de la oscuridad.


- Maldito infeliz – gruñó Sasuke mordiéndose el labio hasta hacerse sangre – te mataré, juro que un día lo haré.


- No hagas eso, Sasuke, te estás lastimando – dijo Naruto rozando con sus dedos el labio de Sasuke hasta conseguir que soltase y dejase de derramar aquellas gotas de sangre que caían sobre las de Naruto – come algo, por favor.


Naruto se movió del lado de Sasuke dirección a las escaleras, escuchando a su espalda cómo las cadenas volvían a hacer ruido. Seguramente era Sasuke tratando de acercarse a él para matarle, pero a Naruto le daba igual, él mismo sabía que su vida ya no significaba nada. Tan sólo tenía un deseo en mente, salvar a Sasuke Uchiha, si lo lograba, podría morir tranquilo incluso aunque fuera a manos del hombre al que amaba.


Subió las escaleras sintiendo aquel dolor en su brazo y en su pecho, pero no quería demostrarle a Sasuke lo débil que estaba tras aquella batalla. Ambos habían salido heridos, demasiado. Su poder había crecido tanto, que eran incapaces de controlarlo. Había arriesgado todo con tal de traer a Sasuke de vuelta y ahora que lo tenía en su sótano, ya todo parecía estar bien para el rubio. Le dio igual haber tenido que sacrificar su brazo pese al dolor que le acompañaba.


Al cerrar la puerta, dejó caer su espalda contra ella y agarró con fuerza su brazo. Le dolía como si le clavasen mil agujas. El Chidori de Sasuke había destrozado todas y cada una de sus células, había arrancado su brazo sin miramiento alguno y pese a que Tsunade había conseguido reconstruírselo con células de Hashirama, todavía dolía.


Una leve sonrisa escapó de los labios de Naruto y es que… puede que hubiera perdido su brazo, puede que ya jamás pudiera utilizar las técnicas Ninja como antes, puede que nunca terminase de mover completamente aquel brazo, pero al menos… había traído a Sasuke de vuelta y eso era suficiente para él.


Sin embargo, al recordar que él mismo también había herido el brazo de Sasuke con su Rasengan, una lágrima resbaló desde sus ojos recorriendo su mejilla. Le dolía el pecho cada vez que recordaba cómo había tenido que enfrentarse a su mejor amigo, cómo le había obligado a utilizar el Rasengan contra él, el daño que le había hecho.


- Lo siento, Sasuke – susurró dejándose caer hasta quedarse sentado en el suelo – lo siento mucho. Debí haber dejado que me matases pero… no soporto verte en la oscuridad – lloró Naruto como nunca antes lo había hecho.


Aquella tarde, Naruto la pasó comiendo solo frente a la ventana. La nieve no parecía querer parar, pero no le disgustaba. Hacía años que no veía nevar como aquel día, quizá era una señal. Sonrió pensando en lo divertido que habría sido poder disfrutar de un día como aquel con Sasuke, jugando a lanzarse bolas de nieve, creando muñecos o simplemente, besándose bajo aquel manto helado que caía. Todo parecía simplemente un sueño del que seguramente jamás formaría parte.


Hasta los oídos de Naruto, llegaron los golpes de la robusta puerta principal, pero Naruto no quiso contestar. Sabía de sobra que sólo dos personas podrían estar al pendiente de él, una era Kakashi, que se sentía responsable de él sólo porque su padre le había instruido en el arte Ninja; y la otra era Tsunade, preocupada por su estado de salud. Ella era la que le había recuperado el brazo.


- Naruto, vamos, abre la puerta, sé que estás ahí – se escuchó a Tsunade.


Los azules ojos de Naruto visualizaron la pequeña lámpara de uno de los laterales de la casa. Como siempre, todas las luces estaban apagadas y es que le gustaba fingir que no se encontraba nunca en su hogar. Sólo necesitaba a una persona en aquellas fiestas y estaba retenido en su sótano.


Con fuerza, Naruto sostuvo su brazo vendado apretándolo con fuerza desde su hombro hacia el pecho. Dolía como mil demonios y se había saltado la cita con Tsunade. Debía haber ido los últimos dos días a rehabilitación, pero no lo había hecho.


- Naruto, ábreme – volvió a sonar la voz de Tsunade – en algún momento tendrás que hablar conmigo, tengo que revisarte la herida. No seas cabezón y abre de una vez – insistía.


Un resoplido se escuchó tras la puerta. El rubio sabía perfectamente que Tsunade no tenía problema alguno en derribar esa puerta y entrar a la fuerza, sin embargo, estaba controlando su mal genio sabiendo que Naruto no estaba pasando por un buen momento. Escuchó los pasos que se marchaban y miró por la ventana una última vez asegurándose que Tsunade cruzaba el puente del vacío estanque de su casa y salía por la puerta para marcharse del clan Namikaze.


Apoyó la cabeza contra el cristal fijando sus ojos en aquellos mástiles de los barcos del puerto. Antaño, el clan Namikaze fue el puerto más concurrido de Konoha, ahora todo estaba abandonado. Las velas blancas, rotas y raídas por los sucesivos temporales, ondeaban al aire entre los numerosos barcos varados en el fangoso puerto. Tan sólo algún barco seguía en el agua, atracado y meciéndose con las suaves olas que llegaban hasta allí.


Naruto mordió la yema de su dedo sacando unas gotas de sangre, escribiendo en las paredes detrás de los muebles unos sellos que descubrió gracias a los pergaminos que su antiguo clan dejó atrás. Tenía suerte que los Namikaze y los Uzumaki fueran expertos en sellos, porque los iba a necesitar si quería retener a ese Uchiha allí.


Durante el resto del día, Naruto no volvió a bajar a ese húmedo sótano. Sasuke necesitaba darse cuenta de que ahora era un rehén le gustase o no. El único problema era que no quería dejar a Sasuke muriéndose de hambre allí solo. Resopló durante unos segundos mientras observaba cómo el cielo empezaba a derramar esas frías gotas. La ventana pronto se empapó y los pájaros al otro lado se resguardaron bajo las frondosas copas de los árboles.


La lluvia captaba la atención de aquel rubio que no se percataba de lo que ocurría en su sótano. El ruido de las cadenas y los quejidos tras los forcejeos inútiles de Sasuke por soltarse eran lo único que se escuchaba en la estancia. Maldiciones, quejidos y ruidos metálicos antes de un tenso silencio para recobrar fuerzas y volver a tratar de librarse del agarre.


Frustrado, miró el cuenco de madera con la comida. Querría decir que no tenía hambre, quería hacerse el duro, pero su estómago rugía con fuerza al ver aquel delicioso y humeante plato frente a él. Parecía que el “Dobe” al fin había aprendido a cocinar algo decente en vez de aquel asqueroso y repetitivo ramen instantáneo que siempre se comía cuando era más joven.


- NARUTO – gritó Sasuke – baja aquí, maldito desgraciado.


Nada sucedió ante aquel grito. Sasuke chasqueó la lengua sacando una notable maldición. Odiaba todo aquello, odiaba volver a la villa y más siendo de esa forma, como un rehén de su propio compañero. Ya había tenido bastante con su última batalla. Ambos se habían destrozado mutuamente y, aun así, ese cabezón había insistido aún en encontrarle y traerle de vuelta. No aprendía ni por las buenas ni por las malas.


Se miró el brazo, inerte en el suelo. Apenas podía moverlo ligeramente sin sentir aquel terrible dolor y todo por culpa de Naruto y aquel último Rasengan que consiguió arrancarle el brazo en una única estocada, aunque no fue el único en perder algo valioso, Naruto también había perdido el suyo a consecuencia del Chidori.


- ¿Ya te has calmado? – escuchó Sasuke la voz de aquel chico rubio pese a que no podía verle en la oscuridad.


- Sácame de aquí – dijo Sasuke frustrado, colocando sus ojos más intimidantes.


- No – fue la simple contestación de Naruto.


- ¿Por qué no, Naruto? Sabes de sobra que no quiero estar aquí, no quiero volver a esta estúpida villa. ¿Por qué mantenerme prisionero entonces?


- Porque es Navidad – dijo sin más – quiero pasarlas contigo, sólo eso.


- No seas idiota, Naruto. Sólo es una época más como cualquier otra.


- Quizá para ti, pero para mí es más que eso. Nunca he tenido padres, ni amigos con los que pasar esta época del año. Sólo quería sentir por una vez lo que es celebrar esta fecha del año.


- ¿Por qué yo? Tienes muchos amigos ahora.


- Porque te tengo aprecio. Fuiste mi primer amigo, mi único gran amigo, casi como un hermano y sé que has vivido muchas celebraciones como ésta con tu familia. Creí que tú eras el más cercano a mí y que podrías ayudarme a saber qué se hace en estas fiestas. Quiero pasarlas contigo. Sólo una vez en la vida, Sasuke.


Sasuke observó entre la oscuridad. Al final, consiguió identificar una sombra sentada en las escaleras. Ni siquiera podía ver aquel rubio cabello, ni los ojos azules de Naruto, pero sabía que esa sombra era él. Se levantó con cuidado, agarrándose a la barandilla con su brazo sano y pese a la queja, bajó los últimos peldaños dejando que la luz proveniente de la luna le iluminase.


Los oscuros ojos de Sasuke se posaron sobre el brazo vendado de Naruto. Al menos lo había recuperado aunque aún no sabía cómo lo había conseguido. Él había decidido no recuperar su brazo, sin embargo, finalmente Karin le convenció para ayudarle y así consiguió recuperar el brazo. Karin podía ser muy persistente para convencer a la gente, aun así y pese a los esfuerzos por recuperar su brazo, seguía siendo sólo algo inerte, algo que no pensaba decirle a Naruto.


- ¿Si te suelto… te comportarás? – preguntó Naruto con cierto temor en sus ojos.


- Claro… seré bueno – sonrió Sasuke.


- Eres idiota – dijo Naruto girándose para marcharse. Se notaba a la legua que Sasuke estaba fanfarroneando, que estaba siendo sarcástico.


- Está bien – dijo Sasuke ahora más serio – me comportaré.


Naruto no pareció hacerle caso, sabía que Sasuke sólo mentía, tan sólo decía lo que él quería escuchar para que le soltase. No podía soltarle estando así, en ese estado, tan vengativo como siempre.


- ¿Me escuchas? – preguntó Sasuke – te he dicho que me comportaré.


- No te creo – dijo Naruto cerrando la puerta tras de sí una vez más. Sasuke necesitaba más tiempo a solas para pensar en comportarse.


Aquella noche, Naruto no pegó ojo. Él jamás habría pensado en secuestrar a Sasuke ni en dejarle allí encerrado, mucho menos quería que él sufriera, pero ambos se habían hecho tanto daño… y ahora no sabía cómo reparar el daño causado, no sabía cómo recuperar aquella confianza y relación que una vez tuvieron, su compenetración.


Cuando despertó por la mañana, lo primero que hizo fue lavarse la cara y preparar el desayuno. Aún llevaba su divertido gorro de dormir cuando miró la puerta que conducía al sótano con cautela. Tendría que bajarle algo de comer al orgulloso Sasuke Uchiha y rezar para que éste hubiera bajado un poco su rudo carácter, cosa que aún dudaba.


- Maldito orgulloso – susurró para sí mismo cogiendo la bandeja con el desayuno que iba a llevarle al Uchiha.


Decidido a comprobar si Sasuke era capaz de aplacar su mal carácter durante un tiempo, abrió la puerta encaminándose a los peldaños. Toda la estancia estaba a oscuras y, al llegar abajo, comprobó que Sasuke estaba acurrucado en un rincón. Quizá no había pensado en el frío que haría allí abajo, pero ahora se daba cuenta de que quizá, debió traerle algo más para que se abrigase.


Preocupado al verle tan acurrucado en el suelo y temblando, dejó la bandeja con rapidez en uno de los laterales y se apresuró a acercarse a él destapando un poco la manta que le había dejado la noche anterior. Se fijó entonces en sus lastimadas muñecas. Las cadenas le apretaban demasiado y la sangre resbalaba desde ellas.


- ¿Sasuke? – preguntó Naruto asustado al ver todo aquello.


- ¿Por qué, Naruto? ¿Por qué me haces esto? – preguntó casi en un susurro Sasuke.


Naruto abrió los ojos preso de la impresión al notar su débil voz, al ver cómo su cuerpo temblaba sin que pudiera detenerlo. Nunca antes había visto a Sasuke en tan malas condiciones y lo había visto mal. Quizá era por sentirse culpable, él era quien le había llevado hasta allí y le estaba haciendo pasar un mal rato.


- Lo siento, Sasuke, yo no quería esto… - intentó hablar.


- Por favor, Naruto… me duele – susurró Sasuke moviendo ligeramente una de sus muñecas sacando un quejido de dolor cuando las cadenas apretaron nuevamente las heridas, consiguiendo que otra gota de sangre resbalase – por favor… ayúdame – le pidió acercando su rostro hacia el de un sorprendido Naruto que jamás había visto al Uchiha con aquel carácter sumiso.


- Joder – maldijo Naruto apretando sus párpados y decidiéndose finalmente a abrir esas cadenas.


Con su mano sana, arrancó los sellos que mantenían preso el chakra de aquel chico y abrió las cadenas observando cómo su muñeca caía al suelo, sin embargo, Sasuke no pareció moverse ni un milímetro.


- ¿Sasuke? ¿Estás bien? – preguntó Naruto alarmado, con su voz cargada en preocupación.


Ni siquiera pudo darse cuenta cuándo se había acercado tanto hasta el rostro de ese chico moreno, pero el sonrojo se hizo presente al segundo al sentir cómo la lenta respiración de Sasuke chocaba contra su mejilla, cómo abría los ojos con pesadez perdiéndose el uno en la mirada del otro.


Sin dudarlo, Naruto pasó su mano por la fría mejilla de Sasuke. Estaba congelado y sus labios temblaban por el frío. Apenas su voz era audible, algo que hizo que Naruto tuviera que acercarse aún más a sus labios, moviendo su oreja hacia ellos hasta que escuchó una simple frase.


- Tengo… frío – susurró Sasuke.


- Ven, te ayudaré a levantarte. Arriba estarás mejor.


Naruto pasó el brazo de Sasuke tras su cuello para ayudarle a levantarse. La cabeza de Sasuke cayó sobre el omóplato de Naruto, dejando sus labios aún más cerca de los del rubio. Sin poder evitar más aquella tentación tras ver el sonrojo en las mejillas de Sasuke, terminó de recorrer el poco espacio que quedaba, uniendo sus labios con los de ese chico que ahora parecía intentar seducir a Naruto con ese carácter dócil y de víctima.


Por un segundo, Sasuke se sorprendió del beso. Muchas veces había besado a Naruto, simples accidentes que habían maldecido toda su vida, pero esta vez… era diferente. Ese beso era sencillo, era tierno y cargado de un sentimiento que le preocupaba. Sin embargo, no podía evitarlo. La calidez de sus labios era algo que necesitaba, sus fríos labios parecían querer robarle todo el calor que Naruto tenía, necesitaba entrar en calor fuera como fuera y a Naruto parecía sobrarle.


Sasuke acercó un poco más su cuerpo hasta el de Naruto, intentando encontrar ese intenso calor, intentando entrar en calor él mismo. Ni siquiera Naruto se percató de cuándo su brazo había apresado la cintura de Sasuke y le acercaba hacia su cuerpo. Tan sumido estaba en aquel ansiado beso que el golpe en la parte trasera de su cabeza no se lo esperó.


En cuanto Naruto se desplomó susurrando una última vez el nombre de Sasuke, éste caminó tambaleándose y casi a rastras hacia la salida. Desde el suelo, Naruto veía a Sasuke subir a rastras las escaleras, tratando de llegar al piso superior y poder escapar.


- Maldición – susurró Naruto enfadado por aquello, llevándose la mano a la parte trasera de la cabeza observando un poco de sangre en su mano – joder, Sasuke… nunca cambiarás – se maldijo por haber confiado en que Sasuke Uchiha podía ser dócil, todo mentira, Sasuke Uchiha nunca acabaría doblegándose tan fácilmente, sólo trataba de seducirle para huir.


Sasuke consiguió ponerse en pie justo al final de la escalera, cargando su peso sobre el marco de la puerta para enderezarse. Cruzó el salón con más pena que gloria llegando hasta la puerta, pero una vez tuvo el pomo en su mano, descubrió que la puerta no abría. Miró las paredes llenas de garabatos que ese idiota había hecho y se dio cuenta de que... no podría escapar de allí, había llenado la casa de sellos. Frustrado, agotado y congelado, cayó de rodillas antes de que todo su cuerpo se derrumbase una vez más preso de los escalofríos y el temblor. Sus ojos aún estaban abiertos observando aquellos símbolos propios del clan Namikaze, y maldijo por lo bajo el día que Naruto conoció a su padre y le enseñó todo aquello, ahora Naruto no era tan fácil de parar como años atrás.


- Joder – susurró aún absorto en los sellos pese a estar tirado en el suelo.


Sus piernas ya no respondían para volver a ponerse en pie, su brazo no era capaz de parar el temblor para ayudarle a levantarse, todo su cuerpo estaba paralizado presa del frío. Tenía que idear una forma de huir y, sin embargo… sus ojos lentamente fueron cerrándose hasta desmayarse una vez más.


***


Sasuke abrió los ojos con pesadez. Ni siquiera sabía dónde estaba, pero su cuerpo había entrado en calor. Sus oscuros ojos se posaron en la chimenea, en el llameante fuego frente a él. Aún estaba en el suelo aunque alguien había puesto una manta sobre él y le había recostado en un futón. Intentó mover sus manos dándose cuenta de que unas vendas las bloqueaban, le habían vendado las muñecas, pero ambas juntas, para evitar que se moviera y se hiciera más daño.


Asombrado por aquello, mordió la venda tratando de separar sus dos muñecas, pero la venda no cedió. Un leve quejido proveniente del otro lado de la habitación le hizo girarse. Allí estaba Naruto, sentado en el suelo sin la camiseta mientras con su mano sostenía hielo enrollado en un trapo y puesto en su cabeza.


- Sigues siendo muy bruto – se quejó Naruto - ¿Querías romperme la cabeza o qué?


- Eres tú el que sigue siendo un idiota, te dejas seducir como si nada, un leve sonrojo y caes en la trampa.


- Lástima que no te saliera bien – sonrió Naruto – imaginé que tu carácter no sería fácil de domar, por eso puse los sellos en las paredes. No podrás salir de esta casa hasta que yo lo decida.


Sasuke chasqueó los labios dándose cuenta de que todo su plan de seducción no había servido para nada. Seguía atrapado allí aunque ahora… estaba mejor que en aquel frío sótano donde le había recluido el último día.


- Veo que aprendiste bien los trucos de tu padre – sonrió Sasuke – incluso sólo con un brazo eres capaz de hacer buenos sellos.


- Soy un Namikaze al fin y al cabo. Nunca supe nada de mi origen, pero ahora que sé quién es… quién fue mi padre – rectificó Naruto – tenía que estar a su altura. No podía fallarle.


- Siempre fuiste un terco y un cabezón.


- No más que tú. Sigues empeñado en huir de mí, en huir de Konoha, de la aldea que te vio crecer, la que te entrenó, la que te cuidó.


- Mi hermano fue el que siempre me cuidó y yo lo maté. Todos me han mentido durante toda mi vida, incluida Konoha, la aldea a la que yo creía que pertenecía y por la que tenía que morir si fuera necesario.


- Konoha ya no es lo que era. Yo soy el Hokage y te protegería. Yo jamás te he mentido ni te mentiría.


- ¿Qué es lo que quieres ahora Naruto? – preguntó Sasuke aún tumbado, mirando aquel fuego frente a él.


- Sólo una cosa… que pases las navidades conmigo.


- ¿Por qué?


- Eso es algo que no te importa – sonrió Naruto – sólo quiero que las pases aquí y después de eso… te dejaré marchar. Podrás ir donde quieras y no volveré a perseguirte.


- ¿Dices la verdad? – preguntó sorprendido Sasuke alzando la vista hasta observar con detenimiento a Naruto.


Naruto apartó la bolsa de hielo de su nuca y la dejó en el suelo observándole. Era la primera vez en aquellos días que veía cierto brillo en la mirada del egoísta y orgulloso Sasuke Uchiha. Le interesaba su libertad, era lo único que le interesaba ahora a Sasuke. Consumido por su venganza, engañado por todos… ahora sólo buscaba ser libre. Era irónico darse cuenta ahora, pero Naruto asintió, porque sólo él podía darle ahora lo que Sasuke tanto ansiaba.


- Totalmente cierto, yo nunca te mentiré – le remarcó de nuevo – sólo quiero pasar las navidades a tu lado y luego yo mismo desactivaré todos los sellos, podrás irte, serás libre. No volverás a saber nada de mí, no te perseguiré.


- De acuerdo entonces. Me comportaré bien.


- El único problema Sasuke… es que nadie puede enterarse que estas aquí o te apresarán.


- No soy estúpido Naruto. Nadie se enterará de esto, sólo espero que cumplas tu promesa.


- Serás libre Sasuke. Sólo te pido unos días.


- Siempre fuiste un sentimental – sonrió Sasuke con prepotencia - ¿Qué tienen en especial estas navidades Naruto? ¿Por qué quieres pasar una navidad como cualquier otra persona?


- Porque nunca he tenido una navidad en familia.


- Yo no soy tu familia.


- Eres lo más cercano que me queda a una familia. Sabes de sobra lo que siempre has sido para mí.


- No empieces con eso Naruto.


- ¿Por qué no? Acaso… ¿Te dan miedo tus sentimientos? – se acercó al rostro de Sasuke sonrojándole al instante.


- No hagas eso.


Sasuke aún recordaba ciertas cosas del pasado. Una vez estuvo a punto de dejarlo todo por la persona que amaba, una única vez pensó seriamente en regresar a Konoha y volver a su antigua vida. Quería entrenar con Naruto, empezar de nuevo, pero con la muerte de su hermano, con la información sobre cómo Danzo utilizó a su familia… sabiendo todo lo que Konoha había hecho en contra de los Uchiha, su rabia era demasiado alta para controlarla.


- Joder… - susurró Sasuke.


- ¿Qué ocurre, Sasuke? – preguntó Naruto más calmado pero a la vez, más excitado por tenerle allí frente a él.


- No es nada – apartó la mirada Sasuke moviendo la cabeza para tomar distancia de la de Naruto.


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