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Apariencia confusa por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Bueno, continúo con esta locura romántica. Espero que la disfruten, al menos quien desee arriesgarse ^^

 

Se les designó la cabaña adjunta a la del jefe, porque según la comunidad debían estar “protegidos” aunque lo que en verdad significaba era que debían ser “vigilados”. La desconfianza siempre estaría presente, al menos por los primeros meses, porque ellos protegían sus tierras y su familia. Se instalaron con rapidez y en menos de un mes ya estaban tan bien adaptados que hasta ayudaban en algunas tareas como salir de pesca… nada raro hasta ese momento. Nada extraño o significativo que… ¡al diablo! ¡Claro que había rarezas!

Una de ellas era que estaban aislados de los demás, siempre tratados solo por los varones de las familias. Las mujeres los veían como bichos raros, seguramente porque ellos si llevaban pantalones, pero era incómodo porque cuando necesitaban preguntar algo ellas corrían lejos. Es decir, cuando querían saber si podían coger una verdura tenían que acercarse obligatoriamente a preguntar. La mujer del huerto los miraba un momento y Yurio trataba de hacerse entender con el poco vocabulario que sabía, pero las féminas se espantaban y salían corriendo… el idioma debían aprenderlo rápidamente, ¡pero era tan malditamente difícil que era imposible!… Emil había consultado con el jefe, pues tal vez hacían algo indebido y claro la respuesta fue sencilla. Las mujeres los veían como extraterrestres porque tenían el cabello diferente, pues en la comunidad todos eran castaños o azabaches, de ojos negros o marrones, de piel bronceadita y ya… claro, un rubio y un peliplata era sumamente aterrador. ¡Que se jodan! Eso solía decir Yurio, cuando por cuarta vez en ese día, no pudo ni siquiera recostarse en paz en la hamaca porque tres niñas cuchicheaban apuntándole y después corrían lejos… ¡mocosas del infierno!

 

 

-¡¿dónde diablos está Viktor?! – gruñó molesto pues ya se olvidó de descansar un rato y siguió con su trabajo, en ese caso revisar una de las cámaras que usarían

-desapareció hace poco – sonrió Emil mientras veía de lejos a un muchacho de porte duro. Azabache, de ojos marrones y con tatuajes en sus brazos. Según sabían eran de los guerreros más destacados de la tribu – ¡Ey Otabek! – llamaba con su mano y el mencionado se acercaba con calma – ¿estás libre?

-hum – asentía con la cabeza y Emil sonreía mostrando su cámara – fi… fima

-filmar – se reía Emil pues Otabek era el contacto de Georgi en la comunidad y era la clase de persona que le gustaba aprender – vamos, hoy te enseñaré… te gusta, ¿verdad?

-¿le enseñarás a este? – decía Yurio mirando al que ingresó recién a su cabaña, el mismo que era más bajito que él y que nunca cambiaba esa expresión serena de su rostro

-se llama Otabek, y si… no es solo músculos, ¿sabes? – Emil empezaba a sacar sus cosas mientras Otabek dejaba su lanza de lado y miraba la cabaña. Dándole frente a un Yurio que tenía fruncido el ceño

-bien – decía el rubio pues ese tipo le ponía un poco nervioso porque… ¡nunca cambiaba esa maldita expresión! ¿Acaso era un robot? – ¿y el guía? – dijo mirando a otro lado

-Georgi está con el jefe, porque quiere regresar a la ciudad para traernos provisiones y dejar las cintas de video para enviarlas a la central – Emil ya tenía sus cosas y empezaba a dárselas a Otabek, quien fascinado solo las movía por sus manos admirándolas en totalidad

-¿y eso que? ¿Tiene que pedirle permiso hasta para salir?

-no, pero uno de los hombres de la comunidad quiere acompañarlo. Ellos también traen provisiones como sal, medicinas o algunas cosas pequeñas. Están organizando eso

-de nuevo te pregunto, ¿y Viktor? –  Yurio miraba al azabache con extrañeza, quería preguntarle sobre los tatuajes pero… ¿cómo? No sabía ese maldito idioma y le daba vergüenza pedirle a Emil que tradujera… así que si él mismo no preguntaba, se quedaría con la duda

-búscalo. Es temprano, debe estar por allí… no sé – Emil ignoró a su compañero porque Otabek era su prospecto de fotógrafo en la selva, ¡eso si era interesante!

-que buena ayuda – bufaba Yurio, pero hasta él mismo se perdió mirando ese tatuaje que aún no había reconocido en la espalda del nativo… eso era… ¿un leopardo?

 

 

El mencionado, es decir Viktor, porque al fin de cuentas fue olvidado, estaba lejos sin que nadie supiera. Nadie de su “tipo”  estaba con él, porque en realidad no estaba solo, dos personitas muy especiales eran sus guías. Yuuko, una muchacha demasiado risueña y alegre, y una de las curanderas, la menor de ellas, que esa mañana lo recibió con una sonrisa cálida. Caminaban por uno de los senderos y es que Viktor había estado aprendiendo el dialecto, era complicado pero al menos palabras básicas ya podía decirlas y más o menos darse a entender. Así que acompañó a esas dos mujeres hasta que se reunieran con las personas que pescaban en el río

Viktor estaba fascinado, nada en su vida había sido más hermoso que llegar allí, porque obviamente era increíble. Incluso en ese momento podía decir miles de razones para que su curiosidad se desbordara, una de ellas era que todos en el pueblo caminaban descalzos. Viktor lo había intentado y terminó con lesiones en las plantas debido a rocas o cosas que se incrustaron en sus pies. Definitivamente jamás volvería a intentarlo, así que usaba sus confiables botas todos los días, eran más cómodas que pisar las hojas en el suelo. A él también lo trataban como bicho raro, pero eso no lo detuvo para interactuar con las mujeres allí presentes, las mismas que le hacían señas para que las siguiera sin distraerse. Y de las dos féminas a Viktor le encantaba una… ahora entendía lo que solían decir. Lo prohibido es lo más tentador

 

 

-Viktur… Viktur – repetía con esa voz suave, dulce. La pelinegra de ojos marrones lo llamaba con una sonrisa y un gesto de su mano. Esa piel clara parecía ser tan suave que Viktor tenía ganas de deslizar sus dedos por los brazos que no lograba cubrir el mantón cerrado por el frente. Pero eso era inimaginable, lo tenía expresamente prohibido, porque eran mujeres de la comunidad, y como si fuera poco… Yuuri era una mujer “mística” para la tribu y eran intocables hasta cierto punto, mucho más para los ajenos a sus tierras

-no es Viktur – se reía mientras apresuraba el paso siguiendo a aquellos ojos marrones tan brillantes y expresivos – es Viktor… Yuuri repítelo, es Viktor

-Vik… tor – decía y se reía bajito fascinando al peliplata que la acompañaba con una carcajada satisfecha – Viktur… Viktor, khürtel yaarakh… Bid oirkhon vaina

-entendí “cerca “ – se reía pues desde que decidió aprender a comunicarse, algunas cosas ya las comprendía o adivinaba según las expresiones de la pelinegra o de Yuko – Yuuri… Yuuri espera, quiero saber una cosa – y cuando la mencionada lo miraba con atención, él trataba de encontrar la palabra correcta – quiero saber… ¿qué llevas debajo de ese mantón?

 

 

Y como siempre, Viktor fallaba en comunicarse, porque no podía hacerse entender nada. Yuuri solía sólo ladear la cabeza y Viktor se perdía en esos ojos marrones que le encantaban, o en esas mejillas levemente redonditas que en ocasiones se sonrojaban. Así que al final, se olvidaba de la pregunta y seguía las instrucciones a señas de la azabache. En el río lo esperaban los demás. Viktor no tenía problemas en aprender cada cosa que ellos le enseñaban, una de esas era manejar las redes de pesca y se reía porque en muchas ocasiones se cayó en las aguas por la falta de equilibrio. En pocas palabras Viktor no tenía problemas en hacer amigos, tanto hombres como mujeres, porque respetaba cada cosa que ellos practicaban. Se ganó la confianza de todos, principalmente del jefe y ahora podía interactuar con la mayoría… incluso con Hiroko, que era la matriarca o algo así y la madre de Yuuri también

Emil no desaprovechó ese hecho, porque ver a Viktor ser tratado tan familiarmente era lo que él también quería, ya se ganó la confianza de Otabek, así que los demás serían un poquito más fáciles. Entonces siguió el mismo método de Viktor, sonreír, hablar de vez en cuando, tomar distancia de las mujeres, hablar con los varones y colaborar en la cacería, pero siempre llevando su filmadora, porque cada una de esas cosas valía oro. Una de las cosas más raras que hacía aquella comunidad era el ritual de la mañana. Viktor tuvo que acostumbrarse obligadamente a despertar a las seis de la mañana donde todos ya comenzaban las tareas, entre ellas, las matriarcas.

Viktor solía sentarse fuera de su cabaña junto a Emil y mirar… solo eso, mirar en silencio. Las curanderas, que vendrían siendo como las sucesoras del matriarcado, se sentaban en el medio de  la comunidad. Era el centro, donde generalmente encendían una fogata, preparaban algo muy temprano, ellas tres apartadas de las que hacían el desayuno. Cantaban algo como si fuera un ritual, lo hacían por veinte minutos mientras trataban con diversas plantas y finalmente obtenían una extraña sustancia que parecía espesa, llena de hojas trituradas. Solo ellas tres bebían aquella cosa por turnos, para después reverenciar a algo desconocido y levantar sus manos al cielo alternadamente… extraño… muy extraño

 

 

-podrías preguntarle al jefe – hablaba Viktor embelesado al ver a la pelinegra levantarse con hermosa calma, para después caminar por os alrededores de la fogata para el desayuno comunal

-ya lo hice – decía Emil guardando su cámara con la filmación completa – es algo así como un estimulante

-¿para qué? ¿Y por qué solo ellas?

-me dijo que es algo para que la fertilidad de las curanderas sea mayor y que la feminidad florezca

-entiendo, pero, ¿por qué?

-porque ellas necesitan niñas en su linaje. Las curanderas son parteras, son las doctoras del pueblo, así que necesitan asegurar descendencia

-Hiroko entonces debería tener muchos hijos – Viktor tenía curiosidad infinita, porque quería hallar algo que lo liberara de las prohibiciones

-no tantos, porque según el jefe, esa bebida sólo hace que mujeres se desarrollen en el vientre de la curandera… puede sonar estúpido pero se dice que cuando un niño se engendra en la curandera, es rechazado y abortado – Emil sintió su piel erizarse, las creencias de esas tribus a veces causaban terror

-pero eso es imposible

-les ha funcionado siempre, y mira – decía apuntando a las mujeres del mantón – tiene sólo dos hijas y creo que traerá una más… quizá

-pero debe haber un hombre al menos

-mira Viktor, son dos chicas, y Hiroko solo tenía dos hermanas que fallecieron por una enfermedad, ya conoces la historia – pues hace tiempo la propia Hiroko les contó, aunque el que tradujo fue Georgi en esa ocasión – la hermana menor dejó dos niñas que ya no forman parte de la línea sucesoria y viven con la familia de ahí – apuntaba a la casa del final y Viktor suspiraba

-sigo sin creerlo, al menos un hombre debió haber nacido

-no lo creo Viktor. Eso tenemos que documentarlo, porque ese menjurje si funciona, solo hay curanderas… mujeres, no dudes de eso

 

 

Pero eso sólo eran detalles, porque las cosas se ponían mejor mientras los días pasaban. Cada cosa nueva llevaba a otra, el ritual de las mañanas era lo único que se mantenía sin cambios. Semanas después llegó el tiempo del matrimonio de Mari, la hija mayor de Hiroko, quien se uniría con el siguiente jefe de la comunidad y la boda, la boda era ¡en grande! Se reunieron grupos para cazar la presa más grande que había por el lugar y Yurio estaba allí para escuchar porque era un leopardo al que buscarían. Claro que ellos no podían interferir en los rituales de la comuna, por más horrendo que les pareciera, porque al menos para Yurio, esos leopardos eran dioses que no debían ser tocados. Georgi tuvo que llevarse a Yurio al pueblo para que evitara esos días de festejo, porque sería duro para el rubio soportar ver las evidencias de que el felino sirvió de alimento para todos

Viktor en cambio, tragándose el pánico quiso participar, porque era una situación única. Se unió al grupo junto con Emil que filmaba todo el progreso, ¡pero eso no era lo importante! Sino que en ese grupo las mujeres también participaban, porque todos en esa familia tenían que poner su granito de arena. Aunque generalmente la caza de animales grandes lo hacían los varones, en esta ocasión ciertas mujeres, ya mayores, participaban… y al final estaba Yuuri. La azabache que caminaba con una larga cerbatana atada a su cintura. Viktor casi grita de emoción porque no sabía que esa mujer era una guerrera, pero al parecer todos allí lo eran, tenía que poner más atención a la rutina de cada persona en la comunidad… ¿cuándo practicaban aquello?

 

 

-Yuuri – se atrevió a decir mientras veía a la muchacha a tan solo unos pasos delante de él

-shhh, ¡Viktor! – advertía con la mano mientras le señalaba por dónde debían caminar

-bien, pero sabes que no sé qué demonios hacer

-leopardo… leopardo huye – Viktor ponía atención pero internamente saltaba de alegría porque fue él quien le enseñó a Yuuri un poco de dialecto para comunicarse – Viktor y Yuuri asustar leopardo

-eres adorable – el peliplata daba gracias al cielo que nadie le entendía o si no sería tachado de traidor o algo así

-Viktor, te dije que dejes de encantarte con la comadrona – le criticó Emil en susurros, golpeándolo en la espalda como advertencia

-pero solo mírala – decía con un dije de reproche – su carita fina, su piel delicada, esos ojos brillantes, hasta sus piernas son hermosas

-¡deja de mirarla! El jefe nos descubrirá… te descubrirá y te cortará el cuello – Emil hasta tapó la boca de Viktor porque cerca de ellos pasó Otabek, a quien también le enseñaban a hablar su idioma – sabes que ellas están prohibidas

-pero yo solo quiero protegerla – se quejó en susurros

-tuslamj – Yuuri habló en susurros haciéndoles señas y sacando su cerbatana. Estaba lista la primera carga con una munición envenenada – sonsokh… irves… irves… leopardo – susurraba y los novatos estaban en pánico cuando vieron algo moverse en el frente y los otros grupos hacer señas

-Yuuri – susurró Viktor pero poco pudo hacer cuando la mencionada empezó a correr y a usar la cerbatana con los dardos envenenados, espantando al leopardo que les mostró los colmillos – Yuuri, ¡cuidado!

-Viktor, ¡no seas idiota! – Emil apenas logró agarrarlo porque ellos debían escapar. Su única tarea era filmar de lejos, ¡nada más que eso!

-pero Yuuri está en peligro – decía mirando por donde la vio desaparecer

-ella NO está en peligro – se quejó y obligó a Viktor a retroceder

 

 

Viktor solo pudo ver mientras la muchacha corría lanzando sus municiones rustías hechas de madera en finos trozos en punta, dardos llenos de veneno, junto con otros dos hombres que empezaban al cacería. Gritos, órdenes, trampas, gruñidos y al final el grito en conjunto por el triunfo en su tarea. En esa ocasión Viktor no soportó las ganas, la ansiedad que tenía, y corriendo se acercó al grupo, buscando con desesperación a Yuuri. En cuanto la vio quiso abrazarla al saber que estaba bien, al saber que ella no estaba herida. Emil apenas logró bloquearlo, una tacleada fuerte que los mandó al suelo, la filmadora paró en no sé dónde y una muerte se evitó. Porque ellos no podían siquiera tocar a una de las mujeres o estaban muertos… serían asesinados por la osadía

Viktor tuvo un extenso regaño por parte de su compañero porque lo que hizo fue estúpido. Discutieron, pactaron y al final, después de horas de discusión Viktor entendió que debía olvidarse de la fascinación por la curandera de hermosos ojos marrones, simple… muy simple. Pero una cosa era entenderlo y otra diferente era aplicarlo, así que cuando Hiroko y Mari los llamaron par que compartieran la preparación de alimentos, Viktor fue el primero en correr a la zona de la cocina. Cuando ya la carne del animal estaba dividida, limpia, seleccionada, las mujeres se dedicaban ahora a asarla y a cocinar las verduras u a aplicar otra clase de preparación. El peliplata localizó a las mujeres y sonrió contento por su idea principal… la misma que fue impedida cuando el jefe se lo llevó para ayudar a la cura de la piel de leopardo y las preparaciones de la boda… pero no se iba a rendir, por el contrario, buscaba otra oportunidad

 

 

-Viktor – pero cuando esa voz lo llamó con ese tono tan bajito que parecía un cántico de ángeles, el peliplata se irguió enseguida y la miró con su sonrisa más sincera – zürkh … zürkh – reía bajito apuntando a los labios del más alto

-no te entiendo, Yuuri

-zürkh – repetía la muchacha apuntando a los labios del peliplata, luego apuntaba al corazón y al suyo propio

-¿corazón?

-todos sabemos que tu sonrisa es en forma de corazón – se reía Emil al ver esa interacción, la más adorable que había visto – ahora, recuerda lo que te dije Viktor – pero retomó su carácter serio y planteó la advertencia. No quería ver muerto a Viktor

-lo sé, pero dime… ¿qué haremos?

-ayudaremos a Yuuri a bendecir el lugar – Emil no permitió que Yuuri hablara demasiado, porque notó que Viktor se derretía al escucharla – y a la vez nos  bendecirá a nosotros, porque el jefe nos aceptó como miembros de la comunidad – Emil suspiró cuando el jefe les golpeó con fuerza las espaldas – ahora somos uno de ellos

-duele – se quejó Viktor cuando recuperó el aliento tras escuchar la risa del jefe, que en ese idioma le ordenaba algo a Yuuri – ¿y a Georgi y Yurio?

-lo harán cuando regresen – tosió Emil, esos varones sí que eran fuertes

 

 

Viktor no podía estar más feliz por aquello, porque cada vez estaba más cerca de todas las complicadas rutinas de esa gente. Ser aceptado por la comunidad como uno de ellos era una hazaña enorme, estaba lejos del peligro que tenía al verse encantado con una mujer del pueblo, y no una cualquiera sino una de las más especiales del lugar… o eso creía él. Ese día mientras recorrían el pueblo junto a la segunda hija de Hiroko lo supo, Viktor lo entendió y aceptó. Cada vez que la veía sonreír o pedirle algo en ese idioma, mientras hacía señas para darse entender, era malditamente feliz.

Viktor  se sentía en el cielo, se perdía en esa mirada marrón y agradecía cada cosa que compartía con ella, con Yuuri. Incluso ir por allí repitiendo cosas sin sentido, mientras arrojaba flores bañadas en algo que olía agrio era sublime. Lo mejor del día fue mirar a Yuuri sacar algo debajo del mantón, unas especies de collares con piedritas brillantes… a Emil y a Viktor les daba curiosidad lo que había debajo del mantón cerrado al frente, pero obviamente no le iban a pedir explicaciones tan personales… al menos no Emil, porque Viktor si lo preguntó. Gracias al cielo que Yuuri aún no los entendía por completo  

Yuuri los llevó ante el jefe, dijo algo dirigido al pueblo y luego procedió a ponerles los collares. Viktor en esa ocasión fue la primera vez que sintió el tacto de esas manos, que a pesar de los diferentes trabajos que hacía en la comunidad, eran suaves. Las manos de Yuuri se deslizaron por sus mejillas, por sus labios, quijada y cuello. El peliplata adoró ese pequeño instante en donde cerró los ojos disfrutándolo con intensidad. Adoró más, cuando aquellas manos le tomaron de las mejillas, abrió sus ojos para hacer contacto con los ajenos. Yuuri le dijo algo en su idioma, palabras que él entendía a la perfección, algo que le sonó a gloria “ahora tú eres mi familia” con un acento marcado, pero entendible. Después admiró esa hermosa sonrisa que quiso atesorar por siempre, pero que no duró porque la boda empezaba en ese mismo momento también

 

 

-Yuuri, aquí las bodas en verdad son festejadas a lo grande – sonreía el peliplata sentado junto a la mencionada pelinegra, ambos agotados después de haber bailado entre saltos con la comunidad a ritmo de las llamas que desprendía la fogata

-tolgoi zalgamj chukhal üil yavdal yum – sonreía mirando a Emil para que tradujera lo que debía. Así eran sus interacciones, con Emil de por medio, pero era agradable y de tanto platicar a señas, algunas palabras ya podían intercambiarlas

-dice que la sucesión del jefe es el evento más importante de la comunidad – cuando Yuuri y su madre se disculpaban para seguir con las cosas que debían sacar de las reservas, Emil se giraba a ver a Viktor – en serio Viktor, si te atreves a tocarle un pelo te matarán

-pero yo no quiero hacerle daño

-te lo dije, aquí las curanderas son intocables, ya lo has visto… ellas son las únicas que deciden a quien tocar, pero nadie les pone las manos encima a menos que sean el jefe… así que… – pero cuando se giraba a ver a su compañero no había señal de Viktor. Suspiraba cuando revisando rápidamente el lugar lo veía caminar en dirección de quien menos debía – te matarán si la tocas – le gritó a sabiendas que nadie le entendería en su idioma y Viktor solo ondeo su mano en respuesta. El muy idiota acabaría muerto de seguir de esa forma, pues la comunidad tenía sus leyes y la defendían a capa y espada

-Yuuri, ¿te puedo ayudar en algo? – sonreía ingresando a ese lugar, la cabaña iluminada por las antorchas porque la noche se asentaba

-Viktor – sonreía en respuesta entendiendo las señas y asintiendo mientras recogía algunas cosas, entre ellas envases donde se servía aquel alcohol añejado a base de tubérculos especiales – gej avdag – decía apuntando a un bulto cerrado – Ene talaar– señalaba otra cosa y el peliplateado solo obedecía las señales, acercándolas a Yuuri y tomando lo pedido – tand mash ikh bayarlalaa

-no tienes que agradecer nada – sonreía arrodillándose y acomodando todo para proceder – Yuuri… ¿te casarás con un jefe también? – preguntó mirándola y tratando de hacerse entender

-casar – decía apuntándose y después a las personas de fuera

-sí, ¿te casarás? – la pelinegra negaba con una sonrisa y una leve risita por parte de ambos se daba. Viktor la miraba y si, ella era hermosa, risueña, tímida en ocasiones, pero también muy amable e inteligente. Emprendedora en ciertos aspectos y destacaba como líder cuando la situación lo ameritaba – Yuuri… – susurró cuando ella estaba por levantarse con lo que llevaría y… la detuvo. Le agarró el brazo impidiendo que se levantara, tocó esa piel y suspiró al sentir la suavidad – espera un poco, Yuuri

-Viktor… ene ni zöv bish yum – negó tratando de que soltara del delicado agarre en su brazo. Aquel tacto que descendió hasta su muñeca y que hizo sus mejillas ruborizarse – Viktor ene ni

-quien se case contigo será muy afortunado – perdido en esos ojos que lo miraban se atrevió a tocarla un poco más, deslizando sus dedos por el dorso de aquella mano, recorrer esas mejillas con su mano libre – eres especial Yuuri – la mencionada retrocedió un poco pero el rubor en esas mejillas aumentaba y eso solo hacía que Viktor se volviera más atrevido… acercándose a ella con lentitud

-¿Yuu ve? ¡Ene yavtsgaaya! – una voz varonil dejó a Viktor estático en su lugar y no tuvo que saber ese idioma para entender que le estaban reclamando su osadía – ¡Ene Treviño manai edgeegch togloj bai! – cuando levantó su mirada vio a Otabek, quien como nunca apretaba su lanza apuntándolo como objetivo, tenía el ceño fruncido y apretaba los dientes

-¡Tür khüleene üü! – y cuando las cosas se ponían mal, porque el llamado de Otabek se dio hacia la comunidad, Viktor recordó las palabras de Emil

-estoy muerto – susurró alejando su mano de esa piel en la carita de Yuuri

-¡Ter övchtei vaina! – pero Yuuri soltó eso con una voz desesperada y agarró a Viktor por el pulóver que usaba hasta hacerlo recostarse en el suelo – Otabek… Ter övchtei vaina – repitió agitando sus manos y pidiendo algo de la esquina mientras le impedía al otro moverse. Yuuri entonces empezaba a tocar al peliplata como si revisara su temperatura, sus latidos, tocarlo en zonas claras – ¿Ene ni muu yuu? – decía con la mirada angustiada y haciendo señas con sus dedos, hasta que las posó en los ojos de Viktor para cerrarlos

-¿qué paso? – Emil ingresó a prisa al escuchar los gritos, fingió no saber nada pero en realidad estaba por matar a Viktor… ¡ERA IDIOTA!

- Ter övchtei vaina – repitió Yuuri mientras señalaba a Viktor al que mantenía acostado sin moverse y se mordía el labio

-está enfermo – repetía Emil para que Viktor lo entendiera – Viktor, deja que te revise. Te duele, ¿verdad? – el peliplata asentía haciendo una mueca de dolor, alguien debería darles un óscar por tan buena actuación  

- aav ni – Yuuri se levantaba dejando a Emil con Viktor y decía algo a las afueras de la cabaña mientras pedía a Otabek salir también – Bi kheregtei

-maldito Viktor – le susurraba Emil

-… - pero cierto azabache no salió enseguida, por el contrario se acercó a Emil y a un “adolorido” Viktor – creer… yo no – Otabek miró a Emil como advirtiéndole, frunciendo su ceño y apuntando a Viktor – no – repitió antes de salir a cumplir la orden que Yuuri le dio

 – más te vale fingir que estas enfermo o morirás – Emil se espantó al ver así a su actual alumno. Otabek casi nunca cambiaba su expresión calmada, era serio y a la vez apasionado por el cuidado de la comunidad… esa amenaza le sonó aterradora – Yuuri ha dicho que estás enfermo y que casi te desmayas así que te sostuvo – decía con pánico mientras le seguía el juego a la azabache – ¿cómo se te ocurre tocarla? ¡Yuuri es sagrada! – le retaba arañándolo en la mano para que Viktor se quejara de dolor – agradece que Yuuri tiene un alma noble, pero no vuelvas a hacer eso

 

 

Ese día el peliplata vio la muerte de cerca, y también se enamoró más de esa muchacha. Viktor lo aceptó, mejor dicho lo confirmó, se había enamorado de ella, de esa curandera tan inocentemente talentosa. Ahora, Yuuri no sólo le salvó la vida, sino que le mostró que a pesar de las diferencias que tenían… ella no le era tan indiferente. Al final, Viktor tuvo que tomarse esa extraña preparación que Yuuri le dio y fingir que le dolía el estómago.

Dejó que Emil lo llevara a su cabaña y obligadamente tuvo que dormir, en parte se perdió el festejo pero estaba vivo. Y al siguiente día cuando los chismes de lo que pasó en la fiesta pasaron de oído en oído… Yurio le golpeó la cabeza, Georgi le retó como una madre a su hijo y Emil le cortó el cabello sólo para castigarlo un poco… pero Viktor no podía olvidar la calidez de aquella piel sin mancha, o de ese sonrojo tan hermoso que Yuuri le ofreció

 

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Chiquito pero bonito, ese es mi lema... ok no jajjaja

Generalmente soy una escritora tipo angust, pero gueeeeee de vez en vez hago algo romántico ^^

Si llegaron hasta aquí, muchas gracias por todo

Muchos besos~

Nos vemos


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