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Bajo Peligro por KazumiYagami

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II

Elle

Su espalda baja se tensa automáticamente al cerrar mis dedos en torno a su sexo, aquello y mis roncos gemidos tras su oreja lo están haciendo perder la poca cordura que ha logrado mantener hasta ahora, lo sé. Grita mi nombre de vez en cuando, avisándome con la intensidad de su voz que el ritmo que llevo al penetrarlo pronto le hará acabar, así que paso a embestirlo mucho más fuerte, como desquiciado. Una ola de placer se concentra de manera imperiosa en la punta de mi propio miembro también, al ser éste apretujado deliciosamente por las entrañas de mi compañero, pero antes de siquiera pensar en correrme me aseguro que Mihael lo haga primero.

—¡Elle, joder! Ya casi…

Lo masturbo con más ímpetu, a la misma velocidad que doy en su centro, él reclama alzando la cabeza, apretando los dientes, aferrándose a las sábanas, mordiéndose el labio. Un par de certeros movimientos más y su esperma escapa disparado directo hacia mi mano en lo que estrecha con exquisitez sus paredes. No demoro en retener su delicado cuerpo entre mis brazos para que en un último jadeo, el más fuerte que he dado desde que llegué a su apartamento hace un par de horas, pueda eyacular también.

Cuando siento el orgasmo desvanecerse, ahí recién le suelto, mi rubio amante cae agotado con el pecho contra el colchón, tratando desesperado de coger aire y normalizar su respiración. Me muerdo el labio al tener tan maravillosa vista a mi frente y es que por alguna razón su espalda desnuda siempre me ha resultado tentadora. Se estremece al percibirme delinear con los dedos los huesos de su columna vertebral que se marcan como protuberancias bajo la piel, pero no me importa, continuo haciéndolo un par de segundos más a pesar de que cada rincón de su anatomía sigue sensible. Salgo de su interior, me retiro el preservativo que me puse antes de empezar y termino por limpiarme con una toalla de papel antes de lanzarla a aquel basurero que deja cerca de su cama cada vez que vengo a visitarle.

—¿Te gustó?

Me dice con una expresión bastante traviesa impresa en su rostro, lo que me hace reír entre dientes ya que siempre me interroga lo mismo apenas terminamos de follar, luego espera impaciente una respuesta afirmativa de mi parte y orgulloso sonríe, todo para lograr subir con creces su autoestima, no, más bien diría su imparable y enorme ego. Le sigo la corriente, aunque no miento al asentirle cómplice a su pregunta.

—Estuviste perfecto como siempre.

—Tú también.

Es lo único que me responde y se acomoda a mi lado, no sin antes sacar una nueva barra de chocolate del cajón más cercano a su mano para proceder a desenvolverla y darle un mordisco, desde que lo conozco no ha sido para nada difícil notar que el cacao es una de sus mayores adicciones aparte de ser un hijo de puta desagradable cuando se lo propone. Igual lo agradezco, sus labios perpetuamente saben dulces y eso me encanta.

Abre la boca para comentar algo, pero el estridente ruido proveniente de mi celular lo interrumpe, aludo el sonido de la notificación a que me ha llegado un mensaje de texto. Me levanto raudo del acolchado para dar con el aparato, pero no lo encuentro en mi maletín ni mucho menos sobre la madera de los veladores, así que directo me agacho para buscarlo entre nuestras ropas que están tiradas por los alrededores. No quisiera, pero recuerdo que en cada oportunidad que vengo a verle me apresuro más en quitarme la ropa y tirarla en cualquier parte que buscar un sitio adecuado en donde dejar cada una de mis pertenencias.

Debo parecer un completo idiota moviéndome en el suelo aún desnudo porque Keehl se ríe escandalosamente de mí sin tapujo alguno, por suerte no le tomo importancia y me concentro en leer el mensaje que me ha llegado. Sonrío de lado al ver de qué se trata.

—¿Quién es?

—Matsuda— Le hago saber e instintivamente rueda los ojos con molestia. No me sorprende su actitud, sé de sobra que ambos no se llevan del todo bien— Al fin me consiguió la membresía que necesito para entrar a Elysium.

—¿Qué?— Ni una milésima de segundo pasa y su expresión de fastidio pasa a ser una de infinita sorpresa mezclada con… ¿Enfado?— Cuando nos dijiste que había que infiltrarse no pensé que tú serías el agente encubierto.

Mis alarmas se encienden al oírle cuestionarme aquello y no me toma mucho tiempo intuir que –al parecer– él en su cabecita dorada ya se sentía en el caso como el policía encargado de adquirir una falsa identidad para adentrarse en el terreno enemigo, seguramente dispararle a alguien, capturar a los malos y llevarse toda la gloria. Diablos, el camino que va a tomar esta incipiente conversación comienza a preocuparme, pero me veo en la necesidad de aclararle ciertas dudas y más si debo darle a entender las tareas específicas que desempañará a partir de ahora, sobre todo sabiendo que ya no podré tener los ojos puestos en él al cien por ciento como quisiera. Dentro de poco estaré doblemente ocupado.

—Mihael, no es que no confíe en ti…— ¿Si no se trataba de él por qué empezaría la frase con su nombre? Mierda, acabo de meter la pata, la sospecha en sus ojos me lo confirma, trato de retractarme enseguida— Quiero decir, sé mejor que nadie de todo lo que eres capaz como detective, eres muy bueno en el lugar donde sea que te ubique, pero con toda sinceridad te lo digo, no creo que seas el indicado para trabajar de encubierto.

—Me estás jodiendo, ¿Verdad?— Se encrespa al acto, apretando los puños y mirándome como si fuera la peor escoria que pisara la Tierra, evidentemente enojado— ¡Te recuerdo que soy tu mejor elemento!

No lo culpo por su reacción, quizás sí fui demasiado directo con mis palabras, pero no puedo evitar ser sincero, es una de mis mejores cualidades, además, tengo razones suficientes para argumentar lo que he mencionado y se las echaré en cara aunque deba pegarle de lleno en su orgullo.

—¿Se te olvida lo que pasó la última vez que trabajaste en un caso así?

El desconcierto y la impotencia fundan su expresión. No ha olvidado el por qué casi fue dado de baja hace algunos años atrás, en esa operación donde murió nuestro principal sospechoso y quedaron heridos varios civiles debido a que no acató una de las órdenes más importantes que le dio su superior de aquel entonces. Él como siempre quiso destacar y avanzó por cuenta propia, ignorando absolutamente todo rango de autoridad y jerarquía, su escudo para el regaño que recibió después fue que simple y llanamente “siguió sus instintos”, y vaya que fue una desafortunada elección de palabras las que eligió para zafarse del problema.

A los días fue reubicado en mi jurisdicción y debido a su historial, a regañadientes decidí guiarlo. Con el tiempo descubrí que juntos trabajamos bien y no pasó demasiado para que prácticamente se convirtiera en mi asistente, pero tema aparte era él en solitario, por su cuenta sería capaz de meterse en tales aprietos que prefiero ni imaginarlo, pues una cosa es innegable; no sabe trabajar en equipo, su impulsividad tarde o temprano hacen mella y lo que más tristeza me da es que luego de tanto tiempo a su lado, sigo sin ver indicios de cambios en su persona.

—Eso no fue mi culpa— Explica desviando la mirada, quizás queriendo convencerse de que realmente es así. Ahí va, como de costumbre, eludiendo su responsabilidad.

—Te equivocas y lo sabes, por fortuna fueron indulgentes contigo, sólo gracias a que intervine y acepté hacerte mi subordinado.

Sigue sin enfrentar mi mirada, eso no hace más que confirmar que estoy en lo correcto. Espero un rato, pensando en que le vendrá otro de sus conocidos ataques de histeria, que me gritará un sinfín de improperios y si ando con mala suerte me podría llegar un puñetazo directo a la nariz también, pero conforme pasan los segundos nada sucede, parece que en realidad le afectó que le refrescara la memoria. Eso creo.

—Pero Elle, hace meses estoy con esa estupidez del papeleo y redactándote cada maldito informe que me pides. Ya me aburrí— Sus dedos se aferran demandantes a mi brazo y comienzan a revolotear con picardía por mi piel, se mantienen firmes ahí, esperando recibir una respuesta positiva de mi parte— Sólo te pido una oportunidad, en última instancia déjame ir como tu acompañante. Prometo obedecerte en todo lo que me digas.

Respiro profundamente para pensar las cosas con calma. Por un lado, con sólo ver esos orbes azulinos esperanzados me comienza a doler el ser tan duro y severo con él, pero por otro, estoy claro que aquel semblante de niño bueno es sólo una artimaña que ha maquinado su revoltosa mentecilla. Lo conozco tan, pero tan bien que sé lo sucio que puede llegar a jugar para conseguir lo que quiere y obviamente pretende seducirme para hacerme caer. No me puedo permitir flaquear y creer en sus palabras, involucrarlo de primera línea en esta operación –que de por sí ya es extremadamente delicada– sería el peor error a cometer, a la larga lo estaría lamentando tarde o temprano.

Además, debo protegerlo de cometer alguna locura que arruine su carrera, lo cual llevó haciendo hace bastante por mero cariño. Con el tiempo me lo agradecerá.

—Eso es imposible Keehl, Matsuda será quien me acompañe como mi guarda espaldas, pero a ti te necesito fuera, como apoyo con los demás agentes, tu tarea será guiarles en mi ausencia— Acaricio sus cabellos levemente para apaciguar en algo el ambiente, pues lo que estoy declarando no es lo que espera oír, para nada— Desde fuera me ayudaras mucho más, te necesito con el resto del equipo y es mi última palabra.

Sus facciones se desencajan en una clara señal de coraje y entiendo que es el fin de la conversación cuando aparta de sopetón mi mano para sencillamente acostarse del todo y taparse con las sábanas hasta más arriba de la cabeza. Este pequeño berrinche suyo sólo me demuestra la inmadurez que tiene para enfrentar algunas cosas, ejemplo claro, cuando le dicen la verdad a la cara y sin miramientos.

Uff. Suspiro para proceder a vestirme lo más rápido que puedo, acción que ejecuto en el más grande silencio, donde el único fondo es el sonido de las manijas en algún reloj de la estancia y nuestras respiraciones. Claramente no me quedo a dormir aquí, con él, hacerlo sería cortar la pequeña brecha entre amantes y amigos que quedó entre los dos, esa que procuro no volver a cruzar nuevamente. Me apresuro en alcanzar mi chaqueta junto a mi maletín y dirigirme hacia la salida, quisiera no dejarle así luego del apasionado momento que acabamos de pasar, pero ya es tarde y el camino a casa es algo largo. No me muevo del marco de la puerta hasta dejarle una cosa en claro:

—Desearía que no te lo tomaras personal, es cierto que más que jefe y subordinado somos amigos Mihael, pero no debo permitir que te aproveches de eso para convencerme esta vez, hay demasiado en riesgo. Lo siento.

Mihael

Una vez que Elle se va, dando un portazo por cierto, intento mantener la calma, de verdad lo intento, pero la “sutil” manera que tiene para tratarme como si fuese un jodido niño me indigna demasiado. No entiendo esa manía absurda de no darme aunque sea una sola oportunidad, está bien, sé que hace un par de años cometí errores, de hecho bastantes y de los que ya ni me molesto en recordar, sin embargo no puede castigarme para siempre por ello… ¡Para mí, tener el culo todo el maldito día pegado a una silla no es ser un verdadero policía, maldición! Si quiere le puede dejar esa mierda al tonto de Touta y a toda la bola de imbéciles que tiene bajo su ala, pero a mí definitivamente no puede hacerme esto, ¡No puede!

Mis venas, mi cuerpo, mi esencia completa me pide a gritos ser parte de la acción y veo en este caso la ocasión perfecta para estar en terreno, no puedo evitar que me emocione. Lo lamento señor Lawliet, pero si pensaba que me quedaría quieto en mi sitio acatando sin rechistar sus órdenes, está muy equivocado. Las reglas han sido creadas para romperse y ya viene siendo hora que siga mi naturaleza innata.

Me muevo entre las sábanas para alcanzar mi celular del buro a mi costado y teclear cierto número de alguien que no dudo podrá ayudarme, consciente que este puede llegar a ser el desacato más infame que le he hecho a mi jefe, pero espero en algún futuro sepa entenderme y de paso, le pueda demostrar de lo que estoy hecho.

Una sonrisa se me escapa cuando me contestan del otro lado de la línea, seguro de que si insisto un poco y me muevo entre algunos de mis contactos daré con lo que quiero conseguir. Elle, te demostraré todas y cada una de mis habilidades sin importar qué deba hacer, me cansé, no permitiré bajo ningún motivo que me sigas subestimando.

Eso te lo puedo jurar.

Elle

El reloj en mi muñeca marca la una de la madrugada, bostezo algo cansado al cerrar tras de mí la puerta de mi propio apartamento y prender la luz. No alcanzo ni a adentrarme del todo a la sala cuando un peso extra se aferra con insistencia a mi pierna derecha, al bajar la mirada me encuentro con un par de ojazos marrones que suplican desesperados alguna caricia a modo de saludo. Rex, mi cachorro compañero perruno con el cual vivo, mueve la cola completamente feliz por mi llegada mientras corre como un verdadero loco a mi alrededor, tal cual lo hace cada noche.

Desde que lo adopté siempre logra sacarme mis sonrisas más sinceras con sus ocurrencias, como ahora por ejemplo que se ha echado de espaldas contra la alfombra para que le toquetee con mayor facilidad su rechoncha pancita. La verdad, nunca he sido muy asiduo a tener mascotas, pero el hecho de que su raza sea pastor alemán me llamó la atención en cuanto le vi tiritando y llorando en la acera aquel día de invierno hace unos cuantos meses atrás, no sé, se me hizo anecdótica la coincidencia de que fuera perro policial y más por el trabajo al cual me dedico, aunque el nombre que decidí darle no es casualidad, pues alude a una serie de televisión que solían dar antiguamente, de esas donde abundan los detectives y en peor medida los criminales, típico. Creí que le calzaría perfecto y no me equivoqué, es un can bastante astuto y obediente.

Después de juguetear un rato con él como tanto pedía, me encamino hasta aquel cuarto que decidí convertir en despacho para poder trabajar desde casa cuando así lo requiero. Prendo la computadora y dejo descargando algunos archivos del caso más importante que tengo en estos momentos antes de partir a la cocina y hacerme un café. Bien podría ir a darme una ducha, ya que aún huelo a sexo y después a dormir, pero necesito ponerme al tanto con la nueva identidad que tomaré desde ahora.

Tan pronto como me acomodo tras el escritorio y me aseguro que mi bebida esté lo suficientemente cargada de cafeína y azúcar, reviso la información en la pantalla. Veo que Erald Coil ha sido el nombre falso que Matsuda decidió asignarme, no me desagrada del todo, sólo queda acostumbrarse a él. Por lo que leo, debo fingir ser un exitoso empresario dedicado a las bolsas de valores, inversiones, títulos de deuda pública y demases, separado, sin hijos y oriundo de Inglaterra; genial, sonrío al saberme satisfecho, manejo el acento inglés a la perfección, además conozco del mercado bursátil mundial. No es mal negocio y se manejan grandes cantidades de dinero anualmente, detalle fundamental para esta misión, ya que sólo aquel que pueda pagar la costosa membresía mensual del club Elysium es aceptado para ser parte de la filas de su clientela.

Pensar en lo que se me viene encima me altera un poco, no soy de frecuentar sitios de diversión nocturna, más bien me la paso encerrado desde que tengo memoria, si no es en casa es en la oficina, pero la mayoría del tiempo estoy trabajando, lo reconozco. En mi época de universidad aproveché al máximo cada oportunidad de hacer vida social y la disfruté tanto que ahora no siento que la necesite a decir verdad. En fin, todo sea por cumplir con lo que debo.

Abro otro archivo, esta vez con la razón social del club en cuestión acompañada de una imagen del propietario, un hombre que rodea los treinta y tantos años, delgado, alto, moreno, serio, de lentes de pasta y vestido perfectamente de traje, impecable de punta a punta. Imposible no reconocerlo, Mikami Teru es su nombre, una verdadera celebridad bien podría decirse. Sus constantes escándalos con las modelos más hermosas del país lo han convertido en una figura importante dentro del jet set nacional, aunque algo sigue siendo desconocidos para todos quienes lo rodean; su inminente y ascendente fortuna. Nadie nunca ha sabido cómo de un momento a otro llegó a acumular tanto dinero. Cuando se erradicó en Estados Unidos apenas y era un estudiante universitario de leyes y hoy en día se ha vuelto un famoso empresario acaudalado, otro motivo más para que mis sospechas caigan sobre él.

Me quedo viendo su fotografía demasiado tiempo, recordando a todas esas pobres víctimas que han sido encontradas repartidas por las zonas cercanas y sus familias, a las cuales irremediablemente les debo justicia. Pienso en su dolor y de inmediato la impotencia me carcome por dentro, más de lo que quisiera.

Aquí mismo, entre estas cuatro paredes e iluminado nada más que por la escasa luz de la lámpara en mi escritorio, me prometo capturar al causante de todo su sufrimiento y desenmascararlo ante todos aquellos que tiene engañados producto de su muy buena actuación social, esa que lo hacen ver como un individuo netamente intachable.

—Tus días de libertad están por acabarse Mikami Teru.

Sentencio, convencido de que muy pronto lograré llevarlo tras las rejas.

Notas finales:

¡Yey, hasta que pude subir el segundo capítulo!

Mil gracias por sus comentarios y por la oportunidad que le han dado el Fic, me alegra pensar que a muchos le llamó la atención a pesar de todo. Quizás las cosas se vayan cocinando a fuego lento, pero relax, daré todo de mí para que valga la pena, me estoy esmerando en darle la esencia exacta a cada personaje.

Por cierto, Elysium ya lo he escuchado en millones de lugares a decir verdad, pero yo lo saqué de una banda finlandesa que escucho bastante, Stratovarius, así se llama uno de sus álbums. Me encantan... Bue, detalles~

Nos leemos pronto.


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