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La magia de la deducción por kiriyo

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Notas del capitulo:

Hola~ 

Les doy las gracias por darle una oportunidad a esta historia.

 

Si le preguntaran a John Watson cómo es que había logrado sobrellevar a Sherlock todos esos años, simplemente reiría y diría que el detective era una mejor persona de lo que imaginaban y este mismo aparentaba. Sin embargo, había ocasiones en las que realmente lo sacaba de sus casillas…A ese hombre le gustaba jugar con su paciencia, ya sea desapareciendo una semana entera, no comiendo por varios días o con sus experimentos desperdigados por toda la casa, especialmente la cocina. ¡Él era un simple mortal! No creía soportar mucho más si se preocupaba tanto por Sherlock, pero ¿cómo no hacerlo? Si cada nueve de diez correos recibidos eran amenazas de muerte.

Además, ahora tenían que cuidar a la pequeña Rosie y enseñarle buenos valores, ¿qué demonios había estado haciendo Sherlock cuando le habló de aquello? Porque ciertamente no era apropiado para una niña, dejar partes humanas putrefactas en el refrigerador, o una espada debajo del sofá.

Suspiró, cerrando el refrigerador y caminando hacia la sala. Debía hablar con Holmes y esta vez se aseguraría de que todo le quedase claro. ¡Rosie ya tenía 5 años! No quería que su hija desarrollara traumas.

Se dejó caer pesadamente en su sillón, apoyando el mentón en su mano. Aunque hiciera aquello sabía que el detective se esforzaba demasiado cuidando a Rosie, a pesar de que los niños no le agradan, inclusive parecía un repelente de ellos. Sonrió, después de todo el tiempo compartido, sabía que no podía enojarse tanto tiempo con Sherlock a menos que le haya hecho creer que estuvo muerto por dos años.

Recordó la vez que intentó hacer la mamila de una Rosie bebé…El departamento se cubrió con una ligera capa de humo y ni hablar del olor que producía su extraña creación. John se sintió conmovido, no todos los días observabas a Sherlock-puedo-hacerlo-todo-bien-sin-ayuda-Holmes preparando comida para una bebé. Aunque tuvo que soportar a un detective enojado toda la tarde, porque no entendía cómo es que algo tan simple había terminado tan mal.

Sintió unas inmensas ganas de abrazarlo, como lo hizo en su boda con Mary, pero Rosie se adelantó, estirando sus manitas hacia Sherlock, riendo como sólo ella puede, para que la cargara. Holmes tuvo que sucumbir ante la pequeña y dejar su berrinche a un lado…Le sorprendía los efectos que su hija tenía en él.

También recordó aquella vez que su compañero de piso y amigo, bajó sus guardias después de un caso terriblemente agotador, en donde no durmió por varios días. John estaba regresando del hospital, alegre por volver a casa, pensó que Sherlock estaría leyéndole literatura patéticamente complicada a su hija, así que se sorprendió cuando no escuchó sonido alguno proveniente del departamento. Entró a él con sigilo, expectante de lo que podría estar sucediendo.

Sonrió con cariño cuando los encontró a ambos dormidos en el suelo de la sala, su pecho se llenó de un calor que no creyó que volvería a sentir desde que murió Mary.

—No lo hagas—interrumpió Sherlock su línea de pensamientos.

—No haga, ¿qué, exactamente? —giró su rostro para encararlo.

—Pensar.

Frunció el ceño, ah, su compañero siempre tenía que ser así.

Entonces recordó su enfado inicial.

—Sherlock—profirió, levantándose de su lugar —, ¿cuántas veces tengo que decirte que dejes de poner restos humanos en el refrigerador? Rosie podría verlos.

—Si no quieres dedos en el refrigerador, dame un caso—sentenció agitando las manos, a la altura de su cabeza —. Ah, ¡John! ¡Me aburro!

Y empezó a dar vueltas en la sala, con una mueca de insufrible agonía.

— ¡Ah! ¡Yo también! —gritó, una pequeña con vocecilla aguda. Comenzando a dar vueltas, a la par de Sherlock.

John estampó su mano en su frente y se apretó el puente de la nariz. No supo cuándo Rosie había salido del cuarto, tenía la manía de imitar a Sherlock, porque le parecía una persona graciosa, al principio le causó gracia ver el desconcierto de Holmes, pero ahora, tener a dos personas, dos niños más que nada, gritando que se aburrían simplemente le provocaba dolor de cabeza.

—Por todos los cielos, Rosie, deja de imitar a Sherlock—ordenó, cruzando los brazos—. Y tú Sherlock, deja de comportarte como un niño.

Ambos estaban a punto de protestar cuando vieron que la señora Hudson entró a su departamento.

En su rostro se reflejaba preocupación y su voz suplicante no se hizo esperar.

—John, querido. Hay unos hombres allá abajo, están heridos, ¿podrías revisarlos?

—Claro, claro. Hágalos pasar—aceptó, acercándose a ella.

Ella se retiró y las tres personas en la habitación esperaron expectantes la llegada de los hombres.

Despertó, pero sentía sus párpados pesados, al igual que todo su cuerpo, así que no hizo ningún esfuerzo por levantarse. Aun así, podía escuchar voces, bastante distantes como para comprender lo que decían.

Apretó los párpados y cerró sus manos, formando un puño. Tenía que levantarse, no sabía en dónde se encontraba.

Comenzó a imaginar los peores escenarios, recordando su secuestro, cuando aún no era Iron-man.

Se levantó de golpe, sus músculos y cabeza resentían la acción tan brusca. Se llevó una mano hacía la frente, presionando su cien. Ah, no estaba tan mal, se había sentido peor. Con ese pensamiento en mente se tranquilizó, y comenzó a observar la habitación.

Extraña, si es que era un secuestro.

Objetos por todas partes, sin orden alguno, paredes transparentes…De cristal…Eso definitivamente no era un secuestro, suspiró con tranquilidad y se levantó de la cama.

Pero antes de poder salir de ahí, la puerta se abrió.

Dos hombres entraron en ella.

— ¿Doctor? —preguntó sorprendido, observando al más alto—, ¿por qué esto­—espere…Espere, ¿qué le hizo a su cabello? ¿Lo tiñó? —hablaba demasiado rápido, divertido, intentando contener una carcajada—No le queda mal, pero, ¿sabe? Las canas lo hacían ver más…Maduro—finalizó con una sonrisa ladina y guiñó un ojo.

El contrarió permaneció en silencio, analizándolo.

—Oh, dios—continuó Stark—. No en un sentido literal, por supuesto, soy ateo. El haber visto Dioses rubios manejando rayos no cambiará mi opinión—restó importancia con un manoteo—como decía, ¡su barba! No, ¿qué ha hecho? ¡Éramos los facial hair bros!

Watson frunció el ceño, ¿con quién estaba confundiendo a su compañero?

—Señor, tengo que revisarlo. No debería estar fuera de la cama.

Tony abrió desorbitadamente los ojos.

— ¿Coronel Ross? ¿Qué hace aquí? —dijo, poniéndose a la defensiva—, mejor dicho, ¿en dónde estamos? Esto no parece uno de sus santuarios, Doctor.

Oh, no.

Oh, no.

¿Habían descubierto su relación con el Dios de las travesuras?

Al acordarse de él, lo buscó desesperadamente con la mirada, buscando fuera de la habitación, ya que la puerta se encontraba abierta.

Quiso golpearse contra una pared, claro que no estaría ahí con Stephen Strange y Ross.

—Su acompañante ha salido, mencionó que tenía algo importante que hacer—especificó Holmes, con el ceño fruncido y sopesando cada palabra

¿Qué estaba sucediendo?

¿Por qué Loki se expuso así frente a ellos?

—Y temo que nos está confundiendo con alguien más.

—Entonces, ¿quiénes son?

El detective sonrió felinamente.

—Mi nombre es Sherlock Holmes y el hombre que está a mi lado es mi amigo y colega, John Watson.

Oh, dios.

Eso tenía que ser una jodida broma. 

Notas finales:

Gracias por leer~

Sus comentarios son muy apreciados~ 


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