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Amores Que Pasan El Tiempo por Hibari Ai

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Estaba una mujer castaña en la cocina, preparaba el desayuno para ella y para su adorado hijo. Una vez terminado y servido se quedó esperando unos momentos a que su retoño bajara, pero al ver que pasaban varios minutos y no había señal alguna de vida en el segundo piso, decidió subir a buscarlo. Caminó tranquilamente hacia la habitación, abrió la puerta y se quedó contemplando un rato el desorden que, acogedoramente, la recibió, bolsas y envases de comida y refrescos llenaban todo el piso, con a duras penas el espacio justo para caminar sin tropezar, posters de grandes figuras del deporte inundaban las verdes paredes y en medio de todo ese desastre, durmiendo despreocupadamente en la cama se encontraba su hijo.

 

—Desordenado como siempre… —Se acercó lentamente y movió un poco al castaño—Na-chan, despierta…—Pero este aún seguía en los brazos de Morfeo. Puso ambos brazos en su cintura y suspiró—Esto sucede cada mañana que no tiene entrenamiento matutino… —Fue cuando desvió la mirada hacia un papel que sobresalía del escritorio de su hijo y cuando lo abrió se encontró con un examen con tinta roja por todos lados con apenas dos respuestas correctas. Soltó otro suspiro—Ah, esto también es usual…¿Qué es lo que haré contigo…? ¡Natsuyoshi Sawada! ¿¡Quién fue el que sacó un 25 en Matemáticas!?

 

Ante el repentino grito, el nombrado se espantó, sentándose de golpe en la cama— ¿Ah?... ¿¡Eh, sí!? ¿¡Por qué tienes eso!?—Trató de alcanzar el examen de las manos de su madre pero terminó cayendo de la cama y golpeándose la cabeza en el proceso.

 

Su madre lo miró con preocupación— ¿Estás bien?

 

—Qué dolor…—El castaño llevó su mano derecha a la cabeza, intentando disminuir el dolor, cuando de repente su madre pone frente a sus ojos un papel— ¡Ah, el examen!—Sólo que eso no era— ¿Eh, qué es esto?

 

—Había un folleto interesante en el correo—Tenía una brillante sonrisa en el rostro—Desde hoy va a venir un tutor privado. Lo llamé de inmediato—Observó detenidamente le papel donde ponía: “Haré que su hijo se convierta en el líder de la siguiente generación”.

 

Se quejó de inmediato—Yo no necesito ningún tutor…—Pero su madre lo ignoró y canturreó felizmente la siguiente oración de la página.

 

“Tengo mucha experiencia y soy bien parecido. Mientras tenga un lugar para dormir y alimento, le daré clases las 24 horas gratis”. A que es increíble, ¿no, Na-chan?

 

Aunque, la verdad sea dicha, Natsu no creía nada de eso—Eso suena como una estafa…—Y sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver que sólo faltaban quince minutos para las ocho— ¿¡Qué!? ¿¡Ya es tan tarde!?—Se levantó de manera presurosa para alistarse pero antes tenía que dejarle algo en claro a su madre— ¡De cualquier forma, yo no necesito un tutor!

 

Las intenciones del castaño eran: desayunar rápidamente, cambiarse e irse, pero como él no está en buenos términos con la gravedad… Terminó cayendo de cabeza por las escaleras. Golpeándose todo el cuerpo en el proceso.

 

—Qué dolor…—Iba a levantarse cuando su caída paró, pero escuchó una profunda voz a su izquierda.

 

—Chaos.

 

— ¿Eh?—Dirigió su mirada hacia la voz y se encontró con un pantalón negro y un par de zapatos bien lustrados, subiendo un poco más, vio un saco negro sobre una camisa amarilla y corbata negra, y no pudo apartar la vista cuando sus ojos color miel chocaron con otros negros parecidos al mismo abismo.

 

—Así que tú eres Natsu…—Le escuchó decir al hombre y sintió cómo su mirada lo escudriñaba de arriba a abajo, era como si estuviese buscando algo. El contrario cerró sus ojos y susurró algo que no llegó a escuchar, y luego recordó que lo había llamado por el diminutivo de su nombre.

 

—Bueno, sí, soy Natsu…—Se levantó y notó que aún tenía que mirar hacia arriba. Era demasiado alto. Frunció el ceño y el otro sonrió burlonamente, muy consciente de los pensares del menor.

 

—A partir de hoy estaré cuidándote, Natsu—Y su sonrisa creció al ver que el ceño del contrario crecía. Obviamente estaba a la defensiva.

 

— ¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?

 

—Recolectar información es una habilidad básica, Natsu—Le respondió burlonamente, notando que al otro le desagradó al instante.

 

— ¡Deja de decir “Natsu, Natsu” todo el tiempo! ¡Tengo un nombre y es Natsuyoshi Sawada! No me conoces como para tratarme de manera tan familiar, no quiero ser tratado así por alguien que no conozco—Su altivez le costó un golpe en su mejilla, el cual le hizo caer— ¿¡P-Por qué hiciste eso!?—Estaba verdaderamente enojado, nadie lo golpeaba, ni su querida madre ni su estúpido padre, y ese hombre no iba a comenzar a hacerlo. Pero la voz de su madre, quien venía bajando lentamente las escaleras, lo detuvo de hacer cualquier cosa.

 

—Ara, ¿de dónde ha salido este joven tan apuesto?—Era la primera vez que veía a semejante hombre, no que le importara mucho que estuviese en su sala, pero debía preguntar quién era.

 

Al verse el centro de atención de la mujer, el hombre buscó en el bolsillo interno de su traje una tarjeta y la puso en el perímetro de vista de la mujer—Yo soy el tutor privado, Reborn.

 

El rostro de Nana mostró una gran alegría una vez escuchó esas palabras, y se acercó al hombre, ignorando el golpe que tenía su hijo y que este estaba en el suelo—Es un gusto conocerlo, Reborn-san, debo decir que me ha sorprendido su repentina llegada, no lo esperaba tan pronto.

 

El nombrado inclinó su sombrero en un silencioso saludo.

 

—Estoy evaluando a mi futuro estudiante como un adelanto de mis servicios—Y la mirada se dirigió a Natsu—La puntualidad es una de mis cualidades.

 

Y el castaño recordó que se le hacía tarde para ir a la escuela. Se cambió de su pijama a su uniforme escolar en tiempo record y salió disparado hacia la escuela, no sin antes decir: — ¡No necesito un tutor!

 

Reborn observó cada uno de sus movimientos, sin perder detalle alguno. Al comienzo le causó gracia que el mocoso pensara que pudiera con él, y hasta esperó el momento del golpe para ponerlo en su lugar, debía enseñarle modales. El próximo jefe de la Famiglia Vongola no debía comportarse así. Oh, cuánto se divertiría enseñándole a ese mocosoel repertorio completo de los buenos modales, a su manera, claro… La sonrisa que tenía en su cara no presagiaba nada bueno para el castaño. (Oremos por Natsu)Repentinamente, comenzó a entrarle nostalgia. Era tan parecido a…

 

« ¡Basta!» No debía seguir con ese curso en sus pensamientos. No le haría bien… Había pasado mucho tiempo como para estar recordando ese tipo de cosas... Aceptó la invitación al desayuno por parte de la matriarca Sawada, Iemitsu siempre estaba alabando las habilidades culinarias de su esposa así que no estaría de más probarlas ya que estaría en esta casa durante mucho tiempo. Ya más tarde iría a supervisar a su estudiante y comenzar a hacerle la vida imposible. Pero antes…

 

Debía hacer una llamada.

 

 

Al fin… Una pista… Puedo encontrarlo…

 

 

El transcurso de Natsu hacia Nami-chuu fue tan normal como todos los días, aunque algo más apresurado porque llegaba tarde, en un cruce del camino se encontró con su atlético delirio.

 

— ¡Yoh, Natsu! Hoy también llegas tarde.

 

— ¿Eh? S-sí, bueno… Ya sabes, jejejeje… Lo de siempre…—La sonrisa de Yamamoto no lo dejaba decir una frase con suficiente sentido. Estúpidas hormonas— ¿Eh? ¡Waaaaa!—El repentino movimiento lo dejó aturdido por unos segundos, Yamamoto había cogido su mano y comenzó a correr. El rubor no tardó en extenderse por su rostro.

 

—Será mejor que nos demos prisa, Natsu. No queremos que Hibari nos muerda hasta la muerte, ¿cierto?

 

El sonrojo en el rostro del castaño se expandió y apretó ligeramente la mano del más alto, esperando que el otro no notara el rápido latir de su corazón—S-sí… Por cierto…—Le llamó, ocasionando que volteara su cabeza para verle a los ojos— ¿Por qué vas tarde tú también, Yamamoto?

 

—Ah, eso, hahahahaha… ¡Me quedé dormido!—Esa respuesta hizo que le bajaran varias gotas por la sien al castaño.

 

Pasaban de inadvertidos ante cualquier persona, la velocidad que llevaban solo la lograban por el entrenamiento que hacían en sus respectivos clubes. Durante todo el trayecto, Natsu disfrutó la sensación que le proporcionaba la mano del mayor sobre la suya, no era algo que ocurriera seguido, así que lo atesoraría por siempre.

 

Todo esto fue observado por un par de ojos negros y otro par esmeraldas, uno estaba divertido porque con lo que había visto podría torturar y avergonzar mucho de ahora en adelante a su alumno, el otro simplemente estaba expectante, también divagó entre informar lo que había visto, pero pensó que lo mejor sería recolectar más información antes, porque, ¿quién lo habría pensado? El haber mandado al mejor Hitman del mundo a entrenar al próximo jefe Vongola…Aunque debía admitir que era lógico, porque este ya había entrenado al Potro Salvaje.

 

—Sin embargo no me convence… —El de pelo platinado no estaba muy conforme con la decisión del Nono, porque, a su humilde parecer, su querido Tsuna-sama era el mejor para el puesto. Todavía no terminaba de entender el porqué de la elección de la actual cabeza de Vongola, era obvio que Tsuna-sama era superior en todos los aspectos comparado con su hermano gemelo, entonces… ¿Por qué elegirlo a él para tal responsabilidad?—Es indigno…—Nunca perdió de vista al castaño que estaba siendo arrastrado por el peli-negro. Tendría que probarlo, no dejaría que la Famiglia, que lo había aceptado como era terminara en manos de un ignorante, por mucho que este fuera el hermano menor de su adorado Tsuna-sama.

 

Y con todo eso en mente, decidió poner en marcha el plan que su mente estaba ideando en esos momentos.

 

 

Llegaron justo cuando estaban cerrando las puertas e inmediatamente apresuraron el paso a su salón al divisar a Hibari unos metros detrás, querían todos sus huesos intactos, muchas gracias.

 

—Al parecer es nuestro día de suerte, ¿verdad, Natsu?—Estaban frente a la puerta de su aula. Yamamoto al fin había soltado su mano y eso al castaño lo decepcionó, pero no dejó que se notara. Le asintió al más alto, dejándole ver que estaba de acuerdo con su comentario. No obstante el sonrojo se triplicó al sentir la frente del contrario sobre la propia. Durante esos segundos dejó de respirar.

 

—Ya-Yamam-moto, ¿qu-qué haces?—Las narices de ambos rozaban y sus labios estaban a centímetros de hacer lo mismo. Natsu estaba más nervioso que nunca, no podía apartar la mirada de esos ojos color almendra, a pesar de que quería mirar a otro lado, no podía. Algo le impedía hacerlo.

 

—Es que estabas tan rojo que pensé que tenías fiebre, hahahaha—Le respondió mientras se alejaba un poco y rascando su nuca en el proceso, nunca dándose cuenta de los pensamientos del menor.

 

Pudo respirar como Dios manda, una vez el beisbolista se apartó, pero debido a la reciente adrenalina que corrió por sus venas, sus piernas no pudieron soportar su peso y terminó derrumbándose.

 

— ¡Ah, Natsu! ¿Estás bien? ¿Sabes quién soy? ¿Cuánto es dos más dos?—Pero era inútil tanta pregunta, parecía que le habían sacado el alma. Comenzó a zarandearlo para intentar devolverle la vitalidad, no podía dejarlo en pleno pasillo, no era tan cruel como para dejarlo a merced de un prefecto en busca de sangre. Así que, después de pensarlo un poco, puso sus brazos debajo de la parte trasera de sus rodillas, en el medio de su espalda, y lo levantó. Fue en ese momento que Natsu volvió en sí.

 

—Ya-Ya-Ya-Yama-mamo-to, ¿qu-qué s-se sup-pone qu-que ha-haces?— ¡El beisbolista lo llevaba como princesa! Y él era hombre, por todo lo sacro. ¿En dónde quedó su masculinidad? No era que le desagradaba el contacto, pero era vergonzoso que lo llevaran de esa manera, y en especial cuando cierta mano del mayor estaba bastante cerca de aquella parte de su anatomía.

 

—Te llevo a la enfermería, no dejaré que asistas así a clases —Sus cejas se fruncieron y en sus ojos se podía notarque comenzaba a alarmarse—Desde que nos encontramos tu cara no ha dejado de ponerse roja y eso ya me está preocupando. ¡Ves, ahora ha empeorado!

 

Natsu quería que se lo tragase la tierra, ahora mismo de ser posible.

 

No sabía… Pero de repente el convivir con el hombre que sería su tutor no le sonaba tan mal. Estaba seguro que se llevarían de maravilla.

 

Sí…

 

Ya se lo imaginaba…

 

 

Se despidió de Yamamoto como todos los días, prometiéndole el tomar algo para su supuesta enfermedad. Natsu suspiró ante el recuerdo. Qué vergonzoso había sido explicarle a la enfermera el porqué del que su rostro estuviese pintado por completo de rojo, y lo peor fue que su mejor amigo había exagerado casi exigiéndole a la enfermera que encontrara una cura para su enfermedad porque no creía poder vivir sin él… El sonrojo que se le formó en la cara después de aquella declaración solo pudo hacer que el beisbolista se pusiera a decirle a la fémina lo grave que era el asunto, entre tanto grito pudo entender cosas como: “¡Mire, ¿es que no se está dando cuenta?, Natsu está muy mal! ¡Ayúdelo! ¡El que esté tan rojo no puede ser nada bueno! ¡No quiero que una persona que quiero tanto muera!” todo eso le sacó una gran carcajada a la mujer, que entendió perfectamente el significado de todo el escándalo. Luego de eso había sacado de la enfermería al atleta mayor con la excusa de que el castaño tenía que descansar, y algo reticente, se marchó, una vez hecho eso comenzó un interrogatorio sobre sus sentimientos que, siendo completamente sincero, no quería recordar.

 

Ya en la puerta de su casa, se quitó su calzado.

 

¡Mamma, ya llegué!

 

Tenía intenciones de subir a su habitación y olvidarse del mundo con los pensamientos de su delirio jugador de béisbol hasta la cena, pero no pudo hacerlo. Cuando pasó por la sala, la realidad lo recibió fuertemente, haciendo que se detuviera de golpe.

 

—Chaos, Natsu.

 

Se había olvidado del pequeño detalle, que tenía una visita muy especial en su querido y adorado hogar.

 

—Ah… Aún sigues aquí.

 

Miel y negro chocaron miradas. Ninguna cediendo ante el otro, queriendo demostrar quién era el superior… Duraron así un rato pero el castaño no pudo sostenerla durante mucho tiempo, esa abismal mirada del azabache era muy intimidante. El trajeado sonrió con burla al ver la sumisión del otro. Oh sí, cómo disfrutaba esa sensación de poder absoluto. Ver lo pasivo que puede ser una persona ante su presencia siempre lo ponía de buen humor.

 

La sonrisa que el menor sabía que el mayor tenía le sacó un tic en el ojo derecho. Un día de estos se las iba a cobrar todas y cada una… Levantó la vista y al chocarla con la del cuervo, su mirada le decía clara y burlonamente “inténtalo, si puedes”.

 

Olviden sus pensamientos anteriores, esto era la guerra.

 

—Nana-san salió a hacer algunas compras para la cena—Informó divertido Reborn al castaño mientras lo seguía, ya que este se había marchado furioso, con obvios motivos de ir a su habitación.

 

—Oh, ¿en serio? Eso es bueno—Todavía seguía molesto por la reciente conversación. Lo único que quería era descansar en paz un rato, pero al ver que Reborn lo seguía concluyó que sería imposible así que una vez se acomodó en su habitación, bajo la mirada del azabache, lo enfrentó— ¿Qué quieres y por qué me has seguido a mi habitación? ¿Es que no tienes nada mejor que hacer?—Inmediatamente dejó salir esas palabras, dos balas le rozaron la cara, dejando brotar sangre por sus mejillas, quería quejarse y exigirle el porqué de su acción al mayor pero la mirada que le dirigía el otro era tan oscura que tuvo que desistir de cualquier idea.

 

—Lo quieras o no, vas a aprender a respetarme, mocoso. Si he venido aquí fue por una petición especial de tu abuelo—Su mirada se estrechó y Natsu juró ver el infierno ahí dentro—Por nada más.

 

Las palabras del trajeado, sumado a esa desalmada mirada, le hicieron abrazarse a sí mismo, inconscientemente también empezó a temblar y a hiperventilar. ¿Cómo era posible que un simple hombre pudiera causarle tanto miedo con tan solo una mirada?

 

—Soy un Hitman, para tu mejor comprensión, un asesino. Fui enviado aquí por la actual cabeza de la Famiglia Vongola, tu abuelo, el Nono, para tu mejor comprensión, el Noveno, quien dirige a la Famiglia mafiosa más poderosa de toda Italia.

 

— ¿Eh?—Ahora, no solamente estaba asustado, sino que también estaba confuso. Lo primero, ¿desde cuándo tenía un abuelo? Bueno, si se ponía a pensarlo era lógico que desde siempre… Lo segundo… — ¿Qu-qué ti-tiene que ver eso co-conmigo?—Reunió todo el valor que pudo para hablar y aun así no pudo evitar titubear.

 

Después de todo…

 

La gélida mirada del azabache no había menguado ni un poco.

 

Una página amarilla por el desgaste fue puesta dentro de su rango de visión. Estaba lleno de nombres que no entendía, al final estaba el suyo y al lado de este un borrón negro en vista de que habían tachado ese nombre—El primer jefe de la Famiglia Vongola se retiró y vino a Japón. Es tu tatara-tatara-tatara-tatarabuelo. En otras palabras, ya que tú has heredado la sangre Vongola, eres un legítimo candidato para convertirte en el siguiente jefe. El Décimo jefe de la Famiglia Vongola.

 

—Nu-nunca escuché sobre eso—La idea no le agradaba en lo más mínimo. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Qué aceptara todo con una sonrisa? Ni que estuviera loco. Aunque la mirada del azabache le decía claramente que no tenía voz ni voto en eso.

 

—No te preocupes por eso, yo te entrenaré para convertirte en un gran jefe de la Mafia—Eso, por alguna razón, a Natsu le pareció que estaba solo a unos metros de la entrada del infierno y que no podía dar marcha atrás porque las cadenas ya empezaban a arrastrarlo dentro.

 

Pero se armó de valor. No dejaría que un desconocido llegara para decirle lo que haría con su vida—No decidas todo por ti mismo, no pienso ser ningún jefe de la Mafia, ni ahora, ni nunca.

 

La mirada de Reborn lo hizo volver a encogerse en su sitio.

 

—Y a mí me importa muy poco lo que pienses. Vine para convertirte en el mejor jefe que haya tenido Vongola—Se acercó peligrosamente al castaño, dejándole ver en sus ojos que sus intenciones eran bastante claras y contundentes—Y eso haré—Luego de eso, se dispuso a irse, pero a centímetros de salir por la puerta recordó algo y buscó entre su traje—Toma.

 

Con algo de dificultad, atrapó la pequeña caja que le lanzó el cuervo, con una clara pero débil interrogante en su rostro.

 

—Es de parte del Noveno—Y se fue. Dejando a un pensativo y algo conmocionado castaño detrás.

 

Observó la pequeña caja durante unos minutos, pero decidió no abrirla, no ahora. Debía pensar muchas cosas, después de todo, sentía que su vida iba a dar un tremendo cambio de ahora en adelante. Así que puso la cajita encima de su escritorio y se dispuso a dormir. Tuvo muchas emociones por hoy, ya mañana seguiría pensando lo demás.

 

Pero antes de caer en un profundo sueño, juró ver a un pequeño, casi idéntico a él, diciendo: “¡Na-chan, juguemos juntos!” con una gran sonrisa en el rostro. Negó varias veces para alejar esa bruma en sus pensamientos.

 

— ¿Qué fue eso…?—No pudo evitar preguntarse eso. Pero se encogió de hombros para finalmente dormirse, debían ser alucinaciones suyas…

 

Después de todo…

 

Él era hijo único.

 

 

A la mañana siguiente tenía práctica matutina, así que su cuerpo sabiendo de antemano su rutina de esos días, se levantó muy perezosamente y…

 

¡BOOM!

 

Justo a tiempo, cabe destacar.

 

La reciente explosión hizo que tropezara y que cayera al suelo, golpeándose en el proceso. Algo asustado dirigió su mirada hacia donde había estado tan solo unos segundos atrás, y descubrió, con gran terror, que donde alguna vez había estado su mullida y acogedora cama lo que restaban ahora sólo eran cenizas.

 

—Tsk… Despertaste.

 

Con su cara mostrando el más puro desconcierto, volteó su rostro para observar el dueño de aquellas palabras. No podía ser quien estaba pensando, no creía que fuese tan cruel. Pero al observar la pacífica expresión del contrario todo rastro de aquellos pensamientos se borró de su ser.

 

— ¿¡Por qué hiciste eso!? ¿No notaste que ya estaba despierto? ¡Las personas normales no despiertan a otras con explosiones!—Le reclamó, no que el otro hubiera variado su expresión facial— ¿Es que acostumbras tirarle bombas a una persona sólo para despertarlas?

 

—En realidad es bueno que abrieras los ojos. Hay veces que las personas no se despiertan del todo.

 

La cara del castaño mostraba la más pura incredulidad por las recientes palabras del azabache, de repente un aura deprimente lo rodeó… Quería su vida normal de vuelta—Eso es porque mueren a causa de la explosión… —Comenzaba a temer por su integridad física. Definitivamente no quería vivir eso todos los días.

 

Reborn lo ignoró—Este es el plan de hoy—Le dijo mientras le mostraba una libreta donde pudo observar claramente donde el “despertar al mocoso” ya estaba tachado. Era en serio… Un día de estos se las cobraría todas… Debajo de esa, estaban dos más, una era el recibimiento de un nuevo alumno de intercambio y la otra el inicio de un tal entrenamiento. Consta aclarar que no tenía ni idea que un nuevo alumno llegaría hoy, y hasta donde tenía entendido, no tenía que quedarse al entrenamiento después de clases. Miró al Hitman con una clara interrogante en su rostro.

 

—Estas cosas no tienen nada que ver conmigo, ¿por qué están en la agenda de hoy?, es más, ¿por qué debería hacer lo que dices?—Pero el recuerdo de lo de anoche lo azotó de repente y manifestó una ligera disculpa, Reborn sonrió ante la sumisión y le dio palmaditas en la cabeza como si de un perro se tratase.

 

—Chico listo, ya estás aprendiendo, pero ni siquiera pienses que te daré un premio—A Natsu realmente le molestó el ser tratado así—El entrenamiento que tienes en la tarde es conmigo, comenzaremos con él una vez lleguemos de la escuela—Y a Reborn en verdad le divertía el tratar de esa manera al menor—Todo es para que te conviertas en un grandioso jefe de la décima generación de la Famiglia Vongola.

 

Claro que eso a Natsu le prendió una bombilla en la cabeza— ¿Lleguemos? Espera, eso no tiene importancia… ¡No bromees con eso, ya te lo había dicho! ¡No me convertiré en un jefe de la Mafia!

 

—Y yo recuerdo haberte respondido que no me importaba tu opinión—Sentenció con una voz que le causó escalofríos al castaño—Este es tu destino.

 

—No quiero que un desconocido me dígalo que tengo que hacer—En serio, Natsu se preguntaba de dónde sacaba las fuerzas para responderle a ese hombre. Pero el sicario lo dejó pasar esta vez.

 

—No te preocupes, te seguiré a todas partes para que estés bien capacitado—Al instante la cara del futuro jefe se cubrió de azul… Y se quejó.

 

— ¡Eso es lo que más me preocupa!

 

 

Después de que en la práctica matutina pudo observar en todo su esplendor a su delirio andante de ojos almendrados, ya que ese día sus clubes decidieron entrenar juntos (y él casi bailando La Macarena por la maravillosa noticia), justo cuando le faltaban unos metros para ingresar a su salón, supo que alguien allá arriba debía odiarlo con saña.

 

Lamentablemente, escuchó la voz más irritante en toda la bolita del mundo, estaba tan seguro de eso, que si alguna vez llegase a reencarnar, tal vocecilla le seguiría pareciendo igual de insoportable.

 

— ¡Natsu-kun, espera!

 

El de ojos color miel se detuvo y giró lentamente, procurando poner una cara que no demostrara el cómo se sentía por dentro. Vio cómo la chica se detenía a su lado algo sofocada por haber corrido a él, duró unos segundos para reponerse y con una sonrisa, la Sasagawa menor le preguntó: — ¿Sabes dónde está Takeshi-kun?

 

« ¿Por qué me estás dirigiendo la palabra, estúpida? ¿Es que crees que no sé cómo miras a MI Takeshi? Él es mío, ¿entiendes? Lárgate que no quiero verte, menos escucharte. ¿Es que no sabes el significado de la palabra “MÍO”? Pensé que tus neuronas daban para más» Lo pensó, pero no lo dijo. Así que con una sonrisa forzada, que la fémina no notó, le respondió.

 

—Ni idea—Claro que era mentira, él sí sabía dónde estaba, pero primero le daba la vuelta al mundo en tanga. Y eso no pasaría. Nunca.

 

—Oh… ¿Es así?

 

«Y la estúpida se atreve a poner cara de tristeza, ¿es que cree que no veo que es un acto? Oh, por favor, usa otra táctica porque conmigo esa no va. Definitivamente el tinte que tiene en la cabeza le está afectando. Prueba con otro color a ver si ese salva lo que queda de tu cerebro»

 

—Sí—Natsu se volteó para continuar con su camino y dejar atrás el desagradable encuentro pero, al parecer, la fémina no captaba el aura que tenía el castaño hacia ella y le siguió muy contenta a su lado comentándole lo mucho que deseaba encontrar al beisbolista para hablar de algo sumamente urgente con él.

 

«Sí, claro… Takeshi podrá ser muy amable, pero contigo la amabilidad se le va por el caño. Entiende que él no quiere saber de ti… Bueno, soy yo quien no quiere saber de ti, pero es lo mismo. Sé que tus neuronas están en constante fiesta y que por eso no razonas debidamente, pero déjame aclarártelo, a Takeshi no le interesas».

 

—Por cierto, Natsu-kun…—Llamó Kyoko, el castaño la miró, indicándole que podía continuar, muy a su pesar— ¿Qué te ha pasado en el rostro?—La niña se había dado cuenta de las banditas en cada mejilla y no pudo retener su curiosidad. Cosa que no le interesaba a Natsu, pero le respondería, porque él era amable.

 

El Sawada menor meditó un poco antes de responder, no es como si pudiera decirle que el sádico que tenía como tutor se lo hizo anoche simplemente porque sí—Me corté ayudando a mi madre.

 

— ¿¡En serio, Natsu-kun!? ¡Eso es increíble!

 

«Estúpida» No pudo evitar pensar. Gracias a Dios que ya había llegado a su salón, la tipeja esa se le fue del lado. Ahora podía respirar aire puro con tranquilidad.

 

Yamamoto entró minutos después y el profesor no duró mucho para entrar por la puerta, Natsu no notó nada de eso por estar mirando por la ventana, repentinamente, algo le dijo que debía moverse rápidamente hacia la derecha, y no dudo en hacerlo, vio cómo algo pasó peligrosamente cerca de su rostro. Con algo de temor volteó su rostro al frente, no queriendo saber lo que casi le golpea, y cayó en cuenta de la razón detrás del “lleguemos” de esta mañana.

 

—Chaos—El demonio lo había seguido desde su casa—Soy su nuevo encargado de curso y profesor de Matemáticas. Mi nombre es Reborn—Se presentó, intentando ser amable, y a Natsu estaba a punto de darle un ataque cardíaco—Si tienen alguna duda, sobre cualquier cosa, pueden encontrarme en el salón de maestros del segundo edificio, justo a la derecha de la sala de Química, no es como si me interesaran sus problemas, pero el reglamento escolar dice que eso es lo que tenía que decirles—Sí… El ser amable no va con él—Así que si tienen una duda, no me interesa, ¿algún problema? Menos, no vayan a molestarme con nimiedades. ¿Entendieron?

 

¿Ese tipo en serio era profesor? Los alumnos escuchaban todo, incrédulos de lo que el azabache les dijo. Prácticamente les dejó dicho que estaban a la deriva y por su propia cuenta. ¿Qué no un encargado de curso debía guiarlos? Esto les causaba mala espina. Por otro lado, Natsu pensaba en cómo escaparse de ahí, ¿debería fingir que estaba enfermo? No le importaría volver a pasar el interrogatorio de la enfermera si eso lograba sacarlo de esa aula que sabía se convertiría en un infierno.

 

La sádica sonrisa del azabache se lo decía todo.

 

Oh, sí… El demonio estaba aquí y no se detendría hasta que todo ardiera.

 

Dos disparos al techo les hicieron estremecer a cada uno. ¿De dónde había sacado una pistola?

 

—He dicho… —Volvían a preguntarse… ¿ese tipo en serio era profesor? Esa desalmada voz que les recorrió todos sus cuerpos, no era normal… El que estuviesen temblando como hojas frente a una fuerte ventisca no era normal… La repentina sed de sangre que sintieron… No era normal— ¿Entendieron?

 

Y esa penetrante y fría mirada… Definitivamente no era normal…

 

— ¡¡¡S-SÍ, PROFESOR!!!—Respondieron al unísono.

 

El sicario asintió mientras sonreía siniestramente, complacido por la respuesta, y se dirigió a quien había entrado con él—Preséntate.

 

—Como diga, Reborn-san—Ninguno se había dado cuenta del chico junto al psicópata que decía ser su nuevo profesor. Tenía pelo plateado, unas cuantas cadenas y brazaletes junto a unos impresionantes ojos verdes, parecían un par de esmeraldas—Mi nombre es Gokudera Hayato, vengo de Italia.

 

Y eso bastó para que las chicas comenzaran a hacer alboroto.

 

— ¿¡Viste su pelo!? ¡Es tan genial!

 

— ¡Sí, sí, definitivamente haremos un club de fans para él!—A los chicos del curso, esto les sacó unos cuantos suspiros. Ya se lo veían venir.

 

Otros dos disparos al techo les hicieron recordar que el engendro del mal seguía con ellos.

 

—Silencio… Gokudera, toma asiento—Le ordenó al recién llegado, y eso hizo, sólo que cuando pasó al lado del asiento de Natsu, pateó la mesa y susurró algo que hizo que el castaño se quedara en shock, segundos después, comenzó a hiperventilar.

 

Todos comenzaron a alterarse por el estado del atleta, pero antes de que pudieran hacer cualquier cosa…

 

Natsu se desmayó.

 

…“Él, es mucho mejor que tú”…

 

 

No sentía su cuerpo y no podía abrir sus ojos, parecía que los tenía sellados. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era estar en el salón de clases, luego, se presentó el alumno de nuevo ingreso, se le había acercado y luego… Nada… Completa oscuridad…

 

Intentó mover su cuerpo, pero este no le respondía, sus manos, sus piernas… ¡Ni siquiera se movía su cabeza! ¿¡Qué demonios estaba pasando!?

 

De repente sintió cómo alguien lo movía desesperadamente y dio gracias al cielo porque aún conservaba su sentido del tacto, ligeramente abrió sus ojos para saber quién lo despertaba, pero aun así había cierta neblina que le limitaba la vista, era como si no quisiese despertar, algo muy ilógico porque él quería despertar. Ya.

 

— ¡Na-chan, Na-chan, despierta!

 

—Nii-san… Cinco minutos más…

 

Esperen ahí… ¿¡Ese había sido él!? ¿Su voz? ¡Pero si juraba que no había movido la boca ni un solo milímetro!

 

—Hahahahahaha…—La risa que escuchó era sumamente relajada y hermosa… Se parecía a la de su madre— ¡No puedo hacer eso, Na-chan! Mamma me dijo que haríamos galletas y que tenía que despertarte para hacerlas los tres juntos—Sintió cómo aquella persona se subía a la cama y comenzaba a saltar.

 

—Nii-san… Detente… Quiero dormir…— ¡Esto no podía ser posible!¡Pero si su voz había sonado tan aguda y adorable! ¡Hace años que no era así! Y para el colmo cuando sintió que, involuntariamente su cuerpo se movió, escondiéndose del otro, al rozar su cuerpo con la sábana, ¡notó que el largo de sus brazos y piernas no era el mismo! ¿Acaso era esa posible? ¿Cuándo se había encogido?

 

— ¡Pero yo quiero galletas~!—Escuchó quejarse al otro y sintió cómo se le subía encima aquella desconocida persona, y le comenzaba a hacer cosquillas.

 

Ahora era su turno de reír.

 

— ¡Espe-¡ ¡Nii-san! Hahahahahaha… Deten… ¡No! Hahahaha… —La risa no lo dejaba continuar, minutos más tarde de que la persona que tenía encima se cansara de hacerle cosquillas, tomó grandes bocanadas de aire y por fin pudo ver de quién se trataba… Y lo que vio lo dejó sin aliento…

 

Un pequeño castaño… Idéntico a él…

 

Pelo anti-gravitacional pero sedoso al tacto, nariz de botón y boca pequeña junto a unos grandes y puros ojos achocolatados… Esta era la única diferencia entre ese castaño que tenía enfrente y él mismo, ya que sus propios ojos tenían un color miel…

 

— ¡De acuerdo, Nii-san! Sólo no me hagas más cosquillas—Le respondió al castaño involuntariamente. Lo tomó de la mano y comenzó a arrástralo escaleras abajo— ¡Ya quiero comenzar!—Desvió su mirada de enfrente y observó a quien tenía sujeto de la mano, lo recibió con una gran sonrisa y un asentimiento para luego comenzar a reírse a carcajadas de todo.

 

Y Natsu no pudo evitar pensar en qué demonios se había metido.

 

¿Había vuelto a ser un niño? Pero… ¿Cómo?

 

Sus pensamientos volaban mientras veía que interaccionaba con su madre y ese pequeño idéntico a él… ¿En serio era su hermano? Y si era así… ¿Por qué lo había olvidado? ¿Por qué no estaban juntos?

 

Sintió que sus mejillas enrojecían y prestó atención a lo que su “pequeño yo” estaba haciendo, estaba lleno de masa para hornear al igual que… Su hermano… Y este estaba riéndose a carcajadas de algo que no entendía, segundos después se le tiró encima y le dio un beso en la mejilla.

 

— ¡Nii-san, te quiero mucho!—Le dijo mientras lo abrazaba y su madre reía. El pequeño le devolvió la sonrisa.

 

— ¡Yo también te quiero mucho, Na-chan! ¡Mucho, mucho!

 

 

Se había levantado sobresaltado, sudando, alterado, y confundido. ¿Quién había sido ese? ¿Fue un sueño o...? Ni si quiera quería pensarlo. Miró a su lado y vio que su hermoso delirio lo miraba con cara de preocupación. Se veía lindo, según él.

 

— ¿¡¡Estás bien, Natsu!!?—Pregunta alterado, por fin el beisbolista— Me asusté mucho cuando cerraste los ojos y… ¡¡BOOM!! ¡¡CAÍSTE AL SUELO!! ¿Estás bien?                    

 

Natsu estaba en un pequeño trance. ¿Qué había pasado? ¿Se había desmayado? Por lo que le había dicho su beisbolista, era así, pero… ¿Por qué lo había hecho? ¿Fue por lo que dijo aquel chamaco? Por cierto… ¿Quién era? En estos instantes tenía tantas cosas en su cabeza que no sabía cuál analizar primero. ¡Ah! Ya sabía. Debía responderle a su amado delirio, se había olvidado completamente de él al pensar en todas esas cosas que ni se había fijado en lo cerca que estaban.

 

—Ehh… Yo esto-

 

No pudo terminar su oración ya que su beisbolista había juntado sus frentes en un rápido movimiento que no le había dado tiempo en reaccionar.

 

—Otra vez vuelves a estar rojo, pero no tienes fiebre—expuso el beisbolista al separarse del menor con la misma rapidez que usó para juntar sus frentes— ¿Qué te sientes? ¿Estás bien?

 

—Sí, estoy bien—respondió—Vamos debemos volver a clases…

 

El menor estaba tratando de pararse cuando unas grandes y fuertes manos lo detuvieron, este lo miraba con cara de confundido y divertido, no sabía el porqué, pero así lo miraba. Iba a pedir una explicación, pero este se adelantó a los acontecimientos.

 

—Natsu…—llamó tratando de parecer serio…

 

El mencionado al ver que este no proseguía se asustó: — ¿Qué? ¿Pasa algo? Debemos irnos…

 

—Bueno… Es que…

 

Natsu se había asustado…

 

—¡¡Ya dime de una vez!! ¡¡Me asustas!!

 

Takeshi no pudo terminar su propia broma ya que se había echado a reír, dejando a un Natsu, en vez de asustado, confundido.

 

—Oe... Ya-yamamoto... —llamó— Me podrías decir... ¿¡¡QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO!!?

 

—No es nada Natsu—dijo este para relajar al otro— es que estaba intentando hacerte una broma acerca del nuevo profesor, pero no funcionó.

 

Y empezaron otra vez las carcajadas del relajadísimo y para nada preocupado, Takeshi Yamamoto.

 

—Será mejor que nos vayamos a casa— dijo Natsu para silenciar un poco a Takeshi— Si descubren que seguimos aquí nos morderán hasta la muerte.

 

—Tienes razón, vámonos, te acompaño.

 

— ¿Cómo?—preguntó Natsu incrédulo— ¿Qué dijiste?

 

—Que te acompaño—esas preguntas le parecieron muy divertidas al beisbolista que decidió molestarlo, solo un poquito— ¿acaso te dejó sordo el desmayarte?

 

—Ehh...N-no es ne-necesario—la verdad, sí quería que lo acompañara, se moría por eso, pero ¿cómo reaccionaría al estar a su lado todo el trayecto? Tan solo de imaginarlo lo dejó embobado por... No sé, ¿5 segundos? ¿Quién sabe? Pero para nuestro beisbolista fueron horas.

 

— ¿En qué tanto piensas?—interrumpió Yamamoto a un embobado Natsu. El mencionado no pudo evitar volver a sonrojarse de las tantas veces que lo había hecho.

 

Yamamoto se percató de esto, y empezó a pensar que Natsu tenía una enfermedad. No era fiebre porque ya lo había medido antes con su frente y estaba normal, tampoco un resfriado, si fuera eso estaría estornudando en este mismo instante.

 

«Pero ¿qué sería?» Se preguntaba este,«¿Sonrojanogivitis, ¿Mejillasrojasgivitis?, ¿Conjuntivitis? ¿Cualquier cosa que termine en "givitis"?» Takeshi no quería darle más vueltas al asunto, así que sin más rodeos, decidió preguntarle directamente al portador de "tal enfermedad".

 

—Hey, Natsu!—llamó— ¿Por qué tienes las mejillas rojas?

 

Pregunta equivocada, Takeshi Yamamoto.

 

—Ehh... ¡No están rojas!—se defendió este.

 

—Haha, ¡sí lo están!—a la vez que decía esto, el relajado Yamamoto se acercaba y tomaba las mejillas de Natsu, como si de un beso se tratase. —y no tienes fiebre, puedes decirme, Natsu.

 

El mencionado trataba de ocultar aún más su sonrojo, pero le era imposible, su cara seguía en las manos del beisbolista, así que solo pudo desviar la mirada y ahogarse en sus pensamientos. ¿Qué pensaría Yamamoto si se le confesara? Natsu no tenía ni la más remota idea, tal vez lo despreciaría, Takeshi es ese tipo de chico, dígase así, popular, ser popular = chicas.

 

Cualquiera pensaría que le gustan las chicas, incluso pensarían que tiene novia, pero ese no es el caso aquí. Natsu seguía inmerso en sus pensamientos sobre decirle o no, en este momento ya nada le importaba, tenía a Takeshi tan cerca de él que podía sentir su respiración. Así que esta era su oportunidad, no debía desperdiciarla.

 

—Y-yo...

 

—Tú...

 

—B-bueno... Y-yo...

 

—Ajá, tú...

 

— ¿¡¡¡PODRÍAS DEJARME TERMINAR!!!?

 

—Hahahha, es que estás muy tenso—después de haber dicho esto sacudió a Natsu tal cual muñeco de peluche.

 

« ¡Ah! ¡Es cierto! ¿Cómo se había percatado? ¡Ahora estoy bien» Pensó el pequeño.

 

—Yamamoto—llamó firme, con sus ojos clavados en los del otro, hoy dejaría en claro lo que siente sin importarle cuál sea el resultado—tú siempre me has gustado.

 

Sólo esas 5 simples palabras que salieron firmes, sin ningún temor.

 

—Eso ya lo sabía, Natsu.

 

— ¿¡¡EH!!?—sin palabras.

 

— ¡Por supuesto!—aseguró el beisbolista—por eso somos amigos, ¿no?

 

Natsu estaba hecho piedra, ¿acaba de friendzonearlo o no entendió? Se fue mejor por la última. Usaría como excusa el lento procesamiento del cerebro de Yamamoto y trataría de explicarlo de una manera más explícita. En el lenguaje Takeshi.

 

— ¡Yamamoto!—llamó firme otra vez que el nombrado no pudo evitar echar un saltito— ¡Yo! se señala ¡Kyun! ¡Kyun! seña de corazoncitos ¡De tú! se para dramáticamente frente a él y lo señala.

 

«Espero y esta vez, haya entendido» Pensó el pequeñín, ya se le habían ido las ideas, menos una. Aquella donde empieza a llorar dramáticamente diciendo que lo ama, pero no tenía cómo llorar, así que pensó en usar un suero, sí, tal vez eso funcione.

 

Yamamoto se había quedado estupefacto ante tal confesión, al parecer entendió. Se quedó admirando la pose dramática que tenía Natsu al señalarlo que le causaba un poco de gracia. Sonrió y haló al pequeño por su pequeña manita y lo volvió a acostar en la cama, pero esta vez, con él encima.

 

Juntó sus narices, en un beso esquimal, cosa que hizo reír a los dos. Después de esto solo se miraron, solo eso. Necesitaban confirmar que era real, y lo era. Luego de sentir los labios uno del otro se confirmó todo. Fue un tierno beso, un roce, luego incrementó. No de manera sexual o lujuriosa, sino amorosa, un beso que se ansiaba desde que se habían enamorado el uno del otro.

 

 

─Ya hemos llegado, Natsu—dijo Yamamoto mientras bajaba a Natsu de su espalda, el muy orgulloso se había negado a ser llevado de tal forma, pero al final aceptó.

 

El pequeño baja lentamente de la espalda del mayor, a regañadientes, no quería que ese hermoso momento se acabara para tener que volver a la realidad, y enfrentar a su madre… A su querida madre que en estos momentos no tenía deseos de ver.

 

—Sí…—Respondió con aversión.

 

— ¿Te pasa algo?— El de pelo negro se había percatado de la aversión de Natsu, que no se contuvo en preguntar.

 

—Estoy bien, es solo qu-

 

Se había quedado a mitad de la oración ya que el de ojos avellana lo había interrumpido con un beso, uno corto ya que estaban en la calle, pero fue un beso. Uno importante para ambos.

 

—Si no estás preparado para decirme está bien, puedo esperar.

 

—Gracias…Yamamoto…

 

—Hahaha, no hay de qué—dijo mientras se iba alejando del pequeño— ¡Nos vemos mañana!

 

—Adiós…

 

El castaño no estaba de buenos ánimos como para ver a su madre, así que decidió hacer lo que toda persona normal haría, entrar por la ventana de su habitación, así no tendría que encontrársela directamente, sólo cuando Nana entrara a verificar si ya se durmió y lo encontrara en ese estado. ¡Buena idea, Natsuyoshi Sawada!

 

Natsu logró subir al árbol que estaba en el jardín, e impulsarse hacía el balcón que daba hasta su habitación. Grave error, Natsuyoshi, grave error. En ese entonces par de ojos avellanas se encontraron con otros ojos avellanas. Nana se encontraba en la habitación. ¡EN SU HABITACIÓN! Ni siquiera sabía por qué se encontraba ahí, solo… estaba ahí…

 

El pequeño no dijo nada, solo se molesto en entrar a su habitación y evadir la mirada de su madre. Nana, como toda madre luchona, se había percatado de esto y decidió preguntarle a su retoñito si todo estaba en orden.

 

— ¿Todo bien, Na-chan?

 

—Sí. Solo estoy cansado.

 

Nana acató la orden sin decir nada, le deseó buenas noches a su hijo y salió de la habitación, simple y llanamente.

 

 

 

Entró en el lugar citado, todos ya estaban ahí, esperando por él. Les había dado doce horas para estar ahí y ninguno faltó, no podrían hacer menos, el tema era de suma importancia para todos los presentes.

 

Volvían a estar juntos después de tantos años separados.

 

Il Prescenti Sette…

 

El Arcobaleno…

 

Seguían igual que siempre. El tiempo no había hecho mella en ninguno.

 

Estaban malditos.

 

No podían envejecer.

 

Los ojos de sus compañeros nunca abandonaron sus movimientos, cuestionando su repentina llamada y convocatoria, el sicario los había llamado para reunirse en este lugar pero a ninguno le dijo la razón. Con la parsimonia que se esperaría de él, tomó asiento y colocó una carpeta encima de la mesa.

 

Las expresiones de los demás estaban repletas de confusión y eso al asesino no pudo más que irritarlo, lo que quería era obvio, ¿o es que tenían tan poca mente que no podían deducirlo? Porque lo entendía de su lacayo y del estúpido de Colonello, y hasta del intento de científico, pero de los demás le parecía increíble. Al notar el aura del cuervo, el de ropajes tradicionales chinos tomó la carpeta y comenzó a hojear su contenido sólo para que su rostro cambiara de la confusión a la más pura incredulidad, la cual volvió a ser reemplazada por la esperanza. Pura y abrumadora esperanza. Dejó caer descuidadamente la carpeta sobre la mesa, lo que hizo que de este se saliera una foto de un castaño que todos ellos conocían muy bien.

 

Y los sonidos de asombro no tardaron en hacerse escuchar.

 

— ¿¡Dónde está!?

 

Estaban ansiosos, habían sido años, sin una sola pista sobre él, y ahora…

 

Pero Reborn no iba a dejar que se ilusionasen con lo que no era.

 

—Fíjense bien antes de cuestionar cualquier cosa—Ahora es que lo notaban, la voz del Hitman estaba sumamente tensa, igual que todo su cuerpo, y fue cuando cayeron en cuenta de que si ellos se sentían ansiosos, él debía sentirse peor. Le prestaron más atención a la foto y percibieron lo que les había dicho el otro, este castaño tenía la tonalidad de los ojos diferente al que recordaban y anhelaban, no era quien ellos pensaban. Se sintieron estúpidos por la simple ilusión, la persona que estaban esperando no estaba con ellos desde hace muchos años. Décadas, en realidad. La decepción comenzaba a recorrer sus cuerpos.

 

Fueron muy ilusos.

 

¡BOOM!

 

El estruendo los sacó de sus pensamientos. Reborn había golpeado la mesa con su puño, y esta casi se parte en dos, las grietas en ella lo confirmaban, de haberle puesto un poco más de fuerza, ahora la mesa no estaría con ellos nunca más.

 

La mirada que les dirigía Reborn les helaba todo el cuerpo, era completamente desalmada, despojada de cualquier emoción, estaba furioso, y no era para menos, el asesino ya estaba seguro de que el tiempo que estuvieron separados les afectó a cada uno el cerebro, se los tostó y dejaron a sus neuronas inservibles, era la única explicación posible para la idiotez que estaban mostrando ahora mismo.

 

Pero Fon, quien había leído lo que se encontraba en la carpeta, intentó calmar al cuervo.

 

—Reborn, amigo mío, cálmate, por favor. He sido el único en leer la información, los demás no saben nada además de la foto.

 

El aura asesina bajó un poco, pero fue suficiente para poder respirar tranquilos. Bendito sea Fon.

 

—No me gusta estar desinformado. ¿De qué hablan?—Viper no soportaría ignorar el único rastro que habían obtenido después de tanto tiempo.

 

Y Reborn procedió a explicar todo lo que sabía.

 

 

Era un día en la mañana como cualquier otro cuando el castaño se había levantado para tomar el desayuno. No estaba tan seguro de lo que sentía con respecto a lo de su madre el y sueño que tuvo el día pasado. Quería respuestas, pero no estaba tan seguro si las necesitaba en estos momentos, así que decidió pretender que todo estaba bien frente a su madre… un intento, al menos.

 

— ¡Ohayo, Na-chan!— exclamó Nana desde que vio a su pequeño entrar a la cocina, como si la pequeñez que pasó anoche en realidad no pasó. 

 

—O-o-hayo, Oka-san…—Natsu trataba de parecer lo más calmado posible, pero no le salió, el castaño no podía olvidar lo sucedido de la noche a la mañana.

 

Nana, simplemente sonrió llevándole el desayuno a la mesa, pero notó que su pequeño seguía igual que anoche. No quería molestarlo con sus preguntas de madre, pero debía hacerlo. Es su hijo, después de todo.

—Na-chan-

 

—Nee, Oka-san…—interrumpió el pequeño Natsu.

 

— ¿Pasa algo, Na-chan?—pregunta preocupada Nana.

 

Natsu titubea un poco antes de preguntar, pero se arma de valor y decide terminar con esto de una vez por todas: — ¿Acaso yo…tengo un hermano?

 

La notable expresión de Nana se hizo tan notable que si pensaba negárselo a su hijo, ya no podrá hacerlo. Estaba pensando en las palabras que le diría a su hijo, el cómo Natsu respondería, si empezaría a odiarla, si odiaría a su hermano, a su padre… No sabía exactamente qué hacer, así que hizo lo que se podía en esos momentos…

 

—Natsuyoshi…—llamó seriamente—tenemos que hablar…

 

 


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