Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los Espejos Rotos de la Memoria por Lonny

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a tod@s

Les traigo un nuevo capítulo de mi Mystrade. Espero que les guste y comenten lo que deseen. Mil besos <3

LOS ESPEJOS ROTOS DE LA MEMORIA (2)

"La vida te da sorpresas"

Goodge Street (Londres), 2007

 

El panorama que se le presentaba era desolador. Demasiada gente yendo y viniendo, caras compungidas, miradas de soslayo y ese olor a podredumbre que le estaba haciendo revolver el primer café del día. Aún los años que llevaba en eso jamás había aprendido a digerir su más que especial desayuno en cualquiera de las escenas criminales.

Greg Lestrade se tiró el pelo hacia atrás en un gesto casi inconsciente. No hacía calor, ni tenía ya el pelo largo y oscuro de antaño como para que le molestara a la vista, pero aun así, parecía sentir la necesidad de aclarar su mente con ese movimiento de su mano. Ante él, el cuerpo sin vida de un hombre yacía con un cuchillo clavado en su espalda con apenas sangre rodeándolo. Y, lo que era peor, dentro de una habitación cerrada.

- Ha sido un asesinato – dijo Anderson, quitándose los guantes tras su análisis forense – Aunque quisiera, ¿cómo iba a clavarse ese cuchillo tan a dentro él sólo? – hizo un gesto con la boca que Greg no entendió, pero tampoco le importaba mucho. Lo cierto era que él tampoco creía que fuera capaz de matarse a sí mismo de esa manera, pero había algo que no le cuadraba.

- ¿Podemos llevarnos el cuerpo ya, jefe? – la siempre voz solícita de Sally lo obligó a girarse y mirarla con una sonrisa afectuosa.

- Sólo si acabaron de recoger todas las pruebas de la escena – desde la lejanía, Anderson movió su guante de látex dando su permiso, cuando de golpe un grito procedente de no sabía dónde lo paralizó.

- ¡Ni se les ocurra tocar nada! – el moreno se giró sobre sus talones al percibir que aquella voz atronadora venía de su espalda, encontrándose al tipo más extraño, y a la vez familiar, que había visto nunca – Siento informales, señores policías, que estoy algo decepcionado. Si es así como pretenden resolver los crímenes cometidos en esta ciudad, puedo entender que el índice de casos resueltos satisfactoriamente sea tan bajo – Greg no tuvo que mirar a nadie a su alrededor para saber el malestar que habían provocado esas palabras en los presentes.

- Oye, chico… - empezó a decir- Esto es una zona restringida, así que no puedes pasar. Y será mejor que dejes de decir esas cosas, a no ser que quieras ser detenido, ¿estamos? – quiso ser contundente, quiso inspirar fuerza, pero supo en el momento en que lo miró a los ojos que ninguna de ellas había funcionado. Seguramente lo único que había provocado era diversión en aquél chico.

- Ya he estado en la cárcel, inspector Lestrade, así que no hay miedo que valga – pasó por su lado como si no hubiera escuchado nada, colocándose de cuclillas al lado del cadáver para inspeccionarlo con una lupa diminuta – Vaya vaya vaya… esto es interesante – musitó, llamando la atención de todos los presentes, cada vez más enfadados con la superioridad mostrada por ese chico – Supongo que si esto está aquí es porque el equipo no ha caído en ello – se levantó con una sonrisa socarrona y los miró - ¿Qué podemos deducir de ello? Seguro que no tienen que pensar mucho – levantó el brazo justo en el momento en que Anderson estaba a punto de avanzarse sobre él, a sabiendas del carácter algo visceral del doctor. No le gustaba que le contradijeran.

- ¿Cómo te llamas, jovencito? – preguntó Greg con apatía.

- Holmes, Sherlock Holmes – y metió una mano en uno de sus bolsillos internos, sacando una tarjeta con sus credenciales – Esa dirección es… provisional – el moreno observó la tarjeta y luego a él.

- De acuerdo, Sherlock, te has divertido un poco y ahora es hora de irte, a no ser que de verdad quieras que te arrestemos – dijo frunciendo el ceño, guardándose la tarjeta dentro del bolsillo interior – Entiendo que todas esas series de policías en la tele te hayan dado una perspectiva utópica de este mundo, pero esto es real. Ese hombre ahí está muerto y tú estás molestando, ¿lo entiendes? – había intentado hablarle con la mayor de las vehemencias posibles, pero desde una posición casi paternal. No lo podía evitar, pues la irrupción de ese joven no había hecho sino que recordarle las mil y una veces que su hija Abby, movida por la adrenalina de tener un padre policía, se había metido en más de un lío de ese tipo. Seguramente ese chico, aunque ya algo mayor, sufría de ese mismo síndrome, por así llamarlo, por lo que creyó que sería mejor así que no simplemente echarlo a patadas.

- Creo que usted es el que no entiende aquí, inspector Lestrade – se cruzó de brazos, mirándolo fijamente – Ése hombre de ahí está muerto, sí, pero no es un asesinato como su “brillante” forense ha insinuado hace un momento – dio un paso hacia adelante y se agachó – Si se fija en esa pequeña marca que hay ahí, en medio de esos tablones del suelo, verá que es ovalada, muy pequeña. ¿La había visto, señor Anderson? – el aludido rechinó los dientes, acercándose virulentamente hasta él- Si la mide, verá que es exactamente igual al mango del cuchillo. Y pensará, ¿cómo es posible que se haya podido clavar el cuchillo él mismo a esa altura? – y puso de voz casi de persona estúpida, imitándole – Pues… - Sherlock alzó una ceja y señaló hacia una mancha que había cerca del cuerpo – por eso – Greg se agachó y lo observó todo, al igual que la mayoría de los presentes – Eso, señores míos, es agua. Los restos de, bueno, seguramente algún tipo de bloque de hielo. ¿Qué por qué un bloque de hielo? – volvió a hacer vocecitas_ Pues por esto… y esto… - empezó a señalar cosas en el suelo, además de agarrar algunas de las bolsas de pruebas que restaban dentro de una caja perfectamente colocadas. Greg alzó su rostro, comprendiendo al fin todo aquello. Miró a Sherlock, aún con el ceño fruncido y se incorporó, al igual que hacía el joven, mientras dibujaba una sonrisa plenamente satisfecha.

- ¿De dónde has salido tú? – preguntó escéptico.

- Seguro que de algún manicomio – gruñó Anderson, negando con la cabeza ante la incredulidad de la loca teoría de ese sujeto.

- Sé que puede parecer algo… nuevo para usted, pero le animo a que lo compruebe y me llame – el chico sonrió de oreja a oreja – Estoy seguro que esto puede ser el comienzo de algo grande – y entonces le guiñó un ojo, subiendo las solapas de su larguísimo abrigo negro y saliendo del lugar casi como había llegado.

- Greg, aún podemos arrestarle – susurró Anderson aún a su lado- Podemos imputarle un par de cargos y dejarle una noche en el calabozo para que escarmiente – Sally, a su lado, asintió, abriendo su libreta para mirar sus apuntes.

- De acuerdo – dijo de golpe el moreno- Quiero que comprobéis todo lo que ha dicho – Donovan giró su rostro, mostrando más que sorpresa – Llevaros todo lo que sea necesario y analizadlo un par de veces antes de presentar el informe – y los miró a ambos – Si ha mentido, lo detendremos y le imputaremos, pero si no es así… - que era lo que más temía- Las cosas podrían cambiar bastante para nosotros…

 

Fuera del edificio, Sherlock Holmes miraba su móvil sin poder borrar la sonrisa de sus labios. Al fin había dado el paso, y ¿de qué mejor manera que ante un suicidio enmascarado de asesinato? Oh, ese caso le había caído desde el cielo y no podía sentirse más satisfacción de sí mismo, más cuando había intentado colarse en otras escenas de crímenes con suerte dispar. Lo cierto era que, de todos los inspectores y policías que había conocido, ese Lestrade era el que más confianza le inspiraba. No es que fuera un lumbreras, pero esperaba que fuera lo suficientemente inteligente como para dejarse guiar por él hacia la verdad.

Al otro lado de la calle, y dentro de un sedán negro, Anthea bostezaba algo aburrida por la espera. Sus órdenes eran claras, pero no por ello le producía emoción alguna perseguir, de un lado al otro, al imprevisible hermano pequeño de su jefe. Por eso se recolocó el pelo, cruzando sus piernas mientras veía la figura de Sherlock Holmes desaparecer por la calle. Hizo una señal al chofer y el coche se puso en marcha a una velocidad ridículamente lenta, pues seguir a alguien que va a pie en coche, les suponía un sinfín de problemas.

“Sherlock ya salió del edificio. Parece que consiguió llamar la atención de la policía. A. E.”

---------------------------------------------------------------------------

“¿Sabes algo sobre la división con la que contactó? M.H.”

-------------------------------------------------------------------------

“No, señor, pero lo averiguaré antes del almuerzo. A.E.”

 

*^*^*^*^*^*^*^*^*^*^*^*

 

Harvist Road, Queens Park

Ese chico había acertado en todo lo que les había dicho, y tan sólo observando más allá, dándole un razonamiento a unas simples marcas en el suelo. ¿Dónde los situaba a ellos? En un muy mal lugar.

Llegó a casa más que cansado, dejando las llaves sonoramente dentro del bol cerca de la puerta, y cerrándola de un golpe hasta quedar apoyado en ella. Hacía mucho tiempo que no llegaba tan pronto a casa y a la vez tan cansado. Esa tensión que se había formado en el Yard entorno a las pesquisas de ese muchacho lo habían puesto al límite. ¿Acaso no podían valorar el tener ese golpe de suerte? No es que fuera a ser algo habitual, pues ese tal Sherlock Holmes no dejaba de ser un civil, pero les había dado las claves para cerrar el caso más rápido de lo esperado y, al menos él, lo agradecía.

Se quitó la chaqueta y la colgó del perchero de la entrada, desentumeciendo los músculos de su espalda más que cargada. Quizás Connie estuviera de buen humor y le regalara uno de esos maravillosos masajes que siempre le había dado cuando eran jóvenes. Los echaba de menos, y no era lo único. Caminó a lo largo del pasillo hasta la cocina, rascándose levemente la nuca antes de sacar la cabeza para verla. Una sonrisa inmediata apareció en su rostro al verla de espaldas, cocinando e inmersa en sus pensamientos. Cabía decir que, para ser una mujer casi de mediana edad, se conservaba como una joven de 20, algo que debía de agradecer a esa nueva afición suya al gimnasio. Quizás debería invitar a algo a ese tal Chase. Estaba haciendo un trabajo envidiable con ella.

- Sabes que no me gusta que me espíes, Gregory – dijo Connie, aun estando de espaldas a él mientras pelaba las últimas patatas para el estofado. El hombre suspiró, dejando caer su cabeza hacia un lado al tiempo que entraba en la cocina.

- No te estaba espiando, cariño. Simplemente estaba admirando lo guapa que te ves con esa falda – y fue bajando su voz, mientras rodeaba su cintura con delicadeza enterrando su rostro en su nuca para llenarla de besos. Adoraba tocarla, besarla y sentirla tan cerca de él, pues le hacía darse cuenta de la suerte que tenía al estar casado con semejante mujer.

- No seas pegajoso, ¿quieres? – gruñó removiéndose dentro del abrazo – Al final harás que me corte – se apartó de él, lavando las verduras que había dejado en un bol. Greg, cabizbajo, dio un par de pasos atrás hasta apoyarse en la pared.

- Perdona, es sólo que quería abrazarte – Connie se giró al fin para mirarle, cruzándose de brazos.

- Ay, Gregory… a veces tienes unas cosas tan infantiles – y negó con la cabeza, volviéndose a girar para focalizar toda su atención en la comida, dejando al moreno relegado.

- Cerveza en mano, el hombre salió al salón para sentarse en el sofá mientras disfrutaba de un momento de paz. Encendió la televisión y fue cambiando de canal hasta encontrar el de noticias. Con todo lo que había pasado ese día, apenas y había podido leer los periódicos, pero no parecía que se hubiera perdido mucho. Siempre era lo mismo, así que volvió a cambiar de canal hasta dejar una película de acción, cuyo argumento era tan simple que lo ayudaría a no pensar en lo que realmente le preocupaba. Porque ya no sólo era la incertidumbre que había instalado Sherlock Holmes en su equipo, en su manera de llevar las cosas en su división, sino que la actitud que tenía su esposa con él era más que dudosa.

- Te dejo la cena en el horno. Cuando quieras, comes – dijo Connie mientras rebuscaba algo en su bolso. Greg se giró y la miró de pies a cabeza, para después fijarse en la hora que era.

- ¿No es un poco tarde para ir al gimnasio? – pero pareció que esa pregunta no gustó demasiado a su esposa.

- Nunca es tarde para hacer ejercicio, Gregory, y quizás deberías planteártelo tú también. ¿O es que no has apreciado los estragos que están haciendo tantos donuts en tu cuerpo? – el moreno bajó su mirada hacia su estómago, sintiendo el sonrojo propio por la vergüenza a uno mismo. De acuerdo que hacía bastante tiempo que había dejado de lado el deporte, pero tenía motivos para ello, y Connie los sabía. ¿Por qué le echaba en cara eso?

- Sabes perfectamente que he estado trabajando muy duro para convertirme en inspector, para darnos una vida mejor, y eso significó dejar de lado los partidos de fútbol del domingo – explicó casi justificándose, como si su esposa hubiera olvidado algo que para él había sido tan importante.

- ¿Y de qué sirve una mejor vida si ni estás en casa? – Greg tragó saliva, desviando su mirada.

- Hoy llegué temprano. Pensé que podríamos aprovechar la tarde para estar juntos –Connie se encogió de hombros, agarrando su mochila de deporte.

- Si, bueno, pero hoy tengo planes. Intenta venir mañana a ver si podemos hacer algo – le lanzó un beso, que le supo a desgana, y cerró la puerta dejándolo solo envuelto en ese silencio tan incómodo que llega tras una dura conversación.

Connie había dejado de ser esa mujer que amaba hacía mucho tiempo. A veces sentía que estaba casado con alguien extraño, alguien con el que apenas compartía nada, salvo la cama en la que dormían todas las noches. Ya no recordaba la última vez que le había dado un beso sin pedirlo, un abrazo reconfortante o simplemente hacer el amor. Sentía que estaba muerto de cintura para abajo, desganado y sin reacción, pero sabía que todo era por lo mismo: Connie ya no lo quería a su lado y temía que fuera porque estaba ya con otro hombre. Aquél sólo pensamiento lo torturaba día y noche, minando su moral y su amor propio. ¿Acaso no tenía nada más que ofrecer? ¿Se había convertido en un hombre aburrido y sin objetivos, un lastre que su esposa se negaba a arrastrar? Quizás, o quizás no. No lo sabía, pero tampoco estaba seguro de si quería averiguarlo. Decían que la verdad hace al ser humano libre, pero en su caso, quizás lo volviera prisionero de su propia vida.

 

*^*^*^*^*^*^*^*^*^*^*^*

 

Diógenes Club, Pall Mall

La tetera estaba hirviendo ya, lista para llevarle el té a su despacho privado. Sabía de sobras lo meticuloso que era su jefe en esas cosas y cómo reconocería, tan sólo con percibir su expresión corporal, algún tipo de inconveniente. Por eso debía mostrarse tranquilo y concentrado en el movimiento de sus manos, en la cantidad exacta de azúcar que debía poner y procurar que esta vez las especies del saquito no se soltaran.

Agarró la bandeja y colocó las cosas en el orden que debía. La tetera humeante en la parte superior izquierda; la taza vacía junto al plato en medio; la cuchara a su lado, en paralelo a la parte vertical de la bandeja, mientras que la leche se colocaba en la parte superior derecha. Jerry, el siempre afable Jerry, dio dos pasos hacia atrás para observar la composición de la bandeja y asintió, satisfecho de su obra.

- El señor Holmes te está esperando – dijo una voz susurrante al pasar por su lado, algo que lo alarmó un poco. Nunca era bueno que su jefe alertara a otro de los empleados que llegaba tarde a sus obligaciones, lo que seguramente le acarrearía un castigo. Se quitó el sudor de la frente con el dorso del guante blanco de algodón, que siempre llevaba para trabajar, y agarró la bandeja con seguridad, caminando con paso firme hasta la puerta de su despacho.

 

Dos golpes secos en la tosca madera de la puerta lo sacaron de su ensimismamiento, haciendo que se reincorporara en su cómodo sillón de piel para apoyar su cabeza en el respaldo. Parecía que su hermano había decidido mover ficha en esa absurda idea que se le había metido en la cabeza desde hacía un tiempo. Nunca había entendido por qué Sherlock no se había inclinado en escoger alguna profesión que le beneficiara, tomando parte siempre por despropósitos como ser pirata, cuando estaba seguro que habría destacado brillantemente como científico o filósofo. Sea como fuere, una parte de él estaba satisfecha que el bueno de su hermano menor hubiera decidido emplear su inteligencia en un bien común.

- Llegas dos minutos tarde – dijo sin mirarle, jugueteando con el teléfono móvil. Jerry tragó saliva, dejando con mucho cuidado la bandeja sobre la mesa de roble que presidía la estancia para preparar la taza frente al señor Holmes.

- Lo siento, señor – respondió el joven cabizbajo, empezando a verter el líquido dentro de la taza de porcelana blanca.

- Supongo que eres consciente que tendrá consecuencias – Jerry asintió en silencio, dejando la tetera en el mismo sitio y vertiendo un poco de leche.

- Por supuesto, señor – Mycroft sonrió de lado, tecleando con agilidad en su móvil más que satisfecho por las informaciones que estaba recibiendo. Parecía que todo estaba yendo bien, tal y como había planeado. Por ello se merecía un premio.

El joven dejó la taza justo al lado del pelirrojo, dando de nuevo dos pasos atrás con las manos a su espalda esperando que dijera algo más. Sabía que no podría moverse de allí, a menos que Mycroft dijera algo, y eso era mucho suponer. Si había algo que detestaba ese hombre era que no se respetaran sus instrucciones y él, hombre torpe donde los haya, era proclive a retrasarse más frecuentemente de lo deseado.

- Jerry, sé buen chico y cierra el pestillo de la puerta – dijo el pelirrojo, agarrando la taza para darle un pequeño sorbo sin dejar de mirar a su asistente alejarse del escritorio y cumplir su petición – Y acércate – dejó la taza encima del platillo, apartándose de la mesa para dejar el espacio suficiente.

- Señor… - el joven, sonrojado, se apoyó en el borde de la mesa con las piernas visiblemente abiertas - ¿ha podido ya revisar el correo de esta mañana? – Mycroft asintió mientras se acercaba cual felino a su cintura, masajeando los muslos firmes y ligeramente musculados de Jerry. Era de lo que más le gustaba de ese chico: su físico despampanante, tan firme y duro… tanto como su hombría - ¿Ha visto lo que han enviado desde el Ministerio del Interior? Parece… - pero el pelirrojo no le dejó acabar, levantando su rostro mostrando una expresión de absoluto aburrimiento.

- Jerry, eres un buen chico y sé que quieres… ascender en este mundo – el chico tragó saliva, desviando su mirada- Pero hay cosas que debes obviar… así como dejar de meter tus hermosas narices en mi correo, ¿entiendes? – aquello hizo estremecer a Jerry, tanto por la rudeza de sus palabras como por la mirada que le había dedicado. Quizás su plan inicial de seducir al no tan Hombre de Hielo le había salido mal. Definitivamente lo había subestimado y ahora pagaba las consecuencias de sus decisiones, aunque tampoco le había disgustado meterse en la cama de uno de los hombres más poderosos de Inglaterra.

- De acuerdo – bajó de la mesa para sentarse a horcajadas encima del mayor, pasando sus manos por encima del pecho demasiado vestido de su jefe – Ya no miraré nada de ese tema – rodeó su cuello para acariciar su nuca, haciendo círculos entre su pelo. Sonrió seductoramente, moviéndose ligeramente sobre su regazo para rozar un poco sus hombrías cada vez más despiertas.

- Así me gusta… que seas obediente – rodeó su cintura para moverlo un poco más sobre él, abriendo sus piernas para acomodarse mejor en el sillón, mientras Jerry empezaba a deshacer los botones de su chaleco. Fue en ese momento que su teléfono móvil sonó, dándose cuenta que lo había dejado abandonado a un lado de la mesa.

- No conteste… - medio jadeó el joven, ya inmerso en abrir la camisa de Mycroft de par en par para atacar su pecho. El pelirrojo sonrió, mirándolo de lado al agarrar el móvil.

 

“Tengo noticias respecto a Sherlock, señor. Parece que está buscando

piso por el centro de Londres. Sin nada que especificar aún. A.E”

 

Aquello no le sorprendía en absoluto. Era de todos conocido que la relación que lo unía a su hermano pequeño no era la mejor del mundo, hasta el punto que Sherlock lo consideraba como su enemigo número uno. Todo un honor para Mycroft.


“¿Conseguiste algo acerca de los policías con los que contactó? S.H.·”

-------------------------------------------------------------

“Sí, y justamente le estoy enviando un archivo con la lista de los nombres, cargo,

datos personales y foto para una posible vigilancia. A.E.”

------------------------------------------------------------

Jerry besó su cuello, metiendo ambas manos por debajo de su camisa directo a acariciar esa parte tan sensible que eran sus pezones. No le gustaba que no le prestara atención, menos cuando había sido él el que le había instado a empezar más pronto de lo normal con el ‘castigo’. Por su parte, Mycroft no podía estar más satisfecho con lo que estaba leyendo. Todos y cada uno de los que veía no parecían ser nada del otro mundo; hasta diría que eran una fiel representación de la mediocridad que reinaba en algunos de los estamentos de la sociedad británica. Sherlock tendría muchos problemas para hacerse entender entre tanta mente cerrada.

Y de pronto, ese mundo que desde hacía tanto tiempo giraba al son que él marcaba, se detuvo. Su cuerpo se tensó, provocando que dejara de sentir las atenciones de Jerry, mientras su cabeza, sus recuerdos, lo dominaban todo. El destino era un gran bromista, y con él, se estaba carcajeando.

Cerró los ojos y se abrazó a Jerry, hundiendo su rostro en el hueco de su cuello para besarlo, para sentir cómo su cuerpo empezaba a temblar por su tacto. Ese chico era lo único que tenía y era falso, tan falso como las veces que se había asegurado a sí mismo que nunca había sentido nada por aquél joven vigoroso que lo había hecho estremecer por primera vez hacía veinte años.

- ¿Está bien, señor? – dijo Jerry ante el arrebato cariñoso de su superior. Mycroft lo miró a los ojos y lo besó con delicadeza, acariciando su cuello con la yema de los dedos.

- Estoy mejor que nunca…

“Nombre: Gregory Lestrade

Edad: 45 años

Estado: Activo

Historial: …”

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).