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Will Graham es Especial por Lain Elrick

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Notas del capitulo:

Basado en el capitulo 11

 

*Todos van a tirarse a Will

La mente de Will está colapsando, pero él no lo sabe. Las sesiones, orales y sexuales, con Hannibal no eran de ayuda pues las lagunas mentales continuaban, junto con sueños y delirios que Will prefería mantener en secreto. Excepto para Hannibal. Will sentía que si no fuese por las caricias, el cuidado, y las comidas del doctor Lecter, no podría aceptar su realidad. No estaba solo, Hannibal era su compañero, pero, ¿siempre sería así? Hannibal decía que sí, y su delicado y obediente cachorro debe obedecerlo porque así lo cree.

Pero no debería. Detrás de toda esa bondad, esos encuentros sexuales que lo mantienen en la realidad; las mañanas que llegaban en el diván, con el sol pálido de Baltimore entrando por el ventanal; las cenas con carnes preparadas de maneras tan exóticas que él nunca imaginó, y sobre todo de aquellas caricias que lo hacían sentirse especial; detrás de todas aquellas caricias que lo hacían sentirse especial, hay una oscuridad tan profunda que planea con discreción y exactitud.

Cuando hablado llevó a Will a hacerse una resonancia, le ocultó la encefalitis que si maravilloso olfato detectó. Pero si se lo dijo a Jack, aunque ambos acordaron no decirle nada, pues, cada uno, en su fuero interno, tenían planes para él. Jack, por ejemplo, que parecía querer exprimir cada célula de Will con tal de salvar más vidas, pero, ¿perder a Will valía la pena?

Will tuvo otra sesión con Hannibal, aunque al principio sólo hablaron, lo único que él deseaba era volverse agua, no, su deseo era ser la mascota de su doctor, y no pensar, sólo obedecer y sentir placer. Oh, si la vida pudiera ser así, sería más fácil, más tranquila, sin venados de grandes cornamentas que lo llevaban a un mundo de donde regresaba con las manos manchadas de sangre.

Sin embargo, Hannibal no es el único que se preocupa por Will.

 

Cuando tenían casi resuelto el caso de Georgia Maddchen, Will fue a hablar con Jack Crawford después de la entrevista con la señora Maddchen. Discutieron, aunque la verdad era que Jack sólo tenía en mente una cosa: cuidar a Will. Pero había una encrucijada: cuidar de él, o sacrificarlo. Tenía que usarlo para evitar que otras mujeres murieran, pero eso significaba acabar con la poca cordura del catedrático que poco a poco descendía a la locura. Verlo así, hacía que Jack recordara a Miriam Lass, una estudiante que murió a manos del destripador de Chesapeake, y la sola idea de perder a alguien tan especial como Will lo dejaba en estado de alerta constante. Tanto como ver a Will sudar a mares, como si estuviese sufriendo un orgasmo tan sólo de caminar entre cadáveres. Justo como le sucedía a él. Como si ese fetiche los uniera.

Repentinamente atrapó a Will en sus brazos, besándolo, acariciando con premura su cabello revuelto. Pero esto tomó por sorpresa a Will, que no imaginaba los sentimientos que despertaba en más de una persona con ese rostro tan secretamente erótico que siempre llamaba a querer protegerlo, u obligarlo a saltar de una vez. De inmediato quiso separarse, él era fiel a Lecter, pero se sentía débil, física y mentalmente, y para Jack fue fácil lanzarlo al escritorio y desnudarlo de la cintura hacía abajo. Will intentópelearpero no tenía fuerzas para evitar que Jackloatrapara por las muñecas, sosteniéndola con una mano sobre su espalda, con la fuerza suficiente para que Will no se moviera mientras él se abría el zipper. A ese leve ruido le siguió una violenta penetración en seco, arrancándole un grito que pudo llamar la atención de alguien, pero nadie atendió el auxilio de Will, cuyo cuerpo tuvo que soportar las acometidas del capitán que parecían partirle el alma carnal, que sólo le pertenecía a Hannibal.

La mano libre de Jack, grande y callosa le acarició el pecho, pellizcándole el pezón, como un botón que mandaba olas, no, mareas de placer a su entrepierna, que cada segundo sentía más la dureza del miembro de Will, respondiendo a los estímulos lujuriosos, ahora no sólo de las acometidas, sino también del toque firme de Jack Crawford.

Era insoportable, sí, pero era imposible no sentirse excitado bajo el fuerte cuerpo de Jack, hasta que ambos se vinieron, Will en la mano de Jack. El capitán Crawford dio un paso atrás, se limpió la mano con un pañuelo, y se arregló la ropa, dejando a Will aún recostado en el escritorio.

Jack se acercó, y le arregló la ropa, ayudándole a sentarse ante el escritorio. Él se sentó en el escrito, frente a él, pero Will no lo miraba, así que Jack le tomó el rostro por la quijada. Will pensó en Hannibal.

–Quiero protegerte, Will –le dijo, poniendo sus manos sobre sus hombros, casi en la nuca, acercándolo a él–, no me importa si te gusta o no –hablaba en doble sentido–; sé que necesitas estabilidad, y haré lo que sea para dártela.

Will miraba hacia arriba, sintiendo el poderoso agarre, y aquella sumisión que sentía por Hannibal comenzó a palpitar en su pecho, tal como le sucedió la primera vez que vio en Hannibal un sostén para su cordura. Era tan bello saberse protegido por alguien conoce Jack Crawford, grande, fuerte, capaz de derrumbar una perder con sus manos para salvarlo. Violento, salvaje, iba a lo que iba, no como Hannibal, cuyo juego previo encendía a Will, tan rápido como los movimientos impulsivos del capitán.

Will se levantó, dejándose atrapar por los brazos y la mirada de Jack.

–Yo –susurró Will, dudando entre mirarlo y no hacerlo– necesito estabilidad, pero requiero algo más fuerte que la arena…

–Yo no soy arena, Will, soy de roca sólida –el abrazo se volvió más estrecho, y Will pudo sentir la solidez de la que Jack Crawford hablaba, aunque no necesitaba más explicación que la que acababa de vivir en su intimidad que creía exclusiva de Hannibal Lecter.

–Cuando dudes de ti, no tienes que dudar también de mí, Will.

Sus labios se encontraron, y no se separaron por un par de segundos que sus lenguas aprovecharon para conocerse. Eso lo dejaba sellado: su intimidad ya no le pertenecía a Hannibal, también era de Jack Crawford, que, igual que el doctor, había decidido detenerse en medio de la carretera por él.

 

***

 

–Siempre has tenido giros peculiares, Hannibal –dijo el doctor Sutcliffe.

Hannibal apenas lo miró.

–¿Te refieres a Will Graham?

–Dime, ¿qué lo hace tan excepcional?

–Will tiene una imaginación muy vivida, hermoso, empatía pura; no hay nada que no entienda, y eso le aterra.

–Entonces, ¿incendiaste su mente como lo hace él con tu cuerpo?

Habido lo miró sorprendido.

–Es muy obvia su relación –río Sutcliffe–, sus miradas, tu preocupación por él, la ayuda que le diste para vestirse y desvestirse envío la resonancia; todo eso hace que me pregunté, ¿a qué juegas con él? ¿Detendrás el incendio, o dejarás que se consuma?

–Will es muy preciado para mí; apagaremos el fuego cuando sea necesario.

Sutcliffe se mostró dudoso; le comento que Will le había pedido hacer otra resonancia esa noche. Hannibal deseaba mantener en secreto la encefalitis, y sabiendo que no podía confiar en su colega, decidió encargarse de él.

Además, matarlo ayudaría en su plan.

 

***

 

Sobra decir lo trastornado que estaba Will después de ver el cuerpo del doctor Sutcliffe. Pero, aunque Hannibal esperó, Will no corrió a sus brazos, como siempre lo obligaba su inestabilidad.

Esta noche Will buscó consuelo no en el cariño del doctor, sino en la fuerza del capitán Jack Crawford.

 

Notas finales:

Gracias, estoy por comenzar la temporada 2. Adivinen quién sigue.


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