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Stay por -drxrry

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a las personitas que comentaron y les gustó el comienzo ♥

 

Disfrutad :)

Entre el cielo y tu mirada

—»«—

 

 

Harry estaría mintiendo descaradamente si dijera que no se sorprendió en absoluto. De todas las personas que ha llegado a conocer, nunca se hubiese esperado encontrar a Draco Malfoy en un lugar como ese, tan lleno de paz.

 

Tanto Draco como Harry cambiaron sus tranquilas expresiones a unas de asombro –no tan notable en Malfoy–, nada más cruzar miradas el uno con el otro. Harry parpadeó, desconcertado.

 

—¿Draco? —preguntó con extrañeza, aún sin creerse que lo viera ahí, a unos pocos metros enfrente de él. No creyó que fuera una alucinación, para nada.

 

—¿Harry…? —murmuró Draco, asimilando la inesperada presencia de Potter.

 

—¡SCORP!

 

—¡ALBUS!

 

Los gritos súper emocionados de sus hijos los sacaron abruptamente de su estupor. Los ojos de Albus brillaron como su amplia sonrisa al ver a su mejor amigo, quien tampoco pudo contener la emoción y alegría de volver a verlo. Albus y Scorpius corrieron para alcanzarse y sin dudarlo siquiera, se dieron un fuerte abrazo, por todo ese tiempo separados. James se acercó a ellos y saludó amigablemente a Scorpius.

 

Harry, en cambio, prefirió estar inmerso una vez más en su asombro, pero sus pies cobraron vida involuntaria y comenzaron a acercarse a Draco. Harry aferró un poco más el agarre a su escoba, intentando encontrar las palabras adecuadas para saludarlo…

 

—Cuánto tiempo. ¿Qué… qué haces aquí? —comenzó el azabache, esbozando una pequeña sonrisa. Aún seguía un poco desconcertado—. Quiero decir, me ha sorprendido. Tú, Draco Malfoy, ¿en un lugar como este? Pensé que te habías mudado a otra parte…

 

Cual Slytherin que fue, Draco curvó sus labios hacia un lado, apoyando una parte del peso de su cuerpo en la escoba –de la cual Harry no se dio cuenta que portaba, hasta ahora– y dijo con demasiada calma en su voz:

 

—Es aquí donde me ha acogido la paz, Harry. —se encogió de hombros, no dándole mucha importancia.

 

Harry asintió con suma lentitud. No sabía por qué, pero se había quedado ensimismado en la apariencia que mostraba Malfoy en esos momentos, una que le sorprendió aún más.

 

Estaba verdaderamente cambiado. Draco ya no tenía su rubio cabello platinado elegantemente peinado, sino que ahora estaba ligeramente alborotado, dándole un aire casual y, hasta cierto punto, atractivo. Ya no le vio esas leves sombras oscuras debajo de sus ojos, como tampoco las notables ojeras que tuvo durante un tiempo, sobre todo en aquel desolado día como lo fue el funeral de Astoria.

 

Y, a juzgar por su relajado tono de voz, Draco pareció haber cambiado demasiado, no sólo físicamente. Se le veía más joven de lo que imaginó. Harry tragó saliva, la vestimenta de Malfoy tampoco lo ayudó mucho a salir de su estupefacción. Por Merlín, ¡era ropa muggle! ¡Ni en sueños se hubiese imaginado al tan elegante Draco Malfoy vestir ropa muggle!

 

—¡Papá! ¿Podemos entrar? —exclamó Albus a lo lejos, señalando hacia la cabaña, puesto que Scorpius estaba jalando de su brazo para adentrarlo a su hogar.

 

Por segunda vez consecutiva, el grito de su hijo lo sacó de sus pensamientos en un cerrar y abrir de ojos, sobresaltándolo un poco. Harry miró a Albus y luego dirigió su mirada a los grises ojos que se habían volteado por aquel pedido.

 

—Claro. —no sabía lo que decir, después de todo no podría negarle a Albus estar un rato con su mejor amigo.

 

Cuando su hijo escuchó su afirmación, esta vez fue él quien tiró de Scorpius para entrar a la cabaña, seguido de James. Draco dejó caer un lento suspiro, volviendo a mirar a Potter.

 

—Será mejor que también entremos, ven. —le invitó, comenzando a caminar junto a un Harry sonriente y sorprendido hacia la entrada.

 

Sin embargo, cuando Harry posó un solo pie dentro, su mirada se elevó con más asombro aún, contemplando fascinado lo enorme que era el interior de la cabaña, a pesar de ser un poco pequeña en el exterior.

 

Entreabrió sus labios, mirando detenidamente lo hermoso que era el lugar. Draco lo tenía todo muy ordenado y limpio. A su derecha estaba el salón, con su sofá, y su chimenea de piedra adosada a la pared. A su izquierda se encontraba lo que parecía ser la cocina, bien recogida y pulcra. Y enfrente, había unas estrechas escaleras de madera que llevaban a un segundo piso. Al lado de las escaleras había también un estrecho pasillo que llevaba a uno de los baños de la cabaña, supuso.

 

Era enorme, tenía que admitirlo. Todo eso le recordó a los años de Hogwarts, la primera vez que entró en las carpas del partito Mundial de Quidditch.

 

—Magia. —dijo Draco después de un eterno silencio, en donde pudo apreciar cómo Harry miraba asombrado su alrededor—. Si un muggle entra aquí se ve completamente diferente, ya sabes, más pequeño.

 

Harry volvió a mirar a Draco.

 

—¿Ya ha entrado antes un muggle? —cuestionó con curiosidad, y lo único que sacó de tal pregunta fue una negación de cabeza por parte del rubio.

 

Draco dejó la escoba apoyada en el respaldo del sofá y Harry siguió con la mirada aquel movimiento, preguntándose dónde habría querido ir Malfoy con su escoba, al igual que Scorpius, claro. Al terminar de pensarlo, Harry escuchó las risas de sus hijos, y volteó su cabeza para presenciar cómo los dos revoltosos correteaban hacia el segundo piso. Albus casi se tropieza con un escalón.

 

«Demasiada emoción lo va a matar», pensó Harry, dejando caer un resignado suspiro.

 

—¿Y bien, Potter, tú que haces por aquí? —la tranquila voz de Draco hizo que lo mirara de nuevo, teniendo ahora toda su atención.

 

Harry volvió a sentir un extraño cosquilleo en su interior. Por alguna razón no sabía si podría acostumbrarse a que Draco dijera su apellido sin asco y aversión. Sabía que los tiempos habían cambiado, y sabía que ahora la relación que mantenía con Malfoy no era para nada de rivalidad, aquella de cuando tan sólo eran unos niños en años atrás. Ya no había razones para odiarse, mucho menos ponerse máscaras. Eran compañeros, amigos, que pasaron por los diversos y peores momentos de sus vidas, cargando con todo.

 

Esa carga se fue, con lo cual, entendió que la tensión que hubo una vez en el ambiente se esfumó hace ya varios años.

 

A todo esto, Harry no tardó tanto en responder a su pregunta:

 

—Tengo mucho tiempo libre los veranos, así que decidí surcar los cielos con mis hijos, sacarles un día de excursión. —dijo, elevando un poco la escoba en su mano, con una pequeña sonrisa—. Aunque Albus quiso parar un poco para almorzar. Me hizo gracia cuando sugirió entrar en tu cabaña.

 

Draco no pudo evitar sonreír por su respuesta. Harry se quedó embobado en esa sincera sonrisa.

 

—Qué coincidencia. Scorpius y yo íbamos a hacer lo mismo. —señaló su escoba, y entonces Harry pudo saber el por qué Malfoy la llevaba al salir de la cabaña—. ¿No habéis comido nada? ¿Cuánto tiempo lleváis fuera? —preguntó con un tono relajado, saliendo del salón junto a Harry.

 

Mientras Harry le respondía y le comentaba sobre lo quejica que había sido Albus con el tema de la comida, Draco ya estaba preparando los utensilios necesarios para hacerles algo de comer. Harry juraría que nunca dejaría de sorprenderse, al ver cómo Malfoy lo iba a preparar todo sin magia de por medio.

 

—¿No utilizas la magia? —le preguntó con extrañeza, enarcando una ceja.

 

—La paz te hace hacer cosas de las que nunca esperaste. —dijo Draco, sacando una tablilla del armario de abajo para empezar a cortar con el cuchillo unas zanahorias—. Ya no me importa utilizar o no la magia. —comentó distraído.

 

—Vale, Draco, me estás asustando. —rió Harry, sentándose en una de las sillas de la isla de la cocina.

 

Ese comentario hizo que Draco sonriera con mucha más sinceridad, pero Harry no pudo llegar a verlo al estar el rubio de espaldas a él. El silencio acaparó sólo unos minutos el ambiente, minutos que Harry aprovechó observando desde la mesa cómo Draco se las apañaba sin magia con la comida. Cortaba todos los alimentos con tal ligereza, que Harry llegó a pensar que parecía un Chef muggle.

 

Ahora que Harry podía observarlo con más detenimiento que antes, se dio cuenta de lo bien que le quedaba la ropa muggle a Malfoy. Llevaba una camiseta azul oscuro de manga corta, que le dejaba marcada su figura y su formidable espalda. Por otro lado, los pantalones que llevaba eran largos, pero ligeros, de un color beis y no tan ajustados a sus piernas. Le daba un toque atractivo que nunca antes hubiera visto; se veía muy distinto.

 

Harry apoyó el codo en la mesa y de la misma forma su mejilla en una mano, hundiéndose en sus pensamientos.

 

Dos años y medio. Dos años sin saber mucho de Draco, sin saber noticias suyas. Malfoy ha estado dos años y medio solo, con su hijo, viviendo una nueva vida en este paraje, rodeado de la madre naturaleza. Habían pasado dos años y medio desde que Harry volvió a sentir una vez más el alivio; alivio por saber que Draco y Scorpius estaban bien, sin que nada malo les hubiese pasado; y por saber que Malfoy pareció superar aquel lejano y desolado día.

 

Harry jamás se lo hubiese esperado, pero pensó por un momento que todo ese cambio se debió por el alejamiento de su esposa y su familia…

 

Las indescifrables voces de sus hijos se hicieron presentes en la cocina pocos segundos después, al parecer, habían venido por el rico olor que provenía de la sartén que Draco había estado removiendo tan tranquilamente.

 

Harry miró cómo Albus, James y Scorpius se sentaban junto a él en la mesa, con los platos ya preparados encima. Harry no se movió, ni siquiera se inmutó. Siguió observando la espalda y la nuca de Malfoy un buen rato, preguntándose tantas cosas, que posiblemente no llegaría a encontrar nunca una respuesta. Ver a Draco tan relajado hacía que él también se sintiera de aquella forma, entrando en una paz que nunca había sentido tan acogedora…

 

Una vez que todo fue preparado, Draco se sentó enfrente de Harry y al lado de James, pero no comió nada. Él ya había probado algo antes, con lo cual su hambre se había ido. Harry apretó los labios con suavidad y siguió comiendo la deliciosa comida, ante la mirada de ciertos ojos grises que Potter no llegó a notar.

 

—Siento no haberte podido escribir este año, Albus, nuestra lechuza se extravió. Ya tenía un ala rota. —se disculpó Scorpius mientras saboreaba la comida. Al contrario que su padre, él sí tenía hambre.

 

El ambiente fue muy ligero a medida que sus hijos conversaban, mientras que Harry y Draco se daban alguna que otra mirada, disfrutando de lo alegres que se veían esos tres jóvenes. Harry no esperó sentirse tan a gusto e idiota estando allí, rodeado de tal tranquilidad junto a su ex rival.

 

 ///

 

—No vayas muy lejos, Scorpius. —le advirtió su padre, cerrando la puerta de la cabaña.

 

Los cinco tenían sus respectivas escobas en mano, cada uno con la idea de sobrevolar las nubes, sentir el aire y disfrutar de un pacífico vuelo. Harry suspiró entre una sonrisa cuando vio a sus hijos ascender hacia el cielo en un abrir y cerrar de ojos. Intuía que harían una grandiosa carrera.

 

Harry esperó a Draco, y ambos, montándose en las escobas, se dieron una mirada cómplice, como recuerdo de los partidos de Quidditch, pero esta vez una muy diferente. Ambos ascendieron por encima de los árboles y Harry sonrió de nuevo, por volver a ver la hermosa vista del lago y la naturaleza bajo sus pies.

 

Draco había perdido de vista a los revoltosos chavales, y Harry estaba tan distraído, que el azabache no dudó en cerrar los ojos y sonreír por sentir la suave brisa acariciar su piel, mientras se mantenían a una velocidad lenta en sus escobas. Harry no se dio cuenta de que estaba volando junto a Draco hasta que golpeó su escoba sin querer. Sus piernas se rozaron por un instante.

 

Harry abrió los ojos y se disculpó torpemente, alejándose un poco de Malfoy. Draco miró al frente y Harry lo imitó, viendo el hermoso paisaje extenderse por todo su campo de visión. Hasta que Draco rompió el silencio:

 

—Pensé que vendrías también con Ginny.

 

Aquellas simples palabras hicieron que algo dentro de Harry se sintiera pesado, muy pesado. Su sonrisa no pareció tan amplia como segundos antes, y Harry sujetó la escoba con un poco más de fuerza, sin mirar todavía al rubio.

 

—No, no vino. Yo tengo la custodia de nuestros hijos. —murmuró, bajando la mirada hacia sus manos.

 

Eso logró llamar la atención de Draco, quien miró el perfil de Harry.

 

—¿Custodia?

 

Esta vez Harry elevó la cabeza y encontró miradas con Malfoy. El azabache curvó sus labios en una pequeña sonrisa, no dándole tanta importancia al asunto.

 

—Nos hemos divorciado hace dos años y medio. —«El tiempo en el que te fuiste lejos» pensó Harry. Draco parpadeó, sintiéndose un tanto mal por haber comenzado una conversación con aquello. Harry prefirió seguir hablando antes de que Draco soltara alguna palabra—. No te preocupes. Son cosas que pasan. —volvió a mirar al frente, mordiendo el interior de su mejilla—. Ya lo he superado.

 

Harry dejó de apretar su escoba y le dedicó una sonrisa a Draco, quien se la devolvió más tranquilo. A lo lejos pudieron lograr escuchar los gritos emocionados de sus hijos, los cuales se acercaban a ellos por la carrera que se estaba realizando entre los tres. Harry y Draco tuvieron que apartarse con rapidez para no chocarse con ellos, cosa que les provocó que soltaran alguna que otra risa.

 

Y así estuvieron, surcando los cielos hasta que todos notaron que ya comenzaba a ser tarde cuando estaba anocheciendo. El sol se escondía tras unas montañas, lejos del paraje en donde se encontraban. Draco llamó a su hijo y con él vinieron los otros, descendiendo lentamente hasta posar sus pies en la tierra. Harry llegó después.

 

Cuando Harry les comunicó a sus hijos que ya tendrían que irse por la hora que era, Albus se acercó a él y lo miró como un triste cachorrito. Harry formó una leve mueca por imaginarse lo que le diría, pero…

 

—Por favor, ¿podemos quedarnos, aunque sólo sea una noche? —pidió, juntando las palmas de sus manos para enfatizar.

 

Harry se quedó desconcertado por unos segundos. Entendía que Albus le pidiera algo como eso al no haber visto a Scorpius en mucho tiempo, pero… otra cosa era quedarse. Harry miró titubeante a Draco, luego a Scorpius, y una vez más a Draco. No sabía qué responder. ¿Malfoy aceptaría que él se quedara? ¿O le interrumpiría en la pacífica vida que había llevado? No sabía lo que…

 

—No hay ningún problema con que te quedes, Potter.

 

Y unas simples palabras, hicieron que el corazón de Harry se acelerara.

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado ♥ Nos veremos.


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