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Tocando el cielo por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Actualizaciones: domingos.

Prólogo:

 

“El otro lado de la cancha”. ¿Cómo sería la vista? Ya no podía ver nada excepto aquel gran muro de manos que le impedía pasar el balón al otro extremo de la red. Hinata sabía de sobra que jamás volvería a ver el otro lado de la cancha, su estatura nunca se lo permitiría y sus remates serían bloqueados uno tras otro como sucedía en aquel partido.

El balón golpeó el suelo con fuerza siendo detenido por los defensores del otro equipo, quienes celebraban el punto que debería haber sido para Hinata, pero que había acabado como un arma de doble filo. Ya no era capaz de rematar.

Agachó la cabeza frustrado. Él nunca se había rendido pero en aquella ocasión… supo que jamás podría superar aquellas barreras. Le habían cortado las alas. Ese “cuervo” no volvería a levantar el vuelo.

- ¿Cómo podías pensar que serías capaz de ganar ese punto con tu estatura? – preguntó burlón el otro chico al otro lado de la red.

En aquel momento, Hinata apretó los puños con fuerza. Las manos le dolían tras tantos remates… todos fallidos. Seguramente habría contestado sin miramiento alguno que “podía saltar” pero… ya no podía, no desde que su colocador se había marchado para jugar en la liga profesional.

Todos los jugadores de Karasuno le observaron con resignación. Sabían de sobra que ese chico había perdido su fuerza y su entusiasmo desde que el equipo se había fragmentado con la marcha de Kageyama, pero no podían hacer nada pese a que trataron de animarle por todas las formas posibles.

- Vamos, Hinata, la próxima vez será – dijo Suga que ahora se había vuelto su armador – romperemos su defensa.

- No – dijo Hinata aún cabizbajo – ya basta.

- ¿Qué dices? – preguntó preocupado Suga al ver cómo Hinata perdía lo que más le caracterizaba, su pasión por el voleibol, esa pasión por luchar y salir victorioso.

- Que ya basta. No soy capaz de ver el otro lado de la cancha.

- Lo conseguiremos, puedes saltar.

- Durante un tiempo… toqué el cielo – dijo Hinata con una leve sonrisa – pero sólo un colocador ha conseguido hacerme volar y se ha marchado. No volveré a tocar el cielo jamás.

- Volveremos a volar, Hinata – dijo Asahi – estos cuervos aún pueden volar.

- No yo – dijo Hinata con una leve sonrisa – tienen razón, soy demasiado bajo para rematar y pasar el muro. Me han cortado las alas.

Nishinoya quiso hablar, quiso gritarle que él tenía la misma estatura, que estaba allí peleando para que el balón no tocase el suelo y siguiera el juego pero… al ver cómo Hinata pedía por su cuenta el tiempo muerto para poder hacer el cambio de jugador, todos se paralizaron. Habían perdido a Kageyama, se había ido a un equipo mejor, a uno profesional pero no esperaban perder a Hinata de aquella forma, sin embargo… Hinata no regresó a aquel partido, ni hizo acto de presencia en los siguientes entrenamientos, ni en sus partidos. Hinata tan sólo miraba desde el banquillo como si buscase una posición mejor para su estatura y al final… acabó donde él nunca había deseado estar, recibiendo el balón en lugar de rematar.

 

Capítulo 1: La vida continúa

- Hinata… Hinata, HINATA – gritó finalmente el hombre frente a él consiguiendo sacar a Hinata de aquel ensimismamiento en que se había quedado.

- ¿Qué? – preguntó sorprendido.

- ¿Qué te ocurre hoy? Estás muy distraído.

- Lo siento – se disculpó Hinata dejando a un lado la ventana para mirar el plato de comida frente a él.

- ¿No tienes hambre? – preguntó el hombre frente a él.

Hinata lo observó con detenimiento. Tan sólo tenía veintidós años pero estaba allí, en aquella lujosa mansión repleta de objetos extraños que el padre de su esposo traía constantemente de sus numerosos viajes. Se había casado y con aquel matrimonio… dejó atrás todo lo que una vez consideró importante en su vida. Para él ya nada tenía importancia. Seguía en el equipo de Karasuno, seguía siendo un cuervo pero un cuervo sin alas. Antes le habría importado demasiado, él siempre había querido volar pero Kageyama era el único capaz de darle las alas que ahora estaban rotas.

- Lo siento, Azumi – sonrió Hinata – es que no he dormido bien.

- Si quieres, puedo ayudar a que te despejes – sonrió su esposo pasando la mano bajo la mesa hasta llegar a su entrepierna.

- Yo… - Hinata quería rehusarse, no quería volver a tener sexo con su esposo pero… sabía que era su obligación como marido.- ¿Podemos dejarlo para luego? – preguntó Hinata – tengo entrenamiento en un rato.

- ¿Entrenamiento? – sonrió Azumi - ¿Aún te sirve ir a esos entrenamientos? – preguntó casi burlón – vamos, Hinata, no eres ni de lejos el mejor receptor y hace años que ya no sirves para nada y mucho menos para rematar. Estás más veces en el banquillo que en la cancha.

Hinata agachó la cabeza ante aquellas palabras. Antes se habría enfurecido, le habría dicho de todo, pero ahora… ahora lo único que podía hacer era resignarse ante la realidad. Era cierto que ya no podía rematar, tan sólo podía hacer algunas recepciones y Nishinoya era mucho mejor que él, así que no podía sustituir a una estrella como aquella, ahora el banquillo era lo único que le quedaba.

- ¿Ya has hecho tu siguiente artículo? – preguntó Hinata cabizbajo.

- Sí. ¿Es que te interesa leerlo?

- Todos dicen que eres el mejor periodista, ¿por qué no?

El golpe que Azumi dio sobre la mesa hizo que Hinata se asustase y se sobrecogiera al instante. Su esposo era un buen periodista o eso decían todos, pero no eran sus artículos lo que le interesaba a Hinata, sino saber algo sobre Kageyama y es que su esposo odiaba a Kageyama desde que se enteró del pasado que ambos habían tenido.

- ¿Crees que soy idiota, Hinata? Sólo te interesa saber sobre Kageyama, pero tranquilo, lee el artículo a tu gusto – le dijo lanzándole el periódico de ese día delante de él – lee lo que ese desgraciado está haciendo con su vida y date cuenta de una vez de que os abandonó. No le importó Karasuno ni le importaste tú. Date cuenta de una maldita vez.

Azumi se levantó cabreado, estaba cansado de aquella obsesión de su joven esposo por aquel chico que jamás le había amado, por ese chico con el que tuvo un extraño pasado y el cual le había abandonado en un equipo que, poco a poco, se estaba viniendo abajo. Karasuno se caía a pedazos, ya nadie tenía pasión para llevar ese equipo a la victoria y descendían de forma abrupta en la clasificación.

- ¿Papá? – se escuchó la suave voz de un niño de apenas tres años.

Los ojos de Hinata se abrieron de golpe, comprobando cómo Azumi pasaba al lado del niño removiéndole un poco el pelo pero marchándose de la sala. El niño observó primero con una sonrisa a su padre, recibiendo aquella caricia en su pelo con ternura y luego poniéndose serio al ver cómo se marchaba de la estancia. Miró entonces a Hinata, que, frustrado, retorcía entre sus dedos aquel artículo del periódico que acababa de leer.

- ¿Papá? – repitió el niño acercándose a Hinata.

- Ey, cielo, ven aquí – sonrió Hinata subiéndolo sobre sus rodillas - ¿Qué tal has dormido?

- Muy bien – sonrió el niño - ¿Estás enfadado con papá?

- No. Es sólo… no estamos enfadados, cielo.

Hinata recapacitó durante un segundo y luego suspiró con pesadez. Era hora de pasar página a su antigua vida, aquella que ya nunca recuperaría. Jamás sería rematador una vez más, no volvería a jugar con Kageyama, y ahora estaba casado y había formado una buena familia. Debía mentalizarse y dejar de ser un problema para su esposo.

- Todo irá bien, te lo prometo.

La niñera apareció por el pasillo disculpándose porque se le había escapado al emocionarse con ir a dar los buenos días a sus padres, pero Hinata sonrió y calmó los nervios de la joven pidiéndole que ayudase a arreglar a su hijo y lo llevase a la guardería. La muchacha, con una amable sonrisa, aceptó sin ningún problema.

La mano seguía apretando con firmeza aquel artículo. Sus ojos se habían entrecerrado presa del enfado pero no podía hacer nada. Pasó por el pasillo lanzando el periódico en la primera papelera que vio y se dirigió con rapidez hacia el dormitorio. Estaba enfadado, demasiado con las palabras y los actos de Kageyama y era hora de olvidarse de él para siempre. Tenía que intentarlo, tenía que intentar amar a su esposo.

Desde la mesa, la niñera observó el periódico y lo cogió leyendo su contenido. Allí estaba el “Rey de la cancha” como le conocían todos por su despotismo y su arrogancia. Sabía que años atrás, había sido uno de los miembros más fuertes del equipo de Karasuno junto a Hinata, pero ahora… ambos equipos parecían estar perdidos.

“El Rey de la cancha vuelve a hacer su aparición en el partido de semifinales, venciendo de manera sobrecogedora a la gran campeona nacional del año pasado. Sin embargo, no es por su partido por lo que su imagen ha sido relevante en estos días, sino por su última aparición pública donde se le veía muy acaramelado con su compañero de equipo y rematador Yutaro Kindaichi. A este joven no parece afectarle los rumores sobre su confuso futuro dentro del equipo”.

La puerta de la habitación se abrió de golpe. Azumi, que estaba colocándose una elegante camisa blanca para irse al trabajo, contestó de mal humor que podía retirarse del cuarto, pero Hinata, cansado de esa situación tan tensa en su familia, se acercó a él con decisión.

- Hagámoslo – dijo Hinata.

- ¿Qué?

- ¿Aún tienes tiempo?

- Sí – dijo Azumi.

- ¿Aún te excito?

- Claro que me excitas, Hinata, eres mi esposo y te quiero, tenemos una buena familia pero…

- Pero tienes razón, he estado pensando mucho tiempo en cómo sería el equipo si Kageyama volviera, pero ya está bien, tienes razón, él no volverá y no puedo dejar que su recuerdo y esa gran amistad que una vez nos unió interfiera en mi matrimonio. Me casé contigo y tenemos un hijo maravilloso, no volveré a dejar que te afecte.

- Hinata… sé que fuisteis muy amigos y sé cómo te afecta todo lo que escribo de él pero… no me invento nada, ésa es su realidad y lamento que te afecte tanto cuando debo escribir estas cosas, era tu mejor amigo y debe ser doloroso.

- Lo es, pero tú eres mi esposo. Te daré todo lo que me pidas – le dijo de forma sugerente mientras se desabrochaba su camisa blanca y empezaba a deslizarla por sus pequeños hombros, consiguiendo que Azumi abriera los ojos con lujuria y desesperación.

- Sabes perfectamente lo que quiero de ti, Hinata. Quiero ampliar nuestra familia, quiero que tengamos otro hijo.

Hinata abrió los ojos ante aquello. No era algo que le pillara por sorpresa pero ya había pasado un primer parto horrible, pensar en un segundo le aterraba. Todo su mundo se vino abajo con el primer niño. Necesitó tanto tiempo para recuperarse que tuvo que abandonar el equipo durante unos meses, todo su cuerpo se resintió de aquello, tanto en su velocidad, su flexibilidad como su fuerza. Su hijo, Ikki, había sido el sol en su tenebrosa vida, era lo más valioso que tenía ahora y no se arrepentía de haberle tenido, pero no estaba preparado para un segundo.

- Yo… - dijo algo atemorizado al notar cómo su esposo le impulsaba contra el colchón de la cama.

- ¿Qué te ocurre? ¿No ibas a darme todo lo que te pidiera?

- Pero…

- Dámelo entonces, Hinata, dame a nuestro segundo hijo.

- Tendría que dejar el voleibol – reclamó.

- ¿Y qué? Ya no te necesitan, no eres bueno para jugar – recalcó Azumi haciendo sentir aún peor a Hinata – pero eres un buen esposo, Hinata, el mejor de todos, me das todo lo que quiero, siempre estás para complacerme en la cama y mantienes la casa en perfecto orden, ¿qué mas da ese deporte cuando eres perfecto aquí?

- Sí… - dijo Hinata dolido – supongo que tienes razón. Debería abandonar el deporte.

Azumi sonrió antes de besar a Hinata. Era fácil manipularle desde que Kageyama les había abandonado y hundido esa pasión que él tenía por ser rematador. Cuanta menos autoestima le inculcaba a ese chico, más fácil era para él obtener todo de él. Ya no era ese Hinata combativo que una vez conoció. Siempre estuvo enamorado de ese chico, pero el carácter… ese carácter tan vital que tenía era lo único que no conseguiría jamás domar, pero gracias a Kageyama y en la forma en que le hundió, ahora tenía la mejor de las golfas en su cama. Podía pedirle lo que fuera y allí estaría Hinata tratando de ser perfecto. Debía agradecerle a Kageyama que abandonase ese equipo, porque ahora Hinata tenía tanto miedo a ser abandonado de nuevo por ser imperfecto, que trataba de ser perfecto obedeciendo a todos los caprichos.

Sin pensárselo dos veces, Azumi se bajó la bragueta del pantalón dispuesto a conseguir ampliar aquella familia. Era cierto que Hinata jamás había conseguido amarle, que todo fue un buen negocio familiar, pero al menos, tenía lo que siempre había deseado… a él. Escuchar a ese chiquillo gemir era lo mejor que podía pasarle, era sensible y demasiado inocente, tan sólo tenía veintidós años y una fuerte devoción por hacer lo correcto con su familia. No podía pedir nada mejor, lo tenía completamente atrapado en ese matrimonio del que Hinata jamás querría huir.

 

Lejos de aquella mansión, en el aeropuerto de Tokio, Kageyama hacía su aparición cargando su bolsa al hombro. Las chicas del lugar al verle y reconocerle, se lanzaron corriendo a saludarle, pero lo único que se llevaron fue la fría mirada del “Rey”. Tantos años había estado fuera de su hogar y ahora… volvía como un perro con la cola entre las piernas. Su representante había firmado un contrato con Karasuno para volver a ese equipo que le vio crecer, que le dio alas y lo lanzó a la fama, pero… lo que debería ser una cálida bienvenida, Kageyama sabía que sería su peor pesadilla. Karasuno estaba hundido desde su marcha y sólo volvía por una sencilla razón… le habían echado del equipo porque tenían un armador mejor, porque no era egocéntrico ni orgulloso como él. Ahora no le quedaba más remedio que disculparse con todo el equipo y tratar de vencer a todos los rivales que se pusieran en su camino. Tenía la mejor de las armas, los remates y los ataques rápidos de Hinata Shouyou. Aquel recuerdo de su mejor amigo, le hizo sonreír, pero pronto descubriría… que las cosas no eran tan fáciles y su regreso no era para nada esperado.


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