Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Me conocen como... StarLord (porque Llanero Solitario suena mal) por YamilSarqueloth

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

P·A·R·T·E – 2


T·E·R·C·E·A··L·A··A·R·A·Ñ·A


 


 


¿Y dÓnDe MiErDa Se MeTiÓ QuIlL?


 


El rescate fue fácil y simple, una perforación al casco de la nave, un par de bombas y un salto-espacial muy largo para poner una distancia segura entre nave y nave. Yondu estaba peor de lo que él mismo creía y llevaba ya dos días inconsciente, vendimos las malditas celdas de energía a otro comprador, no al imbécil que le pagó al traidor. Pero nadie parecía querer festejar, cada vez que me veían me reprochaban mi ineptitud y me buscaban pelea. Hasta Kraglin no paraba de maldecirme y sermonearme.


 


Fueron dos días aburridos al nivel que el tedio se respira, y para qué mentir, yo estaba bastante mal. Yondu no dijo nada sobre su herida, cuando despierte y les diga a todos, me van a abrir como a un cerdo y me van a asar. Pero eso no me tenía tan mal, la verdad, lo que me amargaba las horas era que ese disparo debí recibirlo yo. Y ya iban dos días y nada, el cabrón azulado no daba luces de despertar pronto.


 


Dos días... oculto. De pequeño no paraban de abusar de mí, no importaba qué, siempre intentaban maltratarme de alguna forma, por diversión, por aburrimiento, por maldad, daba igual. El primer tiempo en esa jodida nave me lo pasé refugiado en el camarote de Yondu, cuando me volví la mascota de la nave y ya me tenían hasta la coronilla entraba a hurtadillas a la habitación del capitán y me escondía allí. Varias veces él entró y me encontró durmiendo profundamente entre su desorden o su cama, sonreía y obligaba a todos a encontrar mi “escondite” y amenazaba a todos con castigarlos si yo no aparecía, yo reía en silencio ante tan macabra broma, buscarían por todos lados y no descubrirían dónde estaba. Nadie registraría la habitación del líder... y yo siempre me escondía allí. Luego entraba fingiendo estar furioso, cerraba la puerta y se echaba a reír junto a mí. Je, una vez los hizo buscarme por tres días, todos estaban al borde del colapso cuando aparecí, nadie pudo hacerme nada ni decir nada, pues supuestamente fue Yondu quien me había encontrado entre “los circuitos de la nave”. Me dio de comer y castigó a todo el mundo. Aunque yo ya había comido de lo lindo durante esos tres días, hasta había podido leer y jugar en esa mugrienta habitación.


 


Ya le he dado tres vueltas al cassette y las melodías parecen desabridas. Llevan bastantes horas buscándome, y yo llevo todas esas horas sentado en el suelo a un lado de la cama del capitán. Escuchando música e intentando no recordar el disparo ni la sangre de él sobre mi cara. Nunca entré en tanto pánico como ese maldito segundo. Fue un alivio que el condenado pitufo interplanetario se salvara. Escucho el cerrojo de la puerta, para cuando entran estoy en mi escondite de siempre, dentro de un compartimiento que solo Yondu y yo conocemos, antes que yo llegara era donde escondía armas, tesoros y alcohol, desde que yo llegué era mi lugar especial de escape o donde me escondía para asustar o molestar al cascarrabias capitán pirata-espacial. Miraba a través de una delgada rejilla en un costado del compartimiento, el médico a bordo revisaba la herida y suspiraba aliviado, era cosa de horas para que el líder Ravanger despertara, estaba bien ahora, el médico comentó un “a pasado por peores y se ha salvado” y no pude evitar sentirme menos culpable y más preocupado. Yondu despertaría en un par de horas con toda la energía de patearme hasta los confines de la galaxia. Pero por primera vez no intentaría huir de esa paliza. Creo que me la merezco. Sigo escuchando mi música y termino quedándome dormido... después de dos días completos sin dormir.


 


 


— ¡Arriba el culo, chico!


 


Abro los ojos de golpe y allí está, el pirata-espacial más azul y más cabrón de la galaxia me está mirando como si nada hubiera pasado, es más, intenta moverme con un pie para sacarme del compartimiento. Lo miro embobado, aún se lleva su mano al costado herido y vendado, está solo con sus pantalones de cuero y sus botas sin abrochar.


 


— ¿No me escuchaste, chiquillo? Mueve el culo, quiero una puta botella.


 


Yondu me patea “amablemente” y salgo del compartimiento a duras penas y con un ligero dolor en el cuerpo por dormirme en un espacio tan reducido. Lo miro sin decir nada, me siento culpable y no sé qué decir. Por su parte, mi capitán está hurgando entre las pocas cosas que aún quedan allí que no son mías y saca finalmente una botella con un líquido marmolado y algo espeso. Cierra el compartimiento, abre la botella como un jodido ganster, se apoya a medias en la pared y sin quitarme la mirada bebe.


 


Odio cuando el hijo de puta me mira fijo.


 


— ¿Y?


— ¿Y qué? — contesto preocupado.


— ¿Estuviste estos dos días oculto aquí?


 


No sé por qué mierda me pasa, pero el asusto es que no puedo evitar mirar el condenado suelo y sonrojarme. Es increíblemente gay de mi parte haber estado encerrado con él dos días, y si bien no fueron completos, igual estuve aquí casi todo el tiempo. Intento a todas luces censurar cualquier explicación no-heterosexual de mi mente porque lamentablemente si lo pienso, lo digo. No puedo evitarlo. Y no soy gay... creo que le estoy dando demasiadas vueltas a esto.


 


— Por supuesto que no.


— Peter, me desperté hace una hora y nadie sabía dónde mierda estabas. Kraglin fue bastante especifico, chico. Desde que volvimos has desaparecido a intervalos por horas hasta que ya no apareciste ni a comer. Hace veintitrés horas que nadie te ve — el condenado alien me mira fijo aún, sonriendo de medio lado.


 


¿Qué mierda es tan divertido?


 


 


 


Lo SiEnTo


 


— Supongo que ya les dijiste a todos — espeto resignado.


— ¿Decirles qué? — bebe otro trago largo, sin dejar de mirarme.


— Que todo fue culpa mía.


— ¿Qué? No, hasta donde yo sé fue culpa de Erv, el muy perro traidor — aclara sin importancia.


— ¿Eh? — es que, ¿qué?


— Erv, chico. Nos traicionó, nos tendió una trampa, me disparó. Tú robaste otras celdas para no perder el viaje y me sacarte de la estúpida nave Aurapeggniana. Fin.


— Ambos sabemos que no es del todo cierto.


— A mi me gusta más la historia así.


 


Jodido azul hijo de puta, y yo que estuve preocupado todo este tiempo por nada. Exhalo aliviado con una mano en el pecho y me relajo. Lo miro de reojo y sigue tomando su licor como si nada. De pronto, Yondu comienza a reír a carcajadas y yo no puedo evitar sonreírle.


 


— ¿Veintitrés horas? — pregunta con ese tono burlesco que odio.


 


No contesto, normalmente diría algo estúpido y saldría de la situación con algún chiste. Pero no esta vez. Me pongo serio, lo nota y apaga esa sardónica sonrisa.


 


— Perdón, Yondu. Fue mi culpa... y... — Diablos. Cuesta bastante decirlo.


— Ya, cállate. Ya pasó, chico. Mientras no le digas a nadie que recibí ese disparo por ti, no te comerán.


— No lo entiendes, de verdad lo siento.


 


Jamás había sido capaz de mirar a Yondu a los ojos por tanto tiempo, a esos irascibles ojos rojos. A todos les daba la sensación de que mostraban su ira y falta de miedo. A mi siempre me parecieron cansados y melancólicos. Bueno, no siempre, cuando se enojaba y encabronaba, de verdad que eran ojos de guerra.


 


— Lo sé, Quill.


 


 


No hay mucho más que decir, Kraglin entra casi corriendo a la habitación para informar que viene una nave no identificada y que no me encuentran por ninguna parte. No estoy seguro del por qué, pero me hace sentir muy incómodo la situación. Kraglin tiene cara de “¿qué diablos?” y creo que su mente a sacado más conclusiones escabrosas de las que debería de cómo llegué al camarote del capitán.


 


No alcanzo a aclarar nada, odio los malentendidos, ¿por qué nadie es directo y sincero? La nave se retuerce de manera tan violenta que nos manda a todos al suelo, intento levantarme lo antes posible.


 


— ¡Al suelo, chico! — grita Yondu. Tarde.


 


Un sonido estremecedor, como si rayaran un plato con los cubiertos, pero tan intenso que duelen los oídos y la cabeza, bloquea cualquier otro sonido y además no me deja recuperar el equilibrio. Caigo al suelo intentando tapar mis oídos de manera instintiva. Porque hay que ser imbécil para creer que lograré hacerlo menos molesto.


El sonido para, y logro escucharla, a esa perra.


 


— Hola, Udonta — saluda una voz femenina apareciendo por el pasillo. Es alta, humanoide, cuatro ojos negros, sonrisa de bastarda lujuriosa, ropa sexy negra hecha de escamas, piel lisa y gris, coronada con un montón de cuernos, cuatro brazos, esconde sus otros brazos de mantis religiosa bajo el vestido, delgada. Siempre me ha recordado a una araña. Perra.


— Hola, Tercea — dice mi secuestrador azul favorito, se levanta del suelo y se sacude la ropa —. ¿Qué te trae por acá? Deberías aprender a tocar las puertas o algo, no a llegar conquistando a todos.


 


La muy puta le sonríe.


 


La odio tanto.


 


¿Por qué Yondu tiene tan mal gusto con las féminas? De todas las ex, a esta zorra la detesto por sobre todas.


— Quiero contratarte — dice comiéndose al condenado pitufo galáctico con los ojos.


 


¡Arg, maldita zorra!


 


— Bien, escucho.


 


No, no. ¡No! La última vez que hicimos algo por esta malparida terminé humillado, casi muerto y Udonta casi pierde un brazo.


 


 


 


PeLeA dE bAr.


 


— Kraglin, hey. ¡Kraglin! — llamo al idiota de la manera más disimulada que puedo y a duras penas logro su atención.


— ¿Qué diablos quieres, Peter?


— ¿Quién mierda es esa?


— Esa es Tercea. No le hables ni la mires, es una perra de tomo a lomo — nunca vi a la tripulación tan tensa como en aquel momento.


— Ya, ok. ¿Pero quién es? — pregunto casi susurrando.


— Es una ex del cap — me contesta Bornzo con su fea cara demasiado seria.


— Chicos, son los peores informantes del mundo — espeto de mala gana.


 


Un escalofrío nos recorre a todos cuando la fémina nos mira, parece estar divertida con nuestra actitud, se lleva una mano a los labios, está notoriamente coqueteándole a Yondu y eso ya me está molestando. En un momento se acerca a él y le susurra algo, el muy infame ríe y comienza a acercarse a nosotros y ordena.


 


— Vamos a tomar un descanso, eh.


 


Nadie parece estar contento con el “descanso”, la tipa me recuerda a una araña y eso no me agrada. Algo me dice que es una atrae-problemas.


 


Terminamos estacionados en un planetoide lleno de mercados y comercio, la mitad de los Ravangers se desaparecen en los burdeles, incluido Yondu con esa fémina de cuatro ojos, y yo termino en un bar apostando y tomando. La verdad, hace mucho que no me siento tan solo. Si el descanso hubiera durado lo normal, habría sido maravilloso, pero llevamos más de una semana y me siento botado como un perro. Y ni luces de Udonta. Finalmente termino borracho en un antro, intento conquistar a una bella chica y no me va bien, tiene novio y su especie es monógama con mayúscula. El sujeto se acerca, es bastante gigante, yo bromeo sobre su tamaño y lo poco que parece compensar a la dama. A la chica le hace gracia, a él no. Y así termino con él fuera del antro. Peleando.


 


Siento el frío del suelo, voy perdiendo. También siento el calor de mi sangre emanar por mi boca y nariz. La chica grita que me deje tranquilo, que no soy más que un niño. Odio que me consideren un niño, ya tengo diecisiete putos años, en un par de días cumplo dieciocho, ya no soy un maldito mocoso. ¿Por qué nadie lo entiende?


 


— Vamos, niñita — digo a duras penas, levantándome del húmedo y frío suelo.


— ¿Cómo me llamaste, imbécil? — pregunta el orangután espacial que no ha parado de usarme de saco para golpes.


— Ay, perdón su majestad. No eres una niñita, eres una princesa. Das los golpes más afeminados de la galaxia. ¿Por qué no vuelves a casa, pequeña Dorothy?


 


De verdad que habría seguido burlándome, mas solo le bastó darme un buen puñetazo en el estómago para dejarme casi fuera de combate. Me doblo a más no poder de dolor y termino nuevamente en el suelo, entonces noto que me quita los audífonos del cuello, entro en desesperación y me arrastro para recuperarlos. Lo intento con todas mis fuerzas, me golpea un par de veces más y escucho como los pisa. Siento cada pieza romperse bajo su zapato como si estuviera quebrándome las costillas, las lágrimas me saltan de los ojos y doy un grito de ira antes de pararme del suelo, el cuerpo me duele y los músculos se me tensan, me lanzo sobre el gigantesco alien y le golpeo la cara y le muerdo el brazo con la elegancia de un pez en tierra.


 


— ¡Vamos, caballito de feria! — le grito mientras me subo a sus hombros como montándole y sigo golpeándole la cabeza —. ¿Quién es la perra ahora? Vamos, baby. ¡Baila!


 


Me coge del cuello y puedo jurar que vuelo por los aires. Me lanza a un montón de basura, me levanto muy-poco-fabulosamente del suelo y comienzo a saltar de un lado a otro bailando, el tipo (y los montones de espectadores que se han juntado a curiosear) me mira confundido. Yo le sonrío con odio y comienzo a mover las caderas, luego lo apunto a él, después al suelo a mis pies, finjo que está frente a mí y hago toda la pantomima de que me lo estoy follando.


 


Esa gota rebalsa el vaso.


 


Me toma por sorpresa lo rápido que es, en un par de pasos está frente a mí, la chica grita, la multitud enloquece, me agarra del cuello con una mano, elevándome lo suficiente para comenzar a ahogarme. Su otra mano busca entre sus bolsillos hasta que saca una especie de navaja de color azul, cierro los ojos y exhalo profundamente. El hijo de puta me va a abrir como a un cerdo. Todo el mundo calla y un sonido corta raudamente el aire.


 


Un silbido.


 


— Suelta al chico, pedazo de mierda — es Yondu, y por dios que está molesto.


 


Caigo al suelo y comienzo a toser.


 


— El maldito mocoso intentó propasarse con mi mujer.


— ¿Y?


 


Abro los ojos y veo claramente la flecha roja frente a la cara del sujeto. El público contiene el aliento para no perderse detalle.


 


— ¿Cómo que “y”? Merece una reprimenda, además no paró de insultarme.


— El chico me pertenece, yo veré si lo castigo o no. Además con esa cara, tu mujer debería estar agradecida de algo nuevo — el gigantón se tensa, quiere dar un paso, solo la flecha de Yondu le impide querer quebrarnos a golpes a ambos —. Por otro lado, míralo, es un crío. ¿Cómo te sientes menoscabado por los comentarios de un crío? ¿Tan vulnerable es tu hombría?


 


Oh. No.


 


El sujeto se encoleriza y arremete contra Udonta. Mi alien azul favorito se hace a un lado y en un par de silbidos vuelve a tomar el control.


— Ah. Ah. Ah — se burla Yondu moviendo un dedo en señal negativa —. Yo creo que le debes una disculpa al chico, y que tú y tu escuálida esposa se larguen de mi vista.


 


En un dos por tres la multitud se disuelve, el gigantón toma de la mano a su mujer y empiezan a alejarse a regañadientes. Yondu se me acerca para ayudarme a levantarme cuando ve mis audífonos rotos a mi lado. Sus ojos fulguran ira por un momento y en un silbido la flecha le atraviesa el hombro al gigantón haciéndolo chillar de dolor.


 


El camino devuelta a la nave lo hacemos en silencio, cuando llegamos un par de Ravengers están con todas las ganas de preguntar qué a pasado, pero el líder solo les dice que reúnan a todos porque nos vamos.


 


Me arrastro hacia mi camarote compartido pero Yondu me coge de un hombro y me obliga a ir a su habitación. Entramos y cierra la puerta notoriamente cabreado. Descaradamente me siento en su cama. Está usando un prototipo distinto del controlador de la flecha, es un prototipo viejo, para la tripulación es una cresta roja y mecánica, para mí es como una mezcla entre una aleta y un corte mohawk muy cool.


 


— ¿En qué pensabas, chico? — me encojo de hombros sin decir nada, lo único que quiero es bañarme y descansar —. ¡Maldita sea, Quill! ¡Di algo!


— Yo solo...


— ¿Solo qué? Pareciera que te encanta que te caguen a golpes. ¿Acaso ahora debo arrastrarte conmigo a los burdeles para evitar que te maten?


— Yondu, ya tengo dieciocho años. No soy un crío, puedo cuidarme solo.


— No, no puedes. Y no tienes dieciocho años, tienes diecisiete aún — ¿cómo lo recuerda? —. Por poco te matan.


— ¿¡Por qué diablos te interesa tanto que me pase!? — me levanto de la cama enfurecido —. Ni siquiera te he importado esta semana. ¡Ni te he visto!


— ¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones a ti o alguien?


— Por favor, no lo hagas. Nunca lo haz hecho. ¡Me robaste de mi planeta, me esclavizaste y fácilmente me abandonarías como a un perro! Es que... ¡No te entiendo!


— ¿Qué no entiendes?


— El por qué siempre me salvas, es que... — maldición, no otra vez.


 


No alcanzo a decir nada más. Me lleno de angustia, no quiero sentirme solo. Si digo una palabra más, la voz se me va a quebrar. Miro el suelo intentando tragarme las lágrimas traidoras y la tristeza. Siento la mano de Yondu limpiarme la sangre de la cara de manera tosca, me mira serio, no dice nada.


 


Odio que me mire fijo.


 


— Cálmate, chiquillo.


 


No lo aguanto mucho, le aparto la mano de mi cara y sin poder evitarlo lo abrazo. Sé que le incomoda demasiado este gesto, incluso diría que lo odia, pero jamás lo ha rechazado de mi parte. Se queda con los brazos abiertos a los costados y está tenso como siempre.


 


— Quill, suéltame.


 


Podría hacerlo de inmediato, pero me encanta molestarlo. Me pone las manos en los hombros y me aleja de él sin decir nada, se acerca al intento de botiquín y me lo pone en las manos.


 


— Cúrate esas heridas. Y evita ser tan gay, chico — me dice de la nada y sale de la habitación dejándome sonrojado y desconcertado. ¡Qué comentario tan maldito!


 


 


 


DeVuElTa Al PrEsEnTe.


 


La misión no era tan difícil, creo. La perra de Tercea quiere que le robemos a una tribu del planeta Purinhni un ídolo de uno de sus dioses de uno de sus tantos templos. Es una figura hecha de un escaso metal con tonalidades rosáceas y con la particularidad de poder atravesar seres dimensionales de manera más fácil. ¿Mencioné que la bastarda es una asesina a sueldo?


 


No haremos muchos saltos espaciales para no levantar sospechas, que sean una tribu no los hace primitivos y mucho menos débiles. El capitán pidió voluntarios para acompañarle a bajar... como siempre solo Kraglin y yo fuimos voluntarios, el resto que irá con nosotros fueron escogidos involuntariamente de todas maneras por el capi.


 


El viaje se ha hecho eterno y tedioso. ¿He mencionado algo de esa perra que no sea que es perra? ¿No? Bien, Tercea fue contratada hace muchos años para matar a Yondu, estuvo a punto de lograrlo pero él la acorraló en una trampa y la abandonó en un asteroide. Y la muy torcida quedó sobre-excitada con Udonta, principalmente porque era la primera vez que le ganaban y le perdonaban la vida. Cuando finalmente pudo volver a la civilización rompió su contrato, el único contrato que ha roto, aunque de todas formas intentó matar a Yondu unas cuatro veces más hasta que finalmente terminaron encamándose. Después de un par de folladas, el pitufo interplanetario la mandó al diablo y ella lo odio por ello. Volvió a los meses para contratarlo en una misión casi suicida, Yondu se negó, ella se acostó con él, lo convenció y por poco muere toda la tripulación en aquella misión. Desde entonces cada vez que ella aparece es para pedirle algo suicida, ella lo convence y el resto paga la calentura de ambos.


 


Lo que me tiene molesto es que esta vez no suena suicida. Siento que algo no va bien, pero con esa puta nada va bien.


 


— ¿Por qué la cara larga, chico? — me pregunta sobresaltándome y sacándome de mis pensamientos de golpe. Llevo un par de horas piloteando yo, supongo que me viene a reemplazar o a fastidiar. Con él no hay muchas opciones.


— ¿Por qué crees, Yondu?


— ¿Por Tercea y su misión?


— Ajá.


— ¿Qué tiene?


— Es una perra tramposa y no le creo — Yondu ríe casi a carcajadas.


— Tranquilo, Quill. Es la primera vez que no nos pide algo terrible.


— A la mierda. No es verdad. Ella siempre nos pide hacer estupideces peligrosas, y ahora no. ¿No te parece sospechoso? ¡Es una trampa!


— Probablemente.


— No entiendo porque siempre aceptas sus pedidos.


— Vamos, son divertidos.


— Sí, claro. Ajá.


— ¿Tanto la odias?


— Síp. Es una malparida.


— No, chico. Lo que pasa es que aún no superas la misión anterior.


— Yondu, jamás superaré la anterior.


 


Siento sus ojos rojos sobre mí, entre riendo y disfrutando el jodido recuerdo. Yo solo me llevo la mano instintivamente a un costado del cuello, puedo jurar que siento el calor de esa marca ya borrada. Yondu lo nota y sonríe de lado mirándome con su altanera forma de dominio. Me quito la mano del cuello y musito un “Bastardo” antes que ambos nos echemos a reír.


 


Aunque mi risa es solo para disimular el incómodo recuerdo.


 


¿Desde cuándo se volvió tan incómodo?


 


 


 


 


 


·.·.·.·C·O·N·T·I·N·U·A·R·Á·.·.·.·


 


 

Notas finales:

Espero les haya gustado, y gracias de corazón a las pocas personas que lo han leído. Comenten qué les parece, más que mal, no hay mucho material de este ship para disfrutar y comentar.


 


Gracias por leer!


 


Nos vemos pronto!


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).