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El último pétalo [omegaverse] saint seiya por chibi fujoshi 374

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Notas del capitulo:

Tarde pero al menos volví XD aunque nadie me extrañó >:v

 
El menor tenía una belleza imnotizante, la ropa de seda que le cubría era bastante transparente, dejando ver varias partes de su delgado y joven cuerpo de ya 15 años, además las joyas que tenía, brazaletes; collares, entre otras cosas, su cabello lila largo y sedoso era bastante llamativo, como si estuviera imnotizado camino hacia el Castillo, siguiendo los pasillos que conocía como la Palma de su mano.
 
Llegó a una sala bastante grande donde Saga lo estaba esperando, como siempre acompañado de su gemelo que ahora se escondía entre ropas olgadas, negras y tras una máscara de oro, su existencia había sido totalmente un misterio para todo el mundo excepto para el último lemuriano en pie, el hermoso y joven Mu, a quien ambos habían criado y moldeado como les vino en gana.
 
-Mu... veo que al fin te dignaste en venir - dijo sonriendo de lado, hizo una seña para que el menor se acercara a el, y se sentará en sus piernas, el pequeño obedeció sin dudar - hiciste lo que te pedí? - pregunto mientras acariciaba su cabello, Mu asintió con la cabeza.
 
-es un joven tonto... y de buen corazón, no planea traicionarte, busca una alianza - dijo sonriendo levemente, sus ojos se mostraban algo vacíos carentes de vida, sin expresión alguna en el rostro, aunque un leve brillo rojizo se percibía en ellos si se le observaba con demasiada atención.
 
-bien hecho - dicho esto hizo una seña para que los pocos guardias que lo acompañaban abrieran la puerta, dando paso a un grupo de personas vestidos de forma elegante, entre ellos Izo y Manigoldo, pero había muchos rostros nuevos, cada uno una pieza importante para Saga - buenos días a todos, gracias por venir, como les informé, hay un nuevo aliado, al cual analizaremos cuidadosamente - dijo sonriendo de lado, todos asistieron en silencio.
 
Se formaron en línea para estar a los costados del trono de Saga, mientras esperaban al nuevo aliado que tendrían, Izo nunca había estado más aliviado con su decisión de unirse a ese maniático, pues su Ejército no hacia más que crecer, además..., ese hombre tenía fuerzas fuera de ese mundo, su mano se aferró al mango de su espada la cual tenía piedras incrustadas, que parecían un simple adorno, pero la más importante era la central, casi de color transparente, la fuente de un poder nunca antes visto, cada quien tenía su propio tesoro, otorgados por Saga, y eso los habia vuelto mucho mas fuertes de lo que jamás en su vida hubieran imaginado.
 
Izo poseia una espada cuya destrucción era masiva; el suelo se agrietaba sin siquiera tocarlo, cualquier objeto era cortado como mantequilla, era un poder formidable y aún así no era el de los mejores, con el tiempo en ese lugar había aprendido algunas cosas, sobre todo... cuidarse de Manigoldo, que al igual que el poseía un poder impresionante y diferente.
Manigoldo podía transportarse a diferentes lugares con sólo tronar los dedos, su prescencia se volvía humo cuando lo deseaba por lo que era realmente difícil herirle, y tenía una fuerza espeluznante, aunque en ese momento, cada uno de sus aliados poseía una fuerza sobrehumana, de hecho, sólo bastaba con ellos, que en total eran solamente 7 personas, para eliminar a un Ejército de 2mil soldados, no era un cálculo... ya lo habían hecho para que Saga demostrará su poderío.
 
Verdaderamente abrumador, Izo no habría tenido oportunidad si se revelaba, por ahora no tenía idea de como encontrar los puntos débiles de Saga, no tenía ninguno, y lo único que le quedaba era proteger a su familia, Cardinale y su hijo al cual habían nombrado Shura, en honor a su hermano del cual nunca supo nada más, su primogénito había nacido con los cabellos negros azabache como los de Izo y los ojos verdes como Cardinale, ellos era todo lo que tenía, era lo que quería proteger.
 
-Bienvenido... Aioros ¿cierto? - pregunto la voz de Saga sacando de sus pensamientos a Izo, el joven Castaño estaba parado en medio del salón, tenía la piel bronceada y acompañado de un muchacho similar a el y también sus propios guardaespaldas, se inclinó a modo de respeto a Saga.
 
-si, señor, ese es mi nombre.
 
-tu gente a ocasionado problemas en la región del norte... - dijo cruzandose de brazos, Aioros miró directamente los ojos de aquel hombre y asintió.
 
-mis subordinados, malinterpretado la voluntad de su gobernante, y lamentó eso, le aseguró que no se volverá a repetir - dijo mientras hacia que trajeran a un hombre encadenado y lo ponían de rodillas frente a Saga - el fue el responsable de mandar ese ataque hacia vuestra caravana... pensó que buscaban atacarnos, le ruego que nos perdone...
 
-... ese idiota... lastimo a mi hermano - fueron las palabras del joven de cabellera azul y corta que estaba bastante cerca de Saga, el muchacho estiró su mano hacia el sujeto encadenado, haciendo que este ardiera en llamas, soltando fuertes alaridos de dolor, Aioros retrocedió al sentir el fuego que se hizo demasiado fuerte, en pocos segundos aquel hombre había quedado carbonizado frente a los ojos de Aioros y su hermano Aioria.
 
-Ikki... eso no era necesario - dijo Saga suspirando pesadamente - supongo que eso nos deja a mano... querías un trato conmigo ¿no es así? - pregunto mientras los guardias se llevaban el cuerpo carbonizado de ahi.
 
-a...así es... señor - afirmó algo atónito, los rumores de los poderes extraños de Saga y sus hombres era cierto después de todo, debía medir cada palabra que diría, o de lo contrario, terminaría muerto.
 
 
[.......]
 
 
En medio de la ruidosa ciudad el rubio caminaba tomando la mano de su pequeño hijo de tan sólo 4 años, el menor de cabello negro y ojos verdes era un niño bastante serio, realmente idéntico a su padre, aunque la orden había sido que se quedará en el Castillo, Cardinale no pudo resistir la idea de poder encontrar a sus hermanos, así que pasando de un lugar a otro intentaba buscar información de cualquiera de los dos, pero nadie había visto nada.
 
-mami... tengo hambre - decía el pequeño Shura que sentía su estómago gruñir, sus ojos verdes cual esmeralda miraban con seriedad al rubio, como si su hambre fuera un asunto, exageradamente importante.
 
-que no me digas así - dijo casi en un gruñido de disgusto, adoraba a Shura, no podía negarlo, pero en verdad odiaba que le dijera "mami", le causaba escalosfrios.
 
-esta bien, papi... - dijo frunciendo el ceño, y estirando sus manos para que el mayor lo cargará, Cardinale casi no dudo en tomarlo en brazos y comenzar a caminar hacia algún lugar donde conseguir comida para aliviar el hambre de su hijo.
 
-lo siento - un joven de cabellos rubios lo empujó mientras corria, Cardinale se detuvo, sentía un aroma extraño, giro a ver a aquel rubio que se alejaba y perdía entre la gente, negó con la cabeza, quizás sólo era su imaginación.
 
-Hyoga! - antes de seguir con su camino, alguien Halo al rubio adentro de una casa bastante vieja.
 
-Seiya... ¿dónde esta Shijima? - pregunto mientras miraba al interior de aquel sucio lugar.
 
-esta durmiendo, o eso me dijo, hace unos minutos se escapó ¿qué averiguaste?.
 
-el rey Aioros piensa unirse a ellos, cada vez son más, aunque va juntandolos poco a poco... si sigue a este ritmo, tendrá a todos los reinos de su lado - se sentó en una banca que estaba cerca mirando con preocupación el techo.
 
-pero... faltan dos... quizás ellos puedan....
 
-no, los Acuario no serían suficientes para enfrentarlo - dijo cruzandose de brazos.
 
-aún así son lo único que nos queda... nos iremos en un par de días, cada vez están más cerca de atraparnos - el castaño le alcanzó una botella de licor y le sonrió - además el viejo Shijima aún quiere encontrar a su dicipulo, piensa que lo encontraremos en las tierras heladas de Acuario.
 
-si es que el tal shaka sigue vivo...
 
 
[.......]
 
 
Cardinale tras darle de comer a Shura seguía caminando y preguntando en diferentes lugares sobre sus hermanos, pero nadie sabía nada sobre ellos, ya estaba rindiendose y al ver a algunos guardias con el escudo de las espadas caminando de un lado a otro dedujo que ya habían descubierto que escapó, así que tenía poco tiempo para volver.
 
-papi, ya podemor ir a ver a Papá? Quiero ir a jugar con el - reclamaba el pequeño príncipe mientras jugaba entre sus dedos con una daga que simulaba ser su espada.
 
-apenas es medio día, quizás ya hayan terminado, será mejor volver, pero no lo vayas a hacer enojar ¿ok? Papá debe estar cansado- recomendó con una voz tranquila y una sonrisa calida mientras revolvía los cabellos negros del menor, aunque luego su sonrisa de borró poco a poco.
 
-¿papi? - pregunto al ver aquel repentino cambio - mami... Sucede algo? - pregunto mirando al rubio con preocupación.
 
-que... n..no... nada, es que... - mientras caminaban entre la multitud de gente sentia un aroma extraño, un aroma que lo había desequilibrado por completo, y lo peor es que cada vez se hacía más fuerte - yo... tengo... tengo que salir...
 
-¿que pasa? ¿hay algo malo? - pregunto el menor al sentir que Cardinale tomaba su mano y casi lo arrastraba hacia uno de los estrechos callejones de esa ciudad, Cardinale tenía una mano cubriendo su rostro el cual se hallaba completamente rojo, su aroma a rosas se intensificaba de forma extraña que asustaba a su hijo.
 
-aún... aún no debería... fue hace poco - dijo mientras intentaba recordar cuando había sido la última vez de su celo, apenas hace dos semanas, recordaba, casi haber matado a su esposo mientras buscaba sus supresores, al final terminó encerrandose en la habitación por tres días dejando a Izo cuidar a Shura, Shura se había llevado un sofá hasta la puerta de la habitacion para dormir cerca del rubio, aún podía recordar lo aliviado que se mostraba Izo cuando por fin salió.
 
Mientras corria intentando alejarse de aquel aroma sintio que alguien lo tomó del brazo deteniendolo abruptamente.
 
-oye, suelta a mi madre! - dijo en voz alta el pequeño príncipe al ver a aquel sujeto extraño que parecía un mendigo, por ende sólo pensó que quería robarles. Cardinale giro para ver a su captor, pero su rostro no podía verse, de no ser por el fuerte viento que apartó la capucha de este dejando ver primero su cabello rojizo, y luego el par de ojos azules que miraban de forma penetrante al rubio.
 
-¿q...quien eres tu? - Cardinale pregunto en un susurro, su cuerpo se sentia extraño, necesitaba los supresores que había dejado en su habitación, el aroma a flor de loto era lo que lo estaba dejando en ese estado y al parecer provenía de ese hombre, no recibió respuesta, sólo sentia aquellos ojos de profundo azul analizarlo por completo, aunque luego hizo un gesto de dolor, Shura había pateado al extraño para que soltara a su madre.
 
-ahí está!! - las voces de los guardias parecieron alterar al pelirrojo.
 
-señor Cardinale!! - por el otro lado venían los soldados de Izo quienes estaban realmente aliviados de haber encontrado al esposo e hijo de su señor.
 
Fue un segundo, un breve segundo en el cual el pelirrojo cargo a Cardinale sobre su hombro y comenzó a trepar entre las casas para escapar, no había pensando en nada más ese momento.
 
-Shura! - el rubio sólo pudo ver la figura de su hijo hacerse más y más pequeña a medida que el desconocido lo llevaba de forma rápida y brusca a lo más alto de las casas, en medio de su esxape algunas flechas casi los alcanzaron.
 
-alto! prodrian herir al señor Cardinale! -
 
-es un espia tenemos que atraparlo! - los dos grupos de soldados comenzaron a discutir e interferir entre sus ataques, escenario propicio para que el pelirrojo y Cardinale pudieran escapar rápidamente.
 
-bas...ah... sueltame... - la voz del rubio era entrecortada y temblorosa, sus manos se aferraron a la ropa vieja del pelirrojo se sentia bien, aquel aroma lo hacía sentirse muy bien, ya no sabía donde estaba, el escenario cambio bruscamente cuando entraron a una casa algo vieja.
 
-Shijima... que...
 
-¿por que lo trajiste?
 
-Hyoga ¿lo conoces?
 
-es el esposo de Izo... que haces con el?... No, claro que no nos vamos de aquí, tienes que dejarlo ¿cómo que no?.... Shijima... no nos lo podemos llevar - Cardinale aún no veía a nadie, pero podía oír tres voces diferentes discutiendo con alguien, pero no escuchaba con quien, de todos modos se sentia realmente incómodo, y el calor en su cuerpo era sofocante, respiraba profundamente, por suerte aquellos sujetos no eran alfas, sólo eran simples betas, a excepción del pelirrojo.
 
-maldición... - hubo un silencio incómodo, en el cual nadie dijo nada.
 
-...m... Ya... ya... déjeme... p...por favor - fue lo único que dijo el rubio de forma casi suplicante, la calma de aquel momento era bastante extraña, demasiada calma... eso le asustaba.
 
-esta bien, bueno su Majestad, tendrá que venir con nosotros - dijo la voz de uno de ellos, un castaño de ojos cafés se puso frente a el mientras lo amordazaba con un trozo de tela - tomen todo, nos iremos ahora.
 
-no puedo creer que estemos haciendo esto, Shijima en verdad enloqueciste - gruño otro tomando casi todo en un saco, fue bastante rápido, guardaron y tomaron todo y encerraron al rubio en un gran cofre de madera, Cardinale ya no pudo ver nada más.
 
 
[.........]
 
 
 
-espinas carmesí - fue un leve susurro que se escucho en medio de la oscuridad del bosque, los invasores sintieron un leve piquete en el brazo y cuello, del cual brotó una gota de sangre.
 
-¿que... que es esto? - apenas consiguió decir eso y cayó al suelo, el carruaje de detuvo, estrellándose contra uno de los árboles, dentro de este se oyeron varios gritos, la puerta de la parte trasera se abrió dejando ver el cabello largo y azulado de su salvador, una ropa escasa, el muchacho caminaba descalzo y les dedico una sonrisa calida.
 
-salgan de aquí... - ordenó mientras se alejaba, al parecer estaba vendando sus muñecas, de forma cuidadosa y rápida, aunque sus heridas curaban con gran velocidad no quería arriesgarse a dañar a nadie, al principio las jóvenes y los jóvenes ahí dentro dudadon, pero luego comenzaron a correr en diferentes direcciones.
 
-¿ya hiciste tu buena acción del día? tengo hambre ¿sabes? - se quejo la voz aburrida y casi enojada del peliplata.
 
-pues cocinate algo tu sólo - dijo lanzandole una roca - vamos... a estas horas esas cosas extrañas aparecen - dijo refiriéndose a los árboles parlantes que caminaban, de alguna forma les tenía temor.
 
-Mi querido Alba... eres tan dulce - Minos bajo para acarciar los cabellos sedosos de su esposo, quien sólo intentó apartarlo, pero el sonrojo de su rostro bastaba para satisfacer el ego de Minos.
 
Ambos caminaron de regreso, a su pequeña aldea en medio del bosque, Albafica era quien más incómodo se mostraba, no le gustaba estar ahí, si bien antes le temían, ahora fingian respeto, por ser el esposo del jefe, pero era claro que su presencia no les agradaba, además nadie se acercaba a el por miedo al veneno que había desarollado en su sangre tras la Unión con Minos, lo había descubierto de una forma no muy linda, mientras cazaba con el arco y flechas tropezó por no perder de vista el objetivo, se lastimó una pierna y cuando fueron a ayudarlo, todos quienes tocaron su sangre murieron rápidamente, así que ahora le tenían miedo.
 
Eso para empezar; lo segundo era que al ser un Omega, muchos esperaron ya que tuviera un hijo de Minos, y tampoco es que nunca había estado con el, pero la única explicación que le dieron era que su cuerpo era venenoso y que la vida floreciera en el era prácticamente imposible, nunca tendría un bebé, aunque Minos fuera inmune a su sangre eso no servía de nada. Y para todos ahí que un Omega no le diera un heredero a Minos era un completo desperdicio.
 
-hermano! - Aiacos se acercó de manera sonriente al verlos llegar - al fin llegas - Minos suspiro pesadamente, su hermano se había vuelto molesto en los últimos meses, sabía que algo había planeado, siempre sucedía cada vez que lo recibía de esa forma.
 
-¿que es lo que quieres ahora? - pregunto mientras entraba a su cabaña, al entrar ahi vio algo que no esperaba, un grupo entero de chicas y chicos bastante jóvenes y casi desnudos - Aiacos... - dijo mirando con enojo a su hermano.
 
-¿que?... No te gusta? Traje de todos los tipos, mira incluso me tomé el tiempo de buscar muchachos con ese horrible color de cabello - dijo señalando a los de cabello celeste, bastante parecidos a Albafica - después de todo, ya han pasado casi 5 años... sabemos que el vientre de ese extranjero esta más seco que un desierto - señaló al mencionado quien bajo la mirada algo enojado y herido, salio de ahí rápidamente sin decir ni una sola palabra.
 
-Aiacos! - dijo cruzandose de brazos - no me voy a acostar con ninguno de ellos, sacalos de aquí, no puedo creer que sigas con esto - salió en busca de Albafica, sabía que este se sentia bastante mal, y el no quería verlo así.
 
-Albafica... espera... por favor - llamó mientras lo veía perderse en el bosque, el menor había tenido esa costumbre de huir al bosque cuando se sentia sofocado y triste.
 
Albafica corrió entre los árboles buscando un lugar tranquilo, se sentia molesto, realmente molesto, estaba harto de que Aiacos y los viejos de la aldea le recordaban a cada umomento que no tendría un hijo, y que lo querían lejos de ahí, pateo un par de rocas en su camino y se sentó en el borde de un río, tendría unos segundos en soledad antes de que Minos lo encontrará.
 
El no había pedido quedarse ahí, el sólo quería volver con su familia, su familia, ya casi los había olvidado, no sabia nada de ninguno de ellos, su pequeño hermano seguro tendria 14 años, se preguntaba si estaba bien, y si algún día volvería a verlos, su padre aún seguiría vivo? Que había pasado con su reino, un extraño vacío lo invadió, se sentia agotado, deprimido, quería volver... tenía que volver con ellos.
 
-estúpido Minos - murmuró mientras lanzaba rocas al río, tampoco era tan malo, Minos era bueno con el, lo cuidaba y parecía quererlo mucho, aunque esto se sentia algo forzado, observó su vientre plano, se sentia algo triste de saber que nunca tendría un bebé, pero en parte también era un alivio, aunque quizás Minos lo abandonaría por eso, y una parte suya no quería que eso sucediera, quería quedarse con Minos un poco más, realmente se perdió pensando en ello y el perderse tanto tiempo en sus pensamientos lentamente lo dejó dormido en la orilla de aquel río cristalino.
 
En su sueño podía escuchar a su hermano pedir ayuda, ya no podía ver su rostro, había pasado ya 5 años y casi lo había olvidado, no recordaba exactamente como era su hermano, sólo recordaba aquel lunar cerca de su ojo, podía oírlo gritando por ayuda, y cuando corría tras el se desvaneció en el aire, abrió los ojos en ese momento, estaba realmente oscuro sentia que dormía sobre algo suave cuando bajo la mirada notó algo raro, bajo el de extendia una gran cantidad de rosas blancas.
 
-... que demonios es esto?.. - miró con extrañeza las rosas y se levantó algo extrañado, el sonido ronco y aterrador de una voz de escucho tras el.
 
-Teeeerrant - Albafica retrocedió sintiendo su corazón detenerse del miedo, más aún cuando vio aquellas enormes ramas que hacían de manos acercarse a el, no sabia como escapar y se preparó para sentir el golpe, pero nunca llegó, cuando miro lo que esa mano tenía dentro de quedo algo confundido, eran muchas frutas de todo tipo, lo que parecía un rostro en aquel árbol de casi tres metros se veía algo molesto y empujó un poco a Albafica quien tomó una de las frutas lo cual pareció contentar al árbol.
 
-bien, bien ya la tengo - dijo mostrando la enorme sandía que había tomado, escucho un gruñido y pareció entender que debía comerlo, así que lo partió y comenzó a comer, tenía algo de miedo aún, pero ahora tenía más curiosidad, esa cosa parecía que no quería matarlo. - esta... esta delicioso, gracias... - hablo apresuradamente esperando recibir alguna respuesta - eh... soy, yo soy Albafica... y tu?... tan siquiera me entiendes? - pregunto dando algunas mordidas a las sandía.
 
-Albaa - repitió con aquella voz ronca, aunque le había tenido miedo por mucho tiempo, parecía ser un ser bastante inofensivo, Albafica sabia que no podría comunicarse mucho, así que comió en silencio, hasta hartarse de las diversas frutas que le había llevado, en verdad tenía muchísima hambre.
 
-gracias; otra vez... árbol, pero tengo que volver a la aldea... - dijo señalando hacia el camino que mas o menos recordaba - así que... yo ya me voy - Albafica se puso de pie para irse, esta vez sin temor de que aquel árbol parlante lo lastimara, aunque si escucho como este lo seguía hasta que vio las luces de las hogueras de la aldea y el arbol se detuvo ahí perdiéndose entre los muchos árboles que había a su alrededor.
 
-Albafica! - fue la voz de Minos quien lo recibió rápidamente - ¿dónde estabas? Te estuve buscando por todas partes.
 
-yo.... me perdi - mintió bajando la cabeza para no ver a Minos a la cara.
 
-bueno, no importa, ya es tarde, vamos a dormir.
 
-Minos.... espera.... - Albafica se quedo parado en su lugar sin moverse y levanto la mirada para clavar sus ojos en el peliplata - .... yo... yo creo que... quizás deberías hacerle caso a tu hermano - dijo en un leve susurro, el mayor de ojos amatistas se mostró confundido.
 
-de que hablas?...
 
-deberías intentar tener un hijo... sin mi- Albafica desvió la mirada esperando que el mayor saliera corriendo para ir a lanzarse sobre alguno de los muchos omegas que aceptarían sin dudar; pero en lugar de eso, sintió un golpe en la cara que lo hizo retroceder varios pasos.
 
-escuchame, entiendo que seas realmente terco y gruñón, pero no me pidas algo tan absurdo... me quedaré contigo, por que yo te elegí, por que te lo prometi... por que te amo... así que no vuelvas a decir tonterías -Dicho esto, Minos se dirigió a su cabaña, dejando a Albafica completamente confundido y con una mano sobre su mejilla golpeada, no estaba seguro si eso era bueno o malo.
 
Suspiró con pesadez y sonrió levemente - pedazo de animal! Si vuelves a golpearme te rompo todo lo que se llama cara! - gritó mientras seguía a Minos a su cabaña, se había acostumbrado convivir con el, y si lo pensaba de ese modo, ese lugar no era tan malo.
 
 
[..........]
 
 
Cardinale, se quedo dormido en el baúl en que lo habían metido, por suerte su celo había cesado ya que no sentía el aroma del pelirrojo cerca, cuando lo abrieron Shijima se encargó de mantenerse algo alejado.
 
-¿Shijima estas seguro de esto? - pregunto Seiya mientras dejaba al rubio sobre la cama de la posada en la que habían decidido descansar, tenían que dirigirse muy al norte para poder llegar a encontrar a los Acuario, de donde Hyoga venia, por ahora creían que era el unico lugar seguro.
 
-《lo senti》 - dijo mediante señas con las que había aprendido a comunicarse con ellos.
 
-Sentir que? - pregunto Hyoga
 
-《es el destino》
 
-Estas loco, por eso nos llevamos al esposo de Izo?... nos van a matar, y tu piensas en el destino?... ni siquiera lo conoces - la almohada que esaba cerca fue lanzada hacia Shijima, y este fruncio el ceño, la verdad es que ni el mismo lo había pensado cuando lo tomo y escapó con el, y en ese momento recordó que el rubio estaba con su hijo, se sentia algo culpable seguro aquel niño lo odiarla y Cardinale también, sabía que irían a buscarlos y probablemente los matarían.
 
-dormiremos hoy y mañana saldremos al amanecer, iremos a la habitación de a lado - Hyoga se dirigió a la puerta, esperando a sus amigos.
 
-espera... ¿lo vamos a dejar sólo? - Seiya se veía algo preocupado con esa idea.
 
-el lo rapta, el lo cuida - fueron las simples palabras de Shiryu, que empujaba a Seiya a la puerta, dejando a ambos mayores a solas en aquella habitación, Shijima tenía suerte de haber entrenado casi toda su vida para resistir a las feromonas de los omegas, no era la primera vez que sentía uno, pero era la primera vez que sentía que no tenía la suficiente fuerza para ignorarlo, ahora que estaba dormido por suerte no había peligro alguno, lo cubrió cuidadosamente con las mantas para mantenerlo caliente y el se acomodó en el suelo.
 
-《buenas noches Cardinale, mañana tenemos mucho de que hablar》 - dijo tomando una de sus manos, las cuales aún estaban atadas, se sentia molesto al ver aquel anillo que adornaba su dedo anular, su destinado ya estaba casado, y tenía un hijo, ¿lo había encontrado demasiado tarde? No sabía que hacer; ni que sentir en ese momento.
 
 
 
Continuará.............
 

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