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"A tu lado" por itzerUchiha2

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Notas del capitulo:

Hola a todos, subo este capítulo antes de irme al trabajo :# esperando les guste a los que siguen esta alocada historia y a los que la leerán, gracias por el apoyo y cuando regrese responderé todos los bellos reviews que me han dejado.

 

Bueno sin más les dejo otro capítulo más :).

El frío se hacía presente en el sereno que traía consigo junto con él amanecer, pese a la intensidad del mismo propio de la estación de aquel país emergente los pescadores, comerciantes y habitantes salían abrigados para comenzar con sus actividades del día.

El bullicio propio del lugar hizo que una estilizada figura cubierta por gruesas colchas se revolviera en aquella cama de gran tamaño, se descubrió encogiéndose levemente al sentir la repentina sensación del frío en su piel, paseo su mano por su nuca para terminar en su rostro desperezándose, enfocó su vista hacia la puerta al escuchar como esta era abierta con suavidad.

—Buenos días joven Albafica—saludo una chica de cabellos rubios hasta los hombros vistiendo el característico uniforme de las mucamas.

—Buenos días Ellis—saludó a la mucama con una sonrisa, viendo como esta se movía de una lado a otro acomodando algunas cosas sobre el tocador para después tomar del ropero una bata color azul y una larga toalla blanca.

—Su baño ya está listo—respondió de forma suave entrando por la pequeña puerta aledaña a la habitación que ocupaba el Sweeney quién volteó a ver el reloj que se hallaba en el tocador el cual marcaba las 6 de la mañana—su ropa estará lista en cuanto usted salga—anunció.

—Gracias Ellis—respondió tomando una toalla de sus manos para entrar al baño, vio la gran tina con humeante agua llenando ¾ partes de la misma, hundió un momento su mano en el líquido transparente.

Sonrió al comprobar que la temperatura del agua era la ideal, se puso de pie comenzando a desvestirse, primero desabrochando el saco azul de su pijama para después quitarse los pantalones y ropa interior, entró despacio dejando que el agua caliente cubriera su delgado cuerpo. Tomó el jabón blanco y una suave esponja, frotando el primero hasta lograr bastante espuma que comenzó a distribuir por sus brazos, para después moverla hacia su pecho, cerró sus ojos y el rostro de aquel hombre de sonrisa sinvergüenza y seductora se hizo presente en sus pensamientos.

—Albafica—susurró en su oído, sus manos grandes se colocaron sobre sus hombros descendiendo con torturante lentitud por sus brazos acariciándolos para después rozar su pezón derecho comenzando con un excitante jugueteo, lo acariciaba de forma circular y lenta, soltó un gemido suave al sentir como esos sinuosos dedos ahora se desplazaban hacia el otro, su mano derecha dibujo lentamente toda la extensión de su cuello como si fueran los labios del otro, como respuesta a ese lascivo toque su otra mano descendiera hacia su entrepierna comenzando a estimularla de forma lenta.

—Ah…—gimió sin dejar de estimular su ya sensible y despierto miembro—Manigoldo—jadeo su nombre moviendo la palma de forma más rápida sobre la aterciopelada piel.

Su imaginación seguía trabajando a mil por hora transformando y controlando todos sus pensamientos y sensaciones que en ese momento la imagen del pelicorto le estaba causando. Se sentía tan real, su perfume, cada músculo, cada roce, cada beso, como su varonil y gruesa voz  repetía su nombre una y otra vez mientras sus sinuosos labios recorrían y estimulaban su cuerpo, sus manos como si hubiesen adquirido voluntad propia se movían en diferentes.

—¡ah!—gimió echando su cabeza hacia atrás dejando que sus largos cabellos se movieran como un bello abanico al momento de terminar en su mano.

Abrió sus ojos estupefacto, ¿Qué acababa de hacer?, pudo ver como su semen se diluía en el agua, se había venido mientras se imaginaba como Manigoldo tocaba y besaba su cuerpo ¿Cómo fue que había logrado clavarse de esa forma tan profunda en sus pensamientos? Tanto que hasta se había masturbado pensando en ese hombre.

—pero si sólo danzamos una vez—se reprochó con algo de molestia tratando de calmar su agitada respiración—¿Por qué pasa esto?—se preguntó comenzando a enjabonarse de forma más fuerte y apresurada incluso enrojeciendo su blanca piel, estaba molesto con él mismo por dejar que ese desconocido logrará ocupar sus pensamientos y provocar que él…—carajo—susurró sonrojado saliendo rápidamente de la bañera para envolver su cuerpo en la bata y envolver su cabello con la toalla.

Camino hacia donde se hallaba su ropa que debía usar ese día, ni siquiera pudo poner crema en su piel pues con cualquier roce lo sentía como una caricia, se sentó frente al espejo tomando un cepillo plateado comenzando a cepillar su largo cabello de forma tosca, taladraba en su mente el compromiso que tendría que asumir dentro de escasos 14 días en donde dejaría de ser un Sweeney para adoptar el apellido Colonomos cuando se convirtiera en el esposo del gemelo menor con quién debía concebir un heredero al poco tiempo de haber contraído nupcias, su castidad debía entregársela a Deuteros Colonomos no a Manigoldo de quién incluso desconocía su apellido. El cepillo tiro más fuerte de sus cabellos celestes cuando pensó en su padre, Lugonis Sweeney, aquel hombre de gentil pero imponente semblante, le estaba confiando el futuro de su imperio que con tanto esfuerzo logro hacer emerger en un mundo donde la competencia asecha como lobos hambrientos buscando destrozar y devorar al más débil, él que estaba tan decidido a cumplir el compromiso sin chistar ahora dudaba pues una voz en su interior le gritaba “Usa la razón, no te cases sin amor”.

—¡Maldita sea!—exclamó golpeando con sus manos el blanco tocador derribando con ello un par de frascos.

—¿Albafica?—lo llamó de pronto su padre quién estaba a sus espaldas con un rostro sorprendido por la acción anterior.

—Buenos días papá—saludo sin lograr ocultar su nerviosismo, estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percato de cuando su padre ingreso a su habitación.

—¿Te sientes bien hijo?—preguntó preocupado al ver el semblante del peliceleste.

—Si papá ¿Por qué la pregunta?—sin decirle nada el pelirrojo tomó el cepillo de su mano viendo como había una considerable cantidad de cabellos en las cerdas del mismo.

Se sentó en el pequeño banco frente al tocador, entendiendo el silencioso mensaje de su padre quién comenzó a cepillar su largo cabello con la gentileza que él no habían mostrado hacia el mismo. Sonrió, su padre pesé a ser un hombre increíblemente ocupado siempre lograba de hacerse un tiempo para estar a su lado, admitía que no le había agradado mucho la idea de casarse con alguien que en su vida había visto, pero le restó importancia cuando escuchaba las conversaciones de los hijos de algunos conocidos de su padre en donde expresaban que se habían casado sin amor pero poco a poco este fue naciendo hacia sus parejas gracias a la diaria convivencia, por lo que también no se mostró ajeno a ese pensamiento, pero…con la llegada de ese hombre, la libertad de poder decidir se había convertido en una total añoranza.

—Listo—anunció su padre sacándolo de sus pensamientos, levanto su vista observando como su largo cabello estaba atado en una coleta baja por un bonito listón negro, haciendo una exquisita combinación con frac blanco.

Suspiró agradeciéndole al pelirrojo quién se retiro no sin antes decirle que lo esperaría abajo, una vez se observó al espejo, suspiro pesadamente para después hacerlo con profundidad logrando al fin tranquilizar un poco sus pensamientos, agradecía profundamente el no volver a ver a ese hombre, en menos de 1 semana se olvidaría del mismo, tomó un grueso abrigo del mismo color que su frac.

Ambos subieron al carruaje que la noche anterior había dejado al más joven a las puertas del búngalo que los hospedaba, Albafica abrió una de las cortinas para poder observar el exterior sin siquiera percatarse de la mirada de su padre sobre su persona. Lugonis no era ciego podía darse cuenta de la profunda tristeza presente en los ojos de su hijo, ese pequeño que llego a iluminar su vida cuando el hombre que más amo y para su desgracia seguía haciéndolo como el primer día tuvo que irse dejándolo tan desolado, su padre que siempre lo presionó a mas no poder e incluso le impuso un prometido que lo aterraba pues lo había violentado más de una vez al ser más grande que él no sólo en edad sino en corpulencia, quería desaparecer que no era necesario hasta que llego su pequeño Albafica, tan indefenso y frágil que hizo que naciera en él ese instinto de protección hacia ese pequeño, ese instinto que le hizo perder el miedo logrando construir su propio imperio textil.

Se odiaba así mismo por prácticamente obligarlo a contraer nupcias con el gemelo Colonomos quién se podía ver a leguas que también añoraba ser libre y poder correr a los brazos del hombre o mujer del que se enamorase, pero Eartheart era un hombre peligroso tanto que sabía que no sólo la vida e integridad de Albafica estaba en peligro sino también la del propio heredero. Observó con más detenimiento la mirada de su hijo percatándose de algo que lo inquieto a sobremanera, ¿Acaso él?...

—Albafica—lo llamó—trata de relajar tu rostro hijo recuerda que vamos en camino a ver tu prometido—pidió estirando su mano para poder acariciar su mejilla.

—Estoy relajado papá—soltó fríamente apartando la mano del pelirrojo de su rostro—no deberías preocuparte demasiado por la expresión de mi cara, después de todo el compromiso ya está arreglado, será muy difícil por no decir imposible que algo pase como para que se cancele o se postergue—respondió ya con el ceño fruncido observando a su padre con algo de resentimiento.

Lugonis se sorprendió ante la dura respuesta, jamás le había contestado de esa manera incluso cuando le comunico su compromiso sólo sonrió de forma tranquila y comprensiva aceptando sin problema, pero ahora era diferente, en sus ojos podía ver algo de resentimiento hacia él, dándose cuenta que ocurrió algo preocupante y que temía que ocurriera, el corazón de su hijo había sido cautivado.

—Tienes razón Albafica, pero el rostro que ahora muestras sólo debes mostrárselo a tu prometido en privado—explicó serio al más joven quién sólo asintió volviendo a observar hacia el exterior que la pequeña ventana exponía.

Lo sabía algo paso, ¿Quién era esa osada persona que se había clavado en la mente de su hijo de tal forma? Lo investigaría después, aunque por otro lado le gustaba la idea de que Albafica lo desafiará por ese sentimiento llamado amor, que muchas veces le hizo cometer tantas locuras durante su juventud, el que le permitió sentir el éxtasis, el roce de labios, la unión con otra piel pero sobretodo el valor que adquirió para desafiar los protocolos y normas, para liberarse de todo eso, entregándose no sólo en cuerpo sino en alma, ser sólo de esa persona en todos los sentidos. 

**********************************************************************************************En el búngalo de los De Santis, Manigoldo no pudo dormir en toda la noche, la imagen de aquel joven no desaparecía de su cabeza, le había gustado a sobremanera, consideraba afortunado al menor de los Colonomos por tener el privilegio de desposar a semejante belleza. Se conocía bien, durante ese baile en cuanto lo vio buscó la oportunidad de estar cerca de él para seducirlo, quería probarlo antes que su dichoso prometido, pero simplemente no entendía el porque no pudo hacer uso de esas técnicas de seducción que lo caracterizaban, con ellas había logrado probar la piel virgen de varios hombres y mujeres por igual, pero no, más bien trato de comportarse como una persona de educación refinada como decía su abuelo y lo peor fue que le pidió la oportunidad de cortejarlo.

Durante el anuncio del compromiso vio a Ruse en él, su figura, sus formas, hasta el largo de su cabello, pero su belle rosa como él le decía en vida tan pronto como llego así desapareció dejando solamente la bella imagen del heredero Sweeney. Sintió un profundo anhelo y ensoñación incluso más fuerte e intenso que el que experimentó cuando vio por primera vez a su antiguo amor dándose cuenta de que ya no sólo quería tenerlo bajo su cuerpo sino que lo quería a su lado por compartir toda su vida. Tal vez era una estupidez que con una sola danza todos esos sentimientos hubieran vuelto a renacer.

—Por favor…no te condenes…a la soledad…—

En un repentino flashazo las palabras agonizantes de Rusé llegaron a su mente, entendiendo un poco aquel instinto de protegerlo que despertó en él hacia ese joven de mirada decidida; fue tan fuerte y a la vez perturbador que sintió una terrible angustia de sólo imaginar que no sólo Eartheart sino también Zaphiri estarían cerca de él.

 —¿Acaso tú lo pusiste en mi camino mi belle rosa?—preguntó sonriendo mientras estrujaba aquel dije que no se había movido de su cuello desde aquel fatídico día en el que sus sentimientos fueron sepultados junto al cuerpo de Rusé y que ahora los volvía a sentir hirvientes dentro de su pecho—quiero verte de nuevo Albafica, una vez más–—Se puso de pie tomando una toalla azul—estoy totalmente seguro de que eres para mí y estoy decidido a impedir que te hagan daño—entró al baño aledaño a su habitación quitándose la parte superior de su pijama para ponerse frente al espejo enfocando su vista en su estómago que tenía una gran y terrible cicatriz—esta vez no te me vas a escapar—la delineó con sus dedos—acabaré contigo a como de lugar—.

Mansión Colonomos 6:30 a.m

Una singular mata de cabellos azules yacía plácidamente sobre un gran almohadón blanco, su dueño dormía tranquilamente cuando un par de golpes en la puerta le hicieron fruncir el ceño.

—No estoy—susurro para tomar la otra y cubrirse el rostro tratando de volver a dormirse, apretó sus ojos cuando los golpes se volvieron a escuchar esta vez con más fuerza—agh maldita sea—dijo ya molesto descubriendo su rostro—¡cómo molestan, adelante!—exclamó.

—Esa no es la forma en la que debe responder joven Aspros—dijo Hasgard ingresando a la habitación del más joven ya vistiendo su uniforme.

—Púdrete Hasgard—respondió emberrinchado tallando levemente sus ojos para quitarse la modorra presente en los mismos—¡carajo, quiero seguir durmiendo maldita sea!—

—Otra vez está siendo grosero—

—No me molestes—quitó las gruesas colchas descubriendo su cuerpo desnudo para poder sentarse sobre la orilla de la mullida cama, intento ponerse de pie sin lograrlo pues un fuerte dolor en su cadera lo hizo perder el equilibrio, cayendo de rodillas sobre el alfombrado tapete que estaba al lado de su cama—Esto es enteramente tu culpa—dijo molesto al capitán quién se mantenía sonriente en su lugar.

—No recuerdo que anoche se quejará joven Aspros—respondió divertido ante la rabieta del más joven.

—Deja de tratarme de usted, ve aquí y ayúdame—exigió a lo que el peliblanco suspiro caminando hacia el más joven ayudándolo a levantarse para que pudiese sentarse mientras masajeaba sus caderas suavemente tratando de aliviar la dolencia del otro—Fuiste muy bruto anoche Hasgard—regañó al capitán.

—Ja ¿yo?, te recuerdo que fuiste tú el que no dejo que me fuera, me provocaste y mira que te lo advertí—respondió apretando la cadera derecha del más joven haciéndolo dar un respingo al causarle leves cosquillas—te sentirás mejor después de que tomes un relajante baño que por cierto ya está preparado—dijo mientras se ponía de pie una vez más para tomar su boina que había dejado sobre la cama.

—¿A dónde diablos vas?—preguntó con levantando un ceja al ver que se preparaba para irse.

—¿Afuera?—

—Claro idiota, pero después de que me lleves al cuarto de baño—

Suspiró, cuando Aspros se ponía en su modo mandón era mejor obedecerlo sino cuando pidiese entrenar con él usando como excusa el liberar tensiones, lo atacaría sin piedad y a pesar de verse delicado estando a su lado, tenía bastante fuerza, eso lo había comprobado el día en que lo hizo enojar a tal grado que le dio un golpe tan fuerte que le quebró un par de costillas. Lo tomó en vilo y camino hacia el cuarto de baño que en el interior de gran tina había humeante agua caliente lista para recibir el cuerpo del gemelo mayor.

—Bien, ya puedes bajarme—exigió—¿Hasgard?—preguntó al ver que el capitán no se movía de su posición—¡bájame ya!—.

—Pídemelo de la forma correcta—exigió observando serio al Colonomos.

—Está bien—rodó los ojos—Por favor ¿podrías bajarme?—pidió mientras una pequeña vena aparecía en su sien.

—Antes un beso—pidió en un tono empalagoso al más joven frotando su nariz en la mejilla del otro.

—¡¿Qué?!—

—Entonces olvídalo—camino hacia la puerta con la intención de volver a la habitación.

—No, no, espera—pidió pues aún le dolía demasiado la cadera como para caminar—maldito sabes bien que sólo después de bañarme es que puedo aliviar el dolor—el capitán lo vio de forma insistente, suspiró y cerró los ojos acercando su rostro al del capitán uniendo sus labios, cerró sus ojos disfrutando de la sensación que siempre le regalaban los besos del peliblanco, movió su mano para peinar con sus dedos el largo cabello que estaba sujeto en una coleta alta haciéndolo ver tan gallardo y varonil como a él le gustaba, se separaron cuando sus pulmones clamaron por aire.

—Esa es la forma en la que me gusta que me pidas las cosas Aspros—le sonrió rozando su nariz con la suya—Bien ahora que aprendiste esta valiosa lección—sin más lo arrojó al agua riendo divertido al ver la expresión del gemelo cuando emergió de ella.

—¡Eres maldito un idiota!—gritó furioso.

—Báñate que ya es tarde—anunció caminando hacia la puerta—¡ah lo olvidaba!—recordó dándose vuelta una vez más—no olvides lavar dentro, te ayudaría pero tengo muchas cosas que hacer—.

—¿Dentro? ¿De qué hablas?—preguntó sin entender.

—A que sería bastante incómodo que salieran residuos de lo que hicimos hace unas horas—

El gemelo se sonrojó a más no poder y a una gran velocidad tomó una palangana que tenía cerca arrojándosela con fuerza al capitán quién la esquivó mientras se carcajeaba.

—¡Ya lárgate de una buena vez Hasgard!—dijo viendo como el otro salía del cuarto de baño sin riéndose más no poder, ya se las pagaría después.

Puerto de Poole, 7:00 a.m.

El navío “Scorpio” llegaba lentamente hacia el muelle, Baian daba órdenes a la tripulación que comenzó a movilizarse en la cubierta, caminaban de aquí para allá preparando la amarras para poder encallar. Bajaron el puente que los conectaría al fin con tierra firme, Isaac terminó de acomodar las cuerdas que sostenían las velas soltando un triste suspiro dirigiendo su vista hacia donde se hallaba el peliazul que tenía su vista hacia el mar, no había necesidad de ver su rostro, los presentes podían sentir la tristeza en su aura.

El frío viento jugaba con los largos cabellos de Kardia quién se sentía desolado por lo ocurrido horas  antes.

***********************************KARDIA FLASH BACK*********************************

Llego a todo galope al muelle del puerto junto a Isaac, desmontó rápidamente acomodando su uniforme y colocándose su boina que exhibía su rango camino hacia su navío, sonrió al ver que su tripulación ya estaba lista para zarpar.

—¿A que distancia está?—preguntó a Baian.

—A 4 kilómetros lejos del puerto almirante, se mueven a gran velocidad, calculamos que por la misma terminarán de cruzar el canal de la Mancha y estarán arribando al puerto en 2 horas aproximadamente—.

—¿Tienen la lista del contenido?—

Isaac entregó un par de hojas, Kardia movía sus ojos a velocidad leyendo rápidamente la información escrita arrugándolas al terminar su análisis.

—Ese maldito—susurró molesto—¡Io!—llamó a su contramaestre—¡Suelten las amarras, nos vamos!—ordeno al pelirrosa quién comenzó a organizar a los demás para subir el puente y soltar las gruesas cuerdas que atracaban al navío en el puerto.

—¡Krhisna máquinas a toda velocidad!—ordeno ahora al jefe de máquinas quiénes asintió descendiendo a gran velocidad a su puesto—¡debemos interceptar a esa embarcación, todos estén listos para una muy posible confrontación!—exclamó recibiendo la afirmativa respuesta de toda su tripulación.

Habían logrado alcanzar aquella embarcación que era un navío de mediano tamaño con 2 superficies de cañones, sonrió confirmando sus sospechas, pues un barco mercante no necesitaba más de 1 superficie de cañones si estos no custodiaban una preciada carga que fuese oro, plata o metales preciosos.

—No me puedes engañar Zaphiri, tus simples granos no necesitan tal custodia armada—tenían 1 hora de ventaja antes de que llegará a su destino, al momento en que la tripulación de aquel navío vio como el de Kardia se interponía en su ruta el capitán de la misma exclamó dando órdenes a los miembros, varias líneas de cañones apuntaron hacia el navío del peliazul. La confrontación fue inevitable, explosiones de cañón, disparos y choques de espada perturbaron el silencio del mar, la tripulación de Scorpio había logrado abatir totalmente a la del otro barco quedando los cuerpos tendidos sobre la cubierta principal del mismo.

—¡Almirante!—vociferó Io lanzando una larga cuerda hacia donde estaba Kardia quién desenterraba su espada del pecho del capitán, tomándola entre sus manos para arrojarse hacia su embarcación.

Frunció el ceño al ver como de los camarotes salían varias personas algunas totalmente desorientadas y otras demasiado débiles como para levantar el rostro para observar a su alrededor, contó 40 entre mujeres, hombres y ancianos con terribles llagas en la piel, otros con rastros de sangre seca saliendo de sus bocas, narices u oídos y otros se sostenía la cabeza corriendo de un lado a otro de forma frenética por el intenso dolor de cabeza, sin necesidad de ser médico supo el padecimiento, peste. Agradecía al creador con todo su corazón el que no hubiese niños entre los enfermos. Solo había una manera de evitar que los pasajeros llegasen a tierra firme y causaran una desencadenarán una pandemia.

—Almirante—lo llamó Baian sosteniendo el timón inmóvil.

—Se suponía que solo serían 25—le susurro a su capitán quién dirigió su vista hacia el indefenso navío—¿Ninguno rescatable?—preguntó con un dejo de esperanza.

—Ninguno señor—.

—Maldita sea…!Preparen los cañones!—ordeno al momento de soltar un pesado suspiro—con sólo la primera cubierta será suficiente Baian.

—Isaac—llamó al peliverde quién se puso a su diestra, se acercó para susurrarle sus indicaciones.

—¡Armen la primera cubierta!—exclamó Isaac a los armeros quiénes comenzaron a  cargar la fila de cañones indicada por el almirante.

Los marinos a gran velocidad prepararon los 16 cañones presentes en la cubierta, todo estaba listo, observaban a que Kardia diese la orden. Buscaba de forma desesperada entre los moribundos que hubiese alguien que no estuviese totalmente enfermo pero sus esperanzas murieron cuando vio como algunos comenzaban a desplomarse sobre la fría cubierta convulsionándose. Cerró fuertemente sus ojos apretando sus puños, mordió sus labios por un momento, respiro profundo para abrir sus hermosas orbes azules que se llenaron de determinación levantó su mano hacia arriba de su cabeza.

—¡Fuego!—exclamó dirigiendo su mano hacia la embarcación.

El estruendo de los cañones se hizo sonar, las balas de los cañones chocaban contra la madera destruyéndola y prendiéndola en llamas, podían escucharse los gritos de los pasajeros que morían por el golpe de una gruesa bala, las astillas que se clavaban en sus cuerpos debido al impacto en la cubierta principal, el navío poco a poco se hundía junto a los cuerpo de los pasajeros.

*******************************FIN KARDIA FLASH BACK********************************

—Almirante—

—¿Cuánto heridos tenemos Baian?—preguntó sin mover su vista del mar.

—8, almirante 2 de ellos en estado grave—informó—Io ya los está atendiendo señor, pero…—

—Sólo es cuestión de tiempo, lo sé—dijo serio sin dejar que el otro terminase.

—Almirante yo…—apretó con fuerza sus puños—de verdad lo siento…todos fallamos en esta misión…—

Kardía levantó la ceja al ver la expresión triste de su capitán para después dirigirla hacia los demás miembros que también pedía su perdón, sonrió comprensivo, algunos de sus marineros eran grumetes no mayores de 20 años que lo habían buscado para tener al menos alguna esperanza para sus vidas, pues la tripulación del navío “Scorpio” se caracterizaba por recibir quiénes buscaban una segunda oportunidad, la misión que tenía era una muy pesada carga no sólo para él pero sino también para toda su tripulación que le juraron lealtad y seguirlo hasta el fin del mundo de ser necesario. Como almirante se sentía orgulloso de sus muchachos por eso…

—¡Marineros!—exclamó captando la atención de todos los presentes en la cubierta——No hay espacio para albergar culpas cuando es el cumplimiento del deber, somos la primera línea de defensa de este país al que juramos proteger para salvaguardar la vida de quiénes lo habitan—hablo con firmeza a su tripulación— Todos los que estamos aquí sabíamos los riesgos al ser parte de una milicia como la Marina Real Británica, quiten esas caras largas por la memoria y honor de los que han caído ¡¿Entendido?!—.

—¡Si señor!—exclamaron como respuesta.

Kardia asintió con seriedad y se dio la vuelta caminando por el alcázar para descender por la toldilla hacia los camarotes donde se hallaban los heridos de aquel enfrentamiento.

Itia dormitaba en el sillón que compartía con su esposo con quién tenía su mano entrelazada mientras se dirigían hacia la mansión Colonomos en aquel elegante carruaje enviado por la misma desde temprano para llevar a cabo el día de cacería al que había sido invitada la familia Versau, Dokho se mantenía cerca del mismo escoltándolos como era su deber al ser el guardia personal del heredero aunque sus pensamientos viajaban hacia cierto chico, no podía olvidar su tierno sonrojo, sonrisa y voz, que aunque de cuerpo delgado era muy bueno en artes marciales y de cabello hermosamente rubio y largo. Aflojó por un momento las riendas haciendo que su caballo diese un relincho descontrolándose por un momento, suspiro logrando tranquilizarlo ganándose algunas bromas por parte del cochero que río ante la distraída acción del chino. Al interior del carruaje Krest no dejaba de observar a Dégel quién por momentos se sonrojaba fuertemente sin “razón” alguna mientras leía su libro favorito ”Robinson Crusoe”, ese libro que le había regalado Ilias en su octavo cumpleaños y que le hizo reafirmar su gusto por el mar y las estrellas.

Continuaba su lectura pese a que se sentía muy cansado lo hacía con una ensoñación que el mismo desconocía, no podía dejar de asociar al personaje principal de aquella fascinante obra con cierto hombre de larga cabellera azul. Soltó un largo bostezo sin despegar la vista de su libro, la noche anterior le había sido imposible dormir pues cada vez que cerraba los ojos la imagen del almirante llegaba de golpe a su mente y no sólo eso sino también podía ver como este se acercaba con lentitud a su rostro cerrando sus ojos y abriendo sus labios acortando a cada segunda la distancia entre sus labios, volvió a sonrojarse fuertemente sonriendo de forma aunque muy leve no paso desapercibida para su padre.

Krest al ver esas actitudes por parte de su hijo tomó una decisión y era que haría todo lo posible para alejar a ese sujeto de su hijo pues él fue un silencioso testigo de aquella danza que tuvo con ese almirante, la mirada que le dedicó la forma en la se movía en sus brazos en el fino y delgado cuerpo de su hijo, ¿Cómo pudo haber sido cautivado por un sujeto así? No tenía un ápice de clase o siquiera un pizca de educación, además era un pobre diablo pues un simple militar podía ser momentáneamente un buen partido pero no era una firme garantía de un futuro tranquilo, como podía tener un vida larga como una corta, quedarse sin nada de un momento a otro, mientras que un heredero garantizaba la permanencia en un imperio que para que este se extinguiese necesitaba de años y muy malas decisiones pero para eso estaban los patriarcas quiénes fungían más como consejeros al tener más experiencia era su obligación prepararlos para poder guiarlos para que tomasen las decisiones correctas.

—Bajo ninguna circunstancia lo voy a permitir Dégel—susurró con molestia sin que su esposo o su hijo escuchasen esa declaración contra el almirante del que seguramente se había enamorado su hijo.

Los carruajes de ambos prometidos al fin arribaron a la enorme mansión de la familia Colonomos, los gemelos junto a sus padres ya los esperaban en la entrada principal. Como la tradición lo marcaba los patriarcas descendieron primero, Dégel como Albafica soltaron pesados suspiros antes de descender con sus prometidos, no podían estar tranquilos ya que sus corazones y mentes estaban abrumados por un mar de sentimientos que hasta hace un par de hora eran totalmente desconocidos, una alocada y confusa tormenta los golpeaba sin poder detenerla pues su voluntad también flaqueaba, sus pensamientos se sincronizaron por un momento al desear volver a ver a los culpables de provocar todo eso, de alterar su paz interior con sus personalidades sátiras e irreverentes, pero que les daban un cierto y encantador toque a sus ojos, era como se decía en la alta sociedad, se había salido de la horma, querían verlos de nuevo, besarlos pues también sus cuerpo deseaban el toque de las manos de aquellos hombres, Manigoldo de Santis y Kardia Mégalos.

Los gemelos los vieron descender con esa elegancia que caracterizaba s sus prometidos desde la primera vez que los vieron, no podían negar que eran hermosos, tranquilos y cariñosos, joyas deseadas por más de uno, pero, con todo eso y más no sentían un ápice amor hacia ellos, era injusto sí, pero como obligar al corazón y sobre todo a la mente el cambiar ese amor que había nacido en ellos, Aspros estaba harto de toda esa situación, tener que sonreírle a Dégel con obligada ternura siendo testigo su amado capitán le carcomía el alma, se daba cuenta lo mucho que le dolía al otro esa situación, bastaba con sólo observar esa afligida mirada que le dedicaba lo hacía sentirse peor.

Deuteros no dejaba de pensar en Hari, ese joven de largos cabellos rubios no salía de su mente, cuando el anunciaron su compromiso no le causo ningún problema aceptarlo pues nadie había siquiera logrado moverle un ápice sus sentimientos pero ahora las circunstancias eran totalmente diferentes, las gruesas cadenas que representaban la palabra “compromiso” lo tenían totalmente atrapado  y por más vueltas que le daba al asunto no encontraba la forma de poder liberarse, su mente daba y daba vueltas tratando de encontrar la forma para poder mantenerse cerca del rubio sin que lo sospechasen. La promesa que había hecho con el heredero Sweeney no lo tranquilizaba en lo absoluto porque la pregunta más importante que se planteaba el moreno era ¿Cómo liberarse de la responsabilidad y pesada carga que heredarían? Pero sobretodo ¿Albafica habría encontrado también a alguien que le gustase y sobretodo amara como para ayudarlo a deshacer ese compromiso? ¿Cómo evitar la profunda decepción de sus familias? Demasiadas preguntas agolpaban su ya de por sí confundidas mentes.

—Ya que los principales invitados han llegado, ¿Pasamos al comedor para tomar el desayuno en lo que esperamos a los demás invitados?—preguntó Eartheart a los patriarcas quiénes asintieron aceptando la invitación.

Los cuatro jóvenes estaban totalmente sumidos en sus pensamientos tanto que caminaban de forma mecánica hacia el interior de la mansión, sin siquiera haber prestado atención a lo que el peligris había dicho, no se imaginaban que en ese día ocurrirían inesperadas situaciones que cambiarían el rumbo de sus decisiones.

Terminaba de abotonar el último botón de su frac rojo, se había duchado de forma apresurada pues quería ir a ver a Kardia antes de partir a la mansión Colonomos. Sin necesidad de tener un informe en la mano sabía muy bien a lo que Isaac se refirió cuando llego a ellos.

Abrió la puerta saliendo de la habitación, soltó un bufido cuando detestaba despertarse temprano pero debía ir a ver a su amigo antes que nada, bajo a toda prisa por las escaleras respondiendo los saludos de algunos de los sirvientes que ya estaban en actividad, el reloj marcaba las 7 de la mañana, tenía algo de ventaja en el tiempo pues había sido citado a las 9, se dirigió a la salida mientras trataba de peinar su corto cabello sin lograr resultado alguno.

—¡Mierda!—dijo desesperado.

—No pueden pasar ni 12 horas sin que digas una mala palabra Manigoldo—suspiro su abuelo cerrando la puerta de su habitación.

—Buen día viejo—saludo a su abuelo con la mano para regresarla a sus cortos cabellos tratando de arreglarlos.

—¿Qué intentas hacer?—

—Arreglar este cabello de mierda, ¡me saca de mis casillas, nunca se acomoda el muy maldito!—respondió tratando de peinarlo de nuevo— ¡diablos!—

Sage sonrió de forma nostálgica, Manigoldo había heredado todo el estilo y rebeldía del cabello de su hijo, durante su vida nunca pudo peinarlo como él quería “es como si tuviera inteligencia propia” decía cuando se rendía al no tener ningún resultado.

—Mejor déjalo así—río ante la desesperación del más joven—no sé de que tanto te quejas si tu cabello es la máxima expresión de tu personalidad, rebelde, además desde que naciste siempre fue así—revolvió más los cortos cabellos de su nieto—acéptalo—.

—¡Maldición viejo!—le reclamó al sentir la gran mano de su abuelo sobre su cabeza arruinando los intentos por querer verse presentable pues después iría al día de cacería que habría en la mansión Colonomos, quería verse presentable pues Albafica estaría presente.

—¿Problemas de peinado?—soltó burlón Hakurei bajando por las escaleras mientras terminaba de atarse su largo cabello en una coleta alta.

—No jodas tío—respondió con un leve puchero.

Hakurei río ante la cara que hizo su sobirno, se sorprendió cuando de pronto Manigoldo sonrió, subió las escaleras hacia donde estaba, caminaba a su alrededor mientras lo veía de arriba hacia abajo con una mano en la barbilla, el peliblanco lo veía extrañado.

—¿Qué tanto me ves?—

—¡Ah, lo sabía!—lo señalo sobresaltando a ambos gemelos—no tuviste una mala noche después de todo tío—

—De ¿Qué hablas Manigoldo?—preguntó su abuelo sin entender viéndolo bajar hacia donde él estaba para rodear sus hombros con su brazo.

—¿Qué no te das cuenta viejo? Esta bromeando justo después de despertar y cuando se desvelo tanto y desde que tengo memoria amanece como el diablo sino duerme sus horas—explicó

—Oye es verdad—analizó ahora el menor con una mano en la barbilla—entonces si pudiste ver a Lugonis después de todo—

—Vaya, a pesar de que ya estas viejo, parece que eso aún funciona bien tío—le guiñó el ojo señalándose la entrepierna.

—¡Maldito mocoso, ven aquí!—exclamó bajando rápidamente las escaleras con rostro fúrico.

—Jajajajaja felicidades aún lo puedes satisfacer—corrió hacia la enorme mesa del comedor

—¡Sólo tengo 45 años pendejo, claro que puedo satisfacer a Lugonis con toda la extensión de la palabra!—grito persiguiéndolo.

Sage soltó un suspiro divertido al ver la escena, Manigoldo esquivo el golpe de su tío saltando sobre la mesa para acercarse a toda velocidad hacia su abuelo a quién le dio un rápido abrazo para enseguida juntar sus frentes con leve tope, tomó un grueso abrigo negro y corrió hacia la puerta.

—Iré a ver a Kardia, nos vemos abuelo—se despidió cerrando la puerta tras él.

—Ah…ah…ese maldito idiota—dijo el Hakurei llegando a la diestra de su hermano soltándole de pronto un fuerte golpe en el hombro.

—¡agh idiota!—se sobó—¡eso ¿Por qué fue?!—

—Por provocar al idiota de tu nieto—

—Tú eres el culpable por haber cambiado tu personalidad a la que nos acostumbraste por tantos años—ahora el golpeo con fuerza el hombro de su gemelo quién comenzó a sobarse también

—¡Agh! A pesar de la edad que te cargas tus puños siguen siendo igual de fuertes—

—Tengo la misma edad que tú idiota—respondió apretando su puño con la palama de su mano para que sus dedos tronasen por la fuerza que aplico—estamos a mano idiota—camino hacia la mesa del comedor seguido de su hermano.

—Buenos día papá—ambos voltearon hacia donde se hallaba Shion quién salía de su habitación con su largo cabello algo desordenado y frotando su ojo derecho tratando de espantarse el sueño totalmente.

—Buenos días Shion—saludó acercándose al más joven para abrazarlo fuertemente—cada día estas más lindo hijo—

—Papá suéltame me vas a partir en dos—pidió logrando respirar cuando los brazos de su padre lo soltaron—¿Manigoldo sigue durmiendo?—preguntó buscando a su primo.

—No, ya se fue—respondió a la pregunta del rubio quién se sorprendió un poco—si yo también me sorprendí pero parecía que era urgente que viese a Kardia, al parecer nos alcanzará en la mansión Colonomos—

—¿Puedo ir con ustedes papá?—

—¿Para qué quieres ir? Te vas a aburrir Shion, mejor quédate aquí sirve que sales a conocer la ciudad, claro acompañado de uno de los sirvientes, no mejor de dos—

—Ésta bien papá—respondió agachando la cabeza, conocía bien a su padre y sabía que esa era la estrategia que usaba cuando no quería que fuese con él.

—¿Quieres ir con nosotros Shion?—preguntó Sage sonriendo al ver la cara de desaprobación de su gemelo.

—¡Si tío Sage!—respondió con una mirada ilusionada.

—Entonces ve a vestirte, nos iremos en una hora—

Shion asintió emocionado y corrió hacia su cuarto para cambiarse, lo más probable es que ese muchacho de cabello oscuro estuviese en ese lugar y quería volverlo a ver, pues no le había agradecido apropiadamente cuando lo salvo.

—No me quites autoridad frente a mi hijo Sage—exigió con los brazos cruzados.

—Ya va siendo hora que Shion comience a conocer más acerca del mundo en el que vivirá después de que mueras—respondió serio—¿Quieres mantenerlo a salvo? Comienza a dejar que salga de la burbuja en la que lo has mantenido, Hakurei—

El gemelo mayor resopló con molestia, Sage tenía razón, Shion aún era por no decir muy inocente del mundo de los negocios que algún día le heredaría y eso al futuro podía convertirse en un verdadero problema para su hijo.

—Tokusa—

—Dígame señor Sage—llego un joven sirviente colocándose a la diestra del mayor.

—Por favor tráenos té de jazmín—

El más joven asintió dirigiéndose hacia la cocina, a pesar de ser temprano los sirvientes de aquel búngalo así como la gente de la ciudad ya se encontraba en ajetreada actividad. El sirviente de cabello rubio llego con una charola plateada que tenía una bonita tetera color blanco con las orillas en azul, un par de tazas y pequeñas cucharas de plata, sirvió retirándose de nuevo a la cocina.

—Al parecer kardia tuvo que interceptar uno de esos dichosos cargamentos de Zaphiri—habló Hakurei mientras revolvía una cucharada de azúcar.

—Sí y lo peor es que se está viendo en la necesidad de terminar con la vida de gente inocente de la que pronto aumentará el número—

—No olvides que es un militar Sage, es parte de su deber como fuerza defensiva de este país—

—Eso lo sé muy bien, pero tampoco tú olvides que la milicia esta para defender a una nación de enemigos, no de enfermos terminales—

—Tienes razón, pero Kardia sabía bien en que se estaba involucrando nosotros le dimos la opción de no participar, pero parece que tanto él como Manigoldo saben incluso más que nosotros lo peligroso que puede llegar a ser Zaphiri—dio un sorbo a su té apretando la oreja de la taza—más ahora que se ha unido a alguien tan poderoso como Eartheart, al menos por el momento esa alianza es como Goliath, invencible—

—Así es, debemos irnos con mucho cuidado, más porque ellos fueron mejores amigos en el pasado y conoce muchas cosas de ellos que puede usar a su favor—

—Por el momento Manigoldo se convertirá en la mayor fortaleza de Kardia y viceversa porque todos sabemos que esto apenas está comenzando—concluyó Hakurei.

Puerto de Poole 7:20 a.m

Termino de atar las riendas de su caballo para caminar hacia el muelle donde estaba encallado el navío “Scorpio” lo inspeccionaba mientras caminaba hacia el pequeño puente que le daría acceso, lo sabía, el navío presentaba los daños típicos de un enfrentamiento armado.

—Buen día idiotas—saludo captando la atención de Isaac y Khrisna quiénes estaban en la cubierta y costados del navío haciendo las reparaciones necesarias.

—Manigoldo—saludo Isaac descendiendo de la enorme tabla que le servía de asiento mientras reparaba el costado dañado

—A ¿Qué se debe la visita?—preguntó Khrisna aproximándose mientras se limpiaba las manos con un trapo negro.

—Venía a ver a…—guardó silencio cuando vio a 4 marineros bajar por el puente con un par de camillas cubiertas con sábanas blancas y colocarlos dentro de un carruaje funerario color negro que en cuanto su puerta cerró avanzó llevándose los cuerpos—entonces ayer…—preguntó enfocando su vista de nuevo a los marineros quiénes asintieron levemente agachando sus miradas.

—Tuvimos un enfrentamiento ayer—explicó llegando Io quién entregaba a uno de los grumetes un par de guantes y un delantal blanco manchados de sangre—por desgracia tuvimos dos bajas—

Volvió a enfocar su vista en Kardia, pudo notar la profunda tristeza que sentía el peliazul quién soltó un suspiro dando la vuelta para volver a su camarote, saludo a los demás miembros de la tripulación encaminándose en la misma dirección del otro.

—Buen día Baian—saludó al capitán quién asintió dejándolo pasar al camarote de Kardia.

Abrió la puerta y lo vio sentado frente a un enorme mapa continental, tenía un compás en su mano derecha y en la izquierda una brújula la cuál movía en diferentes direcciones, medía mientras trazaba líneas sobre la superficie.

—No deberías rayar ese mapa a lo estúpido bicho—le dijo el pelicorto al ver que los trazos que el peliazul hacia sobre el mismo no tenían ningún sentido ni dirección.

—Vete a la mierda yo sé lo que hago—respondió sin voltear a verlo continuando con su absurda tarea.

—Acabo de ver una carroza funeraria llevarse dos cuerpos, ¿Fue el resultado de anoche?—preguntó serio.

—Es parte del deber después de todo—respondió seco apretando con su mano el compás—Joshua de 19 y Patrick de 18 cayeron en batalla—

—Muy jóvenes a decir verdad—

—Nadie los obliga a enlistarse—.

—No tienes por qué hacerte el fuerte conmigo—puso su mano sobre el hombro del peliazul quién lo movió haciendo que la apartara.

—Tengo una tripulación que guiar Manigoldo, no tengo tiempo para llorar a mis bajas—soltó un suspiro triste—ellos sabían los riesgos de pertenecer a la milicia cuando me pidieron una segunda oportunidad—respondió sin voltear limpiando una lágrima que resbaló por su mejilla al recordar la vivaracha forma de ser de los jóvenes que murieron—al final uno se acostumbra a las ausencias—

—Te confieso que yo aún no logró acostumbrarme—susurró sonriéndole cuando lo vio voltear—¿sabes? podrás decirme lo que quieras, pero, sé muy bien que por muy corta que sea una vida se valora la existencia de quién era el dueño—lo siguió con la mirada cuando se puso de pie para dirigirse a su globo terráqueo girándolo de forma rápida, se acercó para tomarlo del hombro girándolo hacia él observando el sombrío rostro del otro—porque lo que más extrañas es la presencia física, el calor, la voz, la forma de ser y todo eso se esfuma cuando caen en el eterno sueño de la muerte, tal vez nunca superas la ausencia pero logras sobre llevarlo—lo tomó por los hombros para que lo viera a los ojos—por qué todo lo que fueron quedan—señaló su sien—aquí, eso es lo que en realidad los mantiene vivos—

—Que filosófico andas imbécil—respondió sonriéndole mientras le daba un leve golpe en el hombro.

—Y tú que demacrado y patético te vez —caminando hacia una pequeña mesa con una palangana y una toalla blanca, la mojó arrojándosela dándole de lleno en el rostro.

—¡¿Qué demonios te pasa idiota?!—exclamó con su rostro escurriendo.

—¡Jajajaja a ver si ya te anim…!—no termino de hablar pues  Kardia le había lanzado el agua de la palangana mojando no solo su rostro sino también su abrigo—¡Eso me gano por tratar de ser bueno contigo pendejo!—exclamó tomando uno de los mapas enrollados del almirante propinándole un golpe en la cabeza.

—¡Agh…¿Cuándo va a ser el día en que respetes maldito estúpido?!—Exclamó tomando otro devolviéndole el golpe—¡Me tienes harto idiota!—

—¡Mira quién habla imbécil, si tú eres como puta mosca que sólo jode al maldito mundo!—

—¡Vete al carajo imbécil!—

Los gritos y malas palabras se oían por toda la cubierta del barco, la tripulación sonreía divertida al escucharla, todos conocían a Manigoldo y su forma de animar a Kardia y viceversa, comúnmente terminaban con una pelea física y verbal, al principio se asustaban pero después de 5 minutos estaban como si nada hubiese pasado entre ellos.

—Bueno parece que el almirante ya mejoró su humor—expresó Baian con un suspiro cansado—ya que todo está en orden, continúen con las reparaciones tenemos tres días señores ¡a trabajar!—palmeo las manos animando a la tripulación para acelerar el paso.

Ambos estaban tendidos en el suelo respirando de forma agitada, los mapas que el almirante tenía habían terminado regadps en el piso y arrugados al haber sido usados como armas, se pusieron de pie al ver que el reloj marcaba ya las 8:15 de la mañana y debían llegar temprano al ser invitados de la familia anritriona.

—Por cierto Kardia—llamó al otro mientras se secaba la cara y sacudía su abrigo—¿Qué clase de intercepción tuviste para que tu navío tuviese esos daños?—

—Debemos estar preparados Manigoldo—respondió mientras se colocaba el saco de su uniforme—la cantidad de enfermos que están enviando es grande, había 40 y todos en estado terminal—

—¿La tripulación en qué condiciones estaba?—preguntó serio

—Sana, me imagino para que tuviesen la energía para proteger la carga—

—Para que al final Zaphiri acabara con todos sus miembros en cuanto encallarán—

—Me siento más sorprendido por  algo que encontré y me ayudó a concluir algo—explicó mientras  caminando hacia su escritorio para sacar un par de trozos de metal con forma cuadrada con más del 80% de su superficie quemada lanzándoselos—si te das cuenta son del mismo tipo—

—Ajá y eso ¿Qué?—

—Que uno pertenece a uno de los fragmentos encontrados en los restos del barco del señor Shijima y el otro lo encontramos en los de este navío—

—No me digas que…—

—Si, es la parte de un aparato explosivo confirmando que había uno dentro de la maquinaria pues estos hacen combustión cuando llegan a cierta temperatura que sólo los motores alcanzan—

—¿Estás seguro de lo que dices Kardia?—

—Tan seguro como que quiero a ese francés para mí, cuando peleamos contra ese navío no tuvieron tiempo para preparar la primera línea de cañones—

—Y viendo los daños a tu barco—

—Fue una explosión, no sólo planean acusar a tu futuro suegro de terrorismo bacteriológico sino también por atentando contra su población—

—Pero al ser un noruego reconocido por todo lo que ha hecho tanto política como económicamente exigirán que lo liberen porque es un ciudadano ejemplar hasta que haya alguna prueba que muestre su culpa—

—Y si planean asesinarlo que me imagino es lo que buscan, lo harán ver como un suicidio para evitar hacerle frente a la acusaciones—

—Y con la presencia de los navíos enviados supuestamente por él, va a provocar que el gobierno inglés concluya que Noruega sabía de los movimientos de Lugonis pues permitió la salida de los navíos en su nombre—explicó el pelicorto tomando la pluma del tintero señalando a ambas naciones en el mapa colgado en la pared— dando como resultado—

—Un fuerte conflicto diplomático rozándole a uno militar entre ambas naciones y es cuando Eartearth y Zaphiri entrarán en acción buscando una arreglo para suavizar las cosas—

—Y es una es que Eartheart se hará del emporio problemático y Zaphiri tomará el control de esa flota que estaba bajo las órdenes de Lugonis para calmar las aguas entre ambas naciones supervisando los movimientos de la misma—

—Vaya, que increíble pensamiento maquiavélico el de esos sujetos—dijo molesto Kardia.

—Nos enfrentamos a verdaderos monstruos con toda la extensión de la palabra, será difícil más no imposible—chocaron sus puños en señal de alianza— bueno bicho ya estoy listo—sacó su reloj viendo que marcaba las 8:15, aún tenía buen tiempo antes de llegar a la mansión Colonomos—te espero afuera tengo mucha hambre—anunció terminando de ponerse su bufanda para salir.

—Dégel Versau, parece que al fin encontré alguien a quién quiero proteger—termino de abrochar su abrigo azul saliendo tras él pelicorto.

Se encontró con el pelicorto en la cubierta quién se terminaba de poner sus guantes negros, se sorprendió al sentir como sus cabello se movían con fuerza por el viento presente en el ambiente, tan fuerte que el oleaje del puerto estaba comenzando a hacerse más agresivo a cada minuto. Kardia ordeno a Baian que si el clima continuaba así suspendiera las labores de reparación del navío.

Ambos caminaban por las frías calles cerca del puerto ahora tapizadas casi totalmente por una gruesa capa de nieve, Kardia guío a su amigo hasta un pequeño café de nombre “Zodiaco” que colindaba con una de las avenidas principales de la ciudad, Manigoldo se sintió cómodo al instante cuando el peliazul abrió la puerta blanca exponiéndose el ambiente de camaradería que el lugar ofrecía, se quitaron sus gruesos abrigos sentándose en un pequeño gabinete que daba hacia la enorme ventana.

Mansión Colonomos 8:00 a.m

Los patriarcas entraron con sus hijos siguiéndolos de cerca, la mesa del comedor estaba servida con diferentes tipos de alimentos, huevos, ensaladas, pollos, frutas, panecillos, carne e incluso algunas teteras con tés de diferentes sabores y clases.

Se sentaron en el orden en el que se acostumbraba en aquella época, Eartheart y Chris en la cabecera por ser los anfitriones, a su diestra Itia y Krest y a su izquierda Lugonis al ser invitados. Los más jóvenes se sentaron cada uno al lado de sus prometidos, los sirvientes comenzaron a servir los alimentos. Mientras los mayores conversaban entre ellos, los herederos comían en silencio ninguno abría la boca salvo fuera degustar el bocado que pinchaban con sus tenedores, los pensamientos de cada uno viajaban a personas específicas.

Aspros sólo movía un lado a otro un trozo de manzana, soltó un suspiro observando un momento a Dégel quién le sonrió de forma suave para enseguida agachar su mirada, hizo a un lado su plato para estirar su mano y tomar su taza de té que Úrsula había servido especialmente para él, se sonrojó al darle un sorbo, pues llegaron a su cerebro el desenfreno y pasión con los que hizo el amor con el capitán horas antes y no sólo una sino dos veces, no negaba que había extrañado sentir al capitán en su interior así como su fuerte cuerpo sobre él, se había dado cuenta del profundo deseo del peliblanco hacia él por lo que le pidió a la sirvienta que le preparara una taza la noche anterior.

Agradecía con todo su ser el haber escuchado aquella conversación entre un par de invitadas que habían asistido a las típicas reuniones que su padre hacía, puso atención especial cuando escuchó acerca de esa mezcla de frutas y algunas hierbas que evitaban que quedaran encinta algo que a él le pareció maravillosa ya llevaba 4 años de relación con el capitán, con 18 años ya quería entregarse a su capitán pero había algo que se lo impedía al por mayor, él era un hombre fértil, cualidad que su padre siempre desprecio y nunca se lo diría al peliblanco pues su padre siempre le metió la idea que su condición era una total humillación hacia el apellido familiar. Había puesto mil y un excusas para no hacerlo y el capitán que en ese tiempo era teniente coronel, siempre era paciente y comprensivo con él pues sabía que ese era un gran paso para el peliazul.

Le dio un gran sorbo moviendo su lengua dentro de su boca al percibir un gusto diferente al que comúnmente tenía, imagino que era porque su sabor se había mezclado con el de los panecillos que había comido antes de beberlo, restándole importancia.

Mientras Albafica contemplaba el plato de gajos de naranja que le habían servido, odiaba profundamente esa fruta y ahora debía comerla pues era un total descortesía rechazar la comida ofrecida por los anfitriones.

—Adelante joven Albafica coma con confianza—lo invitó Eartheart.

—Si gracias señor Colonomos—le sonrió sudando frío.

Nunca olvidaría la sensación que le provoco el sabor tan ácido de su jugo cuando tenía 6 años tanto que incluso se le acalambro la mandíbula o cuando comió un enorme gajo ahogándose, desde día odio esa fruta.

Volteo a ver a su padre en busca de ayuda, a lo que Lugonis simplemente le sonrió alzando ligeramente sus hombros restándole importancia pues le divertía ver la cara asqueada de su hijo.

Dégel con discreción hacía a un lado los trozos de manzana de su plato, desde que era un niño detestaba esa fruta, demasiado porosa para su gusto; tomó la taza frente a él para poder servirse un poco de té, acercó la taza a su nariz aspirando el aroma, durazno, esa era la fruta que le encantaba y más en té, suave, jugoso, sobretodo dulce. Dio un sorbo saboreando el suave gusto, cerró sus ojos disfrutando de la tibieza del líquido, sonrió soltando un leve gemido al pensar en el almirante y si sus labios serían de ese sabor.

Deuteros degustaba un taza de té de canela, su sabor favorito, una especia proveniente de la India de dónde provenía ese hermoso rubio que quería conocer y acercarse, besar sus labios, probar su sabor, nunca había besado a nadie pues aunque no lo pareciera era un romántico, debía ser algo especial pero sobre todo con alguien que le gustará con quién de verdad quisiera compartir su vida, eso fue lo que le impidió besar al peliceleste.

Los cuatro jóvenes estaban tan sumidos en sus mundos que no se percataron de la mirada de Chris que sonrió al ver las expresiones que cada uno tenía y que cambiaban de forma abrupta de un momento a otro,  se había dado cuenta que con la danza de la noche anterior habían despertado sentimientos en los herederos, los carcomían se notaba a simple vista, ella también experimentó esa angustia de estar con alguien a quién no amas, el sentimiento de vivir en una jaula de oro que a pesar de tener la puerta abierta no poder volar y ser libre, pero, ¿Cómo ayudarlos? Le quedaba poco tiempo lo sabía, debía preparar todo para que sus gemelos que eran su mundo, quedarán protegidos de las ambiciosas garras de su padre.

El desayuno termino con calma, el reloj marcaba las 9:00 de la mañana, algunos de los invitados comenzaron a llegar a la enorme mansión, eran recibidos por los sirvientes de forma amable, la sala se comenzó a llenar de gente, se sentaron en un juego de sillones algo apartado del resto pues las incómodas preguntas de la boda y la concepción de los futuros herederos los hartaban.

Deuteros sonrió cuando vio llegar a Hari quién saludo deshaciéndose del grueso abrigo azul rey que portaba para después quitarse una boina del mismo color dejando libres sus hebras doradas que cayeron como fina cascada sobre su espalda y parte de sus hombros. El moreno vio embelesado la escena, no podía negar que ese joven era tan hermoso y enigmático que sus ojos no perdieron tiempo en revisar toda su anatomía detallando cada rincón de ese delgado cuerpo, se detuvo en las caderas del otro quién estaba de espaldas a él charlando con otros invitados.

—Puedes concebir—susurró sin entender porque sonrió al descubrirlo.

Por otro lado Dégel estaba ansioso, había escuchado de algunos sirvientes de la mansión que se presentarían un algunos militares pertenecientes a la Marina Real, no sabía como pero estaba totalmente seguro de que ese hombre llegaría, agradecía la ubicación que tenía pues podía ver perfectamente quiénes llegaban, pero algo llamo su atención en el exterior y era la inmensa cantidad de nieve que se había acumulado sobre los árboles al exterior de la mansión.

—Parece que el clima no quiere que hoy salgan a cazar los malditos, estirados y soberbios magnates—le habló Dokho quién se mantenía a la diestra del peliverde.

—Dokho te he dicho que no te expreses así—le dijo Dégel sonriendo, sabía muy bien que su amigo detestaba a ese tipo de gente—Además el frío está aumentando—respondió al ver como algunos invitados se frotaban las manos.

El capitán entró esquivando algunos invitados para dirigirse hacia los patriarcas quiénes charlaban de pie en la sala principal.

—Señor Eartheart—lo llamó—lamento importunarlo—

—Antes que eso—lo interrumpió—Itia, Krest, Lugonis, quiero presentarles al capitán Hasgard, uno de los pertenecientes a la guardia personal de su majestad pero que ha sido asignado para mi protección desde hace más de 10 años—

—Es un gran honor conocer a un hombre con tal grado militar—saludó Itia estrechando la mano del moreno.

—El honor es mío señor Itia Versau—

Kres y Lugonis sorprendiéndose este último de su fuerza así como de su tamaño que lo hacía verse imponente, pero cuando lo vio a sus ojos pudo ver una profunda sinceridad en su corazón.

—¿Cuáles son esas noticias capitán?—

—Ha comenzado a nevar en gran cantidad tanta que he ordenado a algunos cadetes que despejen el camino para que los carruajes de sus invitados puedan accesar, es un par de horas habrá una fuerte tormenta—

—¿Cuál es entonces su sugerencia?—

—El día de cacería debe ser cancelado, por la seguridad de los herederos e invitados—expuso el peliblanco en tono serio.

El peligris disimuló muy bien como su sangre hervía, su plan se había arruinado por el maldito clima ya tenía todo listo para que Lugonis sufriese un accidente que lo dejaría moribundo y vulnerable.

—Comuníquele a los sirvientes, que preparen todo para acoger a los invitados hasta que la tormenta pase—ordenó al peliblanco quién asintió dirigiéndose hacia Úrsula para transmitir las órdenes del Colonomos.

Manigoldo y Kardia al fin llegaron, desmontaron pero antes de entrar les avisaron que la cacería se había suspendido por lo que se les invitaba a quedarse dentro de la mansión. Entraron por la puerta sin percatarse de las miradas de dos ansiosos chicos que sonrieron cuando los vieron entrar.

—Agh día de mierda—expresó Manigoldo sacudiéndose los copos de nieve que tenía enredados entre sus añiles hebras.

—Y que lo digas, lo bueno es que no habrá esa jodida cacería, siéndote sincero estoy bastante cansado con lo de anoche—se quitó los guantes y abrigo entregándoselos a uno de los sirvientes quién lo colgó en el perchero cercano a la puerta.

—Oye idiota—

Kardia vio cómo su amigo le hacía con su dedo la señal de que se acercará para susurrarle algo oído, paso su brazo por los hombros del otro mientras le susurraba, Albafica sintió como su estómago comenzaba a dolerle por el coraje que se estaba haciendo presente, ese maldito ¿Cómo había tenido la osadía de pedirle una oportunidad si ya tenía una pareja? Desgraciado pero eso no se quedaría así y se lo haría saber. En esa misma situación se encontraba Dégel no entendía porque sentía un tremendo coraje hacia el pelicorto quién le arrancaba una que otra sonrisa al almirante, pero que sinvergüenza, las ganas de abofetearlo aumentaban a cada segundo, apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

—¿Qué te parece?—

—¿Crees que funcione?—

—Observa—le señaló hacia donde estaban los otros dos con miradas tan sombrías que el peliazul sintió un ligero escalofrío cuando su mirada choco con la del francés—Funcionará solo sígueme el juego—le soltó abrazándolo de pronto.

—Pendejo no te me pegues tanto—forcejeo con él un poco.

—Cállate idiota, quieres al francés ¿no?—kardia asintió—entonces deja de quejarte—.

—A veces de verdad me pregunto ¿Por qué te sigo en tus idioteces?—le susurró ya aceptando el gesto del otro.

—Ven salgamos—lo tiró del brazo tomando una vez más sus abrigos para salir junto con algunos de los invitados que habían decidido a dar un pequeño paseo por los jardines de aquella mansión.

—De verdad sino funciona voy a castrarte, lo juro—lo amenazó mientras se terminaba de poner su abrigo.

—Lo hará—aseguró dándole una nalgada.

—Ese maldito idiota—susurró furioso Dégel esperando a que saliesen ambos por la puerta—Aspros—

—Dime Dég…—se calló al ver el aura oscura del peliverde.

—Saldré a dar un paseo, no te importa ¿verdad?—le comunicó mientras le sonreía de una forma que le causo escalofrío al mayor.

—Adelante, no hay problema—le sonrió nervioso.

Volteó en dirección a su hermano que tuvo la misma actitud por parte de Albafica quién tomó su abrigo blanco y boina del mismo color para salir junto con el peliverde que se ponía su abrigo negro y boina del mismo color.

—Parece que algo los hizo enfadar a sobremanera—dijo Deuteros con una risa nerviosa—volteo hacia donde estaba el rubio sonriendo al ver que ahora estaba sólo, aprovechando que su prometido no estaba iría a charlar con él.

—a ¿Dónde vas Deuteros?—preguntó a su gemelo.

—A socializar—

—Sigues con eso—suspiro al ver la intención de su hermano de ir hacia donde estaba el rubio revolviendo tranquilamente su té con una cuchara.

—Ya te dije que sólo voy a socializar—se puso de pie para acercarse al oído de su gemelo—deberías aprovechar que nuestro padre está ocupado con los invitados para ver cómo está el capitán, después de lo de anoche me sorprende que este como si nada, sobre todo tú, gritón—le susurró pícaro.

—Ya lárgate con tu rubio—le dijo molesto y sonrojado al otro quién se río yendo hacia el rubio—pero creo que tiene razón—busco con su mirada a su padre y al de su prometido logrando escabullirse sin que se diesen cuenta para ir hacia la pequeña villa donde dormía la guardia personal de su padre.

El reloj marcaba las 9:45 de la mañana, Zaphiri llegaba junto con Thanatos, el primero buscaba con la mirada a Eartheart debía informarle de lo ocurrido en el puerto unas horas antes, pero alguien llamó totalmente su atención, sintió una fuerte descarga eléctrica en su cuerpo, ahí estaba, después de 20 años de no verlo, una vez se lo topaba en una fiesta con esa elegancia que lo caracterizaba, no tenía idea que conocía al Colonomos, sonrió sombrío mientras se relamía los labios con deseo, recordó que cuando hizo el trato con el magnate no quería nada material sólo el poder suficiente para poder deshacerse de unos cuantos enemigos pero ahora que lo tenía tan cerca sus planes y objetivos cambiaron, lo quería para él, sentir su cuerpo, sus labios, sus manos pero sobretodo su interior, lo haría suyo a como diera lugar así tuviese que amarrarlo para hacerlo, esos sonrosados y gruesos labios solo gemirían su nombre cada día, cada noche, sus piernas estarían siempre abiertas para él como siempre debió haber sido, le daría los hijos que él quisiera, esta vez no estaba dispuesto a ceder, Lugonis Sweeney sería suyo a como diera lugar.

—Dile al señor Eartheart que subiré en un momento a su despacho—palmeo la espalda del pelinegro quién negó con la cabeza dirigiéndose hacia un sirviente para que le anunciase al magnate que había llegado.

Lugonis ajeno a todo eso soltó un largo suspiro, decidió salir de aquella mansión al sentir una insistente mirada sobre su persona, aunque buscará al emisor de la misma no lograba dar con él, camino hacia el perchero, tomando su grueso abrigo negro y bufanda blanca salió para poder dar una caminata que le ayudará a relajarse, pero sobre todo a tratar de olvidar lo ocurrido la noche anterior.

*******************************LUGONIS FLASH BACK***********************************

El carruaje continuaba su camino de forma tranquila, el cochero solamente hacia trotar a los corceles no quería perturbar el descanso de su pasajero, ya era tarde y el camino era medianamente largo, tardarían aproximadamente unos 30 minutos en arribar a su destino, soltó un suspiro tranquilo pues pese al fuerte frío que podía sentirse la era noche bastante tranquila agradecía eso completamente ajeno a lo que en realidad pasaba en el interior.

—Pareciera que viste un fantasma, que descortesía la tuya—ironizó recordando las palabras que había usado anteriormente cuando se vieron en el baile mientras se acercaba sonriente devorándolo con su mirada.

—No te me acerques—frunció el ceño con molestia, tantos años sin verlo, cuando lo vio en esa fiesta tan gallardo y varonil como siempre fue, agradeció al creador el que estuviese acompañado por su hermano y los Versau pues el gemelo mayor siempre se distinguió por ser impredecible—te lo advierto—.

—Sabes Lugonis…—en un rápido movimiento puso su brazo a la diestra del rostro del pelirrojo acorralándolo—yo estoy realmente molesto—acercó su rostro al cuello dándole unas suaves lamidas que hicieron que el otro diera un leve respingo ante tal gesto—tenerte tan cerca después de 20 años y no poder sentir de nuevo tu piel junto a la mía…—se alejó de su cuello mirándolo a los ojos para levantar su mano izquierda acariciando su mejilla para introducir su pulgar entre sus labios abriéndolos suavemente.

—Haku…—iba a pronunciar cuando los labios del gemelo mayor tomaban lo suyos de forma suave al principio para volverse a los pocos segundos un gesto demandante y lleno de deseo—espera—pronunció separándose unos instantes colocando sus  manos sobre el fornido pecho pero el gemelo simplemente lo ignoro poniendo ahora su mano en su nuca colando sus dedos entre la suave cabellera del otro callando cualquier tipo de solicitud.

No se pudo resistir más, sus manos se movieron de su pecho al fuerte cuello del otro quién bajo su brazo derecho a su estrecha cintura, había extrañado tanto su sabor salvaje, sinvergüenza, al que se declaró adicto cuando se dieron su primer beso. Sin romper el contacto ascendió su mano hasta donde su cabello estaba sujeto por una elegante cinta azul desatándola dejándolo caer como una imponente y sensual cascada sobre sus fuertes hombros.

Ante la respuesta afirmativa de Lugonis dejo esos sonrosados labios para descender por su cuello una vez más, regalándole suaves lamidas y leves mordidas sobre la blanca superficie dejando algunas marcas señal de que esa piel le perteneció desde siempre, volvió a posicionarse de sus labios mientras que sus manos desataban los botones de su saco, camisa y chaleco que se abrieron exhibiendo el torso del pelirrojo quién no se quedó atrás pues también desabotonó las mismas pendras para descubrir el pecho del peliblanco quién soltó un leve gemido al sentir las manos del otro paseando por su espalda bajo la ropa de forma lenta y excitante.

—Extrañaba tanto tu calor—movió sus ropas dejando que estas se deslizarán suavemente descubriendo la suave piel de sus hombros—tu respiración que se acompasa con la mía—dejo un camino de besos sobre cada hombro descendiendo por el esternón y dirigiendo sus labios hacia su pezón izquierdo sintiendo como Lugonis apretaba sus fuertes hombros al sentir la caricia mientras con sus dedos estimulaba el otro.

—Yo también…—sintió como lo recostaba suavemente sobre el mullido suelo del carruaje que estaba cubierto por los pequeños cojines que habían estado sobre los sillones del mismo, ¿Cuándo hizo eso? Le resto importancia, sintió como movía con suavidad su muslo entre sus piernas frotándolo de forma lenta arrancándole un gemido. En un rápido movimiento el peliblanco se dio la vuelta dejando al otro sobre él sorprendiéndolo con esa acción, apretó sus ojos al sentir como su cadera se deslizaba por el largo de su muslo—ah...Hakurei…—gimió suave sintiendo los movimientos del otro.

—Estoy contento que aún tu cuerpo reconozca el mío—le susurró paseando sus manos por todo el torso jugueteando en toda su extensión mientras su muslo no dejaba de moverse entre sus delgadas piernas—mira ya como estás—jadeo besando su oído para después morder su lóbulo con deseo, pues sabía bien lo sensibles que eran las orejas del pelirrojo.

—Cállate…—gimió apretando sus labios para evitar que saliera uno más sonoro al sentir que de nuevo estimulaba su pecho con lentitud—esto no…es bueno…—

—¿Por qué, no se siente bien?—preguntó sonriendo divertido al ver los gestos de placer que le regalaba su hermoso pelirrojo.

 Lugonis apoyó sus manos sobre el trabajado pecho del peliblanco mientras movía su cadera de atrás hacia delante sobre el firme muslo del otro estimulándose más, mientras sus manos se paseaban sobre toda la superficie.

—yo…ya…ah…Hakurei…—

Dándole la vuelta se colocó entre las piernas del pelirrojo quién gimió con fuerza cuando Hakurei tomó su pierna derecha enredándola alrededor de su cadera para comenzar con una danza de fuertes embistes que estaban enloqueciendo al pelirrojo quién araño la espalda del otro al ser golpeado por un profundo orgasmo que mancho sus pantalones. Respiraba agitado ante tal sensación, ya nada importaba quería sentir al gemelo en su interior una vez más bajo sus manos a los botones del pantalón del peliblanco.

—Señor Lugonis—el cochero tocó la puerta del carruaje haciéndolo reaccionar—hemos llegado—estaba sorprendido ¿A qué hora habían llegado?, ¿Cómo pudo haber perdido el control? ¿Por qué simplemente no podía decirle no a ese hombre?, estaba molesto consigo mismo, el volver a sentir su piel lo había hecho perder la razón, agradeció al inocente Will el haberlos interrumpido

—Diablos, muchacho inoportuno—escupió frustrado el peliblanco separándose del otro lentamente para

—Gracias Will en un momento bajo—dijo al cochero a quién pudo ver que asentía mientras caminaba hacia donde estaban los caballos—hazte a un lado Hakurei—exigió con el ceño fruncido—No quiero que te me vuelvas a acercar—exigió al otro quién sonrió abrazándolo fuertemente para volverlo a besar robándole el poco oxígeno de sus pulmones que a duras penas había recuperado.

—¿Cuántas veces necesito decirte que debes despedirte correctamente de mí, Lugonis?—dijo rozando su nariz con la del pelirrojo

—Aléjate de mí—dijo empujándolo por el pecho apartándolo de él con su respiración agitada, ¡¿Cómo era posible que con esa simple caricia lo hiciera desear más?!, debía alejarse de ese hombre a como diera lugar, su perfume, su cuerpo, sus labios, lo enloquecían aún después de tantos años como olvidar que fue su primero, las dulces palabras que le susurró en el oído aquella noche en la que se entregó sin reparos, porque si lo amaba se había enamorado tan profundamente de él que no tenía miedo de desafiar a las reglas que esa sociedad superficial exigía y más aún le había dado la valentía de desafiar a su máxima autoridad, su padre—por favor vete—pidió mientras se acercaba como podía a la pequeña puerta del carruaje para pedirle al cochero que se detuviera

*************************************FIN FLASH BACK************************************

Lugonis salió de la mansión caminando de forma algo apresurada hacia los amplios jardines, necesitaba aire fresco, por más que intento olvidar la sensación de los labios del gemelo mayor le era imposible, logró divisar una pequeña banca ubicada bajo un enorme roble, su cabeza le dolía horrores, necesitaba relajarse, movió su mano hacía su cabello que se hallaba atado en una coleta baja liberándolo de su agarre, como si tuviera vida propia este se acomodó sobre el lado derecho de su rostro cubriendo su ojo un poco, una ráfaga de viento pudo sentirse y moviéndolos de forma suave dándole un toque elegante.

—Ha pasado mucho tiempo Lugonis—.

Se puso de pie de forma algo asustada al escuchar aquella voz, que hacía ahí, tenía más de 20 años que no lo veía, porque ahora tenía que aparecer él también, vio como a la diestra de ese árbol aparecía su antiguo prometido que lo observaba con esa mirada cargada de lujuria que siempre detesto.

—Zaphiri Collingwood—susurró con temor—¿Qué estás haciendo aquí?—.

—Lugonis…—se lanzó rápido contra el pelirrojo, acorralándolo contra el grueso tronco mientras colocaba su antebrazo sobre el pecho del otro oprimiendo con fuerza para evitar que se fuera—¿Dónde quedaron tu modales…mitt vackra blod…?—

“Mi hermosa sangre” ahí estaba ese apodo que le puso y odio profundamente, cuando su padre se lo presentó creyó que era bueno por la forma en la que le sonrió, pero al poco tiempo descubrió despiadado y malvado que era ese hombre.

—Esa cabellera tuya es tan exquisita, tan roja como la sangre—se acercó depositando un beso en su cuello provocándole un tremendo escalofrío—debo decir que me fascina volverte a ver…—acarició el cabello del otro de forma suave concentrándose en aquel mechón que caía hermosamente en el lado derecho de su rostro—pero sobre todo—jaló de él uniendo sus labios en un beso violento y tosco, sintió como trato de apartarlo con fuerza por lo que apoyó todo su peso sobre el otro, se separó jadeante para tomar fuertemente con su mano derecha la parte inferior del blanco rostro de Lugonis levantándoselo con violencia—tus labios, tu cuerpo, tus gemidos serán míos…—puso su rodilla entre las piernas del pelirrojo abriéndolas para poder apoyar su muslo en la entrepierna del otro—esta vez—hizo chocar las caderas del otro con las suyas—no pienso dejarte ir—.

—No…—susurró al sentir como abría su abrigo de forma abrupta, abriendo su frac y camisa con la misma violencia para adentrar sus frías manos provocándole un atemorizante escalofrío.

—Tal vez no me habré hecho de tu virginidad, Lugonis—agachó su cara para comenzar a mordisquear el pezón derecho del pelirrojo mientras el otro era estimulado por los dedos del pelinegro—porque preferiste entregársela a ese maldito, heriste mis sentimientos ¿sabes?—soltó con odio—pero esta vez tú cuerpo será totalmente mío—.

—¡Suéltame!—exclamó dándole un empujón apartándolo toscamente de su cuerpo, trato de cerrar sus ropas pero así como había empujado al otro este se puso de pie a una gran velocidad, lo tiró del brazo propinándole una fuerte bofetada rompiéndole el labio para enseguida tirarlo sobre el frío suelo.

—Serás mío te guste o no—

—¡No!—cerró sus ojos con fuerza, un par de lágrimas salieron de sus bellos ojos azules—¡Hakurei, por favor ayúdame!* no había nadie que lo ayudará, nadie que pudiese evitar que Zaphiri lo tomará por la fuerza.

Abrió sus ojos un poco, bendijo a su imaginación cuando el rostro del almirante se transformó por el del gemelo mayor quién le sonreía con esa profunda dulzura como el día en que hicieron el amor. Ya no podía hacer nada la fuerza de Zaphiri era abrumadora pues estaba agotado de tanto forcejear y no lograr mover un ápice el cuerpo del otro quién seguía besando y marcando sus labios, cuello, hombros y pecho.

—Quítale de encima tu asqueroso cuerpo, lacayo—.

—Así que la basura italiana ha llegado hasta tierras inglesas—se separó del otro quién quedo tendido en el frío suelo respirando de forma agitada—¡ah! es cierto que el único país en el que no eres ni serás bien recibido es en… déjame recordarlo…ah sí, Escocia—tomó el cabello de Lugonis de forma violenta para acercar su rostro al suyo lamiendo toda la superficie de su mejilla de forma lujuriosa.

—Suéltalo—amenazó acercándose un paso más.

—¿Por qué? ¿Ya se te olvido que era mi prometido?—acarició la suave mejilla del otro con su dedo—Lo haré cumplir con su papel—volvió a besar los fríos labios del otro con brusquedad.

Hakurei comenzó a sentir como su sangre hervía, estaba a punto de estallar cuan volcán activo dispuesto a desatar el infierno sobre la tierra al ver como las abundantes las lágrimas de Lugonis resbalaban por sus mejillas cayendo en la nieve que también tenía algunas salpicaduras de sangre. Hizo un rápido movimiento, quedando frente al pelinegro le propino un fortísimo golpe que lo obligo a soltar el tembloroso cuerpo del Sweeney lanzándolo a un par de metros lejos de ellos.

—¡Te lo advierto Zaphiri, no voy a permitir que vuelvas a ponerle una mano encima!—exclamó furioso caminando hacia el pelinegro que se ponía de pie sosteniéndose su nariz que ya sangraba en abundancia.

—¡No te tengo miedo Hakurei! ¡tarde o temprano Lugonis será mío!—adivirtío señalándolo

—¡Lárgate!—demando en un potente grito.

El pelinegro dio la vuelta alejándose, vio por sobre su hombro como el peliblanco abrazaba al otro con fuerza, cuando estuvo lo suficientemente alejado soltó un potente golpe en un grueso árbol lastimándose de lleno la mano, herida que no sintió pues su mente estaba nublada por la furia y adrenalina.

—¡Maldito seas!—se dejó caer de rodillas en la nieve azotando sus puños con frustración una y otra vez, manchando la nieve con su sangre, para después comenzar a reír de forma divertida y algo sádica—disfruta el tiempo que te queda con Lugonis—sonrió alzando el rostro sin dejar de sonreír—pude separarlos una vez, créeme que volveré a hacerlo y estás vez definitivamente—sacó su pañuelo limpiando su nariz dirigiéndose hacia la mansión.

Mientras Albafica y Dégel caminaban en dirección hacia donde se habían aquel par, estaban tan molestos que no se habían percatado que sólo un sendero de árboles los separaba de estar uno a lado del otro.

—Ese maldito ¿Dónde diablos se metió?—soltó el peliceleste buscando con su mirada a Manigoldo hasta que la misma se topó con el peculiar cabello del heredero Versau—Dégel—lo llamó moviendo su mano para atraer su atención a lo que el Versau caminó hacia él.

—Buen día joven Albafica—lo saludó con un elegante movimiento de mano.

—¡Ay que viejo me hiciste sentir!—expresó fingiendo tristeza—No te dirijas así a mí tenemos la misma edad—demandó con sus manos en la cintura.

—Lo siento—se disculpó sonrojado.

—Por cierto no habrá visto por aquí a un hombre de cabellos cortos y azules, me pareció verlo salir con otro hombre que era militar a mi parecer—preguntó apenado mordiéndose la lengua para evitar insultar a Manigoldo—es que lo ando buscando con urgencia necesito hablar con él—

—Ah pues yo busco al maldito imbécil que va con él—se tapó la boca con ambas manos al percatarse de los que había dicho—lo siento mucho, que falta de respeto la mía por expresarme así de unos invitados—

—No te preocupes Dégel, opino de la misma forma que tú porque ese idiota con sus estúpidas palabras me ha hecho sentir tan confundido e idiota—ahora fue turno del peliceleste de cubrir su boca por las malas palabras usadas.

Ambos chicos soltaron la carcajada para caminar hacia una de las pequeñas bancas de ese sendero por el que se fueron esos dos, conversaron por un rato acerca de los que les habían hecho sentir aquellos hombres a los que los insultaban de una u otra forma debido al resentimiento que tenía hacia ellos, se sentían burlados y usados, ambos habían acordado darles una buena bofetada y retirarse.

Mientras Kardia y Manigoldo esperaban bajo un imponente árbol con sus ramas desnudas y cubierto por la nieve cuando vieron las delgadas figuras de los dos muchachos y como estos se iban acercando hacia donde estaban con unas miradas muy sombrías y furiosas.

—No sé tú, pero el francesito ya me dio miedo con esa mirada que me lanza—dijo nervioso Kardia al otro quién sonrió divertido y a la vez nervioso.

—Se escuchará raro—se pasó la mano por el cuello—pero me encanta esa mirada que me lanza, me doy cuenta que no es alguien débil y que se vuelve una verdadera fiera cuando se enoja—

—Ja ya no podrás decirme raro nunca más idiota, me sobrepasas—

Dégel y Albafica estaban cada vez más cerca, entre más corta era la distancia más apretaban los puños con furia, más se tensaban los músculos de sus brazos a cada centímetro que se aproximaban, el viento movió sus cabellos de forma algo violenta tanto que los obligó a ladear sus rostros para que los gruesos mechones no entraran en sus ojos, cuando lograron acomodarlos se sorprendieron de tenerlos enfrente, sin que se lo esperaran ambos chicos levantaron sus manos y propinaron sendas bofetadas que ladeo los rostros de ambos hombres e incluso los hicieron dar un par de pasos hacia atrás al verse alterado su equilibrio por la fuerza.

—¡Agh mierda pegas muy fuerte Albafica!—expresó Manigoldo mientras se sobaba la mejilla que comenzó a ponerse muy roja.

—¡¿Qué demonios te pasa francesito?!—exclamó Kardia limpiándose su sangrante labio.

—¡Eso es por jugar conmigo idiota!—exclamó Albafica furioso acercándose de nuevo para darle otra bofetada pero su mano fue detenida por la de Manigolo misma acción que hizo Kardia con Dégel.

—¡Suéltame idiota!—forcejeaba Dégel.

—¡Cállate y deja que te explique, maldición!—

—¡No quiero oírte!—se revolvía en sus brazos.

Manigoldo estaba igual con Albafica se negaban a escucharlos por más que trataran de hacerlos entender, los más jóvenes estaban totalmente empecinados en no querer escuchar sus razones.

—¡Te dije que era mala idea idiota!—le reclamó al otro tratando de controlar a la pequeña fiera francesa que tenía en sus brazos.

—Bien sabes que muchas veces no funcionan y ahí vas de idiota a seguirme la corriente—respondió recibiendo un par de golpes más de Albafica quién no dejaba de moverse.

—Ya fue suficiente—dijo levantando al peliverde para ponerlo sobre su hombro al igual que Manigoldo con el peliceleste—te veré en un rato pendejo, me la debes—camino en dirección contraria a su amigo llevándose al francés.

—¡Suéltame!—exgía Albafica mientras soltaba golpes a diestra y siniestra en la espalda del pelicorto quién comenzó a molestarse a sobremanera, lo bajo para encararlo.

—¡¿Me vas a dejar explicarte?!—

—¡¿Qué demonios vas a explicarme?!—exclamó molesto dándole un empujón en el pecho—¡¿Qué solo jugaste conmigo para ver cómo reaccionaba?, ¿Qué todas tus dulces palabras e intenciones no eran para mí?!—le gritó dejando que sus lágrimas bajaran por sus blancas mejillas por la frustración pero sobretodo la profunda tristeza que lo invadía.

—¿Qué estás diciendo?—respondió sorprendido antes las dolidas palabras del más joven.

—¡Lo que oíste, sé muy bien que viste a alguien más en mí, que todas esas palabras eran para ese recuerdo!—se sentía tan ingenuo, tan estúpido pero sobre todo usado—Me largo de aquí—

Se dio la vuelta con la intención de irse de ahí, ya no quería verlo más quería regresar con Deuteros con su prometido, con quién debía compartir su vida quién le ayudaría a olvidar a ese idiota gracias a la diaria convivencia, trataba de convencerse de lo contrario cuando sintió como la mano del otro lo detenía.

—Suéltame—movió su mano tratando de liberarse de ese fuerte agarre.

—No, no lo haré—respondió, se sentía tan miserable, el haberlo hecho llorar sin siquiera haber comenzado algo le hacía sentirse como el mayor imbécil sobre la tierra.

Desde que Ruse murió los sentimientos de los demás poco le importaban pues eran sólo encuentro pasajeros que lo ayudaban a liberar tensiones, a satisfacerse, pero con este joven era diferente, sentía que si lo dejaba ir, su corazón y mente ya no tendrían salvación, el primero ya no podría hacerlo latir con esa alocada velocidad que representaba el ver ser al querido llegar, tomar sus manos, besar sus labios, abrazarlo y más que nada protegerlo o tener la cabeza todo el día ocupada en su nombre, en su voz, en su sonrisa. No, Albafica estaba equivocado si creía que lo dejaría ir, debía aclarar pero sobretodo entender los sentimientos que habían nacido hacía él.

—¡Ya suéltame!—volvió a forcejear con el más alto tratando de liberarse de su fuerte agarre, sus lágrimas descendían de forma abundante por sus blancas mejillas, sus sentimientos estaban a flor de piel.

—¡No!—

Dio un tirón al brazo de Albafica abrazándolo en cuanto lo tuvo cerca de su cuerpo, sentía como el cuerpo del más joven daba pequeños saltos por el profundo sentimiento que embargaba su llanto.

—Escúchame Albafica, estoy igual de confundido que tú, pero…—movió su mano para tomar suavemente el mentón del otro para que lo mirase a los ojos—eso no significa que te haya mentido, todo lo que te dije no era para alguien más, era para ti nada más—le sonrió acariciando su mejilla—Tal vez te parece una locura porque hace apenas unas cuantas horas te conocí y dance contigo, pero mierda, fue lo mejor que me ha pasado—los bonitos ojos de Albafica se abrieron cuando tomó su mano para colocarla sobre su pecho a la altura de su corazón sintiendo los fuertes latidos—siente como esta después de varios años, esta descontrolado y lo curioso es que es por ti—recargó su cabeza sobre el hombro del peliceleste—aún no entiendo bien que me has hecho y no me partiré la cabeza tratando de hacerlo, de lo que si estoy seguro es que quiero que estés a mí lado, tanto que no me importa tu compromiso, ni las estúpidas reglas, ni los protocolos, simplemente te quiero conmigo—lo abrazó un poco más fuerte que para su gozo fue correspondido por el otro que oculto su rostro en su pecho.

Sonrió ante el tierno gesto del más joven, movió sus manos para tomar sus mejillas suavemente, lo miro a los ojos de una forma tan anhelante que no pasó desapercibida para Albafica quién vio como se acercaba poco a poco a su rostro, cerró sus ojos al sentir el contacto de los cálidos labios del pelicorto, un par de lágrimas más se deslizaron por sus mejillas mojando los dedos del otro pero estas no eran de tristeza sino de profunda felicidad, estaba dándole su primer beso ese hombre que le removió toda una serie de emociones y sensaciones que desconocía. Levantó sus brazos para rodear su cuello, abrió sus labios al sentir como la lengua del otro los delineaba dejándola accesar para que se acariciase con la suya dejando que lo probase y viceversa.

Manigoldo al sentir el permiso bajo sus manos hacia la delgada cintura para acariciarla con lentitud, pasaron un par de minutos besándose, olvidándose del mundo, solo estaban ellos en aquel escenario de inmaculado blanco, diciéndose muchas cosas a través de esa caricia, se separó lentamente con la respiración agitada para finalizar con un corto beso en los labios del otro que ya estaban algo rojos por el acto anterior, Albafica se abrazó al fuerte pecho del otro quién correspondió su abrazo. 

—¿Ese chico con el que estabas no es tu pareja?—

—Ah, ¿Te refieres a ese estúpido?—señaló con su pulgar en dirección hacia donde se había ido el almirante con el otro muchacho—es mi amigo, Kardia, no te preocupes el sólo tiene interés por el francés por eso se lo llevo con él—

—Lo siento, estaba tan molesto que no me di cuenta de ello—

Ambos rieron ante el comentario acordando regresar a la mansión ya que el frío estaba comenzando a aumentar, aunque ellos estaban acalorados, Manigoldo entrelazó su mano con la del otro en lo que llegaban a su destino.

Minutos antes Kardia se había llevado a Dégel en su hombro, se estaba molestando a sobremanera al sentir los fuertes golpes del francés en sus espalda, ya se las pagaría el idiota de Manigoldo pues lo que menos quería era comenzar una plática con el francés en esas condiciones.

—¡Ya bájeme almirante!—exigió Dégel.

—¡No lo haré hasta que aceptes escucharme!—

—¿Qué me vas a decir? ¿Qué era parte de un juego que estabas llevando a cabo con el otro idiota?—soltó tratando de escucharse frío pero su voz lo traicionó al quebrarse—¿Qué sólo querías burlarte de mí para después irte a mofar de lo idiota qué soy? Que sólo soy un ricachonsillo que sólo vale por lo que tiene —

Kardia se sorprendió al sentir como el peliverde dejaba de golpearlo cuando termino esa oración, lo bajo de su hombro colocándolo frente a él, se quedó de piedra cuando vio como el más joven trataba de secar sus lágrimas que no paraban de salir de esas bellas amatistas, se sintió como un auténtico bastardo por provocar esas lágrimas, no entendía que le pasaba pero el verlo así, quebrado y que él fuese el causante, le carcomía, Dégel ya no trataba de detener su llanto ya no tenía sentido hacerlo, se había mostrado débil frente a ese hombre, ahora solo esperaba a que acabará con él, que le dijera que si había sido un juego entre ellos y que el cómo un idiota enamorado cayó en sus trucos, sintió de pronto un fuerte tirón en su brazo para después el calor que emanaba el cuerpo del almirante que lo abrazaba con fuerza.

—De verdad ¿Crees que todo lo que te dije fue porque estaba bromeando o algo así?—le preguntó hundiendo su nariz en el largo cabello del otro aspirando su aroma a duraznos que lo había enloquecido en la danza de hace unas horas.

Dégel no dijo nada, se sentía tan confundido que las palabras se atoraban en su garganta impidiendo que su boca las pudiese expresar, sintió como la mano del otro se ponía sobre su mejilla que estaba fría por lágrimas que continuaban bajando para enseguida juntar sus frentes mirándose a los ojos.

—Al igual que tú, yo también me siento abrumado por todo esto que estoy sintiendo—explicó viendo como el otro se sorprendía—no eres el primero lo puedes imaginar, pero si el único que ha logrado crearme esta enorme necesidad de tenerte cerca, de estar junto a ti—

—Kardia…—susurró—pero sabes que yo…—

—¡No me importa que estés comprometido!—lo interrumpió—Ni el qué dirán en la estúpida y estirada sociedad, ni que sea un buen partido a sus ojos—lo separó para tomarlo de sus hombros—mi cerebro no puede ni quiere entender toda esta tormenta de sentimientos que has causado con tu sola presencia—

—Pero si solamente danzamos Kardia—

—¡Lo sé, ya lo sé!—exclamó algo frustrado—y sabes algo no me importa así haya sido sólo un maldito minuto, una maldita mirada, me importa un carajo la circunstancia sólo sé que estoy dispuesto a todo por ti Dégel Versau—

Abrió sus ojos a sobremanera al escuchar tal declaración, era exactamente lo que él pensaba, no importaba la circunstancia algo le decía que ese almirante estaría presente en su vida, sentía que estaban hechos el uno para el otro incluso desde antes de conocerse, había tenido muchos pretendientes pero ninguno le había causado tantos sentimientos como ese desvergonzado almirante, sollozo al sentirse correspondido, no opuso resistencia cuando el más alto unió sus labios con los suyos, pasó sus brazos alrededor de su cuello para enseguida darle acceso a la tibia lengua del almirante que acariciaba cada rincón de su boca saboreándolo mientras una de sus manos estaba sobre el hombro del peliverde y la otra en su delgada cintura.

Se separaron jadeantes por la falta de aire, un delgado hilo de saliva aún unió sus bocas por unos instantes para desaparecer cuando el peliazul le dejo un corto beso, Dégel estaba totalmente sonrojado, había sido su primer beso y lo mejor es que fue como lo había soñado, con la persona que él quería, Kardia dejo otro beso sobre esos delgados pero carnosos labios que le fascinaron.

—Por cierto ese hombre—

—Su nombre es Manigoldo y es mi amigo, pero en este momento ni me lo menciones francesito, ese idiota me las va a pagar—respondió frunciendo el ceño con el puño en alto—le daré un buen golpe por lo que provoco su estúpido plan—

—¿Plan?—preguntó curioso.

—Sí, queríamos hablar con ustedes y la única forma que se le ocurrió para que pudiésemos hacerlo fue que fingiéramos que teníamos algo, para ser sincero no pensé que funcionaría, pero…—

—¿Qué?—

—No creí que fueras tan celoso—

—No eran celos Kardia, lo que pasa es que…—

—Oh si, sí lo eran—

—Y si así fuera ¿Qué?—exclamó sonrojado—¿Qué esperabas si pensé que habías jugado conmigo?—

—En eso tienes razón—

—La próxima vez que hagan ese tipo de planes idiotas te golpearé incluso más fuerte que en esta ocasión—bromeo abrazándose al fornido pecho del almirante.

Kardia correspondio el abrazo dado besando una vez más al joven francés quién le dijo que ya debían regresar pues ya casi cumplirían una hora de estar ausentes de la mansión, ambos acordaron ser discretos hasta tener un plan que les permitiera estar juntos. Se tomaron de la mano caminando en dirección hacia la mansión Colonomos, Dégel debía charlar con Albafica quién se había convertido en su fiel aliado al compartir sentimientos parecidos por el amigo del almirante, pero sobre todo debía hablar con Aspros, había tomado una decisión y sabía muy bien que el gemelo mayor lo ayudaría pues él también tenía a alguien a quien quería. 

Notas finales:

Dedicado a mis queridas Vita y Scarlett agradeciendo el apoyo para continuar este fic.

También gracias a todos los que han echado un vistazo.

Ahora sí a trabajar :)


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