Habían tenido que ir a una tienda de artículos para el hogar, después de que lo que pareció haber sido una rabieta de Launcelot terminaron sin la mayoría de su vajilla. Taemin no podía culpar al gatito, si estaba de mal humor. Minho, por otro lado, había tomado una enorme bocanada de aire para no enojarse. Había sido su culpa, dado que olvidó el paseo diario de las seis de la tarde, a pesar de que Taemin le había llamado antes para avisarle que iba a salir tarde de la universidad. Por ende era su responsabilidad.
Claro que, como todas las tiendas departamentales hacen, una vez que pones un pie adentro es como entrar a una realidad alterna. Minho no se dio cuenta en qué momento se separó de Taemin, y Taemin ni siquiera notó el vacío a su costado. Casualmente había terminado en el largo pasillo de sólo espejos, en donde se distrajo con su propio reflejo.
-Mmm…- Paneó el pasillo, revisando que no hubiese nadie cerca antes de volver a fijar su mirada en el espejo. Sonrió un poco cuando su cabello se tornó de negro a castaño claro, luciéndose frente al reflejo. Deslizó un mechón de su fleco detrás de su oreja, mirando así los múltiples aretes que llevaba puestos. Algo que sólo podía hacer los días que no iba a trabajar. Suspiró, regresando su cabello a negro. No era momento de estar pensando en un cambio de apariencia, o se sentiría que estaba dando patadas de ahogado mucho antes de tiempo. –Supongo que...nos quedaremos así por un tiempo.- Le habló al espejo, sonriendo a medias.
Modeló un poco más, realmente disfrutando de su imagen actual. Incluso, tomandose la libertad, dejó que su apariencia natural floreciera. Le gustaba poder verse tal cual era, disfrutando del color dorado de sus amados cuernos, o del largo de sus afilados dientes. Apareció gemas sobre su nariz y pómulos, y unas cuantas cadenas de oro enredadas en sus cuernos. Lo único único que su cuerpo humano y su cuerpo natural compartían eran las perforaciones en sus orejas, y amaba cómo se veían al titilar del reflejo. Deslizó su mano entre su cabello, acomodándolo de la mejor manera.
Para muchos podría ser vanidad, sin embargo Taemin genuinamente gustaba de su apariencia real. Eso no podía ser más pecado que amar las galletas de chispas de chocolate. Y Minho lo sabía. Sabía que para un demonio, su apariencia era realmente importante; sabía incluso que, cuando se conocieron Taemin llegó a preocuparse sobre su apariencia real, cuestionándose si algún día debería mostrarle ese rostro. A Minho le había costado mucho el poder hacer que Taemin le mostrara ese rostro voluntariamente, y no cuando estaba enfadado y sin darse cuenta.
Y por eso, poder ver cómo Taemin disfrutaba tan libremente de su imagen, le hacía sentirse feliz. Entró al pasillo, sabiendo que Taemin no había notado su presencia, y se alegraba realmente de ver al demonio tan relajado. Lo había estado buscando desde que se dio cuenta que no estaba a su lado, y cuando lo divisó desde la esquina del pasillo contrario, sólo disfrutó de lo que veía. Hasta ahora.
Apareció en la imagen que Taemin veía en el espejo, dejando que el demonio se transformara a su versión humana lentamente. Le abrazó por la espalda, recargando su cabeza sobre el hombro del más bajo. Así, sin moverse, su reflejo parecía una bonita foto de ambos. Entonces Taemin mordió su labio inferior, rompiendo con el hechizo. Se veía algo adusto, aun cuando él no solía serlo. Tras un suspiro, se soltó de los brazos del ángel, girándose para verle de frente.
-Vamos…- Colocó ambas manos sobre el pecho de Minho, empujándole suavemente. –Debemos de darnos prisa, a menos que quieras volver y descubrir que de hecho nos falta toda la cocina.- Rio.
Pero esa risa no terminó de llegar a sus ojos, y Minho lo notó.