Taemin terminó por sentarse en la entrada del edificio de su departamento. Estaba completamente falto de aliento, y el atardecer estaba en ese punto exacto donde el sol brillaba demasiado como para que sus ojos mortales alcanzaran a ver algo sin dolor, y que sus ojos demoniacos fueran inútiles también. Su labio superior temblo, mientras el inferior salía prominentemente en un puchero incontenible. Oh sí, estaba apunto de llorar y no podía frenarlo de ningún modo.
-¡Taemin!- Minho le llamó desde la cuadra siguiente, corriendo hacia él. -¿Lo encontraste?
Taemin negó abruptamente con su cabeza, hundiendo su rostro entre ambas manos. Ya estaba llorando, esto era historia de nunca acabar.
-Cariño, hey, no. No llores.- Minho se sentó a su lado, pasando su brazo derecho alrededor del cuerpo del demonio para atraparlo en un apretado abrazaso. –Vamos a encontrarlo.
-Fue mi culpa Min, debí haber sostenido más fuerte su correa, al menos ver qué era lo que estaba persiguiendo…- Sollozó, hundiéndose en el cuello del mayor. –No debí soltarle, no sé como pasó, yo…yo…
-Trata de respirar amor.- Dio ligeras palmadas en la espalda del demonio, buscando consolarle. –No puedes culparte, la verdad es que Launcelot es bastante fuerte. Probablemente a mí también se me hubiese escapado si decidía correr mientras yo lo paseaba.
-Pero nunca lo hizo, nunca lo intentó. Ni siquiera cuando dejamos la ventana abierta decidió salir a pasear. Es un gato hogareño. ¿Por qué ahora?- Taemin se despegó del ángel, mirándole con ojos más que lagrimosos. –¿Y si no lo volvemos a ver?
-Tiene puesto su arnés, y su placa. Si alguien lo halla va a devolverlo.- Trató de insistir, puesto que la mente de Taemin sólo se iba hacia lugares oscuros.
-¡Minho! Los humanos son malos, pueden decidir quedárselo y fingir que no tiene dueños, o peor aún, pueden hacerle cosas malas.- Se alteró.
-Hey, detente.- Minho le apretó por los brazos, fijándolo a la realidad. –No lo sabemos, y no podemos comernos la cabeza pensando en las cosas que puedan pasar.- Le tomó por el rostro, acariciándole. –Lance es un gato que vivió mucho tiempo en la calle, es muy inteligente. Sabe que siempre vamos a pasear a la misma hora de lunes a viernes, él sabe cómo llegar al parque. Es perfectamente capaz de volver. Creo que debemos dejarlo por ahora, mañana podemos volver al parque y ver si volvió. Si hay suerte, quizás alguien no lo halle y nos llame diciendo que lo hallaron. Pero no lo sabremos hasta mañana.- Indicó.
-¿Hasta mañana?- Se levantó, mirando con sorpresa y horror al ángel. -¿No seguiremos buscando?
-Cariño, es tarde. Y Lance es un gato negro, a menos que cambies a demonio y te expongas así a buscarlo, no hay modo en que podamos verlo y hallarlo en la noche.- Minho le tomó de la mano, frotando su pulgar sobre el dorso de esta. –Sé que es un gran reto, pero intentemos descansar esta noche. Mañana lo buscaremos de nuevo.
El puchero tembloroso en Taemin hizo creer a Minho que el demonio iba a reclamarle su decisión de no seguir buscando. No pasó. Taemin asintió, subiendo los escalones hasta la entrada del edificio. Miró una vez más a su alrededor, esperando hallar al gatito, sin tener éxito. Entonces entró. Minho le siguió rápidamente, abrazándole por los hombros para proveerle consuelo.
Decir que Taemin no pudo pegar los ojos era más que un eufemismo para la preocupación que sentía. A pesar de que Minho dormía, Taemin sabía que él también estaba preocupado por la falta del integrante de su pequeña familia. Minho sabía tan bien cómo controlar sus emociones, y Taemin no era más que un manojo de emociones sueltas por todos lados. Suspiró, levantándose de la cama para salir de la habitación. No podía dormir, y tampoco quedarse quieto. Paseó por el lugar hasta llegar a la cocina. Tampoco tenía hambre, era sólo su ansiedad la que le hizo abrir el refrigerador y mirar lo que había dentro de él. Nada, no tuvo antojo de tomar algo de ahí. Por el contrario, cerró el refrigerador y salió de la cocina. Tomó la canasta donde tenía su pequeño proyecto empezado, llevándolo hasta el sofá. Se sentó ahí, cruzando las piernas sobre los cojines, tomando la pequeña figurilla de arcilla que había hecho. Aún no estaba terminada, y no sabía como sentirse al respecto. Tomó el palillo con el que estaba definiendo la forma, enfocándose esta vez en esos pequeños montículos puntiagudos sobre la cabeza. Las orejas de Launcelot eran adorables, Taemin siempre lo había pensado. Se preguntó si podría hacerlas lucir igual de adorables.
El tic-tac del reloj era el único ruido que se escuchaba de fondo, imperturbable. La oscuridad no era un problema para Taemin, de cierto modo le proveía de consuelo. Un consuelo que no le llevaba a nada. ¿Cuánto faltaba para que el sol saliera? Entre más tiempo pasara, sería más difícil hallarle.
Un rasquido detuvo el fatálico tren de pensamiento de Taemin. ¿De dónde venía ese ruido? El rasquido se volvió a oir, haciendo que Taemin mirara a su alrededor. Se paró, siguiendo el ruido cuando se escuchó por tercera vez. Era realmente insoportable, como cuando se rasca un pizarrón.
Llegó a la venta, de donde se escuchaba. Movió la cortina, descubriendo la pequeña patita con garras que rasgaba la ventana. En el alfeizar sentado, Launcelot pedía que le abrieran.
-¡Launcelot!- Gritó, abriendo la ventana.
El gató no se inmutó, brincando dentro del departamento. Su correa se había perdido en algún lado, pero no su arnés, que se encontraba manchado de tantas cosas. En su boca un ratoncito como muestra de su exitosa caza, que terminó por dejar a los pies del demonio. Entonces se sentó, mirando con orgullo a Taemin.
-¡Gato tonto!- Rio, volviendo a llorar. Se dejó caer de rodillas, atrapando al gato fuertemente en un abrazo asfixiante. –Te fuiste para traerme un regalo. ¡Tonto! ¡tonto! Gato tonto…- Gimió. –Me preocupé tanto, creí…Yo…
Exhaló, liberando su ansiedad. Launcelot estaba de regreso, y era lo único que necesitaba saber para recomponerse.