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Renaciendo en 1925. por Nakisa

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Su hermano aprovechó este tiempo para ser reconocido como un gran mago en el arte de duelos. Retaba a cada persona que osara burlarse de su nombre y poco a poco sus habilidades de duelo fueron las mejores. Harry en cambio, usó esos tres años para mejorar en secreto sus habilidades mágicas y mejorar su relación con los niños. Le gustaba pensar en eso en algo así como un adiestramiento. Se fue convirtiendo en el líder de forma natural.

Entonces, ese año finalmente recibió su carta de admisión en Hogwarts. La carta llegó a medio día, no fue una sorpresa pues ya la esperaban, pero aún así la familia se puso contenta. Unos días después llegó junto a su hermano y sus padres al callejón Diagon.

A estas alturas ya parecía una tradición familiar, siempre por la misma fecha salía en familia a comprar útiles. Esta vez aparte de las cosas de Fleamont, también compraron las cosas para Harry.

Consiguiendo vestimentas, los libros y la varita. Fue extraño recibir otra, 23 cm, caoba y núcleo de dragón. Hizo su primer viaje a Gringotts ese día, era una tradición que su padre había instaurado. Sin importar que, irían y sacarían dinero de la bóveda.

—¿A qué casa planeas ir? —preguntó su hermano cuando estuvieron a solas.
—Gryffindor o Slytherin. —respondió como si fuera poco importante.
—Esas son muy buenas elecciones, van bien contigo. —Acarició su cabeza con cariño. —Si vas a Gryffindor solo debes decir que soy tu hermano mayor y nadie se meterá contigo.

Ese año iniciaban él, y Walburga —ah, y Lucrecia—, el próximo año iniciarán Abraxas, Alphard y Haelin. Y no se había olvidado del más importante, Tom Riddle.

No pensaba mucho en él, tampoco es como si supiera que hacer una vez se lo encontrara. Decidió que era mejor esperar a conocerlo antes de tomar una decisión, después de todo este Tom no había hecho nada imperdonable aún.

El día de la partida llegó, tanto él como Fleamont partieron en el tren de King’ Cross.

Harry se dirigió él solo a uno de los compartimientos vacíos, su hermano había ido a buscar a sus amigos y tendría que esperarlo a que fuera a verlo.

—¡Gael! —Una chica sin educación llegó abriendo la puerta de manera estruendosa.
—Como siempre, cero educación, Walburga —regaño a la chica por su repentina aparición.
—Lo que sea —respondió y se sentó dejando su baúl—. ¿Y tú hermano?
—Él está ahora en quinto año, fue a ver a sus amigos primero.
—Pues entonces lo diré ahora —dijo—. Más te vale quedar en Slytherin —amenazó—. Si te atreves a quedar en otra casa no te volveré a hablar.
—¿Un milagro? —respondió con falsa esperanza. No odiaba a la chica después  de todo—. No te preocupes, el próximo año llega tu hermano y Abraxas. Y este año Lucrecia va a entrar, ¿No va a ser tu cuñada en el futuro?
—No me lo recuerdes —gruñó—. El niño aún tiene 7 años, no es que fuera mi elección.
—Sí, sí. —La ignoró, desde que se decidió el compromiso o deja de quejarse con Harry. Pero nunca le dice nada a su familia sobre estar en contra, así que empezó a ignorarla. —Podrías hablarme sí resulta que voy a Gryffindor.
—¿Y dañar mi reputación? —preguntó ofendida—. En verdad, no puedes ir a Gryffindor.
—Haré lo que pueda —console. Podía ser mandona, pero estaba preocupada por quedarse sola este año.

—¿Harás lo que puedas sobre qué? —En ese momento Fleamont abrió la puerta.
—En quedar en Slytherin —le respondí.
—¿Confabulando para robarte a mi hermano? —Habló con Walburga como si hubieran llegado ya a un acuerdo previo.
—Silencio, son cosas de Slytherin’s. Un Gryffindor como tú nunca entendería.
—Pues yo creo que quedará en Gryffindor, es un Potter después de todo. —Se sentó a mi lado para demostrar que es más apegado a mí.
—Claro —afirmó Walburga—. Pero eso lo crees porque tú no tienes cerebro. Un genio como Gael debe quedar en Slytherin.
—¿Y tengo voz en esta discusión? —pregunte divertido. De alguna forma al pasar el tiempo esos dos había logrado llevarse bien. Supuso que lo hacía por él, quería simpatizar a sus amigos.
—¡No! —Contestaron los dos al mismo tiempo.

Siguieron discutiendo sobre lo mismo durante una media hora más, solo se calmaron cuando la señora de los dulces paso. El resto del viaje fue más tranquilo y a medio camino Fleamont se despidió de nosotros.

Entonces Walburga y yo hablamos durante otro rato para finalmente quedarnos en silencio. El viaje era largo y para cuando finalmente llegaron a su destino ya se encontraban muy cansados.

—Chicos, nos vemos en Hogwarts.

Fleamont pasó a despedirse antes de que bajaran del tren.

El viaje hasta Hogwarts fue exactamente el mismo, la única diferencia notable era que no estaba Hagrid para guiar a los alumnos.  

Muchos de los nuevos alumnos —incluyendolo a él y Walburga— se asombraron al ver el castillo por primera vez. No importaba que tanto cuentan sobre él castillo, o en su caso no importaba cuanto recordara a él. Fue maravilloso verlo por primera vez.

Y para cuando entraron al gran comedor, los nervios de todos se sentían en el ambiente. Algunos, como él y Walburga, sabían de antemano en lo que consistía la selección. Otros estaban especulando, pero dentro de todos se vio el asombro cuando apareció el sombrero cantando.

Poco a poco fueron llamando a alumnos, se les colocaba el sombrero y no tardaba en gritar el nombre de las casas. Gritos de bienvenida se escuchaban desde Gryffindor, Slytherin, Hufflepuff y Ravenclaw. Cada que él sombrero gritaba un nombre la expectación aumentaba.

Pronto fue el turno de Lucrecia, como era de esperarse entró en Slytherin. Golpeé el hombro de Walburga cuando ocurrió, ella sólo refunfuño en respuesta. Después fue su turno, por supuesto fue a parar a Slytherin.

Pasaron nombre tras nombre, hasta que finalmente fue su turno. No estaba nervioso, aceptaría cualquier decisión que fuera tomada.

—Potter, Gael Harrison.

Un joven Dumbledore colocó en su cabeza el sombrero, en el momento que lo toco pudo escuchar una voz.

—La decisión está clara. —Sin esperar respuesta gritó—: ¡Slytherin!

Harry miró a su hermano, era el único Gryffindor celebrando, su nueva casa lo recibió con animados gritos. Harry fue entonces a sentarse junto a Walburga que a su vez estaba con Lucrecia.

—No pude hacer nada, él solo eligió. —Se alzó de hombros Harry.
—Pues tomó una muy buena decisión, no me quejo. —Le golpeó el hombro al igual que Harry había hecho antes.

Después de la cena fueron llevados a las mazmorras, donde se encontraba la sala común de Slytherin. Dijeron las reglas que se debían seguir. Al final los prefectos se fueron y Harry caminó a su dormitorio.

Durante el desayuno él, Lucrecia y Walburga se sentaron juntos. No se podía evitar, eran nuevos y solo se conocían entre ellos. Harry rara vez hablaba con Lucrecia, muchas veces no se juntaba con su grupo y si ahora estaban juntos fue por Walburga.

Lucrecia no estaba entre los chicos con los que convive casi a diario, tampoco es que le fuera indiferente. La chica se parecía mucho a Walburga, pero menos mandona, solo compartían su lengua afilada. Por esa razón chocaba un poco con el resto del grupo, pero aún podían convivir libremente. Especialmente si la entrenaba como al resto. Walburga no era tan mala una vez te acostumbras a su forma ruda de ser.

Ganó un par de miradas al estar con las chicas a su lado, pero decidió ignoraras. Fleamont se acercó a su mesa para saludar.

—¿Estás contenta, Walburga? —preguntó dramático—. Me ha robado a mi pequeño hermano.
—Aún debo robarte el alma, Potter —respondió con una sonrisa malvada.
—¡Sí que eres una mujer demonio!.

Se sentó un momento a hablar con él y Walburga. Solo fue unos minutos pues empezó a ganarse miradas tanto de los Slytherin y Gryffindor. Y era mejor no ganarse el odio de ninguna de las casas.

Así empezó su estadía en Hogwarts, las cosas no parecían tan diferentes a sus memorias. Pero el Albus joven le recordaba que ese no era su tiempo, y con Walburga Black compartiendo año, no podía confundir sus años como Harry.


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