Una nueva noche, un nuevo dolor de cabeza. Casi parecía que el dolor de cabeza ya era cotidiano en la vida de Seto Kaiba.
La razón? Su lindo, ya no tan pequeño, y rebelde hermano.
Resulta que por ahí de las 7:30 pm, estaba Seto trabajando en la oficina que tenía instalada en su mansión. Había pasado un mes desde que Mokuba fuese castigado por su hermano, y en ese lapso de tiempo, había logrado comportarse suficientemente bien.
Seto pensaba que había sido un gran logro encausar a su hermanito por el buen camino, y sacarlo de las malas compañías. Pero no debía descuidarse. Mokuba era un adolescente y todo el movimiento emocional y corporal que implican las hormonas estaba latente en su ser.
Entonces, escucha tres toques en la puerta.
-Adelante- interrumpe momentáneamente su trabajo para atender a Mokuba, quien entra con una mirada extraña.
-Hola hermano, estás ocupado? Tienes 5 minutos?- Había algo extraño… diferente… raro en la voz de Mokuba. Casi sonaba inseguro.
-Aquí estoy, que es lo que pasa Moki?- Seto usaba solamente en privado ese diminutivo de su nombre para expresarle cariño a su hermanito.
-Pues pasa que… este sábado hay una fiesta- El CEO enarcó una ceja, y toda la actitud de Mokuba cobró sentido en ese momento.
–Y me gustaría que me dejaras ir… Tú sabes, he estado tranquilo durante mi castigo, y no he salido… por favor, si?????- El menor aplicaba una mirada de perrito tratando de convencer a su duro hermano.
Seto Kaiba suspiró.
Por un lado, sabía que podría arrepentirse si lo dejaba ir. Y por otro, sabía que si no lo dejaba, Mokuba se distanciaría más de él y podría tomar otras medidas. En unos pocos segundos, sopesó todas las posibilidades y consecuencias de ambas decisiones.
Suspiró una vez más mientras tomó su decisión.
-Sí te comprometes a no llegar taaaaaan tarde, y a no meterte en problemas, entonces puedes ir- Mokuba gritó de alegría, y salió del cuarto corriendo mientras agradecía a su hermano. El castaño no estaba seguro de que tan buena decisión había tomado, pero lo hecho, hecho estaba, y tan solo le quedaba confiar en que esta vez Mokuba sería un buen chico.
Ya el sábado por la tarde, un muy animado Mokuba se preparaba para ir a la dichosa fiesta. Cambiándose en su habitación, recibió una llamada a su celular, el cual contestó animosamente.
-Aquí Mokuba- Siguió tratando de arreglar un poco su alborotado cabello mientras hablaba.
-Estoy en la esquina. Sales o toco?- Dijo una voz familiar para él.
-Oh, pero que maneras las tuyas, ya ni me saludas- El pelinegro fingió estar molesto, pero la verdad su mera intención era ganar un poco de tiempo para estar bien listo.
-Ja… ja… ja… No eres gracioso Moku, vienes o voy? Quizás así pueda saludar al ogro de tu hermano- Una ligera risa se escuchó ante su propio comentario.
-Mi hermano no es un ogro, sabes? Nada más es un… joven amargado con muchas obligaciones para su edad que no sabe relajarse y divertirse, ni dejar que otros lo hagan… ah, y también trabajador obsesivo compulsivo…- Escuchó una buena carcajada del otro lado del teléfono. Esto estaba perfecto. Estaba a punto de estar listo para bajar y además sosteniendo una amena plática con su amigo.
-Eso y ogro es casi lo mismo, sabes?... En fin, vienes o voy? Estoy perdiendo la paciencia, pordría ir a la fiesta yo sólo… Ahí podría encontrar buena compañía- Con una sonrisa entre dientes, le estaba picando la cresta al menor de los Kaiba. Era un juego un poco peligroso, pero le encantaba esa adrenalina.
-Oye, eso fue bajo. Por fin mi hermano me deja ir a una fiesta y tú me quieres dejar? Y además saber que te revuelcas con sepa quien? De verdad me harías eso Duke?- No es que a Mokuba realmente le importara que él se acostara con algunas chicas. Para lo que no estaba preparado era para una sombra muy peculiar.
Duke no le contestó, dando a entender que él busca amigos nada más.
-Tú más que nadie sabes que no me gusta esperar, Moku- Su amigo se estaba impacientándose. Y Mokuba lo sabía. La buena noticia es que estaba a 1 minuto de estar absolutamente listo.
-Si te soy bien sincero, no creo que mi hermano me dejara ir si te ve. No quiero ser grosero ni mala onda, simplemente mi hermano tiene una mentalidad diferente, más… como de viejito, y la verdad creo que me detendría si te viera. Ya te conozco como has de venir vestido- Mokuba tenía razón. Su amigo de ojos color esmeralda era un chico extravagante en su vestir. Y si lo era en su cotidianidad, en las fiestas lo era aún más.
-Y tú sabes que no me importa lo que piensen de mí, pero la verdad es que estoy a punto de perder la paciencia- La voz del chico unos años mayor que Mokuba ya sonaba molesta. Se notaba que no le gustaba esperar para nada.
-Lo sé, pero no te preocupes, ya estoy listo. Nada más me pondré un saco encima para que no me vea demasiado… pues como me veo, para poder despedirme de mi hermano. Te veo en unos pocos minutos Duke, ahora sí que estoy listo para una buena noche de… “relax”- Esto último lo dijo con un tono un tanto seductor. Un suspiro del otro lado de la línea, y ambos colgaron sin más nada.
Aquella sombra, simplemente se desapareció.
Tres golpecitos en la puerta escuchó, y después vio cómo se abrió. Mokuba, con unos pantalones ajustados de cuero, y un saco color negro del mismo material, entró y se acercó al escritorio donde se encontraba aquel que era su única familia.
-He venido a despedirme, ya me voy a la fiesta- Le dijo a su hermano con cariño en la voz.
-Mokuba, no quiero problemas esta vez. Ve y diviértete un rato, pero no te extralimites y no quiero malas noticias, entendido?- La voz del mayor era firme, advirtiéndole a Mokuba que estaba esperando que se comportara a la altura que debía hacerlo.
-No te preocupes hermano, regresaré temprano- “Palabras de doble filo” pensó Mokuba.
Se dieron un abrazo y el menor salió felizmente a donde su amigo-con-derecho lo esperaba.
Kaiba tenía un mal presentimiento, pero le había dado luz verde a su hermanito, con la plena confianza de que esta vez hiciera las cosas bien. Solo que, la mera verdad, no estaba seguro de que fuera a hacerlo así.
Tres golpecitos más sonaron en la puerta, y el castaño se extrañó, pensando que era Mokuba. Dio paso a quien sea que haya tocado, encontrándose con su guardaespaldas personal, y el hombre que tenía su plena confianza. Quizás el único con el que podía abrirse tal cual era, además de Mokuba.
-Qué sucede, Rolan?- El hombre de negro, siempre con una cara de seriedad, hizo una ligera reverencia ante su jefe.
-Disculpe Señor, lo que pasa es que escuché algo que puede que no le guste- Kaiba frunció el ceño. Conocía perfectamente al hombre que estaba frente a él. Y si venía a decirle algo así, es que algo estaba pasando… Y tenía la impresión que no le gustaría nadita. No dijo nada, y eso fue una invitación para el guardaespaldas para seguir hablando.
-Pasaba yo por el pasillo rumbo a la cocina, y escuché una conversación del joven Mokuba con quien pienso que es su acompañante para esta noche- Kaiba se perturbó. Frunció un poco más el ceño, y asintió en señal de que su hombre de confianza continuara.
-La verdad es que, no le puedo decir que haya dijo algo perturbador exactamente, porque no lo hizo, pero sí hizo un par de comentarios que no dan buena espina. Pienso que es posible que termine igual que la última vez- Kaiba sorpresivamente golpeó su escritorio con el puño. Estaba molesto y decepcionado. Aún no había pasado nada, pero… tenía un mal presentimiento desde hacía rato, y las palabras del guardaespaldas lo confirmaban.
-Síguelo Rolan. Ese niño irresponsable tendrá que entender la lección, por las buenas o por las malas. Por el momento síguelo sin que te vea y estate bien atento a la fiesta. Si ves algo que no te guste, actúa de inmediato con toda cautela e inteligencia- Su custodio asintió, hizo una nueva reverencia, se dio media vuelta y se fue. Si quería alcanzar al pelinegro, debía moverse veloz.