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Posesión por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

En Slytherin, se cree que la vinculación es un decisión que nadie puede ni debe manipular.

Muchas parejas legalmente unidas no se encuentran atadas al vínculo que se puede crear entre un Alfa y su Omega.

9 AÑOS ANTES.

 

 

 

Donovan Snape cruzó el umbral. El pesado abrigo ondeó débilmente tras sus espaldas y el aire se filtró entre las ropas de algodón. 

 

Se detuvo a un par de pasos, flexionó los rigurosos dedos debajo de los guantes de cuero negro, cuales crujieron al movimiento, y tomó firmemente del  bastoncillo que utilizaba al apoyarse cuando las molestias de la rodilla derecha encarecían.

 

La sala era un amplio espacio constituido por mueblería parcialmente deteriorada y asientos de piel obscura. Las cuatro paredes del recinto estaban compuestas de piedra y el suelo cubierto en su mayoría de una espantosa alfombra en tintes verdosos. El alto techo estaba vacío, sin cristalería. 

 

Un amplio ventanal octagonal daba vista al crudo invierno exterior. La nieve se arremolinaba entre los recodos de las impotentes paredes y manchaba el cristal, humedeciéndolo a su paso. A lo lejos, el bosque se hallaba cubierto por una borrosa mancha nivea.

 

Los afilados tacones de la mujer que le acompañaba apuntalaron el suelo bajo sus pies. Se abstuvo de dar otro paso, posicionándose debidamente junto a su marido. El ajustado vestido obscuro y las delgadas medias permanecían ocultas tras un robusto abrigo esmeralda que cubría los delgados brazos de la noble y el esbelto talle.

 

-Bastian Malfoy.- Emitió Snape, dirigiéndose hacia el hombre hospedado sobre un asiento de alto respaldo y revestido de cuero mas allá del camino.

 

Bastian levantó la mirada del pesado volumen reposado sobre la superficie de madera que formaba el amplio escritorio delante de él.

 

Su mujer, una menuda omega de cabellera rubia y ojos plateados, se volvió hacia el umbral situándose en pie junto al borde al moblaje. Los brazos perfectamente posicionados sobre las caderas.

 

-Lily- Insinuó, contemplando a la esposa de Donovan Snape. No obstante, ella no respondió.

 

-Dejemos a un lado las formalidades, Bastian.- Declaró Donovan, adecuando el mango del báculo entre sus manos.- Tendrás hasta la media noche de hoy. Después partiré y te sugiero que lo reconsideres.- Emitió el hombre cada palabra minusiosamente. Cecilia Malfoy le devolvió una mirada discrepante a causa de aquel modo de proceder y dirigirse hacia su señor de Slytherin.

 

-Te daré un incentivo.- Giró el pescuezo hacia la derecha e inclinó la cabeza-  Severus.- Llamó por lo bajo.

 

Automáticamente, la mirada de Cecilia se dirigió a la parte inferior del amplio abrigo que le resguardaba del clima.

 

Y lo que vio fue una diminuta mano aprensada entre el pelaje negro, blanca como la leche. 

 

Precavidamente, los dedos se retorcieron y brotó una pequeña cabeza revestida de filamento negro, alisada y brillosa, a la altura de las orejas. Y debajo de la mata de cabello, había un par de grandes ojos obscuros, cuales admiraban la increíble belleza de la dama Malfoy.

 

Al cabo de unos segundos, el crió resolvió mostrarse por completo a aquella pareja que extrañamente le examinaba.

 

Posicionó su pequeño y delgado cuerpo encofrado por un traje y calzado sable al costado de las piernas de su progenitor, sin atreverse a liberar la manilla de sus prendas.

 

Liliana Snape curvó sus gruesos labios en un gesto soberbio, destinado a su hermana. Ella expresó desconcierto en ambos sentidos. 

 

-¿Es un varón?- Preguntó tras de ella Bastian, adelantándose hacia los invitados. Sus pisadas resonaron por el recinto, después del forzado arrastre del sitial.

 

-Así es- Respondió Donovan, ocultando el bastón entre el abrigo.- Y no sólo apuesto a que es el único que has visto, si no que estarás interesado en él. En cualquier caso, el apellido Malfoy es el mejor partidiario que pudiera tener Severus, ninguna otra familia podría pagar el enorme valor que representa. De modo que estaré esperando. La deuda de tus antepasados para con el apellido Snape debe ser pagada, de lo contrario me veré en la obligada necesidad de iniciar una detallada búsqueda de un apellido y una familia que pueda ofrecer el pago apropiado por mis términos- Confesó terminantemente. A posteriori, retornó sobre su espalda con prisa. Cecilia se vio forzada a dar un paso cuando el pequeño Severus imitó a su padre con precisión, los voluminosos luceros puestos sobre los suyos. Liliana le hecho un último vistazo antes de abandonar la estancia.

 

-Media noche.- susurró despectivamente. Sus tacones hicieron eco a través del pasillo, detrás de su compañero.

 

Celiclia miró a su marido, aún maravillada.

 

-Debes comprarlo. Compralo a nuestro hijo, Bastian.

 

 

 

…..............................................................................................................................

 

 

 

 

 

 

Severus tomó delicadamente la golosina enterrada en la fina caja de cobre envuelta en un papel blanco arrugado. 

 

Separó el fino pliego del manjar con los delgados dedillos y se lo introdujo en la boca. Los rosados labios atraparon el polvo blanco.

 

Engulló el alimento y deslizó la lengua entre los dientes. Después suspiró, observando a través de la ventanilla frente de él. A la altura de su barriga, una mesilla de vidrio, donde usualmente su marido depositaba una botella de vino blanco y se dedicaba a beberla mientras reflexionaba, sin aparente interés en su consorte cuando él ingresaba en su estudio personal. Pero severus sabía que guardaba allí una caja de cobre que contenía las golosinas mas apetitosas que haya probado con cuidadosa selección.

 

Se acomodó el sujetador del camisón con la mano izquierda al instante en que su tripa se arremolinaba en el estomago. Su rostro se tornó de un rosa pálido.

 

Pasó saliva, decidiendo si debía tomar otro, mientras trasladaba el peso de un pie al opuesto, tratando de ignorar las punzadas ante la hinchazón de los tobillos.

 

Observó la muñeca derecha, cual una mañana había despertado sin el recién acostumbrado malestar y tardó un rato en asimilar que se había curado por completo. Había estado tan pasmado que no se había percatado de la falta de su compañero en la cama.

 

En aquel momento, las puertas se abrieron de par en par estruendosamente. 

 

Severus torció el pescuezo sin volverse del todo y cerró la rectangular caja en silencio, apoyando ambas palmas sobre el vidrio. 

 

Después de asegurarse de que quien cruzaba las puertas era Lucius Malfoy, volvió el rostro sin demasiado interés, ya que conforme su embarazo avanzaba, su marido había optado por darle mayor libertad de la única forma razonable: ignorarle cuanto podía. Sin embargo, él advertía los casuales avistamientos cuando más se descuidaba y el chasquido de las puertas al ser cerradas por fuera, aprisionándolo en el interior. Con el paso de los días, resolvió parar de girar de las perillas, cuando bien sabía que su marido apostaba un par de hombres del otro lado de las puertas. 

 

El cabello rubio había ondeado tras sus espaldas como respuesta a la ágil y apresurada caminata. El día se hoy portaba un traje aceitunado acompañado de una corbata negra y camiseta blanca ajustada.

 

-La mansión Black no esta en posición de reclamar territorio de los señores en posesión Malfoy.- Declaró Lucius, arrastrando el asiento tras su mesa. 

 

-Lo está.- Contradijo la grave voz de un hombre que Severus no reconocía. Así que atrajo su atención. Pero al voltearse, la mano derecha arrastró consigo una pequeña pieza de metal, la cual cayó al suelo y tintineó por la superficie. 

 

La atención se situó sobre de él. En ese instante, agradeció haber elegido aquella mañana un camisón de mayor extensión, tal que rozaba por encima de las rodillas.

 

Sin embargo, en el estudio había tres hombres. Severus reconoció de inmediato a Bastian Malfoy, a quien acostumbraba llamar padre. Al viejo alfa le crecía una barba canosa en aquel mentón áspero y las manchas comenzaban a arremolinarse debajo de los ojos cansados.

 

Al hombre que no conocía, poseía una altura poco más baja a su padre, mas tenía las extremidades tan robustas que aquello no disminuía su virilidad. 

 

-Lo está- Repitió el invitado, desviando difícilmente la mirada del Omega, quien aún permanecía quieto.- Si La mansión Malfoy reusa pagar el adeudo por sobre la mansión Snape.

 

-No reusamos tal deber- Replicó Lucius, luego de deslizar la vista en Severus por su modificado cuerpo y notar la pequeña caja de golosinas tras sus espaldas.- Se trata de un pequeño retraso.- Aclaró devolviendose hacia el demandante.

 

-De diez años.- Interrumpió, disgustado.- No son sólo palabras. La casa Black se niega a aceptar un aplazo mayor.- Dicho aquello, colocó ambas manos, resguardadas tras guantes de lino, unidas sobre la frondosa barriga.

 

El señor Bastian se inclinó hacia el respaldo de la tercera silla delante de la mesa y apoyó ambas manos, el ceño arrugado y los dedos crispados.

 

Severus se puso de costado a los sujetos e inició una ligera caminata en las cercanías de las altas estanterías repletas de libros cuidadosamente ordenados en orden alfabético, más que eso, en autores representativos. Colocó ambos brazos en torno al vientre y cuando lo hacia, el visitante habló.

 

-Sin embargo, bien se puede reconsiderar.- Aquellas palabras le despertaron el interés nuevamente. Severus se detuvo, recorriendo con los dedos las curvas del vientre bajo la tela del algodón.

 

Ambos alfas le permitieron seguir el diálogo.

 

-La protuberancia es demasiado pequeña para albergar un cachorro alfa de treinta y ocho semanas de gestación ¿No es así?- Instintivamente, Severus buscó la mirada de su marido. Pero él no le miró. Su padre optó por el silencio.- Los Black aceptaran el plazo si a cambio, usted acepta una vista predicha en el futuro con un hijo del señor Black. Claro hablamos de su reciente cachorro, Regulus, el primogénito. Y sin mencionar que será el único candidato que haya predispuesto de su nombre. ¿Es un acuerdo de su agrado, señor Malfoy?- Lucius guardó paciencia un par de segundos y respondió.

 

-¿Usted ofrece un aplazo por la mano asegurada de una cría de mi sangre?- El hombre titubeó, desconcertado. Bastian acarició su mentón, observando el vacío entretanto su marido acomodaba los antebrazos en las cogineras del asiento en que reposaba.

 

Severus bajó la mirada y rodeó con sus pequeños brazos la cría que aun almacenaba dentro de ese bulto. Momentáneamente, apreció una extraña picazón recorriendole la antepierna derecha. Elevó un poco la rodilla expuesta apoyándose en la puntilla del pie desnudo. 

 

Al cabo de un segundo, una gotita de un liquido trasparente resbaló secamente y cayó por un costado. Severus le perdió de vista, mas al poco la sensación irrumpió moroso entre sus piernas. 

 

Colocó la palma de la mano derecha sobre el muslo y arrugó el camisón. No obstante, recordó que se hallaba en presencia de un desconocido. Hacer tal cosa le acarrearía un grave problema con su cónyuge. Así que se abstuvo. Empero, la sensación comenzó a acumularse y el liquido escurrió por ambas piernas cada vez más abundante, acariciandole los muslos, en sólo un par de segundos. 

 

Severus abandonó el camisón y se encaminó a las puertas del dormitorio.

 

-Será una ganancia en ambos extremos. Consultaré personalmente con el señor Black respecto al posible nacimiento de un cachorro omega en la familia Malfoy. Y la simple suposición hará que él acepte gustoso el aplazamiento.

 

Lucius evaluó al representante de la mansión Black. Bastian aún guardaba paz y Severus sospechaba que era al tratarse de un decisión pura y debidamente perteneciente a su hijo. 

 

-El acuerdo prevalece, parcialmente.- Estableció, alzando una gruesa ceja.

 

Severus contuvo un doloroso gemido entretanto sus piernas se estremecían y perdía el control de los tobillos. Las rodillas se impactaron contra la dura superficie.

 

Escuchó la estrepitosa caída del enser de madera en que había tratado de sostenerse, poco antes de que la presión del vientre le arrancara un angustioso quejido. Se abrazó a sí mismo, los párpados firmemente cerrados.

 

La humedad se aglomeró debajo de sus ancas en contacto directo con la fría madera. Tembló.

 

-Traeré al partero. Sir. Corey, la reunión a terminado.- Dijo Bastian Malfoy. 

 

Unas cálidas y grandes manos le tomaron de los hombros hundidos antes de que un brazo le rodeara la espalda. Sintió un mano firme sobre sus costillas izquierdas. Suspiró con torpeza en cuanto fue levantado del suelo e izado entre dos robustos brazos con facilidad.

 

Severus inhaló el calor que desprendía el cuerpo de su marido y deseó permanecer de aquella manera mientras el dolor nuevamente le embestía. 

 

Las puertas se cerraron herméticamente y el empapado camisón se pegó a su piel, cual le provocó un enfermizo estremecimiento. Sollozó.

 

 

 

 

 

….

 

 

 

 

 

Lucius Malfoy levantó la mirada de la copa de cristal fragmentado en color cobrizo. Depósito la botella sobre la mesilla y divisó escrupulosamente aquel rostro que le devolvía la mirada. Esos secos y langidos ojos grises, el mentón y la mandíbula pobladas de cortos y finos vellos y la piel árida. La frente realzada.

 

Al contemplar el panorama completo avistó el suceso trás sus espaldas. 

 

echó la cabeza hacia atrás y pasó el duro trago de alcohol a través de la  garganta seca.

 

Abandonó el cáliz junto a la botella, acodó el brazo derecho e hizo girar el anillo del dedo anular, cual tenia marcado en fuego una serpiente finamente amoldada.

 

Severus gimoteó e izó con mayor fuerza las sábanas, obligando a los dedos a cerrarse con apremió. La temperatura de su cuerpo había aumentado gradualmente, su rostro estaba tornado, rojizo, y sus labios pillaron un color amarillento a causa del estrujamiento.

 

Dejó caer la cabeza, el mentón se encontró con su pecho desnudo. La molestia del agotamiento sobre la nuca le enrojeció la parte dolorida con extremada rapidez, arrastrándose por la espalda. Los brazos le temblaron y temió ceder. Sintió las piernas agarrotadas y los dedillos de los pies entumecidos.

 

Dejó escapar un quejido mientras su vientre se estrujaba violentamente, tal que le obligaba a ajercer presión.

 

El calor del rostro le agobiaba de sobremanera y el ahogado sudor empapaba los mechones de cabellos, cuales se adherían a la piel de su frente.

 

Severus gimoteó una vez más, gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas en cuanto cerró los párpados, alzando el mentón. Suspiró profundamente, sus mofletes rosados se turbaron y los dedos enredados entre las sábanas perdieron presión.

 

Sollozó y sus mejillas se mojaron de nuevo.

 

Lucius desabotonó las bocamangas de la camiseta y las arremangó a la altura de los codos, sin apartar la vista de su propio reflejo. El anillo resaltó a raíz de la luz blanquecina que iluminaba la habitación.

 

Se volvió hacia el lecho, a pocos pasos por delante e ignoró la imagen de su compañera sobre rodillas, desnuda. Sin embargo, divisó las posaderas mojadas, los muslos firmemente tensados y la cavidad ensanchada, del cual escurría el fluido.

 

Del otro lado de las puertas, Bastian Malfoy aguardaba en pie, próximo a la recámara, los brazos puestos tras sus espaldas, las manos unidas y las piernas ligeramente separadas, la mirada puesta sobre el estudio en cuestión, el traje cuidadosamente alineado a sus extendidos hombros. El salón estaba vacío, salvo por Cecilia Malfoy, quien reposaba en un canapé delante de las estanterías del libros. 

 

Las gruesas cortinas oliváceas ondulaban al compás de la brisa vespertina en el momento en que arribó a sus oídos el nacimiento del descendiente Malfoy.

 

Lucius colocó ambas palmas sobre las húmedas costillas del chiquillo y lo izó en brazos. 

 

-Es un varón, Señor- Le dijo la señorita, amedrantada. Ocultó los brazos tras sus espaldas, entre el vestuario de algodón blanco y el delantal verduzco.

 

El señor Malfoy aparentó no oírle, descubriendo la enana extremidad que se removía entre sus piernas. Aquel arrebujado rostro, los labios fruncidos y la lengua rosada, los pequeños puños y los párpados cerrados con fuerza.

 

El blanco crió agitó las aletas de la nariz y el llanto menguó paulatinamente, tal que dejó de agitar las cortas extremidades en desatino, puesto que el cachorro había reconocido a su padre.

 

 

 

 

 

……

 

 

 

 

 

 Severus removió el tirante de su hombro y lo apartó, de modo que al soltarlo acarició su piel. Automaticamente, el camisón desistió y dejó al descubierto un flácido seno y una tetilla diminuta. Tenia los labios resecos y rojizos, y la mirada puesta en la joven mujer que sujetaba entre manos el pequeño cuerpo desnudo de su cria encima de un cuenco lleno de agua sobre una mesilla, sin aparente interés en lo que el cachorro demandaba en gimoteos débiles. El agua resbaló por sobre el delgado filamente de piel y escurrió en el cuenco.

 

La noche había llegado y la chimenea estaba encendida, la entrada de la habitación sellada. 

 

Habían cambiado las sábanas y cubierto las ventanas por completo por lo que gran parte de la estancia se hallaba en penumbra.

 

En ese instante, una cálida palma se posó sobre su hombro desnudo. 

 

Severus alzó la vista y torció el cuello. Se topó con los ojos plateados de su marido, quien permanecía de pie tras sus espaldas, delante del fogón. Él le devolvió la mirada con sus grandes ojos obscuros, sin embargo, no realizó ningún movimiento.

 

Su consorte desprendía un aroma reciamente impactante en Lucius y había desistido, observando las rosadas carnosidades de éste y la piel que desprendía un dulce color brillante, contrastando con el negro sable de su melena.

 

Severus percibió el impecable traje marrón que portaba y la postura debidamente recta. Se vio envuelto en el atractivo de sus luceros, sin comprender lo que cruzaba por su mente. 

 

Cordialmente, Lucius tomó del hombro opuesto de la misma forma, sin apartar sus ojos, después recorrió la palma hacia su nuca de manera suave y entretenida. Severus obstruyó sus luceros un momento, cautivado por la sensación y embriagado ante el calor proporcionado.

 

Antes de entender lo que pasaba, la mano de su marido se ciñó sobre su nuca con fuerza, lo que le indujo a inclinar la cabeza y romper el contacto visual. Se quejó involuntariamente mientras la cabellera caía delante de su rostro.

 

No obstante, su semblante se ensombreció al tacto húmedo. Un segundo después, una terrible punzada de dolor se instaló en la corva que existe entre su hombro y el cuello. Chilló al sentir la piel desgarrarse y el chasquido de dientes al morderle la carne debido a que, ininteligiblemente, su marido le había mordido.

 

 

 

 


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