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La mujer más linda del mundo. por Yukino

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que leen esta fanfic y bienvenidos a quienes hasta ahora llegan. Un abrazo con todas mis fuerzas para todos. 

 

Si desean también apoyarme leyéndolo en Wattpad, este es el enlace: 

 

https://www.wattpad.com/story/148058953-la-mujer-m%C3%A1s-linda-del-mundo

 

 

 

Gracias!!!

 

 

 

Yukino. 

LA MUJER MÁS LINDA DEL MUNDO

Fanfic por Yukino

Viktor x Yuuri

Capítulo 3.

 

“Es el momento equivocado, ella está jalándole, es un pequeño crimen y no tengo excusa…”*

 

 

Sólo en ese momento en el que se concentraba en parejas conformadas de hombres y mujeres, supo que estaba enloqueciendo y que lo que hacía estaba muy mal. El día era hermoso. Con ayuda de la asesora de la tienda había comprado una ropa que resaltaba su figura, claro, la mujer creía que lo compraba para su novia. Otabek también había dado su opinión y odiaba la situación pero cuando lo vio vestirse, supo que sí podría engañar a cualquiera. Las facciones finas de su rostro le ayudaban aún más y sólo tuvo que resaltar mucho sus ojos, cosa que aprendió después de ver tutoriales en Youtube y su voz, sólo la hizo un poco más baja y todo estaba perfecto. Asqueroso.

Pero en ese preciso instante, en el que esperaba por Viktor, la sensatez le llegó al alma. No era posible. Ya no era graciosillo, ya no era la treta de telenovela para salir con alguien, era un horrible juego de suplantación y manipulación. Había caído muy bajo, estaba ahí fingiendo ser algo que nunca sería, sólo por la absurda idea de robarle un beso.

Con su dedo índice rodeaba el borde del vaso plástico en el que pidió la limonada, miró a una chica y se sintió una rata. Pretender ser una mujer por querer acaparar la atención de alguien, era tema para ir a un psicólogo. Se sintió un misógino. Sintió que le estaba robando a una mujer real, la oportunidad de estar con ese hombre tan especial, pretendiendo ser una chica ideal para Viktor. La mujer que él esperaba sí debía existir, sí debía estar caminando por ahí, con hermosísimos pechos reales, grandes o pequeños pero reales, no con rellenos de espuma bajo el sostén como él. Sintió que no podía seguir con eso. Era absurdo, ridículo. Parecía una pésima broma para cobrar algo que Viktor había hecho mal, pero el hombre de cabellos de ceniza no había hecho nada contra él, más que vivir su vida ignorándolo y eso no era un pecado. Si no le gustaba como persona, debió dejar de pensar que era un reto, Viktor no estaba obligado a simpatizar con él, así de fácil. Miró sus zapatos, había escogido unas sandalias que se le veían muy bien. Recordó las palabras de su amigo: “termina con esto hoy por favor, antes que avances tanto que ya sea imposible regresar”.  Y de un sobresalto se puso en pie, dispuesto a salir de ahí y olvidarlo todo, dejar plantado a Viktor que sólo se molestaría una semana y luego la vida continuaría. Aún no era tarde, aún podía volver. Tomó el vaso de plástico, dio unos pasos fuera de la mesa dispuesto a escapar de ahí pero una mano lo tomó fuertemente de una de sus muñecas. Viró a ver y era él, algo confundido.

—Lo siento mucho, pensé que la cita era a las once, incluso llegué diez minutos antes, si te hice esperar y por eso te vas, lo siento —. Viktor aún no soltaba su muñeca. Estaba ahí esperando una razón para que ella, quisiera irse. Estaba asustado.

— ¡Hola! —Respondió finalmente Yuuri, sonriendo —No iba a irme, sólo iba a tirar el envase. Yo llegué hace poco, creí que el tráfico iba a estar peor, pero fue muy rápido desde mi casa —Yuuri dirigió su vista hasta la muñeca que aún era sujetada —No te preocupes, no voy a escapar —Viktor la soltó algo apenado.

Y era cierto. Se había metido en ese huracán de errores y ya no había forma de escapar, por mucho que lo deseara. Toda la sensatez inicial se esfumó en el aire cuando lo vio a él, cuando lo tocó. Naufragaría, se hundiría y moriría seguramente humillado y solo. La mentira aún podía detenerse, pero ya no quiso y pensó ingenuamente que la próxima cita sí la rechazaría, y si no era la siguiente, quizás la que le seguía. Y por dentro rogó que fuera Viktor quien acabara con todo eso.

Se sentaron, y ya ‘ella’ se apropió de su papel. Viktor pidió un café y Yuuri otra limonada. Sora, era su nombre de mujer. A Viktor le encantó su significado. Cielo en Japonés. Hablaron a cerca de muchas cosas sin sentido, el clima, el tráfico, el medio ambiente. Viktor le llevó una postal del monte Fuji, se le hizo muy apropiado, Sora lo recibió y empezó a contarle la historia del gigante dormido y de las leyendas a su alrededor. De ese bosque donde las almas no querían ser encontradas. Viktor se sorprendió de la existencia de un sitio así. Ella le intentó explicar que ese bosque era más un recurso para no perjudicar las familias de los que decidían perderse en él. Aún más macabro. Sora sonrió, Miró su celular y de una bocanada se tomó la limonada que le quedaba y extendió su mano para despedirse de Viktor.

— ¿Por qué tienes que irte? ¿Debes trabajar o algo así? —preguntó Viktor algo sorprendido.

—Pero qué dices, han pasado ya los treinta minutos que estipulaste de nuevo para esta cita. Esta vez quería estar lista —sonrió un poco y de nuevo extendió su mano.

—Es ahora cuando me doy cuenta de lo detestable que puedo llegar a ser. Me disculpo por eso —Viktor estaba contrariado consigo mismo. Recordó las muchas veces que Chris se lo dijo, que debía ser un poco más flexible en el trato con los demás, que no podía tratarlos a todos como si fueran sus alumnos, porque eso lo condenaría a la soledad. Le pidió a ‘ella’ que se quedara otra media hora. Por supuesto Sora aceptó.

— ¿Porqué siempre parece que estás enojado? —La pregunta tomó a Viktor fuera de base. Abrió mucho los ojos, jamás pensó ese movimiento directo. Sora apoyó su mentón en la palma de su mano, y esperaba una respuesta. Viktor tomó algo más de café y empezó a buscar una respuesta.

—No es que siempre esté enojado, bueno dando clases tal vez si lo esté. Mi expresión, es mi muro. Antes, siempre parecía feliz, siempre había una sonrisa conmigo, a todos les gustaba eso, la amabilidad me brotaba por los poros. Pero a veces pasan cosas que te hunden tan profundo, que te cuestionan tanto, que la única forma de salir es dando la vuelta a todo, de manera radical. No sé si puedas entenderme…

—Fuiste horriblemente herido y crees que todos van a dañarte de nuevo —La respuesta hizo que Viktor apretara el envase de su café. La miró y asintió con la cabeza —Creo que a todos nos pasa, quizás no respondemos igual, pero hay un punto en la vida en que incluso abrir los ojos en las mañanas, duele. No hay sentido, no hay perspectiva y todo parece un absurdo. A veces esperamos que por la ventana llegue un ser mágico y nos ayude a olvidar, e incluso pensamos que los recuerdos pesan tanto que ir donde un hipnotista que nos los borre no es tan loco. Pero el miedo a olvidar y anhelar en cambiar lo hecho es tan profundo, que guardamos la esperanza.

Viktor la vio, y la luz del sol le hizo honor a su belleza. Le encantaba esa pañoleta al cuello, esos labios gruesos y rojos. Se notaba por sus palabras que también tenía rasguños en el alma que no sanaban. Nunca había escuchado de nadie que sintiera empatía con su tristeza, casi siempre recibía palabras de aliento, que no estaban para nada mal por supuesto, pero que parecían dichas para salir del paso de manera rápida.

Y Yuuri, pensaba en lo fuerte que eran las mujeres. Ellas podían convertir los peores escenarios en oportunidades para aprender y crecer. Sufrían y mucho, pero quizás se les permitía expresarlo un poco más y por eso se liberaban del dolor de manera más sencilla. Ellas parecía que siempre veían en el futuro algo diferente, los hombres se quedaban con la lección aprendida y no deseaban repetirla jamás. Se sintió horrible, porque si en ese momento Viktor estuviera con una mujer de verdad, seguro le hablaría de manera positiva para intentar sacarlo de la oscuridad que a veces lo rodeaba. Con una hermosa sonrisa, con un arco iris tras ella.

Viktor vio su reloj y ahora sí era el momento de irse. Le dio la mano, y Sora le sonrió y agradeció que esta vez la cita hubiese sido un poco menos rígida. Ella se fue tomando dirección diferente a la suya y la observó hasta que desapareció girando en una esquina.

 

 

Todo ese fin de semana, ambos estuvieron reflexivos. Otabek le preguntaba por qué en lugar de llegar feliz o al menos tranquilo, siempre estaba triste. Yuuri no sabía que responder pero estuvo de acuerdo con su amigo que lo que hacía estaba mal. Sin embargo esos momentos con Sora, Viktor parecía relajado, sincero. En cambio él mismo pretendía ser ‘ella’ con una persona que le estaba abriendo de a pocos su corazón. Eso no podía poner feliz a nadie. Otabek, ese amigo que le cayó directo del cielo, de nuevo le repitió que no era tarde para regresar. Que no esperara lo inevitable y que el daño fuera irreparable. Yuuri intentaba decirle que por supuesto que lo haría, pero los dos sabían que mentía.

 

 

En la Universidad, de nuevo Viktor le decía a su también amigo bajado del cielo, que había tenido una cita aceptable. Pero que le preocupaba lo fácil que ‘ella’ le sacaba las palabras. Chris le dijo que dejara que las cosas sucedieran, que no se apresurara a pensar en un futuro muy lejano, sólo en el momento, que él sabría cuando en serio debía ser más formal todo. Viktor le agradecía los ánimos. Y de lejos vio cruzar al profesor Katsuki. Una pequeña picada le dio justo en el pecho; por muchos días y sin entender muy bien el porqué, había esperado hasta muy tarde en la Universidad esperando que la luz de su estudio se encendiera, correr y encontrarlo de nuevo ahí. No se explicaba la necesidad de poder sentirlo cerca. No tenía excusa más que esa, pues en el diario vivir seguía ignorándolo.

—Parecen muy cercanos ¿No crees? —Preguntó Viktor a Chris.

— ¿De quienes hablas?

—Del profesor Katsuki y el profesor Altin —.Viktor los siguió con la mirada, por supuesto siempre muy seria. Chris sólo dijo que parecían tan amigos como él y Viktor. El hombre de cabellos cenizos le sonrió y de nuevo agradeció por estar ahí con él.

 

Y esa tarde de nuevo, esperó hasta muy tarde para ver si la luz se prendía. Horas pasaban, horas que debería estar desperdiciando en su casa, organizando la clase del día siguiente, tomando un largo sueño, él las usaba esperando. Pero esa noche parecía que la ansiedad había escuchado sus ruegos. La luz llenó su estudio, sus pupilas se dilataron y algo que pareció una sonrisa se esbozó en sus labios. Fue a toda prisa cruzando la Universidad para llegar al pasillo correspondiente. Y lo vio ahí, danzando al son de una música de la nueva era, que detestaba. Ese tipo de música no era para el ballet, según su criterio. Pero Yuuri simplemente quería danzar un poco, desestresar su cuerpo del día pesado, de la melancolía en su corazón. Abrió de golpe la puerta, y Yuuri se detuvo algo asustado.

—Profesor Nikiforov, yo creí que estaba bien, lo siento mucho…

—Está bien profesor Katsuki —Interrumpió Viktor —Sólo quería cerciorarme que no fuera ningún alumno, para ellos lo tengo prohibido. Escucho que es música de la nueva era, no es mi favorita, pero algún jugo se le saca para la danza moderna, ¿Verdad?

Yuuri por unos segundos no supo qué responder. Parecía ser que Viktor no iba a salir de ahí, igual que la vez anterior. Se sentía confundido, feliz, ansioso, quería de verdad sacar el peso de su cuerpo danzando a solas, pero que él estuviera ahí tampoco era malo. Viktor se quitó los zapatos y las calcetas, y se le unió sin ser invitado. Se ubicó tras él, lo tomó por la cintura y con el otro brazo elevó el de Yuuri para empezar a danzar. Dos movimientos laterales luego lo alejó con un leve empujón sin soltar su mano. Yuuri de nuevo tomaba el lugar de la bailarina y de nuevo Viktor parecía que instruía una clase. Viktor empezó a contar cuatro tiempos con sus palmas al ritmo de la música para que en cada corte Yuuri saltara. Se sintió bien, estaba recibiendo instrucción particular de uno de los mejores. La melodía estaba por terminar, de nuevo Viktor lo tomó por la cintura, lo elevó y lo soltó con delicadeza, quedando tras él como al inicio. Ambos estaba agitados, el baile había sido para enmarcar.

Y Viktor se perdió en el olor del cabello azabache de su aprendiz. Sin darse cuenta lo rodeó con sus brazos y empezó a aprisionarlo hacia sí. Parecía que no quería que escapara. Yuuri entonces supo que eso no era normal, que algo estaba pasando, apenas si podía respirar, no quería decir nada y despertar a Viktor de lo que estuviera soñando. Como pudo levantó sus manos y tomó las del hombre que le robaba todos los pensamientos. Entonces Viktor lo estrechó más. Yuuri sentía que se agitaba demasiado. Muy suavemente inclinó su cabeza hasta recostarla en el hombro de Viktor. Ahí pudo sentir aún más el agitado vaivén de aire que salía de sus fosas nasales. De repente una de las manos del hombre ruso empezó a recorrerle el pecho, deslizándola muy despacio hasta llegar a su cuello y luego a su mentón. Por fin sus dedos empezaron a rodear los labios de Yuuri, quien estaba en el Cielo. Uno de esos dedos inquietos entró a la boca del muchacho japonés y con ternura lo lamió. Y fue ahí, cuando sintió esa saliva caliente, que Viktor pareció despertar. No lo soltó de manera brusca, ni lo empujó, sólo se vio a él mismo en el espejo seduciendo a Yuuri, quien tenía los ojos cerrados, esperando tal vez más.

—Por hoy es suficiente profesor Katsuki —. Yuuri abrió los ojos y se retiró lentamente mientras Viktor lo soltaba. Estaba por completo sonrojado y ya excitado. No pudo responderle nada, apenas si podía con su propia respiración. Vio cuando el profesor Nikiforov levantó sus cosas y salía de ahí sin ponerse los zapatos. —Puede volver cuando quiera. Es en serio.

—Dígame Yuuri, por favor. Y gracias, lo haré todas las veces que me sea posible —Viktor viró a verlo, sabiendo lo que llevaba implícito todo aquello. Largo rato se vieron a los ojos. Por fin Viktor agachó la cabeza y salió de allí.

La noche entonces, que por mucho tiempo fue muy mala, parecía cambiar para ambos.

 

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Yukino.

(*) Fragmento de la canción “Nine Crimes” de Damien Rice.

 

 

 

 

 


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