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Lo único bueno que Reborn sacó desde el día en que Tsuna se enteró de su enfermedad, fue ese acercamiento repentino del mismo. Si bien las intenciones eran netamente amistosas, también era grato sentir la preocupación de aquel castaño hacia su persona.

Empezó con su rutinario encuentro en la cafetería, pero siguió con pláticas cada vez más largas y con las intenciones del menor por encontrarse después de sus turnos o entre estos. Claramente Tsuna intentaba ayudarlo de forma discreta y sacarle el nombre de “aquella” persona para planear cualquier cosa en pro del bienestar ajeno. Era demasiado gracioso.

Reborn pudo terminar con eso y alejarse como era su plan inicial, pero decidió arriesgarse en ese último mes y medio que tenía antes de que Romario retornara al país, al hospital, y pactaran la cirugía. Fue así que ahora era él quien “citaba” a Tsuna para salir a comer algo cuando el turno nocturno acabara, era él quien buscaba estar con el castaño, era él quien iniciaba las pláticas e incentivaba la curiosidad del castaño para que la atención del chico se dirigiera solamente a él. Fue muy sencillo hacer eso pues cuando le insinuó a Haru sobre sus intenciones, ella se encargó de distraer a Kyoko y a quien fuera para ceder intimidad entre los dos médicos.

Sí, fue muy gracioso hacer eso. Pero frustrante también.

Reborn recordaba que sus últimas relaciones las iniciaron las mujeres o donceles interesados, él poco hizo con ello y tal vez ese fue su error, pues al no poner de su parte el desastre en sus amoríos era inevitable. Aunque también admitía que sólo en una ocasión fue él quien intentó iniciar una relación, quien se esforzó para conquistar a una mujer que al final no lo vio más allá que como un amigo. Ironías de la vida, suponía. Entonces fue nuevo para él retomar los planes dictados para iniciar algo más que una amistad, mucho más con aquel castaño que no tenía mayores intenciones que las de cualquier ángel guardián.

A veces se sentía pésimo por aprovecharse de tan ingenuo ser, pero cuando le dedicaban la más bella sonrisa, mandaba todo al carajo y se incentivaba a seguir intentando.

La primera vez que salieron a comer sólo los dos fue algo natural, casual, ameno. Las veces siguientes se parecieron, pero Reborn intentaba cambiar algún detalle, hacer más claras sus intenciones. En una ocasión incluso estuvo a punto de besarlo pues la oportunidad fue perfecta, pero terminó simplemente dándole un roce en la mejilla rojiza por el frío que los acunaba y recibió una risita avergonzada por el acto. ¿Cómo alguien de esa edad que no difería mucho de la suya, podía ser tan despistado para no notar los coqueteos? La verdad no sabía, pero era un encanto que sabía apreciar.

Reborn podía decir que la mejor experiencia que tuvo fue cuando invitó a Tsuna a bailar. Inicialmente recibió una negativa absoluta y avergonzada, y aún no sabe cómo logró que aceptase después, pero fue una pésima idea. Juntos eran un desastre, tal vez porque hace mucho que ambos no intentaban hacer algo como bailar en medio de un tumulto de gente. La música que no los dejaba entenderse, las personas que se pegaban con descaro, la descoordinación de ellos mismos debido a la incomodidad del ambiente. Al final salieron de ahí a caminar durante largos minutos en donde Tsuna se reía por la vergüenza que acababan de pasar o por las bromas sarcásticas que Reborn hizo. Admitía que al final fue divertido, pero prometieron no volver a repetirlo por el bien de su salud.

 

—¿Quieres ir a algún lado? —comentó cuando de nuevo se encontró con el castaño a la salida de sus turnos, aunque en realidad él fue quien esperó a Tsuna.

—Si con eso tú por fin me dices el nombre de esa persona causante del crecimiento de las flores en tus pulmones —Tsuna jamás dejó de insistir en el tema—, lo haré.

—Sabes que no te lo diré.

—Y yo desearía saber en qué etapa está tu enfermedad.

—En una tolerable.

—Creo que éstas salidas son tu forma de olvidarte de esa persona —su mirada era analítica, pero después pasaba a ser una amable—, pero admito que es divertido salir en tu compañía, Reborn.

—¿Bebes? —a veces no sabía si el castaño estaba cediendo ante sus encantos o sólo era amable al aceptar sus ofertas, pero de todas formas iba a seguir insistiendo.

—Un bar —Tsuna pareció dudarlo, hasta se mordió el labio inferior antes de responder—. Está bien.

 

Reborn lo llevó a un bar de su gusto, con música suave, donde podían tener una cierta cantidad de privacidad en una mesa sólo para ellos dos, misma que se alejaba del resto en una distancia agradable. Pidió sake y ante la atenta mirada del castaño lo sirvió para ambos. Vio a Tsuna dudar, incluso creyó que jamás había bebido, cosa que el propio castaño desmintió, pero fue sólo al inicio pues después las cosas se normalizaron y ambos soltaron sus lenguas sin mucho esfuerzo. Reborn entonces descubrió que la risita de Tsuna se agudizaba cuando estaba algo mareado debido al alcohol y que esas mejillas coloradas podrían ser su perdición o su punto de quiebre.

 

—No me veas como un amigo, Tsuna —fue divertido ser sutil, pero creía que ya era hora de poner las cosas claras.

—¿Por qué? —bebía sin apuro, manteniendo su mirada fija en el azabache de patillas.

—Creo que es obvio que tengo otras intenciones contigo.

—Oh —esos labios curvados en un ligero círculo, las mejillas rojizas que ya no podían colorearse más, la mirada brillante pero un poco confundida— ¿gracias? —y esa extraña mueca de extrañeza que hizo a Reborn carcajearse.

—Es la primera vez que me responden de esa forma —no dudaba en que ese niño era especial.

—Es que —Tsuna se sirvió más de aquella sustancia que raspaba su garganta al ser consumida—. Creo que me siento halagado.

—¿Crees? —Reborn podía seguir riéndose, pero decidió escuchar atentamente las razones de su acompañante.

—Sí… Creo —jugó con su vaso un momento antes de soltar un largo suspiro—, pero como mi mente está turbada… pues no sé… —elevaba sus hombros y rodaba sus ojos—. Como que no te creo.

—No juego con esas cosas, Tsunayoshi.

—Eso es genial…, pero aun no te creo —y de pronto vio al mayor reír—, pero tampoco te burles de mí sólo porque no estoy muy seguro de entender la situación.

—Eres increíble.

—Pues no muchos creen eso, Reborn —bebió con ansias hasta vaciar su vaso.

—Sólo te diré que… tú podrías ser la cura de cualquiera que tuviese la fortuna de ser el destinatario de tu amor.

—No es cierto —de pronto la tristeza invadió ese rostro embobado por el licor—, mis destinatarios están encaminados al desastre.

—¿Por qué lo dices?

—El padre de mi hijo, por mencionar uno —sonrió, pero su mirada estaba llena de tristeza.

—No creo que tú causes problema alguno, yo creo que…

—Él murió porque estaba conmigo —el castaño se sirvió más sake sin fijarse en la mirada ajena que permanecía clavada sobre él— porque no debió haberme correspondido, porque yo le pedí que me acompañase ese día, porque no me dejó conducir y… porque me gané el odio de las personas equivocadas.

—¿En serio fue un intento por asesinarte?

—No sería el primero —bebió sin respirar y siguió sirviéndose más sin importarle la situación—. Antes alguien intentó secuestrarme e incluso… oh —miró a Reborn y se mordió los labios—. Lo siento, no puedo hablar de eso.

—¿También te lo prohibieron?

—Sí —suspiró y gruñó por lo bajo—, y no quiero meter a nadie más en problemas.

—Quiero cuidarte —Reborn hablaba en serio.

—Entonces no preguntes mucho —sonrió con tristeza— y mejor enfócate en tratar de enamorar al culpable de tu hanahaki.

—¿Aun lo amas? —el azabache se atrevió a preguntar eso porque después de escucharlo hablar sobre su pasado, sintió que estaba pisando terreno inestable y lo menos que quería era dañar a Tsuna.

—Sí —sonrió sutilmente antes de darle un sorbo a su bebida— y creo que eso no cambiará jamás… también amé a mi hijo y me sigue doliendo el haberlo perdido.

—Entiendo.

—Pero forman parte del pasado y debo dejarlos ahí… porque tengo que seguir viviendo y forjarme un futuro —Tsuna posó su mejilla en su palma, misma que estaba soportada por el codo sobre la mesa.

—Eres muy interesante —lo era, pues siempre era así y por eso no sabía si seguir o detenerse. No sabía si lo estaban rechazando o alentando. No sabía si tenía oportunidad. No sabía si Tsuna quería darse una oportunidad. Era difícil.

 

No bebieron más. Reborn no lo hubiese permitido tampoco pues Tsuna no parecía tolerar más alcohol en su sistema, lo certificó cuando lo tuvo que ayudarlo a levantarse y caminar fuera del establecimiento. No le importó mucho cuando tuvo que cargarlo, tampoco fue una mala experiencia escucharlo respirar acompasadamente cuando se quedó dormido en su espalda, disfrutó el tenerlo así de cerca por el corto trayecto que cursó hasta su casa ya que era la más cercana.

Reborn vio dormir a Tsuna en su cama, acurrucado entre sus sábanas, suspirando entre sueños. Acarició esos cabellos castaños, deslizó sus dedos por esas mejillas, lo cuidó cual cristal. Se durmió junto al mismo después de haberse encerrado un rato en el baño para dejar que un par de esos pétalos escaparan de su sistema. Descansó en paz como hace tiempo no lo hacía y se resignó a lo inevitable mientras soñaba con la nada misma.

Despertó casi al mismo tiempo que Tsuna, se burló del desconcierto ajeno e hizo bromas sobre lo sucedido en su cama en la noche pasada, pero al final ambos retornaron a su diario vivir. No había más que hacer.

 

—La cirugía será en quince días —desayunaba en compañía de Tsuna, Haru y Kyoko. Creyó buen momento para hablar de su intervención pues eso acarrearía a su ausencia en sus actividades en el hospital por un par de semanas en lo que duraba su recuperación.

—¿Cirugía? ¿Qué tienes, Reborn? —Kyoko era la única que no sabía de eso, pero Haru también fingió estar sorprendida.

—Algo que vine retrasando desde hace tiempo —mintió—. Nada grave.

—Así que… lo harás —suspiró Haru.

—Todo saldrá bien, Reborn —acotó Kyoko.

—Tendremos que cuidarte para que estés en buenas condiciones —Tsuna intentó mostrarse positivo, pero la preocupación se le notaba demasiado pues tal vez se sentía un fracaso por no haber podido ayudarlo.

—Es como debe ser —Reborn estaba ya decidido.

 

¿Por qué se enamoró de él? Reborn tenía muchas respuestas para esa pregunta, pero la mayoría de esas se hicieron visibles cuando presenció un incidente de pocos que suceden en ese hospital.

Llegó ahí por un llamado, pero no intervino, se quedó apreciando los hechos.

Era un padre de esos testarudos que no tienen mejor cosa en la vida que joderle la existencia a los demás, porque su mente era más cerrada que un frasco pequeño con la tapa atorada. Reclamaba al médico y lo culpaba por el estado grave de su hija, vociferaba cosas, se negaba a aceptar la realidad, se reusaba a seguir los consejos de los médicos y exigía salir de ahí con su hija.

 

—Tenemos que intervenirla ahora —era Tsuna quien se estaba aguantando ese caos, el único que se paró frente al estúpido hombre de cabellos negros quien se creía el rey del mundo, eso se evidenciaba en su mentón elevado y la gesticulación exagerada.

—No seguiré el consejo de un médico mediocre como tú. ¡Exijo que me dejen salir con mi hija!

—Se lo he dicho ya —con serenidad, manteniendo su porte firme y mirando directamente al padre de su paciente, Tsuna seguía con su labor profesional—. Su hija ahora mismo recibe respiración artificial porque no está respirando bien, si se la lleva… morirá en el camino.

—¡No te creo! —empujó al castaño y un par de enfermeros salieron en defensa, pero Tsuna hizo una seña para que lo dejaran seguir—. Ordena que mi hija salga, la llevaré a un mejor hospital que este, con un mejor médico y no con un doncelito que desde que era un mocoso no ha sido más que un inepto e inútil en todo lo que hace.

—Necesitamos operar a tu hija —al parecer se conocían, más de lo que deberían.

—No confió en ti, inútil.

—Soy el médico de tu hija —firme, sin duda, valiente en todo sentido—. Y será operada porque lo estoy ordenando.

—Quiero que la vea otro médico, ¡Ahora deja que salga! —el empujón fue más agresivo, la mirada más furiosa, incluso tenía intenciones de golpear a quien se le pusiera en frente.

—Ya vi el expediente, revisé los exámenes, ordené que la sala estuviese lista —Reborn estaba harto de ver como maltrataban a Tsuna, así que habló al fin—. Su hija tiene que ser intervenida ahora.

—Maldita la hora en que confié en Mei para asistir a este hospital de quinta.

—¡Escúchame! Por el bien de tu hija, debes confiar en la opinión de los médicos. No soy el único que te lo dice, incluso el cirujano lo afirma —Tsuna seguía insistiendo, ahora sujetando el brazo que de pronto se elevó con intenciones de golpearlo.

—Suficiente.

 

Reborn no tomó más de tres segundos en hacer lo que tenía que hacer para acabar con eso. Rodeó al tipo, le quitó la protección a la jeringa, incrustó la aguja, presionó el émbolo y una dosis fuerte de calmantes fue administrada en ese hombre que pocos instantes después cayó al piso. No iba a permitir que uno de sus colegas fuese agredido, mucho menos si era Tsuna. Miró a todos a su alrededor y rodó los ojos por las miradas brillantes y llenas de admiración que no debería ser para él sino para el castaño quien le agradecía con una sonrisa.

 

—Me haré responsable de lo que suceda con la niña —habló Tsuna—, firmaré lo que tenga que firmar, pero ahora lleven a la pequeña a su cirugía.

—También firmaré —acotó Reborn a los encargados del papeleo y a los enfermeros que ya empezaban con su labor.

—¡Rápido! Que no tenemos tiempo.

—Todo está listo, sólo trasladen a la niña.

—Reborn —Tsuna lo detuvo antes de que saliera de ahí—, eres genial —esa sonrisa sincera, hermosa—. Gracias

—Deberías halagarte tú mismo… se necesita valor para tomar las consecuencias sobre tus hombros y jugarte tu licencia.

 

No mentía. Lo que acababa de hacer Tsunayoshi por el bien de una niñita de no más de seis años, no lo haría cualquiera. Se jugaban su profesión. Si algo salía mal estarían acabados incluso con riesgo de ir a prisión por negligencia o algo así. Y era por eso que Reborn podía estar muy orgulloso de haberse enamorado de Tsuna, de su imposible.

Todo terminó bien, era obvio porque en sus manos esa niña estaba segura. La cirugía fue un éxito, la niña tendría una larga vida con los debidos cuidados, el hospital no tendría problemas porque al final la madre de la pequeña les agradeció infinitamente ya que entendió el accionar de los médicos y escuchó el apoyo de varios especialistas que tacharon de precisa a la decisión del castaño. Fue el hombre quien a regañadientes aceptó la voluntad de su esposa, pero jamás se disculpó con Tsuna y desapareció del hospital cuando le fue posible. Gajes del oficio dirían unos, Reborn lo llamó: la estupidez del hombre.

Y fue entonces que llegó el día, su día.

No se arrepentía de nada. Intentó conquistar a Tsuna, entendió que éste no lo correspondería porque aún estaba aferrado al pasado, y aceptó que su tiempo no podía extenderse más o la enfermedad lo iría acabando de a poco. Amó, respetó, lo entregó todo de cierta forma y decidió no ser un obstáculo en la vida de esa persona. Así de simple. Lo único bueno fue que incluso en el último instante tuvo una agradable compañía.

 

—Reborn, ¿estás seguro de querer hacer esto? —ahí estaba, el castaño culpable de que sus ataques de tos se hubiesen vuelto diarios.

—Sí —le restó importancia a las enfermeras que revisaban sus signos vitales como último requisito antes de los exámenes finales—. Es necesario

—Pero… tal vez…

—A veces la cura puede ser la enfermedad para alguien más —Reborn vio a las enfermeras salir y suspiró—. No quiero ser la enfermedad forzada de esa persona.

—Esa persona es muy afortunada por haber sido amada por ti —sonrió—, aunque jamás lo sepa.

—Y dime —sonrió con cinismo—, doctor ositos —se burló de esa bata colorida—, ¿también vas a tomarme la presión?

—Idiota —bufó antes de acercarse lo suficiente para abrazar al azabache—. Te deseo suerte —le palmeó un par de veces la espalda.

—Hay mejores formas de desear suerte a alguien.

—Lo sé —riendo se separó del mayor—. Escuché que ya varias enfermeras vinieron a besar tus mejillas —dio un par de pasos de retroceso sin quitar esa sonrisa—, creo que no necesitas más.

—Mejor ve a tu turno o te multarán.

—Te veo después de la cirugía, como en… doce horas.

—Me falta un examen más, así que auméntale dos horas a eso —sonrió de lado.

—Está bien —agitó su mano en forma de despedida antes de darse vuelta—. Suerte, Reborn.

 

Reborn apreció incluso ese abrazo, lo haría siempre, incluso cuando sus sentimientos desaparecieran después de que le extirparan la maldita planta que le crecía en los pulmones. Detalló a Tsuna mientras salía, suspiró porque tal vez sí se sentía un poco devastado por abandonar sus sentimientos por aquel valiente e ingenuo muchacho, pero ya era hora de la verdad.

Tomaría el camino que se merecía por jugar con el karma de la vida y por sus juzgamientos sin fundamentos en esos largos años de trabajo como médico. Al menos podía decir que esos muchos meses en compañía de Tsuna fueron maravillosos, se sintió humano de nuevo con los pequeños detalles ofrecidos. Fue una maravillosa experiencia.

 

—Reborn —de nuevo apareció por la puerta, ingresando con lentitud.

—¿Olvidaste algo? —le pareció gracioso verlo de nuevo en su habitación

—Eres italiano, ¿verdad? —Tsuna se acercó con algo de duda hasta donde reposaba el azabache.

—Sí, ¿alguna razón para preguntar eso?

—Bueno —jugaba con sus dedos y sus labios se curvaban en una rara sonrisa—, ¿alguna vez te dije que mi padre también lo es?

—Interesante, muy buena información para antes de una cirugía.

—Ignoraré tu burla —el castaño se acercó hasta la camilla y respiró profundo—. Acabo de recordar que un beso en la mejilla no significa mucho para ellos.

—¿Y eso a qué…?

Buona fortuna, Reborn —sonrió.

 

Sorprendido. Exaltado. Juraba que su pulso se saldría de control y la maquinita pronto daría el aviso, pero le valía un carajo.

Tsuna se acercó con duda, vergüenza y timidez. Se inclinó hasta que sus rostros estuvieron separados sólo por centímetros y Reborn pudo verificar el calor en esas mejillas. No pudo evitar sonreír por aquella locura, mucho más cuando los párpados de Tsuna se cerraron con fuerza al mismo tiempo en que sus labios se juntaban con los ajenos. Un toque de segundos, un roce, una unión infantil desde el punto de vista de dos adultos… pero un gesto sumamente dulce de todas formas. Reborn disfrutó de esa suavidad, suspiró cuando de nuevo se vieron separados y sonrió de lado porque ni en sus mejores sueños esperó esa clase de ánimo antes de una cirugía.

No había duda, no se arrepentiría de nada después de eso porque incluso un deseo caprichoso fue concedido.

 

—Supongo que eso sí fue un tanto más especial —avergonzado, con la cara rojiza, los dedos sujetando del estetoscopio que cargaba en el cuello y alejándose de la camilla con torpeza.

—Eso no fue un buen beso —Reborn iba aprovecharse un poquito porque sería su última acción—, Tsunayoshi —acentuó ese nombre con su tono más profundo.

—Pues me arrepentiré desde ahora —avergonzado, furioso también, dispuesto a irse, pero detenido por el propio cirujano.

—Ven aquí y seré tu maestro.

—¿Qué?

 

Reborn no forzó mucho el tirón que le dio al brazo delgaducho del pediatra, lo atrajo hasta sí, lo obligó a inclinarse y sin dar aviso alguno… unió sus labios con los del castaño. No lo dejó escapar, enredó su mano libre en aquellas revoltosas hebras, deslizó sus labios entre los ajenos y mordió el inferior con suavidad antes de volver a aprisionar esa boca con la propia. Enredó sus labios, los humedeció con su lengua, se dio el lujo de explorar la cavidad contraria con algo de ansiedad y rudeza hasta el punto en que el otro se quejó. Joder. Si tuviera más tiempo seguirá deleitándose con el sabor de Tsunayoshi, pero no podía permitírselo.

 

—Eso es un beso de buena suerte para un italiano de sepa —sonrió victorioso cuando, al soltar a Tsuna, éste jadeó sonoramente.

—Joder —Reborn rió porque era la primera vez que escuchaba al pediatra insultar, lo del supermercado no contaba.

—Lindo detalle de tu parte, Tsuna.

—¡Eres un atrevido! —alejándose lo más que pudo debido a sus temblorosas piernas y con la cara más roja que un semáforo, palpando sus propios labios con sus dedos, perdido en la vergüenza y sorpresa.

—Lo soy.

—Bueno —recuperando su respiración, Tsuna se irguió e intentó serenarse—. Espero que todo salga bien… Nos vemos luego, Reborn.

—¿Me darás otro cuando esto termine?

—No —respondió exaltado antes de escapar hacia la puerta que abrió torpemente, aunque no recordaba que le pusiera seguro—… Debo irme

—Cuídate.

—Eso debería decirlo yo —Tsuna no lo miró—. Buena suerte… y no le digas a nadie —y escapó.

—Será nuestro secreto —Reborn sonrió ya en soledad—. No puedo pedir más.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Notas finales:

Krat tomó la escena de la niña de alguna serie que vio en la tv, no recuerdo cual era, pero we.

Intenté subir el capítulo ayer, pero mi compu se congeló, pero se los doy ahora para que sean felices~

Los ama: Krat~

 


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