El sonido de las teclas inundaban la fría habitación; el ronroneo del gato que buscaba insistentemente su atención y el cascabel moviéndose hacían armonías que lograban crear un ambiente extrañamente cálido.
Afuera llovía.
Las gotas de agua eran pequeñas pero frecuentes. El clima lograba que una taza de café adquiriera un sabor extraordinario mientras era acompañado de pequeñas galletas sabor vainilla.
De vez en cuando pausaba su escritura para tomar una, cruzar sus brazos y leer sus pensamientos mientras pequeñas migajas quedaban en su comisura derecha.
El reflejo en sus gafas dejaba ver la cantidad de palabras que había escrito esa noche y su pequeña sonrisa denotaba lo mucho que le gustaba.
Ladeó su cabeza hacia su derecha y luego a la izquierda mientras mantenía sus ojos cerrados buscando relajarse, aspiró el travieso aroma a lavanda que se mezclaba con el café y el petricor.
Mantuvo esas fragancias en sus pulmones intentando disfrutarlas.
El gato subió a la silla vacía a su costado, comenzó a preparar el mullido asiento enterrando sus uñas hasta que Kibum lo notó; entonces estiró su mano hacia su cabeza para acariciarlo e intensificar los ronroneos.
Entonces recordó algo más y reanudó su escritura.
De nuevo las teclas y la lluvia creaban música.
Una risilla se escapó de sus labios mientras continuaba relatando aquello que pasó en la Oficina y en momentos rodaba los ojos por las tonterías que decían sus compañeros pero al mismo tiempo agradecía porque sabía que se convertirían en una anécdota para narrarle. Apostaría su pierna derecha a que se reiría al leerla.
Un parpadeo en la bombilla que mantenía iluminado el comedor que le asustó fue acompañado casi de inmediato por el estrepitoso sonido de un rayo.
Luego de sobresaltarse, mientras trataba de estabilizar su corazón colocando su mano sobre su pecho volteó con su gato, que también lucía asustado.
Susurró algo para levantarse y dirigirse hacia la sala de estar en dónde yacía una manta. Con ella en las manos regresó al comedor. Se cubrió la espalda y los brazos evitando entorpecerse al escribir.
Afinó su garganta y sintió el sabor a café, recordando la taza que seguramente comenzaba a enfriarse.
La tomó y sin meditar la temperatura bebió de ella.
Recargó su espalda en la silla, mantenía la taza cerca de sus labios mientras leía una y otra vez el último párrafo.
Un nuevo bajón de energía le advirtió de que el pronóstico del tiempo se haría realidad y la tormenta eléctrica pronto llegaría.
Bufó un poco molesto porque tenía que despedirse y no estaba seguro de cómo hacerlo.
Regresó la taza de café a la mesa sin dejar de mirarla y las ondas en el líquido le reconfortaron lo suficiente para tener el valor de terminar de la manera menos esperada e improvisada que escribiría en su vida.
Curveó sus labios en una sonrisa amarga.
Presionó “Enviar” y mientras el ordenador le avisaba que el correo estaba siendo enviado, una lágrima cayó rozando su mejilla porque sabía que de nuevo, no tendría respuesta.
Pese a ello mantenía su promesa con Jonghyun y continuaba escribiéndole diario.