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La sagrada tierra de la oscuridad por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Esta niebla es mucho más densa de lo que creí” comentó Kotetsu, manejando a través de la carretera cubierta de nieve. A su compañero no le gustaba nada lo que estaba pasando, acababa de anochecer y había habido muchos robos y un asesinato. Y algo le decía que no iba a ser el último en ese largo mes de oscuridad. “Deberíamos dar el aviso tan pronto como lleguemos a la ciudad.”

“Yo me encargo” Izumo agarró el altavoz, descolgándolo con suavidad mientras su compañero entraba en la pequeña comunidad, manteniendo la vista fija en la autopista. “¡Les habla el asistente del sheriff, Izumo! ¡Por favor quédense en sus casas a partir de ahora, con armas a las manos! ¡Si no tienen generador vayan al edificio público más cercano que tengan! ¡Les daremos más información cuando la tengamos!” colgó el altavoz. “Genial, ahora nos seguirán haciendo preguntas por horas.”

“Con un poco de suerte resolveremos esto pronto y volveremos a nuestras vidas de siempre” lo animó el otro oficial, acelerando un poco. Los detuvo Hayate Gekko, el dueño de la cafetería junto con su mujer Yugao.

“¿Qué demonios está pasando?” preguntó, cubriéndose bien con la chaqueta. Todos sabían que sus pulmones eran débiles, lo que los llevaba a preguntarse qué demonios estaba haciendo todavía ahí. “¿Ha pasado algo grave? ¿Tenemos que escondernos en los refugios?”

“Todo está bien por el momento, sólo estamos cerrando por seguridad, ¿Bien?” los policías trataron de calmarlo, pero él no estaba muy convencido. Cogió de la mano a la pelilila y ambos se fueron hacia la cafetería, que tenía su propio generador. Tras uno rounds de preguntas de otros vecinos de la comunidad, los oficiales aparcaron justo delante de ese establecimiento, viendo por la ventana.

“¿Hay algún problema aquí? ¿Qué está pasando?” Yugao parecía a punto de atacar a alguien y su marido también estaba en posición de pelea. Delante de ellos había una persona muy extraña con ropa sucia, que apenas era funcional para la nieve y desprendía un olor fétido que estaba fuera de lugar en un establecimiento de comida. También era un extraño, lo que era raro fuera de la temporada de turismo. “¿Este extraño está molestándolos, Yugao?”

“YO… no estaba haciendo nada” el tipo les dio una sonrisa maniática, muy perturbadora. “Sólo reclamando que me dieran mi orden” señaló él, apuntando con su sucio dedo a la pareja. “Pedí una copa de whiskey y un gran pedazo de carne molida, casi cruda. ¿Es eso tan difícil de conseguir?”

“No se sirve alcohol durante el mes de oscuridad, es la ley seca” Izumo se acercó al hombre. Si lo calmaba ahora, entonces no tendría que arrestarlo y quizás salieran los dos de ahí como amigos, con un par de pedazos de carne seca en la mano. “Y la carne que tenemos aquí es solamente seca durante la época de…” un cuchillo cayó sobre la mesa, haciendo un agujero. “¿Por qué has hecho eso?”

“Se dice que el condenado tiene derecho a una última comida, ¿verdad?” el hombre siguió, sin mover su mano del cuchillo. “Esta podría ser mi última comida… mi última comida antes de convertirme en algo superior” les miró con una expresión sombría. “Mejor comer algo que me deje un dulce recuerdo de la humanidad.”

“Yo diría que en esos casos elegiría langosta termidor u otra de esas delicias, no un pedazo de carne sanguinolenta.”

“Me gusta esa carne, la sangre baja por mi garganta de una manera tan relajante” su voz se tornó soñadora. “Ahora que va a ser el único alimento que tomaré por el resto de mi vida estoy seguro de que será incluso mejor…”

“Sí, supongo que la sangre es muy refrescante” Kotetsu se acercó a él. Se notaba que era un perturbado peligroso, posiblemente el culpable del asesinato del dueño de la estación de radio de la ciudad. “Escucha… debes acompañarnos. Vamos a hablar un rato en la estación, ahí podrás darnos todas tus quejas sobre la falta de suministros y la ley seca. ¿Qué te parece?”

“No me moveré de aquí… son ustedes los que deberían moverse” el loco siguió hablando como hipnotizado. “Ustedes son los que estarán muertos como hormigas… cuando esos vengan aquí. Tienen muy mala suerte, mi asociado ya fue por ellos… y volverá para que a mí también me den el regalo.”

“Volverán a por ti, ¿eh?” al parecer quedaba otro chalado suelto por ahí. “Ven con nosotros, te llevaremos la comisaría donde podrás esperar a tu amiguito. Seguro que estarán muy cómodos en una celda por un mes.”

“No creo que debas amenazarme… sobre todo cuando estás muerto… todos están muertos… ¡Todos están muertos!” los gritos amenazantes de ese hombre los asustaron un poco, pero se mantuvieron en su sitio. “¡Todos aquí están muertos!”

“Vamos” ordenó Kotetsu. El chalado se resistió, haciendo que los agentes pelearan con él en medio de la cafetería. Estaba delgado, así que no fue mucho problema arrastrarlo hasta la comisaría. Genma y Aoba los estaban esperando ahí, jugando una partida de damas chinas. Se sorprendieron al ver a ese tipo entrar con ellos.

“¿De dónde habéis sacado a semejante personaje?” preguntó el castaño, mirando mientras lo metían a la fuerza en la celda. Una vez lo encerraron se dieron cuenta de que había una tercera persona en el lugar, una chica que conocían muy bien. Matsuri era conocida por ser un poco fiestera y siempre ir acompañada por dos de sus amigos, pero en ese mismo momento no parecía haber nadie a la vista.

“¿Qué ha pasado?”

“La chica ha venido corriendo desde el bar situado a las afueras de la ciudad, el ilegal ese que jamás cierra sus puertas en tiempo de oscuridad…” negó con la cabeza. “Aparentemente estaba ahí rompiendo la ley con sus amiguitos Yukata y Mikoshi cuando algo, no sabe exactamente qué, los atacó.”

“Creo que sé qué diablos los atacó… la ebriedad” Aoba movió una ficha. “Los chiquillos como ellos jamás respetan las reglas, ni aunque estén hechas para ahorrarles un accidente” suspiró. “Seguro que los encontramos más tarde en una piscina de su propio vómito.”

“¡Tienen que buscarlos!” Matsuri finalmente se paró, a pesar de estar esposada a la silla. “¡No estoy diciendo mentiras, alguien realmente nos atacó! ¡Estaba oscuro, pero pude verlo! ¡Los agarraron y se los llevaron, esas cosas!”

“Sí, sí… les dije que ya iban a llegar” el vago de la celda anunció. “Mis amigos se acercan cada vez más a ustedes, cercándolos, dejándolos sin un lugar seguro a donde huir…”

“Pues entonces tendremos que buscarlos” Kotetsu se unió al juego de damas, sin creerle al que evidentemente estaba loco. “Seguro que vienen a por ti…”

“¡Y me recibirán como un héroe!”

“No tengo tiempo para héroes” Izumo, al contrario que los demás, se lo tomó en serio. Agarró a su compañero del brazo y lo jaló hacia la salida. “Vamos. Si encontramos a esos chavales heridos, entonces tendremos pistas de sus amiguitos allá afuera.”

“¿De verdad vas a creerle?”

“No voy a dejar ir ningún indicio, ni siquiera uno dado por un lunático” los dos se metieron en el auto de nuevo y fueron al bar ilegal ese que jamás habían conseguido cerrar. Extrañamente, estaba a oscuras, con las ventanas rotas. Manchas sospechosas rojas quedaban en la nieve, siendo cubiertas por copos recientes. Kotetsu se agachó para tocar la nieve roja.

“Esto es sangre” se sorprendió. Sorpresivamente, Matsuri estaba diciendo la verdad. Algo malo tenía que haber pasado ahí, posiblemente el loco amigo de su prisionero favorito haciendo méritos con sus amigos imaginarios. “Tenemos que dar aviso a…”

“Shhhhhhh, creo que puedo ver algo” Izumo se quedó quieto al lado del auto, con unos binoculares pegados a la cara. “Hay personas dentro del bar, personas muy extrañas” señaló. “Y… y creo que le están haciendo algo a Yukata.”

“¿Yukata?” su compañero se arrastró pegado al suelo hasta que pudo asomarse por la ventana, encontrándose con un espectáculo horrible. El cuerpo de Mikoshi yacía sin vida junto con el del dueño del bar y otros comensales sobre una mesa en la taberna. Yukata, que aún parecía estar viva, se encontraba tumbada sobre la barra con muchos de ellos sobre su cuerpo. Los presentes la estaban mordiendo y ella solo podía emitir sonidos ahogados mientras sus ojos se ponían blancos. Finalmente terminaron con ella y la soltaron.

“¿Ha disfrutado este pequeño aperitivo, milord?” una mujer de cabello corto marrón se acercó, haciéndole una venia al que había mordido el cuello de la muchacha. Unos sirvientes, porque obviamente lo eran, se llevaron el cadáver de la pobre al mismo lugar que el de los otros.

“Una cosecha espléndida, pero esperaba que contaran con más... manjares para el banquete” ¿De qué diablos estaban hablando? ¡Acababan de asesinar a una chica y ni siquiera se inmutaban!

“Mil disculpas, milord, más este es sólo para abrirle el apetito. La cena aún no está preparada, más le aseguro que pronto se deleitará con las delicias que nos encargamos de preparar” ella hizo una venia.

“Eso espero” de repente una niña pequeña, que había estado mordiendo el brazo de la difunta Yukata, jaló la manga del ornamentado kimono del que parecía su padre.

“Padre, huele a sangre humana” ella anunció y de pronto todos olisquearon el aire. Los extraños ojos blancos del hombre castaño y sus sirvientes asustaron bastante al policía, que se volvió corriendo al coche y lo encendió. Salió volando de ahí con su compañero, seguido de los furiosos asesinos.

“Acelera… ¡Acelera!” gritó Izumo cuando los vio alcanzar el coche a una velocidad que sin duda era imposible de alcanzar para humanos. Kotetsu, mandando al diablo la precaución, lo hizo, dejándolos un poco atrás. Se detuvieron a mitad de camino a la ciudad, dejando a los agentes regresar en calma a casa. Ellos fueron directamente a la comisaria, donde Aoba y Genma todavía seguían con su partido.

“Demonios… ¿Quiénes son ellos?” pasándolos de largo como si fueran pinturas en la pared o algo así, fue directo a ese tipo extraño que llegó con intensión asesina. “¡¿Quiénes demonios son ellos?! ¡¿Qué diablos quieren?! ¡¡¿Por qué están aquí?!”

“Estás muerto… muy muerto… muy muerto… ¡MUERTO!” gritó, por lo que el oficial lo tiró contra la pared de la celda. Este se estrelló, cayendo al piso. Ahí rompió a reír como un maniático, diciendo sólo esas palabras. “¡Cierra las ventanas! ¡Clava las puertas! ¡Escóndete! ¡Ellos vienen y te harán partícipe de su banquete! ¡Drenaran tus venas como una cava! ¡Nadie saldrá vivo!”

“Estás equivocado… lo haremos” el pelinegro se mordió el labio con fuerza, apartándose de la celda donde este todavía estaba. “Aoba… cambiemos parejas” propuso rápidamente. “Izumo, tú recorre la ciudad lo más discretamente posible y reúne a las personas que puedas. Lleva a Matsuri y a esas personas con Chen.”

“¿Chen? Pero…”

“No discutas, simplemente hazlo” recordó las palabras del extraño lord, como la mujer lo llamaba. “Si… si esas cosas vienen, entonces tienen que ir directamente a su triturador y esconderse. No importa lo que pase, ¿bien?”

“Estaríamos abandonando…”

“¡Nadie va a quedar si no nos escondemos, ¿entiendes?!” gritó con fuerza, agarrando su cabeza. “Sólo hagan lo que les digo. Nos reunimos en el triturador en una hora, ¿de acuerdo?” los miró de una forma que hizo que no les quedara más que asentir. Cogió a Genma antes de que saliera. “Lo cuidas, ¿está bien?” le susurró. “La más mínima señal de peligro y corren, ¿entiendes?”

“Muy bien” todos se fueron, dispuestos a cumplir con su misión. Kotetsu se subió al auto, apretando el acelerador. Sus ojos estaban puestos en la carretera con una determinación propia de otra persona. Izumo y él iban a salir de esa, vivos. Sólo eso le importaba.

-En el apartamento de las doctoras-

“¡Ehhhh! ¡He encontrado un poco de cerveza!” Tenten, que se había unido a las otras dos, rebuscó en la alacena de Sakura. La cocina estaba iluminada por el generador de la pelirrosa, que estaba sentada en la habitación con Ino. “Vamos a tener una auténtica fiesta aquí dentro, señoritas.”

“Tenten, deja de hacer cosas ilegales. Estamos aquí por una pequeña reunión, no…”

“¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!” las dos doctoras saltaron cuando la escucharon gritar, precipitándose a la cocina. Ahí la pobre castaña estaba agarrándose al marco de la ventana desesperadamente, chillando como alma que se la lleva el diablo. Las dos trataron de cogerla, pero tan pronto como rozaron sus dedos, un fuerte tirón de lo que sea que estaba intentando sacarla se la llevó, arrojándola a la calle… al menos hasta que la atrapó y la transportó a salvo al suelo.

“¿Qué diablos está pasando?” preguntó Sakura, observando cómo otras personas eran arrojadas afuera de sus casas y otras salían con armas en las manos, disparando al aire o a otras personas que iban tras ellas. Se escuchó un ruido, como si alguien estuviera trepando por la fachada de su casa. Ino, recuperándose primero, cogió a su amiga y salió corriendo, llevándose las dos chaquetas a toda velocidad. Enfundó a la pelirrosa en la suya y, en piyama, miró el pasillo. De todas partes extraños chillidos se escuchaban.

“Tenemos que salir de aquí” informó a una recién recuperada Sakura. “Hay que mantenernos pegados a las fachadas de las casas y avanzar con cuidado. Cuando lleguemos a la comisaría estaremos a salvo. ¿Entendiste?”

“Si…” comenzaron a arrastrarse por las calles, en piyamas y pantuflas. Sus piernas dolían y sus pies empezaban a sufrir congelamiento por estar expuestos a la nieve. En medio de ese camino, se toparon con un grupo de personas que sacaban a otros de las casas, manteniéndolos en las calles. Les permitían correr, incluso les divertía verlos hacerlo. De repente una mano les cubrió la boca a cada una.

“No griten” la voz de Izumo las tranquilizó en seguida. Conocían al policía prácticamente de toda la vida, no haría nada que las lastimara. “La comisaría ya no es segura, tienen que venir con nosotros” las llevaron con Asuma, que arrastraba detrás de él a su padre. “Llévalas al triturador, rápido. Pídanle asilo a Chen, debe tener un bunker anti nuclear ahora.”

“Vamos, chicas, hay que irnos” se alejaron de los policías y fueron al triturador. Izumo los vio desaparecer, centrándose en las personas que impedían el paso a las casas o corrían las sacaban de un tirón. Los había visto trepar paredes, tirar humanos con su prodigiosa fuerza, saltar la altura de edificios y soportar sin dolor las balas.

“¿Qué diablos son?” preguntó, asomándose con cuidado. En eso vio cómo uno de los hombres que los persiguieron a él y a Kotetsu aparecía, acompañado por otros que obviamente eran sus familiares. Un anciano, seguido de una muchacha con una corona y un kimono verde y otros muchachos, todos pelirrrojos. Otro grupo de personas que parecían trastornadas aparecieron, con unos ojos desorbitados y teniendo que ser retenidos por un muchacho de pelo blanco. También un grupo de peli naranjas, con un hombre calmado a la cabeza. Un chico castaño se acercó a la mujer castaña que también los había perseguido antes. Cerca de ella también estaba un hombre de cabello negro, en un kimono azul formal de color azul oscuro, con un abanico bordado.

“Lady Tokka, Lord Hikaku, todos los invitados han llegado”

“Entonces que den comienzo las bodas de sangre” ella encaró a todos junto con su acompañante, girando con una asombrosa sincronización. “Honorables invitados, bienvenidos a la Tierra sagrada para celebrar una ocasión gloriosa. Por favor, disfruten del banquete que los clanes Senju y Uchiha tienen el honor de presentarles.”

“Ya era hora” los pelirrojos y los de los ojos blancos avanzaron primero, obviamente más importantes que los demás… o al menos más soberbios. “La sangre de Hamura presenta sus agradecimientos y sus felicitaciones, querida prima, honorable primo, y jura por su honor dejar la agresión fuera de estas fronteras.”

“Bienvenido seas, Hiashi Hyuga” ella le cedió el paso, ante lo que los ojiblancos se apresuraron a atacar a las personas ahí reunidas. Izumo quiso ir en su ayuda cuando escuchó los gritos de dolor, pero su compañero lo detuvo, susurrándole que no los podía salvar. No con esas cosas rondando los alrededores.

“La sangre de la hija de Ashura los saluda, querida prima, honorable primo” le dirigió una mirada gélida al pelinegro, que se abstuvo de comentar. “Felicito a los Senju por esta nueva unión y los Uzumaki juran por su honor dejar la agresión fuera de estas fronteras. Esperemos… realmente” le volvió a dedicar una mirada de desdén al del abanico. “que en verdad sea el fin de la agresión en nuestro mundo.”

“Bienvenido seas, Ashina Uzumaki” los dejó pasar. Izumo no comprendía qué sucedía. Esas personas se abalanzaban sobre otras, mordiéndolas y arañándolas y… matándolas. Solo una cosa invadía su mente: ¿Qué demonios estaba pasando aquí?

-En otra parte-

“Hay que ir a la costa. Si vinieron en barcos seguramente hay alguna manera de…” algo aterrizó de improviso en la parte de encima de la camioneta, desviándola un poco. Kotetsu intentó mover el volante, liberarse del obstáculo, pero no pudo. Pronto otros obstáculos se unieron al de encima, delante de ellos. Y a pesar de estar frente a un auto en movimiento, fueron capaces de detenerlo y levantarlo. “¡¿Qué diablos?!”

“¡Eso mismo pienso yo!” Aoba se agarró, intentando salir de la camioneta. Una mano atravesó la ventana y lo agarró del cuello, sacándolo mientras gritaba. Kotetsu, que no tenía a ninguno en la ventana, pudo salir por ella y escapar corriendo. Intentó dispararles para salvar a Aoba, pero no sentían las balas. Es más, no sentían nada. Tiró el arma contra ellos y empezó a correr, tratando de llegar a cubierto. Se encontró con una vieja casucha en medio de la nada… seguramente era de Hoshigaki, el huraño del pueblo. Entró sin pedir permiso, convencido de que no habría nadie…

“Ehhhhhh, hola” Kisame lo saludó desde el comedor. Delante de él estaba una de esas criaturas, sentada como en su casa. Volteó hacia él con interés, mostrando sus ojos, rojos como la sangre. Trago duro, estaba en un grave problema.

Notas finales:

¿qué les pareció? En el siguiente capítulo les daré algo más de información sobre lo que está pasando. Mientras tanto, espero que les haya gustado. REview!!!


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