La dulce sonrisa que se daba a lo lejos pertenecía a la criatura más adorable de esa mansión, al menos eso pensaban la mayoría al ver al pequeño rubiecito de ojos chocolates que caminaba a tropezones parado sobre sus dos regordetas piernecitas de bebé. Muchos solían comparar al heredero con un ángel, otros solían decir que sería la perdición de muchos… Reborn tenía una opinión diferente, pero se la guardaba porque buscaba el momento perfecto para exteriorizarla.
—Reborn —fue el llamado del que fue considerado el verdadero ángel de la mansión hasta antes del nacimiento de aquel regordete niño—, ¿estás bien?
—Claro —fue la escueta respuesta dada mientras se acomodaba la fedora.
—¿No quieres unirte a los demás? —Tsunayoshi señalaba la mesa en donde la mayoría estaba platicando, comiendo, bebiendo o simplemente disfrutando de ese almuerzo al aire libre.
—Aquí estoy bien —sostenía una copa de vino que él mismo se sirvió.
—Reborn, ya deja ese melodrama —Tsuna miraba al azabache que reposaba contra un árbol un tanto alejado de todo y de todos—. ¿No podrías al menos fingir que te alegra verme feliz?
—¿Feliz? —bufó molesto antes de beber el contenido total de su copa y arrojarla a un lado— ¿Junto a ese militar idiota?
—No llames así a Colonello —soltó un suspiro—, por favor.
—Pides mucho, dame-Tsuna.
—Suficiente —el cielo apretó los labios antes de mirar al azabache—. No te voy a volver a rogar.
Reborn fue testigo de cómo su amado cielo se alejaba a paso firme, enfadado, dolido. Chasqueó su lengua cuando aquel rubio —que hasta hace poco fue uno de sus más grandes rivales y ahora era el recordatorio de su más grande fallo y derrota—, interceptó al castaño, le susurró algo, ofreció un abrazo y finalmente tomó la mano del mismo para guiarlo a la mesa.
Todos estaban felices, reían, festejaban el accionar del nuevo pequeño cielo quien paso a paso recorría el jardín floreciente de vida siendo vigilado por todos en ese sitio. Reborn se excluía del grupo porque se enfrascaba en su propia amargura, porque no estaba de acuerdo en todo lo que ocurría a su alrededor, porque muchas veces quiso gritarles que esa felicidad se fingía y que debía ser suya ya que sólo así sería real.
Estaba harto.
Acomodó su fedora antes de acercarse al grupo con paso calmo, sin dar muestra de sus verdaderas intenciones; pero en vez de ir a la mesa dispuesta, se dirigió hacia un lugar en medio del jardín donde el pequeño bebé cayó de sentón tras no poder equilibrarse al pisar una pequeña roca. Claramente sintió que todas las miradas se posaron sobre él y sonrió por eso.
—¿Reborn? —la más importante mirada estaba ahí.
—Es lindo —admitió el azabache tras recoger al pequeño del suelo y sostenerlo por debajo de esos bracitos que se estiraban hacia los lados mientras esos pies se flexionaban y pataleaban— lo admito.
—Es porque se parece a mí —se regocijaba Colonello quien abrazó a Tsunayoshi por la cintura.
—Hum —Reborn miró a todos por un momento antes de enfocarse en el niño que lo miraba con atención mientras se chupaba los dedos de la mano derecha—. Yo sólo diré —sonrió de lado y elevó un poco más su voz— pudiste ser más guapo, pero a tu mamá —miró a Tsuna quien se tensó de inmediato— le valió un comino nuestro amor.
Toda la familia se quedó en shock, incluso el propio Colonello quien desfiguró su sonrisa hasta una mueca de enfado por lo dicho. Silencio extendido mientras el bebé hacia ruiditos de succión y Reborn reía suavemente por su pequeña venganza a viva voz.
Muchos en esa mansión conocieron parte de la historia dada hace años, entendieron la gravedad de esa declaración dada por el mejor hitman y se abstuvieron de voltear sus miradas hacia el castaño jefe de esa enorme familia mafiosa.
—Sabes que no es verdad —Tsuna al fin habló, alejándose del abrazo de su actual pareja, parándose y caminando en dirección del azabache de patillas.
—Lo es, cada palabra.
—No —Tsuna le quitó a Aki de los brazos y lo acomodó contra su pecho—, no lo es.
—Serías más feliz conmigo.
—Fuiste tú el que decidió abandonarme cuando más te necesitaba, Reborn —Tsuna lo miró con decepción, reproche y dolor—. Sin hablarme de los problemas que querías solucionar, sin confiar en mí.
—Te pedí que me esperaras —bramó furioso—, pero cuando volví, tú…
—Cinco años, Reborn —Tsuna frunció el ceño—. Cinco años sin saber si estabas vivo por lo menos, sin tener noticias, llorando porque me abandonaste.
—No te abandoné.
—Pero regresaste con una hija de siete años, con una amante enferma y dándome a saber que me fuiste infiel durante los años que yo consideré tener una hermosa relación contigo.
—Yo te amo, Tsunayoshi.
—Yo ya no más —declaró sin dudas—. Tu mataste el amor que yo tenía por ti… y yo decidí crearme una nueva vida junto a alguien que sí me respetaba, amaba y confiaba en mí.
—Estás viviendo una mentira.
—Para que lo sepas —Tsuna miró a su tutor con pena— el amor también se puede construir de poco a poco… y en este momento yo declaro sin duda, que amo a Colonello.
—Mientes.
—No lo hago —le brindó una severa mirada—. Ahora te pido que te vayas… por favor.