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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 10:

Bandera Blanca

 

Esgrimiendo mi bandera blanca

me declaro vencedor y vencido.

¡Ya no soporto, ya no concibo,

seguir siendo la víctima voluntaria!

(Fabián Ruiz, Poemas de amor.com.ar: En la piel de tus deseos)

 

 

 

Tras acabar de acomodar el reflector en el soporte y comprobar con ojo crítico que la iluminación fuese la adecuada, Eren se volvió para ver a Historia y le sonrió satisfecho.

—Perfecto, podemos comenzar a trabajar. ¿Tienen ya preparadas las coronas y los arreglos? —le preguntó a su amiga.

Historia asintió contenta y, sin pedirle permiso, tomó la cámara que él había dejado sobre el mostrador mientras se encargaba de la iluminación del local para la sesión fotográfica, comenzando a jugar con ella como una niña pequeña que finge tomar fotos. Cuando ella apuntó el objetivo en su dirección, como si fuese a tomarle una fotografía, Eren sintió como cada uno de los nervios de su cuerpo se tensaba ante la anticipación del miedo.

—Frieda ha ido por ellas —le dijo al tiempo que bajaba la cámara y volvía a dejarla con cuidado en su sitio—. Lleva desde mediodía preparando los arreglos. Ha estado frenética porque nuestro proveedor no apareció hasta hoy en la mañana.

Como si el mencionar su nombre hubiese servido para invocarla, la hermana mayor de Historia apareció desde la pequeña puerta lateral, que daba hacia la habitación de almacenamiento, cargada con un montón de arreglos florales que la ocultaban casi por completo y apenas dejaban ver parte de las perneras de sus vaqueros azules y de su coronilla azabache. De inmediato él se apresuró a ir a ayudarla, quitándole estos de los brazos, cosa que ella le agradeció con una de sus bonitas sonrisas.

—Gracias, Eren. Siempre eres un chico tan bueno… —Frieda pellizcó suavemente su mejilla derecha y le dio un par de palmaditas.

—¿Necesitas que te ayude con algunos más? —le preguntó mientras dejaba los que llevaba como pudo sobre el mostrador.

Ella negó suavemente, haciendo que su larga melena negra se balanceara de forma grácil. El débil sol invernal que se colaba a través del amplio ventanal del local arrancaba destellos de un azul profundo al oscuro color azabache de este, resaltando de forma notoria la pálida piel de la chica que en ese instante tenía las mejillas un poco enrojecidas a causa del esfuerzo. La imagen de Frieda a contraluz, con todas aquellas flores apiñadas sobre los estantes de fondo, le recordó a Eren esas fotografías antiguas de chicas en la campiña. Era un cuadro en verdad muy bonito que daban ganas de retratar.

Por supuesto, no lo hizo.

—Tengo listos unos cuantos centros de mesa con flores de Pascua, pero son pocos, así que ya puedo traerlos sola. ¿Prefieres comenzar con las coronas de Navidad o los arreglos?

—Los arreglos. He pensado en algo que me gustaría implementar con las coronas, pero deberé modificar un poco la iluminación y cambiar el objetivo, así que prefiero acabar antes con estos —les explicó a ambas, señalando un bonito arreglo de flores rojas y hojas de un suave amarillo dorado que se disponían en un pequeño florero circular cubierto de arpillera.

—Lo que tú digas, para eso eres el profesional —aseguró con total convicción la mayor de las hermanas Reiss—. Iré por los arreglos que faltan para que podamos empezar de una buena vez con esto. Regreso enseguida.

Historia, que en ese momento se encontraba refrescando un jarrón de tulipanes rosas y blancos, nada más desaparecer su hermana, lo apuntó con el pulverizador de agua de modo acusatorio.

—Ya, comienza a soltar ahora mismo que es lo que te pasa, Eren. Annie me llamó anoche para decirme que estabas deprimido y, por como luces, no puedo más que darle la razón; Ymir y yo quedamos muy preocupadas. Pero hoy estás en mi territorio y yo doy las órdenes, así que habla. ¡Y pobre de ti que intentes mentirme!

Demonios, se dijo con fastidio, debería haber imaginado que Annie se iría de lengua con el resto de sus amigas; sobre todo cuando el día anterior esta no obtuvo las respuestas que quería por parte suya ni de Armin, que era el único que estaba al tanto de lo sucedido con Levi y, quien le confesó esa mañana durante el desayuno, que su novia lo había interrogado duramente, intentando sonsacarle algo.

¿Por qué las chicas debían ser tan tercas y complicadas?, se preguntó con cansada resignación. Aun así, se dio ánimos para encarar a la testaruda Historia. Ignorarla no iba a servir de nada.

A pesar de que ese día su humor no era el mejor, Eren no pudo evitar sonreír un poco al ver la determinación de aquella pequeña chica. Historia, enfundada en un par de entallados vaqueros blancos y un abrigado y felpudo suéter rosa pálido de cuello vuelto que iba a juego con sus botas peludas del mismo color, no era, precisamente, lo que uno podría llamar intimidante; pero, a su manera, ella se las arreglaba para dejar claro que no estaba para juegos. Después de tantos años conociéndola, él acabó por aprender a no subestimarla.

—Levi se ha enfado conmigo por preguntarle a una amiga suya sobre algo que no debía —le explicó mientras acomodaba un pesado arreglo de base rectangular con flores de pascua blancas y rojas sobre la pequeña mesilla cubierta con un delicado mantel de encaje blanco con vivos dorados que habían preparado para esa ocasión—. No contesta a mis llamadas y ni siquiera me ve los mensajes. Está furioso conmigo… y no lo culpo.

Reconocer en voz alta aquello que llevaba más de un día carcomiéndolo por dentro, de cierto modo, fue un alivio para él. Después del incidente con Hange,  Levi, aunque no lo echó de su casa de inmediato como Eren temió que hiciera, se limitó a ignorarlo y no volvió a dirigirle la palabra en lo que restó de aquella jornada, a pesar de que él se quedó a ayudar con la mudanza hasta la hora de almuerzo, tragándose sus enormes deseos de huir a su departamento y echarse a morir. Por supuesto que Hange intentó darle ánimos, asegurándole que el otro hombre solo necesitaba un par de horas para que se le pasase el enojo y que luego seguramente volvería a ser el mismo de siempre, pero Eren ya no estaba tan seguro. Si el enfado de Levi hubiese sido tan poca cosa como ella quería hacerle creer, este ya le habría devuelto las llamadas, ¿no?

—Parece un asunto bastante feo —reconoció su amiga que ahora atendía un arreglo de claveles amarillos jaspeados de rojo—. ¿Y qué fue lo que le preguntaste a esa chica para que Levi se enfadara tanto?

—Sobre su ex —admitió él, aunque tras descubrir que el tal Farlan estaba muerto, Eren no estaba muy seguro de si «ex» era la palabra más adecuada para definirlo.

Las rubias cejas de Historia se alzaron a causa de la sorpresa tras su confesión, dando paso de inmediato a una profunda conmiseración que dulcificó sus facciones. Él, acostumbrado ya a ese tipo de reacciones por parte de sus amigos, sabía que lo más probable fuese que la chica lo envolviera en uno de sus cálidos abrazos e intentase ofrecerle consejos y consuelo, aunque no se sentía demasiado ansioso por recibir ninguno de los dos en aquel preciso momento. No obstante, y para su total consternación, el dulce semblante de Historia se tornó de pronto en uno más decidido, con el ceño ligeramente fruncido y sus bonitos ojos aguamarina casi refulgiendo al mirarlo.

—¿Y hace cuantos días fue que ocurrió eso, Eren? —le preguntó esta en un tono que le recordó increíblemente al que solía utilizar su madre para regañarlo.

—Dos —masculló de mala gana. Historia lo miró indignada en su incredulidad.

—¿Dos? ¿Y me vas a decir que ya te has dado por vencido, Eren Jaeger? Un par de llamadas rechazadas y unos cuantos mensajes sin ver y, ¿vas y te rindes? —Le espetó ella enojada—. ¡Dios! ¡¿Dónde se ha ido el chico tan terco que yo conocía?! ¡El Eren con el que yo crecí nunca hubiese permitido que una tontería así lo detuviera! Tú siempre luchas, ¿no? Tú siempre sigues, ¿no? ¡Entonces ve y arregla hoy mismo tu problema con Levi!

Todavía un poco aturullado a causa de la sorpresa, él pensó en aclararle que fueron más que un «par de llamadas» y unos «cuantos mensajes». De hecho, cualquier que viese su registro telefónico podría llegar a la equivoca idea de que era un maldito acosador; sin embargo, tras la confusión inicial vino la rabia hacia su amiga al sentir que esta no lo comprendía en lo absoluto. ¿Qué podía saber esta de lo mal que lo estaba pasando? ¡Nada! ¡Por supuesto que nada!

Intentando controlar lo mejor posible su mal temperamento, Eren le dijo:

—Historia, tú no entiendes…

—No, el que no entiende nada aquí eres tú —lo cortó esta en seco. Dejando de un golpe el pulverizador sobre el mostrador lleno de arreglos, cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró muy seria—. De nada ha servido que fuéramos amables y blandos contigo todo este tiempo, temerosos de complicarte más la vida después de todo lo que tuviste que pasar y pensando que, si te dábamos algo de tiempo, ibas a acabar por volver a ser tú mismo; pero no, ¡así que se acabó, Eren! Desde ahora ya no seré más la amable y dulce Historia que conocías y me convertiré en una chica mala. Así que te exijo que vayas y arregles lo que sea haya pasado entre ustedes dos. Quiero que vuelvas a ser el mismo chico valiente de antes.

Él estuvo bastante tentado de decirle que en verdad no asustaba a nadie con esa actitud desafiante, porque con su escaso metro cincuenta y su atuendo en color pastel, no era precisamente la imagen que uno tiene de la maldad y el peligro, pero se lo calló, porque sus palabras, de cierto modo, generaron ruido dentro de él. ¿Tanto se había perdido a sí mismo en esos dos años?, se preguntó. ¿Tanto había cambiado? Eren siempre fue consciente de que existían trozos de él tan pulverizados que difícilmente podría regresar a ser el chico despreocupado y feliz de aquel entonces, pero para que su amiga se lo plantease de ese modo… era preocupante.

—Entonces, ¿qué sugieres que haga? —Le preguntó medio desafiante, medio interesado en conocer su respuesta—. ¿Qué vaya a su casa y me plante allí hasta que me escuche?

—Bueno, eso suele funcionar la mayor parte de las veces, sí. Además, si es un problema tan importante como dices, entonces lo mejor es que lo arreglen cara a cara, hablándolo directamente —intervino Frieda que acababa de hacer acto de presencia con el resto de los centros de mesa. Al notar lo incómodos que ellos dos parecieron por su inesperada intromisión, esta sonrió de medio lado y negó levemente con un gesto—. Si querían tener una conversación privada, pues entonces deberían haber ido a otro lado, chicos. Les recuerdo que esta tienda es diminuta —les dijo mientras indicaba con un gesto de cabeza los escasos tres metros cuadrados con los que contaba aquel local emplazado en una de las calles céntricas de la ciudad—. Lo siento Eren, pero lo he oído todo mientras estaba en la otra habitación; y con la puerta cerrada.

Sus ojos verdes buscaron de inmediato la celeste mirada de Historia. Esta se encogió de hombros y sonrió un poco cohibida, como disculpándose por aquel pequeño arrebato de su parte que acabó en esa extraña discusión.

—Puede que mi hermana tenga razón, Eren. Quizás deberías hacerle caso e ir a hablar personalmente con Levi —le dijo su amiga, esta vez más calmada e intentando aportar a su tono aquel aire de certeza que siempre solía utilizar con ellos cuando quería convencerlos de algo.

—¡Por supuesto que la tengo! He vivido diez años más que ustedes y por lo tanto tengo mayor experiencia. Los años no solo sirven para hacerme más vieja y darme canas y arrugas, ¿saben?

A pesar de lo abochornado que aún se sentía porque sus problemas fuesen ventilados de ese modo, Eren no pudo evitar reír ente el comentario de la mayor de las Reiss, sabiendo que era una total exageración.

Frieda, a sus treinta años, era tan hermosa como la propia Historia. Ambas hermanas compartían rasgos físicos similares, aunque la larga melena negra de Frieda contrastaba de forma notoria con el cabello dorado de su hermana menor y sus ojos eran de un pálido celeste en vez del vibrante aguamarina de la otra. Además, donde Historia era bajita y menuda como una muñeca, la mayor de las chicas era mucho más alta, sobrepasando un poco el metro setenta de estatura, aunque igual de delgada. Aun así, nadie que las viera juntas dudaría que eran familia; ambas se parecían tanto a pesar de sus diferencias que era inevitable asociarlas.

—¡Frieda, no digas eso! ¡Todavía eres muy joven! —se apresuró a asegurarle Historia, que corrió hacia ella y le rodeó la cintura con los brazos, aferrándose al blanco y ajustado suéter de su hermana, sin importarle lo más mínimo que parte del verdín que manchaba el delantal celeste que esta llevaba pudiese quedarse impregnado en su bonita ropa.

—Ya, ya —murmuró la mayor de las chicas mientras daba un par de palmaditas tranquilizadoras en la espalda de la pequeña Historia y dejaba un beso sobre su rubia coronilla. Él, como en muchas otras ocasiones, no pudo más que admirar y envidiar un poco lo bien que se llevaban aquellas dos—. Entonces, chicos, ¿nos ponemos a trabajar?

Agradeciendo aquel pequeño cambio de tema que le permitía no solo huir de aquel espinoso asunto sobre Levi sino también aclarar sus ideas sobre lo que debía hacer para arreglar las cosas con él, Eren asintió y se puso manos a la obra.

Fotografiar para la floristería de las hermanas Reiss, Belle Époque, era siempre una de sus actividades favoritas. Aquella pequeña tienda estaba ubicada en el sector comercial de Shiganshina y destacaba del resto de locales comerciales que allí se encontraban por su bonita fachada y delicada decoración, que recordaba a las románticas tiendas antiguas con su bonito toldo verde claro con volantes a la entrada y su puerta acristalada con campanillas que siempre repiqueteaban de forma alegre anunciando la llegada de visitantes; el amplio ventanal enmarcado en piedra oscura, que solía parecer un lienzo repleto de coloridas flores, resultaba un encantador contraste con el muy elaborado empedrado en tonos beige de los muros que daba la sensación de ser un gran mosaico en luces y sombras; pero, lo que sin duda a él le parecía más bonito de ese lugar, eran los rústicos cajones y bajas repisas de madera desgastada, pintados en un blanco envejecido, y que siempre estaban repletos de arreglos florales y grandes tiestos con flores a la entrada del local, tentando a los transeúntes a acercarse tanto por su diverso y vibrante colorido como por su agradable aroma que se desprendía en el aire, fuera la época del año que fuese.

Cada nueva estación, Frieda renovaba la página web de la tienda dependiendo de la decoración que esta hubiese elegido para esa temporada y siempre aludiendo a las flores características a cada periodo, como ahora, donde el escaparate principal mostraba unos diez diferentes y bellamente elaborados arreglos de flores de pascua que llamaban la atención de los potenciales compradores mientras que las ramitas de muérdago bajo la puerta les recordaban que la Navidad ya estaba próxima. Los blancos estantes donde se ofrecían los productos de la tienda, y que ocupaban tres de los laterales de esta, lucían guirnaldas de verde muérdago decorados con acebo blanco y rojo entrelazados con translucidas cintas doraras, así como el brillante mostrador, de claro acebo, llamaba la atención gracias al precioso arreglo de flores de pascua rojas con hojas doradas que descansaba sobre él.

Sin poder evitarlo, sus ojos fueron a parar a las paredes pintadas de un suave tono beige donde, sobre lo alto, pequeñas bandadas de pájaros en bronce oscuro estaban al vuelo, perdiéndose de vez en cuando y reapareciendo un poco más allá, como si se escondieran tras una nube o hubiesen subido tanto en su trayectoria que se hacía imposible vislumbrarlas. Aquel detalle, se recordó Eren, había sido obra de Jean; un pequeño regalo para alegrar y embellecer la inauguración de la tienda de Frieda, cinco años atrás.

Ahora que lo pensaba, él tenía solo diecisiete años cuando comenzó con aquella idea de fotografiar para ellas. Por aquel entonces, Historia, muerta de la preocupación, acabó por contarle que las ventas en la tienda de su hermana no iban del todo bien. Tras muchos años de trabajo, Frieda ahorró hasta lo imposible en ella misma para poder montar la floristería e independizarse, y así asegurar un mejor futuro para su hermana menor. Sin embargo, sus planes no fueron tan bien como esperaba y las cosas se complicaron más de lo previsto; por ese motivo su amiga se sentía en la necesidad de ser útil, pero no hallaba que hacer para poder ayudar a esta a salvar ese bache.

Frieda, quien solo tenía veinte años y una carrera universitaria a medias cuando decidió hacerse cargo de la huérfana hija ilegítima de su padre, sacrificó todo lo que pudo para criarla lo mejor posible sin ayuda de nadie cuando Rod Reiss, el progenitor de ambas, se negó a hacerse cargo de Historia. La chica rompió lazos con la familia que la repudió por su decisión, dejó los estudios y se repartió entre dos trabajos durante los primeros dos años, intentando en lo posible no descuidar a Historia y ganar dinero. Fue así como tras cambiar de un empleo a otro que fuese mejor remunerado, que Frieda llegó a trabajar como secretaria en la consulta de su padre, Grisha, mientras que su propia madre, un poco compadecida por el esfuerzo de esta, se ofreció a cuidar de la hermana pequeña las horas restantes hasta que ella pudiese salir del trabajo y llevársela a casa. Lo cierto era que a Eren nunca le importó contar con la constante presencia de Historia en su hogar después de la escuela; ella era divertida y jugaba con Mikasa, Armin y él. Escuchaba atentamente sus problemas, hacían planes ridículos para el futuro y fue la primera persona con la que se besó, a los catorce, y con quien descubrió que las chicas definitivamente no eran lo suyo mientras que, en el caso de su amiga, sí lo eran. Y por supuesto, resultó ser la propia Historia quien le sugirió que acudiera donde Frieda en busca de consejo cuando su confusa orientación sexual comenzó a preocuparlo, siendo esta misma quien le explicó a Eren, con toda la seguridad maternal adquirida a la fuerza a lo largo de sus pocos e intensos años de ungir como madre adoptiva, que sin importar lo que él prefiriera o quien le gustara, no estaba mal ni equivocado y que tenía que aceptarse tal cual era.

Sí, su historia con las hermanas Reiss era larga y llena de muchos momentos que acabaron por determinar su vida; y fue por ese motivo que en aquel entonces él se sintió en la obligación de ayudarlas, y solo se le ocurrió hacerlo de la única forma que sabía: fotografiando.

Tras pensarlo unos cuantos días, Eren tuvo una idea y se la propuso a ambas hermanas, aunque solo después de insistir un poco logró convencer a Frieda de que, si se daba propaganda en una página web, podría atraer más clientes y mejorar sus ventas. La mayor de las chicas no se sintió muy convencida en un principio, pero Historia simplemente alucinó con la idea y, menos de una semana después de proponerles aquello, Eren tomó sus primeras fotografías de la tienda y los productos que ofrecía; posteriormente, con la ayuda de Armin, lograron ponerlas en la red y ese fue el inicio de aquel alocado plan. Por supuesto, los dos primeros meses no fue la gran cosa, pero poco a poco Frieda comenzó a recibir pedidos de las ciudades vecinas solicitando sus bonitos arreglos y logrando de paso que la floristería empezara a ser más reconocida; ante lo que, menos de un año después, esta decidió arriesgarse y ofrecer sus servicios para decoración floral en bodas, fiestas y bautizos y, contra todo pronóstico, la tienda prosperó, volviéndose en una de las más cotizadas del distrito. Pero todavía así, año tras año, al inicio de cada nueva estación, Eren seguía tomando fotografías para ellas y manteniendo aquel pequeño ritual que comenzó como una llamita de esperanza y agradecimiento para aquellas que lo aceptaron y amaron siempre, sin recriminación alguna por lo que era y quien era.

Casi una hora después, él había tomado más de cincuenta fotos tanto de la tienda con su decoración navideña como de los bonitos y elaborados arreglos de Frieda, intercalando coronas de muérdago y acebo, decoradas con escarcha y brillantes cintas, con flores de pascua y algún que otro colorido ramo que podría servir de regalo en aquellas fechas. Ya estaba por guardar su cámara en el estuche cuando, al lado de una cesta de rosas lilas, apareció Historia, posando inocentemente al lado de estas.

—¿Puedo salir también en la fotografía?

Eren notó de inmediato como, ante aquella simple pregunta, un nudo de ansiedad le apretó el estómago y se le cerró un poco el pecho, haciéndole difícil respirar. Su primer instinto, el de supervivencia probablemente, le exigió dar un no rotundo por respuesta, pero logró reprimirse. Lo menos que deseaba era lastimar a su amiga, no por algo en lo que ella no tenía ni siquiera un poco de culpa. Por eso, intentando encontrar las palabras que menos la dañaran y mejor pudieran hacerle comprender lo mucho que en verdad sentía el no poder complacerla, comenzó a decirle:

—Historia, no, yo…

—Deja en paz al chico —le dijo Frieda dándole una colleja que arrancó un débil gemido de protesta de su hermana—, sabes perfectamente que a Eren le cuesta el fotografiar personas.

—Lo siento —se apresuró a disculparse él, sintiéndose en verdad muy mal por ello; no obstante, la mayor de las Reiss solo sonrió con afabilidad.

—No es tu culpa, Eren; además, siempre haces mucho por nosotras. Esta pequeña diablilla haría bien en recordarlo —añadió, mirando con fingido enfado a su hermana que, con los labios fruncidos en un puchero, se sobaba la nuca. Pobre Historia, él sabía muy bien lo pesada que podía ser la mano de Frieda—. ¿Para cuándo crees poder tenerlas, Eren? No quiero presionarte, pero sabes cómo son estas fechas.

—Para mañana por la tarde a más tardar —aseguró. De reojo vio como Historia, un poco malhumorada, miraba ceñuda a su hermana mayor por aquel regaño—. Las subiré de inmediato en la web y vendré a dejártelas en cuanto estén listas.

—Y espero que traigas también la factura —acotó Frieda mientras comenzaba a acomodar con ayuda de su hermana el resto de los arreglos en los diversos estantes de la tienda.

—Frieda… —soltó Eren con voz lastimera. Aquella discusión sobre el dinero era algo que venía ocurriendo durante los dos últimos años, cuando a la tienda comenzó a irle mejor. En más de una ocasión esta lo había amenazado con no dejarle tomar más fotografías si no le iba a cobrar, pero, de todos modos, sus advertencias siempre quedaban en nada y ambos seguían con aquello que parecía ser tan importante para los dos.

Plantándose delante de él con un montón de coronas en un brazo, la mujer pellizcó fuertemente su mejilla.

—¿Qué voy a hacer contigo, Eren? Este es tu trabajo, no puedes regalarlo solo porque alguien te cae bien o es tu amigo —lo regañó ella; pero, tras dejar escapar un suspiro de resignación, revolvió con cariño su largo cabello castaño y le sonrió dulcemente—. Supongo entonces que tú y Armin vendrán a cenar muchas noches durante este mes. ¿No te apetece quedarte hoy? Podrías llamarlo y decirle que se pase por la casa —sugirió—. Prepararemos estofado. Con el frío que hace estos días lo único que apetece es comer algo caliente.

Él negó, apesadumbrado.

—Gracias por la invitación, Frieda, pero no puedo. Después de que acabe de recoger mis cosas me iré directo a casa y me pondré a trabajar. Además, hoy Armin se quedará en casa de Annie, por lo que tampoco podrá venir —se excusó. A pesar de que la idea era tentadora, Eren prefirió rechazarla. Si quería tener aquellas fotos listas para el día siguiente como había prometido, necesitaba ponerse a trabajar en ellas cuanto antes.

—Es una lástima, pero supongo que no se puede hacer nada. Será para la siguiente —le dijo un poco compungida. Ella seleccionó una bonita corona de acebo blanco y rojo cuyo muérdago se trenzaba bellamente con una cinta de un traslucido blanco plateado y se la puso en las manos—. Toma, aprovecha de llevar una de estas para que decoren el departamento. Y esta es para Carla —añadió, pasándole otra cuya decoración en perfecto rojo la hacía destacar—. Dile que me pasaré a saludarla cualquiera de estas tardes.

—Y tú eres la que dice que no puedo regalar mi trabajo —protestó él, ante lo que se ganó una mirada de advertencia por parte de la otra.

—Esto no cuenta —se defendió ella con aquel tipo de suficiencia absoluta que le daba el saberse mayor—. Además, es Navidad. En esta época puedo ser todo lo bondadosa que quiera. Seguramente Santa me recompensará.

Eren soltó una carcajada e Historia, que subida en una escalerilla de tijera acomodaba las coronas de Navidad en uno de los estantes altos, se volvió a verlos, curiosa.

A pesar de lo triste y culpable que todavía se encontraba por lo ocurrido con Levi, Eren sintió que haber pasado la tarde allí fue como un buen bálsamo para aliviar en parte su dolor. Poder fotografiar y concentrarse en algo que no fuese su propio sufrimiento pareció limpiarle la cabeza de aquellas telarañas mentales que lo estaban volviendo loco. Y quizás, solo quizás, haría caso al consejo de ese par de chicas. Si se decidía e iba a ver a Levi, se dijo, lo peor que podía ocurrir era que este lo mandase a la mierda de forma directa y definitiva; aunque, como iban las cosas, Eren sentía que este ya lo estaba haciendo indirectamente al no querer contactarse con él.

Estaba acabando de guardar los artículos de iluminación para llevarlos al coche cuando un arreglo de paniculatas llamó su atención. El blanco velo nuboso que estas formaban descansaba en un simple y alto florero de cristal con piedras grises en la base. A pesar de lo sencillo que ese ramo era, a Eren le pareció bonito, quizás por lo mismo. Aquellas pequeñas florecillas siempre eran las insulsas acompañantes de otras mucho más bonitas y espectaculares; incluso, la mayor parte de las veces pasaban desapercibidas, pero en ese momento no. En ese momento, en ese bonito arreglo, ellas eran tan importantes como todas las demás.

Recordando las palabras de Historia que le hablaban de un valor que él tuvo mucho, mucho tiempo atrás, Eren tomó el florero entre sus manos y se fue en busca de Frieda que en ese mismo momento salía de la habitación de almacenaje de la tienda limpiándose los dedos con un paño húmedo. Al verlo con las flores en la mano, sus celestes ojos lo miraron en una muda interrogante.

—¿Podría quedármelas como pago, Frieda?

Ella observo durante unos segundos el sencillo arreglo, pensativa, luego una de sus pálidas manos se elevó para acariciar una de las delicadas florecillas, casi con ternura. Cuando sus ojos volvieron a posarse sobre él, hizo un nimio asentimiento de cabeza y sonrió.

—Claro. Es una bonita elección, Eren. Una elección muy típica de ti —añadió esta. En aquella ocasión, la mano que acariciaba la flor fue a posarse en su morena mejilla y se quedó allí unos segundos, mientras ambos se miraban en aquel cómodo silencio—. Solo un corazón muy duro podría no ablandarse ni siquiera un poquito cuando se pide perdón con flores. Estoy segura de que tus sentimientos van a ser correspondidos.

Él, un poco abochornado porque sus intenciones fuesen tan evidentes, abrió la boca para decir algo que sirviera en su defensa, pero al ver que de esta no salía nada, la chica sonrió de aquel modo indulgente que indicaba que estaba acostumbrada a sus ataques de idiotez y se dio media vuelta para seguir con el orden de la tienda antes de poder cerrarla y marcharse a casa.

Eren, algo perplejo todavía, intentó reponerse y volvió a concentrase en su material de trabajo, dejando las flores junto a su bolso y la cámara mientras se encargaba de reunir el resto. Al sentir el peso de una mirada sobre él, se encontró con que Historia, todavía subida en la escalera, era quien lo observada.

Demonios, ella de seguro había visto en primera fila todo lo ocurrido con su hermana.

—Te ayudo a llevar eso al coche —se ofreció esta al verlo cargar sus cosas para salir de la tienda. Bajó de un brinco la escalerilla y sujetó entre sus brazos las dos coronas navideñas y los discos reflectores mientras Eren maniobraba con el soporte, el trípode de su cámara, los dos bolsos y el arreglo floral.

Una vez llegaron al jeep 4x4 que Annie le prestó por esa tarde, Eren accionó el seguro para desbloquear las puertas y procedió a comenzar a guardar con cuidado su equipo en la parte trasera antes de ayudar a su amiga a librarse del incómodo material que cargaba. Tras pensárselo un par de segundos, decidió dejar el arreglo de paniculatas en el asiento del copiloto, temeroso de que fuera a estropearse durante el viaje de regreso.

—No puedo creer que Annie te lo deje a ti —se quejó la rubia chica mientras acariciaba con tristeza el lateral pintado de celeste del coche—. Se lo he pedido prestado como un millón de veces y siempre me dice que no.

Eren la miró divertido.

—¿Y para que quieres el jeep si ya tienes la camioneta?

—¡Para ir a correr dunas con Ymir! —le dijo resplandeciente de alegría, como si le estuviese contando un secreto maravilloso—. Pero Annie dice que voy a terminar atascándolo en la arena y estropeándoselo. Ella siempre es tan injusta conmigo —añadió Historia haciendo un puchero y pegando una pequeña patadita de protesta en el piso.

Lo cierto era que Eren llevaba casi un año pensado seriamente en la idea de comprarse un coche propio. En una ciudad como Shiganshina, donde el tráfico vehicular era poco y las distancias de un sitio a otro no demasiado extensas, desplazarse en bicicleta o caminado, como él solía hacer habitualmente, era fácil; sin embargo, cuando tenía que trasladar implementos de trabajo como ese día, recordaba la necesidad imperiosa de contar con un automóvil. Pero para ello necesitaba dinero, se recordó, y con los gastos de la universidad más lo que necesitaba para vivir mes tras mes, estaba casi al límite. Quizás, se dijo Eren, debería comenzar a aceptar más trabajos para tiendas fuera de la ciudad, como le aconsejó Riko hacer hacia unas semanas atrás.

Dios, últimamente existían tantos «quizás» y «tal vez» en su vida que había días que ya no sabía ni por dónde comenzar a resolverlos.

—Y por cierto, ¿dónde se ha metido, Ymir? Es raro no verla rondándote si no tiene trabajo que hacer o clases a las que asistir —le preguntó Eren a su amiga, en verdad intrigado porque la novia de esta no se hubiera pasado ya por allí para incordiarlo con sus ácidos comentarios y sus puyas.

—Visitando a sus padres en Trost ya que no podrá ir a verlos en Navidad —le dijo Historia, recordándole de paso que Ymir, a diferencia de ellos que crecieron en esa ciudad, venía de mucho más lejos—. Me preguntó si quería acompañarla, pero con lo ocupada que suele estar Frieda en esta época del año con la tienda, me era imposible. Hubiese sido muy injusto que me marchara y dejara que ella cargara con todo el trabajo, ¿no crees? E Ymir también lo entiende. Y he aprovechado de terminar su obsequio de Navidad, ¡es un álbum fotográfico de nosotras dos desde que éramos pequeñas! —exclamó, emocionada—.  Me estaba resultando un poco difícil acabarlo con ella revoloteando por aquí todo el tiempo —continuó esta a toda prisa. Un brillo de indudable alegría iluminó sus ojos aguamarina—. ¡Además, regresa pasado mañana!

Aunque la chica adoptó un tono despreocupado y feliz durante toda aquella explicación, como si ese tipo de separación no fuese la gran cosa para ellas, Eren, que la conocía bastante bien, percibió el dolor y la angustia que generaba la soledad oculto bajo todo eso. Comprendía a Historia y supuso lo difícil de debió ser para ella tomar esa decisión, teniendo que elegir entre dos personas a las que amaba. Si para él fue terriblemente duro no ver a Levi durante unos días, y eso que aquel hombre, de momento, solo era una ilusión en su vida, no podía ni imaginar lo mucho que su amiga debía de extrañar a Ymir, con quien compartía un montón de cosas a diario.

Una vez más volvió a pensar en los consejos de esta; en el que Historia le exigiera arreglar las cosas con Levi. En que deseara que regresara a ser el mismo de antes.

—No voy a disculparme contigo, Eren —le soltó ella de pronto, como si le hubiera leído en pensamiento. Apoyando delicadamente la espalda contra la puerta del coche, Historia se rodeó con los brazos, friccionando acompasadamente sus manos sobre estos. La tarde estaba comenzando a helar, permitiendo que la gélida briza marina se colara bajo las gruesas capas de ropa y entumeciera la piel expuesta—. Tal vez la manera en que te dije todo aquello no fuera la más adecuada, reconozco que estaba un poco enfadada en ese momento, pero nada era una mentira; por eso no puedo disculparme sinceramente.

—Crees que estoy siendo un idiota cobarde —le dijo él, no como una pregunta sino como una certeza. Una que se vio confirmada cuando ella asintió.

—Y uno de los peores, si quieres mi humilde opinión; pero sé que vas a solucionarlo —afirmó, convencida—. Así que toma esas bonitas flores y ve a arreglar hoy mismo las cosas con Levi, ¿quieres? Has que vuelva a sentirme orgullosa de ti.

A Eren en verdad le hubiese gustado tener aunque fuera una mínima parte de la confianza que la chica parecía tener en él, pero no se sentía todavía tan optimista; por lo que, al no contar con esta, simplemente fingió aceptar aquello y asintió. Historia sonrió contenta en respuesta.

Tras acabar de guardar las cosas en el coche, Eren soltó un pesado suspiro de satisfacción por el trabajo bien hecho y un también un poco de agotamiento por el mismo. Fotografiar siempre tenía aquel efecto en él, se dijo: no importaba que tan malo fuera su día, un par de fotos satisfactorias podían mejorar su humor de inmediato. Eran su mejor medicina.

Miró al horizonte que se apreciaba a lo lejos, respirando hondo y empapándose de la llegada de la estación fría que parecía gritar con todo que ya estaba allí. El invierno en Shiganshina era una época de días cortos y noches mucho más largas y heladas, donde por lo general los habitantes del lugar se resguardaban en sus cálidos hogares nada más acabar su jornada laboral, amparándose en el calor de las chimeneas encendidas, comidas calientes y dejando las calles desiertas y silenciosas hasta el día siguiente.

Un pequeño resquicio del mar embravecido se podía observar a la distancia a través de la vía principal, avenida abajo. La oscura e inquieta masa de agua que se apreciaba parecía débilmente dividida por una fina cinta dorada que correspondía a los últimos vestigios del sol al ponerse y el aterciopelado cielo sobre esta estaba teñido de un azul añil que amenazaba con dar paso en cualquier momento al tono más oscuro que precedía la noche cerrada. Historia, aun apoyada en el coche de Annie y con aquel paisaje como telón de fondo, miraba detenidamente hacia el escaparate de la tienda desde donde se vislumbraba a Frieda, quien, moviéndose de un lado a otro con aquella agilidad y gracilidad que la caracterizaban, se encargaba de terminar de poner todo en orden.

El contemplar el profundo amor que se podía apreciar en el rostro de su amiga al mirar a su hermana, llenó a Eren de una sensación cálida que poco a poco sintió lo embargaba por completo. Para él, Historia siempre había sido una chica hermosa; una muchacha bonita que lo era incluso más al no pretenderlo. Pero en ese momento, con el corazón en los ojos y la profunda gratitud que la muchacha sentía hacia quien años atrás la salvó, convirtiéndose tanto en madre como en hermana para ella, bajo su atenta mirada de artista, esta acabó por transformarse en una auténtica obra de arte.

Clic.

El ahogado gemido de sorpresa escapó de los labios de la chica justo en el momento en que volvió el rostro para verlo. Al contemplar que él tenía la cámara en las manos, su semblante se llenó de confusión e incredulidad.

—¿Eren? ¿Tú acaso…?

—No voy a publicarla en la página de la tienda ni tampoco te la daré —le dijo a toda prisa, notando como el corazón le latía tan fuerte dentro del pecho que, durante un momento, temió que este lograra hacerle un agujero y darse a la fuga—. Pero… se la obsequiaré a Ymir como presente de Navidad. Podrá ponerla en su álbum —añadió. Las manos le temblaban tanto que, en un intento desesperado, apretó la cámara más fuerte entre ellas, esperando que así dejasen de hacerlo—. ¿Está bien eso para ti, Historia?

La respuesta de esta fue lanzarse a sus brazos y ponerse a llorar desconsolada, llenándole de lágrimas de emoción el grueso suéter azul marino que llevaba debajo del anorak abierto. Sin embargo, Eren la dejó hacer; simplemente apartó con cuidado la cámara, que todavía estaba entre ambos, y acarició con cariño su rubia cabeza, murmurando palabras consoladoras para ella. Cuando Frieda, alertada por los sonoros gemidos de su hermana, asomó la cabeza fuera de la tienda, él hizo un leve gesto de negación para que no se preocupara. Tras una última mirada a la chica, la mayor de las Reiss asintió en respuesta y volvió a refugiarse en la seguridad del local.

—Eres injusto. Ni siquiera me has dado tiempo de ponerme guapa —se quejó Historia cuando pudo contener lo hipidos. Un trémulo suspiró escapó de sus rosados labios; Eren le secó las lágrimas con los pulgares y le sonrió.

—Tú siempre estás guapa. No seas vanidosa y busques excusas para que te alabe. Para eso tienes a Ymir, ¿no? —la pinchó, consiguiendo que esta le diera un pellizco en el costado a modo de venganza. Aun así, la chica volvió a enredar los brazos en torno a su cintura, abrazándolo y dejando descansar su cabeza sobre su pecho.

—Gracias, Eren. Ha sido un precioso regalo —le dijo. Su voz sonaba un poco rota por la emoción, pero ya no había rastro de lágrimas en ellas, solo aquella enorme gratitud de la que hablaba.

Algo cohibido por aquello, él intentó distender el ambiente.

—Venga, ya te he dicho que no es tuya. Así que no te ilusiones, Historia —ella, sin embargo, no se rio ni protestó como Eren esperaba, por el contrario, lo abrazó más fuerte aun.

—No es por la fotografía, sino por ti —murmuró con la voz amortiguada a causa de la gruesa tela de su ropa—. Gracias por permitirme recuperar un pedacito del chico que solías ser.

Todavía con esta entre sus brazos, Eren no pudo dejar de pensar en sus palabras y sentirse en desacuerdo con ellas. Si a alguien había que agradecerle por aquello, ese era Levi. Si no lo hubiese conocido, si este no hubiera entrado en su vida, Eren jamás habría encontrado el valor suficiente para seguir adelante, avanzando. Todavía no era capaz de dejar el pasado y sus miedos atrás, porque dolía y asustaba demasiado, pero podía continuar aunque fuese a medias, aunque fuera a pedazos.

Hacía cosa de dos años, cuando su mundo finalmente colapsó, él pareció haberse fragmentado en ínfimos trozos, un millón de estrellas vagando por el espacio sideral, algunas colisionando entre ellas y otras tan dispersas o distantes que Eren creyó ya nunca poder volver a verlas. Pero entonces llegó Levi y este se convirtió en su sol, la estrella más brillante y atrayente de su pequeño universo; y, sin darse cuenta de por qué ni como, esas pequeñas piezas diseminadas comenzaron a unirse otra vez, formando por lo menos un vago bosquejo de quien fue en el pasado o del chico que había deseado ser en aquel futuro que nunca llegó.

Pero no quería perder la esperanza. Ya no más.

Probablemente, se dijo, aquel era el momento de cerrar los ojos, armarse de valor, ondear su bandera blanca y pedir por una segunda oportunidad.

 

——o——

 

El conocido repiqueteo de tres timbrazos seguidos de un largo silencio le advirtió a Levi, sin necesidad de asomarse a comprobarlo siquiera, quien era su visitante.

Mierda.

A pesar de que el ventanal derecho de la segunda planta tenía una vista privilegiada del camino principal y era bastante fácil saber con anticipación quien se acercaba a la casa por este, aquella tarde de invierno estaba tan ensimismado en fingir que leía, sumido en sus sombríos pensamientos de autoflagelación, que no se percató de la inminente visita de chico. Y, de todas formas, ¿a quién quería engañar?, se preguntó. Una parte de él, la más orgullosa y retorcida, esperaba que fuera este quien diese el primer paso para solucionar aquel desastre, a pesar de que él también cargaba con buena parte de la culpa, probablemente con la mayor. Cuando se trataba de cosas que en verdad importaban, Levi siempre actuaba como un cobarde de lo peor. Y lo odiaba, joder.

Otra nueva ronda de timbrazos, en esa ocasión un poco más largos, acabó por hacerlo decidirse a bajar y abrir, aunque no se sintiera todavía con el valor necesario para enfrentarlo; sin embargo, estaba seguro de que Eren, con lo obstinado que era la mayor parte del tiempo, no lo dejaría en paz hasta que él oyera lo que seguramente deseaba decirle.

Tras ponerse de pie, rumiando su enfado, Levi dejó su libro en la mesilla de centro y tiró la manta de lanilla gris sobre el sofá, dirigiéndose hacia las escaleras para descender al primer piso. Sin pensar siquiera en lo que hacía, se volvió con las palabras en la boca, dispuesto a criticar abiertamente al mocoso por su impertinencia; no obstante, estas murieron de inmediato al comprender que, una vez más en su descuido, estuvo a punto de hablarle a alguien que ya no estaba más allí. Y aquello solo sirvió para empeorar su malhumor.

¿Tan solo se sentía que extrañaba la compañía de un maldito perro?, se preguntó lleno de incrédula indignación. Su vida en esa ciudad lo estaba convirtiendo en un desastre; había días en los que Levi era incapaz de reconocerse a sí mismo.

Que putada.

Aunque él jamás admitiría aquello ante Hange o ante nadie, la vergonzosa verdad era que extrañaba bastante a Ludwig. La bestia era una molestia la mayor parte del tiempo y solo le causaba problemas, llenando todo de pelos y babas a su paso y causando destrozos; pero, sorprendentemente, al contar con su compañía Levi acabó por sentirse menos solo en esa casa demasiado grande para una sola persona.

Para él la soledad jamás fue un problema. Ocupado como estaba siempre con el trabajo, moviéndose de un sitio a otro y lidiando con los inconvenientes que este habitualmente le generaba, nunca tuvo demasiado tiempo de pensar en ello. A pesar de que poseía un bonito y cuidado departamento en Stohess, que se encargaba de mantener siempre impecable, Levi muy rara vez pasó más del tiempo indispensable allí; e incluso, en las escasas ocasiones en que estuvo más de un mes sin tener que moverse de la ciudad, simplemente se limitó a regresar para ordenar un poco, intentar dormir y rellenar informes.

Sin embargo, cuando con Farlan decidieron formalizar su relación y este acabó por irse a vivir con él, Levi, durante un tiempo por lo menos y a petición del otro, intentó cambiar aquello: respetaba sus días libres, hacia lo posible por llegar temprano a casa e intentaba borrar de su cabeza todo el estrés que le causaba la carga laboral; pero, con el paso del tiempo y compartiendo ambos el mismo tipo de trabajo, poco a poco se fue haciendo casi imposible cumplir siempre con aquellas normas. Cada vez que él regresaba de alguna de sus misiones, tenía una cantidad de papeleo impresionante que rellenar y casi nada de tiempo para hacerlo, por lo que volvía a trabajar en casa. Si Erwin necesitaba que le ayudase en algún asunto y debía sacrificar sus días de descanso para ello, Levi lo hacía. Y cada vez que esto ocurría, sus discusiones con Farlan se volvían más constantes, más hirientes. Hasta que este, cansado de todo eso, le propuso aquel extraño ultimátum. Una última oportunidad para que las cosas volvieran a funcionar entre ellos como lo habían hecho siempre. Lejos de aquella rutina que los estaba matando. Lejos de todo. Comenzar de nuevo.

Si tan solo hubiese tomado una decisión a tiempo, se preguntó con pesar, ¿serían diferentes las cosas en aquel momento? Si tan solo hubiera dado una respuesta adecuada ese día, si hubiera decidido confiar en él y arriesgarse, ¿seguiría Farlan a su lado?

Mierda, como odia pensar en todo aquello. Lamentarse nunca servía de nada, Levi lo sabía, pero desde su regreso a Shiganshina, a esa casa, todos aquellos «y si» parecían atormentarlo como fantasmas.

Bajando un poco a desgana la escalera, oyó como el chico volvía a llamar al timbre con insistencia y notó como aquella extraña e incómoda sensación que llevaba fastidiándolo esos últimos días pareció acrecentarse dentro de él, atenazándole el pecho de forma dolorosa. Durante un breve instante Levi se planteó la loca idea de fingir que no estaba en casa y así ahorrarse la necesidad de tener que enfrentar a Eren esa tarde, huir un poco más de aquel temido reencuentro; no obstante, desechó esto tan rápido como vino. Nada le aseguraba que el mocoso regresaría una vez más para intentar arreglar las cosas entre ellos y él tampoco solucionaría nada escondiéndose y dilatando de manera eterna aquel problema entre ambos. Si algo bueno aprendió de todos aquellos años junto a Kenny, fue el entender que, cuando ya estabas con la mierda hasta el cuello, lo mejor era simplemente terminar de embarrarte antes de intentar arreglar el desastre.

Al llegar a la primera planta un estremecimiento lo recorrió al sentir lo frío que estaba el ambiente en comparación al piso superior. El fuego de la chimenea ya casi se había consumido por completo y solo quedaban algunas ascuas que ardían tristemente, por lo que la delgada camiseta negra de manga larga que llevaba no servía de mucho para abrigarlo. A través del ventanal de la sala que daba hacia la playa se podía vislumbrar el cielo teñido de un intenso color azul oscuro que acusaba lo tarde que ya era.

De cierto modo a Levi le resultaba bastante extraño, casi antinatural, el que Eren se presentase a esa hora en su casa. La intempestiva visita del mocoso le sabía casi como una premonición, un aviso de que las cosas entre ellos estaban comenzando a cambiar; y eso lo hizo sentir todavía más inquieto.

A pesar de que ambos solían pasar tiempo juntos, prácticamente todos los días desde que acordaron esa especie de paseos matutinos por la playa, este siempre estuvo limitado a la primera hora de la mañana antes de que el chico debiera ir a sus clases en la universidad, al trabajo o a la casa de sus padres. Hasta el momento, ellos jamás quedaron en verse durante una tarde o para salir a almorzar o tan solo quedar para tomar algo en un bar durante la noche; de hecho, la única vez que ambos rompieron aquella extraña y tácita regla impuesta a su relación, fue durante esa absurda tormenta, semanas atrás; aquella noche cuando el mocoso se apareció frente a su puerta chorreando agua y con expresión de cachorro afligido, pidiendo su ayuda. Aquella misma noche en la que Levi estaba con las emociones tan revueltas, tan a flor de piel, que acabo por bajar la guardia, en más de un sentido.

Dios, por favor, que aquello no fuese un maldito déjà vu.

Sin embargo, nada más abrir la puerta supo que sus súplicas no habían sido oídas. Eren, con el castaño cabello hecho un desastre a causa del viento marino, vestido con sus deportivas negras, un par de deslavados vaqueros azules y su infaltable anorak gris, además del bolso de la cámara colgando al hombro, lo observaba desde el otro lado con expresión culpable y nerviosa. Al bajar la vista hacia sus manos, Levi se sorprendió un poco al ver que este llevaba un florero con un montón de florecillas blancas firmemente sujeto entre estas.

—¿Flores, Jaeger? —le preguntó a modo de saludo, alzando una de sus oscuras cejas en un gesto interrogativo. De inmediato, una risa nerviosa escapó de los lleno labios del chico y el aire culpable que se apreciaba en sus ojos verdes se difuminó un poco, siendo remplazado por su brillo habitual. Y después de casi dos días, de dos larguísimos días, él sintió que todo volvía a estar bien: en el sitio correcto, en el momento correcto, con la persona correcta.

—Bueno, es algo así como una disculpa. Una bandera blanca —le dijo este dubitativamente, sonriéndole de aquel modo que Levi había aprendido a reconocer como su arma de persuasión. Tch, maldito embaucador—. ¿Me dejas entrar?

Chasqueando la lengua en señal de fingido enfado, le quitó el florero de las manos y le franqueó el paso, permitiendo que Eren, que lucía una vez más una expresión moderadamente culpable, ingresara en la casa.

—Oi, mocoso, echa un poco más de leña a la chimenea para avivar el fuego, ¿quieres? Este lugar parece un jodido congelador.

Mientras este lo obedecía sin rechistar, Levi encendió una de las luces de la sala antes de dirigirse hacia el comedor, donde depositó el florero sobre la rústica superficie de la mesa de madera, observando con detenimiento el ramo de blancas florecillas que destacaban como una señal de humo en aquel lugar.

Aquella, se dijo, era la primera vez en su vida que alguien la obsequiaba flores; y a pesar de que él siempre consideró aquello como una auténtica tontería, algo sin un valor real, en ese instante debió reconocer cuan equivocado estuvo todo ese tiempo. Aquel pequeño gesto, por tonto e insignificante que pareciera, lo hizo sentir bien de un modo que incluso le avergonzaba admitir. Y como no, nuevamente ese cambio en su pensamiento era gracias a Eren, porque solo a alguien tan extraño como el chico de los ojos verdes se le podría ocurrir el querer arreglar las cosas con un sujeto como él obsequiándole algo así. Si Hange llegaba a enterarse de aquello, Levi estaba seguro de que no lo dejaría en paz lo que le quedara de vida.

—Son paniculatas, de la florería de Frieda Reiss, la hermana mayor de Historia —le explicó el chico, percatándose hacia donde estaba dirigida su atención. Tras acabar de avivar el fuego de la chimenea, dejó el atizador a un lado y se puso de pie, sacudiéndose las manos antes de dirigirse a su lado—. Hoy en la tarde estuve fotografiando en su tienda para la remodelación de la página web, ya sabes, por la temporada navideña y todo eso. Y bueno… este fue parte de mi pago —admitió Eren, un poco avergonzado. Cuando sus ojos grises se posaron sobre él, la bronceada piel de sus mejillas pareció encenderse unos cuantos tonos, pero no le apartó la mirada—. Sé que son unas flores muy sencillas y no parecen la gran cosa, pero cuando las vi pensé en ti y entonces creí que tal vez fueran una buena manera de disculparme contigo, aunque no sabía si te gustaban las flores o si eras alérgico a ellas, porque no lo eres, ¿verdad? —le preguntó este de repente, el pánico de haber cometido un desliz así oscureciendo el verde de sus iris. Él negó con un gesto y Eren suspiró aliviado—. Me alegro, por un momento temí haberme equivocado contigo otra vez —reconoció un poco más tranquilo; pero, tan rápido como el alivió apareció, este se tornó en una mezcla de confusas emociones: culpa y miedo y nervios—. Dios, últimamente creo que cuando se trata de ti, solo comento error tras error tras error…

En aquel instante, cargado con todo ese dolor, el mocoso pareció volverse un caos ante sus ojos, lo que hizo sentir a Levi como el peor de los cabrones. Y era justo.

—Oi, Eren —comenzó pasados un par de minutos de incómodo silencio. Este, sin embargo, no lo miró, concentrado como estaba en la puntera de sus deportivas negras—. Eren, tenemos que hablar sobre lo que pasó el otro día —insistió, nuevamente, logrando que en esa ocasión el chico diera un respingo ante la contundencia de sus palabras. Aun así, él no dio marcha atrás. Después de haberlo  pensado un poco, Levi, armándose de valor, tomó aquella decisión a pesar de no estar muy seguro de que fuese lo correcto; pero, de momento, era lo único que se le había ocurrido. Ignorar lo sucedido o fingir que nada había pasado no serviría de nada, de eso sí estaba convencido.

Aunque el comedor se encontraba débilmente iluminado por la tenue luz de la sala, él no pudo pasar por alto la profunda expresión de miedo dibujada en el rostro del otro. Casi de forma imperceptible oyó como la respiración de Eren se volvía un poco más rápida y superficial, un signo inequívoco de lo nervioso que seguramente se hallaba, mientras que sus largos dedos, como siempre que la ansiedad lo embargaba, parecieron correr para asir la correa del bolso de la cámara que llevaba colgada al hombro.

—Bueno, sobre eso… veras, Levi… lo que ocurrió el otro día cuando me encontraste platicando con Hange…

—Lo siento —masculló él a penas, apretando los puños contra las perneras de sus negros vaqueros. Mierda, estaba muerto de nervios y vergüenza. Disculparse era un jodido asco.

Eren, pestañeando confuso un par de veces, posó sobre él sus bonitos ojos verdes, mirándolo tan incrédulo como si repentinamente le acabasen de crecer dos cabezas.

—¿Qué? —le preguntó dubitativo, con apenas un hilo de voz.

Respirado profundo para calmarse, Levi volvió a repetir.

—He dicho que lo siento.

En esa ocasión Eren negó ligeramente y él pudo percibir entre el anorak entreabierto y el cuello bajo de su suéter azul oscuro como la nuez de este se removía al tragar nervioso.

—¿Has dicho que lo sientes? ¿Te estás disculpando conmigo? —volvió a preguntarle el chico, ante lo que Levi, perdiendo finalmente la paciencia, le lanzó una mirada fría y venenosa que lo hizo estremecer un poco.

—Oi, mocoso, si me estás jodiendo…

—¡No, no, no! ¡Claro que no! —se apresuró a aclararle este. Eren dio un paso hacia él, como si quisiera acercarse para explicarse mejor, pero una nueva mirada acerada de su parte bastó para mantenerlo en su sitio. El chico lo miró con expresión suplicante—. No estoy diciendo nada de esto para molestarte, Levi; solo lo hago porque, ¡Dios, estoy nervioso! Yo venía preparado para pedirte disculpas y tú vas y me sueltas esto y yo no…

—Té —lo cortó él repentinamente. Se frotó la zona rasurada del cabello y respiró profundo, intentando aliviar parte de la tensión que sentía como un peso muerto sobre los hombros. El mocoso parecía a punto de sufrir un colapso, tan nervioso como estaba—. Iré a preparar un poco —le dijo mientras se encaminaba hacia la cocina.

Eren, que le había seguido, se dejó caer en uno de los taburetes de la isleta mientras él ponía el agua a calentar.

—Dudo que pueda beber té en estos momentos. No creo que mi estómago lo soporte —admitió el chico con voz lastimera. Tras observarlo un momento, Levi se percató de que ese día Eren lucía extremadamente joven, casi como el niño que todavía era; y aquello lo hizo sentir aún más culpable, si eso era posible.

—Pues yo sí necesito uno si vamos a seguir con esto; además, temo que nos tomará un buen rato.

Tras dejar el bolso de la cámara en el taburete contiguo y terminar de quitarse el anorak, el joven fotógrafo apoyó ambos brazos cruzados sobre la marmolada superficie gris de la isleta y dejó que su cabeza reposara en ellos. Sus ojos verdes, inquietos y curiosos, seguían cada uno de sus movimientos, logrando que Levi se pusiese más nervioso de lo que ya estaba.

Condenado mocoso.

—No contestaste mis llamadas —soltó este después de un rato, mientras él ponía a infusionar el té negro y buscaba una taza del estante superior—. No viste mis mensajes. Creo que si hoy no me hubiese aparecido por aquí para hablar contigo, Levi, no habría sabido nada más de ti.

Acabando de servirse el té en la taza, y sin querer sentarse a causa de lo tenso que estaba, se apoyó en el borde de la isleta y se concentró en beber mientras contemplaba a un abatido Eren.

Todas y cada una de las recriminaciones del chico eran válidas, lo sabía. Durante aquellos dos malditos días se portó como un verdadero cabrón con él, ignorando a propósito cada intento del mocoso por contactarlo y aludiendo que era una buena forma de castigarle por su maldita curiosidad; sin embargo, el verdadero motivo tras su distanciamiento solo era cobardía: Levi Ackerman, al que casi todos acusaban de ser un bastardo insensible con hielo en las venas en lugar de sangre, estaba aterrado ante la idea de que Eren pudiese descubrir la verdad sobre su pasado.

Aquella mañana, dos días atrás, después de haber subido a buscarlos y haberlo encontrado platicando con Hange sobre su relación con Farlan, Levi se sintió terriblemente molesto, traicionado de cierta forma; pero su enfado no era solo hacia Eren y su curiosidad, sino que también, y en mayor medida, hacia Hange por meter siempre las narices en sus asuntos, intentando arreglarle la vida y determinar qué era lo mejor para él. Sin embargo, lo que más acabó por enfurecerlo, fue el cómo se dieron las cosas; el no tener opción de elegir si contarle o no al chico sobre esa parte de su vida; el que lo obligasen a afrontar un pasado para el que todavía no se sentía listo.

Que putada.

—Oi, mocoso, deja de poner esa cara de sufrimiento sin motivo. No estoy enfadado contigo; ya no. Creo que nunca lo estuve en realidad—reconoció, mascullando aquello. Dio un sorbo de té a su taza y Eren, que volvía a estar erguido y bien sentado, lo observó muy fijo, con el ceño ligeramente fruncido en señal de concentración y sus ojos verdes entornados bajo sus largas pestañas oscuras; casi como, si en vez de oírlas, quisiera beberse sus palabras para asimilarlas. Parecía receloso.

—Entonces, si no estabas enfado conmigo, ¿por qué te has comportado así estos días? ¿Por qué ignorarme de ese modo? ¿Pensaste siquiera alguna vez en lo mal que me podría estar sintiendo por eso, en que estuviera sufriendo?

Sus palabras de recriminación a Levi le sentaron como una puñalada.

—Tch, que mierda —sujetó la taza con más fuerza y notó como el calor que esta desprendía le quemaba levemente las yemas de los dedos, pero aun así no la dejó; el dolor físico en parte servía para acallar el emocional. Aquello, se dijo, era lo que en verdad quería evitar; lo que había intentado mantener alejado con su mutismo. Confrontar a Eren le provocaba una clase de miedo al que no estaba acostumbrado. Aun así, sabía que el chico no iba a cejar en su empeño hasta que le diese una respuesta adecuada—. No sabía cómo enfrentarte tras lo que ocurrió ese día, mocoso; además, te marchaste sin decirme nada.

—¡Ni siquiera me mirabas, Levi! ¡¿Qué querías que hiciera, suplicarte para que me prestaras atención?! ¡Estaba muerto de miedo y culpa! ¡Pensé que solo deseabas que me marchara de una vez y te dejase en paz, por eso lo hice!

—No quería hablar contigo porque me asustaba. No quería saber qué tipo de opinión tenías de mí después de todo lo que esa maldita cuatro ojos de seguro te contó sobre mi vida. No sabía cómo disculparme contigo —admitió de golpe, soltando todo lo que lo atormentaba del mismo modo doloroso y brutal en el que uno se arrancaba una costra cuando no se deseaba verla más.

Eren, simplemente, lo miró muy serio.

—Eres un idiota, Levi. Un total y completo idiota —le dijo este, molesto. En ese momento ya no había ni rastro del chico arrepentido de minutos antes; por el contrario, Eren era toda indignación y templado enfado. Sus ojos verdes clavados en él de una forma acusatoria que lo declaraban a todas luces «culpable».

Como acababa de dar un sorbo a su taza de té cuando el chico le soltó aquello, Levi estuvo a punto de escupirlo a causa de la sorpresa.

—¿Perdón? —le preguntó él, medio indignado, medio divertido por aquel descarado comportamiento; lo cierto era que en sus casi treintaicinco años de vida muy pocos se habían atrevido a llamarlo idiota en su propia cara, y la mayor parte de ellos no salieron muy bien parados después de eso. Eren, simplemente, lo fulminó con la mirada.

—Que eres un idiota —le repitió, como si nada—. Me has tenido dos días muriendo de la angustia mientras pensaba en cómo arreglar este desastre, y resulta que tú solo no querías hablar conmigo porque estabas asustado y no sabías como disculparte. ¡Pues yo tampoco lo sabía y también tenía miedo y mírame aquí!

Desde que ambos se conocían, Levi jamás había visto a Eren molesto, molesto de verdad; y mucho menos con él. Por lo general, cuando estaban juntos, el mocoso siempre cuidaba mucho de mostrarse amable, divertido y no causarle demasiados problemas, algo así como una bonita fachada con la que protegerse del resto del mundo y de las preguntas o situaciones incómodas que un arranque de genio por su parte pudiese provocar. Y aquello era algo en lo que Levi era un experto, pues él mismo solía ocupar ese truco, pero de forma inversa: siendo lo más desagradable posible para así evitar que el resto intentara siquiera acercársele; aunque, se recordó, siempre existían idiotas como Hange o Erwin o el mismo Eren, que parecían no entender las indirectas. Aun así, Levi estaba seguro de que era por ese motivo que nunca le incomodó demasiado que el chico se comportara de esa forma, ¿cómo podía juzgarlo siquiera si él actuaba del mismo modo? Hubiese sido muy injusto.

Solo en muy contadas ocasiones Levi vio a Eren bajar la guardia y mostrarse de manera más natural ante él; ocasiones que solo parecieron ocurrir cuando este le habló sobre familia, y que resultó ser un instante en donde la tristeza que el chico albergaba y sus mayores miedos salieron a flote, y cuando le vio fotografiando. Sí, Eren con una cámara en las manos, era el Eren más real que Levi había visto desde su primer encuentro; esos pequeños momentos en los que el chico no pensaba en nada más que en lo que veía y deseaba trasmitir, en la magia que creaba. Todo lo que sentía, todo lo que ansiaba, se reflejaba en una imagen; sin el miedo, sin la vergüenza ni el deseo de pasar desapercibido; sin la necesidad de ocultarse. Ese era Eren en su estado más puro.

Y fue por eso que aquel repentino cambio en el mocoso lo desconcertó tanto. Que este le estuviera recriminado de ese modo su actuar durante aquellos días era curioso y extraño, por lo menos; y Levi no sabía muy bien como tomárselo. Pero, dejando de lado toda la confusión y la evidente incomodidad que eso le generaba, no pudo evitar sentirse un poco satisfecho al mismo tiempo. Esa transformación en la manera de ser del chico, por pequeña que fuera, demostraba que estaba empezando a confiar lo suficiente en él como para dejarle ver su parte menos amable, la menos fingida. Una confianza que Levi no esperaba ni necesitaba, pero que de todos modos resultó cálidamente gratificante.

Al pensar en aquello, y sin poder evitarlo, Levi sonrió un poco. Fue apenas un débil gesto, nada del otro mundo, pero a Eren, que no le quitaba los ojos de encima, pareció indignarle el que se tomara las cosas de ese modo cuando seguramente para él todo ese asunto era muy serio; y, mostrándose aún más enojado de lo que ya estaba, se puso de pie con violencia, casi desestabilizando el taburete en el proceso.

—¿Sabes que más, Levi? Por mi puedes irte al demonio.

—Oi, oi, mocoso, para ahí. Cálmate un poco y escúchame, ¿quieres? —le dijo, pero este, ignorándolo a propósito, agarró el anorak y el bolso de la cámara a toda prisa.

Antes de que el temperamental chico pudiese salir huyendo de allí, él, con un ágil movimiento, sujetó su brazo izquierdo sobre la isleta y lo retuvo allí. Eren tiró un par de veces para que lo soltara, echando chispas verdes por los ojos, pero Levi no se lo permitió, por mucho que el otro insistió. Al cabo de un par de minutos de inútil forcejeo, este dejó de intentar liberarse, sabedor de que entre los dos, el más fuerte era él por mucho.

—He dicho que te calmes un poco. Vamos a hablar, ¿no es para lo que viniste? —le preguntó, intentando mantener un tono lo más calmado y neutro posible. El chico siguió mirándolo enfurruñado—. Tch, deja de comportarte como el condenado mocoso que eres. Ahora vuelve a sentarte y óyeme un momento; si luego de eso sigues queriendo largarte, no te lo voy a impedir.

Al ver que este asintió con un débil movimiento de cabeza, Levi finalmente lo soltó. Apartando uno de los taburetes vacíos, se sentó en él mientras Eren, frente suyo, hacía lo mismo en el que había ocupado minutos antes.

—Sigo enfadado —admitió el chico mientras jugueteaba con la correa del bolso de su cámara entre sus largos dedos. Él tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no decirle que eso era evidente.

—Y estás en tu derecho. Ya reconocí que me porté como un maldito cabrón contigo porque no sabía cómo afrontar todo este… asunto —Levi se acabó el té de un trago y dejó la taza vacía sobre la isleta. Lo miró muy serio—. Me enfadé con Hange. Mucho —Eren levantó la vista de lo que hacía para verle. Tras el enfado, parecía preocupado—. Y no lo hice solo porque haya hablado contigo; bueno, en parte sí, pero también sé que ella… suele ser así. Es una entrometida de mierda que todo el tiempo se mete en donde no debe; aun así, esta vez me harté porque te involucró a ti en medio de todo esto.

—Pero yo fui el que preguntó —se apresuró a aclarar Eren, evidentemente ansioso por aliviar parte de la culpa con la que cargaba la loca de su amiga—. Hange solo estaba siendo amable conmigo, yo…

—Lo sé, Eren. Y sé que tenías curiosidad, lo que me parece una putada, pero es lógico; nunca te cuento casi nada sobre mi vida antes de llegar aquí —admitió Levi de mala gana. Joder, como costaba aquello—; pero, odio que metan las narices en mi vida —añadió, rotundo. El chico, como si hubiera resentido el regaño, hizo un casi imperceptible gesto de dolor y bajó la vista de inmediato— y odio que Hange tome decisiones por su cuenta respecto a lo que me conviene o no; pero, lo que más he odiado de esta situación de mierda, es que ni siquiera hubieses hecho el intento de averiguarlo a través de mí. Si querías saber, ¿por qué simplemente no preguntarme? Dices que somos amigos, entonces, ¿por qué confiaste más en Hange, a la que apenas conoces, que en mí?

Este volvió a mirarle y en esa ocasión era evidente que sus palabras le habían sorprendido y dolido un poco; sin embargo, Eren guardó silencio durante unos pocos minutos, como si necesitara procesar todo lo que él acababa de decirle antes de poder darle una respuesta.

—Si lo hubiese hecho —comenzó él, cuando finalmente se armó de valor—, ¿me lo habrías dicho? ¿Me habrías hablado de Farlan?

La pregunta quedó suspendida en el aire, entre ellos, durante un instante; una  pesada y angustiosa expectación ante lo que Levi fuese a decir. Aquello, tuvo que reconocer, se sentía mucho peor que estar ante un jodido tribunal militar en pleno, y eso que él tenía experiencia en ello; vaya que sí.

Tras pensarlo detenidamente un momento y a pesar de saber cuál era la respuesta que Eren deseaba oír, la que debería darle para acabar con todo aquello, Levi no quiso decirle una mentira. Negó con un débil gesto y notó de inmediato como una sombra de dolor le empañaba al chico los ojos, pero ni siquiera eso bastó para hacerle cambiar de opinión.

—No, probablemente no —dijo, admitiendo en voz alta aquello que ambos ya sabían—. No quiero que conozcas mi pasado, Eren. No es bonito y no me enorgullezco demasiado de él y Farlan… ah, mierda… él es una de las cosas más jodidamente complicadas de todas; y una de las que menos quiero hablarte —Levi tomó la taza vacía y recorrió el borde de esta con un dedo. Una emoción extraña lo golpeó al darse cuenta de que se estaba comportando del mismo modo en que el chico lo hacía cuando estaba inseguro y nervioso. Dejó de hacerlo de inmediato—. Y dime, Eren, ¿quieres conocer esa historia?

El muchacho, que hasta aquel momento se había limitado a oírlo con la boca cerrada y los ojos cargados de tristeza, lo miró lleno de incredulidad cuando él le hizo aquella pregunta.

—Pero si has dicho…

—Sé lo que acabo de decir, mocoso. No es necesario que me lo recuerdes —lo cortó de mal modo—. Tch, solo te estoy preguntando si quieres saber o no. Tú eliges, te estoy dando esa posibilidad. Así que dime, ¿cuál es tu respuesta? —volvió a interrogarlo él, mucho menos paciente esa vez. Sentía que sus nervios estaban al límite.

Eren lo miró dudoso, mordiéndose de forma inconsciente el labio inferior. Parecía como si estuviese evaluando la posibilidad de que aquella propuesta de su parte contara con alguna pequeña trampa.

Levi chasqueó la lengua, exasperado, y el mocoso, tras inspirar profundo y dejar escapar el aire suavemente entre sus labios, le preguntó:

—¿Quieres hacerlo? ¿Quieres hablarme de ello?

—¡Demonios, no! —exclamó él, lleno de incredulidad. ¿Es que Eren había perdido la cabeza? ¿A quién mierda le gustaba la idea de mostrar las debilidades ante alguien más? Sobre todo si ese alguien parecía tener la capacidad de causarle más dolor y daño que el resto. En opinión de Levi, ofrecerle aquello al chico era igual de peligroso que exponer el cuello de forma voluntaria ante una fiera salvaje. Era un puto suicida—. Pero alguien me dijo una vez que «querer hacer algo» y «deber hacer algo» son dos cosas por completo distintas y ambas igual de validas e importantes, pero es responsabilidad de cada uno determinar en qué momento el deber se impone al querer. Y creo que esta es una de esas veces —admitió.

Eren, tan serio como llevaba mostrándose desde hacía rato, le preguntó con tono culpable, como si le supiese mal hacerlo y deseara reprimirse pero aun así no fuera capaz de quedarse con esa duda:

—¿Fue… Farlan?

Levi negó con un gesto.

—Fue Erwin. Él tiene esa maldita costumbre de soltar todo el tiempo consejos morales y paternalistas, quieras oírlos o no. Es un jodido incordio, te lo aseguro, pero lo es aún más porque la mayor parte de las veces tiene razón, el muy bastardo —masculló con malhumor. Eren, sorpresivamente, se rio y eso bastó para que su ánimo también mejorara un poco—. Oi, mocoso, no te lo tomes a broma. Ya verás que tengo razón cuando lo conozcas en unos cuantos días —le dijo a modo de advertencia—. Y vas a desear no tener que volver a verlo por el resto de tu puta vida, créeme. A mí me ocurre siempre.

La sorpresa de Eren al oír su respuesta, rápidamente mutó a una expresión mucho más suave y amable; con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios y el color verde de sus ojos más cercano al verdeazulado del tranquilo mar de verano que al oscuro tormentoso e invernal de minutos antes. Su velada confirmación de que, a pesar de los problemas que habían tenido, sus planes a futuro seguían intactos, bastó para que, casi por primera vez desde que  llegó allí, el chico pareciera en verdad más tranquilo y contento, más él mismo; sin todo el miedo e inseguridad que probablemente cargaba desde el día que comenzó aquel malentendido entre ambos.

—Tienes razón, ya le conoceré —afirmó Eren, más convencido, más animado—. Ya tengo muchas ganas de que ese día llegue.

Levi soltó un resoplido en señal de incrédulo disgusto.

—Has perdido la cabeza. No sabes lo que dices, mocoso.

Eren volvió a reír, abierta y felizmente, de aquel modo que siempre traía a su mente el recuerdo de momentos agradables y días cálidos. Hasta ese momento que estuvo tan cerca de perderlo, él jamás se había dado cuenta de lo mucho ese sencillo gesto parecía significar para él.

Tomando finalmente una decisión, Levi, tragándose la vergüenza y la incomodidad, buscó la mano del chico y entrelazó los dedos de ambos. Eren pareció a punto de comenzar a hiperventilar, con el moreno rostro tan rojo como las brasas de la chimenea; sin embargo, no se apartó de su toque y teniendo en cuenta lo complicadas que aún estaban las cosas entre ellos, le pareció que era algo bueno. Además, aquella era la primera vez que era él y no el chico quien buscaba, de cierta forma, el contacto entre ambos, como si de ese modo quisiera reafirmar el compromiso que estaba a punto de hacer.

—No puedo prometerte mejorar mi carácter de mierda ni que no me enfadaré por algunas cosas, Eren; que demonios, probablemente me enfade por mil tonterías diferentes que acaben por hacerte perder la paciencia conmigo —reconoció. El joven fotógrafo lo miró atentamente y eso lo puso más nervioso, pero se obligó a armarse de valor para seguir con aquello—; pero sí puedo asegurarte que esto no volverá a ocurrir. Por muy cabreado que esté contigo o las circunstancias o lo que sea, no volveré a ignorar tus llamadas o tus mensajes. Hablaré contigo, mocoso, aunque solo sea para mandarte a la mierda o pegarte un puñetazo si te lo mereces.

Después de soltar todo aquel discurso disparatado, Levi, por un momento, temió haber acabado de arruinar las cosas entre ellos. Eren no soltó su mano, pero tampoco pareció muy contento con aquella promesa que para él, que siempre intentaba huir de los problemas, resultó tan difícil de hacer. Sin embargo, al contemplarlo más detenidamente bajo la iluminación artificial de la cocina, notó que sus ojos verdes se habían humedecido un poco y que evidentemente estaba haciendo enormes esfuerzos para no ponerse a llorar. Y Levi, consciente de que gran parte de la culpa de ese desastre recaía sobre sus hombros, se odió una vez más por ser el responsable de hacérselo pasar tan mal al chico.

Tras inspirar profundo un par de veces, Eren pareció recomponerse finalmente. Y en esa ocasión, cuando volvió a mirarle, las lágrimas habían acabado por desaparecer, siendo remplazadas por esperanzado anhelo.

—¿Lo dices en serio? —su pregunta, a pesar de sonar clara y decidida, tenía un débil trasfondo de inseguridad.

Levi, que todavía tenía los dedos de este entrelazados con los suyos, le dio un ligero apretón y asintió.

—Supongo que así como tú lo hiciste con esas condenadas flores, esta es mi bandera blanca para ti. Mi manera de pedirte perdón por el mal comportamiento que tuve estos días y… bueno, esperar que le puedas dar una segunda oportunidad a lo que sea que hay entre nosotros. ¿Qué dices, mocoso?

Oyó a Eren soltar el aire de sus pulmones con fuerza y percibió la expresión de alivió que envolvió sus facciones.

—Acepto tus disculpas, Levi, si tú aceptas las mías —declaró con solemnidad. Cuando él asintió con un gesto, el chico sonrió. En esa ocasión su sonrisa pareció realmente sincera—. Entonces, estamos en paz.

A pesar de que no quería hacerlo, Levi dejó ir la mano del otro, consciente de que por tentador que fuera no podrían quedarse así toda la noche. Además, ya pasada toda la tensión y el miedo, lo cierto era que comenzaba a notar el estómago vacío y los primer aguijonazos del hambre. Seguro que ya eran pasadas las ocho.

—Oi, Eren, ¿quieres quedarte a cenar? —le preguntó mientras se ponía de pie para ir a revisar en la nevera si tenía algo para descongelar. El último día que Hange estuvo allí, luego de su discusión, le hizo prometer que intentaría cocinar algo saludable todos los días y que se preocuparía más por su salud; pero por aquella noche, Levi no se sentía demasiado motivado a seguir su consejo. Al ver que el chico no contestaba, se volvió a mirarlo y lo encontró nuevamente pensativo, contemplándolo a él con una intensidad creciente—. ¿Qué ocurre ahora, mocoso?

—Oye, Levi, ¿quisieras ir a dar una vuelta conmigo? Hay un sitio que me gustaría enseñarte —le dijo el joven fotógrafo. Bajo su apacible tranquilidad, él casi podía oír como el nerviosismo le bullía en la sangre, reflejándose en sus ojos—. Si aún sigue en pie tu propuesta, de verdad me gustaría oír esa historia.

Aceptar o rechazar la invitación de Eren, se dijo. Eran tan sencillo y tan difícil como eso. Levi estaba seguro de que ante una negativa de su parte, este lo dejaría en paz. El chico comprendería lo compleja que era esa situación para él y no volvería a insistir en saber de Farlan y de su pasado; y Levi, podría volver a estar tranquilo; pero, ¿era eso lo que realmente quería?

Después de pensarlo un poco, asintió muy despacio. Ya había tomado su decisión.

—Claro, ¿por qué no? ¿Dónde quieres que vayamos?

La sonrisa de Eren, abierta y sincera, bastó para calmar sus miedos y asegurarle que pasara lo que pasase, por muy difícil que aquello fuera, existía alguien allí, junto a él, que le recordaba que las segundas oportunidades también existían. Solo debía ser lo suficientemente valiente para extender las manos y tomarla.

Nunca era demasiado tarde para enmendar los errores del pasado e intentar volver a ser feliz, ¿verdad?

Notas finales:

Lo primero, como siempre, muchas gracias a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero les haya gustado el capítulo y sobre todo, no resultara muy agotador. Este es, hasta el momento, el más largo que he escrito para In Focus, corona que hasta hace unos días ostentaba el capítulo seis.

Lo segundo, mil disculpas por el retraso. Esta actualización debería haber estado para el miércoles 16, pero la semana pasada entré a trabajar a tiempo completo dando clases de violín y piano, aprovechando las vacaciones de verano, así que cambié las fechas de actualización para los viernes para darme algo más de tiempo mientras me adaptaba, pero esta semana llegué tan cansada en la noche a casa que, a pesar de tener acabado el capítulo el martes, me costó mucho realizar la corrección, sobre todo porque como dije antes, era un capítulo muy largo; un horror. Aun así, logré tenerlo listo ayer sábado temprano, pero aunque no lo crean, donde vivo tembló fuerte y además del mal rato que siempre es eso, me quedé sin luz y por lo tanto sin poder sacar el capítulo de mi pc, así que hasta hoy no he podido realizar la actualización. Solo espero que tras tantos inconvenientes por lo menos haya valido la pena. A mí me gustó mucho escribirlo, ha sido uno de los más entretenidos, sobre todo la primera parte; confío en que para ustedes leerlo haya resultado igual.

Lo otro, sé que comenté bastante que en este capítulo se resolvería el asunto de Levi, pero no fue así, ¿el motivo? El largo del capítulo.

Por lo general yo tengo una idea bastante clara de cómo avanzará un capítulo cuando lo empiezo a escribir, que escenas y personajes aparecerán, quien narrará, que datos debo agregar, etc; sin embargo, una vez comienzo a teclear, muchas veces mi imaginación avanza por sí misma y cuando me doy cuenta de lo que ella ha hecho, ya es bien tarde para detenerla. Por eso, cuando acabé de escribir la segunda parte de esta entrega, supe de inmediato que si le agregaba lo que faltaba iba a ser un capítulo de más de 50 páginas (este son 30), que para ustedes sería mortal de leer y para mi mortal de corregir. Así que lamentablemente, lo corté en dos. Ya para la siguiente actualización se resolverá el conflicto del pasado de Levi y Farlan o por lo menos parte de eso.

Aparte, una cosa que me gustaría compartir con ustedes es algo muy bonito que me ha ocurrido. Una de mis lectoras, ShizukaCano, me ha obsequiado dos bellos, muy bellos dibujos para este fanfiction, basados en las descripciones que he hecho de los protagonistas. En verdad para mí esto ha sido un regalo maravilloso, que me ha emocionado como no se imaginan, sobre todo porque es una artista muy talentosa. Así que con su autorización, (muchas gracias por eso, Shizuka), los he subido a mi cuenta en Wattpad. Capítulo 1 (Levi) y capítulo 2 (Eren), por si quieren pasarse a mirarlos. Realmente vale la pena. Me pueden encontrar en esa plataforma como Tess-chan.

De momento la próxima actualización para In Focus quedaría sin cambio para el viernes 01 de febrero. Y para quienes leen otras de mis historias, aviso que la semana siguiente “técnicamente” no hay actualización para el fandom de SnK, ya que le corresponde a Hilo Rojo del fandom de KnB, que ya está llegando a su final. Sin embargo, dejo lo de “técnicamente” porque quiero intentar poder sacar de manera semanal o quincenal un capítulo de La Joya de la Corona, ya que algunos lectores de otras historias han comentado (con razón) que las actualizaciones están tardando casi dos meses, así que quiero poder bajar un poquito ese tiempo de espera, y esa es la única historia que me permite escribir capítulo más cortos (y con cortos me refiero a menos de 20 páginas).

Y bueno, creo que eso es todo. Como siempre muchas gracias a todos los que leen, a quienes dejan sus comentarios, envían mp’s, votan, apuntan en sus favoritos, listas y alertas, y por supuesto, siguen aquí a pesar de todo. Siempre me hace muy feliz y créanme, anima un montón.

Un abrazo enorme a la distancia para todos y nos leemos en la siguiente.

 

Tess


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