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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 12:

Dos Extraños

 

Éramos como dos desconocidos, que se conocían muy bien.

(Daniel Wallace, Un pez gordo).

 

 

 

La última ronda de patadas medias acabó con un golpe sordo de su parte sobre la almohadilla protectora colocada en el antebrazo de la chica, obligándola a retroceder un par de pasos; ella asintió con un ligero movimiento de cabeza y murmuró un «ya es suficiente por hoy» para indicarle que ya podía descansar y recoger sus cosas. La práctica de ese día había llegado a su fin.

Acalorado y sudado por el esfuerzo, Levi tomó una profunda bocanada de aire y se permitió relajarse un poco tras haber acabado la agotadora jornada. Aquella era su segunda clase de kick boxing desde su regreso a Shiganshina y la tercera vez que se encontraba con la chica que sería su instructora.

La amiga de Eren: Annie Leonhart.

La muchacha se dirigió con paso calmo hacia el rincón donde se guardaban los implementos de entrenamiento de aquella pequeña sala privada y se quitó la almohadilla para dejarla en un alto estante junto a otras tantas que allí estaban. Luego, tomando un bolígrafo de su riñonera Annie comenzó a apuntar algo con diligencia en su ficha de trabajo.

—Lo has hecho bastante bien hoy a pesar de llevar tan poco tiempo, Ackerman. Creo que después de Navidad podríamos comenzar a trabajar un poco más tu flexibilidad y elongación para arriesgarnos a probar con la patada frontal alta; no suelo sugerírselo a los principiantes de menos de un mes y medio, pero con tu entrenamiento previo estoy segura de que lo dominarás enseguida —le explicó esta con voz casi desinteresada y sin mirarlo siguiera—. ¿Tienes alguna duda que quieras que te aclare sobre la clase de hoy?

—Ninguna, gracias —masculló él en respuesta, dando luego un largo sorbo a su botella de agua mientras contemplaba a la rubia chica que seguía más interesada en sus apuntes que en su presencia.

Cuando semanas atrás Abel, el padre de Annie, se la presentó como su instructora personal, Levi supo de inmediato que no le sería difícil llevarse bien con ella. La hija de Leonhart era callada y un poco taciturna, casi como él mismo, limitándose a darle las clases de la manera más profesional posible, sin pláticas innecesarias y sugiriendo de vez en cuando algunos ejercicios que debería implementar a su rutina diaria o los cambios adecuados en su alimentación. Además, a pesar de ser bajita y delgada, bastante poca cosa a primera vista, Levi sabía de primera mano lo brutal que la chica podía llegar a ser; y eso era algo que él admiraba y respetaba, logrando que su relación de instructor-alumno funcionase bastante bien hasta el momento.

Pero no ese día.

Desde que esta llegó a impartirle la clase de esa tarde, Levi intuyó que Annie estaba molesta con él. La chica no solo se mostraba más huraña de lo normal, sino que también le lanzaba de tanto en tanto miradas cargadas de un rencor profundo que lo inquietaban un poco. Además, esta se mostraba espinosa y combativa, casi como una pequeña granada de mano sin seguro y lista para explotar ante la menor provocación; y Levi tenía la ligera sospecha de que el causante del malestar de la muchacha tenía ojos verdes y un temperamento bastante complejo.

Oh, demonios…

—Perfecto entonces —le dijo esta con un seco cabeceo para enfatizar su aceptación. En esa ocasión sus grandes ojos celestes sí lo miraron, y aunque el rubio flequillo le caía ligeramente sobre el rostro, ocultándolo casi por completo, su molestia era evidente—. Nuestra próxima clase será el veintiséis. Si necesitas cancelar por motivo de las fiestas, avísale a mi padre. Él se encargará de reagendar las sesiones.

Antes de que Levi pudiese siquiera abrir la boca para decirle que no sería necesario, la pequeña chica se dio media vuelta sin despedirse siquiera, abandonando el sobrio cuarto de entrenamiento y dejándolo allí, parado sobre la colchoneta azul de la sala de práctica y cabreado hasta lo imposible por el descarado desplante por parte de aquella mocosa.

Soltando una retahíla de juramentos, se dirigió hacia el rincón donde había dejado nada más llegar la toalla y una camiseta musculosa blanca de recambio. Notaba la desagradable sensación que le provocaba tener la negra que llevaba puesta pegada al cuerpo a causa del sudor que comenzaba a enfriarse y humedecerle la cinturilla de los cortos pantalones grises, pero Levi prefirió no cambiársela hasta después de haberse dado una ducha, por lo que simplemente se limitó a secarse la traspiración del rostro y cuello lo mejor posible y beber un poco más de agua para rehidratarse. El entrenamiento de ese día resultó ser bastante intenso luego de su rutina habitual, tuvo que admitir; por lo que estaba cansado. Durante la primera parte Annie le hizo practicar una seguidilla de diversos tipos de puñetazos directos, tanto de derecha como de izquierda, para que recordara lo que ya habían visto la clase anterior, y dejando la media hora restante para el aprendizaje y la práctica de patadas frontales medias y bajas, donde él demostró tener bastante habilidad. Por lo menos, Levi tenía que reconocer que la chica, a pesar de su carácter, era excelente en lo que hacía.

A esa hora en pleno invierno, donde las bajas temperaturas invitaban a volver pronto a casa, y con las fiestas de fin de año casi encima, el gimnasio se hallaba prácticamente vacío aparte de un par de desganados clientes utilizando la sala de máquinas y él mismo, sin incluir al personal, claro. Como no solía sentirse demasiado cómodo entrenando con mucha gente alrededor, Levi acabó por decidirse en tomar la última sesión de prácticas antes del cierre. Su primer opción habían sido las clases que la muchacha daba a primera hora de la mañana, pero terminó descartando esa posibilidad de plano al comprender que eso podría arruinar sus paseos matutinos por la playa; y ese era su momento para reunirse con Eren.

Eren, que la noche anterior, entre sus sonrisa desarmantes y su magia extraña, acabó confesándole que él le gustaba lo suficiente para desear arriesgarse. Eren que…

La patada baja de derribo pilló a Levi totalmente desprevenido, desequilibrando sus piernas y logrando que cayese con un golpe sordo al suelo, consiguiendo a duras penas no azotar el rostro contra el acolchado piso. Desconcertado por lo ocurrido, no fue capaz de reaccionar a tiempo y de inmediato notó el peso sobre su espalda baja que lo mantuvo inmovilizado boca abajo, sabedor de que un pequeño movimiento de su parte y Annie, sentada a horcajadas sobre la base de su columna y con los fuertes muslos aprisionando sus costados, podría partirle un par de costillas con la sola presión de las rodillas antes de que él pudiese quitársela de encima; él sabía de primera mano lo fuerte que esta era y lo fácil que le sería realizar aquella hazaña. Un gruñido de dolor escapó de su garganta cuando la chica aprisionó su brazo derecho entre los suyos en una especie de llave de lucha, tirándolo hacia atrás en una posición tan dolorosa como peligrosa. Por esa vez, ella lo tenía a su merced.

—¿Sabes lo que le hice al último idiota que hizo sufrir a Eren? —Le preguntó la muchacha, aunque era evidente que no esperaba una respuesta de su parte—. Le disloqué el hombro y lo hice llorar como el desgraciado que es, pidiéndome perdón a mí cuando debería habérselo pedido a él —masculló con total desprecio—. Lo cierto es que quería partirle el antebrazo, pero ese tonto de Jaeger es un blandengue, y yo sabía que se habría cabreado muchísimo conmigo de haberlo hecho —le explicó Annie con una tranquilidad absoluta, mientras ponía un poco más de presión en su sujeción, obligándolo a entrecerrar los ojos y apretar los dientes a causa del dolor—; aunque lo hizo de todos modos cuando se enteró de lo ocurrido y me regañó. No me gusta hacer enojar a Eren sin razón, Ackerman, pero si lo lastimas, te lo haré pagar caro, lo juro; y esta vez, no voy a cometer el mismo error dos veces. Si te rompo un brazo de seguro él se molestará mucho, pero acabará perdonándome, siempre lo hace; sobre todo si es una fractura limpia que pueda sanar en un par de meses con un buen tratamiento.

Con la misma rapidez que se le había echado encima minutos antes, la menuda chica lo soltó de golpe y se puso de pie. Levi giró en su posición tumbada, utilizando sus adoloridos antebrazos para apoyarlos en el suelo tras él y levantarse ligeramente para mirarla. Viéndola allí, vestida con su delgada camiseta de tirantes blanca con rosa y sus cortos pantalones grises, descalza a pesar de ser invierno y con la apariencia suave y desvalida de un animalillo pequeño, nadie podría pensar en Annie como la verdadera amenaza que era. Quizás, se dijo él, esa era su mejor ventaja; todos la subestimaban y acababan perdidos ante ella.

—Oi, mocosa, ¿por qué no me has dicho toda esta mierda hace una par de minutos si estabas aquí? ¿Atacas siempre por la espalda? Eso es de cobardes —le recriminó Levi con dura rotundidad, a pesar de no estar realmente enfadado. Aparte de notarse un poco adolorido y tener el orgullo algo machacado, no podía dejar de sentirse admirado por esta.

Annie le devolvió una mirada cargada de impasible tranquilidad. Sus enormes ojos azules reflejando el brillo blanquecino artificial de los fluorescentes de la sala y una indiferencia que rayaba en lo hiriente. ¿En verdad esa chica era la misma Annie de la que le hablaba Eren? Levi estaba comenzando a dudarlo.

—Porque debía acabar mi turno y entregar tu ficha en recepción antes de poder darte una paliza. Mi padre tiene como una regla estricta el no sobrepasarnos con los alumnos bajo ningún concepto mientras estemos en horas de clase, aunque estos sean unos cerdos insoportables; pero —le dijo señalando con la barbilla el redondo y negro reloj de pared que allí colgaba y marcada las seis con diez—, ya ha acabado mi tiempo contigo, así que esa norma ya no cuenta. Y te ataqué por la espalda porque me diste la oportunidad, Ackerman; te descuidaste, así que la culpa es tuya. Podría haberlo hecho de frente sin problemas. Te lo demuestro si gustas.

Levi tenía serias dudas de que Abel aprobara el razonamiento tan poco ortodoxo de su hija, pero prefirió callárselo. Además, la chica llevaba parte de razón; él mismo se hallaba tan distraído pensando en Eren y todo lo ocurrido la noche anterior entre ellos que Annie podría haberle gritado a todo pulmón una advertencia y él no le hubiese prestado la menor atención.

Joder, vaya soldado estaba hecho, pensó Levi con ironía.

Finalmente dejó escapar un gruñido bajo y se puso de pie, descartando con un corto gesto de negación la ayuda que esta le ofreció tendiendo su pequeña mano hacia él. Una mierda si aceptaba la ayuda de esa cría cuando era gracias a ella que estaba en esa embarazosa situación.

—Tch, no es necesario que le lo demuestres; estoy seguro de que puedes —admitió de mala gana, pero al mismo tiempo le lanzó a Annie una fría y afilada mirada que no la inmutó ni un poco—; sin embargo, no te lo pondría tan fácil, Leonhart.

Un brillo de emoción, casi como de anticipación y promesa, apareció en su límpida mirada celeste. La pequeña sonrisa que perfiló sus labios lo pilló por sorpresa, viendo como la siempre desinteresada Annie se trasformaba ante sus ojos, casi de la misma forma en que la rabia lo había hecho cuando le hablaba de proteger a Eren.

—Eso habría que verlo, pero podría ser interesante. Tal vez lo probemos algún día, Ackerman —le dijo ella con genuina alegría; no obstante, su mirada volvió a tornarse más seria y profesional antes de añadir—: Si estás molesto por lo ocurrido hace un momento y prefieres hablar con mi padre para poner tu queja sobre mi comportamiento y pedir que te cambien de instructor, puedes hacerlo; lo comprenderé —sus labios se apretaron un momento e inspiró despacio, sin apartar sus ojos de los suyos y con la determinación pintada en el rostro—. Para un buen aprendizaje siempre es necesario contar con una buena base de confianza y respeto mutuo, y sé que hoy he sobrepasado mis límites contigo —reconoció—, pero no me arrepiento de ello ni voy a disculparme. Así que la decisión es tuya.

Levi no necesitó pensarlo mucho. Algo que valoraba en las personas era la capacidad de decir lo que pensaban y actuar acorde a eso, sin importar si las consecuencias pudiesen parecer mal a otros o desagradar a más de uno. Así era como él solía actuar y Annie se le parecía mucho en ese aspecto. Tal vez, si las tornas se volteasen, su reacción habría sido muy parecida.

—No es necesario, estamos en paz —aseguró. Ella asintió en respuesta—. Tampoco le diré a Eren sobre esto.

La chica se encogió de hombros, como si aquello no le importara lo más mínimo, pero un traicionero deje de alivio asomó en su mirada antes de volver a desaparecer enseguida tras su máscara de indiferencia.

—Me da igual si quieres hacerlo o no, Ackerman. Eren se enfada, grita, me regaña y luego se le olvida; así es él y está bien, me gusta que sea de ese modo —admitió esta y, nuevamente, un pequeño resquicio de emoción tiñó sus palabras, dejando claro que no era ni de lejos tan fría como intentaba aparentar.

Era increíble, pensó Levi, como aquel condenado mocoso de ojos verdes tenía la capacidad de alterar el mundo de todos de aquella forma. No le parecía para nada justo, ni un poco; él mismo se sentía como su última víctima. Una autentica mierda en su opinión.

Agarrando su botella de agua y la camiseta limpia en una mano, se echó la toalla húmeda al hombro y enfiló rumbo a la puerta para dirigirse hacia los cambiadores. Annie seguía de pie al medio de la habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión taciturna en el rostro. Algunos cortos mechones de su pálido cabello rubio se habían soltado un poco de su recogido tras la práctica, pareciendo como un ligero halo dorado sobre su cabeza. Levi pensó que aquella era sin duda una imagen inquietante, porque aquella criatura no tenía nada de angelical.

—Oi, Leonhart, solo para que dejes de pensar mierda y te quedes tranquila: ese mocoso y yo ya solucionamos las cosas anoche —soltó con desgana cuando pasó al lado de esta sin mirarla, pero la ligera tensión que envaró de pronto la postura de Annie le indicó que ella entendió perfectamente a que se refería—. Aunque no deberías de meterte; no creo que a Eren le guste demasiado —añadió, pasando de ella sin más.

Apenas había alcanzado la puerta cuando la oyó decir tras él:

—Yo no amenazo en vano, Ackerman, así que harías bien en no olvidarlo por si acaso.

Levi se volvió ligeramente para encararla, y la halló con el pálido rostro muy serio pero, de forma extraña, más expresivo que de costumbre.

—Eren es un adulto, no creo que necesite que lo cuides como si fueses su madre —le dijo, todo honestidad, sin deseos de lastimarla; no obstante, Annie se apresuró a negar, vehemente, con un movimiento de su rubia cabeza.

—En eso te equivocas. Eren está necesitado de muchas cosas, entre esas que lo cuiden; solo que él finge que no es así —admitió ella en voz tan baja que si la habitación no hubiese estado ya en silencio, Levi dudaba de haber podido oírla siquiera. Annie se mostraba un poco confusa y reticente, como si se debatiera mentalmente entre decirle o no aquello que parecía morirse por soltar. Al final ella dejó escapar una bocanada de aire entre los dientes y le lanzó una mirada cargada de fastidio—. Solo, no la cagues, ¿vale? Si Eren te gusta o estás interesado en él o lo que sea, aprovecha la oportunidad; puedo asegurarte de que es el mejor de los chicos, después de Armin, claro —añadió esta con prontitud, para que no quedase dudas de que su novio no tenía punto de comparación con ningún otro. Levi arqueó una ceja y, sorpresivamente, Annie se sonrojó un poco, frunciendo luego el ceño para intentar ocultarlo y seguir pregonando su punto—. Pero por el contrario, si solo estás interesado en él para pasar el rato, por favor, Ackerman, corta esto antes de que vaya más lejos y Eren se ilusione demasiado contigo. No merece sufrir más.

Chasqueando la lengua en señal de fastidio, Levi se pasó una mano por el cabello humedecido a causa del sudor y entornó un poco la mirada. ¿Cómo mierda había acabado pasando de recibir lecciones de kick boxing por parte de la hija de Leonhart a tener que oír sus amenazas y consejos sentimentales?

Oh, demonios, su vida era una verdadera putada. De seguro Erwin lo encontraría muy divertido.

—¿Y qué es lo que tú prefieres que haga respecto a Eren, Annie? —le preguntó con sinceridad, olvidándose de toda aquella ridiculez de mantener las formas y los muros autoimpuestos; en verdad deseoso de oír su respuesta.

Tras un largo minuto de silencio, ella le dijo:

—Elígelo, Levi. Si te arriesgas y le correspondes, no te vas a arrepentir —un atisbo de sonrisa curvó sus labios e iluminó sus ojos azules, casi como si conociese un divertidísimo secreto que no pensaba compartir con él—. Aunque con Eren no existen las medias tintas; siempre es todo o nada. Jaeger es un poco intenso la mayor parte del tiempo, por si no te has dado cuenta.

Sin poder evitarlo él se echó a reír; de forma moderada, por supuesto, pero lo suficiente para liberar parte de la tensión reinante entre ellos y lograr que Annie bajase un poco la guardia. Era un poco extraño y curioso, pensó Levi, el saber que ambos tenían algo en común que los unía quizás más que las clases o su relación entrenador-alumno: Eren Jaeger. Sin duda el chico tenía un raro efecto en quienes estaban a su alrededor.

—Lo tendré en cuenta —fue su simple respuesta una vez dejó de reír, antes de volver a darse la vuelta para marcharse; no obstante, se detuvo antes de salir y, tras pensarlo un instante, le dijo a esta sin mirarla—. Oi, Annie… tienes mi permiso para romperme el brazo si en alguna oportunidad consideras que me lo merezco.

Esta vez fue el turno de ella de reírse.

—Intenta que no sea necesario llegar a eso, Levi. Nunca he tenido la oportunidad de ponerlo en práctica, así que solo cuento con la teoría. Puede que sea una fractura menos limpia de lo que he prometido.

Divertido por lo sucedido, él movió la cabeza en un gesto negativo y se dirigió a paso rápido hacia los cambiadores.

Joder, ¿cómo fue que su vida acabó así?, se preguntó mientras se desvestía y doblaba la ropa sucia para guardarla antes de meterse a uno de los cubículos de las duchas.

Hacía cosa de tres meses atrás, Eren y él solo eran dos desconocidos. Dos extraños que no sabían nada el uno del otro, que ignoraban incluso su propia existencia; mientras que ahora, luego de conocerse, parecía que todo giraba en torno al otro. Levi ya no podía imaginar su vida sin tener a Eren rondando constantemente en ella, y el chico… había dicho que él le gustaba.

Mientras echaba a correr el agua caliente observó cómo esta escurría entre sus pálidos dedos, recorriendo la palma de su mano izquierda donde tenía la cicatriz que Farlan le hizo en una de sus prácticas y que se asemejaba enormemente a la que Eren tenía a causa de Ludwig.

El día que se hablaron por primera vez. El inicio de todo.

Sumido en el calor artificial que producía el vapor del agua al caer a sus pies, Levi cerró los ojos y dejó que su mente vagara un momento, perdiéndose en el recuerdo de lo ocurrido el día anterior; en su confesión, en su culpa, en el miedo… y en las palabras de Eren diciéndole que a pesar de todo lo elegía a él. Así de roto y cargado de fantasmas; así de imperfecto y corrompido, lo elegía a él; y, por una vez, Levi se permitió pensar que aquella cosa llamada destino quizás no fuese del todo mala. Si algún ser superior o alguna fuerza extraña conspiró para que él y Eren se conociera, le parecía bien, le parecía jodidamente bien, de hecho. Si todos los dolorosos despojos que eran su vida sirvieron para llevarlo allí, a ese momento, a esa persona, entonces valía por completo la pena.

Y, egoístamente, Levi deseó creer que para el chico era lo mismo. Quería pensar que sus caminos siempre estuvieron destinados a juntarse, solo que el recorrido que debieron tomar para llegar allí los había demorado un poco; pero ya estaban en el punto de inicio, se recordó, y tal vez era el tiempo indicado para poner el «comenzar».

 

——o——

 

A Levi le bastó con poner un maldito pie fuera del gimnasio para sentir el inminente deseo de dar media vuelta y regresar al interior de este a refugiarse, y no solo por el destemplado tiempo que hacía esa húmeda y fría tarde de diciembre, sino que también por la repentina aparición de Hange que lo esperaba a la salida, arruinando cualquier plan de escape.

Nada más verlo, esta se abalanzó sobre él, echándole sus fuertes brazos al cuello en una especie de estrangulador abrazo mientras que Ludwig, intentando llamar su atención, empezó a ladrar eufórico.

—¡Suelta, suelta, suelta, cuatro ojos de mierda! ¡Me estás ahogando, joder! —pudo farfullar él, apenas, y logrando finalmente zafarse un poco de su férreo agarre; lo suficiente para ver que el anorak negro que esta llevaba lucía lleno de diminutas gotitas que parecían brillar sobre la tela impermeable y que sus gafas, de delgada montura metálica, estaban torcidas sobre el puente de su nariz ligeramente curva. A pesar de que una sonrisa psicópata seguía adornando los labios de la mujer, su mirada castaña parecía terriblemente llena de miedo e inseguridad; por lo que, muy a su pesar, Levi dejó escapar un quedo suspiro de resignación y le dijo—: Deja de poner esa expresión de criatura loca y desvalida, Hange; ambos sabemos que no va contigo. Además, ya no estoy enfadado —añadió mientras se escabullía de sus brazos y ponía algo de distancia entre ellos, temeroso de que esta volviese a tener la tentación de echársele encima.

—¡Oh, enano, estaba tan preocupada de que no volvieses a hablarme nunca más en la vida! —exclamó ella unas octavas más alto de lo necesario, logrando que un par de transeúntes, que parecían andar todavía en compras navideñas, los miraran con curiosidad, sobre todo porque Ludwig comenzó a aullar lastimeramente, como si quisiera solidarizar con los sentidos sentimientos de la loca de su dueña.

Levi les lanzó una mirada asesina a ambos.

—¡Silencio! —Exclamó con autoridad y de inmediato can y mujer cerraron la boca; los dos observándolo con igual expresión de obediencia—. Tch, son unos malditos escandalosos, sin una puta pizca de vergüenza. Vamos a otro sitio, no quiero llamar más la atención; además esta jodida llovizna va a acabar por enfermarnos. Por eso detesto estás horribles ciudades costeras —rezongó, poniéndose de inmediato en marcha hacia la zona que llevaba al puerto, más cercana a su casa y a la cafetería de Hannes. Necesita beber algo caliente con urgencia.

Levi apuró el paso, sin volverse a mirar si estos lo seguían ya que estaba seguro de que sería así, como pudo comprobar cuando Hange, en un par de largas zancadas se posicionó a su lado derecho mientras que Ludwig lo hizo al izquierdo, dándole, cada tanto, pequeños cabezazos en la rodilla para intentar llamar su atención. Cuando llegaron al primer cruce y debieron esperar un par de segundos a que el semáforo cambiara y les diera el paso, Levi aprovechó de inclinarse un poco y acariciar el negro pelaje humedecido del perro que gimió bajito, lleno de emoción.

—Ahora comienza a explicar porque has venido hasta aquí para molestarme si podrías haber ido más tarde a la casa o mandarme un mensaje. A ti te encantan esas mierdas —le dijo, recordándole a su amiga la cantidad absurda de mensajes que esta solía enviarle al día; escritos abreviados y llenos de tonterías o emoticonos que él era incapaz de entender la mayor parte del tiempo—. ¿Y se puede saber por qué te has traído a la bestia?

—No podía dejar a Ludwig solo en casa, sabes que se estresa y comienza a causar destrozos; y necesitaba hablar contigo, enano, así que aproveché que Moblit tuvo que salir de forma urgente; un imprevisto, según me ha dicho. Pero estoy segura de que era una mentira y ha ido a por mí obsequio de Navidad. Se mostró muy reticente a decirme de que asunto se trataba —le explicó esta, sonriendo como adolescente enamorada y con los ojos brillantes de la emoción detrás de la gafas. Levi chasqueó la lengua y frunció el ceño en señal de disgusto—. Además, mi pobre bebé te extrañaba, a pesar de lo desagradable que siempre eres con él. ¿Verdad que sí, cariño? —le pregunto con voz asquerosamente acaramelada al animal. Este soltó un aullido bajito y se apegó más a la pernera izquierda de sus vaqueros grises. Joder, esa bestezuela iba a dejarlo lleno de pelos—. No logro explicarme porque Ludwig parece hacerte más caso a ti que a mí —le preguntó Hange en verdad intrigada, contemplando casi con curiosidad científica como el animal caminaba mansamente a su lado, observándolo con adoración.

—Porque me vi en la obligación de enseñarle a ese bicho un poco de disciplina cuando te largaste a Mitras y me lo dejaste —le recordó él. Hange simplemente sonrió de manera inocente ante su acusatoria mirada acerada—. Tal vez debería hacer lo mismo contigo, cuatro ojos.

La carcajada de su amiga fue alta y estridente, pero por esa vez a Levi no le molestó del todo. De cierta manera, después de haber hablado con Eren, de haberle contado al chico parte de lo peor de su vida y que este pareciera haberlo aceptado sin más, Levi se sentía extrañamente liberado. No era como si el hecho de que Eren supiese lo librara de la culpa, el dolor y los remordimientos de su pasado, pero, de cierta forma, era como si aquello le permitiese ser más él mismo, menos falso; y eso lo tenía de buen humor. Hasta para aguatar a Hange y todas sus mierdas.

—Dudo que diese resultado, enano; si no lo has conseguido en todos estos años desde que nos conocemos, no funcionará ahora. Soy un espíritu libre, ya sabes —ella le dio una fuerte palmada en el hombro y él se volvió a mirarla, levantando ligeramente el rostro y notando como la fina y persistente llovizna invernal le humedecía la piel expuesta—. ¿Has solucionado las cosas con Eren?

Ante la mención del nombre del mocoso, Levi se tensó un poco. A pesar de que estaba bastante satisfecho de cómo se estaban dando las cosas entre ellos, no se sentía seguro de hablarle a Hange sobre lo ocurrido, tal vez porque lo sentía como algo demasiado personal e íntimo; pero, por otro lado, quizás ella pudiese ayudarlo a aclarar parte de las dudas que llevaban torturando su cerebro desde la noche anterior y que las palabras de Annie no habían hecho más que incrementar.

—Algo así. Anoche hablamos —confesó en un tono de voz tan bajo que casi se asemejaba a un murmullo, como si una parte de él no deseara que su amiga hubiese podido oírlo y así ahorrarse el resto de la explicación; pero, al ver la expresión de curiosidad naciente en el rostro de Hange, supo de inmediato que no tendría tanta suerte.

—Entonces, ¿están bien? —volvió a insistir ella.

Levi rodó los ojos a modo de respuesta.

—Sí, estamos bien —contestó justo en el momento en que doblaban la esquina que llevaba a la zona comercial cercana al puerto y la cafetería Paradiso e hacía visible—. Pero vas a tener que pagarme un té a modo de compensación Hange. Si no hubiera sido por ti y esa gran bocota que tienes, ni siquiera hubiese tenido que enfadarme con el chico. Disculparse siempre es una jodida mierda.

En esa ocasión fue el turno de la mujer de rodar los ojos y mirarlo como si él fuese idiota.

—¿Pero qué dices, enano? ¡Si las reconciliaciones son una de las mejores partes de una discusión de pareja! —le dijo esta alegremente. Una sonrisa pícara asomó a sus labios, dirigiéndole una mirada traviesa—. ¿Te lo pasaste bien con Eren anoche?

Él la miró indignado.

—Tch, en verdad no tienes más que mierda dentro de esa cabeza tuya, Hange. Tu cerebro está podrido sin remedio —masculló irritado mientras subía las escalas de madera que llevaban a la terraza de la cafetería, oyendo tras de sí las escandalosas carcajadas de su amiga al seguirlo—. Ya te he dicho que el mocoso y yo solo somos amigos. Amigos, nada más —insistió, recalcando esto último, aunque ni él mismo se lo creía del todo.

—Lo sé, lo sé, solo quería tomarte un poco el pelo. Eres muy divertido cuando te enfadas por tonterías —le dijo ella alegre y despreocupadamente, sin prestarle atención a su expresión de irritación—. Pero —añadió Hange, cambiando una vez más su expresión risueña por una más mesurada—, me pregunto por cuánto tiempo más seguirá siendo así.

Esa era una pregunta que él mismo llevaba haciéndose desde la noche anterior, tuvo que reconocer Levi. Tras la confesión de Eren era inevitable que las cosas cambiasen entre ellos; ya no era posible fingir que aquello que tenían era solo una «amistad» sin más y dejar que todo fuese como antes. Por su parte al menos, él sabía que no podría seguir actuando de la misma manera con el mocoso, por más que lo intentara. No cuando tenía claro que sus propios sentimientos estaban muy próximos a convertirse también en algo más, si es que no lo habían hecho ya.

Joder.

—¡Levi, Hange, que agradable sorpresa verlos hoy por aquí! ¿Vienen a comer algo?

La amigable voz de Hannes, que acababa de abrir la puerta acristalada de la cafetería, les dio la bienvenida con entusiasmo. Este lucía igual que siempre, con su habitual uniforme de vaqueros azules a juego con su camiseta azul marino y el impecable mandil blanco sobre este. El local, adornado con diversos motivos navideños entremezclados con la decoración náutica de siempre, ese día parecía bastante vacío a diferencia de otras veces, pero no debería de extrañarles; la tarde fría y húmeda no era la más propicia para salir a dar una vuelta y, al ser ya cerca de las seis y treinta, se hallaban muy próximos de la hora de cierre. De seguro casi todo el mundo estaría ya resguardado en sus casas preparándose para cenar.

—Hola, Hannes; también es agradable verte —saludó con moderada cordialidad. A pesar de que Levi aún se sentía un poco incómodo con todas esas muestras excesivas de familiaridad, que sabía eran más por Eren que por él mismo, intentaba, en lo posible, no ser tan desagradable como lo era la mayor parte del tiempo. Además, aquel hombre no le molestaba en lo absoluto—. Y no comeremos nada en esta ocasión, solo tomaremos algo caliente y nos marcharemos.

—Claro, claro, hace un mal día hoy, ¿verdad? —comentó con amabilidad. Al contemplar al humedecido Ludwig, sonrió un poco y se inclinó para acariciarle la cabeza, ante lo que el perro gimió de felicidad—. ¿Por qué no pasan adentro y buscan un sitio mientras voy a avisar a Nanaba? Estarán mucho más cómodos allí que aquí fuera; solo tengo una mesa ocupada y no creo que a Franz y Hannah les importe si entran con este chico. Ellos están… bueno, en sus cosas —comentó divertido y soltó una risita baja al señalarles a una pareja de chicos en sus veinte que parecían tan enamorados y ensimismados el uno con el otro que sería imposible que prestaran atención a nada más.

Hange dio una alegre palmadita.

—Estupendo entonces. En verdad es un día espantoso para sentarnos en la terraza, por muy protegida que esté —admitió ella mientras seguía a Hannes adentro en busca de una mesa. Un gemido de alegría escapó de sus labios al sentir el golpe de aire caldeado mezclado con el aroma del café que los recibió al entrar. Levi también se sintió enormemente agradecido aunque intentó no aparentarlo demasiado—. Oh, Dios, creo que vuelvo a sentirme humana.

—Dudo siquiera que seas algo cercano a esa especie —murmuró él por lo bajo y esta se volvió a verlo con expresión divertida, pasándole una de sus manos por el negro cabello humedecido tras la ducha y la llovizna, dejándoselo de punta y logrando que la zona rasurada quedase expuesta y desprotegida. Levi gruñó por lo bajo y la apartó de un manotón—. Joder, Hange, me estás dejando lleno de agua —protestó al sentir como algunas gotitas escurrían bajo el cuello alto de su suéter negro.

—Que gruñón eres, enano —le dijo jovialmente su amiga mientras escogía una de las mesas que daba hacia uno de los amplios ventanales de la terraza y dejaba su bolso sobre la silla, apresurándose a quitarse el mojado anorak negro para colgarlo sobre el respaldo de la misma antes de tomar asiento en otra, arremangándose hasta los codos su camisa rosa claro—; además, te queda bien así. Te vez más joven y menos amargado. Tal vez deberías cambiar de estilo, para variar un poco.

—Lo cierto es que Hange tiene razón; sí te queda bien, Levi. Luces guapo, creo que Eren le gustaría —le dijo con descaro Nanaba que acababa de llegar a su mesa y les sonreía divertida, guiñándole uno de sus ojos azules. Ella, a diferencia de su tío que vestía el uniforme habitual, llevaba aparte un gorro navideño sobre su corto cabello rubio y un colorido mandil en blanco y rojo con motivos de galletas navideñas estampadas en él.

—Tch, déjenme en paz las dos —masculló él, lanzándole a Hange una mirada asesina para que dejara de reírse.

Nanaba también soltó un carcajada pero la acalló de inmediato cuando su tío le llamó la atención por retrasar a los clientes; ella, puso los ojos en blanco y soltó un pesado suspiro de resignación antes de preguntarles si querían lo mismo de siempre; luego de recibir su confirmación, la chica se despidió para dirigirse hacia la barra de la cafetería a preparar sus órdenes.

Después de que él mismo se quitase su abrigo gris y pudiese tomar asiento, Hange, acodada sobre la mesa y con el rostro acunado entre sus manos, lo miró, toda curiosidad.

—Y ahora, comienza a contarme aquello que te tiene tan nervioso, Levi. Y no intentes mentirme diciéndome que nada porque no voy a creerte; estás más huraño y taciturno de lo normal, pareces un gato nervioso; además, te estás mostrando demasiado amable conmigo, eso no es normal en ti.

Él frunció el ceño aún más al oír sus palabras absurdas, aunque sabía que en el fondo esta tenía razón y tal vez ese era el verdadero motivo de su molestia; odiaba que Hange fuese tan perspicaz cuando se trataba de él y sus emociones revueltas.

—Eren me ha dicho que le gusto —soltó sin más, arrugando y alisando de manera compulsiva con sus dedos inquietos el mantel de cuadrille blanco y azul que cubría la mesa. Levantó la vista cuando oyó el jadeo ahogado que dejó escapar la mujer. Esta lo miraba con los castaños ojos muy abiertos y redondos, la sorpresa reflejada en cada centímetro de su rostro—. Oi, Hange, cierra la puta boca de una vez o comenzaras a regar todo con tus babas.

—Levi. Levi. ¡Levi! ¡Estoy tan contenta por ti! —chilló ella eufórica, y él estuvo seguro de que si no hubiese sido porque tenían la mesa entremedio de ambos, Hange se le hubiera echado encima una vez más. Ludwig, también deseoso de participar en la celebración, se puso de pie de inmediato, gimiendo de felicidad.

—¡Quieto! ¡Sentado! —le ordenó al can que volvió a ocupar su sitio, echándose de manera sumisa al lado de la loca de su ama. Sus ojos grises se dirigieron luego a Hange que estaba en una extraña posición medio parada, medio sentada en la silla que ocupaba mientras Hannes, que limpiaba afanosamente la vitrina de los pasteles vaciándola de su escaso contenido, los miraba con mal disimulada curiosidad—. Tú también —le dijo a esta, quien de inmediato regresó a ocupar su lugar, mirándolo con una expresión indescifrable en su rostro moreno. Parecía tan malditamente feliz por él…—. Mierda, Hange, escúchame un momento, ¿quieres? No sé lo que estás pensand-

—No, no; lo entiendo —lo interrumpió ella. Se cubrió la boca con una mano y Levi estuvo seguro de que intentaba ocultar una sonrisa, aunque esta parecía alcanzar incluso sus ojos y era difícil disimularla. Cuando pareció sentirse nuevamente segura de no traicionarse, Hange volvió a dejar libres sus labios y le dijo con una moderación ensayada—: Sé que piensas que soy una entrometida y reconozco que a veces actúo de esa forma, pero no lo haré esta vez, lo prometo. Tú relación con Eren solo es asunto tuyo, Levi. Pero, ¡estoy tan feliz de que decidieras darte otra oportunidad!

—Hange…

—Su pedido, señores —los interrumpió oportunamente Nanaba, llegando una vez más a su mesa para dejar sus respectivas tazas frente a ellos—. Té negro para ti, Levi y un café moca para Hange. Y estás son de parte de la casa —les explicó mientras dejaba junto al azucarero y el agua un plato con galletas de chocolate de las que hacía unos minutos Hannes estaba retirando de la vitrina—. Y esto para ti, Ludwig —le dijo al animal depositando un cuenco con leche tibia en el bonito piso de mosaico. Este le dio un lengüetazo en la mano a modo de agradecimiento y la chica se rio—. Si necesitan algo más solo me avisan, ¿vale? Estaré en la barra dejando todo en orden —añadió la alta chica antes de darse media vuelta e irse a su rincón entonando un alegre villancico navideño.

Hange de inmediato tomó una de las galletas y se le llevó a la boca; por la manera en que lo miraba mientras masticaba, con ojos atentos y brillantes, Levi estuvo seguro de que la muy maldita solo comía para no lanzarse a hacerle mil preguntas que seguramente se moría por hacer. El hocico de Ludwig, cálido y húmedo, rozó el dorso de su mano izquierda con insistencia; al bajar la vista, Levi se lo encontró mirándolo con expresión lastimera y suplicante. Soltando una palabrota por lo bajo, agarró una de las galletas de la mesa y se la dio al animal que se la zampó en un abrir y cerrar de ojos, moviendo la cola con felicidad mientras esperaba una segunda ración que llegó a los pocos segundos. Eso, se dijo, definitivamente era culpa de Eren por malacostumbrarlo.

—Todavía no le he dado una respuesta adecuada al mocoso, así que deja de poner esa expresión ilusionada. Es jodidamente aterradora —le dijo a su amiga mientras daba un sorbo a su taza de té.

Esta pestañeó confundida un par de veces y su semblante, por lo general siempre alegre, se tornó un poco serio y ceñudo.

—¿Pero… qué demonios, Levi? —Le preguntó Hange, debatiéndose entre la incredulidad y la indignación—. Creí que el chico te gustaba. Me dijiste que te quedarías en Shiganshina-

—Sé lo que te dije, no es necesario que me lo recuerdes, gracias —le dijo él, cortándola de inmediato—. Eso no ha cambiado, Hange —admitió un par de segundos después—. Eren sí me gusta… Y voy a quedarme aquí por él.

—¿Entonces?

Levi volvió a llevarse la taza a los labios y dejó que el caliente y fuerte líquido se esparciera en su boca, reconfortándolo de cierta manera. La intensidad de la mirada de su amiga lo estaba poniendo ansioso.

—Le hablé de Farlan y como murió. De los errores que cometí con él —admitió.

Su amiga, totalmente seria, asintió con un gesto y bebió de su propia taza, por completo concentrada en sus propias elucubraciones. Pasados un par de minutos de muda meditación por parte de ambos, está volvió a preguntarle:

—¿Eren te dijo que le gustabas antes o después de que le hablaras sobre ello?

—Después —reconoció con sinceridad. A pesar de que ya casi había trascurrido un día desde aquello, él seguía sin creérselo del todo. Era una sensación tan extraña, mezcla de irrealidad con euforia, y un miedo terrible, todo y junto y tan revuelto que era incapaz de definir donde comenzaba una de esas emociones y termina la otra. Joder, como odiaba sentirse así de confundido—. Tch, el condenado mocoso ya estaba enterado de casi todo mi maldito pasado cuando decidió soltarme eso.

—Pero aun temes que vaya a arrepentirse —le dijo Hange, con la certeza de alguien que lo conocía demasiado bien y no necesitaba una respuesta de su parte—; por eso no has querido darle una respuesta sincera. Te aterra decirle que sí, comprometerte en una relación con él y que luego te deje, ¿no, Levi?

A pesar de que él mismo llevaba negándolo y luchando contra ello, esa era la triste verdad. Por más que deseara tener una fe ciega en las palabras de Eren, en la capacidad del chico de aceptar su pasado, su vida antes de conocerlo, la idea de que este un día decidiera que no valía la pena el riesgo y el esfuerzo lo aterraba. ¡Joder, el mocoso tenía solo veinte años! Eren estaba comenzando a vivir su vida mientras que él… bueno, ya llevaba un trecho de la misma recorrido, y de una forma bastante dañada. ¿Qué tenía para ofrecerle en realidad? Cada vez que pensaba en ello Levi sentía que quedaba en deuda y era una sensación horrible. Algo que con Farlan jamás le ocurrió.

—No voy a ser suficiente para él, Hange. No podré darle lo que espera ni lo que merece.

Ella lo miró enfadada y le pegó un doloroso puntapié con sus duros botines negros por debajo de la mesa que lo hizo apretar los dientes para ahogar un gemido.

—No puedes decidir por el chico sin saber lo que en verdad este quiere de ti, Levi. Si le has contado el tipo de bastardo sin corazón que eres y aun así quiere estar contigo, debe ser porque tienes más para ofrecer de lo que tú mismo crees —le aclaró la mujer con la misma seguridad que utilizaba para hablar de sus proyectos científicos: absoluta e imposible de rebatir—. No puedes decidir por Eren sin conocer en verdad cuáles son sus necesidades, ¿no lo crees?

La manera en que Hange dijo aquello, como si estuviese enterada de algo que él desconocía completamente, lo desconcertó e inquietó un poco. Lo que esta le decía era cierto, apenas y conocía al chico; ambos seguían siendo un par de desconocidos a pesar de haber encajado muy bien desde un comienzo e iniciado aquella extraña relación, y quizás ese era el verdadero problema, tuvo que admitir Levi. La atracción y conexión entre ellos pareció haber surgido casi nada más conocerse, pero solo tras lo ocurrido la noche anterior fue que finalmente él comenzó a plantearse de forma directa la posibilidad de que la relación entre ellos pudiese evolucionar en algo más serio y estable. Tal vez por eso mismo decidió arriesgarse y contarle a Eren sobre pasado, reabriendo viejas y dolorosas heridas para este; esperando que el chico pudiese ver dentro de su oscuridad y aun así aceptarlo, como finalmente hizo. Había sido casi como una apuesta a todo o nada, ansiando aquella aceptación que no creía merecer pero aun así rogando por obtenerla

Pero Eren, se dijo Levi, era otra cosa.

No le mintió al chico cuando le aseguró que no esperaba que este le devolviera su sinceridad abriéndose de la misma manera para él, pero debía reconocer también que muchas cosas de Eren lo intrigaban. El pasado del mocoso, parte de sus emociones en extremo controladas, parecían estar resguardadas bajo una pesada caja fuerte que en algunas ocasiones amenazaba con ahogarlo, y Levi estaba seguro de que si en algún momento Eren decidía confiar en él lo suficiente para revelarle parte de aquello, sería bajo un costo emocional devastador. Annie le había dicho que el chico estaba necesitado de muchas cosas, solo que sabía fingir muy bien para ocultarlas, algo que Levi estaba comenzando a creer que era cierto. Y tal vez, se dijo, fuera esa capacidad del chico para mimetizar una mentira y volverla creíble la que hacía que una parte suya se sintiera reticente de arriesgarse del todo con él.

—Nunca he dicho que no vaya a darle una oportunidad, cuatro ojos escandalosa. Simplemente te dije que me sentía un poco inseguro y me lo estaba pesando; tal vez necesite algo más de tiempo para conocerlo mejor antes de decidirme —le dijo con fastidió, pero un dejo de media sonrisa asomó a sus delgados labios al añadir—: Además, si eso llega a suceder, no es algo que compartiré contigo.

Ella le devolvió una dulce sonrisa que daba un poco de miedo.

—Si le dices que sí a Eren lo sabré enseguida, enano. De seguro el sexo hace que se te borre la cara de amargado que cargas el último tiempo —respondió ella con alegría dando un mordisco a una nueva galleta. Hange lo apuntó con el resto de lo que quedaba de esta y se apresuró a tragar lo que tenía en la boca—. Por lo menos no ha sido un no destemplado como lo hiciste con Farlan —le dijo animada—. Te estás ablandando, Levi.

Él chasqueó la lengua en señal de disgusto.

—Supongo que me estoy haciendo viejo y volviéndome más confiado. Que putada.

La carcajada de Hange se entremezcló con el titilar que produjeron las campanillas de la puerta de entrada cuando un hombre alto y ataviado con un largo abrigo marrón claro entro a toda prisa para dirigirse hacia el mostrador donde Hannes se encontraba.

Tras dar un par de sorbos más para apurar lo que quedaba de su taza de té, Levi observó por el ventanal ligeramente empañado el mar a la distancia, ya oscurecido por la inminente caída de la noche, y se preguntó que estaría haciendo Eren en aquel momento. Era extraño, pero desde hacía días parecía que no podía pensar más que en el chico buena parte de las horas de su día.

Estaba tan jodidamente mal…

—Iré a pagar la cuenta, así que hazte cargo de Ludwig —le dijo Hange con diligencia, poniéndose rápidamente de pie y recogiendo sus cosas al paso—. Ya se hace tarde y debo ir a casa a preparar la cena para Moblit; hoy me toca a mí —le explicó ella con aquella alegría absurda que acostumbrada a emplear cada vez que hablaba de la muy buenarelación que tenía con su novio, como si de ese modo deseara demostrarle lo muy feliz que era su vida en comparación con la suya que era una mierda la mayor parte del tiempo. En el fondo, Hange era una maldita sádica.

Tomando la última galleta que quedaba en el plato, Levi se levantó de la mesa y se la acercó al perro que la recibió feliz, instándolo con un suave movimiento de la correa a que se pusiera de pie para guiarlo a la salida. Tras colocarse el abrigo, hizo un gesto con la mano a modo de despedida para Nanaba y Hannes, pero solo ella se lo devolvió, ya que el rubio hombre no lo vio siquiera; este seguía enfrascado en una entusiasta conversación con el recién llegado mientras le entregaba un paquete envuelto. Un encargo de seguro.

Una vez fuera, se arrebujó lo mejor que pudo en su abrigo para resguardarse del frío y observó a través de la puerta acristalada al sujeto que le daba la espalda en ese momento. Él no solía ser tan curioso, pero algo en este le llamaba la atención, resultándole vagamente familiar. Al sentir el peso de una mirada sobre si, Levi apartó la vista del otro hombre y se dio cuenta de que esta vez era Nanaba quien los observaba a ambos de forma alternada. A diferencia de su alegría habitual, ella lucia muy seria, casi enfadada, y antes de que él pudiera volverse para bajar las escalas que daban a la calle, esta le hizo un gesto con la mano para que volviera a entrar al local mientras, a paso rápido, cruzó el mismo para dirigirse hacia donde se encontraba su tío recibiendo el pago de la consumición de Hange. De inmediato y sin decir nada, la chica comenzó a meter unos cuantos pastelillos de los sobrantes en una blanca caja con el logo de la tienda que luego tendió en su dirección y él se vio en la obligación de recibir, confundido.

—Ten —le dijo Nanaba con una amplia y falsa sonrisa, ignorando deliberadamente al otro hombre, a una confundida Hange y a su tío que la miraba sin comprender nada en lo absoluto—, para Eren. Son sus favoritos —le explicó—. Dile que son de mi parte.

Nada más decir aquello pareció que algo en el ambiente cambio de inmediato, volviéndolo terriblemente incómodo. Hannes, siempre tan amable y bonachón, miró a su sobrina con gesto reprobatorio, mientras que el sujeto desconocido lo miró a él directamente, casi evaluándolo. Este era alto y llevaba el largo cabello castaño oscuro suelto y un poco por debajo de los hombros, a pesar de que debía estar ya por los cincuenta. Usaba un fino bigote y barba de perilla; sus gafas metálicas de montura redonda, enmarcadas por sus cejas fruncidas, delgadas y rectas, ocultaban parcialmente los ojos que le parecieron de un tono verde ligeramente familiar. La manera en que el hombre lo contempló, como si sintiese curiosidad y repulsión al mismo tiempo, aparte de enfado mal disimulado, le pareció a Levi inquietante e incluso descortés. Él estaba a punto de soltarle un mal comentario sobre su mala educación cuando las palabras de Hannes lo detuvieron.

—Da saludos a Carla de mi parte, Grisha. Y dile a Mikasa que pase a saludarme uno de estos días antes de que tenga que regresar a Trost —se apresuró a decir el dueño del local como si desease con desesperación que el otro hombre se marchase de una buena vez y así detener un desastre inminente.

Y fue en ese momento que su cerebro comenzó a recordar detalles y a encajar todas las piezas de las pequeñas cosas que el mocoso le había ido contando sobre su vida. La actitud combativa de Nanaba, la familiaridad de Hannes con el recién llegado… Mikasa…

Que mierda. Aquel hombre, sin duda alguna, era el padre de Eren.

—Vámonos de aquí —le dijo Hange de pronto, agarrándolo de la maga del abrigo y prácticamente arrastrándolo fuera del local junto a Ludwig que llevaba sujeto por la correa. Por esa vez, Levi se dejó hacer sin protestar, demasiado confundido todavía con lo que acababa de ocurrir.

Una vez estuvieron de regreso en el paseo marítimo, donde ya la mayor parte de los puestos de comida y venta de productos estaban comenzando a cerrar sus puertas, su amiga lo soltó y se volvió para mirarlo. Hange, como casi siempre, se mostró curiosa e intrigada, pero también algo intranquila.

—¿Conoces a ese sujeto? —le preguntó de inmediato.

Él negó con lentitud.

—No realmente. Es la primera vez que lo veo —respondió con honestidad, a pesar de que era una verdad a medias. Ella le lanzó una mirada escéptica.

—Pues no lo parecía. De hecho, creí que iba a intentar golpearte a la menor provocación y que tendría que intervenir antes de que lo mandases al hospital a trozos. Te miró como si te detestase, enano —añadió esta con preocupación—. ¿Qué desastres has estado haciendo desde que llegaste a la ciudad que no me hayas contado, Levi?

—Tch, deja de imaginar mierda, Hange. Ya te he dicho que no lo conozco de nada, ¿no? —Le espetó con molestia—. Supongo que no le agradé y punto. A veces suele ocurrir.

La mirada de completo escepticismo que esta le lanzó distaba mucho de ser tranquilizadora, pero por lo menos sirvió para dejarla callada un rato.

Tras unos cinco minutos de silencioso paseo por la vía que llevaba al puerto, Hange se paró en el desvío que tomaba directo a la calle que subía hacia su casa y donde solían separarse habitualmente. Levi le entregó la correa de Ludwig y el animal lloriqueó bajito, como si no deseara despedirse, por lo que él le rascó tras las orejas con cariño.

—Por esta vez fingiré que te creo, Levi, pero por favor, intenta no meterte en líos imposibles —le pidió ella; un deje de ansiedad tiñendo sus palabras—. Esta ciudad no es como Stohess o Mitras donde viven miles de personas; aquí todo el mundo se conoce y las habladurías se disparan —le advirtió. Con un gesto cariñoso que él detestó, esta volvió a revolverle el cabello negro y le sonrió, señalándole con la barbilla la caja que cargaba—. ¿No tienes que entregárselos a cierto chico de ojos verdes? Pues buena suerte con eso, enano. Que te aproveche —le dijo con infantil alegría a modo de despedida mientras se encaminaba calle arriba junto a su mascota.

Levi, por su parte, se quedó plantado allí, contemplando a Hange marcharse con Ludwig y oyendo el mar a la distancia rugir embravecido a causa del viento que lo agitaba. Pensando en todo lo ocurrido la noche anterior y aquel día, en lo que podía significar ese encuentro con el famoso doctor Jaeger, porque así como él lo había reconocido, era obvio que el médico lo reconoció también a él. Llevaba tantos días de un lado a otro con Eren que era lógico que muchos asumieran que eran buenos amigos o algo más, y tal y como le recordó Hange, aquella era una ciudad pequeña donde casi todos se conocían y hablaban. ¿El padre del mocoso tendría la idea equivocada de que Eren y él eran pareja? Por la manera en que lo miró, como si deseara asesinarlo, de seguro que sí. Además los comentarios de Nanaba solo sirvieron para incrementar esa sospecha.

Tch, era una auténtica putada, pero le daba igual, se dijo Levi. Por él, que le diesen al cabrón del médico. En su opinión, Grisha Jaeger era un completo bastardo. Solo esperaba que aquel asunto no le trajese muchos problemas al mocoso.

¿Cómo era posible que dos extraños llegasen a ser tan cercanos en un tiempo tan corto?, se preguntó mientras enfilaba rumbo a su casa a paso lento. Le parecía tan imposible, tan improbable, pero allí estaban ambos, a solo un paso de mandar a la mierda todo el sentido común y arriesgarse en aquella locura. Pero ya no quería pelear más, ¿para qué? Prácticamente había perdido la cabeza por el joven fotógrafo casi nada más conocerlo, ahora era su corazón el que peligraba cada vez más.

Sí, él y Eren de momento solo eran dos desconocidos que se conocían demasiado bien, pero Levi quería cambiar eso. Porque ya no le era suficiente, no le alcanzaba. Deseaba que el chico fuese alguien importante en su vida, durante el tiempo que aquello pudieses durar. Tal vez, si en aquella ocasión tenía suerte, para siempre.

Tomando finalmente una decisión, sacó su móvil del bolsillo de su abrigo y buscó en la agenda hasta hallar el número. Durante una fracción de segundos dudó, muerto de inseguridad, muerto de miedo, pero dejó estos de lado e inspiró hondamente, permitiendo que su aliento condensado escapara suave y despacio entre sus labios, ligeramente entumecidos por el frío. Cuando al fin discó la tecla y oyó el primer timbrazo del tono de llamada, sintió como los nervios remitían un poco y eran mutados en ansiosa anticipación.

—¿Levi? —oyó preguntar a la voz de Eren, nerviosa a incrédula al otro lado de la línea—. ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo?

Aquella, se recordó él, era la primera vez que lo llamaba directamente, sin tener que recurrir a un escueto mensaje que ocultaba mucho más y siempre le permitía medirse. Aunque ambos llevaban ya un tiempo mensajeándose, ninguno de ellos intentó jamás cruzar esa otra línea, quizás porque la consideraban un poco más íntima; era normal que el chico pareciese tan ansioso en ese momento. Levi estaba seguro de que este creía que él estaba a punto de palmarla o algo así. Que putada.

—Oi, mocoso, me debes una cena —le espetó cortante a causa de los nervios, odiándose al instante por tener tan poco tacto y ser tan condenadamente idiota. ¿Cómo demonios arreglaba eso?

—¿Ah? ¿Una cena? ¿Qué cena, Levi? —fue la confundida respuesta de Eren a su demanda.

Molesto consigo mismo y con ese mocoso idiota, él comenzó a perder la paciencia junto con el valor y pensó en la posibilidad de cortar la llamada para así acabar con el sufrimiento de ambos. Sería tan condenadamente fácil…

—Que me debes una cena —repitió a regañadientes, y el golpe de calor en sus mejillas fue un claro indicio de que acababa de sonrojarse. Joder, lo que le faltaba—. Ayer dijiste que cocinarías para mí, ¿no? Pues te recuerdo que esas malditas verduras comenzaran a pudrirse cualquiera de estos días —masculló—. Ven hoy.

—¿Quieres que vaya hoy a prepararte la cena? ¿Ahora?

Levi ahogó un gruñido de fastidio.

—¿Sabes qué? Olvídalo.

—¡No, no! ¡Voy! —se apresuró a decirle el chico. Parecía casi al borde de la desesperación—. ¡Voy! Solo dame media hora y estaré allí. Debo dejar, unas cosas listas y avisar a Armin y…

—Eren.

—¿Sí? —le preguntó el fotógrafo un poco preocupado.

Levi, luego de pensarlo un instante, finalmente se atrevió a decirle la verdad que parecía estar desesperada por salir de sus labios.

—Solo… quiero verte; solo eso. Quiero verte hoy.

La ricilla queda y nerviosa que oyó al otro lado de la línea fue como un bálsamo agradable. Seguía haciendo un frío de los mil demonios allí afuera y, aunque ya no lloviznaba, el viento arreciaba colándose por las pequeñas rendijas que dejaba la ropa; aun así, Levi se sentía extrañamente cálido por dentro. Feliz de una manera simple y sencilla en la que no lo había estado desde hacía tiempo. Quizás desde mucho antes de que Farlan muriera; antes incluso de que él mismo comenzara a complicar su vida.

—Yo también quiero verte —le dijo Eren en respuesta, con aquella sinceridad que Levi estaba comenzando a conocer muy bien—. Estaré allí enseguida. No tardaré.

Tras colgar y volver a guardarse el móvil en el bolsillo, reanudó su marcha con paso renovado. En verdad deseaba llegar a casa; en esa ocasión tenía un motivo para hacerlo.

Y aunque ahora ambos solo fuesen dos extraños a los que el destino había reunido, tal vez, dentro de unos años, ya solo serían Eren y Levi, y el futuro que pudiesen tener juntos.

Aquello, se dijo, no le parecía un plan tan malo después de todo.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Gracias por leer; espero que el capítulo resultase de su agrado y que compensara el tiempo invertido.

Lo segundo, es pedir disculpa por estos días de demora, pero como ya comenté en el capítulo anterior, la amabilísima Akira Kousei está haciéndome el gran favor de betear los capítulos y eso requiere un poquito más de tiempo y esfuerzo, sobre todo por parte de ella. Así que también un agradecimiento gigante para esta, a quien, temo, volví ayer un poquito loca con mis pequeños ataques de ansiedad. Si los capítulos llegan a ustedes más bonitos y cuidados, ya saben a quién se debe ese gran trabajo, así que, ¡muchas, muchas gracias, Akira!

Por lo demás, creo que este capítulo ha sido un poquito más tranquilo. Un respiro entre todas esas emociones un poco descontroladas e intensas que, a veces, parece haber entre Levi y Eren. Además, en esta ocasión, a Levi le ha tocado estar rodeado de mujeres de carácter fuerte, así que ha sido un capítulo muy divertido de escribir para mí, y espero, de corazón, que lo haya sido para ustedes de leer. Y con esta entrega ya damos paso, oficialmente, al comienzo del descubrimiento de la vida y el pasado de Eren que han sido tan poquito tocados hasta el momento. Por supuesto, espero me acompañen, y lo acompañen, en ese viaje.

También me gustaría aprovechar el que bastantes de por aquí leen más de una de mis historias, para avisar sobre las actualizaciones y disculparme por el enorme atraso que llevo. La semana pasada fue un poco caótica para mí por tres cosas, principalmente: la primera es que he tenido un poco de dolor en el hombro izquierdo, algo que para mí, como violinista, es sinónimo de catástrofe; así que por ello he ido bajando el ritmo con muchas cosas para descansarlo y evitar que pueda pasar a una tendinitis. Además, también tuve bastante trabajo con las clases que doy, motivo por el cual llegué un poco cansada a casa la mayor parte de los días, así que pasaba pocas horas en el pc. Pero, sin duda, lo peor de todo, fue el último capítulo del manga, que me dejó muy desanimada a la hora de inspirarme a escribir y me obligó a intentar reencatarme con la pareja antes de poder continuar. Pero ya voy en camino, una vez más. Amar en Tres Tiempos está ya en proceso de escritura y debería salir esta semana sí o sí para poder darla ya por concluida; y también espero poder ponerme con el nuevo capítulo de Cantarella.

Nuevamente les recuerdo que la amable Akira beteará casi todas las historias, así que puede que las fechas tentativas que ponga en el calendario se atrasen dos o tres días; por ese motivo es que he decidido que, cuando una de ellas pase a beteo, pondré en este que se encuentra en ese proceso para que puedan calcular cuando un capítulo estará más o menos listo. La única de mis historias que queda fuera del calendario será Ese algo llamado Amor; no lo hago por discriminarla, simplemente que, al ser una historia de viñetas, iré sacando los capítulos cuando tenga ganas y tiempo, así que probablemente salgan dos o tres viñetas por semana.

Una vez más reitero mis agradecimientos hacia todos los que leen, dejan sus comentarios, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos o notificaciones. Siempre anima, créanme. Sobre todo cuando los ánimos están un poquito bajos.

Un abrazo enorme a la distancia y mis mejores deseos. Hasta la siguiente,

 

Tess


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