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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 14:

Círculos en el Agua

 

Los círculos en el agua clara

se desplazan a partir de la piedra que cae

pero la profundidad del estanque permanece inalterada.

(Alberto Blanco, Teoría Cuántica)

 

 

 

Mientras se afanaba en calentar lo que había quedado de la cena de la noche anterior, Levi observó nervioso como Erwin invadía su sagrado espacio, paseándose por la sala de estar como si esta le perteneciera e inspeccionando sus cosas sin ningún reparo, sacándolas de su sitio cuando alguna le interesaba y dejando en ellas tantas huellas dactilares que luego sería una putada de trabajo quitarlas todas. Joder, su TOC estaba a punto de hacerlo sufrir una crisis a causa de todo ese toqueteo innecesario.

Ciertamente, se dijo, era inquietante tener a ese hombretón rondando por su casa. Las visitas de Erwin Smith por lo general le creaban un montón de inconvenientes, y, el principal de ellos, era que este, a causa de su aire paternalista y severo, era un maldito entrometido que se empeñaba en arreglarle la vida.

Tch, como si él lo deseara, pensó Levi con molestia. Erwin no llevaba ni una hora en Shiganshina y ya deseaba mandarlo de regreso a Mitras de una patada en el culo.

De pie frente al estante lleno de libros, su amigo lucía casi como el modelo de una de aquellas populares revistas de modas. Su alto y musculoso porte se veía acentuado por los vaqueros azules y la ajustada camisa blanca de corte informal que llevaba ese día, luciendo impecable incluso después del largo viaje en coche que acababa de hacer. El rubio y corto cabello, un poco más claro que sus tupidas cejas, estaba perfectamente peinado hacia atrás para dejar su cincelado y fuerte rostro al descubierto, lo que resaltaba su atractivo. Erwin, sin prestarle atención a su escrutinio, sacó un libro y comenzó a hojearlo con su parsimonia habitual, actuando con la misma soltura y comodidad que utilizaba cuando estaba en su propio hogar.

A menudo, Farlan solía decirle que el hecho de que este se mostrara siempre tan estricto, autoritario y mandón, era la verdadera razón de que Erwin comenzara a escalar puestos en el ejército de forma tan rápida y eficiente. Él, tras tantos años de conocerlo y después de pensarlo un poco, empezó a creer que quizá su expareja había tenido toda la razón. Smith no solo poseía una mente táctica privilegiada, sino que también la capacidad para dar órdenes y que el resto deseara seguirlas ciegamente.

—Oi, Erwin, esto ya está casi listo, así que ayúdame con los cubiertos y el resto de las cosas, ¿quieres? No pienses que el alojamiento te saldrá gratis —le soltó mientras apagaba el fogón donde calentaba el estofado de pollo con verduras que comerían. Estirándose un poco, rebuscó en el estante superior un par de platos para servirlo y los colocó sobre el mesón—. Y deja de hurguetear en mis cosas, sabes que me cabrea un huevo.

Este se volvió a verlo y le sonrió indulgente, casi como si Levi fuese un pequeño mocoso malcriado haciendo alguno de sus berrinches y Erwin el padre benévolo y paciente que estaba acostumbrado a soportarlos. Durante unos cuantos segundos las miradas de ambos se enfrentaron, azul contra gris, pero, pasado un momento de inmutable reto mutuo, su amigo suspiró quedamente y volvió a dejar el libro que sostenía en su sitio de la estantería. Un par de largas zancadas le bastaron al otro hombre para cruzar el espacio que era la sala y llegar a la cocina.

—Cuando llamé a Hange el otro día, ella me comentó que últimamente te mostrabas de mucho mejor ánimo; más amable y contento, incluso —le dijo Erwin mientras rebuscaba en el cajón del estante inferior, que él le indicó, los cubiertos que iban a necesitar y los disponía sobre la isleta—. Me pregunto si tu mal humor de hoy se debe a que, por motivo de mi llegada, no has podido quedar con ese chico al que pareces tan apegado.

Levi soltó un débil siseo y dejó de servir la comida en los platos al sentir como un par de calientes gotas del estofado salpicaban el dorso de su mano derecha, así como también el mandil azul que llevaba puesto sobre su blanco suéter de cuello vuelto y sus vaqueros negros. Joder, aquel comentario del otro realmente lo había sorprendido.

A pesar de que estaba más o menos mentalizado para soportar un interrogatorio tipo Tercer Grado por parte de ese hombre a causa de su incipiente amistad con Eren, no esperaba que este fuese tan pronto. Por lo general Erwin, tan listo como solía ser, siempre aguardaba hasta encontrar la mejor oportunidad para desarmar a su enemigo y obtener así la información que deseaba. Que no tuviese esa precaución ahora solo podía significar que estaba demasiado curioso sobre el tema.

—Tch, Eren no tiene nada que ver con esto, solo me cabrea que andes registrando mi casa como si fuese tuya —se excusó él a toda prisa, quitándose el mandil para dejarlo colgado donde correspondía. Bajo la atenta mirada de su amigo, tomó los dos platos recién servidos y los llevó a la isleta de la cocina, dejándolos allí junto a la ensalada surtida que acababa de preparar y todos los demás utensilios que el que otro ya había dispuesto—. Además —continuó—, no es como si pasásemos juntos todo el día. El mocoso también tiene su vida y sus obligaciones.

Una de las gruesas y rubias cejas de Erwin se arqueó ligeramente hacia arriba, como una perfecta mueca de incrédula burla. Levi frunció el ceño, pero este no pareció notarlo o simplemente decidió pasarlo por alto, como solía hacer muchas veces cuando él intentaba demostrarle su molestia. Ese maldito era un verdadero cabrón cuando se lo proponía.

—No he dicho lo contrario, Levi, así que no te sulfures conmigo. Solo estoy haciendo algunas suposiciones respecto a lo que Hange me ha contado. Ella opina que tu relación con Eren es bastante interesante, ¿sabes? Y, lo cierto es, que no puedo estar en desacuerdo respecto a ese punto. Tú no eres el tipo de persona que se comporte así con alguien a quien prácticamente acaba de conocer.

—Oi, oi, para ahí, Erwin. ¿Es que ustedes dos no tienen nada mejor que hacer que ponerse a parlotear sobre mi vida privada cada vez que se llaman? —le preguntó indignado, sintiendo que aquella intromisión era la gota que colmaba el vaso de su paciencia. Al ver que este se iba asentar ya a comer, le lanzó una mirada asesina—. Joder, lávate las manos primero; no seas cerdo. Estuviste toqueteando mis libros, ¡esas cosas están llenas de gérmenes!

Erwin alzó su azul mirada al cielo, como si estuviese implorando paciencia a una fuerza divina, pero acató sus órdenes y se dirigió al fregadero, pasando a su lado mientras se arremangaba la blanca camisa hasta los codos, sin darle importancia a su evidente enfado.

—No lo hacemos para molestarte, solo es que nos preocupamos por ti —aclaró mientras se enjabonaba las manos con fuerza y echaba a correr el agua para enjuagarse—. Después de Farlan… —su amigo guardó silencio durante un instante, pareciendo un poco incómodo, como si no supiera de qué modo proseguir con aquello. Él le tendió un paño limpio para secarse que el otro aceptó con un leve cabeceo en señal de agradecimiento—. Bueno, lo cierto es que, después del fallecimiento de Farlan, te volviste demasiado inestable emocionalmente, Levi; y también un poco autodestructivo. No puedes negarlo —lo amonestó Erwin con seriedad al ver que él iba a comenzar a replicar—. Fueron casi dos años en los que no hacías más que culparte por lo ocurrido, hasta que decidiste pedir una baja temporal por recomendación médica. Pensé que venir aquí te ayudaría a cerrar ciclos y te daría la oportunidad de comenzar otra vez sin toda esa carga emocional. Creí que vender la casa te serviría como una especie de catarsis para superar tu pérdida, pero, que decidieses quedarte un tiempo más en Shiganshina, en esta ciudad que tanto detestas… No, Levi; eso es algo que no logro comprender, por más que lo he intentado.

La evidente preocupación cargada de frustración que teñía la grave voz de aquel hombre, fue tan brutal como una bofetada para él y tuvo el mismo efecto, haciéndole despabilar y abrir los ojos a la realidad.

Levi sabía que llevaba muchos años dependiendo de la fuerte amistad que ambos se profesaban desde que estaban en la escuela militar. A pesar de lo muy diferentes que eran, de las miles de cosas que los separaban, como la infancia privilegiada de uno y la miserable del otro o sus fuertes y dispares convicciones en la vida, ellos jamás dejaron de ser amigos, por el contrario. Cada vez que en el pasado tuvo algún problema, fue Erwin quien estuvo a su lado para apoyarlo. Cuando Farlan murió y él deseó con desesperación hacer lo mismo a causa de la culpa que lo consumía, fue aquel hombre el que lo contuvo más de una vez, haciéndolo entrar en razón. Erwin y Hange habían sido siempre su mayor soporte, el único apoyo emocional que realmente tenía en ausencia de una familia, y tal vez por eso, Levi podía comprender que, para su amigo, la repentina aparición de Eren y todos los cambios que estaban produciéndose de forma tan repentina en su vida lo desconcertaran e inquietaran al mismo tiempo.

A pesar de que no le gustara admitirlo, sabía que él era el responsable de la preocupación de Erwin. Cuando decidió alargar su baja laboral durante un año para quedarse en la ciudad de su infancia, no tuvo el tiempo ni las ganas de hablarlo con este, escudándose en que no era un asunto de su incumbencia. En el momento en que Levi comprendió que extrañaba a Eren y deseaba regresar, todo comenzó a girar en torno a él como una vorágine de emociones descontroladas, por lo que antes de que supiera siquiera que hacía, le informó a su superior y amigo de sus planes sin mayores explicaciones. Levi jamás le habló a Erwin sobre el mocoso ni de lo mucho que su vida cambió tras conocerlo; no se dio el tiempo de contarle que muchas de sus decisiones estaban influenciadas por la aparición de este y el impacto que tuvo sobre él. Para su amigo, Eren era algo así como un simple conocido sin mucha importancia, por lo menos hasta que la entrometida de Hange comenzó a expandir rumores sobre ellos y armó todo ese condenado revuelo en torno a su relación con el chico.

Una auténtica mierda.

—Tch, como te gusta preocuparte por tonterías, anciano. Me quedo en Shiganshina porque me siento cómodo. Eren no es lo único que me mantiene aquí —mintió con descaro. Lavó sus manos con meticulosidad y, luego de secarse, sacó uno de los claros taburetes grises bajo la isleta de la cocina para sentarse frente a Erwin—. Además, no estoy seguro de querer vender la casa. Creo que me la quedaré.

Levi había soltado aquello casi con desgana, esperando que su amigo lo dejara pasar como un comentario casual, pero este se quedó estático al oírlo, sujetando con una mano la botella de vino tinto que estaba a punto de descorchar. Parecía escandalizado.

—¡Por Dios, Levi, pensé que ya estabas decidido a continuar con tu vida de manera más racional! Odias Shiganshina y tu trabajo no está aquí, ¿qué harás encerrado en esta ciudad al final del mundo? Solo te recuerdo que este periodo de descanso es para que puedas recuperarte bien, sanar del todo —Erwin volvió a posar la botella sin abrir sobre la oscura y gris superficie de la isleta y lo miró con absoluta seriedad, aquella que solía utilizar para dejar clara su total autoridad y que él detestaba en extremo—. Te necesitamos, Levi. Te necesito, de regreso y trabajando. Puedo aguantar un año sin ti, será difícil, sí, pero soportable. Pero no aceptaré más que eso.

—¿Y si decidiera retirarme del ejército? —preguntó él finalmente, dando voz a aquella posibilidad que llevaba algunos días dando vuelta en su cabeza. Esa pequeña idea que lo rondaba con insistencia casi desde que regresó y comprendió que sentía aquella ciudad más como su hogar de lo que le había parecido Stohess durante los últimos años.

—Si es una broma, te aseguro que no tiene ninguna gracia —añadió el otro, descorchando finalmente la botella. El suave plop resonó ruidoso en el pesado silencio que se instauró entre ambos.

Por una vez en su vida, Levi no se atrevió a mirar a Erwin para desafiarlo e intentar imponer su punto, porque se sentía injusto. Así que simplemente, cobardemente, se concentró en remover un poco el contenido de su plato con la cuchara como si con aquello pudiese obtener todas las respuestas del universo.

—Tch, claro que no es una puta broma, ¿quién bromearía con una mierda así? —masculló de mala gana. En esa ocasión sus ojos grises sí se posaron en el serio semblante del otro—. Podría renunciar a mi cargo, ¿sabes? Al fin y al cabo, es mi decisión si deseo continuar o no.

—Sí, podrías —admitió el rubio hombre, calmado y tajante mientras servía en ambas copas un poco del líquido carmesí—. Pero luego, ¿qué, Levi? ¿Te quedarás aquí sin hacer nada? Has entregado demasiados años de tu vida al ejército como para desperdiciarlos de ese modo. Si te retiras antes de tiempo, perderás prácticamente todos tus beneficios, ¿te has parado a pensarlo siquiera?

Lo había hecho, vaya que sí; pero, cada vez que se lo planteaba y su parte racional lo convencía de que aguantar unos cuantos años más era lo correcto para su futuro, sus malditas emociones le decían que dejara de pensar tonterías y lo mandara todo a la mierda, que jamás podría volver a ser feliz en ese tipo de vida llena de arrepentimientos y malos recuerdos; que a pesar de todos los puntos negativos que esto podría acarrearle, de todo lo que perdería y del gran cambio que significaría para su vida, la respuesta siempre sería la misma: no deseaba volver a Stohess, y no solo porque Eren no estaría allí, sino porque se sentía incapaz de regresar a realizar bien su trabajo. La culpa de cargar con tantas muertes innecesarias acabó por convertirlo en otra persona, alguien ya no tan seguro de sí mismo y sus capacidades; y él sabía que, a pesar de la confianza ciega que su amigo seguía teniendo en su potencial y valía, jamás podría volver a ser el mismo sujeto frío y meticuloso de antes, el que nunca cometía errores. Ese Levi había muerto junto al resto de sus hombres.

—No me necesitas realmente, Erwin —le dijo con suave firmeza, teniendo la certeza de estar haciendo lo correcto a pesar de todo—. Lo harás muy bien sin mí.

Por primera vez en mucho tiempo, un dejo de inseguridad se albergó en ese par de ojos azules que conocía tan bien, haciendo que él sintiese un poco de remordimientos por ser el responsable de la intranquilidad del hombre al que le debía tanto. Demonios, ¿por qué todo debía ser siempre tan malditamente complicado?

—Entonces… ¿eso significa que lo has decidido ya? —le preguntó Erwin pasado un momento. Se llevó la copa a los labios y bebió un sorbo de vino antes de proseguir—: ¿Te quedarás de forma indefinida aquí?

Aunque la posibilidad de hacer Shiganshina su hogar de forma permanente solo había sido una idea rondando en su cabeza durante los últimos días, en aquel momento, tras confesárselo al otro y planteárselo ya como un hecho, Levi supo que era lo más adecuado, lo que realmente deseaba hacer. Lo que necesitaba si quería tener la oportunidad de comenzar a vivir nuevamente su vida, esta vez, de la manera apropiada.

—Sí, lo he decidido ya. Me quedaré —afirmó. Se llevó una cucharada del estofado a la boca, masticando y tragando con lentitud; su gris mirada volviendo a posarse en la de su amigo que lo contemplaba sumergido en un meditativo silencio—. Estando aquí, me he dado cuenta de lo que dejé de ser, Erwin; de todo lo que perdí cuando me marché a Stohess. No te negaré que existen muchos días en los que estar en este sitio es doloroso: por mi madre, por mi infancia, por Farlan y todo lo que no pudimos ser; pero también, por primera vez en mucho tiempo, me siento vivo, vivo de verdad. En esta ciudad soy un completo extraño; nadie me conoce, por lo que no tengo la presión constante de hacer las cosas bien porque debo destacar sobre el resto y revalidarme —admitió con pesar—. Aquí, en Shiganshina, no soy nadie, Erwin, y es por eso que puedo convertirme en lo que yo desee. Puedo comenzar mi vida desde cero y quiero hacerlo. Egoístamente, quiero darme esa oportunidad.

Levi jamás pensó que confesarle a su amigo sus miedos, sus deseos, sus necesidades, sería al mismo tiempo tan liberador como doloroso. Tal vez podía hablar tan libremente en ese momento porque era Erwin quien estaba a su lado. Erwin, que siempre fungió como figura paternal y estrictamente correcta dentro de su pequeño grupo de amistades. Erwin, que se mantuvo firme e inquebrantable junto a él cuando el mundo pareció venírsele encima tras perder a Farlan. Erwin, que, a pesar de no gustarle sus decisiones, lo entendería y lo apoyaría sin reservas ni recriminaciones, manteniéndose prudente y pragmático en espera de que él hiciera lo correcto, porque creía en sus capacidades.

—Ya veo —acotó este, bajando de un trago lo que le quedaba de vino en la copa y comenzando a comer también. Su expresión de inminente argumentación cambió a una de mediana aceptación, o resignación, mejor dicho; aun así, Levi no pudo evitar alegrarse por ello—. Supongo entonces —comenzó tras tragar— que te quedarás aquí con Eren, ¿no?

—Con Eren —concordó él, sin ningún tipo de duda.

Su amigo asintió en silencio, manteniendo como siempre aquel férreo control en sus emociones que en muchas ocasiones Levi había odiado tanto como admirado.

—Comprendo; aun así, y solo es una sugerencia —aclaró en primera instancia—, pero, ¿te planteaste siquiera la posibilidad de llevar al chico contigo a Stohess? Es una ciudad muchísimo más grande que Shiganshina y tendría mejores oportunidades laborales —al ver que él iba a comenzar a protestar, este levantó una mano para indicarle que esperase un momento y lo dejara continuar—. Sé que está estudiando fotografía, me lo contó Hange —confesó Erwin y, durante un breve instante, Levi pudo detectar un atisbo de vergüenza en sus ojos azules. Tch, maldito entrometido—, pero tengo algunos contactos gracias a mi padre, ¿sabes? Podría fácilmente conseguirle un traslado de universidad. Si Eren no quiere separarse de ti-

—Erwin, ¿te estás oyendo? —Lo interrumpió él con su pregunta, observándolo con total seriedad—. No puedo llegar y exigirle al mocoso que deje toda su vida aquí solo por mí, por acompañarme a una ciudad que ya no siento como mía y por un trabajo que ya ni siquiera me gusta. Además, Stohess no es para Eren; él jamás podría ser feliz en un lugar como ese. Nunca.

Últimamente Levi tenía muy pocas certezas en su vida, pero si de algo estaba seguro, era de aquello. El chico, tan acostumbrado a reflejar su alma en una imagen, a que sus ojos descubrieran un mundo fascinante y por completo desconocido para el resto cada vez que enfocaba su cámara, sería profundamente infeliz en una ciudad en la que apenas eras capaz de diferenciar a una persona de otra y donde jamás podría dar un paseo por la playa o el bosque. Stohess era una gran ciudad, tal y como su amigo acababa de recordarle, ciertamente Eren tendría más oportunidades de trabajo en aquel sitio y podría conocer a las personas adecuadas para hacerse un lugar en el campo de la fotografía, porque tenía el talento necesario, pero, ¿a qué costo? Él jamás sacrificaría el bienestar y la felicidad de este a causa de sus propias necesidades. Nunca más volvería a cometer el mismo error; aun dolía demasiado reconocer todo lo que se equivocó con Farlan.

—Solo era una posibilidad, Levi, no es para que te lo tomes como algo tan personal —La sonrisa, ligeramente irónica, que se dibujó en los labios de Erwin, lo hizo parecer un poco más joven de los treinta y siete años que tenía, sobre todo cuando lo miró con una diversión mal disimulada—. Por Dios, hombre, jamás te había visto tan determinado por proteger a alguien —le dijo con este con fingida sorpresa—. Si sigues así, comenzaré a pensar que, a pesar de apenas conocerlo, estás totalmente enamorado del muchacho

Nada más oír aquello, un ligero calor le azotó el rostro, denotando su azoramiento al saberse descubierto. Joder, ¿qué mierda le pasaba? ¡Ni que fuese un maldito adolescente primerizo!

—Quien sabe —murmuró con desgana, tomando él mismo su copa y dándole un largo sorbo a esta, dejando que el dulzón regusto del vino le llenara la boca. La aguda y especulativa mirada de su amigo lo hizo sentir casi desnudo y al descubierto, como si pudiese leer perfectamente en su interior y descubrir sus más profundos secretos. Frustrado, gruñó por lo bajo—. Tch, lo estoy. ¿Contento, cabrón? —admitió Levi a regañadientes.

Qué situación de mierda era esa, se dijo; Erwin llevaba menos de tres horas en su casa y ya le había confesado muchas más cosas en treinta minutos, que todas las que le contó durante el último puto año. Hange en verdad parecía tener razón respecto a ese asunto de la edad, se estaba ablandando.

—Vaya —comenzó el otro hombre con tono dubitativo—, parece que conocerlo sí ha sido algo impactante para ti.

A pesar de que esa azul mirada seguía sobre él, Levi pudo percibir el desconcierto bailando en sus oscuras profundidades tras su confesión. Era tan claro que Erwin jamás esperó que admitiera algo así… Tal vez, se dijo, porque en el pasado él nunca fue capaz de hacerlo con esa misma honestidad.

Mierda.

—Conocer a Eren ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida —le dijo, sin tomar aire apenas y sintiendo como cada una de aquellas palabras era una verdad perfecta y absoluta.

En aquella ocasión la sorpresa de su amigo fue evidente, para nada disimulada; casi como si su inesperada revelación hubiese sido un puñetazo directo para el que no tuvo tiempo de prepararse siquiera. Sus ojos, del color del mar de verano, lo observaban muy abiertos, con aquel ávido interés que Erwin siempre mostraba por las cosas que era incapaz de comprender del todo. Sin embargo, este cogió su copa, rellenándola una vez más antes de dar un largo y lento sorbo de ella.

El ligero sonido que produjo el cristal al posarse nuevamente sobre la pulida superficie de la isleta, le puso a Levi los nervios a flor de piel, como si estuviese en espera de una sentencia; tal vez lo hacía.

—Entonces —le dijo su amigo rompiendo el pesado silencio— tengo aún más ganas de conocerlo.

Levi chasqueó la lengua en señal de disgusto como era su costumbre, aunque en realidad estaba bastante aliviado. De verdad deseaba que Erwin conociera a Eren, porque sabía que, cuando lo hiciera, este lo comprendería. Necesitaba, aunque no quisiera admitirlo, que aquel hombre que tantas veces fue su respaldo, casi como un padre o hermano mayor, le dice su aprobación; que le confirmara que esa vez estaba haciendo lo correcto.

—Lo harás durante la puta comida de navidad, ya lo sabes. Solo pórtate bien con él, cabrón. No quiero que lo espantes —masculló a modo de amenaza, ante lo cual Erwin rompió a reír sonoramente.

—Si ese chico es capaz de lidiar contigo y tu mal carácter, Levi, no soy rival para él. No tengo ninguna posibilidad de asustarlo —soltó jocosamente—. Estoy seguro de que tu misterioso muchacho está hecho de un material mucho más resistente que la mayor parte de los soldados bajo nuestro mando.

Y eso, se dijo él, era algo tan cierto que no habría manera de negarlo.

Eren, pese a sus enormes problemas, a lo fragmentado y perdido que parecía muchas veces, era alguien especial sobre todo el resto. Levi estaba seguro de que a pesar de todo su sufrimiento y su alma despedazada, el chico seguiría insistiendo e intentando, luchando por seguir adelante. Quizás, esa era una de las cosas que más lo atraían de él, que le enseñara constantemente que, no obstante todo lo malo, de que la vida era una mierda la mayor parte de las veces, se podía continuar, porque siempre existía una luz al final del camino. Para Levi, ese pequeño resquicio de esperanza era Eren y el cómo había cambiado su vida tras conocerlo. Solo esperaba que, con el tiempo, él también pudiera convertirse en el refugio que este necesitaba.

—Ya lo creo que sí; te sorprenderás cuando lo conozcas. Además, se lleva bien con Hange. Tch, para lidiar con esa cuatro ojos demente sí que hay que tener fortaleza mental —masculló—. O estar muy loco.

—Ey, Levi, no te pases. Te recuerdo que Hange es mi exnovia —lo amonestó el otro hombre con fingida seriedad.

—Por eso mismo lo digo —señaló, torciendo los labios con repulsión; sin embargo, su mueca de asco pronto fue remplazada por un atisbo de sonrisa burlona—. Nunca llegué a entender cómo pudiste perder la puta cabeza de ese modo para enredarte con ella, Erwin. Siempre pensé que eras más inteligente.

Este rodó los ojos y volvió a concentrarse en comer con renovado entusiasmo, como si no hubiese ingerido comida en horas. Y tal vez fuera así, se dijo él. Si su amigo condujo desde Stohess durante el día anterior, conociéndolo como lo hacía, estaba casi convencido de que ese hombre obsesivo apenas y se dio tiempo de parar un rato para descansar.

—Porque es más lista que tú y yo juntos, amigo mío; además, Hange es una mujer excepcional, aunque sea un poco… intensa —admitió, sonriendo a su vez—. Y por cierto, estoy seguro de que si tú no creyeses lo mismo, no la habrías soportado todos estos años. Detestas a la gente idiota —el rostro de Erwin adoptó un gesto de extrañeza mientras miraba su plato casi vacío. Al levantar la vista para verle, parecía en verdad desconcertado—. Vaya, Levi, esto realmente está muy bueno. No sabía que estabas mejorando en la cocina. Pienso que te ha hecho muy bien este tiempo para ti. Siempre he creído, con firmeza, que es importante enfocarnos en nuestras debilidades y superarlas.

—Es porque lo hizo Eren —masculló mientras se echaba unas cuantas cucharadas a la boca, llenándosela para no tener que responder nada más. Sus ojos grises se desviaron a un punto indeterminado de la sala frente a él, aunque todavía podía sentir la atención de Erwin quemar sobre su persona. Un poco irritado, volvió a enfrentarse a este, enarcando una de sus oscuras y delgadas cejas. Masticó y tragó con fuerza antes de soltarle con rabia—: ¿Qué? Sabes que esta mierda de la cocina se me da fatal, y no aprenderé por más que lo intente. Tch, simplemente debería haberte descongelado algo. No te mereces esta comida, devuélvemela —le dijo intentado arrebatarle el plato casi vacío, pero su amigo le pegó un manotón en el dorso de la mano para alejarlo. Levi le lanzó una mirada asesina.

—No me estoy quejando, solo me he sorprendido —se defendió Erwin con tranquilidad, aunque era evidente que moría por echarse a reír—. Pero tanto Eren aquí y Eren allá me esta haciendo preguntarme porque demonios no están ya viviendo juntos. Demonios, si hasta te cocina —meneó su rubia cabeza y lo miró, muy crítico, como si quisiera perforar su cráneo para obtener directamente de allí las respuestas que ansiaba—. No comprendo por qué no estás saliendo de manera oficial con él, Levi, cuando es evidente que deseas hacerlo.

Dejando la cuchara sobre la mesa, se irguió un poco más en el taburete para quedar bien sentado y poder mirarlo fijamente. Eran tantas cosas las que quería decir, lo mucho que necesitaba explicarle a este sobre como conocer a Eren lo había cambiado, que se sentía a punto de explotar; pero no hallaba como sacarlo todo a fuera. Él no era bueno con esas mierdas de confesar emociones y todo eso; que ya le hubiese dicho tanto a Erwin era algo completamente anormal en su forma de ser; pero aun así, Levi sentía que necesitaba contarlo todo y, por una vez, Hange no le servía, porque ella parecía casi desesperada porque decidiera dejar todo atrás y se arriesgara en una relación con Eren. Su amiga jamás sería objetiva en ese asunto, pero el hombre que estaba sentado frente a él, sí.

Una sonrisa cargada de irónico y doloroso pesar curvó sus labios al pensar que la persona adecuada con la que podría haber hablado de aquello sin vergüenza alguna, la que lo hubiese escuchado e intentado aconsejarlo de la mejor manera posible, habría sido Farlan. Para este, todas esas cosas del corazón siempre habían sido lo más importante.

Joder, en verdad era un completo desgraciado.

—Porque han pasado demasiadas cosas, Erwin. Mías, de Eren… Yo… —dejó escapar casi todo el aire retenido en sus pulmones, sintiéndose completamente expuesto de una forma dolorosa y vulnerable— me siento insuficiente para él. Temo nuevamente apresurarme y tomar una decisión equivocada que termine lastimando a otros; lastimando a Eren. Joder, solo estoy siendo un puto cobarde, pero no sé cómo dejar de serlo.

La mirada que su amigo le dirigió estaba cargada de pesar, por el pasado y por ese presente tan incierto que tenía frente a sus ojos; pero, tal y como supuso que pasaría, Erwin simplemente asintió y, sin que se lo hubiese pedido, volvió a rellenar su copa de vino.

—Pues entonces tendrás que explicarme algunas de ellas, Levi. Que suerte tenemos que nadie nos molestará hasta mañana, cuando lleguen el resto de los muchachos; contamos con toda una larga tarde por delante. Además —Erwin movió un poco la botella a la que todavía le quedaba más de la mitad de su contenido—, aún nos queda bastante de este excelente carménère, así que puedes comenzar a hablar. ¡Qué afortunado eres de que sea tan buen oyente!

Y fue así como, a pesar de todas sus reservas, de todos sus sentimientos encontrados, se encontró hablando por las siguientes dos horas de Eren y toda aquella extraña historia que pareció formarse en torno a ellos dos. Esa relación cargada de emociones tan intensas como el batir del oleaje que azotaba la playa y de cicatrices tan profundas e insondables como el fondo de ese mismo océano. Por una vez, él abrió su corazón a Erwin y le explicó como su vida comenzó a cambiar drásticamente tras conocer al misterioso chico de los ojos verdes; aquel que, con solo una fotografía, trastocó su mundo por completo. Levi, sin reserva ni miedo alguno, le habló de cómo, al observar lo que lo rodeaba a través de los ojos de este, comprendió que sobrevivir no era lo mismo que vivir, y que la única vida que podía imaginar en ese momento, era con Eren a su lado.

 

——o——

 

Nada más bajar del autobús, Eren respiró profundo y se autoconvenció de que nada podía salir mal, por más que lo temiera.

Había calculado de manera casi estratégica la visita de aquella tarde de lunes a casa de sus padres. No era que tuviese realmente ganas de ir, pero el día anterior decidió saltarse a propósito la comida familiar y en cambio se pasó toda la jornada junto a Levi, vagando por el bosque y tomando fotografías, por lo que aún no tenía oportunidad de entregarle a su madre la corona navideña que Frida le dio para ella. Además, esa misma mañana, nada más despertar, recibió un mensaje por parte de su progenitora reclamándole por no haberlo visto en más de una semana; enfadar a Carla Jaeger, en su opinión, era una cosa de temer, motivo por el cual prefirió tragarse sus excusas absurdas y hacer acto de presencia en su antiguo hogar antes de la cena de Navidad.

Eran apenas las cinco de la tarde, por lo que él estaba seguro de que su padre demoraría por lo menos otras dos horas en regresar de la consulta, sobre todo teniendo en cuenta que al día siguiente sería veinticuatro de diciembre y este no abriría hasta el veintiséis, como era su costumbre. De todos modos, Eren había llamado a su madre con antelación esa mañana para avisarle de su ida y asegurarse de que esta estuviese en casa, esperándolo; además, como supuso que ocurriría, el pretexto de que llevaría los obsequios que tenía para todos ellos y que deseaba que fuesen una sorpresa, bastó para convencerla de que lo ayudase a que ni Mikasa ni Jean se encontraran allí durante su visita. Una pequeña mentira blanca por la que él no sentía ni una pizca de culpabilidad. Aquello, en su opinión, era mucho mejor que el dolor de cargar con tanta rabia, culpa y vergüenza; sobre todo vergüenza.

Por mucho que una parte suya deseara ver a su hermana y poder hablar con ella, otra, simplemente, sabía que las cosas entre ellos seguían lo bastante tensas para que aquel fuera un encuentro complicado, como todos los anteriores. Al parecer, dos años no eran suficientes para enmendar aquella ruptura en su relación filial.

Mientras subía la calle que enfilaba hacia la casa de sus padres, Eren no pudo dejar de admirarse de lo poco que allí todo parecía haber cambiado desde su infancia, a pesar del paso de los años. Las casas de adoquines amarillos y tejados a dos aguas de color rojizo que conformaban aquella zona residencial, seguían extendiéndose en largas hileras de viviendas de dos plantas, con acabados de madera en puertas y ventanas, así como cuidados jardines que en ese momento mostraban los pálidos tonos del invierno, contrastando con la colorida decoración navideña que engalanaba la mayoría de las viviendas. Las calles, tranquilas y desgastadas por el tiempo, ahora se hallaban bordeadas por los desnudos arces que ya habían perdido sus hojas, pareciendo tan desolados como el suave cielo gris que se extendía sobre su cabeza.

Al observar la inmensa bóveda que se expandía de forma infinita allí arriba, el recuerdo de un par de ojos de un color similar lo golpeó de improviso. Ojos que muchas veces se mostraban de un tono más turbulento y violento, mezclándose con el azul del mar profundo o los grises cambiantes y traslucidos de la obsidiana. Ojos que parecían haberse clavado a fuego en su mente y que él no deseaba más que fotografiar y fotografiar.

Pensar en Levi, en todo lo que habían compartido el día anterior, le hizo desear tenerlo realmente allí. Eren estaba seguro de que toda aquella situación sería mucho más fácil de sobrellevar si el otro hombre estuviese a su lado, sosteniendo su mano cuando todo diera demasiado miedo.

Dios, necesitaba tanto fotografiar… Si tan solo no llevara la cámara metida en el bolso y las manos llenas de paquetes…

Una vez llegó a la puerta, dejó las bolsas que cargaba en el suelo y llamó al timbre. Aunque él todavía conservaba las llaves de la casa, ya no se sentía lo suficientemente cómodo para llegar y entrar allí sin más, por lo que esperó pacientemente a que su madre fuese a abrirle, observando como los tintados cristales laterales le devolvían su reflejo, sintiéndose satisfecho con el resultado.

A pesar de que para Eren vestirse de forma decente era una cosa más de necesidad que de gusto, cada vez que iba a visitar a su progenitora hacía un real esfuerzo por intentar lucir bien y presentable, porque sabía que para ella sí era importante. Por eso aquel día decidió dejar su cómodo anorak en casa y ponerse un abrigo marrón oscuro, mucho menos cómodo, y llevar sus mejores vaqueros negros además un grueso suéter de cuello vuelto en el mismo color, al igual que sus botines. Su largo cabello castaño, a diferencia del desorden habitual que era la mayor parte del tiempo, lucía bastante mejor peinado, aunque la negra bufanda que rodeaba su cuello ayudaba a ocultar parte del desastre. No tenía ánimos para soportar los continuos ruegos de esta para que le dejara cortárselo.

Los ligeros e inconfundibles pasos de su madre se oyeron presurosos por el corredor, ansiosa por llegar rápido hacia la puerta para abrirle. Nada más verlo, sus ojos ámbar, tan parecidos a los suyos en forma, se estrecharon de manera amenazadora, frunciendo sus marcadas negras cejas en un intento de regaño que no le funcionó en absoluto. Era demasiado evidente lo feliz que estaba por verlo y tenerlo allí.

Aquello lo hizo sentir tan egoísta y culpable…

—¿Qué voy a hacer con esa obstinación tuya, Eren? ¿Por qué simplemente no has entrado? —lo reprendió esta, poniendo ambos brazos en jarra, para enfatizar su disgusto. Era increíble cómo, a pesar de medir poco más de un metro sesenta y tener la corpulencia de una niña, sobre todo al ir vestida con un par de deslavados vaqueros azules y aquel enorme suéter amarillo claro que parecía engullirla, los enfados de aquella mujer seguían dándole un miedo mortal.

—Las he dejado en el departamento. Perdón —se disculpó él, pero la mirada que le dedicó su progenitora le dejó muy claro que no se tragaba su mentira; algo que quedó patente cuando una de sus veloces manos sujetó su oreja derecha, tirando de ella sin mucha suavidad.

—Ni siquiera lo intentes conmigo, Eren Jaeger, te conozco demasiado bien. Soy tu madre después de todo.

Él sonrió contrito a modo de disculpa, y aunque Carla intentó mostrarse dura un poco más, acabó cediendo, sobre todo cuando él se inclinó lo suficiente para rodearla con sus brazos en un suave abrazo.

—También bien me alegro de verte, mamá.

—Pues entonces deberías recordarlo más seguido. Estoy segura de que si no te hubiese escrito hoy temprano, no habría sabido nada de ti hasta mañana en la cena, ¡qué vergüenza! Además, no quisiste venir a comer ayer con nosotros —le reprochó esta, mirándolo muy seria—. Si fue por tu padre…

—No fue por papá. Simplemente tenía planes con un amigo —argumentó, sin entrar en más detalles de que su escapada con Levi fue la excusa perfecta para no tener que presentarse allí; casi como la prórroga de un condenado a muerte—. Venga, mamá, déjame entrar siquiera; así podrás seguir recriminándome lo mal hijo que soy de forma más cómoda. Estas cosas pesan bastante, y además hace un frío de los mil demonios aquí fuera; ya casi no siento los dedos.

Una vez estuvieron en el confortable interior de la casa, entrando nuevamente en calor gracias a la chimenea del salón que caldeaba el ambiente, Eren se encargó, durante los quince minutos siguientes, de entregarle a su madre la gran cantidad de paquetes que llevaba consigo, los cuales consistían en sus propios obsequios para su familia, más aquellos enviados por Armin y las chicas. Carla, por supuesto, se mostró encantaba con la corona regalada por Frieda, obstinándose en colocarla de inmediato en la puerta de entrada y no quedándose satisfecha hasta que él acabó por ceder a su petición y colgarla donde y como ella deseaba.

Una vez ingresaron a la cocina, tan luminosa como siempre gracias al amplio ventanal que daba al patio trasero y a su decoración en blanco prístino y alegre amarillo que coloreaba las paredes y las encimeras con sus correspondientes electrodomésticos, Eren se quitó el abrigo y se dejó caer sentado en una de las robustas sillas de clara madera rústica de la mesada central. El reconfortante aroma a manzana y canela lo hizo retroceder a su infancia, permitiéndole por un momento olvidarse de todos sus problemas e inseguridades, siendo feliz por el simple hecho de estar allí. Quizá, se dijo, aquel extraño efecto fuera porque la casa tampoco había cambiado demasiado a lo largo de los años, manteniendo su estructura de vivienda campestre con sus muebles rústicos y sencillos, así como su atmosfera de acogedora familiaridad. A pesar de haber sufrido alguna que otra pequeña remodelación durante el último tiempo, como la unión del salón y el comedor en una sola y larga estancia, mucho más grata y cómoda, o el haber convertido su antiguo cuarto de la segunda planta en un despecho de trabajo para su padre, todo asemejaba ser casi igual que en sus recuerdos. En el fondo, aquel sitio seguía siendo el mismo hogar de su niñez y adolescencia, con todos sus recuerdos buenos y felices, así como también todos aquellos que acabaron por destrozarlo de forma irremediable.

—Estás demasiado delgado —protestó su madre tras observarlo con ojo crítico, soltando un pesado suspiro de desaprobación. Esta le quitó el abrigo de las manos y lo colgó con presteza tras el respaldo de su silla, alisándolo para borrar las arrugas. Luego, como si pensara que aquello iba a solventar en algo su problema, cortó una rebana más de tarta de manzana y se la puso en el plato que estaba frente a él, junto a la que ya acababa de servirle—. De seguro es porque no te alimentas bien y andas todo el día de acá para allá a causa de tus fotografías y la universidad. Armin me ha jurado que llevan una alimentación sana y saludable, pero… estás tan delgado, cariño —volvió a señalar ella con preocupación. De pronto, como si hubiese tenido una idea brillante, sus ojos ámbar se iluminaron y sonrió antes de decirle—: Sigo teniendo las mañana desocupadas desde que dejé de ayudar a tu padre con los asuntos de la consulta, así que no me molestaría pasarme por el departamento día por medio par-

—No es necesario, mamá, gracias —la cortó Eren, divertido, deduciendo ya hacia donde iba eso. Si aceptaba la «generosa» oferta de Carla, su amigo y él iban a terminar habitando en un hogar irreconocible a causa de sus modificaciones. Su madre era demasiado llevada a sus ideas e insistiría en cambiarles la vida a su antojo—. Te recuerdo que ya no soy un niño. Además, con Armin nos la apañamos bastante bien. Como de forma regular y decente, créeme. Descanso las horas que corresponde y soy capaz de llevar bien la limpieza y la colada. No tienes que preocuparte por eso —insistió él. Cortó un trozo de tarta para llevárselo a la boca, sintiéndose revivir al notar al como la dulce acidez de esta se expandía por su lengua—. Delicioso —le dijo con sinceridad, y en esa ocasión consiguió que la mujer sonriera, halagada.

—Anoche tu hermana me preguntó por ti —le dijo su progenitora mientras servía chocolate caliente para ambos; tras entregarle su humeante taza, se sentó frente a él, aparándose tras un hombro el largo cabello negro que tenía sujeto en una coleta suelta—. Le dije que estabas bastante ocupado con el asunto de las fotografías para la exposición y que deseabas aprovechar las vacaciones para ponerte con ello —comentó. Sus menudas y morenas manos envolvieron suavemente la taza, como para darse calor, sin embargo, cuando levanto la mirada para buscar la suya, lucía muy afligida—. ¿Cuándo harán las paces, Eren?

La pregunta de su madre fue como un doloroso aguijonazo a su corazón; pequeño e insignificante en un principio, pero el cual, sabía, poco a poco iría extendiendo su veneno hasta que, al final de ese día, le resultaría casi insoportable el respirar. No obstante, se preguntó él, ¿cómo podía explicarle a esta la situación que los aquejaba? No era tan simple como abrir la boca y soltar la verdad sin más. Por mucho que Carla lo amara, Eren estaba seguro de que ella no lograría comprenderlo; tal vez incluso, al enterarse de lo ocurrido, lo hallara culpable, y él sabía que eso no sería capaz de soportarlo. Además, no era como que odiara a Mikasa, ¿cómo iba a hacerlo si ella era, después de todo, su hermana pequeña? Pero, tras lo sucedido dos años atrás, el amor que ambos se tenían parecía demasiado frágil y quebrantado; un pálida sombra de los que había sido. Quizás, algún día, todo lo ocurrido entre los dos doliese menos y finalmente las cosas podrían volver a ser como antes.

—No podemos hacer las paces porque no estamos peleados, mamá —una nueva y pequeña mentira que agregar a la enorme montaña que parecía estarse formando en torno a su vida. Había tantas de ellas que muchas veces ni él mismo lograba definir donde estas acababan y comenzaban las verdades—; simplemente, nos hemos distanciado un poco. Ella tiene su vida, y yo la mía. Vivimos en ciudades distintas, por lo que ya no nos vemos tanto como antes, pero hablamos casi todas las semanas —le recordó, lo que era prácticamente cierto. No eran llamadas memorables y jamás se extendían más allá de unos pocos minutos, los suficientes para saber si tanto su hermana como Jean se encontraban bien y como le iban las cosas en la academia militar; sin embargo, Eren cumplía con hacerlo, como cumplía con ir cada domingo a sufrir la tortura del evidente desprecio de su padre, aunque lo odiara.

—No sé cuál de ustedes dos es peor. Mikasa tampoco quiere decirme nada —masculló su progenitora, por lo visto sintiéndose bastante ofendida en su papel de madre conciliadora. Ojalá, pensó él, las cosas hubieran sido igual de fáciles que cuando eran pequeños y un regaño de esta, seguido de un par de disculpas y abrazos por parte suya y de su hermana, servían para limar cualquier aspereza entre ambos.

—Porque no ocurre nada. De verdad, mamá —insistió Eren; estiró una de sus manos para posarla sobre la de la mujer sentada frente a él; su bonito semblante todavía cargado de toda su preocupación maternal y la frustración de no poder hacer nada al respecto—. ¿Te gustaría ver un par de fotografías bonitas? —le preguntó finalmente, intentando apartarla por un momento de su inquietud.

De inmediato la expresión preocupada de Carla se tornó en una mucho más suave, asintiendo y sonriendo con sinceridad. Eren era muy consciente de que su madre entendía poco y nada de su trabajo, que para ella una fotografía suya era prácticamente igual que mil fotografías más, pero esta también siempre parecía sentirse contenta por el simple hecho de que él fuese feliz y tuviera algo que le permitiera esa alegría.

Cuando dos años atrás, Eren al fin se determinó a hablar con sus padres para decirles que no estudiaría medicina como estaba previsto que haría, la furia de Grisha solo fue templada gracias a la firme intervención de su progenitora. Carla, a diferencia de su padre, no se tomó a mal su decisión de seguir con la fotografía; de hecho, esta le confesó mucho después, que hasta se lo esperaba. Ella le dijo que siempre supo que él no era la clase de chico que podría dedicarse toda la vida a ser infeliz con algo que no le gustaba, simplemente se mantuvo al margen y callada, esperando el momento en que Eren abriera los ojos por sí mismo y eso ocurriera.

Ahora que lo pensaba con mayor detenimiento, algo bastante similar ocurrió cuando, tras una de sus muchas discusiones con Mikasa, acabó por confesarles a sus padres que era gay. Su padre en esa ocasión, más que enfadarse, simplemente no se lo creyó, alegando que él solo estaba un poco confundido debido a la edad y a los cambios de la adolescencia, que se le pasaría en cuanto madurara y conociera a la chica adecuada; incluso, hasta el día de hoy, este no lo asumía del todo y pensaba que Eren se homosexulizaba con el único propósito de molestarlo. Su madre en cambio, lo aceptó sin más, como si fuese algo normal que ya se esperaba, porque lo sabía desde mucho antes de que él mismo se diese cuenta siquiera.

En más de una ocasión incluso, Eren se había preguntado si, el que esta lo conociera tan bien, se debía al simple hecho de haberlo dado a luz; a que seguía siendo una parte de ella a pesar de que ya no estuviesen unidos de forma física.

Durante la siguiente hora, él y su madre se refugiaron en la comodidad del salón familiar, sentados muy juntos en el mullido y viejo sofá de suave tela beige, arrebujados bajo una manta para mantener el calor producido por la chimenea frente a ellos y bebiéndose el resto del chocolate mientras veían algunas de las fotografías que tomó el día anterior en el bosque. Así, rodeados por toda aquella atmosfera navideña que otorgaban los innumerables adornos de acebo y muérdago diseminados por la estancia y el gran árbol bellamente adornado, ubicado en un rincón cercano al ventanal central, era casi como sentir que había regresado a su infancia.

Esa misma mañana, al no tener trabajo agendado, Eren había aprovechado de pasar todas las fotos al ordenador y así clasificar las que deseaba mantener para la muestra y cuáles no. Finalmente, y tras pensarlo mucho, acabó decantándose por tres de las fotografías, las cuales trabajaría un poco antes de presentárselas a Moblit cuando se reanudaran las clases. Antes de tomar cualquier decisión quería que este las viera y le diese su opinión al respecto, aunque en el fondo él estaba casi seguro de que a su maestro le gustarían.

A pesar de que Carla no era tan perspicaz como Levi a la hora de expresar su parecer sobre su trabajo, el enorme entusiasmo que siempre mostraba por lo que hacía compensaba con creces sus escasos conocimiento en la materia, haciendo que para Eren fuera agradable el compartir ese pedacito de su vida con ella. Cuando su madre pareció verdaderamente encantada con un par de fotografías del bosque de secuoyas y de la cascada, él prometió ampliarlas para ella y obsequiárselas pasadas las fiestas, lo que hizo que esta se emocionara hasta lo imposible.

En el momento que la mujer notó como sus ojos verdes vagaban hacia el bonito y antiguo reloj de péndulo que decoraba una de la amarillas paredes del salón para corroborar la hora, por segunda vez en menos de cinco minutos, dejó escapar un pesado suspiro y apartó la manta multicolor que los cubría, poniéndose de pie un poco desanimada.

—Supongo que ya tienes que marcharte —le dijo ella como una suave regañina. Eren no pudo más que sonreírle contritamente a modo de disculpa—. Podrías quedarte a cenar, ¿sabes? Mikasa y Jean han ido a visitar a la madre de este, pero prometieron regresar antes de las ocho —le explicó mientras acababa de doblar la manta, mirándolo esperanzada—. De seguro les alegrará muchísimo el verte antes de mañana, Eren. Sé que tu padre, estando Mikasa aquí, se portaría bien.

Él, poniéndose también de pie, se acercó hasta donde su madre estaba para abrazarla, depositando un suave beso sobre su frente.

—Lo siento, mamá, pero creo que es mejor no tentar la suerte. Estoy seguro de que verme dos días seguidos sería más de lo que papá podría soportar —le dijo con seguridad.

Ella levantó el rostro para mirarlo, frunciendo el ceño para demostrar lo muy en desacuerdo que estaba con eso y, evidentemente, dispuesta a protestar. Eren, apenas conteniendo una sonrisa, negó con un leve movimiento de cabeza para aconsejarle que no lo hiciera, porque no le haría cambiar de opinión. De inmediato en su bonito semblante moreno se dibujó una mueca de enfadada obstinación, pero se quedó callada. No pudo evitar preguntarse si sería así como él mismo lucía cada vez que se negaba a ceder a alguna de las tantas cosas que se le metían en la cabeza.

Levi, de seguro, le diría que sí.

—¿Por qué… estás saliendo con alguien? —Le preguntó ella de repente, dubitativamente; volviéndolo de golpe a la realidad—. ¿Te preocupa que tu padre esté enfadado contigo por eso?

Eren, pestañeando despacio, la soltó delicadamente antes de dar un par de pasos hacia atrás y cruzar los brazos sobre el pecho, casi como si fuese una barrera de defensa entre ambos. A pesar de sentirse un poco sorprendido y ofendido, no pudo más que sonreír al notar la clara curiosidad de su progenitora por saber la verdad. Levi tenía razón, su padre, como tantas otras veces, había comenzado a sacar conclusiones apresuradas sin consultarle siquiera.

Oh, demonios…

—Sí existe ese alguien por quien te estás preguntando, pero no estoy saliendo precisamente con él —aclaró de inmediato, enfatizando aquello—. ¿Fue papá quien te lo contó?

Ella asintió.

—Me dijo que le llegaron ciertos rumores a la consulta por parte de algunos pacientes. Decían que estabas saliendo con un chico recién llegado a la ciudad y que se les veía juntos todo el tiempo; que al parecer ibas en serio con él —explicó su madre con nerviosa presteza. Como si necesitara hacer algo con las manos, ella comenzó a alizar una y otra vez el suave tejido de la manta multicolor, como si eso pudiera calmar en parte su ansiedad. Sus ojos ámbar, a pesar de intentar lucir seguros, parecían cargados de una tristeza infinita—. La verdad es que hace un par de días se encontraron por casualidad en el café de Hannes, cariño. No se hablaron, por supuesto, pero Grisha lo reconoció de inmediato por el nombre y la descripción que tenía de él. No voy a mentirte, esa tarde tu padre regresó a casa bastante disgustado.

Ya se lo imagina, se dijo Eren. De seguro a este le había dado un ataque de ira al conocer a Levi y saber que todos esos rumores que circulaban sobre él de seguro tenían una base real, además de que su homosexualidad era un hecho. Lo único que lamentaba, era que todo fuese un simple mal entendido y ellos dos no estuvieran saliendo en realidad; quizás, eso hubiera compensado todo ese mal rato.

Oh, Dios… la cena de la noche siguiente sería un maldito martirio para toda la familia. Grisha, definitivamente, estaría insoportable con él.

—Levi y yo no somos novios, por si te lo estás preguntando. Solo amigos, mamá —esta lo miró no demasiado convencida, por lo que Eren no pudo evitar preguntarse si sus orejas habrían vuelto a traicionarlo, a pesar de estar diciendo por una vez la verdad—. Pero, sí; me gusta… Y puede que yo también le gusta un poco a él —acabó por confesar, sintiéndose un manojo de vergüenza y nervios, de sentimientos enredados y confusos.

En esa ocasión la mujer sí se sorprendió por su respuesta, pero de inmediato su bonito semblante se suavizó al comprender lo que le estaba diciendo. La dulce sonrisa que Carla le regaló, fue semejante a ver salir el sol después de innumerables días de lluvia: completamente cálida, brillante y maravillosa.

—Entonces, tendrás que presentármelo para poder agradecerle como corresponde, Eren —le dijo ella con naturalidad—. Hacía demasiado tiempo que no veía a mi hijo tan feliz.

Las palabras de su madre, sinceras y llenas de aquel sentimiento cálido y reconfortante que siempre parecía imperar en ella, envolviéndolo todo a su alrededor, provocaron que algo pareciera ablandarse dentro de él y deseara llorar.

A pesar de que Carla sabía de sus preferencias y las aceptaba, en todos esos años ella jamás le había preguntado si tenía una pareja ni nada parecido. Aquella, se dijo Eren, era la primera vez que su madre sacaba el tema, y que fuese ella misma quien le pidiera conocer a Levi, era algo para lo que él no estaba preparado ni sabía cómo enfrentar. Alegría, emoción, y tal vez mucho miedo, eran parte del sinfín de sentimientos que lo embargaban en ese momento; pero, sobre todo, aceptación, porque su madre le estaba diciendo que estaba bien; que no importaba si la persona que elegía para ser su compañero era alguien de su mismo sexo, que estaba bien; que mientras Eren fuese en verdad feliz a su lado, estaba bien. Aquello, para él, era el mejor regalo que esta podía otorgarle.

—Tu padre estará fuera durante una semana completa a mediados de enero —prosiguió su madre, como si ya diera por hecho el que le presentaría a Levi tal y como ella deseaba—. Tiene unas cuantas charlas a las que asistir en Mitras, así que me quedaré sola aquí, a pesar de que él me pidió que lo acompañase; pero ya sabes cómo detesto esa ciudad —le explicó con un gesto de desagrado, recordándole lo horrorosa que le parecía la capital del país y lo mucho que evitaba visitarla—. Tal vez podrías invitarlo a cenar a casa uno de esos días, ¿qué te parece, cariño? —le preguntó con sus brillantes ojos ámbar llenos de expectación. El entusiasmo de su progenitora ante la perspectiva de conocer al hombre que parecía haber cambiado su mundo por completo, era casi como el de una niña pequeña a la que han obsequiado un juguete que llevara largo tiempo deseando—. Pero tendrás que avisarme con tiempo para prepararlo todo; y decirme si hay algo que no le gusta comer, o si tiene alguna alergia. En verdad me enfadaré muchísimo contigo si lo traes de un día para otro sin decirme nada, Eren. Te lo advierto. ¡Oh, estoy muy emocionada con ello!

La risa escapó de sus labios sin poder evitarlo al oírla, y su madre lo miró contenta, como no lo hacía desde hacía mucho tiempo. Era como si también ella acabase de quitarse un enorme peso de encima, lo que le hizo preguntarse cuanta preocupación innecesaria le había provocado a la mujer más importante de su vida por todo lo ocurrido durante los últimos dos años. Saberse tan injusto le resultó bastante doloroso, pero se prometió compensarla. A partir de ese momento, se dijo, intentaría evitar que esta tuviese que pasar por más malos ratos debido a su causa.

—Se lo preguntaré —le aseguró finalmente. Volvió a abrazarla, apoyando la barbilla sobre su oscura coronilla, sintiéndola demasiado pequeña entre sus brazos. Él no recordaba cómo fue ni en qué momento sucedió, pero, antes de que se diese cuenta siquiera, era su madre quien debía levantar el rostro para mirarlo a la cara y era él quien debía inclinarse si quería besarla, invirtiendo sus papeles de toda una vida. Aun así, y a pesar de todo, seguía siendo esta quien le otorgaba confort y soporte en su peores momentos, del mismo modo en que siempre lo hacía cuando Eren no era más que un niño pequeño terriblemente llorón—. Lamento decir esto, y sé que te enfadarás, pero, ya debo marcharme, mamá.

Las protestas de su madre, por supuesto, no se hicieron esperar; pero, mientras lo hacía, esta lo instó a que la acompañase de regreso a la cocina donde comenzó a prepararle potes con comida que ya tenía reservada de antemano para él, como si no fuese a verlo durante un mes, aunque Eren estaría cenando con ella al día siguiente.

Una vez Carla lo obligó a guardarlo todo en una bolsa y estuvo satisfecha con el resultado, lo acompañó hasta la puerta, indicándole que se abrigase bien antes de salir y que al día siguiente llegase pronto; además de recordarle que hablara con Levi sobre su invitación. Él estaba seguro de que su progenitora no lo dejaría en paz sobre ese asunto hasta que el otro hombre le diera un «sí» por respuesta.

—Entonces no vemos mañana, mamá —le dijo Eren finalmente, depositando un beso sobre su morena mejilla y arrepintiéndose al instante cuando quedó a su alcance, ya que esta comenzó a remeterle la bufanda entre el cuello del abrigo, para que, seguramente, no se colara ningún resquicio de frío aire invernal al salir fuera, y haciéndolo sentir asfixiado en el proceso.

—No te retrases, ¿está bien? Sabes que tu padre no lleva bien la impuntualidad. Y cena en cuanto llegues a casa, Eren. Te he enviado suficiente comida para que compartas con Armin; ese pobre chico no ha crecido casi nada en los últimos dos años —añadió esta con evidente preocupación hacia la escasez de altura de su amigo; él, sin embargo, no se sentía con ánimos de explicarle que aquel problema era solo cosa de genética y no a causa de una alimentación reprobable, como de seguro creía ella. Cuando la mano de su madre se apoyó en su mejilla, acunándola, sonriéndole suave y dulcemente, Eren no pudo más que sentirse confortado—. Me alegra mucho saber que vuelves a ser feliz, hijo. Y quiero que sepas que, a pesar de lo que tú mismo puedas llegar a pensar, eres mi mayor orgullo.

Tras oírla, un pesado nudo, mitad lágrimas contenidas, mitad aflicción, le oprimió la garganta, haciéndole difícil tragar. Con algo de esfuerzo, una mueca similar a una sonrisa se formó en sus labios cuando le dijo:

—Pero no el de papá —Intentó sonar desinteresado, pero no lo logró del todo. El dolor patente en su voz le resultó tan patéticamente notorio, que él mismo se detestó por dejar traslucir su pequeña debilidad.

Carla lo miró con profunda congoja.

—No ahora, pero lo conozco tan bien como a ti, cariño, y sé que llegará al día en que comprenderá su error. Grisha es un buen hombre y te quiere, no lo dudes, por favor; solo necesita un poco más de tiempo para recordarlo —le aseguró ella con la misma convicción absoluta que se tiene de que cada día amanecerá tras el anochecer. La mano libre de su madre se apoyó sobre su corazón, latiente y palpitante, terriblemente consciente de todo el dolor que albergaba—. Somos como círculos en el agua, Eren. Por más que la superficie pueda verse alterada y distorsionada al ser removida, por más que a veces no nos guste el reflejo que se nos devuelve, en el fondo seguimos siendo solo nosotros mismos, inalterables y sin cambios. Es nuestra esencia, aquello que llevamos dentro, lo que en verdad importa, hijo. Mientras pueda ver que sigues siendo tú mismo, el chico dulce y bueno al que siempre he amado, me siento más que satisfecha.

Eren, con las emociones demasiado revueltas, fue incapaz de decir nada, simplemente se quedó allí, de pie, dejando que fuese su madre quien lo abrazara y contuviera; una vez más siendo ella su único soporte en aquel mundo destrozado.

Quería decirle que lo sentía, quería darle las gracias por estar a su lado; sin embargo, lo único que pudo hacer fue romper a llorar como no lo había hecho durante años frente a ella, permitiendo que, por esa vez, fuesen sus suaves palabras de consuelo y sus brazos acunándolo los que se llevasen lejos todo el dolor.

Él no supo cuando tiempo pasaron así, y tampoco le importó demasiado; no obstante, su progenitora le recordó, con toda su suavidad maternal, que se le estaba haciendo tarde y su padre llegaría pronto a casa, por lo que debería ponerse en marcha si no quería encontrarse con él.

Por una vez, y aunque resultase difícil creerlo, Eren no deseaba marcharse, o al menos, no deseaba dejar a su madre; pero sabía que su sitio ya no estaba allí, sino que mucho más lejos, en otro lugar. Una vida solitaria que él mismo eligió vivir tiempo atrás, cuando Armin le dio la oportunidad de escapar; deseoso por alejarse de los malos recuerdos; desesperado por enterrar al chico idiota y demasiado confiado que fue en su pasado.

Aun así, pensó cuando ya estuvo fuera de casa y tomó rumbo calle abajo para dirigirse hacia la parada del autobús, su madre acababa de decirle que, a pesar de todos sus intentos por cambiar, en el fondo seguía siendo el mismo, inalterable en esencia, inmutable; y aunque la idea a Eren le molestaba enormemente, también le reconfortaba un poco al saber que, pese a todo, no se había perdido tanto en ese proceso.

Círculos en el agua… ¿Qué pensaría Levi si le hablara de aquello?, se preguntó. ¿Encontraría parte de razón en el pensamiento de su madre o solo creería que eran tonterías?

Como si recordarlo hubiese abierto las compuertas de la necesidad dentro de él, ansío poder verlo, poder hablarle. Eren necesitaba que este calmase su inseguridad y le dijese que todo estaría bien. Deseaba que Levi lo ayudara a olvidarse del miedo que le provocaba la idea de tener que enfrentar la noche siguiente.

Dios, como odiaba la idea de cenar con su propia familia…

Ni siquiera había llegado a la esquina cuando finalmente se dio por vencido, decidiendo llamarlo. No podían verse debido a la visita de Erwin, pero las llamadas sí estaban permitidas, se recordó. Este le había dicho que podía hacerlo.

Armándose de valor y convenciéndose de que no era un error, apoyó la espalda contra el muro de una de las casas, recargándose en ella, y dejando durante un instante la pesada bolsa que cargaba en el suelo. Mientras buscaba el número de contacto de Levi en el móvil, se prometió a sí mismo que solo serían un par minutos; no quería interrumpir la reunión de este con su amigo, pero en verdad necesitaba hablar con él. Solo serían un par de minutos, con escuchar su voz le bastaba.

—¿Eren?

Oír su propio nombre jamás le pareció tan doloroso, aunque quizá, se dijo, eso se debiera a quien le estaba llamando. Para él, aquellas cinco letras cargadas de dudas fueron casi como mil doloroso y certeros puñales, dándole de lleno en el pecho y reabriendo viejas heridas. Eren intentó respirar hondo y tranquilizarse, pero, al no estar preparado para ese encuentro, todo comenzó a volverse difuso y caótico a su alrededor.

Tenía miedo. Estaba aterrado. Tan solo quería desaparecer.

Como pudo, sujetó el móvil con fuerza entre sus dedos temblorosos, temeroso de que este fuera a caer al piso y se estropease. Lentamente, como si fuera una condena, levantó el rostro hasta que su verde mirada se encontró con la castaña de aquel otro chico que llevaba ya meses sin ver.

Dios, era horrible saber que solo bastaba aquello para convertirlo en un manojo de dolor e inseguridad, de culpa y odio hacia sí mismo. Era injusto, era una mierda, y quizá por eso mismo él aún no lograba comprender cuanta de aquella falta era en realidad suya, su error. Donde, en aquella retorcida historia entre ambos, acaba su culpa y comenzaba la de aquel otro.

Aun así, Eren sonrió falsamente, sin muchas ganas, al alto chico de claro cabello castaño parado frente suyo que lo observaba curioso; adoptando, una vez más, aquella máscara que se había obligado a llevar hacía mucho tiempo atrás como un escudo. Su forma de lidiar con el sufrimiento antes de que este acabara por destrozarlo completamente.

—Hola, Jean. Ha sido un largo tiempo sin vernos.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero, de corazón, que la lectura fuese de su agrado y que valiera la pena el tiempo invertido en ella.

Por lo demás, ya está finalmente aquí el capítulo. Lamento la demora, me hubiese gustado tenerlo para la semana pasada pero el beteo ha demorado un poquito más de lo previsto. Aun así, si este capítulo ha llegado más bonito y cuidado para que ustedes puedan leerlo, es gracias a la amabilísima Akira Kousei y su gran trabajo arreglando mis muchos horrores. ¡Muchas gracias por eso, Akira!

Confío en que el capítulo fuera de su agrado, y me atrevo a pensar que después de esta actualización ya se han ido aclarando algunas cosas sobre el pasado de Eren, el cual se irá conociendo en mayor medida durante los capítulos venideros. Estoy muy contenta de haber podido presentar a Carla en esta entrega y mostrar así su relación con el muchacho, ya que será un peso importante en torno a la vida de este y el resto de su familia.

También espero que el final aclarara dudas, o mejor dicho, “la duda” (si es que no ha dejado más), sobre el pasado sentimental de Eren. Obviamente esto se irá resolviendo y explicando con mayor claridad durante los siguientes capítulos, pero ya es el primer paso para ello.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización es para Cantarella (sí, para aliviar a todas aquellas pobres almas que les ha tocado esperar tanto), la cual espero tener para la siguiente semana como muy tarde. Luego, nuevamente, regresaría a In Focus. Y entre viernes y domingo, las dos viñetas de Ese algo llamado Amor.

Sin más, agradezco nuevamente a todos quienes se han dado el tiempo de leer, comentar, enviar mp’s, votar, agregar a sus listas, favoritos y alertas. Siempre son mi mayor incentivo para continuar los días que los ánimos fallan un poco.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes. Espero tengan una feliz Pascua de Resurrección. Hasta la siguiente.

 

Tessa


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