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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 16:

Malas Costumbres

 

Cambiar viejas costumbres es cosa fuerte.

(Salvatore Rosa)

 

 

 

Nada más bajar del coche que tenía aparcado cerca de la casa de sus padres, la fina llovizna que había comenzado a caer hacía poco le mojó a Eren el rostro y el bien peinado cabello en cuestión de segundos. Una profunda bocanada del frío aire invernal, bastó para que sintiera como poco a poco comenzaba a derretirse el entumecimiento emocional que tenía dentro, el cual rápidamente fue remplazado por el terror que le provocaba imaginar lo que de seguro debería afrontar esa noche junto a su familia.

Luego de casi quince minutos encerrado en el jeep de Annie, intentando darse algo de valor, Eren comprendió que, por más que esperara, este no llegaría; así que se obligó a bajar del vehículo para dirigirse hacia la puerta del hogar familiar e ingresar a su tortura.

Dios, solo deseaba que la noche acabara de una vez para largarse de allí.

Hasta minutos antes de salir del departamento, mientras terminaba de arreglar las cosas que necesitaba llevarse, Armin le insistió para que fuera a cenar a casa de los Leonhart, donde su abuelo y él pasarían la velada. Una parte suya, la que estaba asustada por lo que de seguro vendría, pensó en aceptar. Sería tan fácil como llamar a su madre y explicarle que acababa de surgirle un imprevisto que lo obligaría a cambiar de planes, por lo que le sería imposible asistir a la cena familiar. Sí, era tan sencillo como soltar una pequeña mentira, lo que se le daba demasiado bien, se dijo con desagradable ironía. Incluso sabía que posteriormente podría lidiar con la decepción y el enfado de su progenitora, consiguiendo que lo perdonara en un par de días, pero aquello, ¿solucionaría algo? Eren sabía que no. A veces, aplazar una tortura, solo hacía que el miedo que esta generaba se acrecentara.

Nada más llegar a la puerta, él se miró en el vidrio lateral que la bordeaba, cerciorándose de que lucía presentable. La corona navideña que Frieda le había obsequiado a su madre colgaba bella y alegremente a la entrada de su antiguo hogar, otorgándole un aire festivo y familiar; una visión que, sin embargo, en vez de confortarlo le puso enfermo. Eren no deseaba estar allí.

Armándose de valor, levantó el brazo y presionó el timbre para llamar antes de que pudiera arrepentirse de su decisión.

Durante unos cuantos segundos contuvo la respiración, esperando nervioso a que alguien fuera a abrirle y rogando porque no fuese su padre. Su corazón estuvo a punto de detenerse cuando la alta y esbelta figura de Mikasa, enfundada en un bonito y corto vestido azul marino y un suave suéter blanco que llevaba abierto, apareció ante él. Su hermana, tan callada y seria como de costumbre, lo observó con detenimiento durante un instante, el suficiente para que la tensión reinante entre ellos desde hacía un par de años atrás volviera a encenderse y los hiciera sentir como si todo allí estuviese mal.

—Eren —le dijo esta con suavidad, al tiempo que una breve sonrisa asomaba a sus delgados labios—. Temía que no vinieras.

Él asintió en respuesta a su comentario e, intentando no pensar demasiado, la envolvió en un rápido abrazo que se sintió terriblemente impersonal y torpe. Todo, desde el sutil perfume avainillado que se colaba en su nariz hasta el cálido roce de la cachemira del suéter que esta llevaba, hacían sentir a Eren incómodo e incorrecto. Era horrible saber que el gran responsable de que las cosas con su hermana se estropeasen de ese modo no era nadie más que él.

—Mamá me hubiese asesinado si no me presentaba aquí esta noche. No me sentía tan valiente para correr ese riesgo —respondió medio en broma, pudiendo separarse finalmente de Mikasa. Su verde mirada recorrió de un rápido vistazo a la chica en frente suyo y volvió a asentir—. Trost te ha sentado bien, estás muy guapa —le dijo, logrando que esta bajara la mirada un poco avergonzada.

A pesar de que su clara intención era la de halagarla para intentar romper la tensión entre ambos, Eren no podía negar que cada una de sus palabras era verdad. Mikasa siempre había sido una chica bonita, algo que con el tiempo solo fue acrecentándose cada vez más. A diferencia de su madre, que era toda colores cálidos y vibrantes, los cuales él acabó heredando en su mayoría, su hermana tenía una belleza más pálida y fría con aquella piel nívea que resultaba casi translúcida y sus ojos de un gris oscuro que, velados por espesas pestañas negras, parecían tan indescifrables como un profundo pozo. A pesar de nunca haber sido demasiado femenina, Mikasa resaltaba entre el resto de las chicas sin proponérselo. Ahora, ya con casi veinte años, ni siquiera el hecho de que su lacio cabello negro luciera casi tan corto como en de un chico le restaba atractivo, por el contrario. Era lógico que un buen número de jóvenes se sintiesen atraídos por ella, incluido Jean.

—Por Dios, Mikasa, ¿es que no piensas dejar entrar a tu hermano? Afuera hace un frío horrible y está lloviznando. ¡Eren acabará enfermando!

La llegada de su madre fue la excusa perfecta para que ambos pudiesen dejar de prestarse atención. Esta de inmediato sujetó uno de sus brazos y tiró de él para guiarlo dentro, donde el agradable calor de la chimenea caldeaba el ambiente de toda la casa y se mezclaba con el tentador olor de la comida que, seguramente, ya estaba casi lista. De inmediato su progenitora se volvió a verlo, sus negras y expresivas cejas fruncidas en señal de desaprobación.

—Tengo una excusa válida —se defendió Eren antes de que Carla pudiese comenzar a regañarlo, y, tal y como había hecho con su hermana, se inclinó para abrazarla, aunque en esa ocasión sí fue un gesto sincero y cargado de cariño. A ella no pareció importarle en lo más mínimo que su vestido de punto amarillo pastel quedara lleno de gotitas de agua impregnadas en él por causa suya—. Hola, mamá.

Las pequeñas manos de ella rodearon su espalda en respuesta, dándole unas acompasadas palmaditas como cuando era niño y quería tranquilizarlo. Apartándose un poco, su madre levantó el rostro para mirarlo directamente. La leve y velada angustia que inundaba sus ojos ámbar le indicó a Eren que esta tenía muy claro que estar allí esa noche no era algo que a él lo hiciera demasiado feliz, pero que igualmente intentaría soportarlo del mejor modo posible. Por ella.

Era un sentimiento muy triste.

—Te dije que fueses puntual para que tu padre no tuviese excusas para reñirte —lo regañó Carla, tirando suavemente de su mejilla izquierda—. ¿Por qué eres un chico tan terco?

Eren se rio y la dejó ir con un poco de reticencia. Tras quitarse con cuidado el abrigo negro que llevaba, y que ahora se encontraba lleno de finas gotitas de agua al igual que su bufanda del mismo color, se dispuso a colgarlos en la percha que se hallaba junto a la puerta; sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Mikasa se los arrebató de las manos, haciéndolo ella misma.

—No ha llegado tan tarde, mamá —lo defendió su hermana con su calma habitual—. Además, papá solo ha preguntado una vez por él.

Una sensación desagradable le bajó a Eren por la columna al oír aquello, casi como si le hubiesen metido hielo en las venas. Por lo general, sus mejores encuentros con su padre solían ser aquellos en los que ambos lograban ignorarse mutuamente, utilizando a su madre como barrera entre ambos. Cuando Grisha comenzaba a notar su presencia, era siempre un vaticinio de críticas y problemas.

—No hará nada, tranquilo —le dijo su madre posando una mano sobre su antebrazo. Ella sonrió un poco, pero él fue incapaz de devolverle el gesto—. Tuvimos una charla ayer y me lo ha prometido.

Aunque Eren sabía que la intención de su madre era sosegarlo lo suficiente para que aquella noche pudiesen llevar la fiesta en paz, él no estaba demasiado seguro de que pudieran lograrlo. Estaba convencido de que su padre llevaba días ardiendo de rabia debido a su supuesta relación con Levi, por lo que estaría ansioso de sacar ese tema en cualquier momento.

Demonios.

—Ven, vamos a la sala —le dijo Mikasa al tiempo que tiraba de la manga de su grueso suéter azul oscuro—. Estábamos reunidos allí antes de que llegaras. Mamá ha preparado ponche y galletas de jengibre.

Un poco renuente, Eren se dejó guiar por esta y entró a la espaciosa estancia que cumplía la función de sala y comedor. Al igual que la tarde anterior, la chimenea se encontraba encendida dando una sensación muy confortable al tiempo que el árbol, situado junto al ventanal, destellaba sosegadamente con sus luces doradas. Aquel ambiente hogareño debería haber sido algo bonito y agradable de contemplar, él lo sabía, pero en cuanto puso un pie allí se sintió como el único extraño en ese lugar. Uno que por cierto no era bien recibido.

Un rápido vistazo a sus botines negros, perfectamente lustrados, y a sus nuevos vaqueros azul claro, le bastó a Eren para cerciorarse de que cumplía con los estándares mínimos que sus progenitores esperaban de él, y eso calmó un poco su ansiedad.

Su padre, vestido con un pantalón de traje negro y un suéter gris de cuello alto, se encontraba apoltronado en una de las butacas cercanas a la chimenea mientras platicaba animadamente con Jean. Esa noche Grisha llevaba el largo cabello castaño oscuro sujeto en una coleta baja, por lo que su rostro, delineado por una fina barba y bigote, quedaba por completo al descubierto; no obstante, sus fríos ojos, de un verde más oscuro que los suyos, quedaban ocultos tras las redondeadas gafas donde las llamas de la chimenea se reflejaban.

Cuando junto su hermana ingresaron a la estancia, ambos hombres se volvieron a verlos y guardaron silencio, como si ellos hubiesen apagado el sonido con su presencia. Nada más posar sobre él su mirada, su progenitor frunció el ceño con disgusto y sus labios se desdibujaron en un rictus serio y cruel. Eren apretó la mandíbula e inspiró con fuerza. Ya era demasiado tarde para salir huyendo.

—Llegas tarde —ladró Grisha en cuanto lo tuvo más cerca, pero él fingió que no le importaba en absoluto su crítica. Mikasa, sin embargo, lanzó una mirada nerviosa de uno a otro, aunque no dijo nada y se apresuró a sentarse en el sofá junto a su novio, quien tenía clavados los ojos en el piso—. Se suponía que estarías aquí hace una hora atrás. ¿Cómo puedes ser tan irresponsable, Eren?

—Hola, papá. También me alegro de verte —masculló mientras tomaba asiento en la butaca gemela a la que este ocupaba, agradecido porque la distancia fuera lo suficientemente amplia para no correr el riesgo de ponerse a su alcance—. Tenía trabajo, por lo que no logré desocuparme antes —explicó, ya sin siquiera sorprenderse de que las mentiras brotaran de sus labios con tanta facilidad—. Lo lamento.

—Como si jugar con una cámara fuera trabajo —le espetó este, taladrándolo con la mirada, retador.

Si aquel hubiera sido otro día cualquiera, si su hermana no estuviera allí, si la noche anterior no hubiese tenido una cita con Levi, él estaba seguro de que su paciencia se hubiera ido al demonio y ya estaría rebatiendo con su progenitor sobre su elección de carrera y lo que esta significaba realmente en su vida. Sin embargo, Eren lo conocía lo suficientemente bien para saber que Grisha estaba buscando una excusa para provocar una discusión y así poder sacar a colación el tema de su supuesta pareja.

—Bueno, no todos podemos ser médicos, ¿verdad? —soltó con toda la calma que fue capaz de reunir, ignorando el bufido de desagrado que este dejó escapar. Antes de que su padre comenzara un discurso sobre que ese podría haber sido su futuro si no hubiera tomado tan malas decisiones, sus ojos se posaron sobre el silencioso chico que estaba sentado junto a su hermana y parecía decidido a mimetizarse con el entorno en un intento de pasar desapercibido—. Hola, Jean. Ha sido un tiempo sin vernos, ¿no?

Tal como esperaba, la mirada de muda advertencia que este le lanzó bastó para que parte de la rabia que todavía sentía se mitigara un poco, sobre todo cuando los oscuros ojos de Mikasa, cargados de sospecha ante su velado sarcasmo, viajaron inmediatamente de él a su novio que parecía haberse tensado a su lado. Era evidente que el muy cobarde no le había contado a esta nada sobre su encuentro del día anterior.

—Bastante —murmuró Jean, intentando fingir indiferencia aunque sus dedos pellizcaban compulsivamente la tela negra de sus impecables vaqueros. Sus ojos castaño claro, muy similares al tono del entallado suéter de cuello alto que llevaba, nuevamente volvieron a apartarse de él para escudriñar con atención un punto indefinido entre las danzantes llamas de la chimenea—. ¿Te han ido bien las cosas, Eren? —le preguntó sin mirarlo siquiera.

—Algo así —respondió con aparente naturalidad, aunque sentía latir su corazón demasiado deprisa a causa del miedo.

—Mamá ha dicho que sigues con mucho trabajo a causa de la exposición en la que participarás. Antes de que nos demos cuenta, principios de marzo estará encima —acotó su hermana con fingido entusiasmo. Una de sus pálidas manos se entrelazó con la del otro chico mientras sus ojos buscaban los suyos, observándolo significativamente, como si deseara dejar claras las cosas entre ellos y la posición que cada uno ocupaba allí—. Con Jean pediremos un par de días en la academia para poder venir a la inauguración.

—No deberían hacerlo —intervino su padre—, solo será una pérdida de tiempo.

El dolor causado por las palabras de este fue para él como un potente latigazo que lo hirió más de lo que esperaba. Aunque Eren ya estaba más o menos acostumbrado a ese tipo de comentarios despectivos por parte de su progenitor, por lo que la mayor parte del tiempo lograba no darles importancia, existían momentos, como ese por ejemplo, en que estos resultaban ser una estocada certera a su maltrecho corazón. No obstante, antes de que pudiera decir cualquier cosa en su defensa, su madre entró en el salón cargando una bandeja y miró muy seria a su esposo.

—¡Por supuesto que no lo será! Esa exposición es algo importante para Eren y ha trabajado duramente por ello —aseguró con su firmeza habitual, sin aceptar ni una réplica. Esta dejó la bandeja sobre la mesilla de centro y tomó uno de los vasos con ponche caliente, acercándoselo con una sonrisa—. Toma, cariño, te ayudará a levantar ese ánimo —le susurró mientras se sentaba a su lado sobre el brazo de la butaca. Cuando él hizo el intento de ponerse en pie para cederle su puesto, ella posó una mano en su hombro y no se lo permitió, negando con un gesto y una dulce sonrisa. Carla acarició su cabeza con suavidad, pasando sus dedos entre su cabello, de seguro esperanzada en arreglar el desastre que, probablemente, creía que era—. Además, Eren ha tomado unas fotografías muy bonitas el reciente fin de semana. Ayer me estuvo enseñando algunas de ellas y son maravillosas, ¿verdad que sí, cariño?

Durante la siguiente hora, que pareció avanzar demasiado lenta para su gusto, él se vio envuelto en una especie de conversación intrascendente que era guiada por su madre y en la que todos ellos se vieron obligados a participar de una u otra forma, intentando no lastimarse mucho en el transcurso de esta. A Eren no dejaba de sorprenderle el cómo su progenitora, a pesar del desastre en que se había convertido su familia, lograba arreglárselas para que siguieran allí, juntos a pesar de todo. Estaba seguro de que si Carla Jaeger llegara alguna vez a faltarles, ni siquiera podrían volver a mirarse a la cara.

Cuando finalmente dieron las ocho y los temas de conversación parecieron agotarse, esta les informó que ya era tiempo de comenzar con la cena y los instó a que pasasen al comedor que había arreglado con anterioridad. Mikasa de inmediato se apresuró a seguirla rumbo a la cocina para ayudar a su madre a llevar la comida a la mesa, pero tras pensárselo un segundo, su hermana se detuvo a mitad de camino, dirigiendo una rápida mirada a Jean y luego a él, como si no se atreviera a dejarlos a solas sin su presencia. El otro chico, comprendiendo la situación, se puso de pie y fue tras ella. Parecía aliviado de tener una excusa para escapar de allí, y Eren no podía culparlo.

Una sonrisa cargada de ironía se dibujó en sus labios ante ese comportamiento tan infantil por parte de la chica, pero no pudo pensar mucho más en ello porque la fuerte mano de su padre lo retuvo con firmeza antes de que pudiera dirigirse al otro extremo de la habitación. La dura mirada que este le dirigió bastó para que comprendiera que el desastre era inminente.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo, Eren? —siseó su progenitor por lo bajo. Sus dedos prácticamente se enterraban con saña en su antebrazo izquierdo, pero él no se quejó, decidido a no mostrar debilidad—. Media ciudad te ha visto paseándote por todos lados con un chico recién llegado, ¡sin ninguna vergüenza! Cada vez se hacen más fuertes los rumores de que estás… saliendo con él —le soltó, casi escupiendo las palabras con asco—. He intentado no prestar oído a las habladurías y desmentirlas en lo posible, pero te recuerdo que Shiganshina es una ciudad pequeña y los rumores se expanden como el viento. Antes de que te des cuenta, todo el mundo supondrá lo peor de ti, y tu pobre madre…

—Mi pobre madre está al tanto de mi relación con Levi, y lo cierto es que le importan bien poco los rumores —explicó él con molestia, soltándose de un tirón del férreo agarre del otro hombre que lo fulminó con la mirada—. Además, ella tiene bastante claro que solo me interesan los chicos, por lo que le parece estupendo que por fin haya encontrado a alguien con quien me sienta a gusto.

Grisha inspiró fuerte y profundo al oírlo decir aquello. Las aletas de su nariz se ensancharon un poco, producto de la rabia, y su rostro se tiñó de un tinte rojizo que nada tenía que ver con el calor que desprendía la chimenea. Sus ojos verdes, ocultos tras las gafas de montura delgada, refulgían de peligrosa ira contenida, volviéndolos de un alarmante color oscuro que Eren conocía demasiado bien, aquel tono que precedía a sus peores discusiones y los castigos más duros.

Su padre ciertamente estaba furioso con él.

—¡¿Hasta cuándo vas a seguir con esa tontería, demonios?! Si esta es tu forma de castigarme por no aceptar el asunto de tu elección de estudios, una decisión que sigo pensando arruinará tu vida, no creo sea la más acertada, Eren. Solo acabarás por perjudicarte y empeorar tu situación más de lo que ya lo has hecho, ¿no puedes comprenderlo?

—Seguiré hasta que entiendas que nada de esto tiene que ver contigo, papá. Hasta que te entre en la cabeza que no soy gay porque quiera, sino porque es una parte de mí que no puedo cambiar. No puedo obligarme a estar con una chica solo porque tú lo deseas de ese modo. No puedo ser todo lo «normal» que esperas que sea porque las cosas no funcionan así —le soltó dolido. Apretó los puños con fuerza, tanto que sintió como las uñas se clavaban en sus palmas hasta hacerle daño, pero no le importó. Inspirando profundo, le dijo finalmente—: Pero sobre todo, no voy a sacrificar mi felicidad por ti.

Las delgadas cejas oscuras de este se fruncieron hasta casi unirse y lo miró con desdén.

—¿Y acaso tu felicidad es ese maldito chico?

—Sí —le dijo con total y desafiante seguridad. Su respiración sonaba pesada y un poco desacompasada a causa de la intensidad de sus emociones, pero era un alivio no haberse puesto a hiperventilar todavía—. Sí —volvió a repetir, humedeciéndose los labios resecos a causa de la tensión—. Levi lo es. Para mí lo es.

Por un instante el rostro del otro hombre enrojeció y se crispó de indignación ante sus palabras, tanto que por un momento él temió que fuese a sufrir un ataque. Al verlo apretar y relajar las manos de manera compulsiva, Eren se preparó mentalmente para que este lo abofeteara, como en otras ocasiones; sin embargo, eso no ocurrió. Grisha, observándolo lleno de desprecio, frunció los labios con molestia antes de decirle:

—Solo eres una decepción tras otra, Eren. —Su tono, cargado de desaprobación, lo hirió dolorosamente. Otra pequeña laceración que comenzó a desangrarlo poco a poco—. Cuando te miro, ya no puedo ver ni un poco del hijo que crie; eres un completo extraño para mí. No sabes cómo me arrepiento de haber puesto tantas esperanzas en ti.

Tragándose el dolor y las lágrimas lo mejor que pudo, él intentó forzar una sonrisa que se negó a aparecer, quizá porque todo lo que deseaba en ese instante era cerrar los ojos y desaparecer por completo.

—No me cabe la menor duda, papá —le dijo—. Jamás he esperado otra cosa de tu parte. Ya no más, por lo menos.

El regreso de su madre a la sala cortó la discusión de golpe ya que ambos guardaron silencio de inmediato, aparentando una tranquila indiferencia que estaban lejos de sentir. Los sagaces ojos ámbar de esta se posaron en ellos, escrutadores. Sus labios, pintados de un suave tono rosa, se fruncieron en una mueca de disgusto, sobre todo cuando miró a su marido.

—¿Ha ocurrido algo de lo que yo deba enterarme, Grisha? —preguntó con más dureza de la que solía utilizar habitualmente.

Su padre negó con un gesto y se apresuró a quitarle la fuente que cargaba de las manos para llevarla hasta el comedor.

—Nada, Carla. No tienes que preocuparte —respondió justo en el momento en que Jean y Mikasa salían de la cocina, también cargando sendas fuentes. Ambos se quedaron quietos en la entrada, mirándolos con desconcierto al no comprender nada de esa extraña escena que ahora todos ellos representaban; pero ninguno se atrevió a preguntar que sucedía—. Vamos, chicos —les dijo Grisha, con firmeza, para llamar su atención—; llevemos esto a la mesa antes de que se enfríe.

Los otros dos se apresuraron a obedecer y lo siguieron sin protestar rumbo al comedor, pero su hermana se volvió a verlo durante unos segundos. Mikasa parecía preocupada por él, y eso lo avergonzó todavía más.

Su madre, sin embargo, no fue tras ellos. Su ceño seguía fruncido mientras los observaba marchar, pero, cuando se volvió a verle parecía más angustiada que otra cosa, como si percibiera su dolor y lo roto que se sentía en ese momento; como si una parte de ella también estuviese sufriendo por causa suya; por no poder hacer nada por remediar su aflicción.

Y Eren se odió por ello.

—Cariño, si tu padre ha hecho o dicho algo…

—Papá tiene razón, mamá. No es nada importante, así que no te inquietes —corroboró, y en esa ocasión sí logró que un atisbo de falsa sonrisa asomara a sus labios—. A pesar de todo, ¿no hemos llegado hasta aquí de una forma u otra? —le preguntó con ligereza—. Te prometo que está vez será igual.

Se inclinó para besarla en la frente, oyendo como un trémulo y pesaroso suspiro escapaba de sus labios. Si por él fuese, se dijo Eren, hubiera dado lo que fuera con tal de convertir aquella mentira en realidad, no solo por su madre, sino también por él mismo; sin embargo, estaba seguro de que la precaria relación que actualmente mantenía con su padre estaba pendiendo de un muy delgado hilo, el cual acabaría por romperse en cualquier momento.

Dios, cuanto desearía que lo que Grisha pensara sobre él dejara de importarle. Que sus palabras y acciones ya no tuviesen el poder de herirlo como lo hacían, pero, desgraciadamente, Eren sabía que algunas malas costumbres jamás se perdían. Esperar por la aprobación y el cariño incondicional de su padre era una de las suyas.

Y dolía.

 

——o——

 

Las dos horas siguientes fueron para Eren como estar parado sobre arenas movedizas: mentalmente agotador, aterrador en extremo y seguro de que un mal paso podía significar su muerte emocional.

La cena con su familia acabó resultando mucho peor de lo que él temía. El tener que aguantar durante tanto tiempo la tensión reinante en la mesa, la cual todos ellos fingían no notar, y las miradas asesinas que su padre le daba de tanto en tanto, le provocó dolor de cabeza y una desagradable sensación de náuseas que apenas le permitió comer. No fue hasta que finalmente regresaron a la sala que Eren no pudo relajarse otra vez, dejando que su mente vagara lejos de allí mientras observaba el desacompasado baile de las llamas de la chimenea al consumir los leños y fingía oír las anécdotas que su hermana y Jean contaban sobre su preparación militar en Trost.

Este estaba explicándole a sus padres sobre una especie de campamento de entrenamiento en zona montañosa que habían realizado hacía un par de semanas atrás y el buen desempeño que Mikasa tuvo en él a pesar de ser una novata, cuando el recuerdo de Levi se le vino a la cabeza, distrayéndolo.

La noche anterior resultó ser algo realmente especial para él, y no solo por aquella extraña cita que ambos tuvieron y la cantidad de cosas importantes de las que hablaron, sino porque Eren sentía que por fin eran algo más que simples amigos. Al día siguiente conocería a algunas de las personas que formaban parte de la vida de Levi, y aunque este no se cansaba de asegurarle que no tendría ninguna importancia, él, que ya lo conocía un poco mejor, sabía que era todo lo contrario. Para ese reservado hombre era algo de vital importancia el que sus amigos lo conocieran y le aprobaran, y aunque Eren no podía dejar de sentirse nervioso ante la perspectiva de ese encuentro, también estaba convencido de que las cosas irían bien, porque Levi era su elección correcta.

El repentino peso de una persistente mirada sobre él lo inquietó, obligándolo a volver a la realidad; pero su disgusto aumentó en cuestión de segundos cuando fueron los castaños y desafiantes ojos de Jean con los que se encontró. Su discusión del día anterior había resultado ser bastante mala, no de las peores que habían mantenido en los últimos años, pero sí lo suficiente para reabrir viejas heridas y ahogarlo en mucha culpa y vergüenza. Era por ello que el recuerdo de esta todavía le dolía, llenándolo de rencor hacia aquel chico, hacia las circunstancias, pero, sobre todo, hacia sí mismo.

Un rápido vistazo al reloj de pared de la sala le indicó que finalmente pasaban de las diez y treinta. Su madre siempre insistía en que no podían repartir y abrir los obsequios antes de la medianoche, por lo que él estaba ansioso de que la hora estipulada llegara y así poder marcharse cuanto antes. Le había prometido a Levi que sería el primero en felicitarlo por su cumpleaños, y aquello todavía estaba en sus planes, por lo cual lo llamaría en cuanto tuviese oportunidad y nada más salir de allí se dirigiría rumbo a su casa, aunque solo fuera para verlo un par de minutos; no necesitaba nada más.

—Eren, ¿te encuentras bien? ¿Estás cansado? Pareces distraído, cariño.

La pregunta de su madre volvió a aterrizarlo a la dura realidad de golpe, ante lo que negó con un gesto para tranquilizarla. Esta se hallaba sentada junto a su padre en el cómodo sofá mientras que él ocupaba nuevamente la misma butaca de antes, junto a la chimenea. Mikasa y Jean eran quienes ahora utilizaban el otro asiento libre, aunque más bien era su hermana quien lo hacía, ya que el chico, sentado en el suelo con las piernas recogidas contra el pecho, apoyaba la espalda en las piernas de esta que aprovechaba la oportunidad para juguetear con su largo cabello castaño claro.

Como si las palabras de su madre hubiesen tenido una especie de hechizo, todas las miradas se posaron sobre él. Su padre, que bebía lentamente de su taza de café, apartó la vista en cuanto sus ojos se encontraron, algo que secretamente él agradeció; por esa noche, ya había tenido suficiente de este y su desprecio. Su hermana en cambio lo observó evaluativa y preocupadamente. Su delgada mano abandonó el cabello de su novio y fue a posarse con descuido sobre el hombro derecho de este. Eren estaba seguro de que ella no se había percatado para nada de que Jean llevaba un rato viéndolo con molesta insistencia.

—Quizás estés enfermando —aventuró entonces Mikasa, preocupada—. Tus salidas para fotografiar suelen ser muy descuidadas a veces, y tú jamás prestas atención a esos detalles. Recuerdo una vez que te fuiste al bosque con Armin aunque había pronóstico de lluvia. Cuando regresaron a casa venían empapados y acabaste muy enfermo después de eso, ¿lo recuerdas, mamá?

—Eso ocurrió cuando tenía doce años, Mikasa. Ahora tengo veinte y soy un adulto que puede cuidar de sí mismo; pero gracias por la preocupación —le dijo él con tono cansino antes de volver a prestar atención a su madre que seguía observándolo como si fuese a colapsar en cualquier momento. Esta parecía más que dispuesta a apoyar a su hermana—. Y no, mamá, no estoy enfermo, puedo prometértelo —aclaró—; pero sí tienes algo de razón sobre el hecho de que estoy un poco cansado. Ha sido un largo día.

Aquella, se dijo Eren, era una mentira a medias. Realmente se encontraba agotado, aunque a un nivel más emocional que físico, pero, a diferencia de otras ocasiones en donde la culpa solía carcomerle la consciencia, esta vez no lo hizo en absoluto. Mentir descaradamente, tergiversar la verdad, se estaba convirtiendo en una fea costumbre de su parte; una que sentía era el único resguardo ante su familia y el dolor que le causaban.

—En cuanto acabemos con los obsequios podrás irte a casa para descansar, cariño —le consoló esta con amabilidad—. Quizá luego Mikasa y Jean puedan acercarte en coche hasta el departamento, ¿qué te parece?

—Que no será necesario porque Annie me ha dejado el suyo, mamá —ella frunció el ceño como si se tomara a modo de afrenta el rechazo a su ofrecimiento. Él le sonrió para tranquilizarla—. Además, tengo algo que hacer antes de irme a casa. Y conduciré con cuidado, no te preocupes —añadió al ver que esta, nuevamente, se preparaba a protestar.

La atención de su padre volvió a centrarse en él nada más decir aquello. Grisha dejó la taza sobre el platillo que sostenía y lo miró muy serio, como si quisiera diseccionar su cerebro y encontrar algo en él que confirmara sus peores sospechas: que nada más salir de allí iría a reunirse con Levi. Era perturbadora la forma en como este a veces lo conocía tan bien a pesar de todo.

—Pero vendrás mañana a comer con nosotros, ¿verdad, Eren? —inquirió su hermana—. A penas te hemos visto en estos días y pasado mañana Jean y yo debemos marcharnos de regreso a Trost —le dijo ella, su clara voz teñida de un evidente reproche que él intentó pasar por alto.

A pesar de que sabía que mentir hubiese sido más fácil y le ocasionaría menos problemas, Eren simplemente no quiso hacerlo. Su madre sabía la verdad tras su decisión y su padre ya la sospechaba, así que no valía la pena el esfuerzo de inventarse algo si sería descubierto de inmediato, por lo que solo negó con un gesto antes de hablar:

—Lo siento, pero no podré venir mañana. He quedado con un amigo —se disculpó intentando parecer contrito, pero sin sentirlo demasiado—. Pero vendré a despedirme en la noche, te lo prometo.

Mikasa frunció el entrecejo, molesta. No pareciendo demasiado convencida con ese acuerdo.

—Si es Armin con quien has quedado, puede venir contigo. Hace bastante que no lo veo y sabes que él siempre es bienvenido aquí. A mamá no le importará, ¿verdad? —insistió su hermana buscando la aprobación de su madre, pero esta, que ya sabía hacia donde iba el asunto, lo miró insegura sobre qué hacer a continuación. Al verlo asentir de forma disimulada, su semblante se relajó y le sonrió contenta.

—Claro que no me importa que Armin venga a casa cuando desee, siempre es bienvenido; pero me temo que en esta oportunidad tu hermano tiene planes con alguien más, hija. Así que deja de incomodarlo.

Los grises ojos de la chica se abrieron enormes a causa de la sorpresa, como si no pudiera creer que él tuviese algo mejor que hacer que pasar otra velada del terror con ellos; pero en cuanto comenzó a atar cabos, la expresión de Mikasa se tornó una por completo distinta, mucho más contenta y profundamente aliviada.

Y Eren no pudo sentirse más asqueado al comprender el motivo.

—¿Estás saliendo con alguien?

En esa ocasión fue Jean quien formuló la pregunta, no solo ganándose su sorpresa, sino también la de su hermana que lo miró desconcertada, una emoción que rápidamente dio paso a un recelo cauteloso que el otro no notó, ya que su atención seguía clavada en él.

Su madre, como si presintiera que los ánimos de todos estaban volviendo a caldearse, se puso de pie y dio un par de palmadas para llamar la atención de los cuatro.

—Bueno, bueno, la vida privada de Eren no es un asunto que nos incumba de momento, ¿está bien? Cuando él desee contarnos algo lo hará sin que lo estemos interrogando —intervino ella alegremente—. Mikasa, querida, ¿por qué no me acompañas a la cocina un momento? Creo que un poco de tarta de arándanos nos vendrá estupendamente mientras esperamos a que dé la medianoche. Querido, ¿quieres un poco más de café? —le preguntó a Grisha que asintió distraído, ya que los observaba a ellos tres en meditativo silencio, de seguro preguntándose qué demonios ocurría allí.

El serio rictus de su hermana, luego de recibir la orden de su madre, era un inequívoco signo de que esta deseaba protestar; pero una sola mirada de advertencia por parte de Carla bastó para que Mikasa apretara los labios y asintiera obediente, yendo tras esta de mala gana.

La situación, se dijo Eren, solo con ellos tres allí mirándose las caras, no podría haber sido más incómoda. Su padre seguía observándolo de forma reprobatoria e inquisitiva tras todo lo acontecido minutos atrás, mientras que Jean, al parecer ansioso por obtener una respuesta de su parte para su impertinente pregunta, le lanzaba significativas miradas que seguramente habrían hecho explotar de rabia a su hermana y a él no hacían más que perturbarlo.

Harto de la tensión reinante en la habitación, Eren se disculpó a toda prisa y huyó a encerrarse en el cuarto de baño de la primera planta. Una vez allí, lejos de las miradas recriminatorias y los comentarios hirientes, finalmente pudo respirar en paz, perdiéndose en la tranquila soledad de aquella estancia y pudiendo al fin remendar un poco su destrozado corazón.

Dios, solo deseaba largarse de aquella casa de una maldita vez.

Cinco minutos después, tras haberse refrescado un poco, se sintió lo suficientemente repuesto para decidirse a salir fuera e ir a reunirse una vez más con todos en la sala. No obstante, su sorpresa fue enorme cuando nada más poner un pie fuera se encontró frente a frente con Jean que, de brazos cruzados sobre el pecho, se apoyaba de espaldas contra el muro del corredor y lo miraba muy serio. Sus ojos castaño claro, un poco más oscuros que su cabello, estaban ligeramente entornados, algo que, él bien sabía, vaticinaba problemas.

—¿Y, bastardo, realmente estás saliendo con alguien?

Eren, tragándose lo mejor que pudo el miedo y la incomodidad que sentía, torció el gesto con desagrado e intentó ignorarlo, siguiendo su camino; sin embargo, este lo sujetó con fuerza de un brazo, obligándolo a detener su huida. De inmediato su verde mirada buscó la del otro chico, destilando ira, pero Jean no se amedrentó en absoluto. Jamás lo había hecho en el pasado y los años transcurridos no iban a hacer la excepción.

—A ti que más te da, Jean. Solo déjame en paz de una vez, demonios —masculló soltándose de su agarre. Este levantó ambas manos contra su pecho, como queriendo demostrarle que no iba a hacer nada más, pero él seguía sintiéndose en total desventaja en su presencia, y no solo por el hecho de que el chico le sacara casi diez centímetros de altura y fuera un poco más corpulento; había sido así toda la vida entre ellos y, a pesar de eso, Eren siempre se las arregló para cobrárselas cada vez que acababan agarrándose a puñetazos por alguna pelea absurda.

—Mierda, bastardo, solo era una pregunta inocente. No es para que te pongas así.

Él enarcó una ceja y sonrió con ironía.

—¿De verdad? Ayer no fuiste ni la mitad de amable conmigo de lo que pretendes ser hoy; además, te recuerdo que con quien salga, y si es que lo hago, no es algo que te incumba. —La mirada de rencor que Eren le dedicó al otro hizo que este se contrariara un poco—. Estoy seguro de que a mi hermana no le haría demasiada gracia el repentino interés que pareces tener por mí y mis relaciones.

Jean inspiró con fuerza y se acercó hasta él, amenazante.

—Te juro que si le contaste a Mikasa algo de lo que ocurrió ayer te-

—¿Qué? ¿Vas a golpearme? ¿Volverás a echarme la culpa de tus errores? —le espetó con molestia—. Muérete de una maldita vez, Jean, y déjame en paz. Me tienes harto.

En un rápido movimiento que no vio venir, el chico lo sujetó de la pechera del suéter y lo estampó contra la pared, no con la violencia suficiente para hacerle daño, pero si la necesaria para no permitirle defenderse de inmediato.

Más de una vez en el pasado, ambos habían acabado de la misma forma o peor: discutiendo y enfrentándose, discutiendo y enfrentándose, un ciclo sin fin que jamás parecía acabar entre ellos a pesar de todo lo que les tocó vivir. Ya no eran niños que se peleaban por quien practicaba mejor un deporte o tenía calificaciones más altas en la escuela, ni adolescentes con las hormonas alborotadas y una seguridad desmedida que se enfrentaban por conquistar el mundo; no, ahora eran adultos y todavía así parecía que aquella rivalidad se negaba a morir, aunque ahora los motivos para sus discusiones fuesen más personales y dolorosos.

Eren odiaba la idea de no haber cambiado nada en absoluto cuando se trataba de Jean, de seguir cayendo en el mismo juego y cometiendo los mismos errores de cuando era más joven, aunque estuviese decidido a avanzar. Había crecido físicamente, al igual que el otro, pero cada vez que se encontraban sentía que emocionalmente todavía estaba atascado en los dieciocho y todo el dolor que esos recuerdos conllevaban.

—Tu mayor problema es que jamás has aprendido a mantener esa maldita boca tuya cerrada cuando corresponde, Jaeger —masculló el chico, totalmente enfadado.

A la escasa distancia que se encontraban, él pudo distinguir sin dificultad alguna el largo del vello de la corta perilla que bordeaba el rostro alargado del otro y el rasurado más oscuro que se apreciaba bajo su claro cabello que, a diferencia de antes que estaba muy corto, ahora sobrepasaba la altura del cuello. Jean ciertamente había cambiado demasiado a lo largo de esos dos años, y quizás el notar aquello fue lo que le dio el valor necesario para enfrentarlo.

—No voy a aceptar críticas de tu parte —le espetó dándole un fuerte empujón en el pecho para que se apartara, aunque sin mucho éxito—. No de un maldito cobarde como tú. Ya no más. Estoy harto de cubrirte las espaldas.

Los ojos de este se abrieron enormes al oírlo, pero antes de que pudiera hacer algo como pegarle un puñetazo o decirle alguna tontería con el propósito de herirle, la suave voz de su hermana se interpuso entre ellos:

—Jean —fue todo lo que dijo, pero eso bastó para que este se diese por aludido, congelándose en el acto.

A pesar de que el tono de Mikasa no había subido ni una octava y a que esta seguía manteniéndose tan seria y moderada como de costumbre, la dureza de su llamada al nombrar al otro chico, unida a la inconfundible molestia que se percibía en su oscura mirada, fue suficiente para dejar en claro su desagrado ante la situación de la que ellos dos eran protagonistas.

Finalmente, Jean lo soltó de mala gana y dio un par de pasos atrás, volviendo a poner una distancia prudente entre ambos. Eren, previendo el mal rato que le tocaría pasar por aquel descuido, maldijo y gruñó por lo bajo. Tras lanzar una última mirada de rencor a su examigo, se apresuró a ponerse en marcha para salir de allí de una maldita vez.

—¿Por qué sigues haciendo esto? —le preguntó su hermana cuando pasaba a su lado. Parecía tan profundamente dolida que él no pudo más que detenerse para mirar ese par de ojos que le reclamaban su actuar—. ¿Por qué no puedes dejarlo pasar de una vez por todas, Eren? ¿Tanto deseas hacerme daño?

Las palabras de esta fueron las que finalmente acabaron por hacerle daño a él. Las que terminaron por destrozar lo poco que quedaba de su corazón tras esa larga noche.

Del mismo modo en que sentía que la relación con su padre se volvía cada vez más complicada y tóxica, para Eren estaba siendo en extremo doloroso descubrir que su vínculo con Mikasa se estaba tiñendo de puro rencor y resentimiento a pesar de todo lo que compartieron cuando eran niños y de lo mucho que significaron el uno para el otro.

Otro error más con el que cargar, se dijo con pesar. Otro arrepentimiento. Otro pequeño trozo de su pasado que sabía no podría recuperar jamás.

—Tal vez, porque como dice papá, no soy más que una gran decepción. ¿Acaso no fuiste tú misma, Mikasa, quien me dijo hace un tiempo atrás que en el fondo soy una mala persona? Probablemente tengas razón —contestó a esta muy serio. Posó una mano sobre la oscura cabeza de su hermana y la acarició con cariño, ante lo que una delicada lágrima escapó de ese par de ojos nocturnos y rodó por su suave mejilla. Eren, apartando la mano de sus cabellos, la secó con ternura antes de que esta acabara por caer del todo—. No quiero que sufras por mi culpa, ¿está bien? Siento haberte lastimado con esto. Te prometo que no volverá a ocurrir.

Cuando su verde mirada buscó la de Jean, este lo observó un par de segundos y luego apartó los ojos, avergonzado. Un rápido beso sobre la coronilla de la chica bastó para poner fin a aquel drama, por su parte al menos, y, sin esperar respuesta alguna, se dirigió hacia el salón.

Nada más entrar en la habitación, de inmediato se percató que sus padres seguían sentados juntos en el sofá y platicaban acaloradamente. Carla, muy seria, en ese instante le explicaba algo a su marido que la escuchaba con total atención; no obstante, en cuanto su madre se percató de su llegada, guardó silencio y le dedicó una de sus enormes sonrisas a modo de bienvenida. Su padre, por el contrario, lo observó con total indiferencia.

—¿Y tu hermana? —le preguntó ella con extrañeza al no ver regresar a los otros dos chicos—. Dijo que iría a buscarlos para que se nos unieran.

—Vienen enseguida. Cosas de novios, supongo —explicó él, intentando aparentar apatía—. ¿No vas a ofrecerme un trozo de tarta, mamá? —le dijo con una sonrisa infinitamente falsa adornando su rostro.

Si ella se dio cuenta de su desasosiego, de lo mal que lo estaba pasando, en esa oportunidad no dijo nada, fingiendo la misma normalidad que ninguno de los ocupantes de esa casa sentía. Sin embargo, cuando se acercó a entregarle una porción de tarta, sus labios modularon un casi imperceptible «un poco más». Un mudo ruego cargado de culpa para que aquella mentira de familia que tenían siguiera funcionando.

Eren, tragándose las ganas de llorar y gritar de angustia, asintió para tranquilizarla. Llevaba más de dos años aguantando, soportándolo todo. Una noche más, se dijo, no acabaría con él; no cuando sabía que ya no quedaba demasiado de sí mismo por destruir.

 

——o——

 

La media hora siguiente representó para Eren una perfecta farsa de familia feliz. Su hermana le hablaba y Jean también, pero la tensión de ambos no dejaba de ser perceptible y el recelo con que los observaba Mikasa cada vez que él y su novio intercambiaban más de unas cuantas palabras era angustiante, como si ella esperase que en cualquier momento alguno de los dos dijera o hiciese algo indebido. Su padre, por el contrario, era quien más fiel se mantenía a sus convicciones, ignorándolo en lo posible, demostrándole su indignada decepción cuando no le quedaba de otra e insultándolo veladamente. Su progenitora, al percatarse de ello, le lanzaba a este unas terribles miradas de advertencia cuando alguno de sus comentarios hirientes era imposible de obviar, sin embargo Grisha no parecía arrepentirse en absoluto.

Y Eren estaba tan cansado…

Una fugaz mirada al reloj de la sala le informó que ya faltaba menos de una hora para la medianoche. Solo debía soportar un poco más, se dijo, y podría volver a poner un muro de protección entre su desquebrajada familia y él. Podría regresar a fingir una vida normal donde nada de aquello importaba y era feliz.

«El único que puede elegir el camino que quiere recorrer y cómo hacerlo, eres tú mismo; no te pongas límites».

El recuerdo de las palabras que Levi le dijo la noche anterior lo asaltó de golpe, recordándole su inesperado ataque de valentía y lo bien que se sintió con ese pequeño logro. Por eso, mientras contemplaba como un observador externo los despojos de lo que era su familia, algo pareció romperse dentro suyo y Eren supo que no podría hacerlo, no más. Realmente estaba cansado de fingir que encajaba en un sitio donde, descontando a su madre, ya no era bienvenido.

Si de verdad quería cambiar, si realmente deseaba que su mundo comenzara a girar otra vez, tenía que armarse de valor como lo hizo la noche anterior y comenzar a tomar sus propias decisiones, aunque doliesen, aunque dañasen al resto. Por una vez debía comenzar a quererse a sí mismo y preocuparse por su bienestar antes que por el de los demás.

Tomando una rápida decisión, dejó sobre la mesilla de centro el plato ya vacío de tarta, y se puso de pie. Carla lo miró extrañada, sus ojos ámbar llenos de una muda confusión, mientras que los otros tres parecieron sumirse en una desconcertada cautela ante su repentino arrebato.

—Voy a marcharme a casa —informó con total seguridad. Por primera vez en esa noche convencido de que estaba haciendo las cosas bien.

Su madre dejó escapar una suave exclamación llena de incredulidad, pero su bonito rostro se ensombreció de inmediato como una noche de tormenta. Era evidente que estaba más que dispuesta a protestar ante su decisión, pero al darse cuenta de que él hablaba muy en serio y no podría hacerlo cambiar de opinión, su malestar se disipó con la misma rapidez que había llegado, dando paso a una leve expresión de tristeza.

—Aún no hemos tenido tiempo de entregar los obsequios y no falta demasiado para la medianoche, cariño —intentó convencerlo ella una vez más, pero cerró la boca en cuanto se percató de su férrea determinación—. ¿Realmente es tan importante, Eren?

Él asintió.

—Lo es —le dijo al tiempo que se acercaba para darle un fuerte abrazo, posando su barbilla sobre la coronilla de esta y sintiendo como el inmenso amor y gratitud que sentía por ella se convertía en algo infinito—. Lo siento mucho, mamá; de verdad lo hago. Prometo compensarte.

La oyó reír quedamente, como si de ese modo pudiese contener el llanto, y, aunque un ramalazo de culpa lo golpeó por dentro, no se permitió ceder; si lo hacía, sabía que nada cambiaría en su vida.

Notó los brazos de esta rodear su cintura con fuerza al tiempo que su cálida mirada dorada se elevaba hacia él para mirarlo con total seriedad.

—Ya sabes cómo puedes compensármelo —le dijo su madre, decidida. Eren no pudo más que sonreír ante su tan obvia estrategia de chantaje.

Inclinándose un poco más, depositó un beso en su mejilla derecha, pero antes de apartarse susurró con suavidad:

—Ha dicho que sí. Solo pon una fecha.

El semblante de su progenitora se iluminó y, aunque aún era evidente que seguía sin gustarle la idea de que él se largara sin más, también lo era el que se alegraba ante la perspectiva de poder conocer a Levi. Eren sabía que esta era feliz porque él, finalmente, tuviese a alguien importante en su vida.

El resto de las despedidas fueron mucho más rápidas e impersonales. Su padre solo asintió en respuesta cuando se dirigió a él para desearle una feliz Navidad, y Jean, a pesar de mostrarse tan cortés como solía hacerlo cuando casualmente hablaban por teléfono, se notaba bastante aliviado al saber que no tendría que soportarlo más hasta su siguiente encuentro. No obstante, era Mikasa quien parecía realmente apenada y dolida por su decisión. Eren le dio un corto abrazo, que esta apenas respondió, antes de dirigirse hacia el recibidor.

Lo cierto era que no lo extrañó en absoluto oír que ella lo llamaba cuando iba a recoger sus pertenencias, tal vez porque lo esperaba. Él, con toda calma, descolgó el abrigo de la percha y comenzó a ponérselo. Su hermana, de pie a una distancia prudencial, lo miraba disgustada, ante lo que le sonrió cansinamente, sin lograr que esta se relajara.

—Si estás haciendo todo este drama por lo que ocurrió antes entre nosotros, lo encuentro muy infantil de tu parte, Eren —lo reprendió ella, como tantas otras veces en el pasado, sin importarle demasiado que él fuera el mayor de ambos y, ahora, un adulto independiente, por lo que solo suspiró resignado al oírla.

—No lo hago por eso, Mikasa, o tal vez sí, no estoy seguro del todo. Pero esta decisión es sobre todo por mí, créeme —le dijo mientras terminaba de cerrar la oscura prenda y se apresuraba a atarse la bufanda alrededor del cuello—. Estoy cansado de seguir fingiendo ser algo que no soy; de intentar encajar en una familia que ya no siento como mía —le explicó con gentileza, rogando porque esta lograse entenderlo aunque fuese solo un poco.

La expresión de su hermana se tornó una extraña mezcla de reproches y dolor; de angustia de años entrelazada con mil palabras no dichas, culpa y miedo. Todo ese cúmulo de emociones con las que él mismo se sentía familiarizado la mayor parte del tiempo.

—¿Crees que algún día podrás dejar de odiarme, Eren?

La pregunta de Mikasa salió clara y precisa de sus labios, pero fue lo rota que esta parecía lo que le hizo temer acabar desmoronándose también un poco, a pesar de su determinación.

Una de sus manos se posó sobre el hombro de su hermana y ella levantó el rostro para verlo. No lloraba en esa oportunidad, pero la profunda tristeza patente en sus oscuros ojos grises fue un claro recordatorio de todo el daño que se habían hecho mutuamente.

—No hay rencor, nunca lo ha habido en realidad. ¿Cómo siquiera puedes pensar que te odio cuando te quiero tanto? —le dijo él con suavidad, ante lo que su hermana pestañeó repetidamente, de seguro para evitar echarse a llorar allí mismo—. Pero no puedo estar contigo, Mikasa. No ahora, al menos. No hasta que parte del dolor que ambos sentimos se haya mitigado un poco —confesó con honestidad mientras abría la puerta—. Mañana no vendré a despedirte.

Ella solo asintió, como si ya supusiera que eso iba a ocurrir y su anterior promesa solo hubiese sido una mentira para dejarla tranquila. Antes de que se marchara, le preguntó en apenas en murmullo pesaroso:

—¿Quieres que Jean y yo vengamos a la inauguración de la exposición?

Eren, sorprendido por su pregunta, se lo pensó durante un instante; un par de segundos que le permitieron reflexionar sobre lo que realmente quería y como se sentiría respecto a tenerlos a ambos cerca en un día tan importante de su vida.

—¿Podría pensármelo un poco más? —inquirió dubitativo. Su hermana asintió en respuesta, aceptando su voluntad. Un poco incómodo, pero agradecido por su consideración en ese asunto, le sonrió débilmente antes de despedirse—: Gracias, Mikasa. Te llamaré para informarte sobre mi decisión.

Acababa de salir fuera cuando esta lo llamó de nueva cuenta, obligándolo a detenerse una vez más. Lentamente se volvió a mirarla, encontrándola apoyada en el marco de la puerta y sujetándose ambos brazos para darse algo más de calor debido al frío que hacía fuera.

—¿Crees que algún día volveremos a ser lo que éramos antes?

Tras pensarlo detenidamente unos cuantos segundos, él acabó por encogerse de hombros.

—No lo sé. Probablemente no —admitió con tristeza—. Pero tal vez podamos comenzar de nuevo, algún día; cuando ya no me avergüence de mí mismo y sepa quién soy en realidad. Cuando logre comprender que es lo que en verdad quiero hacer de mi vida sin dudar de cada paso que doy.

Su hermana lo miró con pesar, pero se acercó hasta donde él estaba y entrelazó su mano derecha con la suya, asintiendo una vez más ante sus decisiones.

—Entonces, hasta ese momento —le dijo ella en respuesta.

Eren le sonrió sutilmente.

—Hasta ese momento —repitió, esperanzado. Y mientras la observaba alejarse para desaparecer dentro de la casa de sus padres, él rogó con intensidad porque aquella pequeña promesa se cumpliera algún día.

Aquello estaba lejos de arreglar las cosas entre ambos, se dijo Eren cuando se dirigía hacia el coche que tenía aparcado más allá. Su relación con Mikasa estaba tan fragmentada que difícilmente podía vislumbrarse en ella algo de lo que habían sido una vez de niños, pero no podía dejar de quererla, aquella no había sido una mentira de su parte; tampoco el hecho de que esperaba que algún día finalmente pudiesen mirarse a los ojos sin sentir rencor por todo lo ocurrido ni dolor por sentirse traicionados.

De seguro sería un camino muy largo y espinoso a recorrer, pero él estaba decidido a dar el primer paso. Levi tenía razón, el único que podía decidir cómo vivir su vida de allí en adelante era él mismo.

Acababa de subir al coche y ponerse el cinturón cuando el timbre de un mensaje en el móvil lo sacó de sus cavilaciones. Este era de parte de su hermana y no comprendía más que una frase sencilla, pero no pudo evitar que su vista se empañase un poco al leerlo.

«Solo deseo que seas feliz» había escrito ella. Un deseo tan simple pero que al mismo tiempo a Eren le parecía demasiado lejano e inalcanzable, sin embargo, él también deseaba con fervor que algún día pudiese hacerse realidad, no solo por su propio bienestar, sino también por el de todos aquellos que amaba y el pasado que compartieron; uno que ahora se dibujaba solo como un vago recuerdo en su mente.

Algunas malas costumbres, se dijo, nunca se perdían del todo.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero la lectura fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en ella.

También deseo disculparme por esta larga demora con la actualización de In Focus, sé que fue bastante tiempo, pero tanto yo como mi amabilísima beta, Akira Kousei, hemos tenido algunos contratiempos respecto a los estudios, así que de allí el atraso. Aun así, les recuerdo que es gracias a Akira y su gran trabajo que este capítulo llega más bonito y cuidado para que ustedes lo lean.

Por otro lado, espero que el capítulo fuese de su agrado. Sé que ha estado un poco triste (ya me tiraron de las orejas por ello, perdón), pero era un paso necesario en la historia, sobre todo para Eren. Prometo que el siguiente compensará; está escrito, así que lo digo con plena seguridad.

Y ahora voy a hacer un pequeño aviso sobre esta y otras actualizaciones de mis historias.

Resulta que a partir de mañana lunes entro en periodo de exámenes en la universidad, tanto prácticos como teóricos, por lo que mi tiempo libre se volverá escaso; mucho. Aun así, y previendo esto, he avanzado lo más que he podido escribiendo estas semanas, así que puedo decir que tengo algunas cosas listas para no estar casi un mes sin publicar nada, por lo que, a partir de hoy, actualizaré cada domingo un capítulo de mis fanfictions más largos. Esta vez el calendario de actualizaciones será el siguiente, partiendo desde la actualización de hoy domingo: In Focus 16, La Joya de la Corona 6, In Focus 17, La Joya de la Corona 7.

Como podrán ver, solo actualizaré estas dos historias, y el motivo es que aproveché de enfocarme en ambas solo por este mes para poder tener los cuatro capítulos que necesitaba antes de entrar a exámenes. Prometo que en julio volverán las actualizaciones de todo el resto.

Creo que eso sería todo a informar de momento. Lamento los inconvenientes que esto pueda causar, pero ante las responsabilidades de los estudios no se puede hacer mucho más.

Una vez más agradezco a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos y alertas. Son siempre mi mayor incentivo para seguir esforzándome por aquí.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos.

 

Tessa


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