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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 24:

Al Final del Túnel

 

Nunca podré irme de ti ni de mí, porque para el otro somos la luz al final del túnel.

(Marcela Mella R.)

 

 

 

Sintiéndose algo frustrado, Levi dejó a un lado el bolígrafo y la libreta que estaba usando para tomar notas y se puso de pie, estirándose un poco y oyendo con horror como crujían los huesos de su espalda. Llevaba ya cerca de una hora sentado en uno de los taburetes de la isleta de la cocina, leyendo con detenimiento los dos libros sobre jardinería y cuidado de las flores que le había dejado Frieda el día anterior. Jamás en su vida se imaginó que tener una maldita planta fuese algo tan infinitamente complicado y que requiriese de tanto esfuerzo, demonios.

Tras acabarse de un trago el resto de té verde que le quedaba, cogió el móvil para comprobar que no tenía ningún mensaje de Eren que hubiese pasado por alto. Su novio le había escrito aquella tarde, nada más salir de clases, avisándole que se pasaría por su casa después de ir a visitar a su madre, ya que Carla tenía algo para él que deseaba que este le llevase.

Ya había transcurrido una semana completa desde el primer encuentro que Levi había tenido con la madre del mocoso, pero de cierta forma sentía que la presencia de Carla en su vida había llegado con la fuerza de una tromba marina, más o menos del mismo modo en que lo hizo Eren en su momento. Por supuesto, no era que él se quejara en absoluto, la mujer era en verdad agradable y le gustaba, algo que no solía ocurrirle muy a menudo con quienes conocía; pero, al mismo tiempo, sentía extraño el ser aceptado de ese modo por alguien que sabía era importante para quien él amaba. Isabel, a pesar de ser la hermana pequeña de Farlan, no podía contar del todo, ya que su relación con ella había comenzado mucho antes de que Levi decidiese siquiera darle una oportunidad a su hermano mayor; entonces, podría decirse que, técnicamente, Carla era su primera relación familiar política de verdad, y daba un miedo que acojonaba, sobre todo porque aún no lograba comprender del todo el por qué parecía gustarle a esta a pesar de, bueno, ser como él era.

El vibrante sonido del timbre resonando por la silenciosa casa lo sorprendió un poco, ya que aquella tarde no esperaba a nadie aparte de Eren y el mocoso últimamente solía enviarle un mensaje al móvil para avisar de su llegada y que así él le abriese.

Mascullando por lo bajo a causa de aquella inesperada visita, Levi abrió la puerta con el ceño fruncido, más que dispuesto a increpar apariciones inoportunas o rechazar desagradables intentos de venta; no obstante, para su enorme consternación, no había nadie esperando fuera, o por lo menos eso fue lo que pensó hasta que oyó un lloriqueo lastimero a sus pies. Al bajar la vista, sorpresivamente se encontró con una bola de pelo oscuro que lo miraba con atención.

Por supuesto, su primer impulso fue cerrar la puerta y fingir que nada de aquello estaba ocurriendo, pero al oír una queda risilla demasiado familiar y el inconfundible «clic» de una cámara al activarse, sus neuronas hicieron sinapsis y supo de inmediato quien era el maldito responsable de aquella broma.

—¡Eren! —rugió, frunciendo aún más el ceño y logrando que la bola peluda gimiera más alto todavía. El culpable, sin embargo, hizo acto de presencia desde uno de los costados del jardín, vestido de negro de pies a cabeza y sonriendo abiertamente, sin mostrar ni una pizca de arrepentimiento o temor ante su malhumor, a pesar de tener la cámara culpable entre sus manos.

—Hola, Levi, yo también me alegro de verte —le dijo el chico, dejando un ligero beso sobre sus labios antes de colgarse la cámara del hombro y agacharse para tomar entre sus brazos al pequeño bichejo, sin importarle para nada que seguramente su suéter de cuello alto quedaría perdido de pelos por culpa de aquel animal.

—¡Nada de eso! —lo cortó él en el acto—. Ahora, explícame que mierda es eso —le exigió, señalando al perrillo.

—Es un cachorro. Un cachorro de pastor alemán, para ser exactos —le dijo Eren muy serio, sin embargo el ligero brillo delator que se reflejó en sus ojos verdeazulados, le dejó claro a Levi que este deseaba tomarle el pelo. Condenado crío.

—Sé que es un cachorro, Eren, puedo verlo. Lo que quiero saber es que hace ese animal aquí.

El chico sonrió aún más antes de responder.

—Es un obsequio.

Lleno de pánico, Levi abrió la boca pare replicar, pero no supo que decir. Ya estaba decidido a deshacerse del animal, pero si era Carla quien se lo había enviado… ¡Oh, maldición!

—¿Eso es lo que tu madre deseaba que fueses a buscar? —le preguntó a su novio.

—¡Claro que no! Mamá solo te ha enviado la cena. Está convencida de que enfermarás si sigues alimentándote tan mal por tu cuenta —le explicó Eren, acunando al cachorro contra su pecho hasta que dejó de lloriquear—. Este pequeñín es un obsequio mío para ti. Por Navidad, ya sabes.

—Tch, Navidad y una mierda. Ya estamos acabando enero, mocoso; y te recuerdo que ya me diste algo como obsequio, así que mejor piensa deprisa en otra cosa para intentar convencerme —lo regañó, dejándole claro que era consciente de aquella descarada mentira y que había visto a través de ella.

Eren, tan contento como minutos antes, simplemente se encogió de hombros.

—¿Un obsequio rezagado? —preguntó, un poco dudoso. Él enarcó una de sus delgadas cejas en respuesta y este suspiró, añadiendo luego con total solemnidad—: Uno debe ser agradecido con todo lo que le den, Levi. Un presente es un presente.

—Te daré un par de patadas en el culo y ya veremos si te sientes tan agradecido después de ello —lo amenazó, pero todavía así lo agarró de la manga del suéter, cuidándose de no rozar al bichejo peludo, y lo obligó a entrar a la casa, cerrando la puerta tras ellos.

Como si hubiese esperado por aquel momento, de seguro sabedor de que una vez dentro ya tenía parte de la batalla ganada, Eren volvió a dejar al cachorro en el piso y se encaminó tras él, rumbo a la cocina.

Un poco nervioso por aquel potencial desastre de cuatro patas, Levi no le quitó ojo de encima al animal. Este lo olfateaba todo con una ansiedad desesperante, curioso por aquel entorno que le resultaba completamente desconocido; aun así, cada cierto tiempo el animalillo le lanzaba miradas escrutadoras, como si temiese volver a enfadarlo. Probablemente se sentía tan intranquilo como él mismo con su presencia.

—Ahora, mocoso, es cuando comienzas a hablar y explicarme por qué me has traído a esta bestezuela a casa.

Luego de quitarse el bolso, la chaqueta, los guantes y la bufanda, dejándolos tirados sobre una de las oscuras encimeras, Eren se lavó las manos en el fregadero antes de poner a calentar agua para, de seguro, preparar algo de té. Dejándose caer sentado en uno de los taburetes de la isleta, su novio se acodó sobre esta y lo miró lleno de fingida inocencia. Aquel día, el castaño cabello de Eren era un desastre de mechones desmañados, como si hubiese pasado demasiado tiempo a la intemperie o correteando por allí, por lo que, inconscientemente, Levi tendió una mano en su dirección para intentar arreglarlos un poco.

De inmediato los ojos del mocoso se iluminaron de alegría ante aquella inesperada caricia.

—Se lo he pedido a Connie, ya sabes; el amigo que estudia Veterinaria para trabajar en la clínica de sus padres. Te lo presenté en la fiesta de Año Nuevo en casa de las Reiss, ¿recuerdas? —Él asintió y Eren apoyó la cabeza contra su mano para buscar más mimos, como si fuese un gato—. Hace poco recibieron una camada nueva de cachorritos y los estaban obsequiando, así que de inmediato pensé que te gustaría tener uno. Historia e Ymir también han adoptado una cachorrita para criarla juntas, así que ahora estarás emparentado a ellas —le dijo este, divertido.

Levi tiró sin mucha delicadeza de uno de los mechones de cabello de este, haciendo que soltara un quedo gemidito de protesta a causa del dolor.

—¿Y qué tiene de bueno estar emparentado con ellas? Además, ¿qué se supone que voy a hacer yo con un condenado chucho, mocoso? Apenas y me las apaño contigo.

—¡Pero, Levi, lo necesitas! —protestó Eren con aquella alocada seguridad cargada de terquedad que adoptaba cuando se negaba a dar su brazo a torcer—. Desde que Hange se llevó a Ludwig, te has quedado muy solo. Es bueno que tengas a alguien más que te haga compañía. Sé que lo extrañas mucho, aunque no quieras reconocerlo —continuó este, apoyando ambas manos en su cintura para sujetarlo y que así no pudiese escapar—. He visto lo mucho que te alegras cuando Hange lo trae de visita.

—Tch, me alegro y una mierda. Esa maldita bestia no hacía más que destrozar mi casa durante el tiempo que cuidé de él —protestó, pero de inmediato notó como un ligero rubor teñía sus mejillas al saberse descubierto. Aquello no era algo que hubiese admitido jamás frente a Eren, pero aquel maldito mocoso había acabado por descubrirlo igualmente—. ¿Y qué harás si ese pequeño bicho comienza a portarse tan mal como el de Hange? Ludwig es adulto y aun así me ha vuelto loco cada vez que tengo que cuidarlo. Así que, ¿vas a compensarme, mocoso? ¿Me ayudarás y te harás responsable? —inquirió, arqueando una de sus negras cejas y logrando que los ojos de Eren se abriesen enormes, llenos de asombro.

Como si hubiese estado esperando por aquellas preguntas, la bola de pelos eligió justamente ese momento para orinar en medio de la sala, arruinando su impecable piso recién pulido. Cuando él dejó escapar un sonido estrangulado a causa del espanto, esta se volvió a verlos, temblorosa y tambaleante.

—Oh, Dios… —soltó Eren, conteniendo a duras penas la risa, mientras que Levi, sintiendo como su ansiedad parecía estar a mil a causa de su maldito TOC, se soltó del agarre de este y dio un paso en dirección del pequeño animal.

—Joder, joder, ¡joder! ¡Condenado chucho! —gruñó él, ante lo que el cachorro hizo intento de huir, teniendo una capacidad motriz tan mala, debido a lo pequeño que era, que acabó chocando de lleno con una de las patas de la butaca, terminando hecho una bola peluda y gimiente que se revolcaba a causa del dolor y, probablemente, el susto.

Sintiendo como su paciencia era puesta a prueba, una vez más, Levi avanzó los pasos que lo separaban del perrillo y, acuclillándose para quedar a su altura, lo tocó con un dedo. Al ver que este comenzaba a temblar todavía más ante su presencia, dejó escapar un pesado suspiro de resignación y lo tomó entre sus brazos con cuidado para ponerse de pie, prometiéndose mentalmente ducharse y cambiarse de ropa en cuanto volviese a tener algo de paz.

—¿Ves que no es tan terrible? —Eren, bajando la cámara con la que acababa de fotografiarlos, le sonrió contento al tiempo que se levantaba de donde estaba sentado. Posicionándose tras él, envolvió una vez más su cintura con sus brazos y apoyó la cabeza sobre su hombro derecho—. ¿No te parece lindo?

—Mmm, solo me parece una infinita fuente de problemas y más trabajo para mí —masculló un poco irritado, pero aun así algo pareció removerse dentro suyo cuando los ojos castaños del animalillo lo miraron nuevamente, mucho más confiados en esa ocasión, como si ya no le tuviese tanto miedo; o tal vez solo se debiera a que Eren también estaba allí, contemplándolo—. No me gustan los perros.

—Que mentiroso eres, Levi —le dijo su novio, dejando un beso sobre su pálida mejilla antes de apartarse—. Te apuesto que en cosa de un mes vas a sentirte muy feliz de tenerlo aquí, haciéndote compañía. Solo necesita un poco más de entrenamiento y disciplina.

—Al parecer igual que tú, mocoso.

Eren rio al oírlo y él simplemente rodó los ojos, sabedor de que aquello sería imposible. Tampoco era que lo deseara realmente.

Luego de volver a dejar al cachorro en el piso, Levi fue en busca del trapeador y el desinfectante para arreglar aquel desastre. Una vez hubo acabado con la desagradable tarea, volvió a la cocina con el cachorro a la zaga, encontrándose con que el chico le había preparado un poco de té negro que tendió en su dirección mientras mordisqueaba distraídamente una galleta de chocolate, volviendo de inmediato a concentrarse en hojear uno de los libros sobre jardinería que él había estado leyendo antes de su llegada.

—Vaya, Levi, no sabía que te interesara la jardinería.

—Yo tampoco, pero he estado pensando en arreglar un poco el jardín ahora que me mudaré aquí y Frieda me los dejó para que les echara un vistazo. Creo que plantaré camelias; ella me dijo que era una buena temporada para hacerlo. —Dio un sorbo a su infusión, sintiéndose revivir al instante. Para sorpresa de ambos, habían descubierto que Eren era bastante hábil a la hora de preparar té—. ¿Cómo se te da plantar cosas, mocoso?

Inclinándose un poco para poder agarrar nuevamente al cachorro y acomodarlo en su regazo, donde comenzó a darle trocitos de galleta, Eren se encogió de hombros; no obstante, su expresión al mirarlo resultó un poco pesarosa y abochornada.

—Mmm, digamos que todo lo que necesite de un proceso de fotosíntesis para subsistir, tiene una alta probabilidad de acabar pereciendo en mis manos —añadió con una sonrisa compungida antes de dejar un beso en la peluda cabeza del animalillo que miró a Levi con ojos redondos y muy abiertos.

—Agradezcamos entonces que yo no necesite de esa mierda —dijo él, dando un nuevo sorbo a su bebida y logrando que el mocoso riera una vez más, regalándole una de aquellas brillantes sonrisas que siempre parecían mejorar su día aunque este fuese una auténtica porquería.

—Ya lo creo que sí —admitió este, divertido—. Aun así, podrías pedirle ayuda a mamá; seguro estaría encantada de echarte una mano. A ella sí que se le da bastante bien, ya has visto su jardín. —Levi asintió—. Aunque —prosiguió Eren, un poco dudoso—, también podrías acompañarme a visitar al abuelo de Armin este domingo. Llevo días pensando en ir a la residencia, pero no he logrado sacar casi nada de tiempo libre por el trabajo y la universidad. Creo que él te agradaría, ¿sabes? Además, dudo que alguien sepa más de jardinería que él. El jardín que tenía en su casa era algo realmente impresionante.

Nada más oír aquella extraña petición, una punzada de una emoción compleja y desconocida golpeó su pecho, desconcertándolo. En un principio Levi no estuvo demasiado seguro a que se debía aquello, pero pronto comprendió que eran nervios producidos ante el compromiso. Desde que su relación con Eren había comenzado a avanzar, parecía que todas aquellas pequeñas cosas a las que antes nunca les dio mucha importancia, ahora fuesen de una relevancia total. El mocoso jamás le exigía, pero de algún modo inexplicable él se sentía en la necesidad de aceptar y darle lo que este deseaba, simplemente por verlo feliz. Era tan diferente a como se habían dado las cosas entre Farlan y él en el pasado, que no podía dejar de desconcertarse ante su propio cambio de actitud hacia esa nueva relación.

Y joder, daba un miedo de los mil demonios.

—Claro, ¿por qué no? —aceptó pasados unos minutos, obteniendo por respuesta una nueva sonrisa y aquella brillante mirada de mar de verano que parecía augurar mil posibilidades.

—¡Entonces tenemos una cita este domingo! —añadió el mocoso muy contento, ante lo que el cachorro, que seguía en sus brazos, soltó un pequeño ladrido. Divertido, Eren volvió a inclinarse sobre este para besar su húmeda naricilla.

—Oi, mocoso, solo para que quede claro: no pienso besarte luego de que hayas estado besuqueando a esa cosa. ¿Sabes cuantos gérmenes de seguro tiene ese bicho?

Exasperado y divertido por su amenaza, Eren de inmediato se levantó del taburete, inclinándose sobre la isleta para dejar un rápido beso sobre sus labios fruncidos. Levi, sin poder creérselo, sintió pánico teñido de enfado, pero al ver la expresión llena de auténtica alegría del mocoso por aquel logro, se contuvo de pegarle un puñetazo y simplemente le dio un suave empujón para que volviese a ocupar su lugar.

—¿A que no ha sido tan terrible? —le preguntó Eren arqueando sus dramáticas cejas para enfatizar sus palabras mientras él agarraba un puñado de servilletas y comenzaba a limpiarse la boca.

—¡Joder, ha sido repugnante! Vuelve a hacerlo y te dejaré sin bolas, Jaeger. Si acabo por enfermarme, será responsabilidad tuya —farfulló él, dando un par de quemantes sorbos a su té para tranquilizarse. Las altas temperaturas podían matar casi cualquier cosa, ¿verdad? Tras lanzar una nueva mirada asesina a su novio, finalmente le preguntó—: Oi, mocoso, fuera de bromas, ¿qué vamos a hacer ahora con el chucho?

—Lo cuidamos, por supuesto. Te ayudaré con él —se ofreció Eren muy contento—. Connie dice que esta raza suele ser muy lista y obediente, por lo que aprenden deprisa. Además, está vacunado y desparasitado, así que no tendremos que preocuparnos por eso; basta con llevarlo a los controles. —Levi gruñó en respuesta—. ¿Tienes ya algún nombre en mente?

La acerada mirada que él le lanzó tras oír aquella ridícula pregunta, no asustó al otro en lo más mínimo.

—Hace una hora atrás ni siquiera estaba en mis planes el tener una mascota, Eren. ¿Crees que he tenido tiempo de pensar en un nombre? ¡Si apenas y me estoy haciendo a la idea de tener que compartir mi casa con él!

El chico asintió como si le diese la razón, bebiendo de su propia taza de té sin soltar aun al cachorro, el cual parecía encontrarse muy cómodo entre sus brazos. Condenado animal.

—¿Y si le ponemos Dumbledore?

Levi, que acababa de dar un nuevo sorbo a su propia taza, estuvo a punto de escupir el té.

—¡¿Es que has perdido la puta cabeza, Jaeger?! ¿Le quieres poner Dumbledore a un perro?

—Es un gran mago —replicó este con solemnidad.

—¡Un gran mago y una mierda, mocoso! ¡Es pura fantasía para críos! Joder, me niego a tener un perro que se llame así. La maldita de Hange no me dejaría en paz. No pararía de burlarse de mí ni en mi siguiente vida.

Eren suspiró.

—Entonces, ¿Merlín? ¿Te parece más apropiado?

Levi estaba nuevamente dispuesto a protestar ante su pésima elección de nombres, cuando algo en el cachorro le llamó la atención. Estirando las manos en dirección a su novio, le pidió con un gesto que le pasase al bichejo. Al comprobar que tenía razón, soltó una queda maldición seguida de una risa estrangulada que intentó disimular.

—¿De verdad ibas a estudiar medicina, Jaeger? —le preguntó con una sonrisa mordaz, poniendo al animalillo frente a sus ojos—. Dudo mucho que alguno de tus ridículos nombres le sirva, porque tu «chico», acaba de convertirse en una «ella».

—Imposible… si estaba seguro de que era un macho… —le dijo su novio en verdad asombrado, con los verdes ojos abiertos como platos al ver aquello y sus morenas mejillas teñidas de un rosa oscuro. Aun así, cuando volvió a mirar en su dirección, una avergonzada sonrisa adornaba sus labios, pareciendo tan infinitamente feliz como minutos antes. Aquella felicidad que Levi también sentía cada vez que lo veía y estaban juntos o, simplemente, al oír su voz desde el otro lado del teléfono. Aquella felicidad infinita que parecía haber despertado dentro de él desde que conoció a Eren llenando cada maldita centésima de segundo del tiempo que compartían.

—Tch, que mocoso más tonto —replicó, pero el chico solo se encogió de hombros a modo de disculpas por su «pequeño» error.

—Entonces, ¿te gusta Morgana?

Levi solo chasqueó la lengua una vez más y, como casi siempre que era sobre Eren y sus ideas, acabó dándose por vencido, porque, ¿quién puede luchar contra aquello que le hace feliz?

 

——o——

 

Debido a que Eren tendría que trabajar hasta tarde aquel sábado, ya que la sesión fotográfica de esa semana para la revista se llevaría a cabo a las afueras de Shiganshina, Levi había decidido pedirle a Hange que lo acompañara de compras y lo ayudase a elegir los artículos que iba a necesitar para su nueva mascota.

Se sentía algo adormilado aun, ya que Morgana lo había hecho pasar una noche bastante inquieta. Una vez el mocoso se hubo marchado, esta había comenzado a lloriquear desesperada, solo calmándose cuando él, harto de aquel escándalo, la metió a su lado en la cama, obteniendo así unas cuantas horas de paz en las que logró dormir un poco. De momento, aquella cachorra era un auténtico incordio, pero ya fuese por cansancio, o a causa del mocoso y su terquedad, Levi había terminado dándose por vencido, aceptándola en su vida.

Nada más terminar de ponerse una chaqueta de cuero negra, para proteger de posibles pelos el suéter blanco que llevaba debajo, abrió la puerta de la casa y salió al jardín junto a Morgana, quien parecía decidida a enredarse en sus pies y dificultarle el avance. Había soltado tan solo un par de maldiciones y regaños a la pequeña bestezuela, cuando Hange hizo su aparición, levantando una mano para saludarlo con excesivo entusiasmo al verle, gesto que él devolvió con una seca inclinación de cabeza.

Esa mañana su amiga iba envuelta de pies a cabeza en capas de ropa, casi como si fuese un kolache. El anorak beige que llevaba le cubría hasta la mitad de los muslos, enfundados en unos gruesos vaqueros azules, y la habitual coleta en la que Hange solía sujetar su cabello castaño ese día era inexistente, siendo remplazada por un gorro de punto azul brillante que le cubría la cabeza hasta la cejas, junto a una disparatada bufanda multicolor que le envolvía el cuello. Al verla más de cerca, una vez que esta llegó a su lado, Levi se percató de que a la prenda le faltaban varios puntos, por lo que supuso la había tejido la propia Hange. Su amiga era un auténtico desastre en ese tipo de labores.

—¡Enano, cuanto tiempo sin verte! —le dijo esta, echándole los brazos al cuello como si no se hubiesen visto hacía décadas cuando su último encuentro había sido apenas dos días atrás. Soltándolo finalmente, Hange miró a la cachorrilla que, inteligentemente, se había escondido tras las perneras de sus vaqueros negros, mirando a la desquiciada mujer con todo el recelo de sus dos meses de vida—. Oh, ¿esta pequeña es tu nueva mascota, Levi? —le preguntó mientras se acuclillaba para atrapar a la diminuta bestezuela y alzarla—. ¡Pero mira que preciosa eres! —la alabó, besando su húmeda nariz y dirigiendo luego su castaña mirada a él—. Sabía que más temprano que tarde acabarías envidiando mi increíble relación con Ludwig y querrías tener una mascota propia.

—No es que quisiera, sino que el mocoso me ha obligado —masculló él malhumorado. Como si quisiera hacer notar su presencia, Ludwig, que había acompañado a la loca de su dueña para cuidarla, se acercó a su lado, posando su negro morro sobre su muslo derecho e intentando llamar su atención. Levi de inmediato le dio unas cuantas palmaditas en la cabeza que lo hicieron menear la cola con desenfrenada alegría.

—Sí, claro. Como si alguien pidiera obligarte a hacer algo que realmente no quieres. Ni siquiera lo consiguió el instructor de la academia a pesar de lo estricto que era y el miedo que daba; por eso te la pasabas castigado —le dijo esta, arqueando sarcásticamente sus castañas cejas por sobre las gafas—. Síguete mintiendo a ti mismo si eso te hace feliz, enano. Al final, Eren siempre te obliga a ser más honesto, aunque luego refunfuñes como el anciano que eres.

Levi le enseñó el dedo medio, pero al ver que Morgana comenzaba a patalear desesperada por escapar de Hange, que la tenía suspendida en el aire sin más apoyo que sus manos, corrió en su auxilio, arrebatándosela de las manos y pegándola a su pecho.

—¡Joder, Hange! ¿Es que la quieres matar de un susto?

Su amiga rodó los ojos.

—Que exagerado eres, Levi; no le iba a pasar nada. Tengo a Ludwig desde hace más de un año y sigue entero, ¿verdad, tesoro? —le preguntó al perro que se acercó hasta donde ella estaba, cerrando los ojillos marrones cuando esta comenzó a acariciarle la cabeza—. Además, está comprobado que mientras antes se superen los miedos, mejor.

—Ya me encargaré yo mismo de los miedos de esta bicheja, no necesito de tu ayuda de mierda, gracias. Si solo has venido a aterrarla, mejor lárgate a tu casa. Estoy harto de oírla lloriquear.

—Ya, ya, enano. Te dejaré ser un padre tan sobreprotector como desees. —Dándole una palmadita en la cabeza como si él fuese un niño, y ganándose por ello una mirada cargada de furia, la loca de su amiga le sonrió triunfante—. Y por cierto, Levi, ¿cómo se llama?

Morgana —le dijo él, dejando a la cachorrilla en el piso y dándole unas palmaditas para tranquilizarla cuando Ludwig se acercó a olfatearla, ya que esta de inmediato comenzó a temblar como la cobarde que era.

—¿Morgana? —le preguntó su amiga con voz estrangulada—. ¿Morgana como la hechicera del rey Arturo?

—Sí, como la del rey Arturo, ¿algún problema?

La risa de Hange no se hizo esperar, a pesar de la acerada mirada que él le lanzó, acompañando su respuesta. Divertida a más no poder, su amiga se dejó caer sentada en el escalón superior de la escalerilla de la entrada, carcajeándose hasta que le dolió el estómago y Levi se hubo maldecido mil veces por haber tenido la estúpida idea de pedir su ayuda para hacer aquellas condenadas compras.

—Oi, Hange, si ya has acabado de reírte de mí, levanta el culo y pongámonos en marcha. Tengo mucho que hacer hoy.

—Claro, claro, de seguro la limpieza de la casa no puede esperar. No vaya a ser cosa que algún germen decida rebelarse contra tu monarquía del terror y haga una toma de tu impoluta casa. Si eso ocurriese tendrías que pedirme asilo, y te lo daría encantada, por supuesto, pero me temo que mi casa no está en condiciones que apruebes del todo —se burló, dejándole claro que no creía para nada en sus pobres excusas. Aun así, esta se puso de pie y lo siguió para salir del jardín y enfilar hacia el camino principal—. Dios mío, realmente no puedo creer que le hayas puesto Morgana a tu mascota, enano; no te pega para nada. ¿En que estabas pensando?

—No fue cosa mía, sino del mocoso. Si nunca te has enfrentado a este y su condenada terquedad cuando se le mete alguna idea en la cabeza, no sabes lo terrible que puede llegar a ser eso.

Sujetando la correa de Ludwig para que este no saliera corriendo al menor descuido como acostumbraba a hacer, Hange, pensativa, se posicionó a su lado y tarareó una desafinada cancioncilla, del mismo modo que Levi le había oido hacer en innumerables ocasiones cuando esta planeaba algún proyecto importante o se sumergía en las extrañas cosas que solían llamar su atención.

Los dos se mantuvieron en silencio durante los siguientes minutos, recorriendo más de la mitad del camino en aquella playa casi desierta durante las primeras horas del día y oyendo de fondo el salvaje oleaje que iba morir a la orilla de la playa, el cual parecía ir acompasado con la respiración de ambos.

Acababan de entrar a la calle principal, que llevaba a la zona comercial, cuando finalmente Hange se volvió a mirarlo. Aunque esta todavía parecía contenta y entusiasmada, ya no tenía el aire de juguetona burla de minutos antes, sino que en esa ocasión lucía mucho más seria y serena, con aquella segura certeza que empleaba al dar sus charlas en la universidad y que dejaban claro que todo lo que salía de su boca era una verdad irrefutable.

—Realmente lo estás haciendo, ¿no es así? —Levi la observó confuso, sin saber a lo que ella se refería, pero su amiga se encogió de hombros y acarició distraídamente la cabecilla de Morgana, quien iba acunada en sus brazos—. Ya sabes, establecerte en un sitio que consideras tu hogar, conseguirte un nuevo trabajo, volver a tener una pareja, criar una mascota, pensar en el futuro. Cosas absurdamente normales y sencillas en una vida absurdamente normal y sencilla. —Ella le sonrió quedamente—. Es extraño, te conozco desde hace muchísimo tiempo, Levi, casi toda una vida, y sin embargo esta es la primera vez que realmente te veo pensar en ti. En ti siendo feliz.

Tras la sorpresa que aquellas palabras le produjeron, él negó con un débil gesto.

—Te equivocas, antes también he sido feliz; aunque de forma diferente.

Meneando la cabeza en señal de disconformidad, con el castaño cabello que le caía sobre los hombros agitándose enloquecido a causa de la brisa marina, Hange le hizo ver su punto:

—Antes has obtenido alegrías y satisfacción de la felicidad de otros, Levi, lo que para nada es lo mismo que ser feliz debido a ti —le aclaró—. Ser feliz, ser feliz de verdad, es algo que debes creerte. No todo siempre va a ser bueno y bonito, por el contrario, habrá días que será difícil avanzar y en los cuales de seguro te enfadarás con el mundo; pero, si a pesar de ello decides ser feliz, nada de eso va a importar demasiado, porque lo que se vislumbrará al final del camino valdrá mil veces la pena, créeme.

Su amiga no dijo nada más, y él tampoco necesitó que lo hiciera, ya que en aquellas palabras no dichas, Levi pudo comprender lo que esta pensaba en ese momento.

Muchas veces su vida había sido una verdadera mierda, llena de una desgracia tras otra que solo parecían aumentar su constante sufrimiento; sin embargo, había llegado a esa condenada ciudad, hundido a más no poder, y acabó conociendo a Eren. Eren con sus ideas disparatadas y su extraña manera de ver la vida, de ver el mundo. Eren, que en apenas un parpadeo, en una ínfima centésima de segundo, se había convertido en la luz al final de su negro túnel.

El primer paso para lo que él esperaba fuese una eternidad.

 

——o——

 

Su jornada de compras con Hange había resultado tan larga como agotadora. Esta, obcecada en instruirlo sobre cómo debía cuidar de una mascota, lo había arrastrado a una tienda tras otra hasta que Levi, harto de toda esa mierda, acabó protestando y amenazándola con largarse. Luego de aquello, la loca de su amiga se había calmado lo suficiente para que pudiesen terminar de adquirir los artículos que le faltaban para la cachorra, acabando posteriormente en la cafetería de Hannes para un almuerzo temprano antes de separarse.

Sintiéndose cansado en extremo, Levi se dejó caer sentado en el pequeño murillo de piedra que separaba la playa de la vía, casi enfrente de su casa. Entrecerrando los ojos a causa de la claridad diurna, observó cómo Morgana correteaba feliz por la arena, revolcándose como una loca luego de que él la hubiese soltado de su nueva correa, la cual la pobre cachorra había odiado a más no poder al sentir coartada su libertad.

Contemplando la playa que se extendía frente a sus ojos, donde el cielo emblanquecido se mezclaba con el gris oleaje que se batía con relativa calma, se preguntó que estaría haciendo Eren en ese momento; si ya habría comido o si la sesión de aquella tarde estaría resultando muy agotadora para él.

Como el chico terminaría de trabajar bastante tarde, y de seguro llegaría agotado a casa, habían acordado en simplemente verse al día siguiente; pero aun así a Levi le estaba resultando un poco difícil la perspectiva de tantas horas de ausencia, lo que era una completa locura. Debido a lo exigente que era su antiguo trabajo, muchas veces habían existido periodos larguísimos en los que Farlan y él apenas lograban verse, ya fuese por las obligaciones de uno o del otro, y aun así habían durado más de una década con su relación, a pesar de sus problemas. Era ridículo que no ver a Eren un solo día lo pusiese de tan malhumor.

Demonios, estaba completamente jodido; total y absolutamente. Entonces, ¿qué mierda se suponía que haría el siguiente fin de semana cuando se marchase a Stohess para poner en orden sus asuntos?

Corriendo desenfrenada, Morgana llegó a su lado, jadeando feliz. Levi la tomó en brazos, acomodándola sobre su regazo para acariciarla un poco hasta que se calmase. A pesar del miedo inicial que esta parecía tenerle, después de casi un día completo juntos, la cachorrilla se mostraba mucho más confiada, como si hubiera decidido que él no era una tan mala elección después de todo. Aun así, Levi sabía que tenía un largo camino por delante si deseaba disciplinarla bien; de momento la pequeña perrilla era toda ímpetu y ganas alocadas, sin control alguno, lo que de seguro le daría más de un dolor de cabeza durante las siguientes semanas, sobre todo si se la llevaba de viaje…

Al pensar en su regreso a Stohess, una idea un poco precipitada cruzó su cabeza. Sabía que era una tontería, una bastante caprichosa e injusta en muchos sentidos, pero aun así él quería arriesgarse; necesitaba arriesgarse.

Acallando la voz de su conciencia que le recordaba que aquello era una mala idea, una idea pésima, marcó el número de su novio y rogó mentalmente por no estar interrumpiendo justo en medio de la sesión. Durante los primeros tonos de llamada pensó que Eren de seguro estaría trabajando y tendría el móvil apagado, pero cuando este le contestó, Levi sintió que parte de su valor menguaba y tuvo deseos de poner fin a la llamada antes de acabar poniéndose en evidencia.

—¿Levi? —le preguntó el chico un poco confundido, de seguro extrañado de que él estuviese llamándolo en horas de trabajo cuando no era lo habitual—. ¿Ocurre algo? ¿Estás bien? ¿Le ha pasado algo a Morgana?

—No, no, nada. Estoy bien, y también ella. ¿Te interrumpo?

—No, tranquilo, solo estaba comiendo algo antes de seguir con el trabajo de esta tarde. ¡Pero ya he acabado! —le aseguró el chico con cierta alegría en la voz, de seguro para que no lo regañase.

El murmullo amortiguado de voces al otro lado de la línea, seguido de una precipitada disculpa por parte de su novio y el sonido producido por alguien saliendo de un cuarto, fue lo único que oyó durante unos cuantos segundos. Cuando Eren volvió a hablar, se oía mucho más disperso, como si estuviese en el exterior, de seguro porque habría salido fuera para poder hablar con mayor comodidad.

—Bueno, ¿y a qué se debe tu llamada? ¿Ya me extrañas? —inquirió su novio con tono sugestivo y bromista.

—Tch, que mocoso más creído eres; pero sí, te extraño un poco —reconoció, levantando el rostro para mirar el blanco cielo sobre su cabeza—. Además, he acabado saturado de Hange y su cháchara de maestra canina. No comprendo cómo, sí evidentemente sabe tanto del tema, Ludwig es tan caótico y se comporta tan mal con ella.

Eren rio al oírlo, haciendo que de inmediato un cálido sentimiento pareciese brotar dentro de él.

Magia.

Durante los siguientes minutos hablaron de nada importante en particular, simplemente compartiendo un poco el cómo les había ido el día a ambos, los progresos de Morgana y sus planes para la jornada siguiente, cuando fuesen a visitar al abuelo de Armin.

Levi sabía que el tiempo libre de Eren de seguro era limitado, por lo que debería haber puesto fin a la llamada a los pocos minutos; joder, ni siquiera debería haberlo llamado en primer lugar. Sin embargo, egoístamente, por una vez todo eso le importó una mierda y siguió con aquello a pesar de que lo más probable fuese que luego se odiaría por su comportamiento tan infantil.

Solo fue cuando oyó la voz de una mujer llamando al mocoso que comprendió que había llegado el momento de poner fin a su pequeño interludio. Morgana, aburrida, luchó por bajarse de su regazo y que la dejase nuevamente sobre la arena, para así poder corretear a gusto a su alrededor, a lo que él obedeció mientras escuchaba a su novio disculparse por tener que colgar ya.

Recordando cual era el motivo inicial de su llamada, Levi sintió un poco de nervios y se debatió entre decirle o no aquello a Eren. Fueron apenas unos pocos segundos de lucha interna, pero a él le parecieron eternos. Cuando finalmente reunió el valor suficiente para decidirse a hablar, notó su voz extraña y ajena, como si no le perteneciese del todo.

—Oi, Eren, sé que esto será muy repentino y, que mierda, perfectamente podría preguntártelo mañana o luego, pero… joder, yo… —Tras inspirar profundo y armarse de valor, le soltó sin más—: ¿quieres venir el siguiente fin de semana conmigo a Stohess?

Un silencio sepulcral fue la respuesta que recibió desde el otro lado de la línea, de seguro porque el mocoso jamás se había esperado aquella invitación y por lo mismo no sabía cómo reaccionar al respecto; y él no podía culparlo.

Desde que le había hecho saber a este sobre su intención de marcharse unos cuantos días a su anterior ciudad de residencia para ordenar sus asuntos antes de mudarse definitivamente a Shiganshina, Levi siempre pensó en aquello como algo que debía enfrentar él solo, tal vez porque, inconscientemente, no deseaba que Eren viera con sus propios ojos aquella parte de su pasado que le gustaba tan poco; quizá, porque no quería asociar al chico con aquella vida que deseaba dejar atrás; no estaba del todo seguro. Lo único que sí sabía con certeza, era que tras su encuentro de esa mañana con Hange, todo en lo que podía pensar era en que no deseaba dar ese paso solo, porque sería difícil, porque lo odiaría y daría miedo, muchísimo; y era precisamente por ello que, siendo el cobarde que era, deseaba que Eren estuviese a su lado para recordarle que al final de todo lo malo, de lo mucho que había sufrido, seguía existiendo aquella pequeña luz al final del túnel para él y sus mil sueños rotos.

—Bueno, yo…

—No, olvídalo; es solo una tontería —se apresuró a interrumpir a su novio, regañándose mentalmente por ser tan idiota y complicarles así las cosas a ambos—. Sé que tienes compromisos en el trabajo y además están tus clases. Mierda, Eren. Simplemente finge que no dije nada de eso, ¿está bien?

Oyó a este reír muy quedo, de seguro divertido por su absurdo comportamiento. Ambos estaban muy lejos, demasiado, pero de cierta forma Levi casi podía verlo frente a él: saber cuáles serían sus expresiones ante sus palabras, el color exacto que adquirirían sus ojos al mirarlo y la ligera sonrisa que adornaría sus labios.

Aquello era tan extraño…

—¿Sería difícil? —le preguntó Eren, finalmente.

Durante un instante pensó en mentirle; resguardarse en su eterno caparazón de indiferencia y fingir que estaría bien, por lo que este no debía preocuparse; sin embargo, no pudo hacerlo, tal vez porque con aquel condenado chico sus defensas siempre bajaban o, más probablemente, porque su maldito corazón era incapaz de decirle nada que no fuera por completo sincero. Demonios…

—Sí, sería difícil —reconoció con pesarosa sinceridad—. Sería una auténtica mierda.

—Entonces, iré —le dijo el otro por respuesta, no con su habitual alegría ni entusiasmo bullente, sino con la seguridad que utilizaba para hablarle de aquellas cosas que solían llenarlo de determinación.

Levi deseó disculparse, deseó retroceder el tiempo y así poder controlarse mejor a sí mismo y sus inseguridades; pero en el fondo se alegraba de aquella estúpida decisión egoísta. Así que simplemente apretó un poco más el móvil entre sus dedos, deseando que hubiese sido la mano del chico, y suspiró apenas, tan aliviado como resignado por aquel actuar tan impropio de él.

—Gracias, Eren… —murmuró pasados unos segundos—. De verdad, gracias.

Nuevamente la voz de aquella molesta mujer, llamando con insistencia a su novio, interrumpió el momento, por lo que Levi aceptó que era momento de que la plática llegase a su fin.

Tras dar una amortiguada respuesta, a quien él supuso sería la jefa del mocoso, este se despidió de él a toda prisa, recordándole que cuidara bien de Morgana y que cenase lo que le había dejado preparado la noche anterior. Increíblemente, por primera vez durante ese día, a Levi la espera para volver a verle no le pareció tan larga ni angustiante como minutos antes.

Nada más poner fin a la llamada y guardarse el móvil en el bolsillo de su chaqueta, oyó una maldición seguida del inconfundible lloriqueo de Morgana; aquel que la cachorra utilizaba cuando algo la asustaba.

De inmediato su gris mirada recorrió los alrededores para buscar a la perrilla, encontrándola tiritando asustada a los pies de un sujeto que seguía maldiciendo y se sacudía como podía el chorreante líquido que goteaba de la pernera de sus pantalones marrón claro y su zapato izquierdo, evidentemente caro. Esta, nada más verlo, corrió a su encuentro, lloriqueando desconsolada para que él la alzara en sus brazos y le diese seguridad.

—¡Oh, demonios, Morgana! ¿Por qué mierda tenías que hacerme esto? Tienes toda una jodida playa para ti sola y justamente vas y meas al primer tipo que te encuentras —masculló Levi a esta por lo bajo mientras se ponía de pie a toda prisa para ir a dar la cara por su mascota—. Disculpe —comenzó, dirigiéndose al hombre que aún le daba la espalda, de seguro rabiando por lo ocurrido con la cachorra—, sé que no es una completa justificación, pero ella aún no está entrenada y se asusta con facilidad; sin embargo, reconozco que lo ocurrido es mi completa culpa por haberla descuidado. Si pudiese compensarlo de algún modo…

Ni siquiera había acabado de soltar aquel penoso intento de disculpa cuando su cerebro se quedó en blanco al ver quien era la víctima de Morgana. Grisha Jaeger, con sus delgadas cejas fruncidas con disgusto y un brillo asesino en los ojos semiocultos tras las redondeadas gafas, lo contempló como si acabase de recibir el peor agravio y hubiese sido el mismo Levi quien le hubiese orinado encima, y no la cachorra. No obstante, él no pudo culparlo del todo, ya que se sentía igual de incómodo en presencia de ese hombre.

Durante un momento, ciertamente bastante infantil, Levi tuvo el impulso de dar media vuelta y dejar que el padre del mocoso se las arreglase como pudiera; en su opinión, que lo meara un perro era lo menos que este se merecía. Aun así, su maldita conciencia le recordó que no podía pagar así la amabilidad de Carla, además de que, y aunque le molestase admitirlo, aquel hombre seguía siendo el viejo de Eren, por lo que tragándose lo mejor posible su desprecio, le dijo con indiferencia:

—Le pagaré por los inconvenientes que mi cachorra le haya causado, así que solo dígame cuanto es para solucionar el problema —añadió, sintiéndose un poco tentado de confesarle al jodido médico que parte de la culpa también era de su hijo, ya que había sido este quien decidió que ellos debían tener una mascota—. ¿Y bien?

—Tú —soltó el doctor Jaeger, escupiendo la palabra como si fuese el peor de los insultos e ignorando descortésmente todo su anterior intento de disculpa.

Levi, bastante harto por el inesperado giro que había dado aquella situación, lo observó con detenimiento, notando como la respiración de este se volvía cada vez más rápida y superficial, al tiempo que sus puños se apretaban y soltaban erráticamente, como si el hombre se estuviese conteniendo en serio para no pegarle un puñetazo, algo que él en verdad esperaba no ocurriese. Grisha Jaeger era sin duda un hombre alto y relativamente corpulento, pero Levi no tendría ningún problema en dejarlo tumbado en la arena solo con un par de movimientos básicos de defensa si este hacía intento de atacarlo.

—Sí, yo —murmuró con desgana en respuesta—. ¿Va decirme o no cuanto es el coste o lo decido por mí mismo? —continuó, perdiendo poco a poco su paciencia, ya de por sí escasa.

Morgana, como si presintiese la tensión existente entre ellos, comenzó a gimotear bajito, soltando alguno que otro de sus diminutos ladridos de vez en cuando. El padre del mocoso la miró acusadoramente, y Levi tuvo la tentación de decirle que dejara en paz a su mascota, pero se contuvo.

—Tú y yo tenemos que hablar —le dijo finalmente Grisha, utilizando un tono monocorde y educado que destilaba rencor en cada palabra—. Sobre Eren.

Soltando un quedo suspiro de resignación, él cabeceó una vez a modo de consentimiento. Detestaba que las circunstancias para el primer acercamiento entre ambos se hubiesen dado de ese modo, pero, honestamente, Levi tampoco creía que hubiese una mejor opción. Por lo menos le consolaba saber que era el bueno del doctor el que se encontraba en desventaja, ya que, afortunadamente, no era él quien había sido meado por un perro.

—Claro, ¿por qué no? —aceptó, posando una mano sobre la oscura cabeza de su cachorra—. Vivo allí enfrente. Si gusta, podemos hablar en mi casa.

Los verdes ojos de Grisha, al mismo tiempo tan similares y tan diferentes a los del mocoso, se dirigieron por un instante hacia su casa para luego posarse nuevamente en él. Aparte del evidente enfado que le era difícil disimular, todo lo que aquel hombre pensaba estaba perfectamente controlado, por lo que Levi fue incapaz de leerlo con facilidad; este, no obstante, también asintió en su dirección.

—Hagámoslo. Hay mucho que me gustaría decirte.

—Ya lo creo que sí —murmuró él con sarcasmo, ganándose un fruncimiento de ceño por parte del otro—. Tenga por seguro que yo también.

La mirada que Grisha le lanzó de seguro habría atemorizado a hombres menos valientes, pero no a Levi. No cuando llevaba semanas rumiando su disgusto y pensando en todo lo que ansiaba decirle al bueno del doctor si tuviese alguna vez la oportunidad.

Y el destino, como una mala broma o una retorcida recompensa, acababa de servirle su deseo en bandeja de plata.

Notas finales:

Lo primero esta vez, aparte de agradecerles por leer, es desearles por supuesto un muy feliz comienzo de año. Deseo de corazón que este 2020 sea mucho, mucho mejor que el año que hemos dejado atrás. Que lo bueno del 2019 se mantenga y lo malo haya quedado como experiencia. Que este año que va dando inicio les llegue cargado de bendiciones, mucha salud para ustedes y sus personas importantes y sobre todo amor. Mis mejores y más sinceros deseos para que este 2020 sea en verdad un año afortunado y lleno de felicidad.

Por lo demás, ahora sí, muchas gracias por leer este capítulo, ¡mi primera actualización del año! Tenía como objetivo poder actualizar In Focus durante la primera semana de enero, así que me alegra haberlo conseguido; además, este capítulo ha sido particularmente muy divertido de escribir, un pequeño respiro a todo lo sentimental de los anteriores, que creo viene bien a veces.

Esta vez tenemos un personaje nuevo, Morgana, la cual tenía muchas ganas de presentarles. Sé que puede ser una tontería, y sí alguien ha leído otras de mis historias sabrá que a veces las mascotas abundan en ellas, pero, lamentablemente, soy una persona a la que le gustan mucho los animales. Tengo gatos, perros y un hámster. Para mí, la vida, una vida feliz, no es completa sin ellos, así que a veces acabo compartiendo eso que siento por aquí. Como siempre he dicho, escribir es el juego de las verdades y las mentiras, ¿no? Así que espero disfruten de esta nueva pequeña incorporación que nos acompañará de aquí hasta el final y cuyo nombre esta vez es tomado de una de mis historias favoritas y que además hace referencia a unos de los temas principales de esta historia: magia.

Otro asunto que quiero explicar, aunque puede que alguien lo haya leído ya antes, es sobre el comentario que me hizo una amiga sobre el borrado masivo de cuentas e historias que ha vivido Wattpad durante las últimas semanas, sobre todo de fanfictions.

La verdad es que yo suelo ser un poco despistada respecto a esto, ya que no entro siempre en mi cuenta de esa plataforma y podrían pasar días sin que me enterase si algo así ocurriera. Además, no tengo idea de si una historia puede volverse a subir una vez la borran o si puedes hacer otra cuenta, y, honestamente, tampoco sé si tendría el ánimo llegado el caso. De todos modos, por si a alguien le interesa, tengo otras tres cuentas más en otras plataformas. Fanfiction.net, Amor Yaoi y AO3. En todas suelo actualizar al mismo tiempo que por Wattpad, así que todo va al día. Por ese motivo, si llegasen a ver que una historia desaparece sin que haya informado antes de ello o mi cuenta no está más, pueden encontrarme en cualquiera de las otras plataformas, ya que estoy con el mismo nombre.

Por último, para quienes leen el resto de mis historias, aviso que mañana y el martes deberían estar las nuevas viñetas de Ese algo llamado Amor, y espero que durante la semana logre salir el nuevo capítulo de Cantarella, con su línea de Pecado, para quienes les gusta sufrir conmigo por ese lado. Lamento que todo vaya tan lento, pero las fiestas me han quitado tiempo y además llevo semanas corrigiendo historias. No sé si alguien se habrá percatado, pero algunos de mis relatos ya cuentan con portada, y eso es indicio de que esa historia se ha corregido al completo y ha vuelto a subirse, lo que siempre es un trabajo pesado. Prontamente espero estar haciendo lo mismo con In Focus, pero, egoístamente, la he dejado para el último debido a que son bastantes capítulos los que deben pasar a revisión y además, bastante de ellos son considerablemente largos.

Y con esto ya me despido. Nuevamente muchas gracias a todos los que leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera. ¡Muchas gracias por haberme acompañado durante todo el pasado año, alegrando mi corazón! Mi deuda hacia ustedes es infinita.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para cada uno. Hasta la siguiente.

 

Tessa.


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