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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 3:

Una Nueva Luz

 

A través del ojo fotográfico se puede ver el mundo bajo una nueva luz; un mundo en su mayor parte inexplorado y desconocido; un mundo que aguarda ser descubierto y revelado.

(Edward Weston)

 

 

 

Luego de dejar el equipo fotográfico en su cuarto y ponerse un poco más cómodo quitándose las capas extra de ropa que llevaba, Eren se dirigió a la pequeña cocina del departamento para preparar la cena, aprovechando que estaba solo en casa en aquel momento.

Esta era una estancia de dos metros de largo por uno y medio de ancho pintada en un aburrido amarillo pálido en el que, a duras penas, entraban apretujados la pequeña cocinilla de dos platos que tenían, una nevera enana, el destartalado y viejo fregadero y un estante colgante en el que guardaban los pocos utensilios de cocina de los que disponían y algo de víveres; la diminuta ventana ubicada al costado junto a la cocinilla, era lo único que otorgaba algo de luminosidad, y ventilación, a ese sombrío espacio. Por regla general, Armin y él habían llegado al acuerdo de no utilizar esta al mismo tiempo ya que era tan condenadamente minúscula y estrecha que, cuando intentaban estar los dos en ese habitáculo, terminaban casi a los golpes entre los codazos y empujones que se daban. En una ocasión, Eren le dio sin querer a su amigo con el codo en el ojo y a este se le puso de un morado tirando a negro. La novia de Armin, furiosa con lo sucedido, estuvo a punto de dejarle el rostro hecho un desastre si el otro chico no hubiese intervenido para salvarlo.

Tarareando una canción proveniente de alguno de los otros departamentos y que se colaba a través de la ventana entornada de la sala, Eren abrió la nevera y revisó el contenido de esta. Algo de fruta y unas pocas verduras, bastante mustias, era casi lo único que tenían; de hecho, el cartón de leche abierto ya estaba casi vació cuando lo agitó para comprobarlo y un solitario huevo lo observaba desde su compartimento. ¿Se suponía que con eso debía hacer la cena?, se preguntó, desanimado. Esa semana él y su amigo estuvieron tan ocupados con las clases y sus respectivos trabajos que ni siquiera tuvieron tiempo de ir al supermercado para hacer la compra. Esa noche tendrían que conformarse con ordenar algo para comer.

Eren sacó un yogurt de fresa, que supuso sería de Annie y que todavía no caducaba, y una manzana verde de la nevera antes de cerrarla con desconsuelo. Aquella tarde no tuvo tiempo de almorzar nada debido a la demora de la sesión fotográfica, así que lo mejor sería que comiera algo mientras trabajaba en sus proyectos y esperaba que Armin regresara de la cafetería.

Desde hacía casi un año y medio que Armin y él alquilaban conjuntamente ese pequeño y destartalado departamento de dos habitaciones que quedaba bastante cerca de la universidad. Aparte de los cuartos individuales de cada uno, contaban con un pequeño cuarto de baño de azulejos blancos equipado con ducha, retrete y un lavado de cañerías tan antiguas y chirriantes como las de la cocina y un espacio común central que habilitaron como una especie de sala-comedor, utilizando el viejo sofá de desgastando cuero marrón claro y la mesilla de centro de vidrio de la antigua casa de su amigo que ubicaron frente al mueble donde descansaban la televisión plasma de cuarenta pulgadas y el equipo de música que fueron la única concesión de gastos extras que Armin y él se permitieron una vez se instalaron allí, y la verdad es que solían utilizarlos con bastante frecuencia ya fuera cuando estaban solos los dos o recibían alguna que otra visita. La diminuta pero bonita mesa de madera para cuatro personas que tenían ahora, fue un obsequio de sus amigos tres meses después de que se mudaron allí, alegando que tener que cenar en la sala, sentados en el sofá, no era algo normal.

Mientras recorría el estrecho pasillo que llevaba a las habitaciones comiéndose el yogurt, Eren observó los cuadros colgados de las paredes. Eran seis ampliaciones de fotografías suyas tomadas en diferentes etapas de su vida, desde los quince años, cuando comenzó con aquel hobby, hasta los diecinueve, cuando ya hubo decidido que se dedicaría a ello. En todas estas se apreciaba en mar, tan mutable y cambiante como él mismo lo fue y seguía siendo. Después de alquilar el departamento, lo primero que Eren y el otro chico hicieron fue pintar todas las habitaciones de un blanco prístino para otorgar mayor luminosidad y amplitud a las estancias, dejando los zócalos y las molduras en azul marino que junto a las fotos le daba a la casa un aire náutico. Armin solía bromear seguido diciendo que a pesar de ser un departamento viejo, por lo menos tenían una decoración bonita.

Aun que era un tema del que nunca hablaron directamente, Eren estaba seguro de que su amigo optó por vivir en aquel sitió solo como un medio de ayudarlo a él. Armin, listo como era, de forma pragmática se escudó en el hecho de lo lejos que quedaba su antigua casa, emplazada a las afueras de la ciudad, del centro de Shiganshina y por lo tanto de la universidad, así como de que el vivir sin su abuelo, que ahora estaba en una residencia para adultos mayores, era deprimente. Y tragándose aquellas mentiras de buena gana, Eren guardó silencio y egoístamente aceptó la mano que este le tendía.

Luego de entrar a la universidad a estudiar fotografía y que las discusiones con su padre se volviesen algo frecuente, Armin comenzó a mostrarse cada día más y más preocupado por él. Le controlaba los horarios de comida, fastidiándolo para conseguir que ingiriera alimentos si era necesario; lo obligaba a dormir en los descansos que tenían entre algunas clases, ya que los episodios de ansiedad que Eren sufría y las pesadillas lo despertaban seguido por la noche y, los fines de semana, este se inventaba mil excusas para que él se quedase a dormir en su casa y, de ese modo Eren no tuviera que regresar a la suya…

En aquel entonces, él se sentía bastante miserable y emocionalmente inestable debido a diversos motivos; por eso, cuando el otro chico le presentó la idea de conseguirse un empleo de medio tiempo para alquilar un sitio y vivir juntos, Eren no solo se sintió aliviado, sino que fue casi como si le hubiesen salvado; sin embargo, contarles a sus padres que se iba de casa no fue tan fácil. Grisha, su padre, se puso furioso con él cuando se enteró, alegando que Eren de seguro descuidaría sus estudios al mismo tiempo que esa “libertad” le permitiría hacer todo tipo de barbaridades; barbaridades asociadas, aunque este no lo dijese abiertamente, a su orientación sexual. No obstante, en esa ocasión fue su madre, Carla, quien intervino con firmeza para explicarle a su esposo que era momento de permitir que Eren comenzara a tomar sus propias decisiones sin que ellos tuviesen que intervenir.

Sí, definitivamente Armin y ella fueron sus salvadores. Una deuda que no creía poder saldar en esta vida.

De regreso en su cuarto, Eren encendió el ordenador de sobremesa que tenía en el escritorio situado junto a la pequeña ventana y cerró las cortinas azules de esta para que no le estorbase la poca y mortecina luz natural que aún quedaba a esa hora. Ajustó la luminosidad de la lámpara que tenía sobre el escritorio hasta dar con la intensidad que mejor le iba para trabajar y luego de poner algo de rock suave en su pequeño equipo de música, por tener algo de bullicio, comenzó a rebuscar en el estante empotrado, que ocupaba toda una pared, la carpeta con deberes que tenía asignados para esa semana en la universidad. Allí tenía tantos folders con trabajos apilados desordenadamente que, probablemente, tendría que dejar un día completo para ponerlos todos en orden, se dijo con desgana.

Miró el reloj de la mesilla de noche que estaba junto a la cama y vio con horror que ya casi era las siete de la tarde; una hora bastante mala para llegar de su empleo de medio tiempo. Ese día tuvo que fotografiar diferentes jardines tipo zen y eso obligó a todos los miembros del equipo de fotografía de la revista, que eran cinco incluyéndolo, a moverse de un sitio a otro en tres residencias distintas bajo la presión de las pocas horas de luz con las que contaban y, por supuesto, con Riko, su jefa, hecha una fiera. Eren estaba agotado mentalmente y sentía además que su espalda lo mataba, pero era consciente de que si no trabaja aquella tarde y al día siguiente, no sería capaz de tener todo listo para el martes sin tener que sacrificar horas de sueño; y sobre todo, no deseaba eso.

Casi como si de una rutina se tratase, desde el miércoles que se encontraron nuevamente, cada mañana Eren, sin falta, madrugaba a las seis solo para poder reunirse con Levi a las siete en la playa ya que era la hora en que este sacaba a pasear a Ludwig. De momento, Armin no había preguntado nada sobre sus escapadas mañaneras, y Eren estaba seguro de que se debía simplemente a que el chico creía que él estaba enfocado en alguno de sus proyectos; y, ¿no era así en parte? ¡Él deseaba convencer a Levi para que fuese su modelo! De hecho, se estaba esforzando mucho por conseguirlo.

Lo cierto era que durante sus paseos matutinos ambos no hacían mucho más que platicar de cualquier cosa mientras caminaban y Eren aprovechaba de fotografiar un poco de tanto en tanto, a la vez que el cachorro jugueteaba alegremente por allí. Para él, estar en compañía de Levi era agradable, junto a este se sentía muy cómodo, podía ser él mismo; sin embargo, no estaba muy seguro de lo que sentiría el otro hombre al respecto; Levi parecía tolerar su presencia de momento, aunque aún no accedía a su petición ni le permitió tomarle otra fotografía de prueba, pero Eren no podía quitarse de la cabeza la molesta certeza de que si este seguía viéndolo era solo porque él prácticamente se lo rogó aquel día en la cafetería; porque a pesar de intentar aparentar lo contrario, Levi era una persona demasiado amable, se recordó con pesar.

Y se sentía tan patético…

Durante los dos días anteriores, después de su caminata, Levi lo invitó a su casa y le preparó el desayuno y, aquel sábado, que Eren tenía más tiempo libre ya que no tendría que asistir a clases, le devolvió el favor invitándolo nuevamente a la cafetería.

El jueves, todavía nervioso por lo ocurrido en el local de Hannes, Eren aceptó receloso la invitación del otro, temeroso de abrir la boca y arruinar todo otra vez entre ellos; pero, nada más llegar a la casa de este y ver la cómoda familiaridad con que lo trataba, finalmente se relajó un poco. El comportamiento de Levi era casi como si su tonta confesión nunca hubiese existido, y quizás fuera mejor así, se dijo. No le gustaría perder aquella singular amistad solo por eso.

A lo largo de aquellos tres días, él poco a poco comenzó a descubrir algunas cosas importantes sobre Levi, como el hecho de que este no era muy bueno en la cocina, y eso lo frustraba bastante, o el de que sufría un TOC importante con respecto al orden y la limpieza, y por lo mismo no soportaba bien que invadiesen su espacio personal. De inmediato, Eren se sintió un poco preocupado cuando se enteró de esto, pero Levi lo tranquilizó cuando le dijo que no era algo que perjudicara su vida, solo lo volvía más ansioso e irritable en algunos momentos; algo que él vivió de primera mano en el instante en que este estuvo a punto de sufrir un infarto cuando, sin querer, Eren dejó un vaso de agua helada sobre la superficie de madera de la mesa de centro de la sala sin colocar antes un posavasos y también el día anterior, ya que Levi se enfadó bastante con él tras ayudarlo a preparar unos sándwiches y dejar todo el piso regado de migas de pan. Con todos aquellos pequeños contratiempos, Eren comenzó a tomarse muy en serio la necesidad de aquel hombre de mantener su entono impecable para su tranquilidad mental, y de paso, también la suya, claro. Ver a aquel sujeto de metro sesenta enojado, no era una experiencia agradable.

Del otro detalle que Eren se percató, fue de lo poco que Levi solía hablar en general y, particularmente, sobre sí mismo; además, de lo bueno que era evadiendo y desviando preguntas personales cuando no quería contestarlas. Sin duda alguna, un verdadero experto.

Ni sobre su trabajo, que seguía siendo un misterio; ni de su vida en Stohess; ni de lo que pensaba hacer en Shiganshina ahora que estaba de regreso; nada. Levi Ackerman era tan hermético como una ostra y no soltaba información ni de manera casual. Si no fuera porque hablaba seguido de Hange, la dueña de Ludwig, Eren juraría que este vivía completamente solo y aislado del mundo. A pesar de que él siempre le estaba contando pedazos de su vida y su día a día, Levi no cedía; sin embargo, en vez de frustrarse con aquello, Eren se preguntaba que clases de secretos estaría tan determinado a resguardar tan celosamente este, y si habría alguna manera de que le dejase ser parte de ellos.

Ahh… Realmente quería fotografiarlo…

Tarareando la música que salía del equipo en ese instante mientras arreglaba una fotografía para su clase de Diseño e Imagen, Eren recordó la última foto que le tomó a Levi el otro día y la cual todavía no tenía tiempo de arreglar. Minimizando su trabajo, la buscó en la carpeta que tenía en el ordenador con el nombre de este y donde estaban guardadas todas las tomas que le había hecho desde que lo conoció, hacía más de una semana atrás. Al encontrar la que quería, la pinchó para seleccionarla. El rostro sorprendido e indignado de Levi, pálido y despeinado, con sus fríos ojos grises clavados en él, le devolvió la mirada desde la pantalla y Eren no pudo evitar reír emocionadamente ante eso.

Dios, era tan guapo…

Al recordar otra vez la conversación de aquel miércoles y su tonto intento de flirteo, su ánimo decayó un poco y deseo que se lo tragase la tierra, una vez más. A Eren jamás se le había dado bien coquetear con alguien, solía ponerse nervioso y le daba demasiada vergüenza, pero no sabía explicar que fue lo que le ocurrió ese día; quizás, pensó, su atrevido comportamiento se debió a lo azorado que lo dejó Nanaba y su boca floja; pero, tras la pregunta de Levi, vio su oportunidad de tantear sus posibilidades de llamar su atención, solo por curiosidad. Posibilidades que Levi se encargó de aplastar en menos de un minuto con aquel silencio sepulcral. Y aunque él estaba preparado para el rechazo, de todos modos su muda negación dolió un poco; sobre todo porque Eren quizás sí estaba un poquitín interesado en el otro, aunque no fuese nada realmente serio.

Además, no tenía ni la menor idea de si Levi podía llegar a sentirse atraído por otro hombre. Aparte del hecho de haberle confesado que de momento estaba soltero, él no sabía nada más respecto a su vida sentimental y sexual.

En verdad, ¿qué tan tonto podía llegar a ser?, se preguntó Eren.

El sonido de la puerta de entrada cerrándose lo alertó de la llegada de Armin. Rápidamente minimizó el archivo de la fotografía de Levi y, al oír la voz y las risas de su amigo, supuso que este venía hablando por el móvil; sin embargo, para cuando golpeo la puerta entornada de su cuarto, este ya había dejado de hacerlo.

—¡Hola, Eren! ¿Has tenido una tarde dura? —le preguntó el chico cuándo él lo invitó a entrar a la habitación. Armin se sentó en la cama de plaza y media que ocupaba toda una pared de la estancia y que ahora estaba cubierta con el edredón de tonos verdes que compró como capricho en la última salida que tuvo con su hermana. Nada más verlo ese día, Eren se sintió fascinado por él, ya que este le recordó un bosque que fotografío en un viaje que hizo con los chicos años atrás; desde el color terroso del musgo hasta el verde soleado de las copas de los arboles le dijo a Mikasa. Ella, como si él todavía fuese solo un niño a pesar de que la superaba por un año, se limitó a asentir y a sonreír ante su comentario.

Con su familia las cosas siempre eran así…

—Horrible —le dijo soltando un suspiro agotado mientras observaba a su amigo descalzarse y hundir los pies en la mullida alfombra azul que estaba en medio del cuarto. Esta, junto al antiguo armario de caoba que perteneció anteriormente a su abuelo y que era donde ahora él guardaba los instrumentos de fotografía y su ropa, la cama que había utilizado durante toda su vida, el escritorio que le compraron sus padres cuando entró en la secundaria y la mesita de noche, fueron las únicas cosas que Eren se trajo de su antigua habitación en la casa familiar; aunque tampoco es que allí tuviese espacio para muchas más cosas, se recordó—. Nos han cambiado tres veces de locación, y todos estaban a las prisas debido a la luz natural, a los horarios establecidos con los dueños de los jardines, a que ya estaba todo pagado y no podíamos perder tiempo, a que la inminente lluvia podía comenzar en cualquier momento y bla, bla, bla —Eren le dio un mordisco a su manzana a medio comer y observó al chico con agotado fastidio—. Nifa estaba como loca, ¿sabes? Temía que en cualquier momento se pusiese a llorar por lo dura que estaba siendo Riko hoy. Odio los días como estos, prefiero mil veces fotografiar interiores porque podemos ajustar la luz con mayor facilidad y tenemos más horas. ¿Y tú que tal, Armin?

—Tranquilo —le dijo el chico peinándose con la mano los cortos mechones de su pálido cabello rubio que lucían un poco desordenados, seguramente a causa del viento otoñal—. Hannes se ha tomado la hora de almuerzo libre porque tenía una cita, así que Nanaba y yo nos quedamos a cargo del café, pero no hemos tenido muchos clientes hoy; supongo que es por lo raro que ha estado el día. En el noticiario decían que habrá tormenta.

—Lo vienen informando desde la semana pasada. Por lo menos espero que esta vez sea cierto —replicó Eren y se volvió en la silla giratoria del escritorio para quedar frente a su amigo, apoyando los sobre el respaldo mientras se movía un poco de un lado a otro. Con la camiseta azul marino que tenía bordado el logo de la cafetería y los vaqueros también azules que eran parte del uniforme, Armin parecía extremadamente joven y pequeño, más menudo de lo que ya era. Además, su piel clara, los rasgos aniñados y aquellos enormes ojos azules que poseía, no ayudaban a que aparentara los veinte años recién cumplidos que tenía. Ya con bastante esfuerzo se podía afirmar que era un chico, pensó él divertido, aunque jamás se lo diría a su amigo—. Por cierto, ¿tienes planes para esta noche? Pensé que podríamos pedir pizza y ver una película ya que no he cocinado nada porque no tenemos víveres, Armin. Tendremos que hacer la compra sí o sí mañana.

Su amigo lo miró compungido.

—Lo siento mucho, Eren, pero… vendrá Annie —se disculpó, casi con vergüenza—. Si no te importa que ella se una al plan…

Annie Leonhart era la novia de Armin desde hacía casi tres años y también una de las mejores amigas de Eren. Era una chica bajita, menuda, rubia y pálida, de nariz ligeramente pronunciada y muy, muy seria. Sus enormes ojos azules parecían estar expresando siempre lo aburrido que le parecía el mundo y, si te descuidabas, podía partirte el cuello sin el menor esfuerzo, ya que al ser la única hija de Abel Leonhart, exrepresentante nacional de Kick Boxing y dueño del gimnasio más importante de Shiganshina, era, al igual que su padre, una experta en la materia; además, en aquel momento estudiaba Preparación Física en la misma universidad que ellos, preparándose para el momento en que el establecimiento quedara en sus manos. A pesar de su corta estatura y constitución menuda, Annie podría acabar fácilmente con seis tipos más altos y el doble de corpulentos que ella y ni siquiera cansarse. Enfadada era aterradora.

La historia de ellos tres fue bastante complicada en un comienzo, por decirlo de algún modo.

Cuando Armin y Eren entraron a la preparatoria, conocieron a Annie que cursaba el mismo año y estaba en la misma clase que ellos dos. A diferencia de todas las demás chicas de la escuela, que parecían ansiosas por llamar la atención, ella no era agradable ni amable con nadie. Annie prefería estar sola y solía esconderse durante las horas libres en alguno de los patios menos concurridos o en la biblioteca; en clases se sentaba al fondo del salón y allí se quedaba sin abrir la boca a menos que fuese estrictamente necesario.

Por otro lado, con lo afable que era su amigo con quien lo necesitase, Armin se puso como objetivo personal incluir un poco más a la chica en el grupo de clases; sin embargo, ella era tan desagradable con el chico y sus intentos de acercamiento, que a Eren le bullía la sangre cada vez que veía sus desplantes hacia las buenas intenciones de Armin. Fue así como casi tres meses después de su ingreso a la escuela y de los infructuosos intentos del otro por ablandarla, que él se decidió a interferir para que su amigo dejase de sufrir.

Eren encaró a Annie a la salida de clases, de forma bastante agresiva, uno de los días que Armin estaba ocupado con sus actividades extracurriculares. Su temperamento nunca había sido el mejor, y así como podía alegrarse fácilmente, también podía pasar igual de rápido al enojo explosivo y, lamentablemente, eso ocurrió cuando confrontó a Annie; por supuesto ella, harta de sus críticas, terminó por darle una paliza y patearle el trasero, literalmente. Aunque lo peor vino después, cuando Armin se enteró de lo ocurrido y le prohibió a Eren volver a amenazar a la chica, ¡como si la agredida hubiese sido ella y no él!

Después de aquel desafortunado incidente, y aunque ellos parecían odiarse a muerte, su amigó comenzó a esmerarse con más ahínco, si era posible, en ganarse la amistad de esta: la saludaba cuando llegaba y se despedía de ella cuando se marchaban a casa, aunque la muy bruja no le respondiera. La ayudaba a estudiar y con los deberes cuando la encontraban escondida en la biblioteca, aunque la muy miserable no se lo agradeciera. Le obsequiaba cosas pequeñas, como una manzana, un lápiz bonito que habían visto en alguna tienda o ese tipo de boberías, aunque la muy ingrata no pareciese contenta. Y Eren creía que Armin era el mayor tonto del mundo, cosa que le dijo al chico muchísimas veces e incluso consiguió que Mikasa se pusiese de su parte; pero, con lo obstinado que era este no cedió, y fue así como durante los seis meses siguientes comenzaron a ver pequeños avances en la chica. Annie saludaba a Armin, solo a él, claro, a Eren lo seguía fulminando con la mirada, cuando llegaba a clases; le agradecía desganadamente a su amigo tras sus sesiones de estudio y se mostraba un poco avergonzada y complacida cada vez que este la obsequiaba con algo; y antes de acabar su primer año de preparatoria, los dos ya eran amigos.

Increíble.

Aquello, pensaba Eren, fue casi como domar a una bestia salvaje; y admiraba a Armin por su coraje. Solo a base de su tenacidad fue que este consiguió que, poco a poco, la chica arisca comenzara a formar parte de su grupo de amistades: a comer con ellos en la escuela, a reunirse con ellos para sus sesiones de estudio y salir a divertirse cuando tenían tiempo libre. Cuando estaban por acabar su segundo año de preparatoria, para sorpresa de todos, Annie y Armin se pusieron de novios y seguían juntos hasta ahora. Sin duda, una bonita historia de amor con dos polos completamente opuestos.

Y por todas aquellas cosas, Eren amaba a sus amigos. Y eso mismo lo impulsó a tomar aquella decisión, aunque la alternativa no le gustase realmente y de comprender que por ella perdería la oportunidad de ver a Levi al día siguiente; pero, a sabiendas de lo que sin duda ocurriría aquella noche, por muy cuidadosos y moderados que ambos chicos intentaran ser, era lo más sensato. No estaba de humor para oírles teniendo sexo y que su cabeza comenzara a imaginar cosas raras. Esos eran los inconvenientes de vivir en un piso tan pequeño.

—Entonces —comenzó él— me quedaré a dormir esta noche en casa de mis padres —le dijo intentando sonar lo más desenfadado posible; no obstante, Armin lo miró espantado.

—¡Eren, no! ¡No te lo estaba diciendo por eso! De hecho, Annie se quedará esta noche solo porque quiere que la ayude a estudiar ya que la próxima semana tiene un examen y le está costando un poco.

—Y me parece genial, pero no quiero ser mal tercio —replicó él con honestidad. Se tiró un poco más atrás en la silla y chocó el codo con el teclado del ordenador, lo que le dolió bastante e hizo una mueca mientras se sobaba—. Además, mi madre ya me ha estado regañando porque no me paso casi nunca por casa; de todos modos mañana es domingo, por lo que me toca ir a comer con ellos igualmente. Regresaré por la tarde y así vamos al supermercado —explicó a su amigo. Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios antes de añadir—: Pero recuerda que cuando yo traiga a alguien a casa te cobraré el favor, Armin.

El ceño de su amigo comenzó a fruncirse un poco, y Eren se preguntó si su broma lo habría ofendido, aunque no parecía estarlo mirando a él precisamente. Cuando este le habló por fin, lo hizo con un tono extraño, algo ahogado; como si estuviese sorprendido y confundido al mismo tiempo:

—Eren… ¿quién es ese sujeto?

Volteando a toda prisa, miró su ordenador donde la fotografía que tomó de Levi tres días atrás estaba en la pantalla. Recordó no haber cerrado el archivo luego de haberla visto, y seguramente esta se desplegó al momento que le dio al teclado por accidente mientras jugaba con la silla. Rápidamente le dio al clic para cerrarla y miró a su amigo, con las mejillas rojas a causa de la vergüenza.

—Bueno, es alguien que conocí hace unos cuantos días atrás —le soltó atropelladamente—. Ya sabes, el chico que me ayudó cuando me lesioné la mano —respondió de manera evasiva.

Los azules ojos de su amigo, enormes y atentos, estaban clavados en él.

—No sabía que seguías viéndolo —reconoció, parecía un poco preocupado—. ¿Puedo preguntarte algo y pedirte que me contestes de forma sincera? —le preguntó amablemente Armin, ante lo que él solo pudo asentir en respuesta a pesar de no desearlo en absoluto. Se sentía como un condenado al patíbulo—. Esa fotografía es tuya, ¿verdad, Eren? ¿Tú la tomaste?

Y nuevamente, a pesar de no quererlo, se encontró asintiendo. Su amigó dejó escapar el aire de sus pulmones en un suspiro sibilante.

—Le he pedido que pose para mí —reconoció finalmente y, al decirlo, de algún modo, fue casi liberador. Como si compartir su pequeño secreto con alguien de su entera confianza aliviara la carga que llevaba días guardando—. Aunque él no ha aceptado todavía, pero sigo intentando convencerlo —dejó escapar una corta carcajada a la que el otro respondió con una sonrisa sincera a pesar de tener un dejo de melancolía en el fondo que él, comprendió, era preocupación. Levantándose del escritorio, Eren se acercó a la cama para sentarse al lado de su amigo—. Estoy avanzando, Armin. Creo que… finalmente puedo hacerlo.

Para su sorpresa, el chico le dio un abrazo; aquel tipo de gestos de afecto suave que este siempre tenía para todos y que en aquel momento Eren devolvió con algo de torpeza. Cuando se separaron nuevamente, notó que Armin tenía los ojos un poco más brillantes, como si un montón de lágrimas estuviesen contenidas dentro de ellos. En aquellos iris tan limpiamente azules, pensó, era casi como ver estrellas en el cielo.

—Eso es fantástico, Eren —le dijo Armin con auténtica alegría. El esperanzado alivio reflejado en su rostro resultaba de cierta forma doloroso de ver—. Entonces, ¿por qué no me cuentas un poco sobre él?

A lo largo de aquellos casi dos largos años de sufrimiento, Eren nunca se detuvo a pensar en lo preocupados o lo mal que podrían estarlo pasando sus personas más cercanas al estar al tanto de su situación. Siendo extremadamente cuidadoso con sus propias emociones, él intentaba no demostrar nunca ante nadie lo herido que todavía se sentía, sus miedos constantes o su ansiedad; ya fuese con Annie o con Armin, que solían guardarle todos los secretos, o con Historia que siempre conseguía sonsacarle más cosas de las que a él le gustaría reconocer, y mucho menos con Mikasa o Jean, que se sentirían culpables de no poder ayudarlo; Eren se obligaba a guardarse todo eso para sí mismo y, de cierta forma, terminó por convertirse en un maestro del engaño; tanto así que, incluso en algunas ocasiones, él mismo creía que ya estaba bien, por lo menos hasta que ocurría un episodio como el de la noche pasada y todo lo malo parecía removerse dentro suyo. Suponía que era en esos momentos de debilidad en el que pequeños detalles se le escapaban y delataban como se sentía en verdad y, probablemente para alguien tan observador como Armin, deducir el alcance del daño de sus emociones sería fácil.

Realmente, tener un amigo como él era al mismo tiempo tan aterrador como un verdadero regalo.

Eren levantó los brazos para desperezarse y se dejó caer de espaldas sobre la cama; lentamente entrelazó las manos sobre su vientre y sonrió un poco al percatarse de que Armin acababa de hacer lo mismo. Entando allí, frente a frente uno del otro, casi del mismo modo que solían hacerlo cuando eran niños y alguno de ellos tenía un secreto importante, él comenzó a hablar:

—Bueno, se llama Levi Ackerman y lo conocí más o menos hace una semana atrás…

Y mientras le relataba al chico toda aquella enrevesada historia, desde aquel primer y extraño encuentro, hasta lo que hicieron esa misma mañana, Eren se sintió casi liberado. Poder compartir con alguien más todo lo que sentía respecto a Levi y sus deseos de fotografiarlo, lo mucho que significó para él el conocer a aquel hombre tan parco y la insólita amistad que compartían, el hablarle al otro de sus dudas con respecto a este y los mil secretos que parecía guardar y oír a su vez a Armin dar su opinión y exigirle detalles, fue el paso definitivo que Eren necesitó para aceptar que sí, su mundo estaba cambiando; tal vez solo era cuestión de mirarlo con una nueva luz.

 

——o——

 

Sin importarle mucho que la casa de sus padres estuviese emplazada en el otro extremo de la ciudad, Eren, tras saludar a Annie y platicar un poco con ella de cómo fue la semana de ambos, arregló un bolso con las cosas que necesitaría y nada más salir del departamento se dirigió hacia la playa a pesar de que ya era un bastante tarde, tentado al ver el encapotado y tormentoso cielo que se expandía sobre su cabeza, lleno de nubes oscuras en rápido movimiento. Solo bastó con que lo contemplara un par de segundos para saber que quería fotografiar aquello antes de que comenzara a llover.

Durante su camino a la playa, Eren tuvo que reconocer que parte de su renuencia de irse pronto a la casa de sus progenitores se debía al hecho de no querer encontrarse con su padre más de lo necesario; inclusive, ya los almuerzos de los días domingo con su familia se estaban convirtiendo en una obligación desagradable. Durante el último año, las cosas entre ellos dos parecían tan tensas que estaba seguro de que en cualquier momento Grisha le diría algo tan desagradable o hiriente que él terminaría por perder la paciencia y ambos acabarían por discutir violentamente; una situación que Eren quería evitar a toda costa, sobre todo por su madre.

Odiaba sentirse como un extraño en su propia familia. Parecía que ya no tuviese ningún lugar donde encajar, al que pertenecer… Las dudas, lo remordimientos, eran, como le dijo su padre en el último desacuerdo que tuvieron, las consecuencias de sus propias decisiones.

Intentando desterrar de su cabeza aquellos sombríos pensamientos, Eren apuró el paso y llegó a la playa que a esa hora de la tarde, y con el mal tiempo que hacía, se encontraba desierta. Todavía estaba lejos del puerto y de la zona de tiendas, pero las escasas luces que se percibían a la distancia dejaban más que claro que la mayoría de los trabajadores del lugar ya estaban refugiados en sus hogares.

Solo un demente como él podía estar fuera con el temporal en ciernes, pensó divertido, y mientras sacaba la cámara del bolso y enfocaba las encrespadas olas elevándose cual caballos desbocados, se dijo que estaba bien así. Él no tenía por qué ser igual a los demás.

Durante la hora siguiente, con la mente perdida en su propio mundo, Eren se la pasó vagando por la orilla tomando fotos de aquel horizonte formado de líneas divididas en distintos tonos de azul oscuro, del mar profundo que rugía ronco y de las salvajes olas que llegaban a la orilla golpeándola con rabia demencial. El aire era calmo, tibio y pesado como un manto. Si respiraba profundamente casi podía sentir la sal marina entrar en su cuerpo y expandirse dentro de sus pulmones, densa. Era capaz de oler el ozono en el aire cargado…

La primera gota lo pilló desprevenido. Impactó en su frente y pronto resbaló por su mejilla cual si fuese una lágrima. La segunda y la tercera fueron casi al mismo tiempo, enormes y llenas, apenas dándole a Eren tiempo de reaccionar antes de que se largar a llover de forma torrencial.

Por supuesto, su primer instinto fue proteger la cámara, por lo que inclinándose lo mejor que pudo sobre ella, la cubrió con su propio cuerpo, abriéndose el anorak para resguardarla mejor mientras terminaba de meterla en su estuche y guardarla en el bolso que llevaba con su ropa de recambio. Obviamente, después de su improvisada maniobra de rescate, quedó empapado hasta los huesos.

Corrió con suma dificultad por la arena ya húmeda y una vez llegó a la avenida transitable, que estaba un poco resbalosa por la lluvia, se refugió bajo el alero de un puesto de informaciones que estaba cerrado. Se pasó el dorso de la mano sana por los ojos intentando secar en parte las gotas de agua todavía adheridas a sus pestañas y que le dificultaban ver; Eren rebuscó el móvil en el bolsillo del anorak y marcó en el discado rápido el número de su casa para llamar a su padre y pedirle que fuese a recogerlo en el coche. Demonios, estaba seguro de que este se pondría hecho una furia cuando lo viese así, pensó él, desanimado; pero, aquella opción era lejos mucho mejor que llegar hasta la casa de su infancia chorreando como una sopa. No obstante, en cuanto intentó hacer la llamada se percató de que su línea estaba muerta, sin señal aparente y, antes de que intentase siquiera buscar otro sitio para probar si tenía suerte y recuperaba la cobertura, el cielo retumbó y se iluminó con el primer relámpago.

El espectáculo ante sus ojos no solo fue impresionante, con aquella luminiscencia que pareció rasgar el cielo en dos como si de una cuchillada mortal se tratase, sino que también fue a la vez poderoso y aterrador, tan bello que casi resultaba imposible de creer. Eren quería fotografiarlo…

El segundo retumbar del cielo lo hizo regresar a sus cabales. Por muy tentadora que resultara la idea de quedarse allí a capturar el momento, el riesgo de que lo alcanzara un rayo no era pequeño; no podía arriesgar su vida de ese modo solo por un capricho.

Sin pensarlo demasiado, Eren corrió a toda prisa hacia la casa de Levi que no quedaba demasiado lejos. ¿Qué pensaría él cuando lo viese llegar así? Seguramente que era un mocoso estúpido, se dijo, pesaroso, pero en aquel momento no tenía muchas más alternativas. Solo esperaba que él no se enfadase demasiado y pudiese prestarle por lo menos una toalla para sacarse un poco y el teléfono para poder llamar a su casa.

Nada más llegar a la vivienda, soltó un suspiró de alivió al ver que las luces de la segunda planta estaban encendidas. No era que creyese que este hubiese salido a dar una vuelta con aquel temporal, pero Eren tampoco tenía la certeza de que el otro hombre no hubiese hecho planes para esa noche, pero se alegraba enormemente de que no fuese así.

Subió corriendo de dos en dos las escaleras de madera de la entrada, tocó el timbre un par de veces y golpeó la puerta con fuerza, esperando que Levi lo oyese a través de los truenos que resonaban de tanto en tanto con aquella potencia brutal que parecían ensordecerlo todo. Cuando oyó los ladridos nerviosos de Ludwig acercándose y vio encenderse las luces del primer piso, Eren supo que estaba salvado.

El rostro de Levi, ceñudo, preocupado y receloso, se asomó apenas por un resquicio de la puerta, casi como una pálida luz en medio de la oscuridad impenetrable de aquella tormentosa tarde. Al verlo allí de pie, sus acerados ojos grises se abrieron con asombro.

—¿Qué mierda…? ¿Eren? ¿Qué haces así? ¿Por qué estás aquí a esta hora? —le preguntó con evidente incredulidad.

Él se frotó los brazos con las manos ateridas de frío y se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho cuando sintió escurrir por sus dedos el agua que caía por el anorak.

—Salí a fotografiar —reconoció con culpabilidad, esperando un regaño de su parte; sin embargo, Levi no pareció molestarse por eso como él creía que ocurriría; por el contrario, era como si para este esa respuesta fuese algo completamente normal; algo que sin duda se podía esperar de él. Un sentimiento extraño comenzó a bullir dentro del pecho de Eren, algo cálido, pero lo acalló en el acto—. No me percaté de cuando comenzó la tormenta y bueno… ¿Puedes prestarme el teléfono para llamar a mi padre? Mi señal está muerta a causa del temporal y no puedo contactarlo.

El ceño de Levi se frunció un poco más al mirarlo.

—Primero vas a secarte —le dijo con rotundidad al tiempo que se apartaba de la puerta y la abría de par en par para dejarlo entrar, pero él negó obstinadamente con un gesto.

—Estoy empapado, demasiado. Vengo corriendo desde la playa y si entro voy a dejarte todo perdido de agua y lodo, Levi —le explicó como si fuese lo más racional del mundo. Con el trastorno que este tenía, Eren no quería ni imaginar lo mal que podría sentarle aquel tipo de desastre en su casa—. Si me prestas una toalla, con eso será suf-

—A la mierda el lodo —le dijo el otro con brusquedad y, sujetándolo de un brazo, lo entró de un fuerte tirón a la casa, cerrando la puerta tras él. Eren lo miró sorprendido, pestañeando repetidamente sin poder dar crédito a aquello—. Espera aquí un momento, iré por un par de toallas. Y quítate esa ropa ahora mismo —le ordenó de aquel modo tan autoritario que solía emplear cuando él o Ludwig lo sacaban un poco de sus casillas. Sintiéndose todavía algo abrumado, sus ojos verdes lo siguieron mientras este subía la escalera de caracol y se perdía desapareciendo en la segunda planta.

Un nuevo trueno hizo retumbar las paredes y Ludwig, aterrado, corrió a refugiarse al lado de Eren mientras aullaba bajito. Se agachó para quedar a la altura del perro y le acarició el morro, las orejas y el cuello mientras le hablaba suavemente para tranquilizarlo. Cuando el pobre animal dejó de lloriquear, volvió a ponerse de pie para poder desvestirse como el otro le había exigido.

Cuando Levi regresó del segundo piso, Eren ya estaba descalzo y semidesnudo tras haberse quitado el anorak y el suéter negro que llevaba debajo, quedándose vestido solo con los vaqueros embarrados. Tiritaba un poco a causa de la diferencia de temperatura entre el agradable calor del interior de la casa generado por la chimenea encendida y el frío del agua que todavía le empapaba el cabello, escurriéndole por el cuerpo y que le ponía la piel de gallina en su recorrido. Levi le tendió unas cuantas toallas, y Eren se apresuró a ponerse una sobre los hombros para cubrirse un poco mientras comenzaba a desatarse con algo de dificultad la coleta para poder soltarse el cabello; una vez lo hubo logrado comenzó a secárselo vigorosamente.

—En verdad lamento la intromisión, Levi —le dijo al otro mientras se frotaba el cuello y los brazos con la mullida toalla. Al ver el pequeño charco de agua sucia a sus pies, que estropeaba de manera evidente el piso inmaculado, Eren sintió como se le retorcían las tripas del remordimiento. Se prometió compensárselo a este como fuera, aunque tuviese que pasarse un día entero limpiando—. La tormenta vino antes de lo que esperaba y cuando me di cuenta ya no podía hacer nada, salvo intentar proteger mi cámara. Ah, y es cierto que me he quedado sin señal; puedes comprobarlo si gustas —le dijo al tiempo que le señalaba con un gesto de la barbilla el móvil que había dejado sobre su bolso, que a pesar de estar un poco húmedo, seguía impecable por dentro—. No quiero que asumas por error que te estoy acosando. Esta vez te prometo que sí fue casualidad.

Levi sonrió un poco. Una de aquellas extrañas y escasas sonrisa que Eren había comenzado a descubrir y que era una de las cosas que más le encantaban de él; quizás, se dijo, porque era algo de lo que disfrutaba muy poco.

—Buen intento, mocoso, pero por muy empapado y desvalido que parezcas ahora mismo, mi respuesta sigue siendo no, así que te jodes —le respondió el otro en un intento de seguirle aquella media broma que parecían compartir entre ambos—. Llama a tu padre, Eren —le dijo este tendiéndole su propio móvil—. Te dejaré algo de ropa, así que luego ve a tomar una ducha mientras te preparo algo caliente para beber o acabarás por enfermarte.

—Gracias. En verdad lamento mucho, mucho, todo esto —le respondió mientras marcaba de memoria el número—. Y no es necesario que me dejes tu ropa, tengo una muda seca en mi bolso ya que me iba a quedar a dormir en casa de mi familia —al oír el irritante tono vacío de la línea muerta, Eren arrugó el ceño con frustración—. Oye, Levi, tu móvil también se ha quedad-

El ensordecedor sonido del trueno rumbo en la noche, enmudeciéndolo todo. Ludwig comenzó a lloriquear nuevamente, apegándose inquieto a la pierna de Levi que le rascaba tras las orejas intentando calmarlo. Y luego, tras el relámpago que iluminó el cielo casi con la claridad del día, vino el apagón y la oscuridad total, rota solo por el mortecino brillo del crepitante fuego de la chimenea y las pálidas siluetas de ambos mirándose frente a frente. Como si todo esto no fuese suficiente, la intensidad de la lluvia se acrecentó, golpeando contra el tejado y las ventanas con una fuerza feroz.

—Tch, mierda. Maldito temporal —masculló Levi de mal humor—. Supongo que esto significa que no hay muchas posibilidades de que pueda deshacerme de ti en las próximas horas. Jodido mocoso problemático.

Al comprender lo que aquellas palabras significaban, la muda invitación que contenían, Eren no pudo evitar que una felicidad teñida de alivio lo embargara. Por esa noche, por lo menos, no tendría que regresar a la casa de sus padres, podría respirar tranquilo; además, a pesar de lo duro y desagradable que pudiese parecer el comentario de Levi, él estaba seguro de que las intenciones de él eran buenas. Realmente, era una persona muy amable, solo que este no sabía muy bien como demostrarlo.

Seguramente, para bien o para mal, esa sería una noche muy larga, y quizás, se dijo él, esperanzado, fuese la oportunidad perfecta de convérselo para que le dijese finalmente que sí; incluso, si tenía suerte, tal vez pudiese lograr que Levi le confiase algunos de sus secretos. Eren, sin duda, iba a esforzarse al máximo para conseguirlo.

Notas finales:

Bueno, y aquí el capítulo tres de esta historia y como siempre, muchas gracias a quienes se dan el tiempo de leer y llegan hasta aquí.

A diferencia de los dos capítulos anteriores, que básicamente han sido Eren y Levi y el comienzo de su relación de amistad, este ha sido por completo para Eren; el conocer un poco más de él, verlo relacionarse con otras personas y descubrir un poquito más de su pasado pre Levi. Solo espero que les haya gustado y nos les haya aburrido demasiado, pero creo que es necesario para la evolución del personaje en la historia.

Ya la siguiente actualización será más o menos en dos semanas, así que confió en que la espera no sea muy larga.

Como siempre, muchas gracias a los que leen, a los que me agregan a sus favoritos o me siguen, a quienes se dan el tiempo de dejar un comentario y decir que tal les parece la historia. La verdad es que siempre anima mucho.

Sin más, deseando que esta actualización de haya gustado y que nos leamos en la siguiente,

Tess

 

PD: A quienes por aquí que siguen mi otra historia del este fandom, Catarella, pido mil disculpas. Sé que tenía que actualizarla esta semana, pero di prioridad a In Focus, ya que él capítulo estaba casi listo y a otra historia de un fandom distinto que ya estoy casi por acabar, así que no me dio el tiempo. Sin embargo prometo que el capítulo cinco estará ya para la próxima semana, entre martes o miércoles como muy tarde. Disculpas por la demora.


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