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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 4:

Secreto de un Secreto

 

La fotografía es un secreto de un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes.

(Diane Arbus)

 

 

 

Levi acababa de terminar de encender un par de viejas lamparillas a gas y poner a calentar el agua para el té cuando Eren apareció nuevamente en la cocina, portando otra de aquellas lámparas, después de haberse duchado y cambiado de ropa. El chico iba vestido con un desgastado pantalón de chándal gris deshilachado en los bajos, que parecía haber conocido tiempos mejores, y una ajustada camiseta negra con estampados blancos de manga larga que enfatizaban su alta y delgada figura así como el ancho de sus hombros.

En realidad aquella tempestuosa tarde de finales de noviembre, lo que menos le apetecía a Levi era tener una visita. Luego de su encuentro mañanero con el mocoso su día había sido malo, un tanto deprimente; demasiados recuerdos dolorosos y arrepentimientos para cargar solo; además, la llamada llena de preocupación que Hange le hizo esa tarde no fue precisamente de ayuda, por el contrario, solo sirvió para hacerlo sentir peor, si eso era posible.

¿En verdad eran ya dos años? Joder, no podía creerlo…

Nada más percatarse del comienzo del mal tiempo con sus oscuras nubes amenazantes opacando el cielo y el mar bramando a lo lejos, Levi subió a la segunda planta junto a Ludwig, decidido a refugiarse allí y no bajar nuevamente hasta que aquel temporal amainara; así que se preparó un té y se tumbó en el sofá a leer, o a intentar hacerlo, mientras dejaba que el caer de la lluvia en el exterior fuera removiendo sus memorias, el dolor. Cada gota parecía clavársele en el alma, poco a poco, aumentando con la misma intensidad furiosa con que la lluvia lo hacía fuera, hasta casi ahogarlo en puros remordimientos. Estaba harto de su propia compañía, sintiendo que se odiaba cada vez más, pero, ¿cómo mierda haces para librarte de ti mismo? No era tan fácil como llegar y largarse o soltar un par de malos comentarios para cerrarse la boca y dejarse en paz.

Fue entonces que el timbre sonó y junto a él los insistentes golpes en la puerta. Durante un par de minutos dudó entre bajar a abrir o quedarse allí arriba, convencido de que solo a alguien tan demente como a Hange se le podría ocurrir salir en una tarde así, pero su curiosidad fue más fuerte y, soltando una retahíla de groserías, se dirigió a abrir la puerta precedido por el perro que gemía y ladraba intranquilo.

Y como no, nada más abrir se encontró a Eren del otro lado, chorreando agua cual estropajo y con cara de cachorro desvalido, suplicándole que lo ayudase y deshaciéndose en mil disculpas. Levi pensó al verlo que debería habérselo imaginado; eran tan malditamente obvio…

Y allí estaba el joven fotógrafo otra vez, pensó resignado, invadiendo su espacio, robando su tiempo; obligándolo a salir de su autoimpuesta depresión para que le prestase atención, porque Eren Jaeger tenía ese curioso efecto sobre él: Levi parecía incapaz de no dejarse arrastrar por el chico y su carácter tan impulsivo, por lo que terminaba cediendo casi siempre a lo que este quería. Era una verdadera putada.

En aquel momento la tormenta parecía haber aminorado un poco. La lluvia, aunque seguía siendo constante, ya no caía con la fuerza abrumadora de minutos antes e incluso los truenos se oía ya solo como ecos lejanos, amortiguados por la inmensidad de la noche y el rugido embravecido del mar. Ludwig, finalmente tranquilo y agotado después de todo su sufrimiento, terminó por quedarse dormido frente al calor del fuego de la chimenea donde roncaba con placidez.

—¡Dios, por unos minutos temí que jamás volvería a entrar en calor! Creo que ya no sentía las manos cuando logré meterme en la ducha —exclamó su autoimpuesto invitado. El sonido amortiguado de sus pies desnudos sobre el piso de madera le indicó que este comenzaba a acercarse—. Y Levi, sé que ya te lo he dicho un montón de veces y me pediste que no lo hiciese más, pero gracias. Me has salvado, aunque lamento incomodarte de este modo.

Una especie de suave gruñido de resignación fue su respuesta, pero al otro no pareció importarle su parquedad y solo dejó escapar una corta risita baja. Por lo menos, se dijo Levi, el mocoso ya no le pedía disculpas cada vez que abría la boca; aunque solo dejó de hacerlo luego de que él amenazara con echarlo fuera si no paraba de una maldita vez.

Con el cabello aun suelto y húmedo del baño, Eren se acercó a su lado, junto a la isleta de la cocina, para ver con curiosidad lo que Levi estaba haciendo. Cuando este se inclinó hacia adelante, unas cuantas gotitas de agua lo salpicaron en el antebrazo desnudo al escurrir de los mechones castaños, sorprendiéndolo. Algo molesto por este hecho, apartó la vista del jamón curtido que estaba cortando en finas tiras para regañar al chico y pedirle que se apartara de una puta vez; sin embargo, al percatarse de que aquel par de ojos verdes estaban clavados en él como tantas otras veces, curiosos, expectantes, no fue capaz de hacerlo. Eren parecía observarlo todo con una intensidad distinta a los demás, era casi como si respirara y sintiera a través de lo que veía, y eso a Levi, no podía negarlo más, lo intrigaba y fascinaba un poco.

—¿Quieres que te ayude? —Se ofreció este con solemnidad—. Ya sabes que soy bastante decente en la cocina, y bueno, es lo menos que podría hacer por tu hospitalidad.

Desde que irrumpió esa noche en su casa para pedirle ayuda, Eren parecía compungido y avergonzado a más no poder, tanto que hasta él mismo logró convencerse de que aquella imprevista visita era solo una coincidencia y no otra de las tretas de este para convencerlo de que fuese su modelo. No, en esa ocasión todo era una puta jugarreta del destino. Joder.

Estaba a punto de pedirle al chico que le pasara el trozo de queso provolone que tenía en la nevera cuando la ligera fragancia cítrica de su propio jabón y champú en el cuerpo de otra persona lo asaltó de golpe y lo hizo sentir incómodo, del modo certero y afilado en el que solo los recuerdos dolorosos lo pueden llegar a ser. De inmediato Levi apartó la vista de él, con el pulso acelerado y una opresión en el pecho; volvió a concentrándose nuevamente en su tarea y negó con un gesto.

—Tch, no es necesario —le dijo cortante, arrepintiéndose de inmediato de descargar su frustración en Eren, que lo observaba confundido, cuando la verdad era que estaba enfadado consigo mismo. Respirando hondo en un intento por refrenar un poco sus airadas emociones, volvió a mirar al chico con su imperturbabilidad habitual para decirle—: solo termina de adecentarte un poco, mocoso. Si sigues con el cabello así de empapado te vas a enfermar, y no puedes andar descalzo por allí, podrías resbalarte y hacerte daño. Te he dejado un par de pantuflas mías, aunque no creo que te queden demasiado bien, pero tendrás que joderte y conformarte con ellas —reconoció Levi, de mala gana y, con un gesto de la barbilla le indicó hacia la chimenea encendida donde se encontraba el calzado al lado de Ludwig que dormía muy tranquilo—. Tus deportivas estaban hechas un asco al igual que tu ropa, así que las puse en remojo para que no se les pegue el lodo y cuando regrese la electricidad las echaré a lavar antes de meterlas a la secadora. En un par de horas estarán listas.

Eren enarcó sus expresivas cejas castañas, visiblemente sorprendido. Sus increíbles ojos verdes, de un tono oscuro y brillante a la escasa luz de las lámparas y el fuego de la chimenea, lo miraron divertidos al tiempo que en sus labios se dibujaba una sonrisa.

—Vaya, eres casi como mi madre, Levi —le soltó en un tono que rozaba lo reverencial—. Te has preocupado por todo. Increíble.

Muerto de la vergüenza por aquella estúpida comparación, le lanzó una mirada letal al maldito chico para que cerrara la boca en un intento por disimular el leve rubor que sabía le estaba coloreando las pálidas mejillas. ¿Su madre? ¿En serio? Sin duda Eren Jaeger era un completo idiota.

—Tu madre y una mierda, mocoso. No quiero ni imaginarme el tipo de pobre mujer que es si le tocó un hijo como tú. Mejor ve a hacer lo que te digo mientras termino de ocuparme de esto. No quiero que el té se enfríe.

Soltando una breve risita, Eren se apresuró a dirigirse hacia la sala mientras agarraba una toalla seca de la pila que Levi le había llevado anteriormente y que todavía no tenía tiempo de volver a guardar. Lo vio sentarse en una de las butacas frente al fuego y calzarse obedientemente como le ordenó hacer un poco antes; tal y como sospechaba, las pantuflas le quedaron algo pequeñas, dejando parte del talón afuera, pero Eren no pareció incomodarse por ello y se las puso de todos modos. Ludwig, despertando de su siesta, se acercó hasta donde este estaba y apoyó el negro hocico sobre su muslo para que el chico lo acariciara, cosa que él hizo de inmediato mientras le hablaba bajito de forma cariñosa y comenzaba a secarse con su mano libre el largo cabello castaño que le llegaba un poco más arriba de los hombros y que, para la eterna sorpresa de Levi, pensó que al chico le quedaba bien.

Unos diez minutos más tarde ambos estaban sentados frente a frente en la isleta de la cocina ante aquel miserable intento de cena que consistía en queso, jamón, aceitunas, pan y los últimos tomates que le quedaban. Como a él no se le daba especialmente bien cocinar y no era demasiado quisquilloso con la comida, Levi solía conformarse con algún insípido platillo congelado que pudiese preparar en el microondas o simplemente, si quería algo más especial, pedía a domicilio pero, con aquel tiempo infernal y sin electricidad, tuvo que recurrir a las escasas provisiones que tenía en casa y que servían más para una merienda que para una comida real. Eren tendría que conformarse, se dijo; aunque, al ver el modo en que este terminaba de comer un sándwich de queso con tomate y engullía un trozo de jamón tras otro no parecía estar muy disconforme. Aquel mocoso siempre parecía tener hambre y Levi, con cierta alarma, se dio cuenta de que él se estaba acostumbrado a alimentarlo. Eren se estaba convirtiendo en algo así como su mascota, incluso más que Ludwig que solo estaba de paso. Realmente estaba muy, muy jodido.

Despacio, tomó un sorbo de su té, casi al mismo tiempo que el chico lo hacía con el suyo. Al ver que este arrugaba un poco la nariz y contemplaba su taza, extrañado, un deje de sonrisa se formó en sus delgados labios.

—Levi, esto… sabe raro.

—Porque es un malasa chai —se apresuró a explicarle. Eren lo miró con aquellos enormes ojos llenos de curiosidad, una pátina dorada producto del fuego danzando sobre ellos—. Es té negro de Assam con especias, como clavo de olor, cardamomo, jengibre y canela… Es bueno para activar la circulación. Te hará entrar en calor. ¿Te desagrada? —le preguntó, en verdad intrigado de conocer su respuesta.

Eren dio otro sorbo a la bebida y, luego de saborearla un momento, negó con un gesto.

—No, no realmente —reconoció—. Pero es… distinto, y sí, me sorprendió un poco, ya sabes. Yo no suelo beber té de forma habitual, solo aquí contigo —confesó un poco azorado, dejando escapar una risita nerviosa—. Siempre pensé que todos los tés sabían… más o menos igual. Me asombra que no sea así y que tú parezcas saber tanto. ¿Es algo así como tú afición?

Levi asintió mientras masticaba distraídamente un trozo de queso provolone.

—Me gusta el té, así que suelo informarme sobre ellos y probar diversos tipos de variedades; fue así como comencé a coleccionarlas. Me interesa conocer sus propiedades, que tipos de mezclas son, para qué sirven y esas cosas, incluso he tomado algunos cursos y he ido a convenciones. Deberías ver la gran cantidad de variedades que hay y lo difícil que es conseguir algunas de ella —le explicó entusiasmado a Eren, pero se calló de inmediato al darse cuenta de que este lo miraba de una forma extraña, casi como si de un momento a otro se fuese a poner a llorar. ¿Qué demonios…?—. Oi, mocoso, deja de poner esa cara tan rara. ¿Qué mierda te pasa ahora?

—Es que… es que… esta es casi la primera vez que me cuentas algo sobre ti —le dijo este con voz casi estrangulada por la emoción, ante lo que Levi frunció el ceño aunque más por confusión que por molestia.

—¿Pero qué carajos dices? ¡Si hemos hablado un montón desde que nos conocemos!

—Sí, bueno… pero no —Eren se pasó una mano por el largo cabello alisándoselo, nervioso—. Es decir, por lo general cada vez que nos juntamos yo hablo y hablo y hablo y tú solo te limitas a oír todo lo que digo. Y cuando yo suelo hacerte una pregunta personal, o guardas silencio o de algún modo logras desviar el tema y regresamos a hablar nuevamente solo de mí. Hasta ahora, nunca me habías contado algo sobre ti, Levi. Nunca me has hablado de algo que te gustara y te hiciera parecer así.

—¿Así… cómo?

—Interesado. Vivo —Eren tragó nervioso y se pasó la lengua por los labios para humedecerlos—. No sueles ser muy expresivo, y por lo general solo demuestras un poco más cuando te enfadas, ya sabes: frunces el ceño, entrecierras los ojos, aprietas los labios hasta que solo son una línea finita —le explicó este, haciendo caso omiso de su creciente indignación ante aquella descripción que acababa de hacer de él—; pero no sueles sonreír casi nada, Levi, reír nunca. Pero ahora, mientras me hablabas de ello, fue como si algo dentro de ti se iluminara. Parecías otra persona, más relajado y contento y eso, sumado al hecho de que me estabas confiado algo sobre ti, me… emocionó un poco —reconoció avergonzado.

A pesar de saber con certeza que lo que el chico le estaba diciendo era verdad, no pudo evitar sentirse un poco incómodo por lo bien que este parecía descifrarlo a pesar del poco tiempo que se conocían.

Levi, desde pequeño, siempre había sido alguien muy celoso de su privacidad y su espacio personal, motivo por el cual no le gustaba ni solía hablar demasiado sobre sí mismo. Sus personas más cercanas, como Erwin y Hange que llevaban años a su lado, eran casi los único que conocían gran parte de su vida y su pasado, ya fuese por cosas que él mismo les fue contando en algún momento o por motivos puramente profesionales, así como también porque ellos mismos formaban parte de aquellas vivencias; el resto del mundo, a Levi, le importaba bien poco, por lo cual no trataba de agradar a nadie y solía guardarse todo para sí mismo.

Tal y como Eren acababa de hacerle notar, él era un experto controlando sus emociones, quizás excepto sus enfados que solían ser rápidos y explosivos; por mucho que lo presionasen, Levi no contestaba preguntas personales, siempre era muy cuidadoso con eso pero, de algún modo, con aquel mocoso bajaba un poco la guardia. Cada vez que estaban juntos, este hablaba hasta por los codos, se reía con ganas, parecía asombrarse de mil cosas y lo obligaba a mirar aquel mundo que a él no le interesaba para nada. Levi sentía que de alguna forma, era como si Eren le estuviese abriendo los ojos a la fuerza. El chico lo hacía percatarse de cosas que no solía notar y a disfrutar, aunque solo fuera un poco, de aquellas otras tantas que antes no toleraba; era como si Eren lo estuviera obligando a sentirse vivo otra vez y eso lo aterraba de un modo que no quería si ni siquiera reconocer.

Levi no quería pensar en ellos como amigos, aunque tal vez lo fueran, no estaba del todo seguro, pero sí comprendía que ya no eran simples conocidos; de cierta forma el chico fotógrafo acabó por colarse en su vida y no parecía tener intención de desaparecer por lo pronto de ella. Eren Jaeger era extraño e intrigante, caótico por donde lo mirase, y en su vida tan monótona parecía resaltar con fuerza inusitada; y quizás por eso él también quería conocerlo un poco más, se dijo Levi. Descubrir porque a veces el alegre chico parecía un poco triste; tal vez lograr que confiara lo suficiente en él para que llegase a contarle las cosas que se callaba, aquellas palabras que en algunas ocasiones había visto asomar a sus labios, a sus ojos, pero que luego este volvía a ocultar detrás de una sonrisa. Porque, a pesar de hablar mucho, de expresar mucho, también existían demasiadas cosas que Eren, al igual que él, se reservaba solo para sí mismo.

—Y ahora te he puesto incómodo. Lo lamento —dijo repentinamente el chico con tono compungido, sacándolo de sus cavilaciones.

Levi levantó la vista de su taza de té para mirarlo a los ojos. Suspiró resignado.

—Tch, no me gusta que me analicen y traten de diseccionarme como si fuese un jodido insecto —comenzó él, ante lo que el otro hizo un gesto de dolor ante su evidente regaño—. Ni responder preguntas personales ni hablar mucho de mí mismo —continuó—, pero… no me molesta estar contigo, Eren —confesó, apartando la mirada y concentrándola en un punto lejano, intentando tragarse la vergüenza que sentía al decir aquello—. Y sí puedes soportar esta clase de confianza… un poco unilateral, si puedes respetar mi espacio y no exigirme demasiado, creo que podríamos llegar a ser amigos.

Una de aquellas sonrisas, de esas que Levi creía que deberían estar prohibidas, curvó los labios del joven. Realmente parecía complacido con sus palabras, casi como si él lo hubiese halagado o le hubiera tocado un premio. En verdad era una sensación rara el provocar la alegría de alguien por algo tan simple, sobre todo si ese algo estaba directamente relacionado con él.

—Gracias, Levi —un risita nerviosa escapó de sus labios y un dejo de vergüenza pareció empañar sus ojos verdes a pesar de seguir sonriendo, aunque en esa ocasión lucía un poco más cohibido—. A mí también me agrada mucho estar contigo; por supuesto que quiero ser tu amigo.

Ambos volvieron a mirarse y a los pocos segundos apartaron la vista, azorados. Levi tomó su taza de té y bebió un poco, más para hacer algo que por verdadero deseo, al tiempo que de reojo notó la morena mano del chico coger un trozo de queso entre sus largos y delgados dedos.

—Tch, que situación de mierda —masculló por lo bajo—. Tan incómoda como una jodida declaración.

Oyó nuevamente la risita queda de Eren al oír su queja y al levantar la vista sus ojos grises se quedaron un poco prendados en aquella alegría simple; la diversión que inundaba sus verdes iris y que parecían estarle contando alguna clase de secreto, uno que solo ellos dos compartían.

Complicidad, se dijo Levi al comprender de lo que eso se trataba. Hacía tanto tiempo que no tenía aquello con nadie que ya había olvidado un poco como se sentía…

Un recuerdo, difuso, lejano se coló en su cabeza y pareció posarse suevamente sobre su corazón. El trocito de una remembranza de días más fáciles, mucho más felices; dos chicos que creyeron con ingenuidad que con tenerse el uno al otro bastaría y con eso sería suficiente.

Pero no lo fue… Y ya nunca lo sería…

Nuevamente el potente arreciar de la lluvia amortiguó los sonidos del exterior, tragándose el mar, el viento; solo permitiendo que el atronador retumbar de los truenos se colara en su solitario concierto. Y nuevamente Levi notó el latigazo de la pena y la tristeza golpearlo, aquellas emociones que la presencia de Eren parecía haber adormecido hasta casi hacer que las olvidara.

El retumbar de un trueno hizo vibrar los cristales de las ventanas y Ludwig volvió a ponerse inquieto, corriendo a refugiarse al lado de Levi que lo acarició detrás de las orejas. Se sentía cansado emocionalmente, un poco melancólico, y a pesar de que odiaba tener visitas imprevistas y gente en su casa, invadiendo su espacio, le alegraba un poco que la mala suerte o lo que fuera, hubiese obligado al estúpido chico fotógrafo a acudir a él ese día.

Que Eren estuviese allí esa noche de tormenta, con su risa fácil y su plática incansable era casi como un regalo. Uno que le hacía olvidar que aquel era un día triste y difícil; que lo hacía olvidar que detestaba los días de lluvias con los recuerdos que esta siempre traía: dolor, remordimientos, muerte y su propia debilidad.

Tomando una decisión de la que sabía después podía arrepentirse, Levi dejó escapar una débil respiración entre sus labios y se puso de pie. Un poco sorprendido, Eren se lo quedó mirando sin comprender muy bien lo que le pasaba.

—¿Levi? —le preguntó dubitativo, mientras él se servía un poco más de té y buscaba una bandeja en la cocina casi en penumbras—. ¿Qué ocurre?

—Oi, Eren, ayúdame a poner los platos aquí —le pidió dejando la bandeja sobre la isleta de la cocina—. ¿Quieres más té? —este asintió despacio. La confusión embargando su atractivo rostro por completo—. Vamos a subir.

—¡¿A la segunda planta?! ¡¿D-de verdad?! —le preguntó el otro escandalizado. A pesar de que estaba un poco oscuro, el rubor que le tiñó los morenos pómulos era evidente—. ¡Pero si dijiste que era territorio prohibido!

Levi puso los ojos en blanco con fastidio. Aquel mocoso de mierda era en verdad un dolor en el culo.

—Sí, a la segunda planta —corroboró de mala gana mientras terminaba de acomodar la comida—. Tch, deja de imaginar cosas raras, mocoso estúpido; solo quiero enseñarte algo que creo que te va a gustar, por eso he cambiado de opinión —Levi ladeó la cabeza un poco, como analizándolo, hasta que, tal y como esperaba, vio aquel brillo de genuina curiosidad, de determinación, asomar en aquel par de ojos verdes—. ¿Confías en mí, Eren?

Una pregunta simple, una respuesta simple.

Tomando las dos humeantes tazas de té, el chico se puso de pie a su lado. La diferencia de alturas entre ellos dos era considerable, pero de algún modo eso a Levi no lo incomodaba ni lo hacía sentir inferior, para nada.

—Vamos —le dijo este, decidido.

Con una leve sonrisa asomando a sus labios, Levi murmuró:

—Respuesta correcta, mocoso.

 

——0——

 

Nada más poner un pie en la planta superior, Eren sintió como si un ejército de nervios le atenazaran el estómago, formando un nudo tan apretado que por poco era doloroso. Llevaba ya casi una semana de conocer personalmente a Levi, de comenzar a hablar con él y a descubrir el tipo de persona que en realidad este era. Durante esos pocos días, paseando por la playa, yendo a su casa o pasando el rato en la cafetería de Hannes, Eren empezó a entender más o menos como funcionaba la cabeza de ese hombre; las cosas que le gustaban, las que le molestaban sobremanera, aquellas que lograban hacerlo sonreír de esa forma desganadamente suave que él asociaba con un estado de ánimo más tranquilo o esas otras que tocaban terreno peligroso y convertían sus claros ojos grises en acero turbulento. Sí, él había comenzado a conocer poco a poco a Levi y a respetar los límites que este le imponía, y una de las cosas que más claro tenía, era que aquel segundo piso era terreno inviolable.

En una de sus conversaciones, dos días atrás, mientras Eren le hablaba de la exposición a la que estaba invitado a participar, medio en broma, medio en serio, le sugirió al otro la idea de que le permitiera fotografiar desde allí una tarde la puesta de sol sobre el puerto. Levi, que hasta ese momento se había mostrado de bastante buen humor, pareció cerrarse de inmediato ante esa idea, y sin ningún miramiento le dijo que no, de forma tajante. Por supuesto, él comprendió al instante que aquello era algo con lo que ese hombre no iba a tranzar, solo bastaba ver la frialdad en sus ojos; y no siguió insistiendo.

Y sin embargo, pensó Eren, allí estaba. Levi había roto sus propias reglas y acabó por invitarlo a subir. Y él se sentía aterrado, muerto de miedo y de nervios, así como lleno de ansiosa curiosidad por describir lo que este escondía y guardaba con tanto celo. Pero tenía que calmarse, se dijo. Tenía que mostrarse tranquilo y seguro porque ya no era un adolescente inmaduro; así que, respiró hondo, se armó de valor e intentó fingir que aquella pequeña invasión a la privacidad de Levi no le afectaba demasiado. Aunque fuese una mentira.

Desde su llegada a la casa de aquel hombre más o menos una hora atrás, todo parecía ir ocurriendo de un modo muy raro. Eren se sentía casi como un actor al que le han cambiado el guion estando ya subido en el escenario y al que obligan a actuar de todos modos y esperan que lo haga bien. A pesar de que Levi seguía siendo Levi, con sus constantes puyas, sus malas palabras, sus modos cortantes y sus largos silencios, de algún modo esta noche parecía un poco distinto; vulnerable.

Eren lo notó nada más verlo, verlo bien, luego de que lo dejase entrar y le permitiera quedarse. No era un cambio notorio, incluso si no fuese porque él estaba acostumbrado a observar a las personas a consciencia quizás ni se hubiese dado cuenta, pero el otro hombre lucía algo triste; aquellos pálidos ojos grises, que le gustaban tanto y que parecían estar siempre en una batalla constante, se mostraban esa noche algo apagados; incluso sonreía mucho menos de lo habitual, lo que en el caso de Levi, que casi nunca lo hacía, era casi alarmante. Eren no lograba comprender muy bien lo que a este le ocurría, pero estaba seguro de que no era completamente él mismo. Que le hubiese contado algo sobre sí por voluntad propia, que hubiera aceptado aquel intento de amistad tan abiertamente, ya le había parecido raro; pero fue esa muestra de confianza en la que le permitió invadir un espacio que hasta el momento tenía vedado lo que lo alertó de que sin lugar a duda algo no iba bien con este.

Quería hablar con Levi, preguntarle qué era lo que le ocurría, lo que estaba mal; sin embargo, sus inquietudes y preguntas desaparecieron en el acto cuando vio lo que tenía frente a sus ojos…

La inmensidad del mar a la distancia, salvaje y poderoso, con sus oscuras nubes de tonos azules, grises y negros cargadas sobre él, se observaba difuso tras la imperiosa cortina de gotas de lluvia que caía en el exterior con intensidad rabiosa. Hacia donde sus ojos mirasen, donde estos se posasen, solo veía el exterior, enorme e infinito hasta donde la vista alcanzara. Era casi como si él estuviese en el mismo centro de aquella vorágine natural y sin embargo fuese intocable.

Alucinante.

Durante unos minutos Eren se quedó allí, de pie, asombrado contemplando aquella hermosa imagen que se apreciaba a través de los inmensos ventanales de cristales perfectos y, de forma inconsciente, casi por costumbre, buscó la cámara que habitualmente llevaba colgada al cuello. Al no hallarla donde siempre se sobresaltó un poco, pero enseguida recordó, con arrepentimiento, que esta se encontraba guardada en su bolso que aún estaba en la planta baja. ¿Cómo podía ser tan idiota para perder semejante oportunidad?

Ya la primera vez que Eren visitó aquella casa tuvo la certeza de que seguramente esa sería una vista impresionante, tanto por la altura como por la ubicación privilegiada que la vivienda tenía, pero jamás pensó que podría convertirse en una imagen prácticamente irreal.

La estancia en la que se encontraban era una superficie que ocupaba todo el largo de la casa, dividida en una tipo de T invertida por muros de transparente, donde la habitación que funcionaba como sala y mirador recorría la casa de punta a punta, bordeada de todos aquellos paneles acristalados que parecían crear un espacio abierto infinito. Dos cubículos de unos cinco metros cuadrados cada uno se ubicaban en las esquinas posteriores, las que daban hacia la playa, eran las espaciosas habitaciones que Eren solo pudo vislumbrar parcialmente ya que los gruesos cristales que hacían de separaciones eran ligeramente polarizados y unas amplias e inmaculadas cortinas blancas semicorridas ayudaban a aportar la privacidad necesaria junto a la puerta de madera lacada de negro.

A diferencia de la primera planta, que a él siempre le pareció un poco fría e impersonal, aquella estaba cargada con la presencia de Levi, como si le perteneciera. Era mucho más acogedora, más íntima, se apreciaba más viva; como si aquel hombre residiese allí más que en cualquier otro lugar.

La parte central de la habitación, la que ocupaba el espacio más amplio y que era la que quedaba directamente frente al mar, correspondía a una pequeña sala de estar, con pequeños y mullidos sillones de cuero negro a juego con el sofá de dos cuerpos que miraba directamente hacia la playa y que era escoltado por dos mesillas laterales de translucido cristal con sendas lámparas de silueta alargada creadas en vidrio blanquecino. El brillante suelo de tarima gris estaba cubierto por una gruesa alfombra blanca y una delicada mesita triangular de vidrio se posaba sobre esta al centro de todo; a uno de los costados, como si no quisiese estropear la espectacular vista de postal, un rack de formas ligeras y oscuras cumplía la función de soportar la televisión de tamaño modesto y el equipo de música con una amplia colección de discos. Un libro abierto, como si lo hubiesen estaba leyendo hasta hacía poco, estaba apoyado sobre la mesa junto a una fría taza de té a medio beber, mientras que una manta gris de lanilla suave estaba tirada de cualquier modo sobre el sofá.

No se había equivocado, se dijo Eren, Levi se hallaba en la planta superior cuando él llamó a la puerta.

En el ala izquierda de la estancia, la que miraba hacia el puerto, se hallaba emplazada una oscura y redondeada chimenea colgante similar a la de la primera planta que ayudaba a caldear el ambiente y aportaba algo de luminosidad. Ese rincón del cuarto también contaba con diversos estantes de madera y metal lacados en blanco y negro, de distintas alturas y formas que albergaban una enormidad de libros. A la distancia que Eren se encontraba y con la habitación casi en penumbras, solo podía distinguir vagamente sus formas, colores y tamaños, pero ese pequeño detalle fue como quitar otro cerrojo a la caja de secretos que parecía ser Levi para él. A este le gustaba leer.

La esquina opuesta correspondía a una especie de pequeño bar y cocina, con una nevera diminuta, un fregadero y sobre una encimera de granito oscuro, que seguramente hacia la función de estante y despensa, el microondas y una jarra eléctrica para calentar agua. Una isleta del mismo material cumplía la función de mesada y barra, separando los dos espacios; los tres taburetes a juego en metal y cuero negro se alineaban bajo esta de manera ordenada. Una cava de vinos, forjada también en metal con formas intrincadas, contaba con una amplia variedad de bebidas así como una bella colección de vasos y copas en su parte superior.

En definitiva, Levi Ackerman tenía una casa increíblemente asombrosa. En el tiempo que llevaba trabajando para la revista, Eren había visto muchas viviendas para comparar, casas de todo tipo de tamaño y estilos: lujosas, minimalistas, rusticas y modernas; pero esa era de lejos una de las mejores.

Y no obstante, pensó intrigado, aquel hombre no parecía sentirse del todo a gusto allí. Una vez más, se Eren preguntó cuál sería el motivo de ello. Qué impulsaba a Levi a comportarse así.

—Y bueno, ¿qué opinas? —Lo oyó preguntar mientras este encendía una de las lamparillas de gas y la colocaba con cuidado sobre una de las mesas laterales al lado del sofá. Con aquel amplio y holgado suéter negro de cuello amplio que llevaba arremangado hasta los codos y dejaba el pálido cuello y la nuca rapada expuestos junto a los vaqueros ajustados del mismo color, Levi lucía extremadamente joven, para nada aparentando la edad que decía tener—. ¿Era lo que esperabas?

Eren contemplo una vez más aquella vista de ensueño y negó con un gesto.

—No, es mucho más —confesó, seguro de que nada de lo que dijese le haría justicia a aquel paisaje—. Supongo que es demasiado bello e impresionante para describirlo con palabras.

—¿Y con una fotografía? —Levi lo miró con un gesto de concentrada curiosidad, genuina intriga—. Me preguntó cómo se vería esto a través de tus ojos, Eren. Que se mantendría igual, que cambiaría.

La sorpresa inicial que le provocaron aquellas palabras se tiñó de emoción; emoción y anhelo. Pocas veces Eren recibía halagos o verdadero interés por su trabajo, a menos que estos fueran de parte de sus maestros, del equipo de la revista o de sus amigos más cercanos que solo querían brindarle apoyo. Estaba acostumbrado a ignorar un poco lo que opinara el resto sobre él, a centrarse solo en lo que amaba ignorando las críticas; por ese motivo, que Levi pareciera de verdad interesado en lo que hacía, que de cierta manera incluso pareciese agradarle, lo hizo ilusionarse un poco.

Era un sentimiento agradable…

—Antes de que acabe esta noche lo sabrás. Y quedarás sorprendido —le dijo Eren como respuesta con una alegre sonrisa de suficiencia; con aquel cálido sentimiento de aceptación todavía bullendo en su interior.

Levi enarcó una ceja de forma despectiva, casi burlona y le dedicó una ligera sonrisilla para provocarlo.

—Tch, que mocoso más modesto —soltó este a modo de puya. Con un gesto de la barbilla le señaló las tazas de té que Eren sujetaba—. Dame eso —le pidió mientras colocaba un par de posavasos sobre la mesilla de centro de la diminuta sala junto a la bandeja con lo que les quedaba de comida.

Con movimientos rápidos y prácticos, este dobló la manta que estaba tirada en el sofá para dejarla cuidadosamente a un lado y posó el libro, ahora cerrado, sobre ella mientras se dejaba caer sentado sobre este. Con un lánguido gesto de la mano le indicó a Eren se hiciese lo mismo y él obediente, se sentó a su lado.

—Vaya, es en verdad una vista asombrosa —reconoció nuevamente con algo parecido a la admiración reverencial inundándole el pecho mientras sus ojos volvían a posarse en el extraordinario espectáculo natural que aquel mirador le permitía disfrutar. Un débil relámpago iluminó el horizonte a la distancia, volviendo el cielo negro y azul oscuro momentáneamente de un violeta luminoso—. Si no supiera donde están los límites, creería que esto es infinito. Da la sensación de estar en el cielo.

Al terminar de hablar miró a Levi, quien ante sus palabras bajó la vista y la clavó pensativamente en la taza que sostenía de aquella forma tan extraña que acostumbraba en su mano derecha. Sus ojos grises otra vez lucían un poco apagados; oscuros, sin aquel brillante contraste de plateado azulado que Eren había comenzado a asociar con la diversión o el desafío.

En el casi total silencio que envolvía la habitación, el cual solo era roto por la lluvia inclemente y el crepitar del fuego, oyó a Levi inspirar suavemente y dejar escapar el mismo aire entre sus labios con un débil siseo; este repitió aquella rutina un par de ocasiones más, como si necesitara tranquilizarse.

Eren no podía dejar de preguntarse qué era lo que había dicho para afectarlo de tal modo.

—Para que seas libre —soltó finalmente Levi de repente y, sorprendiéndolo aún más, se puso de pie para dirigirse con paso lento hacia el ventanal central y quedarse viendo hacia el exterior. Los pálidos dedos de la mano que tenía libre se posaron sobre el cristal como una ligera caricia.

Siguiendo un impulso, tragándose las dudas y los nervios, Eren hizo lo mismo y se situó a su lado en un par de zancadas.

—¿Qué has dicho? —le preguntó un poco confundido, sin saber si lo había oído bien.

—“Para que seas libre” —repitió Levi y finalmente se decidió a mirarlo. Su rostro, de un blanco un poco fantasmal a la luz del fuego y con la oscuridad de fondo, lucía muy serio—. Eso decía la nota que venía junto a las llaves de la casa cuando me la obsequiaron.

Eren abrió los ojos con asombro, un asombro absoluto que hizo que un sonido ahogado escapara de su garganta a causa de la sorpresa. No podía imaginarse quien podría regalarle algo así a otra persona, ¡si esa casa debía ser extremadamente cara! Lo más seguro es que ni treinta años de su trabajo a medio tiempo le bastasen para costearla.

En un principio, tras oírlo, creyó que Levi estaba jugando con él; que todo aquello era una broma y que este le soltaría alguno de sus comentarios hirientes por ser tan tonto y crédulo, porque, ¿quién haría un regalo semejante? Sin embargo, al ver la fría tristeza escondida tras su imperturbabilidad habitual comprendió que no era así. Levi le estaba diciendo la verdad.

—Supongo que… es un bonito regalo —murmuró sin saber que más decir. Una pequeña sonrisa, la primera realmente sincera desde que llegaron a esa habitación, curvó con suavidad los finos labios del otro.

—Tch, es un regalo de mierda. Un maldito regalo envenenado —masculló este. Eren, que acababa de darle un sorbo a su té se atragantó un poco al oírlo y comenzó a toser como un loco.

Solícito, el otro hombre le acercó su consabido pañuelo blanco para que pudiese secarse la boca y él lo aceptó, mirándolo con el ceño fruncido a modo de mudo reproche.

—¡Levi! —Exclamó indignado en cuanto fue capaz de respirar nuevamente—. ¡No puedes decir eso de algo así! ¡Es un obsequio!

Este enarcó una de sus delgadas y oscuras cejas, afilando su gris mirada hacia él, como retándolo.

—¿Ah, no? —le preguntó con tono frío y calmo—. Por lo que sé, esta es mi jodida casa, mocoso. Creí que podía decir lo que se me viniese en gana de ella.

Eren se mesó el largo cabello con una mano, frustrado.

—Bueno, sí. Supongo que tienes razón en eso, pero… es descortés hacia quien te lo dio no mostrarte más agradecido —terminó de explicar él, en un intento de parecer mayor y entendido. Levi solo rodó un poco los ojos, como si Eren lo estuviese haciendo perder la paciencia.

Dando un trago de su propia infusión, el hombre apartó sus ojos de él y miró con detenimiento hacía donde se alzaba el puerto, una mancha informe a través de la lluvia y que ahora estaba por completo a oscuras. Con la misma lentitud, aquel par de iris grises volvieron a posarse sobre Eren.

—Este sitio no siempre fue tan bonito —le dijo con voz carente de toda emoción—. Antes de la construcción del puerto, esta zona era poco más que terrenos improductivos para la agricultura donde se diseminaban pobres casuchas de pescadores que vivían del mar o cabañas pequeñas hechas de cualquier forma por aquellos que no tenían dinero para costearse una vivienda decente en la ciudad y lograron hacerse con un trozo de tierra a las malas. Yo nací y crecí aquí —Levi bebió un poco más de su té antes de continuar con aquella historia—. Mi madre se quedó embrazada a los quince y mi padre pues, fue un cabrón que se largó; supongo que no le entusiasmaba demasiado la idea de tener que cargar con una mujer y un crio. Mi abuelo, según me contaron, no era un hombre de trato fácil y en cuanto supo lo que ocurría, después de darle una paliza a su descarriada hija que casi la mató, la echó de la casa para que se las arreglará como pudiese. Comprenderás que para una mujer menor de edad, sin estudios acabados, sola y embarazada, no hay muchas opciones en la vida; así que terminó por convertirse en aquello de lo que la acusó mi abuelo, una prostituta.

Eren contuvo el aliento, con el pecho adolorido de un modo imposible. Al sentir una leve quemazón en la palma de la mano, se percató de lo fuerte que estaba sujetando la taza aún caliente y esta le estaba haciendo daño.

—Oi, mocoso, deja de poner esa cara —lo regañó Levi y él de inmediato dio un respingo—. No te estoy diciendo esto para que te pongas a llorar como un bebé ni me tengas lástima. ¿No dijiste que querías saber un poco más de mí? Entonces presta atención, porque dudo que esta oportunidad vuelva a repetirse. Joder, ni siquiera sé porque demonios te estoy contando todo esto —este se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos unos breves momentos. Sus oscuras pestañas parecían como una mancha de tinta sobre la piel nívea.

En aquel momento, viéndolo de pie allí frente a él, pareciendo tan indefenso, tan vulnerable, Eren sintió el repentino impulso de rodearlo con sus brazos y decirle que todo estaba bien, que podía confiarle lo que quisiera, que no importaba lo duras que parecieran las cosas, él seguiría allí, a su lado; que no estaba solo. Era lo que deseaba hacer, quizás lo que tendría que haber hecho, pero Levi volvió a abrir aquellos ojos de iris acerados para observarlo y su confianza y determinación se desvanecieron; y aunque el muro que parecía rodearlo constantemente no estaba alzado por completo, acercarse al otro de ese modo volvió a ser algo casi imposible.

—No todo fue tan malo, ¿sabes? Tuve una buena madre a pesar de lo que el resto pueda pensar, por mí pueden joderse todos. Era en verdad una mujer increíble; jamás la oí quejarse o enfadarse de la mala suerte que le tocó en la vida, todo lo contrario, decía que yo era su regalo, ¿puedes creerlo? —le preguntó Levi irónicamente divertido y, aunque Eren no lo dijo nada, sí podía créelo. Él también pensaba que ese hombre podía ser un regalo para cualquiera—. Intentó darme lo más posible, que no me faltaran las cosas necesarias a pesar de que sobrevivir un día tras otro era endemoniadamente difícil; me instó a que estudiara mucho, a que leyera mucho, a que no descuidara mi apariencia ni mi limpieza, a que no me importara lo que los demás dijesen de nosotros y a que fuese amable con el resto, aunque quizás sí falló un poco con eso —reconoció con una media sonrisa, que sirvió para relajar algo el dramático ambiente que se había instaurado entre ambos y logró que él hiciese lo mismo en respuesta—. Vivíamos aquí, en este mismo sitio. Aunque antes solo era la planta baja y no era tan bonita, lo cierto es que era espantosa. En invierno esta casa era una verdadera putada, se colaba el viento o la lluvia por todas partes. Yo solía ir caminando de aquí a la escuela pública casi todos los días y en ese tiempo no estaban las calles tan arregladas y decentes que han construido ahora, si hacía mal tiempo, llegabas enlodado hasta las rodillas; incluso había días en los que me demoraba más de una hora en llegar.

Eren tragó con cierta dificultad, notando la boca seca y los hombros tensos. A pesar de que él mismo había deseado saber más sobre la vida de Levi, se sentía tan impotente en ese momento…

—¿Y qué pasó con ella? ¿Con tu madre? —le preguntó, intrigado, a pesar de que más o menos suponía la respuesta que obtendría por el modo en que Levi hablaba de ella.

—Murió cuando tenía catorce años —le dijo, confirmando así sus sospechas—. Ese año tuvimos un mal invierno; demasiada lluvia, demasiado frío, y ella no podía darse el lujo de no trabajar. Si no hay dinero no hay comida y todo eso —le explicó con naturalidad—. Sufrió una pulmonía fulminante. No aguantó ni una semana.

Catorce años, se repitió Eren mentalmente. A los catorce él solo se preocupaba de jugar con sus amigos y pasarla bien; de tener buenas calificaciones en la escuela para que su padre no lo regañara y cumplir con los pocos deberes que le asignaban en casa. Mientras a esa edad su vida fue sencilla y fácil, Levi con los mismos años se quedó solo en una vida que ya de por si era bastante miserable. Dios, ¿cómo la vida podía ser así de injusta?

—Y… ¿qué pasó luego? ¿Qué hiciste? ¿Te quedaste aquí?

Levi soltó una especie de bufido burlesco.

—Luego de eso apareció Kenny, mi tío. Era el hermano mayor de mi madre y los Servicios Sociales contactaron con él para que se hiciese cargo de mí, bueno, era eso o un hogar de menores. El bastardo de mi abuelo la había palmado hacía unos años, así que Kenny era mi único pariente vivo aunque no lo gustaban demasiado los niños; tenía un carácter de los mil demonios y en más de una ocasión terminó dándome una paliza por irrespetuoso. Por lo menos debo reconocer que no me dejó tirado —suspiró con cansancio—. Me llevó con él a Stohess y en cuanto estuve a punto de cumplir los quince me inscribió a una escuela militar para que me metieran algo de disciplina en el cuerpo, según me explicó. Pero la verdad es que no estuvo tan mal, a los dieciocho yo mismo me alisté en el ejército y sigo en él hasta el día de hoy. Supongo que eso es algo que debo agradecerle a Kenny.

Así que Levi era militar al igual que Jean y Mikasa, se dijo Eren; aunque no lo sorprendía del todo. Algo en la rigurosidad con la que este hacía las cosas, lo pulcro y ordenado que era; su manera firme y concisa de impartir órdenes. Casi veinte años en ese tipo de vida habían terminado por dar forma a aquel carácter que ya de por sí parecía ser tan parco y retraído.

—Entonces, ¿no has vuelto a contactar con tu tío desde entonces?

Este negó con un gesto.

—Falleció cuando yo tenía veinte. El muy desgraciado se vino a morirse aquí, en Shiganshina, en esta puta casa, igual que mi madre —soltó, mordaz—. Esa fue la última vez que regresé a este sitio, hasta ahora. Después del funeral decidí que no volvería a esta ciudad de mierda nunca más. Pude cumplir con aquello durante catorce años

Y Eren lo comprendió de inmediato.

—Porque te regalaron la casa —le dijo y el otro asintió; sin embargo, frunció el ceño, algo confuso—. Pero, no lo entiendo del todo. Se suponía que esta ya era tuya desde antes. Entonces, ¿cómo…?

—Tch, se la vendí a un… amigo —respondió. Sus ojos grises volvieron a posarse en el mar distante—. Cuando comenzó la construcción del puerto hace unos doce años, los terrenos de esta zona comenzaron a aumentar su valor comercial, mucho. Una empresa constructora contactó conmigo porque quería comprarme la casa para demolerla ya que necesitaban el sitio, pero ese bastardo no me lo permitió. Me dijo que si quería venderla, si estaba tan decidido a deshacerme de ella, entonces él me la compraría. Insistió tanto que al final cedí y se vendí por un precio ridículo —con un desganado gesto de la barbilla señaló alrededor—. Todo lo que ves aquí, toda esta remodelación rara y caótica, fue idea de él. Tardó diez años y se gastó un montón de dinero y tiempo en esto, todo para un maldito obsequio —Levi rotó el cuello un poco para relajarse de aquella postura y volvió a beber de su té que, seguramente a esas alturas, ya estaría tan frío como el que Eren sostenía mientras lo seguía escuchando, incapaz de volver a interrumpirlo—. Él sabía que no quería regresar aquí; le dije que nunca jamás iba a volver. Demasiados recuerdos dolorosos, quizás. Estás paredes me hacían sentir prisionero, no me dejaban respirar; le expliqué que no quería sentirme así nunca más.

—Entonces él te dio esto, un infinito —le dijo Eren. Levi lo miró un poco sorprendido—. “Para que seas libre” —repitió usando las palabras que este le había dicho antes—. Quería romper los límites para ti.

Uno de los dedos de Levi dibujó una delgada línea vertical sobre el cristal, levemente empañado por su cálido aliento al estar tan cerca. Sus delgados hombros cubiertos por el holgado suéter negro se movieron al compás de una profunda inspiración.

—Pero los límites siguen estando aquí y puede que sean más doloroso porque ahora no puedo verlos —apoyó la frente sobre el cristal y volvió a cerrar los ojos—. Durante los últimos meses el trabajo comenzó a volverse difícil, asfixiante, necesitaba desconectar con urgencia; así que me pedí una baja temporal y decidí venir aquí unos días para aclarar un poco mi vida y decidir qué hacer finalmente con la casa. Llevo casi dos largos años pensándolo. Creo… que voy a venderla.

Eren contuvo el aliento.

—¡Imposible! —exclamó. Abriendo los ojos, Levi lo observó, divertido ante su reacción.

—Te vuelvo a recordar que esta es mi casa, Jaeger, así que puedo hacer lo que quiera con ella o, ¿es que acaso estás interesado en hacerme una oferta? Podría hacerte un precio especial si gustas.

Eren arrugó un poco la nariz ante su comentario y luego sonrió abiertamente, siguiéndole el juego.

—Me encantaría, pero a duras penas me alcanza el dinero para alquilar a medias con mi amigo un destartalado apartamento con mi pobre sueldo de trabajador de medio tiempo. Comprar una casa está lejos de mis planes aun.

—Una lástima. Hoy me sentía jodidamente generoso —con su acostumbrado andar resuelto y ligero, Levi se volvió hacia el sofá y se sentó en él cruzando las piernas—. Todavía no me he decidido, mocoso —soltó de repente, llamando su atención—. Lo sigo pensando. Tch, por eso digo que es un puto regalo envenenado; cada vez que decido deshacerme de ella, que estoy seguro de que es lo que debo hacer, ocurre algo que me hace cambiar de opinión.

Girándose para verlo bien, con la tormenta arreciando tras él en el exterior y su propia ansiedad incrementándose en su interior, Eren le preguntó:

—¿Y que fue esta vez? ¿Qué te detuvo, Levi?

Este apartó la vista hacia un costado por unos segundos, concentrándose en un punto lejano. Un gesto que él estaba comenzado a asociar a cuando aquel hombre se sentía incómodo.

—Te conocí a ti —fue su escueta contestación y Eren tampoco se atrevió a preguntar más.

Quería quedarse con aquella respuesta, creer que quizás aquel encuentro casual significaba algo para ambos, algo importante. Destino, se dijo; Levi y él eran tan diferentes, venían de mundos tan distintos y parecían tener tan poco en común que jamás deberían haberse conocido en la vida y, sin embargo, allí estaban; difuminando los límites que los separaban tal y como aquel amigo quiso hacer con su anhelada libertad. Una libertad que no solo se refería a paredes físicas, sino a todas las emocionales que el mismo Levi parecía haber levantado a su alrededor.

Con un débil parpadeo, casi como si despertara de un pesado sueño, la luz de una de las lámparas de la sala volvió a encenderse bajando y subiendo su intensidad a intervalos irregulares hasta que se estabilizó por completo. Eren pestañeo un par de veces para que sus ojos se acostumbraran al cambio y vio como el otro se protegía estos con una de sus manos. Ludwig, despertando de su sueño, bostezó sonoramente y se estiró feliz.

—Pondré a lavar tu ropa —le informó Levi mientras se ponía otra vez de pie—. Confiemos en que no haya una nueva falla eléctrica.

—Te ayudaré —se ofreció Eren de inmediato, pero este negó con un gesto.

—Tch, puedo hacerlo solo. ¿Recuerdas lo que hablamos de respetar mi espacio, mocoso? No es necesario que andes pegado a mí todo el tiempo, joder —movió la cabeza con resignación—. No tardaré demasiado, unos treinta minutos a lo mucho. Mientras tanto puedes leer algo o ver la televisión o bajar a buscar tu cámara y sacar tus malditas fotos, yo que sé. Ese de allí es el cuarto de invitados —le informó señalando la habitación que estaba más cerca de la biblioteca—, puedes quedarte allí esta noche.

Antes de perder el valor necesario, antes de arrepentirse, Eren se atrevió a preguntarle aquello que llevaba un rato incomodándolo y causándole cierto disgusto, haciéndolo sentir inquieto; tal vez, se dijo, porque una parte de él no deseaba conocer la respuesta.

—Levi, ¿qué pasó con tu amigo? El que te obsequio esta casa.

Sin apartar la mirada, con aquel gesto imperturbable que lo caracteriza, este simplemente le dijo:

—Quien sabe…

Y Eren comprendió que el muro había vuelto a alzarse y con ello llegaba el final de las confesiones. Los secretos de Levi Ackerman volvían a estar guardados con celo bajo llave.

Lo vio bajar lentamente las escalares y a pesar del fuerte deseo que tuvo de seguirlo, se contuvo, obligándose a darle el espació que Levi le estaba pidiendo. Eren sentía que aquel distanciamiento que el otro estaba imponiendo entre ellos era más que nada una necesidad; la oportunidad que este esperaba para poder reforzar otra vez las barreras autoimpuestas que había dejado caer antes frente a él, confiándole tanto de su vida.

Demasiadas emociones, se dijo Eren. Aquel hombre era tan difícil y complejo como un puzle en blanco, incapaz de diferenciar una pieza de otra para comenzar a darle forma; sin embargo, poco a poco algunas de ellas estaban empezando a colorearse, haciéndose reconocibles. Quizás solo era necesario tener paciencia y dedicación para llegar a conocer a Levi, para entenderlo. Tal vez, antes de que se diera cuenta aquellos fragmentos encajarían solos en aquella compleja historia que parecía ser su vida.

Eren se preguntó cuántos de sus propios pedazos rotos debería ofrecer a cambio de saber un poco más sobre aquel intrigante y fascinante desconocido que parecía haberse colado en su vida nada más y nada menos que a través de una simple fotografía. 

Notas finales:

Como siempre, a todos quienes hayan llegado hasta aquí, muchas, muchas gracias por darse el tiempo de leer. Espero, por lo menos, que les haya gustado el capítulo, que esta vez se ha centrado casi en su totalidad en Levi y bueno, ya se sabe un poquito más sobre él y los motivos por los que está de regreso allí.

Otra cosa, el otro día me hicieron una pregunta sobre el largo de la historia y pensé que quizás alguien más podía tener la misma inquietud así que aprovecho de aclarar aquí. De momento, no tengo un total de capítulos programados, de hecho, por lo general cuando comienzo a escribir lo único que tengo muy claro es el primer capítulo y el último; los demás, son ideas que más o menos rondan mi cabeza y que tienen un orden que muchas veces varía en la trama dependiendo de muchos factores (mi ánimo, las cosas que haya visto, lo que haya oído o leído, como avance la historia, lo que soñé, etc), pero de momento y analizando el modo en que avanza eso, creo que el fanfiction rondará más o menos los veinte capítulos, quizás algunos más, quizás algunos menos, pero eso lo sabré recién con certeza cuando me acerque a la recta final. Pero dejémoslo ahí de momento. Prefiero informarlo porque sé que hay lectores a los que no les gustan las historias demasiado largas.

Lo otro, es el avance de la relación de Eren y Levi. De momento son amigos, y van a ser amigos un poco más, ¿por qué ocurre esto? Bueno, lo primero sería porque desgraciadamente soy una escritora de avance lento, de muchos detalles y que me gusta que las cosas se vayan dando poco a poco. Lo segundo, la misma historia tras Levi y Eren hace imposible que puedan comenzar una relación románticas de buenas a primeras. Así que para quienes estén esperando eso, les pido paciencia y comprensión. Van a llegar a ese punto, lo prometo, pero van a tardar un poquito más.

También quiero aprovechar de informar sobre algo. Por motivos de estudio, voy a tener que viajar a Londres y me quedaré allí por un mes, así que desde el 10/09 al 10/10 estaré fuera de mi país y lejos de mi pc de escritorio que es donde suelo escribir, así que las actualizaciones se pararan hasta mi regreso. Lo más probable es que alcance a realizar una actualización más de In Focus antes de marcharme, pero aviso de todos modos, más que nada para que no crean que la escritora se fugó o se fue a hiatus por falta de inspiración o lo que sea. Ya una vez esté de regreso volveré a actualizar cada dos semanas como acostumbro.

Y ya, gracias y gracias por leer, por comentar, por votar y poner en sus alertas o favoritos. Eso siempre alegra muchísimo.


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