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In Focus (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 6:

Pequeñas Cosas Importantes

 

Las pequeñas cosas son las responsables de los grandes cambios.

(Paulo Coelho, El manuscrito encontrado en Accra)

 

 

 

El ruido del móvil al saltar la alerta de los mensajes, uno tras otro, logró que Levi abriera finalmente los ojos, de mala gana y con deseos de asesinar a todo el mundo.

Resignado, manoteó a su lado en el sillón hasta dar con él, sorprendiéndose un poco al contemplar la hora y darse cuenta de lo tarde que era además de la gran cantidad de mensajes y llamadas perdidas que tenía. Por lo general Levi no era tan popular como para estar pendiente siempre del móvil, un par de mensajes o llamadas al día era lo único que solía recibir; sin embargo, al ver que la gran mayoría de estos eran de Hange y otros cuantas de Erwin, comprendió a que se debía aquel revuelo: al no haber podido contactar con él la noche anterior por culpa del corte en las comunicaciones gracias a la tormenta, seguramente sus amigos, conscientes de lo que ese día significaba para él, se temieron lo peor.

Joder.

Un nuevo aviso de mensaje de Hange ingresado fue lo que consiguió que finalmente se sentara bien en la butaca donde se pasó durmiendo las últimas horas; la espalda le molestaba un poco por la mala posición, pero por lo demás se sentía bastante bien, mucho más repuesto y descansado que en el último mes, de hecho. Mientras se ponía de pie, Levi, todavía bastante sorprendido, no podía creer que había acabado por volver a dormirse ya casi entrado el amanecer; él jamás lograba descansar tantas horas seguidas.

Tras decidir que devolvería las llamadas luego de haberse duchado y cambiado de ropa, Levi bostezó y estiró un poco los brazos sobre su cabeza para terminar de desperezarse, permitiéndose después de mucho tiempo sentirse por completo relajado. Con una lánguida mirada, recorrió la larguirucha figura desparramada de cualquier forma en el sofá junto a Ludwig. Eren, tumbado de espaldas, con los llenos labios ligeramente entreabiertos y una expresión de completa tranquilidad en el rostro, dormía profundamente, sin importarle en lo más mínimo el incómodo ángulo en que tenía flexionadas las largas piernas ni mucho menos que uno de sus brazos descansara en el alfombrado suelo.

Incluso a la hora de dormir el mocoso era un auténtico desastre, pensó con divertida resignación.

Durante unos cuantos minutos Levi se permitió simplemente quedarse allí, observándolo; velando el plácido sueño del confiado chico de los ojos verdes que en ese instante, sumido en su propio mundo onírico, ni siquiera era consciente de su presencia. ¿Cómo este podía mostrarse tan tranquilo cuando estaba en casa de un casi perfecto desconocido?, se preguntó. A él siempre le resultaba muy difícil relajarse en un entorno que no le era habitual, no obstante, Eren parecía tan malditamente confiado…

Siguiendo un tonto impulso, con sumo cuidado para no despertarlo, en un par de pasos llegó junto al sofá donde el chico dormía. Acuclillándose hasta quedar a su altura, Levi observó detenidamente el rostro de Eren, estudiando sus rasgos bien definidos, el gesto mucho más relajado que adoptaban su frente y sus cejas sin toda aquella emoción contenida que el mocoso siempre parecía tener, los oscuros y perfectos arcos que representaban las largas pestañas en reposo sobre los morenos pómulos, el leve rastro de la barba incipiente y la suave línea de su boca. En verdad era un chico guapo, eso era algo que no podía negar, pero aun así, sin aquel par de ojos verdeazulados, vivaces y atentos, observándolo todo a su alrededor con fascinación, Levi sentía que le faltaba algo. Eren no era Eren hasta que el mundo parecía estallar y reconstruirse ante su mirada.

Muy despacio, y con una delicadeza no demasiado propia de él, apartó un largo mechón del castaño cabello del chico que le cruzaba el rostro, casi pegándose en sus labios. A pesar de que la noche anterior este volvió a atárselo en aquella coleta corta, tras las horas transcurridas y lo inquieto que evidentemente era para descansar, volvía a tenerlo hecho un ruina; enredado y suelto y con la goma perdida en algún rincón de aquel sofá.

La verdad es que hacía mucho, muchísimo tiempo que Levi no veía a alguien dormir en su presencia, y lo cierto es que aquello seguía resultándole algo tan íntimo y privado como se lo había parecido siempre.

Siendo bastante joven, poco más que un adolescente, Levi comprendió que ese simple acto, de permitirse descansar libremente frente a alguien más, era casi una muestra de confianza absoluta. Para él, cuando se dormía, quien lo hacía era por completo vulnerable; permitiendo que en la inconciencia se bajaran todas las defensas y quedándose por completo expuesto. En resumen: indefensión total.

Desde que entró a la escuela militar, a Levi lo educaron para apreciar su tiempo de descanso como una necesidad, no como un placer y a él le pareció bien. Dormías lo que necesitabas para que tu cuerpo y tu mente funcionasen bien, no para disfrutarlo; racionabas sueño así como racionabas comida y energía. Una estrategia táctica.

No obstante, cuando ya fue un poco mayor y comenzó a manejar su vida a su antojo, las pocas veces que se permitió aquella debilidad fue más por complacer a otro que porque lo desease él mismo. A Levi, tan poco sentimental como era, jamás le interesaron demasiado esos detalles, pero a su pareja sí; fue por eso que a su modo, parco y frío, él trató de darle en el gusto, de agradarlo, porque solo deseaba que este fuese feliz.

Querer a alguien lograba que uno hiciese cosas tan condenadamente tontas…

El profundo y lento suspiró que escapó de los labios del chico al removerse ligeramente lo regresó a la realidad, sacándolo de sus recuerdos. Todavía acuclillado a su lado, Levi apartó la mano de golpe y se puso de pie con rapidez, observando cómo poco a poco aquel par de ojos verdes se abrían, pestañeando un par de veces con lánguida pesadez, antes de posarse sobre él.

—¿Levi? —la pregunta escapó de aquellos labios perezosa y grave; el sueño aun impregnado en ella—. ¿Qué haces acá?

Él simplemente enarcó una de sus delgadas cejas ante aquella tontería y negó con un gesto de fastidio.

—Tch, creo que eso debería preguntártelo yo, mocoso de mierda. ¿Por qué demonios sigues en mi casa si ya dejó de llover? ¿No prometiste largarte a primera hora de la mañana?

Abriendo los ojos a causa de la sorpresa hasta convertirlos en dos enormes y perfectas esferitas verdeazuladas, Eren se sentó súbitamente en el sofá, ganándose un par de gemidos de protesta por parte de Ludwig tras haberlo despertado. Parecía un poco desconcertado al contemplar el brillante y despejado cielo azul y el sosegado mar que se apreciaba a la distancia desde amplio muro acristalado; el chico pestañeó unas cuantas veces, como si todavía no fuese capaz de comprender del todo que era lo que estaba haciendo en su casa y la verdad es que Levi tampoco lo entendía. Desde la tarde anterior todo acabó siendo tan absolutamente complicado e imprevisto que su cabeza aún se volvía un caos total cuando intentaba hilar los acontecimientos.

—¿Qué hora es? —inquirió Eren, preocupado, mientras se ponía de pie. Tal y como había ocurrido horas antes, un quejido de protesta y su cara de completo sufrimiento fueron un claro indicio de lo mal que le sentó dormir tumbado allí.

—Casi las diez —respondió. Al ver el gesto de total aflicción del mocoso por aquel descuido, se apresuró a decir—: No te preocupes, yo también me he quedado dormido.

—En verdad lo lamento, Levi. Siento que no paro de abusar de tu hospitalidad —masculló Eren con evidente culpa—. Me vestiré y me pondré en marcha enseguida. Hoy tengo que ir a almorzar a casa de mis padres y no puedo llegar pasado el mediodía si no quiero que mi madre se enfade.

El evidente desanimo con el que el chico le informó de aquello le hizo recordar lo que este le contó la noche anterior sobre la mala relación que mantenía con su padre, el médico. Levi jamás conoció al suyo y su madre murió antes de que él pudiese comenzar a tomar decisiones realmente importantes en la vida; así que solo contó con Kenny como figura de autoridad y este, bueno, se podría decir que prácticamente le impuso las cosas hasta que Levi pudo decidir por sí mismo. Por más que lo intentara, no era capaz de ponerse en el lugar del otro e imaginar lo difícil que debió haber sido para ese joven el tener que desafiar a su progenitor. Lo complicado que debía seguir siendo el tener que verlo cada cierto tiempo y fingir normalidad cuando era evidente que las cosas entro ellos no estaban para nada bien.

—He dejado tus cosas en el cuarto de invitados, puedes asearte mientras tanto —le dijo, señalándole con un gesto de la barbilla la habitación que el joven fotógrafo apenas y había utilizado durante su corta estancia—. Las toallas limpias y los útiles de aseo están guardados en los estantes, así que puedes ocupar lo que necesites.

Levi lo vio asentir, agradecido, oyéndolo disculparse nuevamente un par de veces antes de perderlo de vista dentro de la otra estancia. Él estaba a punto de hacer lo mismo, desesperado por una ducha, cuando el molesto timbrazo de la puerta lo sorprendió de una forma no muy grata.

De mala gana y mascullando su enfado sobre los idiotas que molestaban la mañana de un domingo, Levi se dirigió a la primera planta seguido de cerca por Ludwig que, de repente, parecía extremadamente ansioso y contento. Nada más abrir la puerta para increpar a su visitante, comprendió el motivo de la felicidad del perro.

—¿Qué mierda estás haciendo hoy aquí, cuatro ojos de mierda? ¿No se suponía que regresabas el martes?

—¡Enano! —Le dijo Hange llena de alegría, ingresando a la vivienda sin pedirle permiso siquiera—. Te llamé anoche un montón de veces para avisarte que ya había acabado con el trabajo en Mitra y que regresaba a casa, pero no pude contactarte; y hoy te envié unos cuantos mensajes, pero parece que tampoco has tenido tiempo de leerlos —le informó, lanzándole una mirada cargada de reprobación, como si fuese su madre y tuviera la obligación de regañarlo—. Por cierto, Erwin te envía saludos. Me ha dicho que puede que se pasé por aquí en Navidad; ya sabes por qué —acotó ella con una sonrisa demente y alzando un par de veces sus delgadas cejas castañas de forma sugerente.

Mierda, lo que le faltaba.

—Puedes decirle a Erwin que deje de joder y se quede en Stohess que es donde en verdad lo necesitan —farfulló de mal humor—. Tch, olvídalo. Lo llamaré yo mismo y se lo diré personalmente.

La estridente risa de Hange llenó por completo la habitación, robándose el silencio como ocurría siempre que ella estaba allí. Aunque Levi no lo reconocería nunca, de cierto modo durante aquellos días acabó por extrañarla un poco y se alegraba de tenerla de regreso. Aquella mujer era una de las pocas personas a las que les confiaría su vida.

Hange y él habían sido amigos por casi veinte años, cuando Levi ingresó a la academia militar a la corta edad de quince y aquella loca estudiante de un año superior pareció obsesionarse con él. En un principio la detestaba, por lo que junto a Farlan hacían hasta lo imposible por mantenerla alejada de ellos; pero, tras su segundo castigo por intentar fugarse de la escuela, terminó compartiendo la limpieza de los equipos de maniobras con la demente de Hange Zoë, cuya falta consistía en casi incendiar la cocina gracias a uno de sus inverosímiles experimentos. Sorprendentemente, Levi descubrió ese día que la chica no era tan desagradable como creía y que incluso su parloteo incesante, a pesar de cansarlo en ocasiones, también lo divertía un poco. Fue así como nació aquella rara amistad entre ellos, integrando luego al grupo a Erwin, que por aquel entonces era el novio de esta, y a Farlan por su parte, que era su mejor amigo.

Dos años después vino la graduación de la escuela y la primera separación, ya que Hange decidió no seguir una carrera militar y concentrarse en sus estudios de Física, mientras que Erwin, y luego Farlan y él, siguieron en el ejército. Aun así, Levi y ella jamás perdieron el contacto y, a pesar de todo el tiempo transcurrido, de su mal carácter, de ser tan frío y paranoico, esta seguía allí, con él. Hange jamás lo dejó solo, ni en sus peores momentos. Quizás por ese motivo Levi decidió refugiarse allí, en Shiganshina. No solo por la casa, no solo porque debía tomar decisiones importantes, sino porque Hange estaba en ese lugar y, si en algún momento volvía a derrumbarse, ella sería la única capaz de contenerlo. Siempre había sido así.

Aquel día, y como ya era su costumbre habitual, su amiga llevaba el cabello castaño oscuro recogido en una alta y desprolija coleta para que este no la estorbara, aunque de igual modo unos cuantos mechones más cortos escapaban del agarre y le enmarcaban el rostro de un pálido tono moreno. Al quitarse las ovaladas gafas de delicado marco negro para limpiarlas, Levi pudo notar la débil huella rojiza de la presión de estas sobre la nariz levemente aguileña de su dueña. Los enormes ojos, del mismo tono cálido y profundo de su cabello, se posaron sobre él con desconcierto. Tras volver a ponerse los anteojos y, seguramente, enfocar otra vez de manera decente, su indagadora mirada lo recorrió de arriba abajo durante unos breves instantes. La mujer enarcó ambas cejas a en señal de confundida sorpresa.

—¿Recién te estás levantando, Levi? ¡Pero si es tan tarde! Por lo general tú no sueles quedarte en la cama pasadas las siete a menos que estés enfermo y casi a punto de morir.

Consciente de que su aspecto, con la ropa del día anterior arrugada, el cabello despeinado y sin poder afeitarse aún, lo habían delatado, Levi se limitó a encoger los hombros para restarle importancia al asunto como si aquello fuese algo habitual en él.

—Anoche se desató una tormenta espantosa y solo pude dormir a ratos —le explicó, obviando que fueron ratos muy largos y que prácticamente bastarían para cubrir tres o cuatro días de sus reducidas jornadas de descanso—. Por ese motivo tampoco contesté tus llamadas, se fue la maldita energía eléctrica y se cortaron las líneas telefónicas. Una autentica putada.

A pesar de que solo pareció aceptar a medias aquella extraña explicación, con una última mirada de suspicacia en su dirección, Hange se arrodilló en el suelo y, haciendo caso omiso de su protesta de repulsión, rodeó con sus brazos el peludo y negro cuello de Ludwig que lloriqueaba contento, dejando que el animal le lengüeteara el rostro a gusto. Esta llevaba esa mañana un bonito y holgado suéter beige de punto que él no quiso ni imaginar cómo quedaría al llenarse de pelos luego de aquel acto de amor. Por lo menos, se dijo, sus ajustados vaqueros negros no se verían tan afectados.

—¡Oh, ya he venido a rescatar a mi pequeño bebé! —Le dijo esta al perro que jadeaba de alegría—. ¿Cómo has estado, cariño? ¿Has extrañado a mami? ¿Te ha hecho sufrir mucho este pequeño hombre gruñón? —Ludwig, como si en verdad quisiese responderle, comenzó a gemir bajito y a soltar una especie de ladridos quedos, cortos y ansiosos ante los que Hange rio—. Lo sé, lo sé. Tío Levi es muy estricto, pero él también te quiere, precioso. ¿Verdad que sí, Levi? —preguntó volviéndose esta vez hacia él, con una estúpida y satisfecha sonrisa dibujada en sus labios.

—Tch, esta bestezuela no ha hecho más que darme problemas. Me destrozó los cojines del sofá y suelta pelos por todas partes, joder —le soltó de mal modo, aunque en el fondo tenía que reconocer que su compañía, hasta cierto punto, resultó un consuelo para palear su autoimpuesta soledad, además de que le permitió conocer a cierto chico fotógrafo. Al recordar el motivo que aquel primer encuentro, le dijo a su amiga—: Por cierto, gracias a Ludwig has estado a punto de tener que pagar por la reparación de una cámara fotográfica profesional. Te has salvado por poco, cuatro ojos de mierda.

Los castaños ojos de Hange, bordeados de espesas pestañas, se abrieron enormes y atentos tras las gafas, como los de una lechuza.

—¿De Moblit? —inquirió extrañada—. Hemos hablado todos los días pero no me ha dicho nada. Pensé que ni siquiera lo habías visto…

Un poco incómodo y sintiéndose algo tonto por haberle soltado aquello, Levi se dirigió a la cocina para poner a calentar agua, intentando que ella dejara de prestarle atención antes de responder.

—No, no de Moblit. La de un amigo.

Levi levantó la vista en el momento exacto en que los labios de Hange se abrían en una perfecta y muda O a causa de la sorpresa. ¿Es que era tan raro que él pudiese tener un amigo aparte de ella y Erwin?, se preguntó indignado. Aunque, si era honesto consigo mismo, tenía que reconocer que lo más probable es que la respuesta fuera un rotundo sí.

Un pesado silencio se instauró entre ambos, algo que no solía ocurrir con demasiaba frecuencia con ellos ya que Hange no era de cortarse a la hora de hacer preguntas incómodas o comentarios desubicados y él no tenía reparos en mandarla a la mierda cada vez que eso pasaba. Sin embargo, ese día ella se mostraba un poco más comedida, como si todavía estuviese preocupada por sus tormentosas emociones y la culpa que sabía aun cargaba. Tch, como si él fuese una frágil damisela que en cualquier momento se pudiera romper, joder.

Sin saber que más hacer, apartó sus ojos de ella, tomó la bayeta de cocina y comenzó a limpiar con devoción la gris superficie de la isleta a pesar de que esta ya estaba impecable. El mantener las manos ocupadas siempre lo ayudaba a calmarse.

—Vaya, Levi, no tenía idea de que ya estabas haciendo amistades, aquí —le dijo ella rompiendo finalmente el silencio con su habitual alegría, aunque esta sonara un poco forzada—. ¡Eso es genial! Me tenía un poco preocupada que solo te la pasaras encerrado aquí con la única compañía de Ludwig.

Al levantar otra vez los ojos para observarla, Levi pudo percibir en ella cierto alivio, una especie de plácida calidez, como si él hubiese hecho algo bien. Era casi como si Hange esperara que aquel cambio en su vida, por pequeño que fuese, pudiera significar algo.

—Tch, es algo complicado —respondió. Sus ojos grises se clavaron una vez más en la bayeta que tenía en las manos y la cual apretaba con fuerza—. No es como si yo hubiese querido…

Se quedó callado de inmediato cuando el amortiguado sonido de los rápidos pasos descendentes en la escalera, así como el alegre silbido de alguna tonada que precedía a estos, lo alertaron de quien venía bajando. Levi apenas tuvo tiempo de alzar la mirada para percatarse del evidente desconcierto de Hange al darse cuenta de que no estaban solos en la casa; sin embargo, y antes de que pudiese decir nada más, su “nuevo amigo” hizo acto de presencia, irrumpiendo en la planta baja con su habitual descaro.

Eren, que al parecer acababa de salir de la ducha, solo iba ataviado con una par de ajustados e impecables vaqueros de un azul muy oscuro colgando bajos de sus estrechas caderas y una blanca toalla sobre sus hombros para absorber parte de la humedad de su largo cabello castaño. Aunque la noche anterior Levi ya lo había visto semidesnudo cuando este tuvo que quitarse la ropa empapada, tenía que reconocer que ver al chico así, a plena luz del día era, de cierto modo, un espectáculo impresionante. Eren no solo era alto y esbelto, sino que tenía una bonita figura de hombros anchos y músculos bien definidos y ligeramente estilizados. El cálido tono bronceado de la piel de su torso parecía solo un poquito más suave que el de sus brazos y rostro, como si esta estuviese perdiendo ya el color del verano; sin embargo, Levi no pudo evitar fijarse en la pequeña franja, mucho más pálida, que destacaba sobre la baja cinturilla del pantalón. Una sensación incómoda lo invadió de repente, logrando ponerlo un poco nervioso al advertir lo que estaba haciendo. De inmediato se obligó a apartar la mirada, reprendiéndose mentalmente por su estupidez.

Sin haberse dado cuenta, al parecer, de su descarado escrutinio y como venía siendo ya su costumbre, aquel par de inquietos ojos verdes lo buscaron sin demora. Al hallarlo en la cocina, aquella endiablaba sonrisa se dibujó en sus labios.

—Oye, Levi, ¿podrías prestarm-? —el estrangulado jadeo de Hange, mitad sorpresa y mitad admiración, calló al chico de golpe. Eren se volvió al instante para buscar la fuente del sonido y, al encontrarse a la mujer sentada en el piso abrazando al perro, su rostro pasó de su habitual todo ligeramente moreno a un rojo furioso que le subió hasta la raíz del cabello, logrando que sus ojos verdes se abrieran enormes y destacaran todavía más—. Yo… bueno… hola —balbuceó este, intentando mostrarse tranquilo a pesar de las circunstancia—. Lo lamento, no quería interrumpir. No sabía que…

Chasqueando la lengua con molestia, Levi dejó el trapo a un lado y se acercó hasta donde el chico se encontraba al pie de la escalera, mostrándose por primera vez desde que lo conocía, casi tímido y sumiso. ¿En serio? ¿Dónde diablos estaba el mocoso hablador y descarado que él conocía y que no dejaba de incordiarlo? Joder, cuando más lo necesitaba…

Resignándose a tener que ser él quien hiciese las presentaciones pertinentes, ya que ninguno de los otros dos parecían dispuestos a ello, Levi, con un débil gestó llamó la atención del muchacho y le indicó a su amiga.

—Oi, Eren, ella es Hange Zoë, ya sabes, la dueña de Ludwig; la demente que juega a hacerse la física importante —le explicó. El chico asintió en su dirección, clavando durante un par de segundo aquel par de impresionantes iris verdeazulados en la mujer que lo observaba con avidez antes de volver a fijarlo en sus pies desnudos, completamente cohibido—. Hange, este es Eren Jaeger, el amigo del que te hablaba.

Casi como si fuese impulsada por un resorte, esta se puso de pie y se acercó al joven fotógrafo junto a Ludwig, para observarlo más de cerca con detenimiento, logrando, si era posible, que el intenso rubor del chico subiera por lo menos un par de tonos más. Levi se preguntó, preocupado, si alguien podría morir a causa de un ataque de vergüenza súbita.

—Eren. Eren —repitió ella su nombre como si quisiera grabárselo en la cabeza, de ese modo tan extraño que siempre utilizaba cuando estaba aprendiendo cosas nuevas que podrían resultar luego de vital importancia. A pesar de que el chico le sacaba con facilidad más de diez centímetros de ventaja en cuanto a estatura, parecía un poco asustado de Hange y su intenso escrutinio, por lo que este se concentró en acariciar la negra cabeza del perro que lo miraba con adoración—. ¡Vaya, eres muy joven y muy guapo! ¡Y tienes unos ojos maravillosos! ¿Hace mucho que conoces a Levi? ¿Cómo se hicieron amigos? ¿Has pasado la noche en su casa? ¿Su amistad es solo amistad o ya ha-?

—Ya basta —la interrumpió Levi con rotundidad, retándola con una acerada mirada a que volviese a abrir su puta boca solo si quería ganarse su ira. Entendiendo la indirecta, Hange de inmediato se quedó callada, pero sus curiosos ojos castaños los miraban a ambos cargados de preguntas que seguramente se moría por hacer—. Eren —se dirigió al otro; al ver que este respingaba un poco al oír su imperativo tono, intentó suavizarlo un poco. No era su intención asustarlo—, ¿qué era lo que necesitabas?

Todavía con el rostro encendido, este lo miró un poco abochornado. A pesar de que Levi constantemente se recordaba que el chico apenas era un mocoso y que a eso se debía lo infantil que le parecía en algunas ocasiones, aquella fue la primera vez que el peso de la notable diferencia de edad que tenían lo golpeó de lleno. Eren era muy, muy joven; poco más que un niño que recién estaba comenzando a descubrir lo que era ser un adulto, lo que en verdad significaba el peso de su propia vida. Con aquella diferencia de edad tan considerable entre ellos, ¿realmente podían ser amigos? La noche anterior Levi le ofreció al mocoso su mala forma de amistad y este la aceptó sin dudarlo, pero, ¿era posible que esta funcionase y perdurase a través del tiempo? Ambos parecían tan jodidamente diferentes…

Dejando escapar una risita nerviosa y rascándose la mejilla con un dedo, Eren, intentando no prestarle atención a Hange que estaba de pie a su lado al igual que solía a hacer Ludwig cuando quería llamar su atención, se dirigió hacia él para decirle:

—Quería saber si tenías una cuchilla de afeitar que me dejaras. He olvidado la mía en casa.

Levi asintió con un gesto.

—Sube, te la pasaré enseguida. Yo también necesito cambiarme —le dijo, dándole con esa excusa la oportunidad de alejarse por unos minutos de Hange y su evidente curiosidad.

El chico, entendiendo al instante el implícito mensaje, en menos de un minuto, y tras disculparse con la dueña del perro, volvió a subir escaleras arriba para desaparecer y refugiarse en el piso superior.

Aunque Levi se esperaba más o menos que su amiga lo asaltara a preguntas incómodas en cuanto este ya no estuviese allí; la expresión de total alegría de ella lo dejó pasmado.

Hange, levantando ambos pulgares en señal de aprobación, le dedicó una brillante y esplendorosa sonrisa.

—Perfecto —soltó sin dudar. Sus ojos castaños estaban tan iluminados como cuando hacía algún descubrimiento importante—. El chico es perfecto, Levi. No solo es guapo hasta dejarte sin aliento, sino que también pareces gustarle y no impórtale en lo más mínimo lo desagradable que eres la mayor parte del tiempo. ¡Además Ludwig lo adora, eso debe ser una seña, estoy segura! ¡Felicidades, enano! —Emocionada como estaba, esta lo aprisionó en un rápido abrazo del que él se zafó de inmediato tras un par de empujones poco delicados para obligarla a mantener las distancias. Joder, odiaba que lo tocaran de ese modo—. Y bueno, ¿cómo es en la cama?

Notando como el rostro se le enrojecía a causa de la vergüenza y el enfado, Levi le lanzó una mirada cargada de advertencia que Hange pareció ignorar por completo, como solía hacer la mayor parte del tiempo. Estaba indignado por el hecho de que ella, a pesar de conocerlo, hubiese sacado esas conclusiones, pero no podía culparla por completo. En sus mismas circunstancias quizás él habría pensado lo mismo. Demonios, ¡si Eren acababa de pasearse semidesnudo por su casa con la confianza de quien ya lo ha hecho un sinfín de veces! Que mierda, ese mocoso idiota…

—Alto ahí, cuatro ojos pervertida. No era una mentira cuando te dije que éramos amigos, o… algo por el estilo; así que deja de imaginar cosas raras en esa cabeza podrida que tienes —Levi abrió los puños, los cuales no recordaba haber cerrado y apretado con tanta fuerza. Notó que las manos le temblaban un poco a causa de haber perdido los nervios—. Realmente no es lo que piensas, Hange —acotó, un poco más calmado. No quería dejar dudas que pudiesen malinterpretarse al respecto de su relación con Eren—. Nos hemos conocido hace solo unos pocos días y, además, es un mocoso. Apenas y tiene veinte años.

—Moblit también es unos cuantos años más joven que yo —puntualizó esta como si aquello le restara importancia al asunto—, y te aseguro que somos muy felices. La edad en una relación nunca es un problema, Levi; no mientras tú no permitas que lo sea.

No, la edad no era el verdadero problema allí, tuvo que reconocer. El principal inconveniente era él. Era el propio Levi que estaba tan dañado, tan harto de todo que ni siquiera quería pensar en la posibilidad de ese tipo de relación con nadie, por muy tentadora que la idea pudiese llegar a resultar. Una vez en la vida le bastó para comprender que él no estaba hecho para ese tipo de cosas; no deseaba volver a experimentar aquel tipo de emociones nunca jamás.

—Solo un amigo —repitió para dejárselo claro a Hange, y quizás también de paso, a él mismo—. Ya sabes lo que opino al respecto.

Soltando un desganado suspiro de resignación, su amiga comenzó a acariciar la suave cabeza de Ludwig que, pegado a sus piernas, la miraba contento, golpeando acompasadamente su pesada cola contra el lustrado piso de madera.

—Lo sé, lo sé, pero eso no deja de parecerme un error —reconoció. Su alegre expresión había desaparecido y en ese momento, observando a su mascota, parecía en verdad un poco triste por él, tal vez; por lo que le tocó en suerte en la vida, quizás—. Oye, Levi, ¿realmente piensas que esto era lo que él quería para ti? ¿Lo que hubiese deseado para tu futuro?

El dolor y la culpa lo golpearon a partes iguales, pero, apretando los labios se las tragó como estaba acostumbrado a hacer; resguardando aquellas emociones en aquel rincón insondable de su alma donde estas parecían morar contentas la mayor parte del tiempo, sin hacer demasiado daño, sin entorpecer su vida; hasta que algo las removía y comenzaba nuevamente la agónica cadena de sufrimiento.

Una acerada y fría mirada de sus ojos grises bastó para dejarle claro a su amiga lo que pensaba al respecto. Hange sacudió la cabeza con pesar y, extrañamente en ella, lo miró a su vez con mudo reproche.

—Lo que él deseaba ya no tiene importancia; no puedo dárselo —le espetó con dureza—. Yo mismo me encargué de que fuese así.

Tras sus palabras, los bonitos ojos de Hange se abrieron con doloroso asombro, casi como si él acabase de darle una certera bofetada en vez de simplemente decirle lo que pensaba sobre aquello, pero, ¿qué esperaba? ¡Demonios! ¡Hange conocía mejor que nadie toda la maldita historia! ¿Cómo podía estarle siquiera sugiriendo…?

—Levi… —murmuró ella, cargando su nombre de tanto dolor que, sin poder evitarlo notó como algo en su pecho se aflojaba, debilitándolo. Con horror se dio cuenta de que si no huía de allí en ese instante, iba a acabar por ponerse a llorar.

Tomando un hondo respiro que dejó escapar lentamente entre sus delgados labios para calmarse un poco, le dijo a esta:

—Subiré a cambiarme. Hablaremos luego.

Ya casi iba por la mitad de la escalera en su rápida huida cuando oyó a la mujer llamándolo nuevamente. A pesar de que no deseaba hacerlo, Levi se detuvo, bajando la mirada para encontrarse con la de ella que estaba observándolo desde abajo.

—No importa lo que pienses. No fue culpa tuya.

A Levi le hubiese gustado realmente creer en sus palabras, aferrarse a ellas en busca de redención, pero le era imposible. Él conocía la verdad mejor que nadie, el peso real de su pecado. Y aceptaba pagar el precio gustoso, porque el dolor era mil veces mejor que el arrepentimiento por las cosas que debió decir y jamás se permitió hacerlo.

Como siempre, solo era un maldito cobarde.

 

——o——

 

Casi media hora después, luego de haberse duchado, vestido y controlado una vez más sus emociones, Levi bajó nuevamente y se encontró con una dantesca escena, que lo llenó de horror y le aceleró las pulsaciones, en su siempre muy inmaculada y pulcra cocina.

Dejando de lado el evidente olor a quemado y la débil capa de humo que se apreciaba a simple vista o la cantidad de recipientes y platos sucios que se amontonaban sobre la encimera, Hange, ataviada con un delantal azul de cocina que él casi nunca utilizaba, se afanaba en preparar algo frente a los fogones mientras reía como una loca de algo que al parecer Eren acababa de decirle. El verdadero problema radicaba en que esta movía la espátula de cocina en todas direcciones y estaba esparciendo una dudosa mezcla por todas las superficies, mezcla que por cierto Ludwig aprovechaba de lamer cuando alguna de las salpicaduras quedaba a su alcance. ¡Qué asco, demonios! Levi supo al instante que luego tendría que desinfectar toda la cocina al completo si quería volver a respirar tranquilo en esa habitación. Realmente, realmente mataría a esa cuatro ojos de mierda después de haberle hecho aquello.

—Oi, Hange, concéntrate en lo que haces —soltó prácticamente en un rugido que llamó la atención de ambos. Eren se puso serio de inmediato, un poco culpable al parecer por lo ocurrido; sin embargo, su amiga siguió improvisando con sus excéntricas dotes culinarias, ni siquiera inquieta cuando él se acercó hacia ellos y, arremangándose hasta los codos el delgado suéter gris claro que llevaba sobre los vaqueros negros, comenzó a limpiar lo mejor posible aquel desastre.

—¡Levi! Llegas justo a tiempo; Eren y yo estamos a punto de terminar de preparar el desayuno —le informó alegremente—. Por cierto, enano, no tenías nada decente dentro de la nevera por lo que he tenido que acercarme con el coche a un mercadillo para poder comprar algo; te he conseguido unas pocas cosas —sus delgadas cejas se inclinaron en un vano intento de ceño fruncido que sus brillantes ojos castaños estropearon totalmente—. Tienes que alimentarte mejor, Levi; ya estás viejo y tu cuerpo se comenzara a resentir pronto. Debes empezar a cuidarte, ¿sabes? Hay un montón de enfermedade-

—Tch, viejo y una mierda. Además me cuido, más que tú por lo menos —espetó en respuesta, cortando su diatriba de estupideces. El ahogado sonido de una risilla contenida hizo que sus ojos grises se posaran de inmediato en Eren que, un poco compungido, intentaba ocultar su sonrisa—. Oi, mocoso, ¿acaso te parece gracioso lo que dice esta loca?

Eren se apresuró a negar con un gesto, moviendo la cabeza vigorosamente, aunque el brillo juguetón de sus ojos verdeazulados lo desmentía por completo.

—Bueno, yo no creo que seas viejo —se apresuró en aclarar—, pero sí estoy de acuerdo con Hange en que te alimentas bastante mal, Levi. Sé que no eres bueno en la cocina, pero quizás, si hicieses algún curso… —sugirió no muy convencido, a lo que él respondió con una mirada cargada de escepticismo y enseñándole el dedo medio, ante lo que su amiga comenzó a reír aún más fuerte mientras que el otro chico le dedica aquella maldita sonrisa que siempre lo desarmaba un poco.

Lo dicho, un completo descarado.

A pesar de que Eren se encontraba en aquel momento completamente vestido y la situación era, por donde se le mirase, distendida, Levi no pudo dejar de notar una vez más aquella estúpida intranquilidad, como si la cercanía de la noche anterior, las mutuas confesiones y las insinuaciones de Hange lo hubiesen hecho, de la noche a la mañana, por completo consiente de la presencia del otro.

En aquel momento, al mirar al chico, no pudo dejar de pensar en lo atractivo que era. Eren nuevamente llevaba el largo cabello castaño atado en aquella corta y descuidada coleta y, por primera vez y para su sorpresa, Levi no lo veía con algo que no fuesen suéteres o camisetas como era su costumbre; aquel día, aparte de los oscuros vaqueros azules, este lucía una entallada camisa de un rojo oscuro, con los dos primeros botones sueltos y arremangada hasta los codos, que le quedaba muy bien. Al recordar la tan poco esperada cita que el mocoso tenía a la hora de la comida, tuvo la seguridad de que aquel atuendo más formal, que lograba hacerlo parecer un poco mayor y menos desaliñado, era una concesión hacia sus padres o, tal vez, como una especie de armadura que lo hiciese sentir un poco más seguro de lo que seguramente estaría por venir.

Sí, no podía negar que Eren Jaeger era un joven muy guapo, pero no de la forma impersonal en que Levi podía mirar a otra persona y reconocer sus atributos, sino que era el tipo de atracción que le hacía pensar en que aquel molesto chico de intensos ojos verdes y sonrisa franca le gustaba, le gustaba de verdad. El tipo de encanto que te obligaba a fijar tu atención sobre alguien y, por más que lo desearas, no pudieses apartarla de allí.

El tipo de interés en el que él menos estaba interesado en aquel momento, pero que de todos modos comenzaba a hacerse presente en su vida.

Mierda.

Quince minutos después, los tres estaban desayunando tranquilamente en el comedor, una de las habitaciones de la vivienda que hasta el momento no había ocupado nunca.

Al llevar menos de un mes viviendo en la casa y pasar la mayor parte del tiempo solo, Levi por lo general solía comer en la cocina o en la segunda planta si no estaba de humor para bajar y, durante las visitas de Eren, este desde un comienzo también pareció sentirse mucho más cómodo compartiendo con él de aquella forma mucho más informal, por lo que ni siquiera se le cruzó por la cabeza cambiar aquella rutina. No obstante, esa mañana Hange insistió en que, por una vez al menos, hiciesen las cosas como se debía; así que entre los tres trasladaron todo hasta el comedor y finalmente pudieron sentarse a comer tras darle en el gusto.

Una experiencia nueva y completamente distinta en su propia casa, demonios; sin embargo, tuvo que reconocer que aquello no estaba del todo mal.

Mientras Levi masticaba en silencio su tortilla de jamón y queso, que estaba bastante buena pese a lo quemado de las orillas, observó con curiosidad la agradable interacción que parecía haberse dado entre Eren y Hange a pesar de aquel primer encuentro tan embarazoso. Su amiga, tras llenarlo de preguntas de todo tipo, se mostró encantada cuando se enteró de que el chico era fotógrafo y más aún cuando, sorpresivamente, descubrió que su novio, Moblit Berner era maestro de este en la universidad y que el mocoso era el famoso chico de segundo año del que su pareja no dejaba de hablar y que se presentaría junto a él en la exposición de marzo.

Por supuesto, y como cada vez que recibía algún tipo de halago de aquel tipo, Eren se mostró un poco cohibido y avergonzado; con sus pópulos ligeramente sonrojados, un deje de timidez reflejada en sus ojos y aquellas nerviosas sonrisas que parecían acentuar lo joven e ingenuo que aún era; pero, por sobre todo eso, pensó Levi, parecía en verdad contento. Como si aquella especie de atención y reconocimiento ayudaran a reparar un poquito la maltrecha seguridad en sí mismo que él, estaba cada vez más convencido, el chico no tenía.

Hasta la fecha Levi todavía no tenía la “suerte” de conocer en persona al famoso doctor Jaeger, pero en el pasado sí pasó mucho tiempo con chicos muy similares a Eren y sabía reconocer las señales que delataban una muy baja autoestima, por lo que estaba seguro, quizás demasiado, de que el aclamado médico era un cabrón de aquellos que siempre le producían deseos de golpear para bajarles un poco los humos. Ojalá y nunca tuviese que cruzarse con él.

Poco a poco la charla se fue convirtiendo en un intercambio de anécdotas entre ellos, intercaladas con alguna que otra información sobre su actual vida en Shiganshina, las cosas que les gustaban hacer y sus planes a futuro. Hange se entusiasmó sobremanera relatando a Eren historias de ellos dos cuando cursaban en la escuela militar, de Levi en el ejército y más de alguna idiotez que ambos habían cometido durante sus años de amistad; la mayor parte de ellas eran situaciones completamente tontas y vergonzosas, que en más de una oportunidad arrancaron carcajadas al mocoso y exclamaciones de indignación por parte de él al sentirse ultrajado; a su vez, con aquella curiosidad natural que poseía, su amiga consiguió que Eren, ya completamente tranquilo y relajado en su presencia, le hablara un poco más sobre su familia, sus amigos, sus días no tan lejanos en la escuela y su nueva adaptación al ritmo diferente que exigía la universidad y el tener que trabajar para poder sobrevivir.

También por primera vez, Levi podía observar al chico interactuar abiertamente con alguien más que no fuese él mismo, por supuesto obviando los escasos interludios de este con Nanaba o Hannes en la cafetería, y no pudo dejar de sorprenderse.

Eren, de cierto modo, seguía siendo Eren; el mismo chico risueño y conversador de cada día, el que parecía emocionarse e interesarse con todo y por todo, el que hablaba de la fotografía y las cosas que le gustaban con los ojos brillantes y llenos de expectación. Sí, el mocoso se comportaba igual que siempre pero también, de alguna forma, le parecía distinto, diferente; y cuando Levi finalmente cayó en la cuenta de que era lo que echaba en falta de él, se quedó pasmado.

Eren, con el resto, no intentaba ser encantador.

Equívocamente siempre asumió que aquel rasgo era inherente en el chico, así como su risa franca o lo despistado o ensimismado que podía volverse cuando algo llamaba su atención y parecía alejarlo del mundo real. Desde que lo conoció, hacía ya una semana atrás, Eren siempre se comportó de ese modo con él, jugando un poco a llamar su atención, a gustarle; incluso este mismo llegó a reconocer en una ocasión, medio en broma, medio en serio, que quizás sí estaba coqueteando con él, algo que Levi prefirió obviar, asumiendo que el mocoso actuaba así todo el tiempo y, como aquello era algo que no le molestaba realmente, decidió no darle importancia. Sin embargo, viéndolo ahora con Hange, se daba cuenta de que Eren era mucho más tímido y menos abierto de lo que él pensaba, mucho más reservado con su propio espacio personal y, aunque se mostraba amable y agradable en extremo con su amiga, no generaba la misma situación de íntima camaradería que intentó forjar con Levi desde el primer día que se conocieron.

Mientras daba un lento sorbo a su taza de té negro, sin perderse detalle de la plática que aquel par sostenía, no pudo evitar preguntarse si las fotografías tendrían algo que ver con la manera en que lo trataba el mocoso. ¿El cambio de actitud que Eren solía mostrar hacia él se debería a aquella obsesión que este parecía tener por querer fotografiarlo o habría algo más? Y, ¿el chico lo haría de forma inconsciente o era algo completamente planeado?

Joder, Levi en verdad odiaba tener que analizar todo de aquel modo y volverse loco intentado hallar las respuestas, pero una vez que las dudas comenzaban a rondarlo no se quedaba en paz hasta llegar a una conclusión que lo satisficiera.

Como si intuyese que algo le ocurría, el joven fotógrafo se volvió a mirarlo, clavando aquel par de impresionantes ojos verdes en él y regalándole una débil sonrisa, como si con ella intentase decirle que todo estaba bien entre ellos, que no había nada de lo que preocuparse. Nuevamente aquella clase de intimidad, el leve indicio de un secreto compartido solo por ambos, lo golpeó de pronto, logrando que Levi se sintiese algo inquieto por ello, sobre todo cuando Hange los miró con evidente curiosidad.

No, tuvo que reconocer, Eren no lo hacía de manera calculada; el mocoso simplemente se comportaba así con él, reaccionando casi por instinto cuando lo tenía cerca. Era como si desde el primer instante en que sus caminos se cruzaron algo determinó que debían conocerse mejor porque estaban destinados a ser algo más que simples desconocidos.

Destino.

Atragantándose con su propio té, Levi comenzó a toser, logrando que la atención de los otros dos se posara sobre él, evidentemente preocupados. Restándole importancia con un gesto de la mano, tomó una servilleta de la mesa para llevársela a la boca y evitar dejar todo hecho un desastre. Ingresando pequeñas y controladas porciones de aire a sus pulmones, Levi intentó volver a respirar con normalidad, hasta que las convulsiones acabaron y sus amigos parecieron volver a relajarse.

¿Pero qué demonios le ocurría?, se preguntó furioso consigo. ¿Por qué estaba pensando en ese tipo de tonterías? ¡Él no era así, joder!

—Bueno, creo que ya va siendo hora de que me marcha —dijo repentinamente Eren, luego de asegurarse de que él volvía a estar bien y tras mirar su móvil. Nuevamente sus ojos lo buscaron, una breve fracción de tiempo, unos pocos segundos; casi como si este deseara decirle algo aunque Levi no supo descifrar exactamente qué—. Ya son pasadas las once y debo estar al mediodía en casa de mis padres —explicó a modo de disculpa, sobre todo a Hange que de inmediato se apresuró a protestar.

—¡No, pero si lo estamos pasando tan bien! —Le dijo ella con tal expresión de tristeza en el rostro que más parecía que acabaran de informarle de la muerte de un ser querido que de una repentina despedida—. Eren, si deseas quedarte un rato más, luego podría acercarte a casa de tus padres en coche; además, estoy segura de que al enano le hace ilusión qu-

—Oi, cuatro ojos de mierda, déjalo en paz. Ya has oído que el mocoso tiene cosas que hacer, ¿no? —se apresuró a interferir Levi para evitar que esta abriese demás la boca e hiciera pasar un mal rato al chico; por su puesto, ella lo miro dolida, como si con aquella mirada le dijese que solo quería ayudarlo y él fuese un idiota integral.

—Lo entiendo, lo entiendo —masculló Hange de mala gana, casi con resignación—. Pero entonces quedemos uno de estos días, aprovechando que Levi aún no regresa a Stohess —propuso con los ojos nuevamente brillantes de alegría—. Estoy segura de que a Moblit le encantará la idea. ¿Qué opinas, Eren? —preguntó, dirigiéndose al aludido.

Durante unos pocos segundos el chico se quedó callado y muy quieto, casi el mismo tipo de inmovilidad que él estaba comenzando a asociar a los mágicos instantes en que Eren se sumergía en lo más profundo de su mundo de fantasía; sin embargo, en aquel momento, de cierto modo, Levi no lo sintió así. Era como si una emoción menos amable y mucho más violenta envolviera al joven y, cuando aquel par de ojos verdes volvieron a reclamar su atención, nuevamente sintió esa especie de incertidumbre de palabras no dichas, de interrogantes para las cuales él no tenía respuestas y que terminaron por reflejarse como una profunda frustración en el rostro de Eren.

Cuando este finalmente apartó la mirada de él y volvió a posarla en Hange, Levi sintió como si acabara de cometer un error y perder algo muy importante.

—Claro, ¿por qué no? Me lo pensaré —aseguró el chico con una de sus amables sonrisas, aunque la aleve tensión en la comisura de sus labios le dio a entender que esta vez no estaba siendo del todo sincero.

Apenas unos diez minutos después, Eren ya estaba listo para marcharse, tras haber guardado en el bolso su ropa, otra vez limpia y seca, y colgarse su cámara al hombro como parecía ser su costumbre.

Hange en verdad parecía un poco desanimada con la idea de la partida del chico y, de tanto en tanto en tanto, le lanzaba a Levi unas miradas cargadas de mudas súplicas, como si deseara que este interviniese y dijera algo para hacerlo cambiar de opinión, pero obviamente no lo hizo. En aquel momento lo que más deseaba era tener un descanso de Eren, un respiro necesario para aclarar nuevamente sus ideas y centrarse. El deprimente día anterior, lleno de malos recuerdos, la larga noche de confesiones y su plática de esa mañana con Hange, tenían la cabeza de Levi vuelta un enredo, impidiéndole a él mismo distinguir que cosas de las que deseaba y sentía en aquel momento eran reales y cuáles no. Necesitaba tiempo para estar solo y tomar decisiones.

—Ha sido un gusto conocerte, Hange. Realmente me lo he pasado muy bien hoy —se despidió con amabilidad Eren de su amiga; esta se apresuró a envolverlo en un efusivo abrazo y, a pesar de parecer un poco incómodo al comienzo, el chico rápidamente cambió su expresión de susto por una sonrisa sincera, devolviéndole con sinceridad aquel gesto de afecto.

—Yo también. Es genial que tú y ese enano gruñón se hayan hecho amigos —respondió esta, logrando que el joven fotógrafo se carcajeara un poco—. Y piensa en mí proposición, Eren. Avisa a Levi para que podamos agendar una salida uno de estos días.

Este solo asintió, sin decir nada más al respecto. Cuando Ludwig se acercó, trotando felizmente hacia él, Eren se agachó lo suficiente para rodearle el cuello con los brazos, a lo que el animal gimió feliz.

—Bueno, chico, supongo que ya no nos veremos tan seguido, ¿verdad? —le preguntó al can, sin embargo sus ojos viajaron a Levi que asintió con un débil asentimiento de cabeza; con Hange de regreso, Ludwig también volvería a su casa. Eren palmeó un par de veces más la negra cabeza y le dijo a este mientras se ponía de pie—: pórtate bien.

Al ver que el chico de volvía ahora hacia él para despedirse, siguiendo un tonto impulso, Levi negó con un gesto para que guardara silencio.

—Te acompañaré fuera —se apresuró a decir. Al percatarse de que Hange parecía bastante dispuesta a ofrecerse para hacer lo mismo, entrecerrando los ojos de forma amenazadora, le indicó con un dedo la cocina—. Tú no. Si estás tan ansiosa por poner tu culo en movimiento, ve a ordenar toda la jodida mierda que has dejado en mi cocina, cuatro ojos. Ahora.

—Tch, que enano más malhumorado —replicó ella, enronqueciendo unas cuantas octavas su tono de voz en una mala imitación de él—. La falta de sexo es lo que tiene tan estresado, Levi. Deberías comenzar a divertirte más —le dijo alegremente, una sonrisa traviesa dibujada en sus labios que se intensificó aún más al ver como él se enfurecía con su desubicado cometario al tiempo que Eren se apresuraba a apartar la mirada, pudoroso—. ¡Adiós, Eren! ¡Mantente en contacto!

—Joder, cada día está más loca. Vamos —murmuró Levi mientras abría la puerta de entrada y lo precedía en la salida, intentando restarle importancia al asunto y tragándose la vergüenza lo mejor posible, aunque de todos modos sentía el cuello caliente, de seguro porque debía estar ruborizado a más no poder.

Nada más salir fuera, el brillante y alto sol de mediodía los recibió directamente, cegándolos durante unos cuantos segundos y obligándolos a entrecerrar los ojos. A pesar de estar ya casi a un paso del invierno, aquella mañana de finales de noviembre se presentaba clara y calurosa tras la lluvia, dejando en el olvido el tempestuoso y gris cielo del día anterior, mutándolo por un límpido manto de perfecto celeste casi libre de nubes, tan perfecto como el mar a la distancia que lucía calmo y suave, del mismo color pálido y translucido de la infinita bóveda desplegada sobre ellos, logrando aquel misterioso efecto de espejo que a Levi siempre la llamaba la atención.

El primer pensamiento que vino a su cabeza tras contemplar aquella vista desplegada ante sus ojos, fue que seguramente aquello llamaría la atención de Eren y, tal y como suponía, nada más dirigir su mirada hacia él, lo encontró ya con la cámara en las manos tomando algunas fotografías de aquel paisaje; completamente abstraído, siendo completamente él.

Como si hubiese sentido su escrutinio, el chico dejó de fotografiar y se volvió a verlo. Una sonrisa compungida y sus pómulos ligeramente sonrojados detonaban que, aparte de la vergüenza, se sentía un poco culpable por eso, aunque Levi no llegaba entender por qué. De cierta forma, a él le resultaba asombrosa la capacidad de aquel joven de ver cosas maravillosas donde todo el resto solo encontraba algo común y sin importancia.

—Oi, mocoso, ni siquiera vayas a hacer el intento de disculparte —lo atajó él, sin darle tiempo a que soltara algunas de sus típicas peroratas sobre lo mucho que lo sentía y bla, bla, bla—.No estabas haciendo nada malo, ¿verdad?

Eren soltó una risita un poco abochornada, pero el tan característico brillo que parecía iluminar sus ojos verdes cuando estaba contento volvía a estar presente. Con movimientos hábiles, adquiridos seguramente por la costumbre, este se colgó la cámara al cuello y la sostuvo entre sus manos, como si aquello le otorgase estabilidad.

—Supongo que no, pero me sigue resultando un tanto extraño que no te moleste —reconoció—. La mayoría de las personas que conozco se sienten un poco, mmm… bueno, supongo que algo incómodas conmigo cuando esto ocurre. Mi madre suele decir que es como estar conmigo a medias y que eso no es lo correcto.

A medias.

Esas simples palabras quedaron reverberando en la cabeza de Levi tras oírlas salir de labios del joven fotógrafo. Esa no era la primera vez que escuchaba ese comentario para referirse a la poca atención que alguien prestaba a otro, aunque en el pasado aquella puya fue empleada hacia él mismo durante una absurda discusión por su supuesta falta de interés hacia las cosas verdaderamente importantes.

Hasta el día de hoy, algunas veces, Levi se preguntaba si eso sería verdad; si su mal carácter y su actuar un poco frío y distante lo hacían fallar de cierto modo como persona, entorpeciendo así todas sus relaciones, del tipo que estas fuesen, porque él estaba defectuoso, incompleto.

Un ser humano a medias… Tch.

Pero, ¿por qué debía alguien entregarse por entero a cada persona que conociese para que estos se sintieran satisfechos?, se preguntó indignado. A él no le parecía para nada justo. Por sobre todas las cosas, buenas y malas, Levi se pertenecía a sí mismo y daba al resto lo que podía, lo que era capaz, quizás del mismo modo que lo hacía Eren.

A pesar del poco tiempo que lo conocía, él tenía bastante claro que el chico, a diferencia suya, era amable y abierto con todos quienes lo rodeaban; incluso, Levi estaba convencido, de que este se entregaba y quería de la misma forma en que parecía hacerlo todo: con intensidad. No obstante, existía también aquella pequeña parte del mocoso que era solo suya; esa que se enfrascaba en verlo todo a través de aquellos ojos especiales y borrar al resto del mundo. Y a él le parecía bien, le gustaba ese Eren, quizás del mismo modo que le gustaba el otro, porque no se imaginaba separándolos. Para Levi no era ese joven quien estaba mal o equivocado, sino que lo era el mundo y todos aquellos que deseaban cambiarlo y moldearlo a su manera. Por él, se podían joder todos.

—Tch, pues para mí así está bien. Sí ya eres una jodida molestia teniendo que soportar solo tu media atención, no me imagino el tener que lidiar contigo si tuviese tu atención completa. Probablemente sería un puto fastidio.

Eren se rio con ganas al oírlo refunfuñar, y Levi no pudo más que alegrarse un poco por ello. Le agradaba contemplar al mocoso así, contento; lleno de aquella alegría desbordante y arrolladora que por lo general a él, tan poco expresivo y mucho más tranquilo, terminaba por dejar agotado. Lo cierto es que no le gustaba ver al chico triste ni sintiéndose culpable por las cosas que no podía evitar; así como creía que Eren solo estaba completo cuando tenía una cámara en las manos y se perdía en su extraño mundo de fantasía, también sentía que solo era él cuando aquella risa solía explotar de sus labios.

—Oi, mocoso, ya lárgate de una vez. No quieres hacer enfadar a tus padres, ¿verdad? —lo amonestó con firmeza, instándolo para que este se diese prisa en marcharse, a pesar de que él mismo se sentía un poco renuente a dejarlo ir.

Eren suspiró con desgana y comenzó a tamborilear sobre el cuerpo de la cámara con sus largos dedos, aquel gesto nervioso que Levi ya estaba comenzando a reconocer.

—Lo sé, lo sé —respondió este, no muy animado—. Ya me voy yendo.

En aquel momento nuevamente sus ojos buscaron los suyos, del mismo modo insistente que lo hicieron antes, cuando estaban junto a Hange en la casa. El chico parecía deseoso de… algo, casi desesperado, y Levi se estaba estrujando el maldito cerebro intentando averiguar lo que era. Finalmente, perdiendo su poca paciencia, lo increpó:

—Suelta de una condenada vez lo que me quieres decir, Eren. No soy un puto adivino y tanta ansiedad de tu parte está comenzando a ponerme nervioso a mí.

—Yo no… —comenzó a negar este, pero al ver la mirada poco amable que él le dedicó, se quedó callado. Durante un par de segundos el muchacho se mordió el labio inferior, nervioso, pero como si se decidiera de repente, una vez más sus ojos verdes se llenaron de determinación—. ¿Es cierto que vas a marcharte de Shiganshina y regresar a Stohess?

Entre las mil ideas que pasaron durante aquello minutos por la cabeza de Levi mientras intentaba dar con una respuesta, nunca se imaginó que, lo que inquietara al muchacho de ese modo, fuese eso. Era cierto que la noche anterior él mismo reconoció que estaba pensando en vender la casa y largarse de allí y que esa mañana Hange comentó que podría marcharse pronto de regreso a Stohess, pero no era nada seguro. Demonios, si ni siquiera él mismo tenía una puta idea de lo que haría con su vida al día siguiente.

—Tch, te he dicho que no lo sé, mocoso. Puede que me marche, puede que no, quien sabe. Te dije ayer que me lo estoy replanteando… por algunas cosas —acotó, sin atreverse a explicarle una vez más, a plena luz del día y sin la encubierta complicidad que otorgaba la oscuridad de la noche, que era por él, por haberlo conocido. El leve sonrojo que asomó a las morenas mejillas del otro le indicó a Levi que tampoco era necesario decir más, era evidente que el chico lo recordaba perfectamente. Sin aparatarle la mirada e intentando transmitir en ella toda la seguridad que no sentía, le dijo—: De momento estoy aquí, eso debería de bastar, ¿no?

Tras pensarlo un momento, Eren asintió.

—Me basta, por ahora —reconoció. A pesar del innegable azoramiento anterior, que le había dejado las bronceadas mejillas de un rosa tenue, este siguió manteniéndole la mirada; sus ojos verdes lo observaban atentos, retadores de cierta forma, como si ellos quisieran decirle muchos más de lo que las palabras eran capaces—. Si sirve de algo, si para ti tiene un poco de importancia… me guastaría que te quedaras, Levi. De verdad.

Tras un par de minutos de silencio, después de asimilar por completo lo que el otro acababa de decirle e intentando aceptar el extraño interés que el chico parecía mostrar por él, Levi asintió. Fue un gesto breve y seco, porque no podía ser de otro modo. No cuando él mismo era un caos emocional en ese momento.

—Me lo pensaré —respondió, confiando en que para el joven fotógrafo esa promesa a medias pudiese ser suficiente.

—Entonces, ya es tiempo que me vaya —dijo Eren, mucho más animado. Levantó el rostro para mirar el cielo y los luminosos rayos solares arrancaron destellos dorados a sus oscuros cabellos castaños y convirtieron el verdeazulado de sus ojos en un verde claro y brillante. Cuando le sonrió esa vez, nuevamente fue con aquella sonrisa que él estaba comenzando a considerar peligrosa—. Muchas gracias por todo, Levi. Tu ayuda, tu hospitalidad, el haberme soportado y… por haber confiado en mí. Eso ha significado mucho.

Le hubiese gustado decirle que aquello en verdad no tenía importancia, pero lo cierto es que sí la tenía. Para él, que confiaba en muy pocas personas, abrirse a Eren de ese modo, cuando apenas lo conocía, cuando su amistad era una cosa rara y confusa aún, era algo por completo fuera de su lógica y lo asustaba un poco, del mismo modo que lo desconcertaba.

—Tch, que mocoso más tonto —masculló, pero de todo modos le sonrió levemente, lo suficiente para ver como la ansiosa tensión de chico, que le crispaba la espalda y las finas líneas del cuello, se disipaba un poco. Joder, aquel idiota intentaba decir cosas haciéndose el valiente y luego se mostraba como un cachorro asustado—. Ya, Jaeger, vete a tu casa.

Este asintió una vez, pero no se movió de su sitio, como si no quisiera marcharse, o no pudiese hacerlo aun. Levi comenzó a llenarse también de aquella incertidumbre nerviosa, y estaba a punto de soltarle un regaño no demasiado amable cuando este habló:

—Levi, ¿crees en el destino?

Destino.

Aquella palabra lo inquietó un poco, tal vez porque unos momentos antes él también la utilizó al pensar en Eren y su inesperado encuentro y amistad. ¿Acaso el joven pensaba de igual manera? ¿Se sentía del mismo modo que él lo hacía?

Joder, ¿es que su puta vida no se podía complicar más?

Un poco avergonzado, intentando por todos los medios que el nerviosismo que sentía por dentro no se le notase demasiado, Levi se escudó en su frío aplomo; encogiéndose de hombros y observando al otro con cierto desinterés.

—¿Debería hacerlo? —le preguntó, pretendiendo sonar un poco malhumorado.

Eren, divertido, negó con un gesto, como si creyera que él era un caso perdido; y quizás, tuvo que reconocer Levi, fuera así.

—No lo sé, lo cierto es que a mí tampoco me convence mucho todo eso de un camino ineludible en la vida que no podemos cambiar, pero hay cosas que me están haciendo que me lo replantee —confesó—. Dame tu mano —le pidió al tiempo que tendía la propia hacia él. A pesar de sentirse un poco renuente, obedeció, pero el chico volvió a negar con energía—. La otra —corrigió, tomando él mismo su izquierda con la suya y entrelazándolas.

Tan avergonzado como inquieto, Levi intentó apartarla pero este no se lo permitió, sujetándolo con mayor firmeza aún; por supuesto, su nerviosismo, camuflado tras una capa de molestia, no se hizo esperar, logrando que perdiera la paciencia y lo regañara:

—Oi, Eren, no sé qué mierda se te ha metido en la cabe-

—Mira —lo cortó el mocoso, soltando lo suficiente su mano para voltearla hacia arriba y acercando también la suya para que él pudiese contemplar ambas—. ¿Lo ves, Levi? Tenemos la misma cicatriz. Es prácticamente idéntica. Me di cuenta de esto el día que nos conocimos —le explicó Eren, con los ojos brillando con un entusiasmo inusitado, casi como si le estuviese contando acerca de un gran hallazgo—. Aunque pueda parecerte una tontería y creas que solo soy un mocoso idiota, siento que esto es una clase de señal. Algo importante que nos une de cierta forma.

Sus ojos grises recorrieron con curiosidad la herida que el chico le enseñaba. Aquella era la que se hizo hacía ya una semana atrás cuando Ludwig, jugando, se le tiró encima, tumbándolo sobre la arena y provocando que Eren se cortara con una conchilla; la larga incisión, que le cruzaba prácticamente toda la palma, ya estaba cerrada y había comenzado a cicatrizar, aunque la piel alrededor de la laceración seguía viéndose un poco inflamada y enrojecida. Tras unos instantes de profunda contemplación, Levi observó su propia mano junto a la del chico, y tuvo que reconocer que la similitud entre los dos cortes era enorme; no solo porque las heridas estaban ubicadas en la extremidad izquierda de ambos, sino que también porque eran muy parecidas, a pesar de que la suya ya había tomado el tono blanquecino y translucido de las laceraciones antiguas.

—¿Cómo te la hiciste? —le preguntó Eren, todavía sin soltarlo. Parecía en verdad curioso por conocer su respuesta.

—Durante un entrenamiento en la academia, cuando tenía veinte —explicó sin pensarlo demasiado y, al darse cuenta de aquella otra extraña coincidencia, levantó la mirada para encontrarse aquellos ojos verdes observándolo también—. Fue mientras teníamos una práctica de defensa cuerpo a cuerpo con cuchillos; sin embargo, a mi compañero se le fue de las manos y recibí este corte.

—Puede ser solo una tonta una coincidencia, Levi —señaló el chico, todo seriedad en esa ocasión—. Lo cierto es que hace un mes ni siquiera lo hubiese dudado; pero, una amiga me dijo, no hace mucho, que el destino existe y que por eso la vida nos da pequeñas pistas para marcarnos lo que nos tiene preparado y que, si somos capaces de percatarnos de esos detalles, de comprenderlos, llegaremos a descubrirlo. Quiero creer que esto es una de esas pistas. Una de aquellas pequeñas cosas importantes —con suavidad inusitada y sin soltarlo del todo, Eren recorrió con el pulgar la fina línea de la pálida cicatriz. Levi se sintió un poco incómodo, casi violento, y quiso apartarse; sin embargo, la concentración con que este lo hacía, la calidez de su tacto, lograron que desistiera de su intento—. Odio la palabra destino —reconoció el joven fotógrafo—. No me gusta que me impongan las cosas y, el pensar que la vida ya tiene decidido que es lo que hará conmigo, sin darme oportunidad a elegir, me molesta. Pero, si pienso que ese destino de cierta manera está ligado contigo, por el motivo que sea, porque algo allá arriba o donde sea ha determinado que este encuentro entre nosotros es importante y debía producirse, creo que puedo aceptarlo. Quiero creer que si es contigo, Levi, quizás no me moleste tanto.

Fue finalmente Eren quien terminó por poner fin a su contacto, dejando caer su mano con delicadeza aunque sin apartarse de su lado; aun así, perder aquello, el calor que el otro le transmitía en aquel gesto, de algún modo se sintió solitario.

A la escasa distancia que se encontraban, Levi se vio prácticamente obligado a tener que levantar el rostro para poder verlo a la cara debido a la diferencia de altura entre ambos, algo que por lo general detestaba, pero no en esa ocasión. El chico lo miraba con curiosidad, con ansiedad y nerviosismo; con aquellos ojos verdes bullendo en deseos de oír lo que él tuviese que decir en respuesta a su confesión.

Con Eren siempre era así, tuvo que reconocer. Rara vez existían momentos incómodos o situaciones en las que Levi se sintiese en desventaja; quizás era debido a esa complicidad que sintió con este desde el principio. Ese algo que existía entre los dos y hacía que las cosas fluyesen fáciles, sin complicaciones, como si cada uno de ellos siempre hubiese estado destinado a encontrar al otro. Otra puta ironía, seguramente.

—Tch, que mierda —masculló llevándose una mano al puente de la nariz y pinzándolo un poco para intentar relajarse. Sus acerados ojos buscaron al chico y lo miraron, muy serios—. Te estas convirtiendo en un jodido problema, Jaeger. No sé qué voy a hacer contigo, ya que al parecer nada de lo que diga o haga conseguirá que me deshaga de ti.

Eren solo sonrió en respuesta, evidentemente feliz de que él no hubiese desestimado de inmediato sus palabras. Levi lo vio dar un paso hacia adelante, y por un momento temió que este intentara abrazarlo como hizo la noche anterior, pero, afortunadamente, el chico pareció pensárselo mejor y volvió a poner algo de distancia entre ellos; la suficiente para que él pudiese sentirse una vez más dueño de su propio espacio personal.

—Entonces, Levi… ¿nos vemos mañana?

El tono dubitativo y esperanzado en la voz del mocoso lo extrañó un poco, ya que le recordó aquel primer día en el café y lo ansioso que este parecía en ese entonces por su respuesta. Levi tardó unos cuantos segundos en darse cuenta de que, sin Ludwig, su excusa para salir de paseo cada mañana era ya inexistente. No tenía un motivo para madrugar y caminar durante un par de horas por la playa ni para contar con la compañía de Eren. Una negativa de su parte acabaría con aquella rutina que parecía haberse instaurado entre ambos, pero, ¿era eso lo que quería en realidad?

Chasqueando la lengua con fastidio, Levi hizo un seco asentimiento en dirección a este. Los ojos del chico se abrieron enormes de la alegría.

—Nos vemos mañana —le dijo, consiente que con eso acababa de sellar su suerte.

Sin nada más que decir, Eren se despidió con un gesto de la mano y se marchó, canturreando alguna de sus cancioncillas habituales mientras enfilaba por el sendero de gravilla hasta salir de su propiedad y tomar el camino que llevaba hacia la zona céntrica.

Durante unos cuantos minutos más, Levi se quedó allí de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, sujetándose los codos, y observando a la distancia el mar de un azul claro y perfecto, tranquilo y casi insonoro tras su enfebrecida actuación de la noche pasada. A lo lejos, podía oír los ladridos intermitentes de Ludwig y la siempre muy alta voz de Hange cuando algo la entusiasmaba.

Sin poder evitarlo, una vez más observó la larga cicatriz que le cruzaba la palma de la mano. Aquella herida se la hizo Farlan, tiempo atrás, por uno de sus descuidos estúpidos; en aquella ocasión, Levi se cabreó muchísimo con este, y por más que el chico se disculpó con él, aduciendo que no había sido intencional y lo mucho que lo sentía, estuvo más de una semana sin dirigirle la palabra. Aquel prolongado enfado fue una exageración de su parte, lo sabía, pero a los veinte años Levi era bastante idiota y temperamental. Y ahora, pensó, era por su error y su negligencia que Eren tenía una herida similar; sin embargo, en vez de enfadarse con él o culparlo por ello, el mocoso le decía que aquello era una señal que los unía.

Destino… Pequeñas cosas importantes…

Tomando una decisión, Levi se dirigió nuevamente a la casa. Esta vez cuando entró, encontró a Hange enfrascada en ordenar con esmero su desastre mientras cantaba a todo pulmón una vieja canción de rock clásico que sonaba desde su móvil. Al verlo entrar, sonrió traviesamente.

—Vaya que te has demorado, enano. ¿Ha sido una despedida larga? —le preguntó con cierta malicia en su tono, solo para provocarlo.

Levi frunció los labios en un gesto de fastidio y le enseñó el dedo medio mientras se dejaba caer pesadamente en uno de los taburetes de la isleta, al tiempo que la desquiciada de su amiga se reía a carcajadas sin dejar de fregar los platos.

Tras pensarlo un momento, finalmente le dijo:

—Oi, Hange, ya he tomado una decisión. Me pediré un año de baja temporal y me trasladaré de momento aquí, a Shiganshina —soltó de un tirón, para de ese modo no darse tiempo a arrepentirse de ello. La mujer se volvió a verlo sorprendía, sin importarle para nada que la espuma del detergente le chorreaba por los brazos, empapándole las mangas del suéter beige en el proceso.

—Levi… —comenzó ella, pero de inmediato cerró la boca y negó con un gesto, como si quisiera apartar alguno de sus propios pensamientos u objeciones antes de volver a dirigirse a él. Cuando lo miró nuevamente, sus castaños y enormes ojos parecían un poco más contentos, sobre todo cuando le sonrió con una mueca cargada de ironía—. Erwin va a desear asesinarte, enano; lo sabes, ¿verdad? Ya contaba contigo para comienzos de año —le recordó.

—Tch, tendrá que joderse y aprender a arreglárselas solo —espetó con su frialdad habitual; sin embargo, suavizó un poco el tono al decirle lo siguiente—: necesito un tiempo para pensar y aclarar las cosas, Hange. No puedo regresar todavía. Todo… aun duele demasiado —reconoció, quizás por primera vez después de dos largos años.

Su amiga lo miró con tristeza, pero asintió, comprendiendo su punto.

—¿Y crees que este es el lugar que te permitirá avanzar?

Él se encogió de hombros.

—No lo sé, quien sabe… pero quiero creer que sí.

De la manera tan impulsiva como hacía todo, Hange estiró uno de sus brazos y sujetó con fuerza una de sus manos entre las suyas, dejándolo lleno de agua jabonosa y ensuciando de paso la reluciente superficie de la isleta; no obstante, Levi no la apartó y permitió que, con ese gesto, esta pudiese trasmitirle todo lo que sentía, lo mucho que también significaba para ella que él hubiese decidido dar ese paso. La enorme fe que estaba depositando en su decisión, porque su sufrimiento no había sido algo solitario; detrás de Levi, sus amigos también tuvieron que soportar aquellos dos largos años de agonía.

Destino, ¿eh? A él tampoco le gustaba mucho la idea de que su vida estuviese determinada de antemano, pero estaba de acuerdo con Eren; si la fortuna quiso que su vida acabase liada con la del dueño de aquel par de inquietantes ojos verdes, a Levi tampoco le molestaba tanto.

Notas finales:

Lo primero y como siempre, muchas gracias por darse el tiempo de leer, espero que le capítulo haya sido de su agrado, que los haya entretenido, emocionado y por lo menos valiera la pena la tan larga espera.

Lo segundo, ¡ya estoy de regreso! Londres ha sido una pasada y me lo he pasado muy bien entre mis clases y haciendo lo que más podía de turismo (hay que aprovechar cuando se puede), y como al igual que Levi soy una fanática del té, me deleité con el té inglés y me abastecí lo más que pude, casi un contrabando jajaja. Así que ahora de regreso en casa, contenta y con muchas energías, iré poniéndome al día con las actualizaciones para que no tarden tanto. In Focus ha sido la última del fandom de SnK, pero también fue la última que alcancé a actualizar antes de mi viaje, así que me pareció justo que se atrasara un poquito más.

Bueno, se suponía que este capítulo debería haber estado subido entre el domingo y el lunes ya que lo tenía escrito y solo me faltaba corregirlo, sin embargo dos cosas me han atrasado bastante. Una de ellas es que el capítulo es largo, veintisiete páginas de Word, lo que siempre me complica la vida a la hora de corregir; y lo otro, han sido cuestiones físicas.

No sé si lo he comentado alguna vez, pero yo soy estudiante de Licenciatura en Música y soy violinista (sí, así como Eren vive por lo que ve y siente, yo lo hago por lo que escucho y siento), por lo que si alguien de aquí ha tenido la fortuna de aprender a tocar algún instrumento, sabrá que este requiere muchas horas de práctica diaria. Por lo general yo tengo de siete a ocho horas de práctica al día, entre mis clases específicas, de ensamble y los repasos en casa, motivo por el cual mi cuerpo ya está acostumbrado y resiste bastante bien esa rutina; sin embargo, algunas veces que tengo ensayos muy intensos o alguna pieza muy difícil que aprender, este se reciente, y los que más sufren siempre son mi espalda y mis brazos. Esta semana que ha pasado, tuve uno de esos ensayos complicados, así que mi cuerpo ha protestado un poco, por lo que comprenderán que tener que sentarme cuatro o cinco horas diarias frente al ordenador a corregir, se me hacía muy pesado, motivo por el que fui arreglando el capítulo de a poco cada día. Esto lo explico principalmente por si alguna vez ven que demoro en actualizar no piensen que ha dejado la historia de lado. Yo escribo y corrijo todos los días, una hora, dos o un poco más si me da el tiempo y el ánimo, pero tal y como digo siempre, soy muy lenta. Me gustan los detalles, intento que haya lo menos de errores posibles y escribo una barbaridad, así que por ese motivo no puedo siempre actualizar tan deprisa como yo, y estoy segura, más de alguno por aquí, querría. Además de que las clases, las prácticas, el trabajo y la vida en general quita tiempo, jaja.

Creo que esto sería todo por ahora. Como siempre, mil gracias a todos lo que se dan el tiempo de leer, comentar, de poner en sus alertas y favoritos y en votar. Siempre me anima un montón para seguir, significa que no lo estoy haciendo tan mal después de todo, creo.

Nos leemos en la siguiente actualización, y muchas gracias.


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