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Destino en marcha por 1827kratSN

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Dos…

 

 

El escándalo ocasionado después de aquellos días de “calor” en donde poco se supo de Reborn y de Tsuna, fue enorme, duró días eternos en donde algunas sesiones de tiro al blanco se plasmaron en los jardines. Aunque ese escándalo fue ocasionado solamente por la persona que en ese momento había irrumpido en el cuarto del cielo Vongola y se había adueñado del espacio disponible.

Y si bien su orgullo estaba algo lastimado por no haber sido el primero en tomar la virginidad del décimo Vongola, sabía bien que él sería el alfa que dejaría en estado al heredero de aquella familia. Nadie le iba a quitar ese gusto, ni siquiera su pequeño hermano a quien dejaría fuera en ese tan bello incidente.

 

—¿Qué hora es? —Tsuna estiró su mano para salir de entre su pequeño nido de cobijas para tratar de localizar el celular o el reloj de la mesita a su lado. Respiró profundamente dándose cuenta de que “ese” ciclo había llegado en medio de su descanso nocturno.

—Son las seis de la mañana —sonrió complacido porque aún no era detectado, nadie le superaba en sigilo y silencio.

—Re… —el castaño luchó por quitarse el impedimento y sacó su cabeza para verificar que su mente no le estaba jugando una mala pasada—. Renato —susurró un tanto histérico porque no se esperó eso y menos en ese momento.

—Hueles bien —dejó su fedora de lado para poder estar más cómodo, deslizó sus dedos por las hebras que se desacomodaron y disfrutó del mar de feromonas que inundaban aquel cuarto.

—¿Qué? … ¿qué haces aquí? —Tsuna respiraba agitadamente, su cuerpo se sentía un tanto pesado y el calor era sofocante, eran los efectos de su celo.

—No sé —sonrió acercándose a aquella cama y sentándose en el borde—, tal vez fui atraído por un suave perfume a vainilla que de pronto se hizo demasiado tentador como para ignorar.

—Necesito mis… supresores —retrocedió un poco en busca de una escapatoria, alternando su mirada por los dos lados de su cama y respirando por la boca para no detectar el aroma del alfa.

—No los necesitas —Renato habló en tono divertido por las acciones ajenas. Era tan gracioso verlo alterado por algo de lo que se le advirtió.

—Renato, yo no…

—Shhh —posó su dedo índice por sobre sus propios labios y escuchó claramente un suspiro entonado por el omega—. Ni siquiera menciones a mi hermanito en esta ocasión —con agilidad se acercó hasta tomar la muñeca ajena de forma gentil, la que tenía aquella marca.

—Pero él y yo… —quiso detener aquellas sutiles caricias, pero su piel se erizó y sintió un cosquilleo placentero recorrer su cuerpo.

—No me interesa —susurró mientras acercaba aquella mano a su rostro y deslizaba sus labios hasta aquella marca para besarla durante unos segundos.

—Aun así… —Tsuna se tuvo que morder el interior de su mejilla para no gemir.

—Tienes calor, ¿verdad? —acarició la marca que seguramente cosquilleaba al igual que la suya—. Yo te ayudo con eso —su voz se volvió más ronca para seducir a su pequeño omega.

—Espera…

—Yo seré quien te satisfaga en tu celo, Tsuna.

—Re-Renato —tartamudeó porque prontamente las feromonas del alfa lo hicieron temblar—, espera.

—Nada se compara con un alfa para tu celo —tiró ligeramente de aquel brazo hasta que pudo aferrarse a la cintura ajena y hablar sobre los labios de su castaño—. No niegues que quieres ser sometido por mí.

—Es mi celo —quiso casi sollozar porque Renato tenía razón y su cuerpo entero deseaba sentir al alfa sobre él, pero su mente era la que quería negarse.

—No lo niegues —Renato torció una sonrisa maliciosa antes de deslizar sus manos por aquella cadera hasta internarse entre el pijama de su cielo para acariciar la caliente piel y así poder escucharlo gemir sobre sus labios—. Ni siquiera te opones, Tsuna.

—Pero… —los labios de Renato rozaban con los suyos, aquellas manos lo acariciaban con amabilidad, y su mente se fue al carajo cuando escuchó un ronco gruñido proveniente de aquel alfa.

—No seas moralista —rió bajito antes de empujar al castaño y recostarlo en aquella cama mientas tiraba a un lado la tela que le impedía ver la perfecta piel de su omega—, sólo acepta que el destino te dio dos personas a las que entregarte.

—Re… nato —gimió ese nombre mientras cerraba sus ojos con fuerza y temblaba ante las caricias que ascendieron a sus pezones. Se avergonzó, intentó negarse nuevamente, pero la incomodidad del lubricante que mojaba su pantalón le cortó la negativa—. Renato —jadeó con desespero.

—Lo ves —sonrió antes de besar esos labios y morderlos antes de separarse lo suficiente para seguir hablando—. Tu cuerpo me llama —susurró antes de posarse entre las temblorosas piernas de su cielo y rozar su hombría con la necesitada entrada del castaño.

—Ah… aun… así —Tsuna perdía el tiempo al intentar apartar al alfa porque sus caderas empezaron a buscar el contacto con la virilidad ajena y sus feromonas estallaron en respuesta a cada estímulo.

—Tú, mi pequeño Tsuna… tendrás a mis cachorritos y serás muy feliz con eso.

 

No existió culpabilidad, sólo un atisbo de vergüenza que se vio ahogada por el desenfreno en un celo que por primera vez compartía con un alfa. Se dejó hacer, así de simple, sumiso por completo, disfrutando del placer por ser “roto”, desbordando su voz en medio del lío que era su mente a causa de su calor, pidiendo por más, aferrándose al alfa que cumplió sus vanos caprichos y marcó su piel hasta el cansancio. Suspiros, gemidos, gritos, agotamiento y algo de dolor, pero al final no se quejó demasiado porque… su omega interno estallaba en dicha, y no sabía si era porque al final estuvo con un alfa o porque fue aceptado por sus dos destinados. Como fuere, tuvo que ceder.

La evidencia de esos días quedó impregnada en el cuello del cielo, en el lado derecho donde una marca más evidente tendría que cicatrizar después. El alfa reclamó a su omega destinado y, para sorpresa de ellos mismos, el vínculo anterior creado entre omegas no se rompió.

Nunca creyeron que dos vínculos podrían subsistir en un mismo cuerpo, pero el cielo de Vongola nunca fue un sinónimo de “normal”.

 

 

Resonar…

 

 

Fue difícil de entender y aceptar que el destino a veces era caprichoso pero que acertaba en la mayoría de casos; o eso le confesó Tsuna a Gokudera en una de sus largas charlas amistosas que trataban sobre su existencia misma. Pero eso ya de hace mucho tiempo.

«La vida, el destino, el karma, todas esas fuerzas siempre han sabido manipular a los humanos para cumplir con sus caprichos. Nosotros sólo hemos aceptado aquel juego y somos felices con eso», esas eran las palabras que Tsuna solía usar cuando alguien se enteraba, y por ende preguntaba, sobre esa relación poli amorosa que existía en Vongola de la cual él era partícipe. ¿Pero qué culpa tenía él por haber nacido con dos almas gemelas? Como fuere, aprendió a ignorar los comentarios negativos y aceptar los positivos, de todas formas, era feliz así… aunque odiaba los horarios que el par de hermanos crearon para compartirlo.

Sí…, compartirlo.

Tsunayoshi miraba el horario impreso que mantenía pegado en el espejo de cuerpo completo en su cuarto, suspiraba, reía y se resignaba porque ese par ocasionalmente solía tomar decisiones sin tomar en cuenta su opinión. Los lunes, miércoles y viernes estaban marcados con el nombre de Renato. Martes, jueves y sábados estaban marcados con el nombre de Reborn.

Sin embargo, Tsuna supo poner también sus límites y por ende exigió el respeto por su tiempo libre. Era divertido y necesitaba su espacio, porque no era fácil tolerar al par de asesinos celosos y competitivos.

Los domingos tenían el dibujo de un conejito y era considerado como neutral. Tsuna solía desaparecer de la mansión en ese día e irse con su madre para ser mimado como cuando era niño, incluso solía pasar tiempo con Iemitsu a quien todavía tenía que explicarle que Renato y Reborn no lo obligaron a aceptar esa relación tan rara. A veces también buscaba refugio con los Simon pues le gustaba jugar con los hijos de Enma y Adelheid, dos niños encantadores, herederos de la sonrisa tímida de Enma, sumamente lindos.  

 

—Mami…, ¿te irás hoy?

 

Tsuna volteó hacia aquella vocecita y sonrió ampliamente. Y si bien en un inicio no le gustaba ser llamado “mami, mamá, mamma, o ka-chan”, con el tiempo se acostumbró porque sus pequeñas eran su mundo y alegría. Aunque a veces se ponía a pensar en que al menos una de sus hijas debería llamarlo papá, pero el par de azabaches ex arcobalenos se confabularon para que él se convirtiera en la “mamá” de todos los herederos Sawada. Sí, Sawada, porque de algo debería servirle su estatus e hizo que Reborn y Renato tomaran su apellido. ¡Ja! ¡Punto para Tsunayoshi! Aún recuerda el gozo de Iemitsu cuando se enteró de su victoria.

  

—Sí, princesita.  

—¿Y me llevas? —la pequeña castaña de iris negro que cursaba sus cinco añitos hacía ojitos de cachorro en un intento por convencerlo.

—No —rió por el bufido de su hija mayor y se fijó en la puerta con curiosidad—. Mai —la miró—, ¿y tu hermana?

—Any se quedó viendo como papi Reborn se peleaba con papá Renato.

—¿Y ahora por qué se pelean? —Tsuna no recordaba alguna buena razón para que ese par peleara… aunque generalmente peleaban por cualquier tontería.

—No sé —rió sospechosamente antes de aferrarse a la pierna del castaño y dejar que la transportaran así hasta el lugar de la pelea.

—Vamos a pararlos antes de que destruyan algo valioso.

 

Tsuna dejaba a su niña colgada de su pierna y entre risas caminaba por el pasillo, sin embargo, para bajar las escaleras la cargó en brazos para evitar accidentes. Nada raro, al menos hasta que escuchó de lejos los disparos y las risas de su segunda hija, nacida con sólo dos meses de diferencia con Mai. Suspiró al ver que su linda y azabache hijita quien sostenía en cada mano un banderín con el nombre de cada uno de sus padres, así solía alentarlos a seguir y no le pudo quitar esa maña tan rara.

El castaño lanzó una queja quedita porque las flores de su jardín habían sido pisadas y desparramadas por todos lados. De nuevo tendría que reemplazarlas antes de que su madre volviera pues no quería verla triste de nuevo.

 

—Any —llamó, y la azabache copia de Renato corrió para colgarse a su pierna y reír.

—Hola, mami —sonreía con inocencia—. ¿Me llevas? —Tsuna negaba, sus hijas eran parecidas en muchas cosas.

—Dime… —acarició la cabecita de su segunda hija—, ¿por qué pelean tus padres?

—Por mi hermanito —sus dos hijas rieron en complicidad antes de levantar las manos y corear—, ¡les pedimos un hermanito!

—Ay no —su rosto tomó un tono azulado porque bien sabía el lio que se armaría por ese tema.

 

Tsuna aun recordaba el inicio de todo aquello, cuando sus vínculos fueron colocados, y el mes destinado a muchas disputas que finalizaron cuando se acordó aquel horario para compartir la habitación del cielo y al mismo cielo. También recordaba cuando Renato quiso tener un hijo y al mismo tiempo el cómo Reborn decía estar en edad de formar una familia. Rememora el lío de meses eternos por peleas tontas, batallas fuera y dentro de la mansión, el cómo los mandó a ambos durante cuatro meses para una misión lejana y así tener tiempo reparar todo lo dañado.

Fue mucho peor cuando en la mansión se dio la noticia de que Reborn estaba esperando un bebé y dos meses después que el cielo también estaba en cinta. No fue sencillo lidiar con la competitividad de esos dos, su cuerpo lo certificaba, los traumas de sus guardianes también. Aún tenía moretones de la última vez en que esos dos se pusieron competitivos por un tema que lo involucraba, las mordidas dejaban secuelas y era difícil desaparecerlas.

Sinceramente no quería volver a pasar por un embarazo doble en esa casa, pues si bien él tuvo sus propios estragos, también tenía que aguantar los de Reborn y claramente era el infierno en la mansión, todos lo recordaban. Lo bueno de esa época fue que Renato era el que ponía orden y cumplía con cada capricho por más insensato que fuera. Aun así, Tsuna no quería soportar los nueve meses más largos de su vida otra vez, al menos no por el momento porque él quería ayudar a Enma en su nuevo embarazo y a Hayato con el suyo.

Prioridades.

 

—¿Podrían detenerse ahora? —fue su orden, pero el ruido era demasiado y claramente fue ignorado.

—Mami —susurró la castaña—, no te hacen caso —rió a sabiendas de que ponía leña al fuego.

—Mami —apoyó la azabache—, hazlos obedecerte —sus hijas sí que sabían motivarlo.

—Eso haré, cariño. Así que ustedes dos deben alejarse un poco, ¿bien? —les sonrió.

—¡Bien! —Mai y Any sonrieron antes de correr hacia el interior de la mansión y posarse en una ventana lejana donde estarían protegidas por el vidrio blindado a la vez que verían lo que sucedería con sus padres en primera fila.

—Supongo que tendré días libres —susurró Tsuna mientras respiraba profundo y se colocaba sus guantes.

 

Dos paletas humanas, el patio más destruido, las risas de dos pequeñas y las burlas de los guardianes hacia los dos azabaches asesinos que se quedarían así todo el día —esperaban—. Generalmente así se terminaban los pleitos entre la familia del cielo Vongola, una familia muy rara cabe decir, pero que desbordaba amor y comprensión cuando lo era necesario.

 

—A veces no todo es mejor por partida doble —murmuraba Tsuna al ver a Renato y Reborn en una pose un tanto a la defensiva—, pero tampoco puedo cambiar el destino.

—¡Mami! —sin embargo, el castaño sonrió cuando tuvo a sus dos niñas aferradas a sus piernas nuevamente.

—Ahora que papi Reborn no puede cuidarme —dijo Mai.

—Y tampoco papá Renato puede llevarme a pasear—dijo Any.

—¡¿Podemos ir contigo a casa de los Simon?!

—Pues… sí —Tsuna suspiró antes de ver a sus hijas salir corriendo y saltando a alistar sus cosas—. Será un largo día, supongo.

—Le avisaré a Enma, juudaime —Hayato tenía una idea del caos que se armaría en la mansión aliada con los cuatro niños juntos.

—Por favor, Hayato.

—¿Y qué hago con ellos? —señaló al par de paletas.

—Antes de irme los descongelaré… después hazles saber que dormiré solo por tres meses —iba a terminar, pero tuvo una idea—. Mejor busca la misión más larga y cédesela a los dos.

—Eso haré, juudaime. No se preocupe, creo que ya sé cuál es la misión adecuada.

—¿Cuánto durará?

—Nueve meses

—Perfecto —sonrió aliviado—, para esa época tu bebé ya tendrá un mes.

—Gracias por pensar en nosotros, juudaime —Gokudera sonrió animado, estaba claro que disfrutaría sin los constantes pleitos de esos asesinos.

 

El destino seguía en marcha, sólo eso sabía Tsuna. Pero en vez de pensar mucho en el futuro, se centró en el presente. Tendría que controlar al par de torbellinos que tenía por herederas.

 

 

Ya no continuará…

 

 

Es decir… FIN.

 

 

 

Notas finales:

 

Krat se estaba riendo mucho con lo que escribió en este capítulo. Uf, fue muy divertido a pesar de que no lo detallé demasiado y espero que lo hayan disfrutado~

Sin más que decir~

Krat se despide de ustedes~

Muchos besos y chocolates~

Les mando todo mi love~

 

PD: Sí, Reborn fue la verdadera “mami” de Mai y Tsuna fue la “mami” de Any. No me juzguen, sólo gócenlo XDDD.

 


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