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Adiós, belleza. por nezalxuchitl

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Estaba loco dejándose llevar asi. Completamente demente. Por esa turra vieja que tampoco estaba en sus cabales.

Lo vendo como una momia mal hecha para sacarlo por la puerta frontal del Dux, que hasta se interesó por su salud y le estrechó la mano, dejándole en ella una moneda curativa. Un jodido ducado entero, que parecía ser peccatta minutta comparado con todo lo que Hakurei (pues al menos sabía que se llamaba así) llevaba.

Todo sonrisas, tan expansivo, pero el notaba que detrás de la sonrisa y el ojo cerrado latía un tic: estaba tan harto como el de las interminables despedidas, de aseverar una y otra vez que no era necesaria escolta, ni barca, ni sirvientes que llevaran las mulas cargadas. Como pretendía Hakurei transportar el tesoro al Santuario era un misterio para Avido, pero como no se hiciera escoltar por una compañía bien armada, sus tesoros, su persona, y hasta el, de pilón, terminarían en manos de los salteadores de caminos sin siquiera salir de Venecia.

Pero Hakurei insistió en que lo acompañaran solo hasta la plaza de San Marcos, que comenzaba a inundarse con la marea de tan tarde que se les había hecho. Evito por última vez el intento de beso de despedida del duque, levantó su dedo, uno solo, y siempre con su sonrisa confiada convoco esas fugaces luces, ahora no tan pequeñas, ahora no tan fugaces, que crecieron, rodeándolos en una espiral que a todos dejaba sin aliento y a muchos hacia persignarse.

Luego un escalofrío, como si mil dedos muertos lo tocaran, levantándose, una sensación de desconcierto y una amplia, lujosa estancia, pero de apariencia clásica: columnas, elegancia, sencillez. Mármol levemente veteado hasta donde la vista alcanzaba, una alfombra roja que conducía a un trono escalonado, donde una silueta en ceñida túnica blanca, bordada con oro y cinco collares de lo mismo se alzaba.

Con casco, dorado también, que hacia penumbra sobre la mitad superior de su rostro, pero había algo familiar en la barbilla, en la manera de moverse. En las hebras blancas.

Avanzó hacia ellos, estirando un dedo, y Avido sintió la necesidad de cogerse del brazo de Hakurei, el gusto, de ocultarse parcialmente detrás de el para que lo protegiera.

-¡Te bipartiste!!! – exclamó la voz, y tuvo que mirar a Hakurei para asegurarse que no había abierto la boca - ¡Te bipartiste como mamá!

Hakurei se llevaba la mano a la frente, tan fastidiado como con el Dux.

-¿Te dolió? – el rostro bajo la penumbra era el tercero con las mismas facciones en la sala. Facciones preocupadas, palpando el cuerpo de su gemelo - ¿Cómo lo hiciste?

-¡No lo hize! – manoteó, para que dejara de abrumarlo con sus cuidados.

-Pero es idéntico a ti. – Sage mantenía los ojos grandes, e inexpresivos.

-¡Claro que no! – se agachó y jaló al turrito para que quedara a su altura – El tiene cejas.

-¡Te bipartiste y perdió los puntitos! ¡Por ser la segunda bipartición!

-¡Joder, que no! – le pego un zape y el casco salio disparado. Mientras rebotaba, Avido pudo ver la belleza de esa turra, idéntica a su maestro – Si me hubiera bipartido sería un bebé. ¡Y hubiera tenido que pasar un año! – exclamó.

-¿De dónde lo sacaste? – Sage lo miraba, receloso.

-Lo encontré en Venecia.

-¿De dónde vienes? – se dirigió por primera vez a él, como si dudara que pudiera hablar.

Avido se encogió de hombros. Con desprecio.

-El patriarca te está haciendo una pregunta. – reconvino Hakurei, serio.

-No lo sé.

-No pareces italiano.

Parecía lemuriano. De hecho, si no fuera por las cejas, jurarían que lo era. Lemuriano poco atractivo, del tipo lacio, como ellos.

-No creo serlo.

-Avido… - nuevamente Hakurei estaba teniendo que presionarlo.

-No sé de donde soy, ¿de acuerdo? – alzo su barbilla, altivo, sin dejarse amedrentar más por los cinco collares y el rimbombante título. Pero tampoco quería hacer enfadar a Hakurei – Hacia frio de donde venía. Olía limpio. Recuerdo nieve, y bosque.

-¿Cómo terminaste en Venecia? – Hakurei temía que lo hubieran robado para prostituirlo, a muy temprana edad.

-Mis padres me llevaron. Luego los perdí.

-Lo siento.

Se encogió de hombros.

-Dije que los perdí. No sé si me botaron, me olvidaron o los asesinaron. Los perdí, durante el carnaval.

-¿Desde entonces estuviste en las calles?

-No, primero estuve en un orfanato. Hasta que quisieron quemarme por hacer lo que tú haces.

Típico, asintió Hakurei. Su gemelo también asentía.

-Entonces los quemé yo a ellos – continuo con ojos brillantes, emoción en la voz – y comencé mi propia familia.

-Bueno – le advirtió Sage – aquí no quemamos a nadie.

-¿Tu quién eres para decir eso? – lo retó.

Hakurei le pego un zape. Se volteó a verlo dolido, sobándose la cabeza.

-Es el patriarca, ya te lo he dicho. La máxima autoridad en el santuario y tu superior como caballero, hasta que encarne Athena.

-¿Es un caballero? – preguntó Sage a Hakurei.

-Sí. Capaz de usar el seki shiki.

Sage lo miró, asombrado. Así que hasta en eso se parecían.

-Espera… - su ceño fruncido, hermoso, lucia más arrugadito - ¿Qué signo eres? – preguntó al chico.

-No lo se. – se encogió de hombros.

-Es cáncer. Puedo sentirlo.

-¡Hakurei! – la gemela mas turra encaraba la otra como un esposo a un marido.

-Ya, ya… - lo calmo este, dándole palmaditas – Lo hablaremos después.

Los ojos de Avido los observaban atentos, inteligentes. Demasiado.

-Yo lo entrenaré… - estiró su mano en su dirección y el se acercó de inmediato para que le acariciara la cabeza.

-Si va a ser caballero debería entrenar aquí…

-¡Oh! Sabe pelear, créeme. Tiene nivel de bronce, o casi. Y no tienes a nadie aquí para que le enseñe el seki shiki, Patriarca. – concluyó, mirándolo divertido.

Hizo cara de hastío, el otro.

-Repórtame tu misión.

Notó que Hakurei se agobiaba un tanto. Se arrodilló delante del otro, tomando su mano en una visión hermosa que se le quedó grabada por siempre.

-El caballero de Altar, presentándole un nuevo aprendiz. La misión fue todo un éxito, os entrego el botín.

Al escuchar las últimas palabras Avido apretó su ducado. Ese se lo habían dado a él, y no iba a entregarlo. No le parecía nada justo que esa otra gemela se quedara con todas las joyas; sus dedos las acariciaron, sin que Hakurei les disputara su pertenencia. Y todos esos anillos se habrían visto hermosos en sus dedos. Los collares en su cuello, ese tocado oriental sobre sus cabellos, aunque, debía admitirlo, ese le quedaba más bonito al otro sobre su cabello suelto.

-Bien… - le sonrió Sage, colocándose ya algunas de esas joyas – bien hecho caballero de Altar.

Hakurei alzó la mano y se dio la vuelta.

-Vamos, Avido.

-¿Qué? – “¿No va a dejarle todo a él, verdad?”, estaba ansioso por preguntar.

-Tenemos que conseguirte un uniforme. Y cosas, para tu entrenamiento.

 

***

Las dos bellezas peliblancas dejaban atónitos a quienes los veían. Las cabezas giraban, con los ojos fijos y abiertos. Hubo sirvientes que dejaron caer cosas y caballeros columnas. Eran tan parecidos que incluso siendo padre e hijo el parecido habría sido demasiado.

Avido se daba cuenta, y lo satisfacía tener un vínculo tan especial con Hakurei. Que todos lo notaran. Hakurei, por su parte, quedo más convencido de que la mejor opción era entrenarlo personalmente, y no en el Santuario, donde se vería expuesto a todo tipo de habladurías.

Además, era cierto que no había quien le enseñara las técnicas del seki shiki. Sage las dominaba, por supuesto, pero siendo Patriarca, y patriarca sin asistente, estaba muy ocupado.

El caballero de Altar, la mano derecha del Patriarca… lo era, pero no como tradicionalmente se acostumbraba. Líder del pueblo de Jamir, daba prioridad a ello, al legado de su madre.

“Uno para que me suceda, uno para que te suceda”, había sido la propuesta del patriarca Itia a Asha, su madre, que no pensaba cumplir.

Pero tenían voluntad, y amaban el Santuario. Sage era el más indicado para estar allá, tan ordenado y meticuloso… él… tanta formalidad no iba bien con él, y prefería estar entre los suyos, mucho más cómodo entre su propia raza; ensuciándose las manos, enseñando a los aprendices a martillear, a reparar las armaduras, a fundir el metal.

Si, Jamir le iba mucho más. Y sospechaba que a Avido también lo haría.

 

Continuara...

Notas finales: Habra partenogenesis y detalles de ciencia (ficcion, por el momento) en el relato, pero nada muy pesado ni que quede debidamente explicado (?) 
 
En mi relato, los lemurianos,  al ser de una raza humanoide alienígena son capacesde reproducirse como algunas lagartijas pertenecientes al orden Squamata, por partenogénesis, reproducción meiótica o reproducción clonal, como gusten llamarle. Este es un proceso en el que una hembra (omega, doncel, uke, turra) desencadena sola la meiosis, la división celular que cambia un ovulo en un embrión, produciendo una cria con su misma información genética.
 
Más información sobre este interesante proceso en el siguiente enlace:
 
Https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/icbi/n3/e6.html
 
Slán!

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