El siempre solemne despacho del director le recibió con sus objetos brillantes y parafernalia llamativa, que estaba seguro ni siquiera el director sabía para que servían. Harry suspiro de pie, esperándolo que tenían que decirle pues a estas alturas ya no le sorprendía que le llamaran al despacho de Dumbledore, incluso aunque el año escolar ni siquiera empezara oficialmente, justo como en este momento
-¿Sabes lo que es un doncel, Harry?- le susurró el hombre mayor de pie frente a él, directamente sin saludos ni anécdotas para aterrizar el tema y eso extraño al menor
-No señor- le contesto confundido por la solemnidad del momento
-Hijo, creo que deberías tomar asiento- dijo el director con un suspiro lastimero
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Harry despertó con una sensación amarga de aquel sueño que hacía tiempo que no se le presentaba, aun recordaba la cantidad de emociones que le llenaron y cuales le tomo tanto tiempo procesar aquel día que se enteró de su rara y peculiar naturaleza, con un suave suspiro e intentando no moverse bruscamente se sentó en la orilla de la cama y sostuvo la cabeza entre sus manos.
-¿Un mal sueño?- susurró Ginny con voz adormilada mientras se acercaba a su pareja
-No quise despertarte- murmuro el ojiverde girando el rostro para verla y beso su mejilla- no fue nada cariño, vuelve a dormir…
-¿Tan malo fue?- tomo su rostro intentando verle a los ojos
-No fue solo un sueño… Fue un recuerdo- contesto rehuyendo la mirada
-¡Oh! Hace tiempo que no pasaba- murmuró preocupada
-No fue sobre la guerra- confesó con un suspiro molesto
-¿Entonces fue sobre eso?- cuestiono la pelirroja abrazándole con fuerza- Tranquilo amor, sé que encontraremos la manera…
-No la hay Ginny- le interrumpió haciéndola a un lado lo más amable posible-No puedo y jamás podre darte lo que tanto quieres ¡porque soy un maldito bicho raro!- siseó saliendo de la habitación
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Era casi mediodía y el ojiverde se encontraba en aquella remota y discreta cafetería que tanto adoraba, en un intento por relajarse huyo un rato de la oficina, y es que desde el incidente de la madrugada con su mujer, su día parecía ir de mal en peor, agregándole poco a poco más y más ansiedad y estrés a su estado de ánimo tras cada junta y reporte que se le cruzaba. Simplemente no podía evitar aquella sensación de pesadez en su alma, como si fuera un prisionero frente a los dementores, extrayendo cada traza de felicidad de su ser, por primera vez en los tres años que llevaba como jefe de aurores deseo no haber aceptado el trabajo…
-Ya es tarde para eso Harry- se dijo a sí mismo.
Odiaba admitirlo pero se dejó llevar por el que dirán y tomo una pésima decisión, él solo quería ser Harry, tener una casita cómoda en algún pueblito recóndito de Gran Bretaña, una vida tranquila y sencilla a lado de su alma gemela…
-Después de todo siempre tuviste razón, no soy más que un mocoso idiota, digno hijo de mi padre…
Se levantó son un último suspiro y se retiró del lugar para continuar con su rutina del día
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Una figura alta y esbelta se encuentra sentada ante un bello escritorio de caoba, la persona escribe rápidamente con una pluma muggle en un pequeño y suave pedazo de pergamino, suspira con fuerza mientras se distrae un momento y observa alrededor de su pequeño despacho, termina de escribir su misiva y chasquea los dedos, un poco de magia no verbal para transfigurar su propia escritura y que no pueda ser reconocida.
Se levanta de su lugar y camina por el pequeño departamento ubicado en el Londres muggle, una zona tan céntrica y de tal actividad económica que ningún mago se aparecía por ahí nunca, se dirige al amplio balcón con una generosa taza de café, esta no es para nada la vida que alguna vez deseo, tampoco la que creyó merecer, sin embargo es lo que le tocó, sabe que su pareja se dejó influenciar y tomo malas decisiones una vez terminada la guerra mágica, pero no podía hacer nada al respecto, le amaba, le amaba más que a nada en el universo y si esta era la vida que tenía que llevar para que Harry pudiera ser parte de ella, entonces la disfrutaría y no pondría objeción alguna.
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-Deberías ser más comprensiva- susurró Molly Weasley consolando a su hija aunque sin poder ocultar la molestia ante el comportamiento necio de la misma
-Mamá… Me duele ver a todos formando sus familias y teniendo hermosos bebés ¿Qué hay de nosotros?- sollozó la pelirroja
-Fuiste tú la que se negó a adoptar cuando él lo sugirió…
-No es lo mismo mamá…
-Lo que tú tienes es el capricho por saber lo que es estar embarazada- le interrumpió la mujer molesta- y es algo completamente egoísta de tu parte
-Pero…
-Es su naturaleza Ginny- continuo reprendiéndole- él no lo buscó y no puede hacer nada al respecto
-Eso no lo hace menos doloroso- confeso la menor avergonzada
-Cariño- su madre la tomo tiernamente del mentón para que la mirara a los ojos- Tú lo sabias, él fue tan considerado que te lo confeso y te dio la oportunidad de romper su compromiso, aun así fuiste tú la que decidió casarse con él…
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Son las seis en punto cuando Harry llega por red flu a aquella casas vacía y abandonada, se toma un segundo para limpiarse el hollín de la túnica e intenta inútilmente acomodar su siempre rebelde cabellera, suspira con nerviosismo, lleva años haciendo esto y aun así continua con los nervios de anticipación, le extraña y ansía como cada día desde que iniciaron esto, con una última sonrisa se apresura a aparecerse frente aquel apartamento en el centro del Londres muggle.