La vida en Lushan transcurre lenta y pacíficamente. Roshi sigue contando leyendas e historias que va enriqueciendo a su pupilo Shiryu.
Okko ha sido expulsado. Aquello pesa al anciano, aún cuando sabe que el camino del joven tigre aún no termina, para bien o para mal el tigre y el dragón se han de encontrar. Era necesario para el crecimiento de ambos. Las cosas suelen repetirse en un ciclo infinito, pero le gusta sorprenderse de vez en cuando. Shiryu está creciendo fuerte y decidido, sin embargo la soberbia se cuela en él, fruto indudable de la juventud y la inexperiencia.
一 Quiero ser fuerte! 一 exclama en alguna ocasión.
Dohko lo mira severamente con sus ojos sabios, y después se sonríe un poco.
一 No temes lo suficiente, Shiryu.
Shiryu frunce el ceño y cierra los puños con fuerza. No lo entiende. ¿Temer?¿él?. Eso ha sido superado, piensa arrogantemente.
一 Yo no temo, no soy un cobarde, maestro. 一 la soberbia vuelve a asomarse con esa frase, justo como cuando era joven. !cuánto sufrimiento trajo consigo esa arrogancia!.
一Entonces nunca serás fuerte 一 responde el anciano, con un brillo azul intimidante en sus ojos. 一 para ser fuerte uno debe conocer la debilidad y la debilidad es cobardía. Ser cobarde es tener “algo que te importa” y tener “algo que te importa” te hace fuerte.
Necesitará una humillante derrota para que muestre su verdadera noble naturaleza, lo sabe Dohko. Por supuesto que ese momento, Shiryu no entendió lo que quiso decir con esa frase. No lo comprendió hasta que fue derrotado por Pegaso y fuera este quien lo salvara. No lo entendió hasta comprender y sentir eso que se llama: amistad. De la misma forma que el la conoció. Con Shion.
Shion. Amistad. Hermandad. Amor. Son palabras que en su mente se enlazan una y otra vez. Y de nuevo, recuerda.
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El cambio entre ambos no se dió de inmediato. El entrenamiento brindó humildad al príncipe chino y la orden limpió el rencor en el lemuriano al dar un nuevo propósito. Una mente ocupada y una meta en común empezaba a unir sus caminos.
Pero no fue fácil.
El patriarca supo ver sus diferencias, pero también significó una complementación que podía ser cultivada con paciencia. Athena enlazó sus caminos, y el sumo sacerdote los colocó en misiones conjuntas. Eran los hijos de oriente. Debían aprender sobre el equilibrio y la armonía, paso a paso.
Las lecciones fueron terribles, no tanto por el esfuerzo físico. Sino por el espiritual y mental. Hubo errores con nefastos resultados, hubo muertes que ellos han de cargar toda su vida, toda su existencia. Hacerse responsables de esto, de estos errores, cada uno, fue lo primero que los hizo mirarse por primera vez aunque habían estado juntos todos esos años.
Verse y apreciarse. Vivirse. Salvarse. Sostenerse.
¿Cuántas fueron sus batallas?.
Fueron estas las que los hicieron madurar. Despojándose de sus egos y forjando una amistad que crecería con los años. Dohko seguiría siendo imprudente e impulsivo, y Shion arrogante y demasiado precavido. Embestidos en oro, Shion de Aries baja el muro de cristal en la que ha estado encerrado su corazón y Dohko ha entrado en él.
Por un instante la mirada de Shion se ablandó, Dohko parecía ofrecerle un puente colgado sobre un abismo y aún así, confiaba que el tigre lo sostuviera con firmeza.
Confiaba que lo protegería.
Y no se equivocó
Su primer beso fue durante el inicio de las lluvias de verano. Dohko tiene que pararse de puntitas para alcanzar los labios de Shion que siempre ha sido más alto que él. Fue un beso torpe, nervioso, terrible para ambos.
Por eso a ninguno fue capaz de olvidarlo.